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: APLIQUEN LA 

REGLA DE ORO
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A todos nos gusta que nos traten con dignidad y respeto, que tengan en cuenta lo que
pensamos y sentimos. Pero seguro que alguna vez hemos escuchado decir: “Voy a pagarle con la
misma moneda”. Aunque esa reacción puede ser comprensible, la Biblia nos exhorta: “No digas:
‘Tal como me hizo, así voy a hacerle a él. Le pagaré a cada uno según actúe’” (Prov. 24:29). Jesús
nos aclaró cuál es la mejor manera de reaccionar cuando nos han tratado mal. La norma de
conducta que recomendó es lo que comúnmente llamamos la Regla de Oro: “Así como quieren que
los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos” (Luc. 6:31). Con estas
palabras quiso decir que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a
nosotros, y no devolver mal por mal. En el matrimonio, esto significa que tenemos que aportar a la
relación lo que nos gustaría sacar de ella.
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Los esposos y las esposas fortalecen su unión al estar pendientes de los sentimientos del
otro. “Intentamos poner en práctica la Regla de Oro —dice un hermano de Sudáfrica—. Lógico, a
veces nos enojamos, pero nos esforzamos mucho por tratar al otro como nos gustaría ser tratados:
con respeto y dignidad.”
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Nunca debemos hablarles a otros de los defectos de nuestra pareja o quejarnos de sus faltas,
ni siquiera en broma. Recordemos que el matrimonio no es una competencia para ver quién es
más fuerte, quién grita más alto o quién dice cosas más hirientes. Claro, es normal que a veces el
otro haga algo que nos moleste, pues todos somos imperfectos. Pero eso no nos da derecho a
ridiculizarlo o avergonzarlo, a decirle cosas hirientes y, menos aún, a darle un empujón o
hasta golpearlo (lea Proverbios 17:27; 31:26).
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Aunque en algunas culturas se considere varonil que el esposo maltrate a su esposa, la Biblia
dice claramente: “El que es tardo para la cólera es mejor que un hombre poderoso; y el que
controla su espíritu, que el que toma una ciudad” (Prov. 16:32). Requiere mucha fuerza moral imitar
al hombre más grande que ha pisado la Tierra, Jesucristo, y controlar el carácter. El que maltrata
verbal o físicamente a su esposa no demuestra ser muy hombre, y por supuesto no puede tener
una amistad con Jehová. El salmista David, que era un hombre fuerte y valiente, escribió:
“Agítense, pero no pequen. Digan lo que quieran en su corazón, sobre su cama, y callen” (Sal. 4:4).

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