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Capítulo I

1. Realidad nacional y regional.

El Sistema de Defensa Nacional sostiene que la realidad realidad regional y


nacional es el gran continente de los medios que posee el estado peruano, que
congrega a la totalidad de los recursos tangibles e intangibles, producto de las
situaciones y condiciones dinámicas y cambiantes, cualitativos y cuantitativos,
actuales y latentes... En un momento determinado; como consecuencia de su
desenvolvimiento histórico

Luis silva Santisteban explica que: la realidad nacional son aquellos aspectos
que tienen que ver con la existencia y reproducción de los sistemas en
cuestión, con su desarrollo histórico, con sus necesidades y con todo aquello
que influye en la sociedad en su conjunto.

Por su parte, Eva Ríquez, afirma que: la realidad nacional del Perú, está
constituida por el conjunto de recursos humanos, naturales, financieros,
elementos institucionales, relaciones creadas por los distintos grupos sociales,
políticos y culturales a lo largo de la historia y los vigentes dentro del territorio
nacional, así como las relaciones que se generan entre estos y en el exterior.

Finalmente, Pedro Torrejón concluye que la realidad regional y nacional, es el


estudio y el conocimiento de los problemas más fundamentales que afectan a
la estructura de la región amazónica y de la nación peruana. Es decir; que es el
estudio y la comprensión, de la situación real de los recursos humanos,
naturales, ecológicos, económicos, instituciones, de las interrelaciones que se
establecen entre los distintos grupos sociales, políticos y culturales; a lo largo
del proceso de desarrollo histórico del país y de la región; y que se hallan
vigentes hasta hoy, en la totalidad del territorio nacional.

Estudiar la realidad regional y la realidad nacional, implica conocer los


problemas y las posibilidades en la dimensión económica, social, política,
cultural e histórica que tiene la región, el estado y la nación peruana. Estudiar y
conocer la realidad regional, es comprender la situación actual de nuestra
localidad y de la región.

Como bien lo señala Pêdro Torrejón, conocer los problemas de nuestra


realidad regional, hará que pongamos en funcionamiento nuestras
capacidades, en la elaboración de planes de desarrollo regional, con la
finalidad de resolver las dificultades y hacer que la población alcance mejores
condiciones de vida, aumente sus ingresos económicos, mejores su nivel
educativo y cultural, goce de una buena alimentación, salud y salubridad, en
otras palabras, participe del bien común. Quién no conoce la realidad regional,
no está en capacidad de resolver sus problemas.

El estudio y el conocimiento de la realidad regional y de la realidad nacional,


algunas veces presenta dificultades estructurales y coyunturales, que impiden
resolver los problemas, es decir ¿cómo resolver nuestros problemas si existen
ciudadanos que avalan el uso de la fuerza y la instauración de regímenes
autoritarios, en contra de los valores republicanos y democráticos? ¿cómo
trabajar por el bien común, cuando existe gente partícipe o cómplice directo o
indirecto de actos de corrupción en pequeña o gran escala en la región y en el
país?

¿Cómo ayudar a solucionar los problemas cuando más del 60% de la población
económicamente activa está ligado al sector informal y prescinde del aparato y
las reglas del estado para producir y subsistir? ¿cómo trabajar juntos, si se
desconoce como conciudadano a los hombres y mujeres de los diversos
grupos lingüísticos y étnicos de la amazonía y del país? ¿cómo resolver
nuestros problemas, si tenemos un precario concepto del sentimiento de la
solidaridad y respeto entre los habitantes del Perú? ¿cómo lograr la integración
del Perú al resto de América Latina y al nuevo orden internacional, si estamos
desunidos? El reto está planteado, depende solo de nosotros.
2. ¿Qué entendemos por Nación?

. Se trata tan sólo de precisar que es un concepto ambiguo y que podemos


identificar en él tres significados diversos:

a) En primer lugar, nación (casi siempre utilizado en plural) hace referencia a


grupos de seres humanos que se diferencian entre sí por sus propias
costumbres, usos, lengua, etc. No se trata de que un grupo se identifique por
una, dos o tres de esas notas; se trata de que en él se ha verificado una
mezcla de todas ellas hasta constituir lo que se suele denominar como un
carácter propio» que los hace singulares. Desde esta perspectiva, podemos
entender que nación en un sentido objetivo quiere decir comunidad nacional.

De todos modos, sigue siendo un concepto impreciso puesto que no todo grupo
con un carácter propio se considera a sí mismo una nación o es considerado
por otros como tal. En esta tarea resulta clave el desarrollo político e histórico
por el que ha discurrido el grupo, pero también resulta importante el factor
psico-sociológico; una conciencia de la propia identidad nacional.

b) En una segunda acepción, el concepto nación se encuentra


inseparablemente ensamblado al concepto de Estado. En este caso, la
voluntad de un grupo de seres humanos de constituir un Estado (de llegar a
serlo o de seguir siéndolo), convierte a este grupo en una nación en el sentido
subjetivo. Desde esta perspectiva, la nación, no sólo contiene un elemento
subjetivo, sino que se define específicamente en clave socio-psicológica.
Nación (casi siempre en singular) significa en este caso una comunidad de
destino. Se tiene un pasado y una historia común y como consecuencia unos
se sienten vinculados a otros en el presente y en el.

. De este modo, la voluntad de destino común de uno o varios grupos


nacionales es lo que constituye el propio Estado, al igual que el cese de esa
voluntad de pertenencia al Estado acaba destruyéndolo.
Así pues, tenemos un significado de nación como comunidad nacional» y otro
como comunidad destino».

c) Por último, podemos considerar también una acepción jurídica» de nación.


Desde esta perspectiva, nos estamos refiriendo a un sinónimo de población del
Estado. Es decir, quien tiene la nacionalidad jurídica de un estado pertenece
jurídicamente al substrato de personas de ese estado. Nación significa aquí
comunidad jurídica.

3. La relación entre nación y Estado

Por lo que se refiere al Estado, podemos sintetizar básicamente tres visiones


del fenómeno que, en parte, representan tres momentos diversos en su
desarrollo histórico hasta su definitiva confluencia con el concepto de nación.
.
a) El estado como objeto de derechos.

Hasta la revolución francesa, el príncipe, el rey, la nobleza y el alto clero


formaban la nación. Bajo el concepto de Estado se entendían de modo general
los partidarios de los príncipes y su aparato de poder.
.
b) Estado como sujeto de derechos.

En el absolutismo ilustrado, junto a otros sujetos de derechos, el Estado


adquiere la categoría de sujeto portador de derechos y deberes. El príncipe se
constituye, de acuerdo con esta concepción, en portador de las funciones del
Estado.

c) El Estado como pacto.

Un nuevo paso adelante supuso la concepción del Estado como una relación
jurídica entre el príncipe y los súbditos. Esa relación jurídica se suponía
fundada sobre un hipotético e imaginario contrato originario: el contrato social.
La revolución francesa es la que consigue unir definitivamente los conceptos de
Estado y nación en una relación desconocida hasta entonces. En ese momento
se produce la politización del concepto de nación que pasa a ocupar el lugar
preponderante en la simbiosis de ambos.

4. ¿Qué es la identidad nacional?

La identidad es la representación de sí mismo y de un nosotros socialmente


situado; esta identidad es esencialmente distintiva, relativamente durable y
debe ser socialmente reconocida. Por su parte, la identidad social se funda
siempre en una matriz cultural, portadora de los “emblemas de contraste” que
marcan sus fronteras. Esta matriz no se identifica necesariamente con la
cultura objetivada observable, sino con la cultura subjetivada resultante de la
internalización selectiva de los elementos de cultura institucionalizada y
preconstruida.

Según García Canclini, tener una identidad sería ante todo tener un país, una
ciudad, un barrio, una entidad donde todo lo compartido por los que habitan en
ese lugar se vuelve idéntico o intercambiable. Es en este territorio donde la
identidad se pone en escena, se celebra, se dramatiza mediante rituales
cotidianos. Los que no comparten estos rituales en estos territorios son los
extraños, los diferentes. En este sentido, recuperar el patrimonio es recuperar
la relación con el territorio que vuelve a ser el de antes, con sus santuarios
identitarios expresados en la cultura material y espiritual. Los lugares
emblemáticos se vuelven sagrados por el hecho de contener símbolos de
identidad, objetos, recuerdos, donde se conserva la identidad en su versión
auténtica.

La identidad es, entonces, el conjunto de territorios culturales interiorizados, a


través de los cuales los actores sociales (individuales y colectivos) demarcan
sus fronteras y se distinguen de los demás en una situación determinada, todo
ello dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado.
La identidad regional implicaría una pertenencia socio territorial, asociada a lo
que se denomina identidades colectivas primarias, que se definen por
acumulación o intersección de pertenencias múltiples, identidad que se
adquiere por procesos de identificación secundaria y por la pedagogía difusa
del discurso social común y del discurso ideológico regionalista.

Al tratar el tema de las identidades hay que tener en cuenta en primer lugar la
relación entre identidad y cultura, aunque necesariamente ciertas culturas no
generen identidades. Por otro lado, la identidad sólo existe en y para los
sujetos. Su lugar está en la relación social; se produce en el seno de un
proceso relacional.

Finalmente, la identidad es una construcción social que se realiza dentro de los


marcos sociales que determinan la posición de los actores en la sociedad; es
decir, no está determinada por los factores objetivos ni depende de la pura
subjetividad.

La identidad se expresa también a través de la capacidad de perdurar en el


tiempo y en el espacio. Proporciona una distinción y una diferenciación en
tiempos de igualación globalizante; permite la conciencia, la estabilidad y la
consistencia, así como la responsabilidad de los actos. También implica una
relativa predictibilidad de los comportamientos. Sin embargo, al igual que la
cultura, está atravesada por el proceso de cambios y tejida por la dialéctica
permanencia/cambio, continuidad/discontinuidad

5. La identidad nacional en nuestros tiempos.

En el siglo XX, el problema de nuestra identidad fue llevado a la discusión y a


la elaboración teórica. José Carlos Mariátegui en sus 7 ensayos de
interpretación de la realidad peruana, llegó a plasmar científicamente el
problema. En ella se concluía, que la naciente burguesía peruana estaba
imposibilitada de cumplir esa tarea, pues se hallaba enfeudado al capital
externo.
Entonces, la clase obrera, el campesinado y la pequeña burguesía a través de
una revolución solucionarían el problema nacional. Desaparecerían las
fronteras raciales y culturales y se formaría un Perú nuevo en un mundo nuevo.
José María Arguedas fue en las décadas pasadas el gran retratista del Perú
profundo, ha sabido con sus obras literarias y antropológicas, plasmar la noción
de la nueva peruanidad que no sería sino la del “país de todas las patrias y de
todas las sangres”.

Siguiendo a Pedro Torrejón consideramos que es correcto decir que


actualmente el mundo tiene a uniformarse. El triunfo del capitalismo y de la
modernidad perecen implantar sus códigos y valores a nivel de la geografía
universal. La cultura tiende a globalizarse para fortalecer el espíritu de la
individualidad, de la competitividad y de la eficacia. En estas condiciones la
idea de la nación y del nacionalismo es puesta en tela de juicio al punto de
negar su existencia. Una sola matriz proyecta su imagen cubriendo todos los
espacios y representaciones locales.

Si esta práctica se impusiera, irremediablemente desaparecería las historias e


identidades nacionales. En nuestro caso, si tenemos en cuenta que somos
todavía una nación en formación y geopolíticamente vulnerable, la situación se
facilitaría. No habría ninguna barrera de protección a lo nuestro en el amplio
sentido de la palabra. Pero, lo cierto es que la pluralidad y los conflictos, lejos
de ser un obstáculo, son componentes positivos para decantar lo mejor de
cada uno sus elementos en pos de un espíritu nacional.

Siendo un país milenario, deberíamos buscar las reservas productivas y


morales en la memoria de nuestros ancestros. Así por ejemplo, la categoría del
Trabajo es considerada como un don que se practica en ésta y en la otra vida
con alegría y vitalidad (en la mentalidad europea el trabajo es producto de un
castigo divino: comerás el pan con el sudor de tu frente).

La Solidaridad es otro valor constante que se manifiesta a la margen de las


dificultades y desigualdades económica. Sin este componente, difícilmente
podríamos imaginar la sobrevivencia de nuestra población frente a la crisis y la
violencia. Ante la idea del “sálvese quien pueda” existe la tradición de la
reciprocidad y de la “fraternidad miserable”.

La Empatía con la naturaleza es también un factor a ser ponderado. No se


trata de destruir los recursos y los paisajes naturales porque, con esa
potencialidad, se construirá el futuro de nuestra sociedad, especialmente en las
zonas de frontera con el Ecuador, Chile, Bolivia, Brasil y Colombia. Si ahora
propiciamos su enajenación total estamos atentando contra las generaciones
venideras.

No por casualidad los movimientos ecologistas se interesan por conocer y


recoger las experiencias de edificación de la naturaleza en la vida cotidiana de
los peruanos prehispánicos. La paciencia y la larga espera, la inteligencia y la
firmeza, el humor y la alegría son otros aspectos a tener en consideración para
imaginar lo nacional en forma positiva y edificante.

Un debate y reflexión desde la universidad, desde las diferentes


especialidades, desde la escuela primaria y desde el colegio secundario; sobre
estos temas de la universalización, de la identidad y del problema nacional se
hace urgente, sobre todo, a partir de la guerra con el Ecuador y de la guerra del
Golfo Pérsico.

Ello nos permitirá comprender nuestro presente y contribuir a la forja de una


sociedad peruana, donde reine la vida a ras del suelo con la paz duradera. Los
esfuerzos, ya se han realizado en todo nivel de cosas, como por ejemplo: poco
a poco se fueron superando las diferencias idiomáticas, tolerando los cultos y
especialmente, aceptando e incorporando los aportes científicos y culturales al
consenso nacional, pero no es todo, sino que faltan otros esfuerzos más.

Los peruanos, debemos ya superar las ideas que siempre justifican el fracaso.
Es hora de encarar los problemas con la verdad, dejar a un lado las mentiras
mitológicas, cuya ideología mágico-religiosa, se espera compensar con
esperanzas mesiánicas, de lideres que solo han conocido adversidades y
fracasos, por la inacción e inobservancia de las autoridades. Es hora de tener
victorias reales, en todas las áreas del quehacer nacional.

Entonces, el Perú, nuestro Perú, es una nacionalidad en formación y en


proceso de síntesis. Un fenómeno de este tipo implica la toma de una
conciencia e identidad nacional. Conciencia e identidad, que históricamente se
ha plasmado y evidenciado en varios momentos y planteamientos de nuestra
vida nacional. En los últimos años, se han venido realizando esfuerzos
educativos, económicos, sociales y culturales, con la finalidad construir nuestra
identidad nacional y regional.

Solo los propios peruanos, o sea nosotros, los llamados a construir la imagen
regional y nacional exitosa y con futuro, que tanto necesitamos para crear una
sólida identidad nacional.

6. Algunas causas y efectos de la crisis de nuestra identidad nacional.

Sabemos que la identidad se forma en base a las vivencias del hombre en


sociedad, así como de su relación con el contexto donde se desenvuelve. En
esta construcción el individuo siempre busca el reconocimiento de si mismo en
los otros; de tal forma que la identidad resulta un proceso socialmente
construido en el cual la existencia del otro es esencial. La identidad nacional se
refiere especialmente a la distinción de características específicas de un grupo.
Para esto, se utilizan diferentes criterios, con muy diferentes aplicaciones.

Todos somos dueños de una identidad y sobre eso no hay duda; pero, no todos
nos sentimos orgullosos de ella, ni la valoramos como debe ser. Pertenecemos
al estado peruano, vivimos en su territorio y estamos regidos por sus leyes.
Pero, no nos sentimos plenamente identificados con él. Según distintos
investigadores existen principalmente dos causas importantes del problema:
una está en nuestro pasado histórico y otra en la influencia de la globalización.

En cuanto a la primera, podemos decir que para constituir una comunidad


nacional es necesario construir un sentimiento de comunidad, lo cual no se dio
en el Perú; por el contrario, se atentó contra éste. A comienzos del siglo XIX, se
logra la independencia pero con ella no se concretaron la igualdad ni la
autonomía. La independencia favoreció a los españoles y a los criollos,
mientras que la mayoría de la población pertenecía a un estrato social
discriminado. Para justificar el dominio criollo se usaron argumentos basados
en las desigualdades económicas, sociales y biológicas. Los criollos se sentían
más identificados con la cultura peninsular, y los indios sentían que eran
excluidos y apartados.

Otra importante causa la encontramos en la globalización. Este término tan


usado en los últimos tiempos tiene una gran influencia en lo que respecta al
forjamiento de la identidad nacional. A pesar de que este fenómeno abarca a
todos los países, a los subdesarrollados y desarrollados, es evidente que
impone los patrones de los países más desarrollados, lo cual genera la idea,
reflejada con mayor claridad en los jóvenes, de que los modos de ser
extranjeros son siempre mejores que los propios. Ello produce que nos
alejemos más de nuestras tradiciones y costumbres e incluso produce que las
despreciemos y adoptemos otras que aparentemente nos hacen ser mejores.

Son diversos los acontecimientos de nuestra historia que han contribuido para
que no forjemos una sólida identidad nacional. Por un lado, en nuestro
inconsciente colectivo, persiste la idea del sometimiento; y, por el otro, no
sabemos lidiar con nuestra heterogeneidad cultural, geográfica, social.
Actualmente, vivimos los efectos negativos de aquella desintegración; y sus
principales consecuencias las encontramos en nuestro espíritu pesimista y
nuestros fuertes prejuicios raciales.

Ese espíritu nada alentador que se ha apoderado de nosotros; y no nos deja


sentir orgullo de lo que somos actualmente, hace que nuestras aspiraciones
sean pobres; por tanto, el futuro que nos espera es bastante incierto. La poca
identificación nacional dificulta enormemente la realización de proyectos a largo
plazo y, por ello, el éxito se ve bastante lejano a nuestra realidad. Además,
hasta el día de hoy, persisten las ideas arcaicas de las desigualdades por
causas raciales, ideas que nos condenan a un estado sin integración y con una
fuerte exclusión social. Frente a esa situación urge un cambio radical en
nuestro comportamiento individual y colectivo. Para esto será primordial el
aporte que debe brindar la educación, entendida como proceso socio cultural
que busca el desarrollo integral del ser humano.

En conclusión, para llegar a obtener un cambio real es necesario modificar


nuestro modo de pensar a través del trabajo sistemático que pueda
desarrollarse vía educación, pero una educación de calidad. Debemos dejar de
vernos como perdedores y dejar de sentirnos superiores o inferiores. Solo
cuando dejemos de cargar con las consecuencias de nuestro pasado
podremos tener una próspera visión del futuro. Si realmente valoramos los
grandes recursos con que contamos en las diferentes regiones del país, nos
daremos cuenta que tenemos lo necesario para conformar un país
desarrollado, pero nuestros prejuicios y complejos nos lo impiden.

7. La conciencia nacional peruana.

En nuestro país, existe la preocupación por definir y construir la conciencia


social nacional del hombre peruano. Los peruanos, debemos reconocer y
asumir la responsabilidad de contribuir con crear una nación digna, unida y
cohesionada, donde exista solidaridad y todos tengamos oportunidades, así
mismo, donde haya y exista justicia social para todos.

Al abordar este tópico, lo haré formulando la siguiente pregunta: ¿qué es la


Conciencia nacional? Para responder esta interrogación, comenzaremos
ensayando lo siguiente: la conciencia nacional, es el conjunto de ideas, teorías
y opiniones que reflejan la existencia social del hombre en el Perú. La
conciencia surge, se forma y se desarrolla sólo en la sociedad y es un producto
de la estructura económica del país.

La conciencia nacional, es el conocimiento reflexivo de la realidad nacional.


Este conocimiento comprende el estudio de nuestro territorio, su organización
espacial y gubernamental, la estructura del Estado y sus instituciones tutelares,
la población que vive en él, sus características, distribución y problemas,
nuestro pasado histórico y cultural, hasta el presente, nuestros recursos
naturales y las actividades económicas organizadas para su aprovechamiento
racional, nuestros usos, costumbres y niveles de desarrollo, etc.

También se puede decir, que la conciencia nacional, es el conocimiento


reflexivo de la realidad del país y la capacidad para identificar los problemas
que impiden nuestro desarrollo.

La historia y el desarrollo de la sociedad, demuestra que con el cambio de la


existencia de los hombres, también se modifica su conciencia; desaparecen las
ideas viejas y surgen otras nuevas. Por ejemplo, al entrar en crisis el
feudalismo, surgió el capitalismo; el colonialismo dio paso a la vida republicana,
al derrumbarse el muro de Berlín, se derrumbaron las ideas del socialismo, el
capitalismo todavía está en vigencia, no es el sistema más justo, pero los
replanteamientos de sus teorías le dan vida.

La conciencia nacional y regional, se forma y construye mediante acciones


concretas y se pone de manifiesto en las siguientes esferas: la Conciencia
Política, es una forma de conciencia social nacional y regional, en donde se
reflejan las relaciones entre las clases sociales, las naciones y otros grupos
sociales respecto al Estado y al poder político en su conjunto. La esencia de la
conciencia política es el poder estatal, la lucha por su conquista, por su
preservación y utilización en beneficio de la nación.

El Derecho, que es un mecanismo de la conciencia social nacional y regional,


que se encarga del conjunto de reglas y normas establecidas por el estado y
que se vuelve obligatoria para todos, cuya observancia se asegura mediante la
coacción estatal, la Conciencia Moral, que es el conjunto de principios, normas,
reglas y concepciones históricamente cambiantes que guían la conducta de los
hombres en la sociedad, así como las exigencias que se plantean a las
personas, desde el punto de vista de la justicia, el humanismo y del bien y el
mal, la Ciencia, que es el sistema de conocimientos del hombre sobre la
naturaleza, representa el reflejo de las leyes del mundo en forma de conceptos
y símbolos. La ciencia ayuda a formar una conciencia social justa y verdadera,
finalmente el arte y la filosofía, etc., que son otras formas de conciencia social
nacional y regional.

Por otro lado, la conciencia tiene relación con el carácter y la personalidad de la


sociedad peruana. El carácter, es aquel conjunto de características que nos
diferencian entre una población con otra, es decir, son las características que
individualizan al los habitantes del Perú. El carácter de la nación peruana, es
producto de nuestro proceso histórico. Los hechos y acontecimientos ocurridos
en el Perú, nos han dejado huellas, que han modelado la personalidad del
peruano de hoy.

La conciencia y el carácter nacional del peruano o del Perú, tiene las siguientes
características: el Perú, es una nación con marcadas diferencias históricas y
culturales, en la selva, la sierra y la costa. El Perú, es una nación
predominantemente mestiza, racial y culturalmente; debido a su gran mosaico
racial. El Perú, es una nación con el predominio del español como lengua
nacional sobre las otras lenguas nativas. Y el Perú, es una nación con marcada
tendencia a aceptar modelos y costumbres foráneas, menoscabando los
valores tradicionales del Perú.

La conciencia, el carácter y la identidad nacional, se construye inicialmente en


la escuela, continúa en el colegio y se consolida en la universidad, cuando en
el peruano y el hombre amazónico, se ejercita el conocimiento de la historia, la
geografía, la economía, la educación cívica, la moral nacional, las leyes y las
ciencias naturales. Finalmente, el reto está planteado, depende de nosotros.

8. El poder

Gran parte del debate sociológico reciente sobre el "poder" gira sobre el
problema de definir su naturaleza como constrictiva o como permisiva. Así, el
poder puede ser visto como un conjunto de formas de constreñir la acción
humana, pero también como lo que permite que la acción sea posible, al
menos en una cierta medida. Gran parte de este debate está relacionado con
los trabajos de Foucault, quien, siguiendo a Maquiavelo, ve al poder como "una
compleja situación estratégica en una determinada sociedad". Siendo
puramente estructural, su concepto involucra tanto las características de
constricción como de facilitación. Para Max Weber la sociedad moderna está
amenazada por el fenómeno creciente de la concentración del poder dentro de
las organizaciones. Su discípulo Robert Michels advirtió que en las
organizaciones modernas, tanto privadas como estatales, se tiende a quedar
bajo el control de reducidos, pero poderosos grupos políticos o financieros.
Aunque los líderes son elegidos democráticamente, según Michels, con la
mejor intención, por las dos partes, se observa una tendencia a integrarse en
élites del poder que se preocupan básicamente por la defensa de sus propios
intereses y posiciones a toda costa. En otras palabras podría decirse que en la
actualidad corremos el peligro de que las élites del poder, nacidas en la
sociedad a traveés de procedimientos legítimos, entren en un proceso
mediante el cual el poder aumenta y se perpetua a si mismo
retroalimentándose y produciendo, por tanto, más poder.

La imposición no requiere necesariamente de la coacción (fuerza o amenaza


de fuerza). Así, el "poder" en el sentido sociológico incluye tanto al poder físico
como al poder político, al igual que muchos otros de los tipos de poder
existentes.

Se podría definir el "poder" como la mayor o menor capacidad unilateral (real o


percibida) o potencial de producir cambios significativos, habitualmente sobre
las vidas de otras personas, a través de las acciones realizadas por uno mismo
o por otros. Pero por otra parte, al decir de Paulo Freire, el poder debe alojarse
en la cabeza del dominado y llevarle a considerar como natural lo que desde el
nacimiento se le esta imponiendo.

9. Estado y poder político

En su acepción más simple, el Estado es la organización jurídica de la nación.


Es un intrincado sistema legal, articulado sobre la base de la Constitución;
documento que es el Contrato Jurídico que juran obedecer gobernante y
gobernados.
Ese Estado, con el que nacimos a la vida independiente, está a punto de
colapsar. Sus viejas estructuras ya no son adecuadas para dar el gran salto
hacia adelante. Así lo han comprendido todos. Es por ello que se reclama una
profunda reforma de él, condición sin la cual, no es posible hablar de desarrollo
sostenible.

Son tres los elementos del Estado: pueblo, territorio y poder político. Los dos
primeros son irreformables.

A su vez, el poder político tiene tres expresiones: Poder Ejecutivo, Poder


Legislativo y Poder Judicial. Entonces, cuando se habla de "reforma del
Estado" nos estamos refiriendo a un proceso que involucra los tres poderes, no
uno solo.

10. ¿Qué Estado queremos en el Perú?

Un Estado moderno. La modernidad se sustenta en la tecnología. Todo el


aparato del Estado debe ser moderno. No debemos tener temor. El hombre
jamás será desplazado por la máquina, como dice Kart Hirsch, pero debe
servirse inevitablemente de ella.

Un Estado eficaz. Que sepa diseñar sus objetivos. Que pueda encontrar y
mantener el rumbo. Que para ello los partidos políticos dejen de ser un
conciliábulo de ambiciosos y se conviertan en lo que el pueblo reclama:
organizaciones al servicio del país.

Un Estado eficiente. Para que alcance los objetivos trazados, con el menor
costo posible.

Un Estado honesto. Para que la clase política entienda alguna vez que el
Estado no es un botín que se gana cada cinco años. Para ello se necesitan
efectivos mecanismos de control. No más "Genaros Matutes". Que los que
dirijan esos mecanismos sean elegidos por el pueblo. El país ya no confía en la
oposición.

Un Estado descentralizado. No regionalizado, como es ahora. Qué proceso


efectivo de descentralización se puede alcanzar cuando siguen centralizadas
las dos más grandes decisiones: la asignación presupuestal y la orientación
política. Es absurdo que existan tantas regiones como departamentos hubo. El
país no requiere más de doce regiones, como lo afirmaban hace tiempo
algunos estudiosos.

Un Estado con soberanía económica. Que sepa negociar su inserción en el


mundo globalizado con ventaja, no sacrificando a un gran número de peruanos,
como los agricultores.

Finalmente, un Estado que vaya construyendo poco a poco su identidad


nacional. Somos un país pluricultural, plurinacional y multilingüe, pero estos
factores no pueden ser determinantes para ser un país fragmentado, como
somos ahora.

11. Estado, poder y potencial nacional y regional

Respecto al poder regional y nacional, diremos que se refiere a la “capacidad


que tiene el estado y en estrecha relación y coordinación con los gobiernos
regionales, conquistar y mantener los objetivos nacionales” (8).

El estado debe hacer el mejor esfuerzo para descentralizar el poder y llevar de


lima hacia el interior, pero en un esquema de mucho dinamismo y fluidez. La
conquista y la defensa de los objetivos nacionales se deben realizar
considerando un conjunto de dificultades internas (antagonismo político,
terrorismo, delincuencia, inundaciones, sequías, terremotos, etc.) Y externas
(guerras, ingerencia política internacional, convenios y acuerdos comerciales y
de navegación, así como los tratados fronterizos, entre otras dificultades.

El poder regional y nacional, sólo será efectivo siempre y cuando, los estados
nacionales lleguen a equilibrar y desarrollar elementos necesarios como: la
fuerza – poder (desarrollo de la capacidad productiva y económica del país) y
el poder – influencia (capacitado y especializado cuerpo diplomático, efectivo
plan de propaganda del poder, potencial y de la realidad nacional, salvaguarda
de los intereses nacionales en los tratados o convenios internacionales, etc.).

El poder regional y nacional peruano, se caracteriza por nuclear los siguientes


principios: dinamismo (porque los estados realizan movimientos y cambios para
aumentar su poder nacional); integridad total (porque la conquista de los
objetivos nacionales exige la disposición de fuerzas materiales y espirituales),
direccionalidad (porque el poder se orienta a un fin concreto u objetivos
nacionales internos o externos), realismo (porque el estado debe determinar
con sinceridad y realidad su capacidad para alcanzar sus metas. Por ejemplo,
el Perú no puede realizar viajes espaciales) instrumentalidad (porque el poder
debe ser utilizado para el logro del bienestar y seguridad nacional), la
relatividad (porque algunas veces, los estados no saben del poder que tienen,
hasta que lo confrontan con otro estado. Por ejemplo, el poderío naval y aéreo
entre Chile y Perú y Ecuador y Perú) y la temporalidad (porque el poder tiene
un tiempo de duración, razón por la cual se debe renovar constantemente. El
poder de hoy no es el mismo de ayer ni será el mismo de mañana).

El poder regional, es el ejercicio particular y especifico de una serie de


acciones para lograr y hacer realidad los objetivos nacionales, a nivel del
territorio local, provincial, departamental y regional. Este poder, debe ser capaz
de resolver las dificultades locales y regionales, así como proponer y promover
nuevas formas de estar presente a lo largo y ancho de la jurisdicción regional y
nacional.

En los que concierne al potencial regional y nacional, diremos que esta hace
referencia al “conjunto de recursos de todo orden, materiales y espirituales,
utilizables y posibles de ser utilizados por el estado, para la consecución de los
objetivos nacionales” (9), con el fin de lograr el bienestar general y lograr la
seguridad del país; esta es la definición propuesta por el Centro de Altos
Estudios Militares – CAEM, hoy Centro de Altos Estudios Nacionales – CAEN.
El potencial regional y nacional, reside en la capacidad de utilizar
racionalmente los recursos naturales, humanos, económicos, culturales,
geográficos y físicos, así como los recursos jurídicos.

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Lectura seleccionada
¿ES OTRO EL ROSTRO DEL PERÚ? Identidad, diversidad y cambio
Max Hernández

Es otro el rostro del Perú. Cuando el viejo país rural se volcó sobre las
ciudades se pensó que el país profundo había irrumpido de súbito. De pronto,
los embates de la globalización comenzaron a sacudir nuestra sociedad,
todavía premodema en muchos aspectos. Al conjuro de la modernización, las
antiguas estructuras normativas crujen, las identidades colectivas se disuelven
en el vértigo de los cambios. Mientras todo ello ocurre, el mundo desarrollado
se desliza hacia la posmodernidad.
Se puede intuir una diferencia esencial entre el momento actual y el que se
está gestando. Una serie de signos refleja un cambio radical a escala
planetaria: una época está terminando. Hay quienes dicen que se trata del fin
de los fundamentos tradicionales en que se basó la actividad económica,
quienes perciben una transformación sustantiva en el ámbito de lo cultural y
quienes señalan un cambio de ritmo en los ciclos de producción científica y
tecnológica. No falta quien habla del fin de la historia. La rapidez de los
cambios ha desestabilizado los modelos de su propia interpretación: ninguno
permite comprender a cabalidad la transición del orden moderno al que lo
reemplazará.
El descubrimiento del Nuevo Mundo configura una de las primeras
manifestaciones de un fenómeno histórico que tuvo su punto de partida en
Europa hace cinco siglos. Entonces se inició la llamada modernidad, un
proceso de larga duración que acabaría por quebrantar el Antiguo Régimen,
liberar las energías individuales y abrir cauce a la democracia.
Poco a poco se fue moldeando una forma de experiencia que se extendería a
todos los ámbitos de la vida. En el último medio siglo se expandió con fuerza
avasalladora por doquier. Una nueva manera de vivir el tiempo y el espacio, un
nuevo modo de comprenderse a sí mismo y a los demás y una nueva
concepción de las posibilidades y los peligros parecieron alcanzar vigencia
global. Por una de esas paradojas de la historia, ahora que el mundo se ha
hecho uno, las credenciales que otorgaban al fenómeno histórico de la
modernidad validez universal parecen mostrar a las claras sus deficiencias.
Ahora bien, las primeras oleadas de dicho fenómeno llegaron muy pronto a
estas tierras. Las rutas de navegación habían dado paso a intercambios que
podían dar lugar a posibilidades impensadas. La llegada de los conquistadores
españoles, avanzada de la expansión colonial europea, iba a producir efectos
de magnitudes insospechadas. Una consecuencia paradójica fue que se
sedimentó una estructura social que resistió el paso del tiempo. La sociedad
quedó inmovilizada y un tempo lento, que no fue perturbado siquiera por la
Independencia, campeó en estos horizontes.
Las condiciones concretas dentro de las que se fue forjando lo que hoy
conocemos como el imaginario social impusieron constricciones y acuñaron
estereotipos. Una elite situada en la cúspide de una sociedad mayoritariamente
analfabeta y marcadamente estratificada tuvo el monopolio de la reflexión
sobre nuestra realidad. El espacio privilegiado que ocupaba fue el lugar en el
que convergían precarias identificaciones. Ahí se armaban los discursos
hegemónicos que justificaban la dominación, aprisionaban las mentalidades y
servían como insumos para el “sentido común”. Es cierto que esto no era del
todo ajeno a las críticas: en diversos momentos de nuestra historia se llegó a
cuestionamientos más o menos radicales. Espacio, discurso, imágenes e ideas
muestran hoy los signos de un grave deterioro. Tal vez menos por efecto de los
cuestionamientos que por las transformaciones que han llevado al descrédito
los valores establecidos y las utopías que pretendieron subvertirlos.
En la turbulenta atmósfera del momento actual se dispersan y entremezclan
signos en flujo ininterrumpido, imágenes en sucesión caótica, símbolos que
desdeñan valores consagrados, resistencias a los cambios. Si se quiere dar
cuenta del proceso de emergencia de la nueva topografía social los parámetros
de observación deben ser modificados. Los viejos códigos que fijaban a cada
quien “en su sitio” han quedado atrás. Los trazos inscritos por la resistencia
indígena, los designios metropolitanos, los sueños mestizos, las ambiciones
criollas y los anhelos de los inmigrantes se asientan sobre un territorio testigo
de desplazamientos masivos de la población y discurren por una realidad
demográfica plural que muestra los efectos de mezclas realizadas al margen de
las normas convencionales.
Cualquier visión que se pretenda hegemónica se desvanece al mero contacto
con la realidad actual. Los viejos moldes están en trance de desorganización.
Las aceleradas variaciones no caben dentro de ellos.
En medio de los remolinos que se forman cuando la correntada tropieza con la
inercia que se le opone importa pensar con lucidez. Comprender y asimilar las
nuevas condiciones exige emprender una radical transformación mental y
emocional. Este ensayo se propone explorar los obstáculos que la dificultan. La
tarea exige revolver los detalles de ciertos hechos conflictivos, penetrar en la
estructura íntima de algunos embrollos que se siguen agitando en los abismos
de nuestro ser y remover asuntos soterrados en nuestra historia, marcada a
fuego por sucesos y angustias que aún hoy día nos acechan.
El pasado es siempre pensado desde preocupaciones e inquietudes del
presente. Mas, en contraste con la impronta contemporánea que afecta toda
indagación acerca del pasado y al margen del ámbito consciente en el que se
registran las fluctuaciones y los cambios, existe una dimensión inconsciente
acotada por los mismos procesos defensivos que la constituyen. De ahí la
persistencia de fenómenos que, al margen del tiempo lineal y cronológico,
instituyen un dominio atemporal que se expresa en la insistencia de las
repeticiones. Quienes pretenden desconocer el pasado olvidan que lo reprimido
tiende a retornar.
Sepultar bajo la amnesia los aspectos dolorosos de la historia no permite
superarlos. Más bien se corre el riesgo de repetirlos. Es necesario recordar,
examinar, elaborar. Procesar con sentido crítico las oscilaciones de nuestra
sensibilidad, los avatares de nuestra experiencia cultural y las tribulaciones de
nuestra identidad. Entender porqué ciertos hechos pretéritos aparecen como
fenómenos sociales recurrentes sirve al propósito de liberarse de su reiterativa
tiranía. Trasladar el instrumental psicoanalítico a los predios de la historia
puede permitir descubrir la persistencia intrusiva del pasado en el presente,
abrir la posibilidad de recordarlo y reconocer aquellas oportunidades que nos
ofreció y no supimos aprovechar.
***
En la época de los descubrimientos, España emergía como un imperio
inmenso. La realidad física, histórica, social y económica designada por el
nombre “Perú” perteneció a aquel imperio en el cual no se ponía el sol y que
pronto habría de entrar en decadencia. En los momentos iniciales, el nombre
Perú prefiguraba vagamente un espacio mítico cuyas anticipadas riquezas
incendiaban la codicia de los veteranos conquistadores que se consumían en
Panamá. Una voz surgida de las fricciones fonéticas y de los malos entendidos
entre conquistadores y aborígenes, sin procedencia conocida del español ni del
quechua ni de ninguna de las lenguas o dialectos africanos o antillanos, daría a
la postre nombre a la nación. Si bien al pronunciar el nombre del Perú se siente
el eco de su historia, nada hay en la palabra que indique una conexión precisa
con el pasado precolombino. Se trata más bien de una voz nueva que nombra
una vieja realidad que adquiría nuevo sentido a partir del encuentro.
Si el nombre de la patria evoca tales resonancias, la elección del sitio en que
tuvo lugar la fundación de la capital indica la dirección de los trazos que
delinearían el futuro del territorio conquistado. Si el clima y la cercanía al mar
fueron determinantes en la elección del lugar –excéntrico con respecto al
Ande– la designación de Lima como capital pronto configuró una nueva
geografía política del territorio conquistado. La fundación de Lima concretó, en
adobe y barro, un nuevo foco que contrastaba con las pétreas construcciones
cusqueñas. Desde entonces, la nación gravitaría describiendo una elipse en
tomo a dos centros, uno definido por su condición colonial y el otro por su
pasado andino.
El modo como Occidente se hizo presente en el Nuevo Mundo produjo en éste
una grave ruptura. Las fuerzas desatadas alcanzaron la magnitud de un
cataclismo y se prolongaron en dilatadas consecuencias. En el caso concreto
del Perú, la Conquista hendió en dos el zócalo de la futura nación.
Una súbita grieta recorrió los puntos frágiles y fracturó los cimientos sobre los
que se asentaron tanto las estructuras sociales cuanto lo que se podría
denominar el imaginario fundante de la nación. Por una parte, el cambio
abrupto alteró las bases mismas de la convivencia, por otra, la irrupción de lo
occidental en lo andino signó la partida de nacimiento de la nación. A la luz del
tiempo transcurrido vemos cómo tal dualidad continúa afectando la
construcción subjetiva de nuestra realidad social.
Desde la perspectiva de este trabajo, interesa menos el acontecimiento
concreto de la Conquista que la virtualidad de sus sentidos. Más que precisar
sus exactas circunstancias intenta seguir sus repercusiones. Las
reverberaciones del desgarrón inicial afectan todas y cada una de las múltiples
formas que recogen el pasado: el mito, el ritual y la leyenda; los símbolos,
religiosos o profanos; los monumentos y los documentos.
Inciden en lo recordado y en lo olvidado, afectan las prácticas sociales. No
escapan a ellas los héroes, las efemérides, los textos culturales, la tradición
oral ni la historiografía culta. Una vez producido, el desgarro se fue ahondando
y sus efectos se hicieron presentes por doquier. El paso del tiempo no fue
suficiente para suturarlo.
A lo largo de cuatro siglos y medio el orden dominante hizo que ciertas
vivencias, representaciones y emociones propias de las circunstancias
históricas y del acontecer social se fueran remitiendo a los recesos más
profundos de los más diversos modos de sentir lo peruano. Un conjunto de
representaciones adversas alojado en las psicologías individuales se habría de
imprimir en las costumbres y de fijar en las normas colectivas que definen y
regulan las distancias sociales. La fractura inicial se fue consolidando y los
elementos contrarios que la habían causado se alinearon en los bordes de la
gran escisión que ha afectado la continuidad de esa capa profunda en la que
se entretejen los lazos sociales. La inicial discordancia dio forma a incesantes
desencuentros, a decisiones conflictivas y a sentimientos de alienación que
atraviesan nuestros hábitos cotidianos, inciden en nuestras opiniones y
creencias, imponen patrones sobre la realidad social en la que vivimos y
configuran formas de concebir lo propio en clave ajena.
La sujeción de estas realidades geográficas, sociales y económicas a los
imperios de Occidente redujo la diversidad de las tradiciones, uniformó las
formas culturales y colocó en el centro de la reflexión subjetiva una imagen del
hombre concebida según criterios coloniales. El Perú fue pensado durante
mucho tiempo con las categorías mentales del colonizador, su imagen se
recortó de acuerdo al mismo patrón que definió la subordinación de la
población indígena a los grupos españoles y criollos dominantes. Ello limitó las
posibilidades abiertas por los múltiples intercambios iniciados en el siglo XVI y
restringió nuestra participación con pleno derecho en la cultura universal.
El ingreso del Perú a la periferia de la geografía económica se inscribió en el
momento mismo en que la expansión imperial de Occidente empezaba a
configurar los trazos de la Geographia Mundi que ha regido desde entonces.
Tal partida de nacimiento y tal colonización del espacio contribuyeron a que la
dinámica expansión de Occidente diera lugar a la paradójica inmovilización de
la sociedad colonial. Todo ello tuvo efectos sobre las complejas relaciones que
se establecieron entre las dimensiones étnicas, sociales y culturales de la
población y que han hecho que nuestra identidad se refracte a través del
prisma de una construcción problemática.
Los orígenes de nuestro destino colectivo llevan, pues, el triple sello de la
escisión, la paradoja y el problema. Es cierto que cuatro siglos y medio de
historia indican que mucho agua ha corrido bajo los puentes. Pero, también lo
es que una porción muy importante de la sociedad peruana quedó al margen
de los grandes cambios que se fueron dando en otras partes del mundo. Así,
las cuestiones suscitadas por la Reforma, al auge del pensamiento racional y
los principios que dieron cauce a la transformación científica e industrial
Llegaron a muy pocos en estas latitudes. La preocupación por la singularidad,
la subjetividad y el valor único del individuo, derivada del pensamiento europeo
de fines del siglo XVIII, apenas si llegó a alcanzar a algunos miembros de la
elite.
No obstante, a comienzos del siglo XIX, se selló el hecho sin precedentes de la
Emancipación. Nuestro país, como tantas repúblicas hermanas, se libró del
yugo colonial. Pese a ello, la sociedad no vivió nada comparable a aquellas
transformaciones que se produjeron a lo largo del siglo XIX en Europa y en los
EE.UU., cuando las convulsiones de la revolución democrática coincidían con
la industrialización y el desarrollo económico.
La revolución industrial reducía al hombre a la condición de trabajador y
transformaba la naturaleza en propiedad rural y terreno urbano. El individuo y
las masas irrumpían en simultáneo en el escenario social. El individuo cobraba
conciencia de sus derechos y los exigía en formaciones de masas.
En el Perú, luego de un largo preludio, estos procesos comenzaron a darse en
la segunda mitad del siglo XX. Tuvieron características muy propias que
constituyen los trazos de nuestra historia contemporánea.
La migración del campo a la ciudad al conjuro de la promesa del desarrollo
transformó el perfil demográfico. El viejo país rural se hizo urbano, las olas del
“desborde popular” cercaron al Estado. El marco institucional de la sociedad
fue incapaz de dar respuesta a los acelerados procesos de cambio social y la
intelectualidad se vio en aprietos pues, si bien no dejó de consignar el hecho,
no dio con la respuesta que correspondía a la nueva sociedad que se estaba
formando.
En las postrimerías del milenio el Perú, socavado por una inflación incontenible,
vivió un período de violencia que puso en peligro la continuidad no sólo del
Estado sino de la nación. La subversión –cuyas modalidades y causas aún no
llegan a ser cabalmente comprendidas– fue derrotada por el esfuerzo
ciudadano y de las Fuerzas Armadas. El clima de temor y aprensión afectaba a
todos los estratos de la sociedad. El país no encontró los cauces que lo
condujeran a gobernarse en democracia. En las condiciones actuales, cuando
la tecnología que hace posible la comunicación instantánea parece haber
disuelto los límites de la geografía, cuando la permeabilidad entre lo interno y lo
externo hace tan difícil y complejo definir el interés nacional, la tarea
democrática de construir el bien común continúa pendiente.
Las dificultades que enfrenta cualquier reflexión que intente incluir los aspectos
subjetivos de las realidades sociales en juego en nuestro país reflejan lo
complejo de la agenda de la gobernabilidad democrática de nuestra sociedad.
Conscientes de la pluralidad de nuestras tradiciones cabe preguntarnos sobre
las condiciones que puedan contribuir a reforzar el sentimiento de ser una
comunidad que comparte una historia y la capacidad de imaginar un futuro que
se conjuguen en la idea de avanzar hacia el porvenir. La tradición no es un
obstáculo para enfrentar el futuro, son necesarios los instrumentos para
encontrar nuevas formas de transmitirla y para trabajar en el campo de la
redefinición y recreación de las identidades nacionales.
***
Una reflexión de esta índole no pretende ser un apunte acerca de los
obstáculos con los que se han tropezado las transformaciones sociales en e1
Perú, ni un registro apurado de las oscilaciones del sentimiento de lo nacional.
No sigue, paso a paso, el itinerario de la progresiva configuración de la
perspectiva criolla, la trayectoria de la resistencia indígena o los vaivenes de la
incierta noción de mestizaje. Roza temas vinculados al imaginario social, las
mentalidades y las representaciones, pero no se ciñe a los métodos que los
historiadores o los científicos sociales prescriben. Parte de una intuición, de
cierto modo de sentir el pasado. Fue concebida como una propuesta sucinta,
apenas unas notas hilvanadas por su filiación psicoanalítica. El notable
despliegue de la investigación histórica y de las ciencias sociales y lo accesible
del material permitió que a lo largo del proceso de consultas y discusiones
realizado por AGENDA: Perú se fueran enhebrando algunos datos
provenientes de los hallazgos de la arqueología y de la etnohistoria, de la
renovada historia colonial, de las controversias sobre la Emancipación y de las
plurales aproximaciones a la vida republicana y a la realidad social
contemporánea con extendidas preocupaciones por el presente.
La perspectiva elegida se orienta hacia asuntos cuya condición conflictiva los
hace perdurar en regiones situadas más allá de los confines de la memoria. De
ahí su tono de confidencia. Si se mira hacia el pasado es con el propósito de
calar en ese fondo del que parecen brotar actitudes, comportamientos,
costumbres y reflejos colectivos para comprenderlos y cuestionarlos. Esta
indagación hurga en el pasado en un intento de descubrir el presente. Se
aproxima a las experiencias que han troquelado la subjetividad y se pregunta
por el lugar que le ha sido asignado en el cuerpo social para proceder a
exhumar ciertas cuestiones inconscientes ligadas a las dificultades que impiden
el diálogo, obstaculizan la cohesión social y no permiten enfrentar los cambios
creativamente.
Una nueva economía-mundo, un nuevo paradigma científico y una nueva
tecnología estimulan cambios inimaginables. En medio de corrientes
encontradas, entre los espejismos del futuro y las murallas del pasado
permanece el reto de preguntarse: ¿Cómo se instituyeron –y sustrajeron a la
crítica– determinados modos de pensar y sentir? ¿Cuáles son los usos y
costumbres que consagran las injusticias y desigualdades imperantes?
¿Cuándo se inició el contrapunto de sospechas que agudiza las divisiones
sociales? ¿Dónde empezó a girar la espiral de mutuas incomprensiones que
agita antagonismos y enfrentamientos? El momento en que vivimos nos obliga
a responderlas.
Estamos acostumbrados a pensar en el marco de esquemas que privilegian lo
homogéneo y proponen visiones del desarrollo que corresponden al modelo
europeo occidental de Estado-Nación. En medio de los cambios que genera la
explosión de las tecnologías de la teleinformación y de la brecha creciente
entre expectativas y oportunidades, las contradicciones propias del nuevo
orden global fracturado abren también nuevas posibilidades de comprensión y
de acción sobre nuestra realidad. La Geographia Mundi es otra: el gran flujo
comercial se desplaza hacia el Pacífico, la información instantánea disuelve los
límites nacionales. El pluralismo es uno de los signos de la época. Si se supera
la escisión y las visiones excluyentes que la acompañan, las coordenadas que
señalaron nuestra inserción en el mundo como paradójica a hicieron
problemática la definición de nuestra identidad pueden constituirse como
ventajas. El tiempo histórico cesará de seguir detenido por el trauma. Además,
nos será posible construir la imagen de la nación a partir de la heterogeneidad,
en la convivencia de las diversas maneras de entender el mundo. Así, las
múltiples perspectivas sociales y los variados tempos con los que se entretejen
los hilos de nuestra herencia plural seguirán enriqueciendo nuestro tejido
intercultural.
Habitamos una región del mundo que ha experimentado las desventajas y las
fallas de la expansión de Occidente tanto o más que sus ventajas. El proceso
de globalización es irreversible. Pretender sustraerse a sus efectos implica
creer que es posible vivir fuera del propio tiempo. Hoy, cuando la
interdependencia es cada vez más mayor, tanto más específicos y novedosos
son los reclamos de los movimientos sociales que agitan nuestra época. En la
actual encrucijada, nuestra historia y diversidad hacen posible una mirada
amplia, capaz de comprender que los apremiantes problemas del momento se
tendrán que resolver sin renunciar a aquel saber guardado en los sustratos
profundos. Lo que parece rezago “premoderno” podrá entenderse de otra
manera si aprendemos a redefinirlo a la luz de las nuevas circunstancias.
En los distintos momentos de la elaboración de este trabajo se ha tomado en
préstamo instrumentos propios de varias disciplinas. Los diversos momentos
de nuestra historia y las distintas facetas del momento actual han sido
enfocados desde diferentes ángulos y discutidos en varios contextos. El diseño
de la exposición articula percepciones provenientes de enfoques distintos.
Intenta ofrecer algunos puntos de reparo y señalar algunos nudos que es
mprescindible desatar para efectuar los reajustes y los cambios de
mentalidades que demanda la transición presente. En consonancia con los
anhelos y aspiraciones recogidos a lo largo de las consultas y de los trabajos
realizados por AGENDA: Perú se ha puesto especial énfasis en lo que puede
contribuir a realizar las promesas de integración nacional, justicia social,
afirmación ciudadana, legitimación política y transformación productiva dentro
de un marco de libertad y democracia. Es otro el rostro del Perú. ¿Nos
reconocemos todos en él? La incertidumbre abierta por la pregunta es el punto
de partida de esta reflexión.
Capítulo II

1. El neoliberalismo

El término neoliberalismo es un neologismo que hace referencia a una doctrina


económica y política que considera contraproducente el intervencionismo
estatal en materia social o en la economía y defiende el libre mercado
capitalista como mejor garante del equilibrio y el crecimiento económicos. Se
suele considerar como una reaparición del liberalismo decimonónico, aunque
esta afirmación no es del todo exacta por la ambigüedad ideológica que
presenta como el concepto. Es usado con el fin de agrupar a un conjunto de
ideologías y teorías económicas que defienden, según sus defensores, los
intereses particulares de cada individuo y según sus críticos, los intereses de
los grandes grupos económicos.

El llamado neoliberalismo en buena medida, fruto del trabajo teórico de


economistas de la Escuela de Chicago como Milton Friedman que desde
mediados de los años 50 se convirtieron en críticos opositores de las políticas
de intervención económica que se adoptaban en todo el mundo. A finales de
los años 70 sus teorías ganaron amplia popularidad en el mundo académico y
político por dar respuesta al fracaso del keynesianismo en la gestión de la crisis
de 1973. En efecto, la aplicación de los preceptos keynesianos, no sólo no
creaba empleo sino que además desató una epidemia inflacionaria mundial y
creó unos déficit presupuestarios insostenibles. La crítica de estos autores
tenía tres vertientes: discutían el uso del aumento de la masa monetaria como
instrumento para crear demanda agregada recomendando mantener fija dicha
magnitud; desaconsejaban el uso de la política fiscal, especialmente el uso del
constante déficit presupuestario, poniendo en duda el multiplicador keynesiano;
y recomendaban una reducción en los gastos del Estado como única forma
práctica de incrementar la demanda agregada.

Estas tres innovaciones teóricas se basaban en buena parte en los trabajos de


la Escuela Austríaca, como los de Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y Carl
Menger. La mayor parte de los aportes teóricos fueron rápidamente aceptados
poniendo fin a la predominancia que el keynesianismo había la mayoría de
escuelas de pensamiento económico desde los años 30. Tanto Margaret
Thatcher como la administración de Reagan pusieron en práctica estas teorías
con resultados desiguales. En el Reino Unido, se realizó una fuerte reducción
en el tamaño del sector público que, si bien tuvo consecuencias negativas en el
corto plazo en el terreno social, reactivó la economía y dio una gran dinamismo
al sector productivo. En los Estados Unidos, similares medidas chocaron con el
aparato político y la vocación militarista del entorno de Reagan por lo que solo
se logró crear un gran déficit fiscal (las iniciativas de reducción de impuestos
prosperaron pero no las de control del gasto social o del gasto militar que eran
las principales partidas).

De estas experiencias y de las dificultades para aplicar esas políticas a países


en desarrollo, nació una división entre los economistas partidarios de la nueva
doctrina. Algunos volvieron a una versión keynesiana con inclinación
monetarista que incorporaba la aversión al déficit y a la fabricación de dinero
pero no al concepto de intervención pública en la economía (Consenso de
Washington) mientras otros opinaron que la reducción del Estado debía ser aún
más drástica hasta limitarlo a lo completamente imprescindible. En este último
grupo se encuentran los movimientos libertarianos norteamericanos que son
los que más suelen relacionarse al concepto de neoliberalismo. Pero, los
críticos de la economía de mercado capitalista suelen usar el concepto como
una generalización sobre cualquier posición que o ponga limites a la
intervención de los Estados en la economía o que amplíe el poder de las
empresas privadas multinacionales (según el origen de la crítica). En América
Latina por ejemplo es común identificar el término neoliberal con las
recomendaciones del Consenso de Washington aunque a nivel académico se
considere erróneo relacionarlas con medidas de mercado abierto. El
neoliberalismo tendría entonces una razón geopolítica antes que ser la práctica
de un mercado libre, razón que explicaría que sea asociado al corporativismo
internacional.

En resumen, el término neoliberal no define una teoría económica concreta, y


se usa más para referirse al sistema o la institucionalización del liberalismo
económico en el comercio mundial, tampoco el neoliberalismo es una filosofía
política unificada por la diversidad de escuelas y movimientos que se le suelen
relacionar. Algunos sectores críticos usan el termino neo liberalismo con
frecuencia como etiqueta ideológica peyorativa; mientras que los defensores de
estas políticas rechazan el neoliberalismo como una etiqueta falaz creada por
algunos sectores de izquierda y de centro (e incluso de derecha) para
descalificar sumariamente a sus adversarios políticos, mientras prefieren
definirse a sí mismos como "liberales".

El neoliberalismo se origina en el período posterior a la Segunda Guerra


Mundial, éste, es heredero de las teorías neoclásicas de finales del siglo XIX;
pero es en los años setenta cuando comienza su auge a nivel internacional al
iniciarse la crisis en la teoría Keynesiana, que no pudo encontrar respuestas a
diferentes problemas que han angustiado al mundo en las últimas décadas.

1.1. El neoliberalismo como ideología

El modo más sutil que puede arbitrar una ideología para imponerse y perdurar
es proclamar la muerte de las ideologías y mostrarse bajo otro semblante, por
ejemplo, la ciencia. Es lo que sucedió por casi un siglo con el positivismo. La
ciencia positiva hace las veces de la política, la filosofía y la teología, y siempre
como evidencia apodíctica y sagrada. Y así, disentir razonablemente de una
hipótesis científica, pasa a ser un sacrilegio y una rebelión; y el que se atreve a
tanto no merece el honor de una respuesta científica sino la marginación
condescendiente o brutal: ha perdido la contemporaneidad y no tiene sentido
dirigirle la palabra.

Eso pasa hoy con el neoliberalismo. Es un modo de practicar la economía


política que está alcanzando vigencia planetaria. Pero el que esta práctica haya
logrado imponerse no significa la convalidación de sus postulados; sólo
atestigua la contundencia de los medios (tanto políticos como económicos).

Se ha demostrado que los organismos de decisión política o administrativa no


obedecen al tipo de comportamiento altruista que postuló, con cierta
ingenuidad, el intervencionismo económico del siglo XX.
1.2. El neoliberalismo como ideología política

El postulado principal del neoliberalismo es que la competencia pone a


funcionar hasta el tope las energías latentes en los individuos que conforman el
todo social, y así la extrema movilidad que se genera, tras una etapa dolorosa
de ajustes, provoca una sociedad de bienestar. Para que este postulado se
realice, el Estado no puede sobreproteger al pueblo: el populismo o la
planificación central mantienen al pueblo en perpetua minoridad; al atrofiarle la
iniciativa y la responsabilidad lo mantienen no sólo improductivo para la
sociedad sino débil y carente de valor a sus propios ojos.

Igual que la nación tiene que salir al mercado del mundo, el pueblo debe salir
también al mercado nacional pagando los servicios y el consumo en su valor
real y sometiéndose todos al mercado de trabajo. Tampoco el Estado puede
sobreprotegerse a sí mismo y entrar en el mercado como si fuera una
corporación privada. El Estado es público; su función sería crear condiciones
para que funcione el mercado y velar porque no se alteren. Su finalidad es
velar por el bien común, no realizarlo. Ese bien lo realizan los ciudadanos a
través de las organizaciones económicas en la concurrencia del mercado.

1.3. El neoliberalismo como propuesta económica

El neoliberalismo es una doctrina filosófica que tiene ramificaciones en todos


los campos de las ciencias sociales. Los neoliberales se dedican a ensalzar la
competencia capitalista, afirmando que el mecanismo de esta última garantiza
automáticamente las mejores condiciones para la evolución de las fuerzas
productivas.

Una peculiaridad del neoliberalismo es que combina la exaltación de la libre


competencia y de la restauración automática del equilibrio con el
reconocimiento de la necesidad de la intromisión del Estado en la economía. Lo
peculiar de esta argumentación reside en que la defensa de la intervención del
Estado en la economía se presenta como una lucha por la libre competencia.

La argumentación del neoliberalismo es que la libre competencia es el estado


ideal de la economía, pero no siempre puede ponerse en vigor, porque los
monopolios la contrarrestan. Esta reacción puede ser superada y la libre
competencia puede ser restablecida tan sólo aplicando una serie de medidas
de política económica.

La teoría de los neoliberales se basa, en forma enmascarada, en la idea del


papel decisivo del Estado en la economía, es decir, el rol del Estado debe ser
el de promover la libre competencia.

Características del neoliberalismo

Las características principales del neoliberalismo son las siguientes:

-La desregulación, medio que elimina parte de los controles oficiales a favor de
la producción privada de bienes y servicios.

-Desincorporacion de entidades publicas.

-Venta de bienes de inversión a particulares.

-Concesión a la iniciativa privada de servicios, principalmente los de


comunicaciones y transportes.

-Eliminación de subsidios.

-Adelgazamiento del aparato burocrático.

-Crecimiento del Ejercito Industrial de Reserva

2. El neoliberalismo en América Latina.

En los inicios del siglo XX la sociedad latinoamericana estaba constituida


principalmente por sectores primarios. La principal actividad era la agricultura;
los terratenientes y campesinos constituían las clases fundamentales. Ahí
radicó la problemática de la implantación del capitalismo, quitar la estructura
feudal que se cargaba desde ya mucho tiempo.

Las exportaciones de estos países se orientaban a los productos básicos, la


burguesía se formó como compradora y ocupaba la circulación mercantil. Para
convertirse en una verdadera fuerza, esta clase social necesitaba que el
mercado interno se expandiera, lo que no era posible ante el medio de
producción imperante, había que romperlo, había que derribar a los
terratenientes y para ello las clases más humildes, las ligadas al campo, tenían
que ser reclutados por la burguesía.

La CEPAL dio las propuestas más sólidas para la industrialización en América


Latina a través del ensanchamiento del mercado interno, integración
latinoamericana, financiamiento externo, asesoría internacional, política
anticíclica capaz de compensar las fluctuaciones de la relación de intercambios
con el exterior y cambiar la naturaleza de las exportaciones por bienes de
mayor valor agregado, como las manufacturas.

Según Héctor Guillén Romo, toda esta transformación económica estaría


basada en un nuevo modelo de desarrollo con miras al interior y como eje
central la verdadera industrialización , que a pesar de todo no se había
concretado como tal en nuestro continente.

La escuela de Chicago salió al paso de la CEPAL y enfocaron sus estudios al


subdesarrollo. Existieron aportaciones interesantes como la de Friedman, los
países subdesarrollados necesitaban un mercado interno libre, poderoso -
totalmente capitalista, Strassman, la ayuda del exterior sólo provocaría un
crecimiento desmedido del estado y se convertiría en algo similar al
comunismo, e incluso la de Viner, reconoció que los estudios necesitaban
historia, recursos, circunstancias específicas.

El caso práctico que se menciona es el Chile. Para 1970 Allende había ganado
las elecciones y su programa económico socialista planteaba realizar
modificaciones estructurales, aumentar los salarios reales, reducir la inflación,
aumentar la tasa de crecimiento del PIB, incrementar el consumo interno y
reducir la dependencia al exterior. Nada se materializó. Los sueños comunistas
y la cadena capitalista convivían en la persona de Allende. En la intimidad tenía
planeado no tocar los intereses de la burguesía, mientras hablaba de justicia
proletaria.
Desde el punto de vista de los neoestructuralistas, la principal palanca de
desarrollo es el comercio exterior. El primer paso es reducir los aranceles y
otras trabas al comercio, es el inicio, pero no es suficiente.

Antiguamente el objetivo central de las políticas económicas era crecer en


producción y en la cantidad de personas empleadas. Ahora se piensa en el
crecimiento como algo derivado del desarrollo del mercado. Si el mercado se
expande es a consecuencia de la liberación de éste, de los agentes y de la
economía, sin traba alguna.

3. La globalización

3.1. Antecedentes

La especie humana ha mostrado una fuerte tendencia a extender su presencia en


todo el mundo. Mucho antes de que aparecieran las primeras civilizaciones, el ser
humano ya se había extendido por la totalidad de la superficie terrestre, con
excepción de la Antártida. La historia de las civilizaciones conocidas muestra
también que la gran mayoría ha tenido sólidas vocaciones expansivas. Las
investigaciones históricas sobre el poblamiento de las diversas partes del mundo,
han puesto de manifiesto que los grandes océanos de la Tierra fueron cruzados
varias veces por gran cantidad de civilizaciones. En este sentido la histórica travesía
de Cristóbal Colón en 1492 no constituye en sí misma un hecho inédito, pero abrirá
camino a una expansión global de la civilización europea, que conquistará y
colonizará bajo su dominio la mayor parte del mundo, casi con la única excepción
de China y Japón. En 1494, en el primer tratado global de la historia, España y
Portugal se reparten el mundo a ser conquistado por mitades, dividiendo el mundo
en dos por la línea de Tordesillas.

La inmensa transferencia de riquezas que comenzaron a fluir desde las colonias de


todo el mundo hacia Europa generaron una acumulación de capital sin precedentes
que dará origen a fines del siglo XVIII al sistema capitalista industrial. En el siglo XIX
se produce la primera división internacional del trabajo, básicamente asignando a
Europa la producción de bienes industriales y a los países no europeos,
mayoritariamente coloniales, la producción de materias primas y alimentos,
guiándose por la teoría de la ventaja comparativa desarrollada por Adam Smith y
David Ricardo. Durante cinco siglos masas crecientes de población europea
producirán grandes migraciones hacia todos los puntos de la Tierra. En las últimas
décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX se produce una enorme expansión
del transporte, las comunicaciones, el comercio y las inversiones internacionales.
Los capitalistas individuales europeos y norteamericanos tienden a fusionarse para
originar grandes empresas de capital colectivo con mayores posibilidades de influir
en los mercados: son denominadas corporaciones, trusts o sociedades anónimas.
Estas corporaciones europeas y norteamericanas comienzan a instalar filiales en
todo el mundo. Algunos estudiosos han denominado a este período como primera
ola de mundialización.

Entre 1910 y 1945, una serie de crisis económicas, en particular la gran depresión
de 1929, y las dos sangrientas guerras mundiales (básicamente intra-europeas),
causan grandes sufrimientos a los pueblos y enormes daños a las economías,
llevando a la retracción del volumen y la importancia de los flujos internacionales de
comercio. En esas condiciones se produce en 1917 la Revolución Rusa que
establece el primer estado comunista: la Unión Soviética.

En 1945, poco antes de finalizar Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas,
aún en proceso de constitución, realizan una Conferencia Financiera en Bretton
Woods (EEUU), donde se decide crear el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial. Poco después, en 1947, se firma el Acuerdo General de Aranceles y
Comercio (GATT), antecesor de la OMC.

Al salir de la Segunda Guerra Mundial decenas de países del este de Europa


organizarán Estados comunistas y formarán un bloque comunista conducido por la
Unión Soviética, el COMECON. El mundo comunista crecerá con nuevas
revoluciones como la de China (1949), Corea del Norte (1952), Cuba (1959) y
Vietnam (1970). Por su parte, los pueblos de las colonias europeas iniciaron una
serie de luchas de descolonización que triunfaron la mayoría de los casos,
creándose más de 100 nuevas naciones independientes. El mundo quedó dividido
en dos bloques enfrentados en una guerra fría y conducidos por dos
superpotencias: el bloque capitalista con el liderazgo indisputado de Estados Unidos
y el bloque comunista con el liderazgo también indisputado de la Unión Soviética. El
poder atómico con que contaron ambos bloques expuso a la Humanidad al peligro
de una guerra nuclear y, por primera vez, a la posibilidad de autodestruirse como
especie. Este inédito peligro para la Humanidad, produjo el fenómeno mismo de
"guerra fría", y generó por primera vez una conciencia global de destino común
como especie.

Entre ambos "mundos" capitalista y comunista, emergió un Tercer Mundo que se


organizó como Movimiento de Países No Alineados que, aún manteniendo cierta
relación con uno o con los dos bloques, se mantenían neutrales en la confrontación
global. En la década de 1960, China, con un cuarto de la población mundial, se
separa del bloque comunista soviético, y permanece básicamente aislada, sin
siquiera tener representación en las Naciones Unidas. Lentamente reorganizará sus
relaciones con el resto del mundo, y fundamentalmente su economía, abriendo paso
a una inédita (y poco estudiada) economía socialista de mercado, denominada por
otros como liberalismo socialista.

En ese mundo fragmentado de la segunda mitad del siglo XX la economía


capitalista internacional se reorganizó en el marco de los Acuerdos de Bretton
Woods.

El comercio internacional se expandió. Las corporaciones y trusts europeos,


norteamericanos y ahora también japoneses, se organizan definitivamente como
Empresas Multinacionales, con un gran poder económico y político. La crisis del
petróleo de 1973 impulsó una reorganización radical del capitalismo, fundada en la
intensa promoción de la innovación tecnológica (TIC), la reforma total de la empresa
y el desmantelamiento del Estado de Bienestar, históricamente impulsado por los
gobiernos de Reagan en EEUU y Thatcher en Gran Bretaña.

El 16 de noviembre de 1989, se produjo la caída del Muro de Berlín, abriendo


camino a la implosión de la Unión Soviética en 1991 y la desaparición del bloque
comunista. A partir de ese momento comenzó una nueva etapa histórica: la
globalización.
3.2. ¿Qué es la globalización?

Globalización es un término moderno especialmente usado para describir los


cambios en las sociedades y la economía mundial que resultan en un incremento
sustancial del comercio internacional y el intercambio cultural (aunque según
algunos autores y el movimiento Antiglobalización, la competitividad en un único
modelo de mercado tiende a suprimir las realidades culturales de menor poder). El
término fue utilizado por primera vez en 1985, por Theodore Levitt en The
Globalization of Markets para describir las transformaciones que venía sufriendo la
economía internacional desde mediados de la década de los 60. Toni Comín define
este proceso como "un proceso fundamentalmente económico que consiste en la
creciente integración de las distintas economías nacionales en un único mercado
capitalista mundial".

La globalización es el proceso por el que la creciente comunicación e


interdependencia entre los distintos países del mundo unifica mercados, sociedades
y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y
políticas que les dan un carácter global. Así, los modos de producción y de
movimientos de capital se configuran a escala planetaria, mientras los gobiernos
van perdiendo atribuciones ante lo que se ha denominado la "sociedad en red". En
este marco se registra un gran incremento del comercio internacional y las
inversiones, debido a la caída de las barreras arancelarias y la interdependencia de
las naciones.

En los ámbitos económicos empresariales, el término se utiliza para referirse casi


exclusivamente a los efectos mundiales del comercio internacional y los flujos de
capital, y particularmente a los efectos de la liberalización y desregulación del
comercio y las inversiones, lo que a su vez suele denominarse como "libre
comercio".

Etimológicamente, ciertos autores consideran más adecuado en español el término


mundialización, galicismo derivado de la palabra francesa mondialisation, en lugar
de globalización, anglicismo procedente del inglés globalization, puesto que en
español "global" no equivale a "mundial", como sí ocurre en inglés.
Sin embargo, el Diccionario de la Real Academia Español registra la entrada
"globalización", entendida como la "tendencia de los mercados y de las empresas a
extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras
nacionales", mientras que la entrada "mundialización" no está en el Diccionario
aunque están planeando incluirla.

3.3. Su naturaleza

La globalización se produce a partir de la confluencia de una compleja serie de


procesos sociales, políticos, económicos y culturales. Los principales son:

• El desarrollo tecnológico, especialmente de las Tecnologías de la


Información y las Comunicaciones (TIC), entre las que se destaca Internet;
• La aparición y desarrollo masivo de la computadora personal (PC) en el
trabajo y el hogar;
• Las transformaciones de la empresa después de la Segunda Guerra mundial,
bajo el impacto del toyotismo, reemplazando a la empresa fordista.
• La emergencia de la llamada Sociedad de la Información como superadora
de la Sociedad Industrial.
• Las Empresas Multinacionales (EMN) y su influencia creciente en la
economía mundial.
• La caída del muro de Berlín en 1989 y sobre todo el colapso de la Unión
Soviética en 1991, que terminó con el mundo bi-polar de la Guerra Fría, abrió
nuevos horizontes para los países de Europa del este que ahora se están
integrando en la Unión Europea (UE) y creó un nuevo escenario favorable a la
expansión del mercado internacional.
• La limitaciones y posterior crisis del Estado de Bienestar que comienzan a
manifestarse a finales de la década del 60, y que tiene su más clara expresión
histórica en los gobiernos de Reagan (1981-1989) en EEUU y Thatcher (1979-1990)
en Gran Bretaña.
• La integración de los mercados de capital.

En este escenario los factores económicos encuentran un terreno favorable para su


expansión y la posibilidad de generar nuevas interrelaciones entre los mercados de
todo el mundo (consumidores, trabajo, recursos naturales, inversiones financieras,
etc.). Por sus características, las Empresas Multinacionales se encuentran en
óptima situación para aprovechar el nuevo escenario.

Estas fueron las pautas de una primera relación comercial, la misma que fue
modificándose para beneficio de ambas partes como en China e India, donde la
sapiencia política supo conducir los negocios para aprovechar la tecnología que les
llegaba. Actualmente estos dos países no sólo ofrecen mano de obra barata, sino
que adicionalmente ofrecen personal altamente capacitado en ciencias, ingeniería y
tecnología que ofrecen consultorías y servicios del más alto nivel a grandes
corporaciones internacionales.

Por otro lado tenemos las crisis internas de los países ricos, sus altos costes de
producción que confluyen con la apertura de los países del este, China e India que
modifican sus posiciones políticas respecto al mercado de capitales y su inclusión
como miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

La globalización en sí misma es un proceso continuo y dinámico, que desafía las


leyes de los países en desarrollo, en el sentido de que desnuda irregularidades
respecto a leyes de protección a trabajadores, protección del medio ambiente y
formas de establecer negocios con corporaciones que si bien pueden dar trabajo a
la mano de obra desocupada, también pueden beneficiarse de irregularidades
subsistentes en un determinado país.

Es también un desafío a los planes de desarrollo de los países en vías de


desarrollarse, pues al requerir mano de obra cualificada, desnuda igualmente las
falencias del estado de la educación de la población joven potencial a ser empleado
en el futuro.

También, la intercomunicación física y virtual, han ayudado en este proceso de


globalización con un porcentaje muy importante. La interconexión física se basa en
los medios de transporte. Un ejemplo pudiese ser: Hace unos siglos, los viajes
demoraban meses en barco, hoy solamente toma unas horas, un viaje en avión.

La interconexión virtual se basa exclusivamente en la tecnología. Un medio ya


"común" de información ha sido INTERNET. Internet es una red mundial que
permite la conexión de varias personas a ella a través, lógicamente, de una Pc/s.
(PCs más modernos)

3.4. Posiciones a favor y en contra de la globalización.

Como todo fenómeno de alcance mundial y que principalmente está inserto en


los temas económicos, la globalización tiene sus puntos a favor y en contra.

Entre sus ventajas están el logro de una nueva fase de la internacionalización


de los mercados, que estrecha la interdependencia de empresas y naciones; el
desarrollo de las comunicaciones y las redes permite que operaciones entre
dos puntos lejanos del planeta ocurran en tiempo real, sin demoras y con
efectos inmediatos; los dineros se mueven rápidamente y sin restricciones; hay
una mayor difusión de aspectos culturales entre varios países, y pequeñas
economías o pueblos aislados tienen la oportunidad de relacionarse económica
y culturalmente con los países desarrollados, ampliando así sus posibilidades
de crecimiento y elevando sus estándares de vida. Es decir, según sus
promotores, es un sistema en que todos, países ricos y pobres, desarrollados y
en vías de desarrollo, salen ganando.

Desde otra óptica, esas mismas ventajas pueden verse como defectos. La
inmediatez de los eventos económicos puede llevar a que la onda expansiva de
los efectos de cualquier crisis financiera internacional es más amplia y puede
perjudicar a mucha más gente (por ejemplo, la crisis de los mercados asiáticos
de 1998). Agrupaciones anti- globalización argumentan además que este
sistema aumenta la brecha económica entre los pueblos, al acentuar aún más
las diferencias entre los países pobres productores de materias primas y las
naciones desarrolladas (más aún, grupos económicos específicos) dueñas de
la riqueza, al mismo tiempo que supone una destrucción de la ecología mundial
al dejar a naciones subdesarrolladas como fuentes de recursos naturales
baratos para países con alta demanda. O sea, la globalización estaría
permitiendo que una pequeña élite se enriquezca a costa de todo el resto del
mundo. Y desde el punto de vista cultural, se acusa a la globalización de crear
una tendencia hacia la homogeneidad: se teme que las culturas locales vayan
progresivamente desapareciendo y perdiendo su identidad para dar lugar a
patrones de conducta extranjeros, como por ejemplo la difusión del idioma
inglés o la adopción de la fiesta de Halloween. Es decir, se va camino a una
unidad cultural hegemónica de predominio de Occidente en desmedro de una
cultura global basada en la diversidad.

4. Desarrollo sustentable

El término desarrollo sostenible, sustentable o perdurable se aplica al


desarrollo socio-económico y fue formalizado por primera vez en el documento
conocido como Informe Brundtland (1987), fruto de los trabajos de la Comisión
Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas, creada en
Asamblea de las Naciones Unidas en 1983. Dicha definición se asumiría en el
Principio 3.º de la Declaración de Río (1992):

Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las


posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades.

El ámbito del desarrollo sostenible puede dividirse conceptualmente en tres


partes: ambiental, económica y social. Se considera el aspecto social por la
relación entre el bienestar social con el medio ambiente y la bonanza
económica.

Deben satisfacerse las necesidades de la sociedad como alimentación, ropa,


vivienda y trabajo, pues si la pobreza es habitual, el mundo estará encaminado
a catástrofes de varios tipos, incluidas las ecológicas. Así mismo, el desarrollo
y el bienestar social, están limitados por el nivel tecnológico, los recursos del
medio ambiente y la capacidad del medio ambiente para absorber los efectos
de la actividad humana.

Ante esta situación, se plantea la posibilidad de mejorar la tecnología y la


organización social de forma que el medio ambiente pueda recuperarse al
mismo ritmo que es afectado por la actividad humana.

El desarrollo sustentable implica pasar de un desarrollo pensado en términos


cuantitativos - basado en el crecimiento económico - a uno de tipo cualitativo,
donde se establecen estrechas vinculaciones entre aspectos económicos,
sociales y ambientales, en un renovado marco institucional democrático y
participativo, capaz de aprovechar las oportunidades que supone avanzar
simultáneamente en estos tres ámbitos, sin que el avance de uno signifique ir
en desmedro de otro. Es lo que algunos académicos y autoridades han
comenzado a llamar el "círculo virtuoso del desarrollo sustentable ", basándose
en casos donde se han logrado superar los antagonismos entre crecimiento
económico, equidad social y conservación ambiental, reforzándose
mutuamente y con resultados satisfactorios para todas las partes involucradas.

Para que el reforzamiento mutuo entre estos aspectos ocurra son necesarias la
motivación y la capacidad de innovación generalizadas propias de un sistema
donde conviven una economía de mercado y una democracia política. Lograrlo
no es tarea fácil y en algunos casos implicará sacrificar un objetivo en favor del
otro, sobre todo en países donde la superación de la pobreza y la satisfacción
de las necesidades básicas son la principal prioridad, a pesar de que ello
signifique la depredación de sus ecosistemas.

Las diferencias entre países hace que el desarrollo sustentable sea aún una
meta muy lejos de alcanzar para muchos de ellos. Aunque los países
industrializados, especialmente los nórdicos, están más avanzados, todavía
existen países ricos que se resisten a asumir conductas productivas y un estilo
de desarrollo más sustentables. Los países más pobres, a su vez, sufren las
consecuencias de la "huella ecológica" que deja la exportación de sus materias
primas y recursos naturales (bosques nativos, minerales, fuentes energéticas,
productos agrícolas, praderas y ganados) a lugares como Europa, Japón o
Estados Unidos. Estos últimos disponen de los recursos económicos y
humanos, y de los conocimientos necesarios para desarrollar las tecnologías
que permiten industrializar y comercializar los productos provenientes del
mundo en desarrollo, obteniendo la mayor ganancia que resulta de agregar
valor a los recursos naturales. Dada esta asimetría, aumentan las diferencias
sociales y ambientales entre los países ricos y pobres.
4.1. Dimensiones del desarrollo sustentable

Trabajar por el desarrollo sustentable implica avanzar simultáneamente en


cinco dimensiones: económica, humana, ambiental, institucional y tecnológica.
Las características de este proceso será diferente dependiendo de la situación
específica en que se encuentre un determinado país, región o localidad.

4.1.1. Dimensión económica

La actividad económica bajo la perspectiva de la sustentabilidad no puede


seguir funcionando bajo el lema de "pase lo que pase, el negocio continúa". Se
debe avanzar para cambiar el paradigma de "el que contamina paga" al de "lo
que paga es prevenir la contaminación". El mercado puede aprovechar a su
favor y en favor del desarrollo sustentable las oportunidades que supone la
aplicación de regulaciones ambientales nacionales e internacionales, la puesta
en marcha de procesos de producción más limpia y eficiente y la agregación de
valor a las materias primas. En un esquema de sustentabilidad lo que cuenta
no es el crecimiento de la producción sino la calidad de los servicios que se
prestan.

4.1.2. Dimensión humana

El desarrollo sustentable se orienta a una mejor calidad de vida (superar la


pobreza, satisfacer las necesidades básicas humanas e igualar los ingresos),
reasignando los recursos económicos para atender estas necesidades. La
reducción de la pobreza necesitará un crecimiento económico considerable, a
la vez que desarrollo, pero las limitaciones ecológicas son reales y este mayor
crecimiento de los pobres tiene que compensarse con una estabilización de la
producción para los ricos. Asimismo es de máxima importancia lograr la
estabilidad demográfica, detener el sobreconsumo, y avanzar hacia la
formación del capital humano y social.

4.1.3. Dimensión ambiental

No es posible concebir el desarrollo ni la vida humana sin el sustento de la


naturaleza. Los modelos de desarrollo están inevitablemente vinculados a lo
ecológico y ambiental. En un modelo sustentable la utilización de los recursos
naturales y energéticos se limita a la capacidad de regeneración de éstos y la
generación de los residuos a la capacidad de asimilación del ecosistema.

4.1.4. Dimensión institucional

Un escaso nivel de representatividad de la población en las iniciativas y la


acción del Estado así como un excesivo centralismo son claramente
insustentables. La sustentabilidad implica realizar progresos significativos en la
descentralización política administrativa de las decisiones, para estimular
nuevas formas de organización y participación ciudadana.

4.1.5.Dimensión tecnológica

Se requiere una aceleración de la innovación y el desarrollo tecnológicos para


reducir el contenido en recursos naturales de determinadas actividades
económicas, así como para mejorar la calidad de la producción. La dimensión
tecnológica implica la búsqueda y cambio hacia tecnologías más eficientes en
el caso de los países industrializados y el desarrollo de tecnologías más
eficientes y limpias en países en vías de rápida industrialización. En los países
en desarrollo con economías basadas en la agricultura, es necesario
desarrollar tecnologías apropiadas y de pequeña escala para el incremento de
la productividad agrícola.

5. La agenda 21

5. 1. ¿ De qué trata la agenda 21 ?

La Agenda 21 o Programa 21, como también se le conoce, es un grueso


documento aprobado en 1992 por la Asamblea General de Naciones Unidas,
reunidas para la ocasión en Río de Janeiro, Brasil, en la llamada Cumbre de la
Tierra, denominada oficialmente la Conferencia de Naciones Unidas para
Medio Ambiente y Desarrollo.

La redacción del documento final fue producto de un arduo trabajo de consultas


llevadas a nivel internacional durante más de dos años. En su elaboración
participaron centenares de comisiones técnicas gubernamentales provenientes
de los países representados ante la ONU.

Sin embargo, la participación de la sociedad civil internacional durante el


proceso preparatorio y la conferencia, fue un elemento decisivo en la
elaboración del contenido de la Agenda 21. Paralela a la Conferencia oficial
reunida para aprobar la Agenda 21, tuvo lugar la reunión del Foro Global de
Organizaciones No Gubernamentales, la cual recogió las propuestas
consignadas de miles de agrupaciones de base provenientes de Africa, Asia,
Oceanía, América Latina, el Caribe y los países del primer mundo durante esos
dos años de preparación. En Río de Janeiro se reunieron más de 7 mil
organizaciones para presentar ante la Asamblea General su propio programa
de acción denominado Tratados Alternativos de Eco 92. Cabe destacar la
presencia no gubernamental venezolana, más de 300 personas,
representantes de cerca de 40 organizaciones locales. Todo ello marcó
definitivamente la perspectiva crítica que se desprende del documento oficial,
poco convencional dentro del contexto tradicional de Naciones Unidas.

5. 2. Evolución de la agenda 21

La adopción formal por parte de las Naciones Unidas del concepto de


desarrollo sostenible parte de la creación en 1983 de la Comisión mundial
sobre ambiente y desarrollo (WCED) que en 1987 publicó su informe titulado
Nuestro futuro común, también conocido como el Informe Brundtland; este
informe subrayó a la pobreza de los países del sur y al consumismo extremo de
los países del norte como las causas fundamentales de la insostenibilidad del
desarrollo y la crisis ambiental. La comisión recomendó la convocatoria de una
conferencia sobre estos temas.

El desarrollo de la Agenda 21 se inició el 22 de diciembre de 1989 con la


aprobación en la asamblea extraordinaria de las Naciones Unidas en Nueva
York de una conferencia sobre el medio ambiente y el desarrollo como fuera
recomendada por el informe Brundtland y con la elaboración de borradores del
programa -que como todos los acordados por los estados miembros de la
ONU- sufrieron un complejo proceso de revisión, consulta y negociación que
culminó con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo mejor conocida como Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra, llevada
a cabo del 3 al 14 de junio de 1992 en Río de Janeiro, en donde representantes
de 179 gobiernos acordaron adoptar el programa.

Hoy en día muchos de los miembros signatarios de la Agenda 21 han ratificado


los acuerdos y organizado sus propios programas a nivel nacional y local,
siguiendo las guías que para tal fin han desarrollado diversas entidades
asociadas a las Naciones Unidas. Un ausente notable es Estados Unidos, país
que asistió a la Cumbre de Río pero que se abstuvo de firmar la declaración y
el programa.

La Agenda 21 ha tenido un estrecho seguimiento a partir del cual se han


desarrollado ajustes y revisiones. Primero, con la conferencia que se llevó a
cabo del 23 al 27 de junio de 1997 en la sede de la ONU en Nueva York;
posteriormente con la adopción de una agenda complementaria denominada
Metas de desarrollo del milenio con énfasis particular en las políticas de
globalización y en la erradicación de la pobreza y el hambre, adoptadas por
199 países en la 55ª Asamblea de la ONU, celebrada en Nueva York del 6 al 8
de septiembre del 2000; y posteriormente la Cumbre de Johannesburgo,
reunida en esta ciudad de Sudáfrica del 26 de agosto al 4 de septiembre de
2002.

5.3. Apreciación crítica.

La Agenda 21 aborda graves problemas como la pobreza, el hambre, las


enfermedades, el analfabetismo y el continuo empeoramiento de los
ecosistemas y trata de preparar al mundo para enfrentar los desafíos del
próximo siglo, con base en el consenso mundial, el compromiso político con el
desarrollo socioeconómico y la cooperación en cuanto al medio ambiente.
Poner en práctica esta Agenda, de acuerdo con líneas estratégicas, planes y
procedimientos, es una responsabilidad que le corresponde especialmente a
los gobiernos y al Sistema de las Naciones Unidas. Otras organizaciones
internacionales, regionales e interregionales tienen también que contribuir con
ese esfuerzo.
En la Agenda 21 que se aprobó en la Cumbre de la Tierra, los Estados
asumieron el compromiso de formar una nueva asociación mundial para
desarrollar una economía más justa y efectiva que garantice la supervivencia y
el bienestar del ser humano y de las otras especies. Se trata de mantener
procesos ecológicos esenciales y sistemas de apoyo vitales que aseguren las
necesidades del presente, sin comprometer la seguridad de las futuras
generaciones. En la Agenda 21 se precisa que se debe lograr que los países
en desarrollo tengan un mejor acceso a los mercados exportadores en el marco
de políticas ambientales apropiadas

Sin embargo, para que se pueda concretar todo lo planteado en el documento


mencionado es preciso que los países pobres superen una serie de situaciones
en diferentes aspectos principalmente en lo económico. Para cumplir con los
objetivos planteados, es necesario garantizar recursos financieros a los países
en desarrollo. En cada una de las áreas de la Agenda se incluye una
evaluación de la magnitud de los gastos. En la ejecución de dichas áreas se
deben considerar las circunstancias particulares que enfrentan los países,
especialmente los que están transformando su economía bajo considerables
tensiones sociales y políticas.

Estos países se sienten muy presionado principalmente por el fenómeno de la


deuda externa, pues para cumplir con las obligaciones y los intereses de esta,
los países del Tercer Mundo se ven presionados a exportar más y más
recursos, generándose más deuda ecológica.

El volumen de exportaciones de América Latina va en aumento, esto está bien;


pero, cada vez se exporta más toneladas de productos básicos, la mayoría de
ellos no renovables. No se ha calculado aún cuánto material se transforma,
destruye o mueve para lograr estas exportaciones, ni cuánta población ha sido
afectada o desplazada. Se exporta más, pero la deuda en los países de
Latinoamérica no ha disminuido sino que ha aumentado debido a una clara
especulación en los mercados financieros. Los expertos, haciendo una
proyección hacia el año 2016 calculan que el total de exportaciones de bienes
naturales de América Latina al Norte serán de 11.000 millones de toneladas.
Podemos imaginar los impactos sociales y ambientales que esta extracción de
bienes naturales generará.

Los países del Sur, por sobre el objetivo de satisfacer primero las necesidades
básicas, destina bienes y servicios, para establecer cultivos de exportación,
poniendo en riesgo la seguridad y soberanías alimentarias y culturales de las
comunidades locales y nacionales.

Es una contradicción que países agrícolas de la región, tengan niveles de


desnutrición que pueden llegar en algunos casos a más del 50% de la
población, mientras constamos como los grandes exportadores de proteínas,
vitaminas y minerales en los alimentos que exportamos.

También hay que indicar que existe un contrasentido entre lo que se dice y lo
que se hace en materia del cuidado ambiental, así por ejemplo, mientras en la
Agenda 21 se recomienda el cuidado de los ecosistemas en la realidad las
grandes empresas son las que más deterioran el ambiente en nuestros países
pobres. Lo que se puede llamar la Deuda Ecológica involucra el reclamo de la
deuda que los países del Norte tienen con los países del Sur, por la extracción
y exportación de bienes naturales del sur, tales como el petróleo, minerales,
bienes forestales, marinos y genéticos que en su proceso de extracción están
destruyendo los ecosistemas y la base de sobrevivencia de los pueblos.

Grandes compañías transnacionales se han instalado en los países en


desarrollo, por la mano de obra barata, por los pocos controles sobre los
impactos sociales y ambientales, los bienes naturales disponibles y las políticas
domésticas que favorecen la inversión extranjera, produciendo desastres
irreversibles.

De otro lado, también Los principales conocimientos apropiados ilegalmente e


ilegítimamente por lo países desarrollados son aquellos relacionados con el
mejoramiento de las semillas, uso de plantas medicinales y otros
conocimientos sobre los que se sustenta la biotecnología y la agroindustria
moderna, por la que tenemos que pagar regalías.
Los países del Norte se han enriquecido por medio de la apropiación comercial
de la diversidad biológica extraída en los centros de origen de los cultivos y de
biodiversidad silvestre y de su conocimiento vinculado.

Se calcula que el valor del germoplasma del Tercer Mundo que usa la industria
farmacéutica asciende a 47.000 millones de dólares. En otras cosas por el
ahorro en términos de investigación de uso y principios activos de las plantas,
debido al conocimiento de las plantas por parte de los pobladores de
comunidades locales.

Con el desarrollo de la biotecnología, los ojos de las empresas transnacionales


se han posado con mayor fuerza en la biodiversidad del Sur como una fuente
“inagotable” de lucro y por lo tanto pretenden tener libre acceso y control sobre
su biodiversidad. Las nuevas variedades que surgirán como producto de la
biotecnología reemplazarán variedades tradicionales, acelerando el proceso de
erosión genética y amenazando la seguridad alimentaria.

Por estas razones pensamos que un desarrollo sustentable solo se logrará si


sucede una real concordancia entre lo que se plantea en diferentes
documentos como la Agenda 21 y lo que se hace a través de las políticas
económicas y sociales de repercusión mundial y de alcance nacional.

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Lectura seleccionada.

Globalizarnos o defender la identidad ¿Cómo salir de esta opción?

Néstor García Canclini: profesor-investigador de la Universidad Autónoma


Metropolitana-Iztapalapa, México.

Las tensiones entre globalización e interculturalidad pueden ser concebidas


como una relación entre épica y melodrama. La globalización, que exacerba la
competencia internacional y desestructura la producción cultural endógena,
favorece la expansión de industrias culturales con capacidad a la vez de
homogeneizar y atender en forma articulada las diversidades sectoriales y
regionales. El horizonte social se reduce, para explicarlo quizá sea útil salir de
la frecuente oposición entre lo global y lo local. Quizá la disyuntiva principal no
sea defender la identidad o globalizarnos. El proceso actual no conduce a la
revisión de cuestiones identitarias aisladas, sino a encarar con más realismo la
heterogeneidad, la diferencia y la desigualdad.
Cuando escuchamos las distintas voces que hablan de globalización, se
presentan "paradojas". Al mismo tiempo que se la concibe como expansión de
los mercados y por tanto de la potencialidad económica de las sociedades, la
globalización estrecha la capacidad de acción de los Estados nacionales, los
partidos, los sindicatos y en general los actores políticos clásicos. Produce
mayor intercambio trasnacional y deja tambaleando las certezas que daba el
pertenecer a una nación. Aumenta el bienestar al diversificar el consumo, pero
engendra inestabilidad en el trabajo y perturbaciones subjetivas. Se ha escrito
profusamente sobre la crisis de la política por la corrupción y pérdida de
credibilidad de los partidos, su reemplazo por los medios de comunicación y
por los tecnócratas.
Quiero destacar que, además, transferir las instancias de decisión de la política
nacional a una difusa economía trasnacional está contribuyendo a reducir los
gobiernos nacionales a administradores de decisiones ajenas, lleva a atrofiar
su imaginación socioeconómica y a olvidar las políticas planificadoras de largo
plazo.
Este vaciamiento simbólico y material de los proyectos nacionales desalienta el
interés por participar en la vida pública. Apenas se logra reactivarlo en periodos
preelectorales mediante técnicas de marketing.
La cercanía con el poder en los regímenes democráticos de escala nacional se
conseguía mediante interacciones entre organismos locales, regionales y
nacionales. Las formas de representación entre los tres niveles no siempre
fueron fieles ni transparentes, ni con adecuada rendición de cuentas de los
organismos nacionales a los ciudadanos. Pero los simulacros y las traiciones
eran más fáciles de identificar que en las relaciones lejanas existentes hoy
entre ciudadanos y entidades supranacionales.
Modos de imaginar lo global
La globalización puede ser vista como un conjunto de estrategias desplegadas
para realizar la hegemonía de macroempresas industriales, corporaciones
financieras, majors del cine, la televisión, la música y la informática, a fin de
apropiarse de los recursos naturales y culturales, del trabajo, el ocio y el dinero
de los países pobres, subordinándolos a la explotación concentrada con que
esos actores reordenaron el mundo en la segunda mitad del siglo XX. Pero la
globalización es también el horizonte imaginado por sujetos colectivos e
individuales, o sea por gobiernos y empresas de los países dependientes, por
realizadores de cine y televisión, artistas e intelectuales, para reinsertar sus
productos en mercados más amplios. Las políticas globalizadoras logran
consenso, en parte, porque excitan la imaginación de millones de personas al
prometer que los "dos más dos" que hasta ahora sumaban cuatro puedan
extenderse hasta cinco o seis. Muchos relatos de lo que les ha sucedido a
quienes supieron adaptar sus bienes, sus mensajes y sus operaciones
financieras para reubicarse en un territorio expandido indican que el realismo
de lo local, de quienes se conforman con sumar cifras nacionales, se habría
vuelto una visión miope.
Vamos a tratar de distinguir en varios procesos culturales qué hay de real y
cuánto de imaginario en esta ampliación del horizonte local y nacional. Habrá
que diferenciar quiénes se benefician con el ensanchamiento de los mercados,
quiénes pueden participar en él desde las economías y culturas periféricas, y
cuántos quedan descolgados de los circuitos globales. Las nuevas fronteras de
la desigualdad separan cada vez más a quienes son capaces de conectarse a
redes supranacionales de quienes quedan arrinconados en sus reductos
locales.
Si hablo de globalizaciones imaginadas no es solo porque la integración abarca
a algunos países más que a otros. O porque beneficia a sectores minoritarios
de esos países, y para la mayoría queda como fantasía. También porque el
discurso globalizador recubre fusiones que en verdad suceden, como dije,
entre pocas naciones. Lo que se anuncia como globalización está generando,
en la mayoría de los casos, interrelaciones regionales, alianzas de
empresarios, circuitos comunicacionales y consumidores de los países
europeos o de América del Norte o de una zona asiática. No de todos con
todos. Luego de décadas en que acuerdos de libre comercio muestran hasta
dónde puede llegar la apertura de cada economía y cultura nacional, estamos
en condiciones de diferenciar las narrativas globalizadoras de las acciones y
políticas de alcance medio en que esos imaginarios se concretan. Un ejemplo:
las cifras de ganancias del sector audiovisual dicen que los países
iberoamericanos obtenemos el 5% de lo que se factura en el mercado mundial,
pero también sabemos que si sumamos los habitantes latinoamericanos, los
españoles y los hispanohablantes de EEUU somos más de 550 millones.
Pensar en la globalización significa explicarnos por qué tenemos un porcentaje
tan bajo en la facturación y, al mismo tiempo, imaginar cómo podríamos
aprovechar el ser uno de los conjuntos lingüísticos con mayor nivel de
alfabetización y de consumo cultural. No estoy identificando imaginario con
falso. Así como se estableció que las construcciones imaginarias hacen posible
la existencia de las sociedades locales y nacionales, también contribuyeron a
la arquitectura de la globalización. Las sociedades se abren para la importación
y exportación de bienes materiales que van de un país a otro, y también para
que circulen mensajes coproducidos desde varios países, que expresan en lo
simbólico procesos de cooperación e intercambio, por ejemplo músicas que
fusionan tradiciones antes alejadas y películas filmadas con capitales, actores y
escenarios multinacionales. Esta desterritorialización o trasnacionalización
libera a muchos bienes materiales y simbólicos de rígidas adscripciones
nacionales (un coche Ford no expresa solo la cultura norteamericana, ni un film
de Spielberg únicamente a Hollywood). Los convierte en emblemas de un
imaginario supranacional. Aun lo que persista de la cultura brasileña o
mexicana en una telenovela, de la francesa en un perfume, de la japonesa en
un televisor, son integrados en relatos y prácticas que podemos ver
multiplicados en 60 o 100 sociedades. La época globalizada es esta en que,
además de relacionarnos efectivamente con muchas sociedades, podemos
situar nuestra fantasía en múltiples escenarios a la vez. Así desplegamos,
según Arjun Appadurai, "vidas imaginadas". Lo imaginado puede ser el campo
de lo ilusorio, pero asimismo es el lugar, dice Etienne Balibar, donde "uno se
cuenta historias, lo cual quiere decir que se tiene la potencia de inventar
historias".
Con la expansión global de los imaginarios se han incorporado a nuestro
horizonte culturas que sentíamos hasta hace pocas décadas ajenas a nuestra
existencia. En Occidente, unos pocos comerciantes, artistas y religiosos,
investigadores y aventureros se habían interesado hasta mediados del siglo XX
por los modos de vida del lejano Oriente. Ahora la India, Japón, Hong Kong -los
ejemplos podrían multiplicarse- se volvieron destinos turísticos, de inversiones
y de viajes comerciales para millones de occidentales. Durante los años 80 y
hasta la crisis de mediados de los 90, los tigres asiáticos funcionaron como
modelos de desarrollo económico y suscitaron curiosidad en las elites del
Tercer Mundo occidental por su manera de relacionar innovación industrial,
culturas antiguas y hábitos de trabajo.
Por no hablar de la expansión de religiones orientales en Europa, EEUU y
América Latina, ni de otros intercambios que instalan en nuestra vida cotidiana
-junto con artefactos japoneses o de Taiwán- resonancias culturales de esas
sociedades.
Espectáculos de la globalización y melodramas de la interculturalidad
Una de las consecuencias que podemos extraer de esta aproximación
diferencial combinada a materiales tan heterogéneos es la necesidad de
ocuparnos a un mismo tiempo de la globalización y de la interculturalidad.
Quienes hablan de cómo nuestro tiempo se globaliza narran procesos de
intercambios fluidos y homogeneización, naciones que abren sus fronteras y
pueblos que se comunican.
Sus argumentos se apoyan en las cifras del incremento de transacciones y la
rapidez o simultaneidad con que ahora se realizan: volumen y velocidad.
Entretanto, los estudios sobre migraciones, transculturación y otras
experiencias interculturales están llenos de relatos de desgarramientos y
conflictos, fronteras que se renuevan y anhelos vanos de restaurar unidades
nacionales, étnicas o familiares perdidas: intensidad y memoria. Por tanto, las
tensiones entre globalización e interculturalidad pueden ser concebidas como
una relación entre épica y melodrama. Las escisiones que hoy separan a las
ciencias sociales ocurren, en gran medida, entre quienes buscan armar relatos
épicos con los logros de la globalización (la economía, cierta parte de la
sociología y la comunicación) y los que construyen narraciones melodramáticas
con las fisuras, las violencias y los dolores de la interculturalidad (la
antropología, el psicoanálisis, la estética).
Cuando los primeros admiten, en los márgenes de su relato, los dramas
interculturales como si fueran resistencias a la globalización, aseguran en
seguida que el avance de la historia y el paso de las generaciones las irá
eliminando. Para los segundos, las tenaces diferencias y las incompatibilidades
entre culturas mostrarían el carácter parcial de los procesos globalizadores, o
su fracaso, o los nuevos desplazamientos que engendra su unificación apurada
del mundo, poco atenta a lo que distingue y separa. En años recientes algunos
narradores de la globalización y algunos defensores de las diferencias locales y
subjetivas empiezan a escuchar a los otros: más allá de la preocupación por
contar una épica o un drama interesa entender qué acontece cuando ambos
movimientos coexisten.
La hipótesis es que las cifras de los censos migratorios, de la circulación
planetaria de inversiones y las estadísticas del consumo adquieren más sentido
cuando se cargan con las narrativas de la heterogeneidad. En las estructuras,
reaparecen los sujetos. A la inversa, los relatos enunciados por actores locales
dicen más si nos preguntamos cómo hablan, a través de los dramas articulares,
los grandes movimientos de la globalización y los discursos colectivos que
establecen las reglas actuales de la producción y las modas del consumo. No
es fácil juntar ambas perspectivas en esta época en que cada vez se cree
menos en la capacidad explicativa de un paradigma. Pero al mismo tiempo es
imposible entender convivencias tan intensas y frecuentes como exige nuestro
mundo si compartimentamos a las sociedades, como lo hizo el relativismo
cultural que imaginaba a cada cultura separada y autosuficiente. ¿Qué relatos
-ni simplemente épicos, ni melodramáticos- pueden dar cuenta de las
recomposiciones que se van produciendo entre lo local y lo global? Las
narrativas solo económicas o solo antropológicas de la globalización dan
versiones sesgadas, en las que se amputa un aspecto del proceso.
Necesitamos preguntarnos cómo son compatibles estas distintas narraciones y
aspirar a descripciones densas que articulen las estructuras más o menos
objetivas y los niveles de significación más o menos subjetivos. Hay que
elaborar construcciones lógicamente consistentes, que puedan contrastarse
con las maneras en que lo global se estaciona en cada cultura y los modos en
que lo local se reestructura para sobrevivir, y quizá obtener algunas ventajas,
en los intercambios que se globalizan.
Por más que se quiera circunscribir las investigaciones a un barrio o a una
ciudad, o a los extranjeros radicados en un país particular, llega un momento
en que –si uno trabaja en Occidente- tiene que hacerse preguntas sobre cómo
están cambiando las estructuras globalizantes y los procesos de integración
supranacional. Por ejemplo, las relaciones entre Europa, América Latina y
EEUU.
Es posible responder que un universo tan extendido es inabarcable y dejar la
cuestión. Pero las interrogantes siguen ahí, condicionan lo que uno está
estudiando, y aun cuando decida no hacer generalizaciones sobre el desarrollo
de Occidente, los viejos supuestos de la filosofía y la epistemología
occidentales permanecen como hipótesis. Lo malo es que esas hipótesis
corresponden a una etapa preglobal, cuando las naciones eran unidades en
apariencia más cohesionadas, que parecían contener la mayoría de las
relaciones interculturales.
O sea cuando era posible distinguir con nitidez lo local y lo universal. No
conozco mejor manera de encarar estos riesgos que trabajando con cifras y
otros datos duros, macrosociales, donde se aprecian las grandes tendencias de
la globalización, y, a la vez, con descripciones socioculturales que captan
procesos específicos, tanto en su estructura objetiva como en los imaginarios
que expresan el modo en que sujetos individuales y colectivos representan su
lugar y sus posibilidades de acción en dichos procesos. Se trata de reunir lo
que tantas veces fue escindido en las ciencias sociales: explicación y
comprensión. O sea, articular las observaciones telescópicas de las estructuras
sociales y las miradas que hablan de la intimidad de las relaciones entre
culturas. Me parece que en esta tarea está un recurso clave para que el futuro
de la globalización la decidan ciudadanos multiculturales.
Capítulo III

1. Política de los partidos en la década del 80.

La década del 80 fue el decenio del fin del velasquismo; significó el retorno
conservador de Fernando Belaúnde a la presidencia en 1980; pero no regresó
el viejo orden, el Estado no se desprendió de las empresas públicas ni la tierra
fue devuelta a los antiguos latifundistas. Fue sorpresa la supervivencia del
aprismo a la desaparición del fundador, la aceptación de la democracia por una
izquierda legal que la asume en tanto que una nueva forma de militancia.
Sorpresa el “fenómeno” Alan García, el “fenómeno” Vargas Llosa, el
“fenómeno” Fujimori. Qué sorpresa, qué fenómeno; el Imperio había decidido
que había llegado la hora para cambiar a los viejos partidos como aliados
tradicionales en el control de los países coloniales, semicoloniales o
neocoloniales. Estos partidos habían demostrado ineficiencia, en el manejo de
la cosa pública, ineficiencia en la política de aplicación de métodos económicos
que aperturen, amplíen o vinculen de mejor manera el mercado nacional a los
productos de exportación, necesario para la reactivación del aparato productivo
del imperio.

En Wáshington había ingresado a la Casa Blanca un nuevo inquilino, se


inauguraba una nueva doctrina en todos los frentes: el neoliberalismo, los
Chicago boys, entraban a escena de manera abierta y predicaban su doctrina
sin empacho en el ámbito global. Ya venían aplicando sus recetas
macroeconómicas en Asia con los tigres asiáticos, bajo fuertes dictaduras o
gobiernos fuertes, como los prefería llamar el buque insignia del Fondo
Monetario Internacional, en el ámbito de las finanzas internacionales. Este
modelo se aplicaba desde el golpe militar en 1973 en Chile.

La ineficiencia en la política tenía que ser reemplazada por nuevas dirigencias


que no tuvieran vinculaciones nefastas con el pasado oligárquico. Había
llegado la hora de liquidar a los viejos partidos y la partidocracia, el caudillismo
en América Latina, Perú no fue la excepción. Era la hora de los tecnócratas, de
la eficacia y eficiencia en la gobernabilidad. Este modelo lo vamos a ver mejor
durante el gobierno cívico-militar de los 90-2000. En esta década (80), la
recesión de la economía mundial y el fin del crecimiento produjeron el
incremento de la deuda externa, la irrupción de Sendero, el acoso de la
violencia, la descomposición del tejido social, la pobreza masiva, la nueva
delincuencia y la narcoeconomía. La guerra interna que dejaría miles de
víctimas. En pocos años el Perú se vuelve el país de todos los peligros. El
retorno de las instituciones democráticas coincidió con una degradación
impresionante del nivel de vida acortando las expectativas no sólo de los
sectores populares, sino de las capas medias y profesionales tan
laboriosamente constituidas en los decenios precedentes del crecimiento
moderado.

Una respuesta popular de los sectores desplazados de los resortes oficiales de


la economía, en tanto no constituía sujetos de crédito para la sociedad oficial o
la economía formal, produjo en los desocupados una expansión de lo que se
ha dado en denominar la economía informal, inesperado balón de oxígeno;
reemplazó el espacio de la economía asalariada que se redujo
aterradoramente, y los que tenían empleo seguro, los formales, pasaron de un
35% de la PEA en 1981 a un 10% en 1992. Es un tiempo de paradojas, de
crisis y democracia, de debilidad del Estado y de iniciativa popular para lograr
sobrevivir.

Los ochenta es el período de la inflación galopante, tanto o más que los años
treinta, un tiempo excepcional, uno de esos momentos de ruptura y continuidad
en la historia de los peruanos. Además en este período se acumuló y condensó
un conjunto de crisis que pusieron en cuestión la viabilidad del Perú como
nación.

El agotamiento de la industrialización substitutiva de importaciones como


modelo de acumulación y de desarrollo, la acumulación de la riqueza en pocas
manos y el crecimiento vertiginoso de la masa de desempleados y
subempleados, la informalización creciente de las clases medias y populares,
la crisis orgánica de los partidos, la militarización de la política, el derrumbe del
Estado, el conjunto de estos problemas críticos se expresará en el campo de la
política y asumió la forma de una crisis orgánica de dirección y representación.

1.1. El retorno de Belaunde

Producidas las elecciones, Belaúnde retomó el poder en 1980 y continuó con


mayor decisión el ciclo de liberalización económica iniciado en 1976.

Durante los dos primeros años de su gobierno aplicó un populismo que le


permitió elevar su popularidad al 62% de la aceptación ciudadana. Para
mantener buenas relaciones con la banca internacional aceptó las cartas de
intención del FMI y se propuso pagar la deuda en un monto que comprometía
alrededor del 50% de los ingresos fiscales, limitando drásticamente la atención
de las necesidades sociales; hasta que se produjo la crisis fiscal, la cual fue
incrementada por los desastres del norte del país en 1983, que impidió
continuar pagando la deuda y que agravó la inflación y la recesión generadas
por la liberalización y privatización de la economía. La política de concertación
propugnada por el ministro de trabajo no prosperó porque chocaba con la
política liberal del Ministerio de Economía. En mayo de 1980 se inició la guerra
de Sendero Luminoso con la quema simbólica de las ánforas en la comunidad
de Chuschi, Ayacucho. Había decidido abandonar las aulas universitarias de
Huamanga en las que se formó para “iniciar la guerra popular del campo a la
ciudad”.

1.2. El primer gobierno de Alan García

El APRA de los 80 era un partido populista cuyas banderas reformistas había


abandonado debido a sus alianzas y compromisos con la oligarquía en las
décadas del 50 y del 60 y cuya capacidad para volver a enarbolarlas se vio
limitada porque Velasco realizó los sueños del populismo reformista en la
década del 70. En los 80 vivió la prueba de fuego este partido, ya sin su jefe
carismático, luego de la muerte de Haya. Para ponerse de acuerdo con los
tiempos y poder competir tanto con la derecha como con la izquierda, el APRA
intentó modernizarse y democratizarse bajo una nueva generación liderada por
Alan García Pérez. Una vez que ganó las elecciones, Alan García reforzó su
imagen de caudillo carismático pretendiendo ocupar el vacío dejado por Haya.
Se produjeron entonces las tensiones inevitables entre Alan García y la
institucionalidad partidaria, las mismas que marcaron la dinámica del APRA y
del gobierno entre 1985 y 1990.

La limitación del pago de la deuda externa al 10% del valor de las


exportaciones permitió cierto respiro a las finanzas públicas y elevó la
popularidad de Alan García hasta aproximarse a los linderos de la unanimidad
(95%). La política basada en la reactivación de la demanda y en políticas
expansivas y populistas del Estado tuvieron cierto éxito hasta que mostraron su
límite por el lado del cuello de botella de falta de divisas requeridas por la
industria reactivada. A partir de 1988 tuvo que aplicar las políticas de
estabilización exigidas por el Fondo Monetario Internacional y por la derecha y
al final de su gobierno quiso volver a la aplicación de políticas populistas
dilapidando los pocos dólares que el BCR había logrado reclutar por mejora de
las exportaciones. La consecuencia de esta política de dispendio nos llevó a
una inflación galopante que crecía a niveles siderales, la popularidad de Alan
García decrecía a niveles (9% en 1989) que pusieron en cuestión la legitimidad
de su gobierno. Comenzó a auspiciar destacamentos paramilitares desde el
Ministerio del Interior para liquidar y/o sacar fuera de carrera a la oposición de
derecha o de izquierda que ante la coyuntura, si bien no se habían aliado, cada
lado (al sentirse afectados directamente por esta política de dispendio de Alan)
realizaban acciones de resistencia o de crítica a la labor gubernamental.

Durante el gobierno de Alan García se inició la superposición entre la guerra y


la política. Es cuando Sendero Luminoso decidió entrar a la lucha social y a
pelear un lugar en la opinión pública; el APRA y las fuerzas policiales
decidieron organizar comandos paramilitares.Se consolidaron los escenarios
de la guerra en la cual el senderismo mostró mayor capacidad militar y de
enfrentamiento ampliándose las zonas de emergencia en el territorio nacional.
En otras palabras, se amplió la guerra y la política se redujo hasta poner en
cuestión sus propios canales y mecanismos de acción y de representación.

Al comienzo de su gobierno Alan García intentó una nueva estrategia basada


en el desarrollo microrregional y en la guerra, pero —según dijo— “respetando
los derechos humanos”. Para demostrarlo destituyó a algunos altos mandos
militares acusados de violar los derechos humanos. Posteriormente, el
gobierno sucumbió ante la lógica de guerra sucia, uno de cuyos hitos fue la
masacre de los penales en junio de 1986. Recordemos que con la masacre de
casi trescientos inculpados por terrorismo en los penales de Lima el 18 y 19 de
junio de 1986 y su famosa frase: “O se van ellos (los responsables de la
matanza) o me voy yo” (en realidad nadie se fue) se deslegitimó totalmente el
discurso del gobierno en defensa de los derechos humanos. Un mito que se
desmorona con Alan García es el de unas élites financieras dispuestas al
desarrollo, lo que conduce al tema de “los doce apóstoles” y a la confiscación
de la banca privada. En pleno ensayo desarrollista Alan García va a negociar
con los grupos económicos más importantes, los llamados “doce apóstoles”.
Pero los grupos engreídos del régimen no estaban invirtiendo como se
esperaba, sino que de acuerdo a viejas tácticas y esquemas fraudulentos
propios desinvertían. Frente a eso Alan decidió la expropiación de la Banca; se
hizo con resultados azarosos.

Surge entonces el lanzamiento de Vargas Llosa como opositor a Alan García.


Vargas Llosa fundó el Movimiento LIBERTAD el cual lo postuló como candidato
presidencial en las elecciones de 1990... y lo que siguió fue la victoria de
Alberto Fujimori, por las torpezas políticas de aquél. Además, porque demostró
que era un miembro (con cara nueva) de la vieja oligarquía que resucitaba
remozada y con un lenguaje (acorde con los tiempos) neoliberal, ya no como
latifundistas, sino como banqueros y financieros. Eran tiempos del
neoliberalismo, no podían darse el lujo que el pueblo habiéndolo identificado
como tal, fuera capaz de rebelarse con consecuencias imprevisibles.

La crisis cerró el ciclo estatista. El estado de bienestar social —si en algún


momento hubo—, estaba llegando a su fin. Estaban dadas las condiciones
favorables para la implantación de una economía libre de mercado y un Estado
neoliberal, que será el nuevo fantasma que recorre el mundo. Su ingreso al
Perú no fue una excepción.
2. Política de los partidos en la década del 90.

Para referirnos a este período seguimos la visión de Efraín Gonzáles de Olarte,


quien considera que en 1990, el “péndulo peruano” se movió del populismo
heterodoxo al neoliberalismo ortodoxo. Fue el año de crisis total de un modelo
económico y de un tipo de estado que habían llegado a su agotamiento. A
partir de entonces, el Perú entraría en la era “neoliberal” en lo económico, que
los cuatro gobiernos que se han sucedido han mantenido en sus principios
básicos.

Pero también, en 1992, se movió el péndulo político: de la democracia al


autoritarismo, pues el gobierno de Alberto Fujimori disolvió el Congreso y
gobernó con un régimen que fue calificado de “democradura” . Sólo después de
10 años, en septiembre del 2000, el “fujimorato” cayó estrepitosamente bajo el
signo de la corrupción, la crisis económica y política. Se instaló así un gobierno
de transición que, bajo la experimentada y diestra mano del Presidente
Paniagua, logró el retorno a una democracia plena y a elecciones en 2001, que
hasta ahora se ha mantenido.

Por otro lado, debido a los drásticos cambios económicos, políticos e


institucionales que se sucedieron en los años noventa, también se movió el
“péndulo de largo plazo”, es decir, el Perú cambió de modelo de
funcionamiento económico, de reglas del juego y de régimen de acumulación
del capital. Estos cambios han sido profundos y estructurales, sin embargo no
han logrado conmover los cimientos de la desigualdad, la pobreza y la falta de
empleo “decente”. Obviamente, el problema es que el nuevo modelo
económico bajo régimen neoliberal no ha logrado, por lo menos hasta ahora,
sentar las bases para resolver estos problemas, que están en el origen del
conflicto social, el cual hace difícil consolidar la gobernabilidad democrática.

2.1. El neoliberalismo a la peruana

El tipo de reformas y sus resultados posteriores dependen en buena medida de


las condiciones previas, tanto económicas como institucionales y políticas. Si
bien en el Perú se aplicaron las recetas del Consenso de Washington, la forma
como se hicieron las reformas y sus resultados, dependieron de cómo estaba el
Perú y de cómo somos los peruanos. Pero también influyó de manera decisiva
el entorno internacional que, marcado por el signo de la globalización y la
apertura comercial-financiera, “obligó” de cierta manera a ir en una dirección
única, sin mucho matiz y sin mucha negociación. Quizás por la debilidad
interna y la fortaleza externa es que el modelo económico liberal se instaló para
durar 16 años sin cambios fundamentales, más de lo que muchos esperaban, y
por lo que se observa, para seguir durando varios años más, en la medida que
las alternativas o son inconsistentes, son muy débiles o tienen el karma del
populismo y la heterodoxia pasadas.

Este neoliberalismo ha estado bajo la conducción de cuatro gobiernos, Alberto


Fujimori (1990-2000), Valentín Paniagua (2000-2001), Alejandro Toledo (2001-
2006) y Alan García (2006-2011). Los principios económicos del modelo han
sido mantenidos por estos gobiernos, en verdad, con muy pequeñas variantes.
Lo más notable es que se ha conformado un “saber convencional” basado en la
doctrina neoliberal y en sus recetas.

Como hemos señalado líneas arriba, bajo este modelo, en el Perú se ha


generado estabilidad económica con desigualdad social y exclusión, lo que
hace latente el conflicto y la violencia social, en la medida que el modelo
económico no genera mecanismos fluidos de movilidad social, sobre todo a
través del mercado de trabajo y porque el Estado no ha logrado reformarse y
reestructurarse fiscalmente para ser un “igualador de oportunidades” y un buen
árbitro de conflictos. Desde este punto de vista, el principal resultado del
modelo del Consenso de Washington ha sido el no haber logrado reformar y
reforzar las bases fiscales y financieras del Estado , por lo que su rol
redistribuidor y regulador es insuficiente para resolver las brechas sociales y
generar el principio de autoridad necesario para arbitrar conflictos.

2.2. El gobierno de Alberto Fujimori

Cuando el Ingeniero Alberto Fujimori llegó a la presidencia en 1990, encontró


un país sumido en crisis económica (hiperinflación), política (pulverización de
los partidos políticos y terrorismo) y social (proceso de desintegración). Cuando
se fue en octubre del 2000, dejó al país en crisis económica (recesión y
desempleo), política (corrupción del gobierno), social (pobreza y exclusión) y
moral (crisis de las reglas de comportamiento social). Cumplió un ciclo de diez
años que comenzó y terminó con crisis, aunque el Perú había cambiado
económica y socialmente.

En otros trabajos hemos analizado con detalle las condiciones bajo las cuales
un gobierno como el de Fujimori pudo emprender un drástico ajuste económico,
conocido como el fujishock, y un conjunto de reformas neoliberales bastante
radicales. Debido a varias circunstancias previstas e imprevistas se generó una
coalición entre Fujimori-militares-organismos multilaterales, que se constituyó
en la clave para que un país casi desintegrado pudiera ser gobernado y pudiera
emprender el largo camino de la estabilización, las reformas y la recuperación
económica y política. Los militares se constituyeron en una mezcla de partido
político con fuerzas del orden que facilitaron la aplicación de las políticas
económica y social. Los organismos internacionales le dieron viabilidad
financiera a un país que, en aquel momento, estaba considerado como “paria”
del sistema financiero internacional. Así, con esta inusual alianza, el frente
interno, donde el accionar terrorista y guerrillero había puesto en situación de
emergencia más de la mitad del territorio nacional, y el frente externo pudieron
ser controlados. Ante la orfandad de planes e ideas económicas del gobierno
Fujimorista, los organismos multilaterales propusieron la aplicación de las
recetas del “Consenso de Washington”, como única posibilidad de solución a
los agobiantes problemas que tenía el Perú. A mi modo de ver, este apoyo
teórico y doctrinario fue el mayor aporte de los organismos de Washington,
pues éste les permitiría controlar la aplicación de las reformas y obtener
ganancias gracias a los diversos préstamos que ofrecieron al Perú.

Una vez establecidas las alianzas y coaliciones el gobierno de Fujimori se


lanzó en un largo proceso de ajustes de corto y largo plazo con tres fases
bastante definidas:

• 1990-92 Del shock económico al autogolpe de estado.

Agosto de 1990 será un mes de penosa recordación, pues los peruanos


comenzaron a pagar los costos de malos resultados y gestiones económicas
anteriores. En un mes la inflación alcanzó a 397% y el año cerró con 7,650%.
Fue el resultado del shock aplicado para revertir los principales desequilibrios
macroeconómicos: déficit fiscal, baja presión tributaria, déficit externo en la
balanza de pagos, hiperinflación y desalineamiento de los precios relativos.

La opción de la política macroeconómica fue la del sinceramiento de los precios


de bienes y servicios públicos, ajuste fiscal y la elección de un ancla monetaria,
en lugar de una cambiaria, con lo cual la devaluación fue bastante pequeña. El
efecto de esta combinación fue muy recesivo para la economía pero cortó la
inercia inflacionista. Viendo este tema 16 años después, hay que reconocer
que la situación previa obligó a un esquema de política macroeconómica que
posteriormente estaría en el origen de la baja creación de empleo, pues se
prefirió ajustar los mercados de bienes y capital, a costa del ajuste recesivo del
mercado de trabajo. Los problemas ulteriores de falta de conexión de la
producción con el empleo se originaron en esta primera etapa, sobre todo
porque en ella se sentaron las bases para la fijación de los precios relativos: el
tipo de cambio con tendencia a la sobrevaluación, los precios públicos caros,
las tasas de interés elevadas y los salarios relativamente bajos.

La relativa escasez inicial de divisas, en una economía dolarizada por la


inflación, se resolvió obligando a los tenedores de dólares a cambiarlos para
pagar las altas tasas de impuesto que se impusieron para resarcir la caja fiscal.
Pero se hizo aún más, se abrió la cuenta de capitales, es decir se liberalizó la
entrada y salida de capitales. Esta medida fue también crucial para los
resultados futuros del nuevo modelo, pues atrajo gran cantidad de capitales
generando una sobreabundancia de dólares, que presionó el tipo de cambio a
la baja. En general se aconseja que esta medida se haga al final de las
reformas, con dos fines, en primer lugar para no distorsionar el tipo de cambio y
en segundo lugar, para complementar el ahorro interno, una vez que se ha
estabilizado la economía y, sobre todo el sector externo real.

Lo cierto es que también había prisa en los funcionarios del gobierno de “hacer
todo lo antes posible”, bajo la premisa de que en un ajuste estructural hay que
proponer como 100 para lograr como 40 ó 60 . Es por ello, que la liberación del
mercado de capitales se hizo antes de iniciar las reformas propiamente,
generando efectos adicionales sobre los precios y sobre el nivel de actividad.

El efecto de todas estas medidas es obvio que generó una recesión importante
con una caía del PBI de -5.1% el año 1990, con un rebote al año siguiente y
estancamiento el año 1992. El aspecto político más remarcable del fuji-shock
fue la débil resistencia de las organizaciones sindicales, políticas y sociales a
cambios que los estaban afectando en sus salarios, en sus niveles de vida, en
su empleo y en su bienestar. Probablemente, esta baja resistencia es la que
permitió que se siguiera adelante con medidas más radicales: las reformas.

Con el cambio de ministro de economía en febrero de 1991 se intensificó el


proceso de reformas, entre marzo de 1991 y diciembre de 1992 fueron
aprobados 923 decretos-leyes que impulsaron las privatizaciones, la
desregulación, la liberalización de los mercados, sobre todo el mercado de
trabajo, la reforma de la administración tributaria. El Consenso de Washington
en toda su intensidad se había hecho presente en el Perú. Sin embargo, el
Congreso, en el cual el gobierno no tenía mayoría, se resistió a apoyar las
medidas sin debatirlas. Esto y otros factores de tipo político sirvieron de
pretexto para que en abril de 1992 el presidente Fujimori se inflingiera un “auto
golpe” cerrando el Congreso e interviniendo una serie de otras instituciones,
como el poder judicial, para establecerse en los hechos una dictadura. A partir
de aquel momento, se estableció un régimen neoliberal en lo económico y
autoritario en lo político. La nueva fórmula se parecía bastante al régimen del
general Manuel A. Odría (1950-56), aunque el contexto internacional era
bastante diferente y el Perú era un país muy distinto.

En septiembre de 1992 fue capturado Abimael Guzmán, cabeza de Sendero


Luminoso, y su cúpula. Lo que cambió drásticamente el panorama social y
político y mejoró ostensiblemente las expectativas de negocios, lo que
favoreció el avance de las reformas, particularmente el de las privatizaciones.
Coincidentemente, la coyuntura financiera internacional se caracterizó por la
abundancia de capitales en búsqueda de oportunidades de negocio, lo que
permitió que los inversionistas miraran al Perú como un país con muchas
posibilidades de hacer ganancias.

• 1993-97 Crecimiento con reformas y ajuste estructural, bajo contexto


internacional favorable.

A partir de 1993 la economía se comenzó a recuperar rápidamente, llegando a


picos inesperadamente altos entre 1994 y 1996 . Es en esta etapa, en las que
se consolidaron las reformas económicas, la nueva estructura de propiedad y la
estructura productiva, se comenzó a constituir un nuevo modelo económico:
primario-exportador y de servicios (PESER). Este modelo se estableció sobre
la base de la estructura de empresas estatales privatizadas o dadas en
concesión, que estando principalmente en los sectores extractivos como la
minería y en los de servicios como la electricidad y la telefonía, al cambiar de
propietarios éstos las modernizaron y comenzaron a invertir. Fueron estas
inversiones, los cambios tecnológicos incorporados y la progresiva
estabilización de la economía –hacia 1994 la inflación había caído a 15.4%- los
factores explicativos de esta primera ola de crecimiento durante la era
neoliberal. Por ello, durante estos años la balanza comercial fue deficitaria y
hubiera sido insostenible si la balanza de pagos no hubiera sido positiva,
debido a la entrada neta de capitales del exterior. Digamos que la economía
peruana creció agregadamente por una combinación de reformas económicas
hechas en un contexto internacional, comercial y financiero, muy favorable.

Debido al auto-golpe de 1992, la comunidad internacional presionó al gobierno


fujimorista a reinstalar el Congreso y otras instituciones propias a la
democracia. La forma de hacerlo fue a través de la redacción de una nueva
constitución en 1993, que permitiría la elección de un nuevo Congreso. Esta
Constitución fue hecha a la medida de los requerimientos neoliberales desde el
punto de vista económico y en función del proyecto político del fujimorato. Por
un lado, se redujo la ingerencia del estado en la economía y se desconectó la
política monetaria de las necesidades fiscales. De otro lado, se aprobó un
Congreso unicameral, reemplazando a la bicameralidad anterior y se disminuyó
el peso del estado del bienestar –presente en la anterior Constitución-.
La nueva Constitución fue aprobada por un referéndum cuyos resultados
fueron significativos: un poco más de un tercio votó a favor, un tercio en contra
y un poco menos de un tercio se abstuvo. Este resultado fue muy importante
para definir el estilo político del gobierno, a partir de entonces. Como quiera
que la Constitución había reducido la intervención del Estado al suministro de
educación, salud, infraestructura básica, programas de alivio a la pobreza y
seguridad, el gobierno comenzó a focalizar el gasto público de manera
asistencialista, en aquellos lugares donde el referéndum había perdido o se
había abstenido. Esto llevó al progresivo establecimiento de un asistencialismo
populista de parte del presidente Fujimori, pues, él en persona se encargó de
repartir víveres, de inaugurar escuelas y postas de salud, de ser el principal
actor y líder de apoyo a los pobres, en un estilo que fue caracterizado como
“neo-populista”. Los recursos para todas estas políticas sociales provinieron del
incremento de la presión tributaria y de los recursos generados por las
privatizaciones, es decir, las reformas y el ajuste estructural comenzaban a ser
funcionales a un proyecto político de perpetuarse en el poder, que se
descubriría en el año 1995 y, con más claridad el 2000.

Es en esta etapa, que los empresarios a través de sus gremios apoyaron de


manera decisiva al fujimorato, entre otras razones porque trataron de cuidar
sus intereses y aprovechar las oportunidades que generaban las
privatizaciones. Sin embargo, los capitalistas y empresarios peruanos no tenían
los suficientes recursos financieros propios o la suficiente capacidad de
apalancamiento financiero internacional para, por ejemplo, participar en la
compra de empresas grandes del Estado, por ello su participación casi siempre
fue minoritaria y en asociación con capitalistas extranjeros e, incluso, con las
organizaciones multilaterales. Es por ello, que la nueva estructura de poder
económico en el Perú es mixta y está dominada por capitalistas extranjeros,
con poca ingerencia política directa, pero con influencia a través de sus
asociados con los capitalistas nacionales.
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Con todos estos ingredientes, durante esta etapa, se constituyó un modelo de


gobernabilidad sustentado en dos premisas: las políticas macroeconómicas y
las reformas permitían hacer negocios a los inversionistas y empresarios, y las
políticas sociales permitieron aliviar a los pobres y desempleados. Lo perverso
de esta combinación es que debido a los precios relativos generados por la
políticas macroeconómica y las reformas la inversión nativa era baja, la
demanda de trabajo fue limitada y los salarios fueron contenidos, con lo cual
compensaciones a través de las políticas sociales se hacían necesarias.
Fujimori había descubierto el secreto de la gobernabilidad: tener una alianza
estratégica con los militares, los empresarios y los organismos multilaterales,
que le daban credibilidad internacional y tener una combinación de políticas
que favorecían a los miembros de la alianza y aliviaba a los no favorecidos o
excluidos del dinamismo económico, que eran la mayoría. Basado en estos
logros es que Fujimori fue a la reelección en 1995 y venció al ex Secretario
General de Naciones Unidas Javier Pérez de Cuellar, en unas elecciones en
las cuales gracias a la “influencia” del gobierno sobre los medios, su estilo
“neo-populista” y un intento de fraude electoral, pudo obtener la victoria, que se
completó al alcanzar mayoría absoluta en el nuevo Congreso unicameral. Ello
le dio la posibilidad de gobernar el país casi de manera autocrática y con un
creciente enfrentamiento con las organizaciones políticas y de la sociedad civil.

• 1998-2000 Crisis económica externa, crisis política interna y la gran


corrupción

El principal efecto de la crisis asiática fue la retracción de la entrada de


capitales y la disminución del ritmo de las privatizaciones, lo que redujo la
inversión privada, pero sobre todo la pública.

El gobierno fujimorista tenía, sin embargo, el fondo acumulado de los ingresos


por privatizaciones que hacia 1997 había alcanzado casi 7mil millones de
dólares. Estos recursos comenzaron a ser utilizados de manera poco
transparente, primero en programas de lucha contra la pobreza, luego en
compra de armas y en otros gastos poco claros.

La crisis asiática de 1997 no afectó inmediatamente al Perú, fue el año 1998 y


2000 que la economía entro en recesión. Durante es período la economía no
creció, al contrario el PBI per-cápita se redujo en 1%. Las bases de la
gobernabilidad fujimorista comenzaban a tener amenazas en el horizonte
económico y financiero. En 1997, la retracción fue debida a la reducción del
consumo privado, al año siguiente descendió la inversión privada, por efecto de
la disminución de la entrada de capitales como secuela de la crisis asiática, con
un fuerte déficit de la balanza de cuenta corriente. El 2000, año electoral, la
economía se recuperó por efecto del ciclo económico de origen político, es
decir por aumento del consumo corriente del gobierno, con recursos ordinarios
y con los recursos de las privatizaciones, y un incremento de las exportaciones.
En esta etapa, la economía y el modelo de crecimiento generado comenzó a
mostrar sus debilidades: por un lado, sus posibilidades de crecimiento reposan
en buena parte en la inversión extranjera, pero por otro lado se comenzaba a
mostrar que la política fiscal no tenía ya el peso de influir el ciclo económico
con la baja presión tributaria existente, sólo con recursos exógenos o
extraordinarios (como lo fueron los recursos de la privatización o
endeudamiento público) sería posible conmover el nivel de actividad
económica. De una manera más general, los determinantes de la acumulación
del capital habían cambiado.

El año 2000 el presidente Fujimori intentó una tercera reelección, basado en


una ilegal “interpretación auténtica” de la Constitución de 1993, mostró sus
deseos de perpetuarse en el poder, bajo la asesoría del hasta entonces
misterioso asesor Vladimiro Montesinos. En el proceso electoral comenzó a
demoler a sus adversarios, uno a uno, primero Alberto Andrade, luego Luís
Castañeda y finalmente Alejandro Toledo, cuyo ascenso en las encuestas de
intención de voto fue rápido, pero sobre todo pocas semanas previas a la
elección, lo que no permitió su total demolición. Fue en aquellas elecciones en
que comenzó a desnudarse de manera clara y contundente la baja catadura
moral del gobierno fujimorista, pues, manipuló los resultados de unas
elecciones en las que Toledo había ganado, hasta darle la victoria a Fujimori en
uno de los conteos de voto más escandalosos que cuenta la historia política
peruana y también la historia de las estadísticas. Así es como empezó su tercer
período de gobierno en un contexto de protestas y efervescencia política que
alcanzó su pináculo cuando en el mes de septiembre se reveló en un programa
de televisión el grado de corrupción al que había llegado del gobierno de la
mano de Montesinos, el gobierno compraba candidatos, directores de diarios,
dueños de canales de televisión y, curiosamente, los gravaba en una suerte de
recibos electrónicos (videos) quiénes, cuánto y cuando habían sido sobornados
con el dinero de todos los peruanos. Este fue el comienzo del fin de dicho
gobierno. Aprovechando de una invitación a una reunión en el sud- este
asiático, el presidente Fujimori se quedé en Japón y renunció a la presidencia
de la república por fax. En ese mismo momento el Perú constataba una
sospecha que había sido siempre ocultada: Fujimori era también ciudadano
japonés.

2.3. El gobierno de transición de Paniagua. Octubre 2000 – Julio 2001

Finalmente, la “dictablanda” o “democradura” cayó no tanto por el régimen


político autoritario, sino por la corrupción a la que llegó el gobierno de Fujimori,
calificado como el más corrupto de la historia del Perú. Sin embargo, hay que
señalar que después de la crisis asiática y los efectos devastadores del
fenómeno del niño de 1998, el descontento social era creciente sobre todo
porque había una clara desigualdad en la repartición de los beneficios del
crecimiento y de la estabilidad económica, que no estaba llegando a más de la
mitad de la población que seguía bajo la línea de la pobreza. Dada la pobreza y
la desigualdad, el descubrimiento de que los recursos fiscales y de la
privatización habían sido utilizados para corromper y para provecho de un
puñado de funcionarios, hizo perder apoyo político al gobierno fujimorista y
precipitó su caída, generando momentos de gran incertidumbre política y
social.

Felizmente, el debilitado sistema político tuvo la capacidad de declarar la


vacancia de la república y nombrar un “gobierno de transición”, encabezado por
un hombre providencial: el Presidente Valentín Paniagua Corazao . A fines del
año 2000 se conformó el nuevo gobierno, con la participación de Javier Pérez
de Cuellar como Presidente del Consejo de Ministros, además lo acompañaron
como ministros y funcionarios importantes personalidades de trayectoria
democrática, de calificaciones profesionales de primera y de calidad ética, que
dieron inmediatamente al gobierno credibilidad nacional e internacional, con lo
que tuvo la legitimidad suficiente para poder juzgar al gobierno fujimorista y
llevar a los tribunales a Vladimiro Montesinos y otros funcionarios civiles y
militares, como no recuerda la historia del Perú.

Como principal tarea, el gobierno de transición se comprometió a realizar


elecciones generales al siguiente año, dando así la oportunidad a que se
rehicieran las representaciones políticas y emergiera un nuevo gobierno
democrático, después de ocho años de autocracia fujimorista.

Durante el gobierno de transición no se modificó la orientación económica


básica, tampoco hubo algún cambio drástico en la política económica. La
misión del gobierno era mas bien de orden político: el retorno a la norma
democrática.

El año 2000 terminó con un resultado positivo, mientras que el 2001 tuvo un
crecimiento casi cero, debido a la retracción de la inversión pública y a una
balanza de cuenta corriente negativa y elevada. Se podría decir que también,
desde un punto de vista económico, fue un momento de transición de una
economía que durante el período fujimorista funcionó y creció basada sobre los
factores de la liberación económica y financiera provocados por las reformas
mismas, mientras que después de la crisis asiática y sobre todo a partir del
2000 los factores de crecimiento provinieron de la dinámica de países como la
China, los Estados Unidos y los países de América del Sur, cuya demanda
supo aprovechar el Perú en la medida que durante la década anterior se había
incrementado notablemente su oferta exportadora, gracias a las nuevas
inversiones sobre todo en minería. La cautela económica del gobierno de
transición parecía sintonizar con estos cambios, pues su política económica
siguió los fundamentos convencionales bajo la estrecha supervisión de los
organismos de Washington.

3. Política de los partidos en lo que va de este siglo.

3.1. El gobierno de Alejandro Toledo 2001-2006.

Una vez convocadas las elecciones por el gobierno de transición, el principal


candidato fue Alejandro Toledo, quien había perdido en las fraudulentas
elecciones del 2000, su principal opositora inicial fue Lourdes Flores, candidata
de una alianza política de derecha que apoyaba el esquema económico del
fujimorismo, aunque recusaba su falta de transparencia y su carácter
dictatorial. Sin embargo, el retorno del ex-presidente Alan García, luego de
varios años sin poder volver al Perú, alteró el curso electoral, pues su
propuesta sintonizaba con el descontento popular y prometía cambios en la
política económica y social, frente a las propuestas de continuismo neoliberal
tanto de Toledo como de Flores. Los resultados de la elecciones fueron de gran
tensión, pues en la primera vuelta cuando parecía que Toledo y Flores eran los
favoritos, García repuntó y desplazó a Lourdes Flores al tercer lugar y pasó a la
segunda vuelta con Toledo, en la cual podría haber triunfado si su imagen
como mal gobernante y el desastre de la hiperinflación de su primer gobierno,
no lo hubieran estigmatizado. Lo cierto es que Toledo ganó de manera muy
apretada, porque un buen número de peruanos votaron en contra de Alan
García, mas bien que a favor de Toledo. Nuevamente, como en 1990 el
electorado peruano tuvo que elegir entre un malo conocido y uno bueno por
conocer, es decir el ya histórico voto negativo.

Así en julio del 2001 juramentó el gobierno de Toledo y de su partido Perú


Posible, que llegó al gobierno sin tener mayoría en el Congreso, por lo que tuvo
que negociar una alianza con el Partido Frente Independiente Moralizador.
Alejandro Toledo, economista, cholo, provinciano con una exitosa carrera
académica con grados en importantes universidades americanas, constituía el
símbolo del excluido que logra el sueño de la movilidad social de los pobres,
provincianos y mestizos (cholos) del Perú, llegó a la presidencia en su tercer
intento. Durante su campaña en contienda con Fujimori el llegó a señalar que si
el presidente Fujimori se alejara del gobierno, el construiría el segundo piso
sobre la base del modelo neoliberal vigente. Es decir, desde un inicio su opción
era neoliberal, aunque con una mayor preocupación por los pobres.

Por estas razones, la composición de su gabinete en el que destacaba Pedro


Pablo Kuczinsky y la elección de Richard Webb en la Presidencia del Banco
Central, marcaron la pauta sobre la política económica y social. Tanto
Kuzcinsky como Webb fueron los únicos peruanos que participaron en la
célebre reunión de 1989 en el Instituto de Estudios Internacionales en
Washington, que dio lugar al Consenso del mismo nombre. Eran no sólo
creyentes sino también teóricos y doctrinarios del neoliberalismo, a parte de ser
tecnócratas de reconocimiento internacional.

Obviamente, habría continuismo en la orientación económica y monetaria.


Al asumir el gobierno, Alejandro Toledo, prometió reducir la pobreza, mejorar la
educación, descentralizar el estado y mantener la disciplina fiscal. La condición
sine qua non de gobernabilidad, en aquel momento era mantener los equilibrios
macroeconómicos y recuperar el crecimiento económico para luego encarar el
problema de la pobreza, la educación, la salud y la infraestructura. La cercanía
del ministro Kuczinsky con los medios financieros y políticos de Washington y
New York permitió tranquilizar los mercados, los capitales se volvieron a
interesar en el Perú, las privatizaciones fueron relanzadas con nuevos bríos, se
definió metas fiscales en concordancia con el FMI y se comenzó a impulsar
varias políticas sociales. Por su lado, el Banco Central de Reserva adoptó el
esquema de “meta inflacionista” para la política monetaria, lo que constituyó
uno de los pilares de la estabilidad económica. El efecto de estas medidas
permitieron alcanzar tasas de inflación de un dígito durante todo el período,
todo un record en la historia económica del Perú.

El principal problema del gobierno toledista era la baja presión tributaria


heredada de la administración anterior , que alcanzaba apenas al 13% del PBI,
con la cual no era posible mejorar el gasto social ni hacer grandes inversiones
públicas. La solución a este problema fue la de atraer más capitales privados a
través de las privatizaciones y concesiones, e incrementar la deuda pública,
para lo cual se estableció un programa de endeudamiento. Con estas medidas
se comenzó a definir una política fiscal anti-cíclica que le dio más estabilidad al
período. Es verdad que los recursos fiscales se diluían entre los pagos de la
deuda externa, en el pago a los jubilados, en gastos de la administración
central, lo que dejaba poco margen tanto para el gasto social como para la
descentralización.

Precisamente, el año 2002 se relanzó la descentralización, para lo cual se


modificó la Constitución y se aprobó la ley de descentralización, según la cual
al año siguiente debería llevarse a cabo elecciones para nombrar a los nuevos
gobiernos regionales, para lo cual se adoptó temporalmente como regiones a
los viejos departamentos . Esta reforma prometida por todos los políticos y con
una larga experiencia de fracasos anteriores, se inició bajo los designios de la
improvisación y el tanteo, con dos problemas de base: por un lado la falta de
recursos humanos, administrativos e institucionales para llevarla a cabo y, por
otro, la escasez de recursos fiscales salvo en aquellas regiones con actividades
extractivas que tienen el canon como recurso adicional. Sin embargo, durante
este gobierno se incrementó la participación de los gobiernos locales en los
ingresos estatales y los gobiernos regionales comenzaron a recibir
transferencias.

La profundización del modelo neoliberal vendría por la búsqueda de tratados de


libre comercio, sobre todo con Estados Unidos, con el cual se firmó el
ATPDEA, un tratado de liberalización de partidas arancelarias para el mercado
americano, con los países productores de coca (Bolivia, Colombia y Perú)
como un incentivo para la erradicación de los cultivos de coca y de la
producción de sus derivados. Este tratado tenía como fecha de término en
diciembre del 2006. Luego, el gobierno toledista, trató de negociar un tratado
de libre comercio con los Estados Unidos, para lo cual un ministro y una
comisión especial trabajaron y negociaron intensamente con funcionarios
americanos los términos del tratado, que no sólo contenía aspectos
comerciales, sino que además incluía temas de inversión, propiedad intelectual
y patentes. Este tratado, que hasta el momento no ha sido suscrito, se
constituyó en la manzana de la discordia entre los partidos políticos, los
gremios y los sectores intelectuales y se creó cierta polarización en torno a su
aprobación. Lo que estaba detrás de este tratado era, en evaluación de Toledo
y su gabinete, la oportunidad de tener al servicio del Perú el mercado más
grande del mundo, donde los productores peruanos podrían fácilmente hacer
negocios, en otras palabras, la liberalización y globalización llevadas a la
acción. Obviamente, varios otros no pensaban de la misma manera y veían
mas bien en el tratado un juego de suma negativa para el Perú, en la medida
de su débil oferta exportadora no tradicional y debido a que se incluirían
aspectos no comerciales en los cuales el Perú llevaría una clara desventaja.

Así, el neoliberaismo entró en una fase de mayor complejidad durante el


gobierno toledista. Por un lado, se impulsó mayores niveles de apertura
comercial y financiera, se comenzó a buscar tratados y acuerdos de libre
comercio con distintos bloques de países, pero al mismo tiempo se pretendía
impulsar la descentralización estatal, que es una fuente de turbulencia política y
que genera un ambiente social agitado, dando señales contradictorias a los
inversionistas, a quienes les gusta los países estables y sin mucho conflicto
social. Por otro lado, la mayor apertura comercial combinada con el atraso
cambiario originó la reconversión o cierre de muchos negocios industriales,
pues se comenzaron a volver poco competitivos frente a productos importados,
y como resultado se fue generando un problema de desempleo y menores
ingresos en la mayor parte de regiones. Se estableció una relación directa
entre mayor apertura con mayor desigualdad.

Los resultados macroeconómicos, durante este gobierno, han sido los más
continuos, estables y prometedores, al punto que el Perú pasó a ser
considerado un país emergente, en busca de la calificación de inversión a nivel
internacional. ¿cuál o cuáles han sido los factores que llevaron a este
resultado? Se podría atribuir a tres factores básicamente: 1. El mantenimiento
de la vigas maestras de la política económica: equilibrio fiscal, política
monetaria por meta inflacionaria, y apertura externa. 2. El crecimiento mundial,
sobre todo de las economías china, americana e india, que permitió
incrementar la demanda por materias primas, sobre todo de minerales. 3. La
estabilidad del crecimiento de la inversión privada. Ninguno de estos factores
tienen que ver con una política macroeconómica pro-activa, al contrario la
política económica se ciñó a las normas del FMI, en consecuencia, la
estabilidad y el crecimiento fueron el resultado de factores mas bien exógenos
al gobierno. Quizás ésta sea una razón importante por la que el ciclo
económico se separó del ciclo político, generando un proceso de crecimiento
económico muy poco afectado por la permanente turbulencia social, aunque de
baja intensidad, que hubo durante todo el gobierno toledista. Es bueno
recordar, que en algún momento la popularidad del gobierno llegó a menos de
10% y la del congreso a un porcentaje similar, sin que ello haya llevado a
deslegitimar al gobierno y, eventualmente, a su caída, como fue el caso de los
países vecinos: Bolivia y Ecuador.

3.2. El retorno de Alan García

Pocas veces en el Perú se ha visto que se dé un cambio de gobierno


democrático bajo condiciones de expansión económica y, al mismo tiempo,
bajo una tensión social de una población que espera más de la economía, de la
democracia y de sus gobiernos. El retorno al gobierno de Alan García, 16 años
después de su inolvidable gobierno, se dio en unas elecciones llenas de
suspenso, por la volatilidad de las preferencias electorales en presencia de otro
“out-sider” el Comandante ® Ollanta Humala, que se dio maña para convertirse
en el representante de los desfavorecidos por el neoliberalismo, de los
nacionalistas y de los descontentos con el sistema democrático. En una
dramática primera vuelta Alan García desplazó, por segunda vez en cinco
años, a la candidata de la derecha conservadora Lourdes Flores al tercer lugar
y logró pasar a la segunda vuelta junto con Humala, quien tuvo la mayor
votación. En la segunda vuelta, el electorado peruano voto, una vez más, en
contra de la amenaza que representaba Humala y su movimiento nacionalista,
siendo elegido Alan García con una plataforma electoral más cercana del
neoliberalismo que del pensamiento aprista. La historia del voto “por el mal
menor” se volvió a repetir.

La imagen de populista, de promotor de hiper-inflaciones y actos imprevistos,


pesaba mucho en la memoria colectiva. Por ello, Alan García “derechizó” su
discurso y sus promesas, se acercó a los organismos internacionales y, ya en
el gobierno, firmó una carta de intención con el FMI (cuando ya no es
técnicamente necesario), prometió continuidad jurídica sobre todo para la
inversión extranjera, escogió a un economista ortodoxo para el puesto de
Ministro de Economía, le ofreció la presidencia del Banco Central a la
conservadora Unidad Nacional y conformó su gabinete con una mayoría no
aprista, con un importante contingente de neoliberales. Al parecer, quería dar
una señal clara, sobre todo hacia fuera, de que en su gobierno habría sobre
todo continuidad y, eventualmente, algunos cambios que no alterarían las
expectativas económicas.

Durante estos primeros seis meses, la política económica en lo esencial ha


continuado. Hay algunas iniciativas de políticas sectoriales como el “plan sierra”
que podrían ir en la dirección que se necesita para crear más empleo, sobre
todo en las zonas más deprimidas. La otra medida importante es la
exoneración de impuestos a la importación a los bienes de capital, lo que
constituye una clara política de apoyo a la inversión en capital físico para
mejorar la productividad y competitividad de varios sectores. García ha
apoyado decisivamente conseguir la firma del Tratado de Libre Comerció con
los Estados Unidos, le pidió al ubicuo Hernando de Soto que impulsara
personalmente el tratado en Washington, dada la fama y el predicamento que
tiene en los medios políticos y de desarrollo.

Es también destacable el énfasis de austeridad en la administración pública,


que ha impuesto Alan García, para reunir fondos para los programas de lucha
contra la pobreza, que constituye el desafío para este gobierno.

En líneas generales, hay continuidad en la política macroeconómica, algunos


cambios alentadores en las políticas sectoriales y pocas variaciones en las
políticas sociales. Por el momento, la tendencia al crecimiento ha seguido el
2006 con una alta tasa de crecimiento gracias a una coyuntura internacional
excepcionalmente favorable.

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Lectura seleccionada

El modelo de desarrollo integrador descentralizado y exportador (DIDE)


(Una vía para el desarrollo humano en el Perú)

Efraín Gonzales de Olarte

Introducción
El Perú está en una situación única y extraordinaria: tiene una economía
estable que crece, está siendo ya considerado un país emergente, las
proyecciones económicas de largo plazo son muy favorables, el crecimiento de
la población está cayendo, tiene suficientes reservas internacionales, es decir
desde el punto de vista económico todo está listo para dar un gran salto
adelante. Los problemas vienen por el lado distributivo, reflejados en el
descontento de la mayoría y en la fragmentación y tensión política. En
consecuencia, el problema consiste en conectar la extraordinaria coyuntura
económica con los problemas distributivos, a partir de una nueva concepción
de las políticas públicas que permita incluir a las mayorías en el dinamismo
económico. Una gran oportunidad y un gran desafío.

Debido a su performance productiva, el Perú ya es considerado un “país


emergente”, pero sigue siendo un “país sumergente” por su performance
distributiva. Lo que es aún más preocupante es que no parecen existir los
mecanismos endógenos de corrección a esta situación. Un panorama para el
período 2006-2011 de crecimiento económico con pobreza y desempleo es una
combinación que haría ingobernable al Perú, más aún teniendo en cuenta los
resultados de las elecciones recientes. Por estas consideraciones, el próximo
gobierno deberá tener una propuesta de políticas económicas y sociales
integradas y consistentes para comenzar a corregir las causas de esta
situación.
Los orígenes de esta problemática se encuentran en el nuevo modelo de
crecimiento económico que se ha ido organizando en los últimos 15 años, en
las políticas económicas neo liberales (macroeconómicas y sociales) y en su
falta de coordinación, en factores estructurales y tecnológicos, y en un conjunto
de nuevas reglas relacionadas con la inversión que no son iguales para todos
los sectores. Todos estos procesos han cambiado los determinantes de la
acumulación capitalista en el Perú, que en última instancia define las bases de
tan desigual distribución del ingreso.
En suma, contrariamente a lo que creen los sectores neoliberales a ultranza
hay necesidad de varias correcciones en el diseño, coordinación y balance de
las políticas, para hacer social y políticamente viable el crecimiento de largo del
Perú, pero sobre todo se requiere de una mejor forma de relación entre el
Estado-gobierno con el sector privado para lograr este objetivo. La viabilidad de
las políticas económicas depende del apoyo de los productores, empresarios y
trabajadores a una propuesta creíble, sensata y predecible.
Por ello, el propósito de este ensayo es proponer un conjunto de ideas que
ayuden a resolver estos problemas, mediante un modelo de desarrollo
integrador, descentralizado y exportador.

Hacia un crecimiento de calidad: desarrollo integrador, descentralizado y


exportador (DIDE)
Para aprovechar una ocasión tan inusual y comenzar a resolver la paradoja
peruana es necesario encarar los problemas estructurales: débil integración
económica, dualismo tecnológico, divergencia regional, sub-acumulación de
capital físico y humano. Para ello se requiere de una voluntad política y
concertación entre estado y sector privado como condición necesaria y una
forma distinta de acometer estos problemas, no sólo a través de un
reformulación de las políticas públicas sino de un enfoque de desarrollo
distinto, como condición suficiente. Esto es lo que pretendemos proponer en
esta sección.
El modelo DIDE
Sobre la base del análisis precedente, desarrollaremos una propuesta
normativa de políticas públicas y de acciones privadas que ayude a corregir el
modelo económico actual, tomando en consideración las tendencias de largo
plazo, la coyuntura económica y políticas vigentes, que en su conjunto ayuden
a corregir los problemas de estructura productiva y distributiva.
En primera instancia, el crecimiento debe ser funcional al desarrollo humano,
entendido como el proceso de expansión de los derechos y capacidades de las
personas, a través de la generación de oportunidades económicas, políticas y
sociales para todos . Todos los peruanos deberían tener derecho a los medios
que les permitan ser o aspirar a lo quisieran ser. Esta meta conduce y obliga a
plantear procesos e instrumentos de política económica, basados en
decisiones políticas claras, comprometidas y con liderazgo. Es decir, que para
llevar a cabo estas propuestas se requiere de una voluntad política explicita,
basada en un consenso sobre objetivos e instrumentos.
Las metas instrumentales a alcanzar, para facilitar el desarrollo humano de los
peruanos son las siguientes: Generar empleo decente, el cual debe
caracterizarse como empleo formal, con condiciones de trabajo adecuadas, con
una remuneración en función de su productividad. Promover una educación de
calidad, que incida en una mejora de la calidad educativa en primaria y
secundaria y que incluya la educación superior, muy ligada a ciencia y
tecnología. Se requiere de una revolución de la educación con cobertura total y
con metas de calidad mesurables anualmente. Asegurar una cobertura de
salud mínima para todos, en base a una alimentación adecuada, un sistema de
salud preventiva universal y de salud curativa mínima. Reducir el déficit de
vivienda e infraestructura sanitaria básica.
Para alcanzar estos objetivos se requiere de un crecimiento económico
sostenido y sostenible, en todas las regiones del Perú. Para tal fin, proponemos
un modelo de desarrollo integrador, descentralizado y exportador (DIDE), bajo
cuyas premisas se organizaría las principales acciones y políticas de
desarrollo.
La idea central del modelo DIDE es que la integración es el proceso de
conexión económica y social que permite la inclusión de personas y territorios
en el proceso de desarrollo. En un país extenso y geográficamente variado y
complejo, dicha integración hay que promoverla de manera descentralizada en
cada ciudad, pueblo, barrio, asentamiento humano o comunidad campesina. El
medio más efectivo para estar integrado en una sociedad moderna es participar
en los mercados de bienes o de factores, para ello se requiere alcanzar ciertos
niveles de competitividad en la oferta en función de demandas ubicadas en la
ciudad más próxima, en la ciudad más grande (Lima) o en el exterior, es decir,
es necesario exportar desde el sitio donde se produce utilizando los factores,
recursos y potencialidades del lugar. Por ello, proponemos exportar
domésticamente o internacionalmente bienes y servicios con el mayor
componente de trabajo posible y con alta productividad. La idea esencial es
que la demanda no debe ser el factor limitante pues es cuestión de irla a
buscar en las ciudades grandes, en Lima, en Nueva York, Londres o Shangai.
Pero, es cierto que no se puede exportar de inmediato, ya sea por las bajas
productividades vigentes, por escalas insuficientes o por falta de vías de
comunicación. Por ello, hay que plantear una estrategia de desarrollo
exportadora, descentralizada, en consecuencia, integradora.
Como la integración social en el Perú es débil, proponemos como primer
componente metas de integración en tres niveles. Integración física, a través de
un vasto programa e inversiones públicas y privadas para incrementar los
caminos, los aeropuertos, los puertos, para completar la interconexión
energética y la de comunicaciones. Sobre esta base, se debe promover la
integración económica, aquí entramos de lleno en las políticas económicas que
permitan incrementar el tamaño y profundidad de los mercados de bienes,
servicios y factores. El principal instrumento para promover el desarrollo de
mercados es la inversión, para ello se requiere de una política de inversiones
centrada en la inversión privada con el apoyo de la inversión pública, con
esfuerzos deliberados de complementariedad entre ambas. Obviamente, de
aquí se deriva una política de acceso al crédito, mediante una mayor
bancarización. La integración estatal significa mejorar la calidad del gasto
público por un lado, e incrementar sus niveles por otro, primero para
suministrar bienes y servicios públicos de una manera universal. La educación,
los programas de salud y alimentarios, la seguridad ciudadana constituyen los
medios de integración por vía redistributiva. Por otro lado, las políticas
sectoriales constituyen los medios de integración productiva de aquellos
sectores escogidos para ser promovidos. Sobre estas política volveremos más
adelante.

Exportar para integrarse e integrarse para exportar. El desarrollo regional


dependerá de la capacidad de exportar de las provincias y regiones. Para ello
es necesaria la integración (cadenas productivas, clusters) para exportar, y
exportar fuera de la región para integrarse con otras regiones y otros países.
Es imprescindible promover la competitividad en cadena, todos los productores
deben hacer parte de “regiones que exportan”. Es necesario exportar dentro del
país hacia otras regiones y exportar al extranjero, pero para ello se requiere
constituir progresivamente una oferta exportable cuyo mercado de destino
estará en función de las productividades y de los costos de transporte. En este
sentido, las políticas para promover la inversión, la innovación tecnológica y la
formación laboral deben conformar “regiones exportadoras”, basadas en
economías de escala, que permitan generar rendimientos crecientes para
lograr competitividad más allá de las fronteras de cada región.
Un país integrado, descentralizado y exportador es la fórmula para generar
desarrollo incluyente con empleo decente, para reducir el dualismo socio-
económico y tecnológico existente y para desarrollar mercados regionales y
locales. Sólo con un desarrollo regional convergente es que el crecimiento de
cada región, en especial de Lima-Callao, tendrá un efecto multiplicador sobre
las otras regiones. A diferencia del modelo primario-exportador, que sólo
favorece a un tercio de la población, el DIDE es una propuesta para incluir a
todos los peruanos en los frutos del crecimiento.
Pero se necesita un Estado fuerte y eficaz, para promover, liderar y repartir
mejor las oportunidades.

Un estado para promover el DIDE


Para llevar a cabo las transformaciones que requiere el DIDE es necesario
reformar el estado. Desde el punto de vista del desarrollo, el Estado debe ser
funcional a las metas de integración, descentralización y exportación. Para ello
se requiere de un estado descentralizado, con tres niveles de gobierno, que
permita la participación ciudadana, la eficiencia y calidad del gasto público, la
fiscalización de los gobiernos. Que el estado esté presente en todos los
rincones del Perú y al alcance de todos. Es necesario un estado promotor del
incremento de las productividades, de la promoción comercial dentro y fuera
del país y un constructor de infraestructura para la integración. Necesitamos un
estado que fomente la innovación tecnológica aplicada al desarrollo, no hay
futuro si nos somos capaces de innovar y crear técnicas para los productos que
tengan las mayores potencialidades de ser competitivos. Pero, obviamente, el
estado debe proveer bienes y servicios públicos mínimos, salud, educación,
agua y alcantarillado, seguridad ciudadana y seguridad nacional.
Una reforma de las funciones del estado, de las reglas de su intervención y
promoción en el desarrollo, en función de metas de largo plazo y
medios/espacios de participación de la población es el derrotero a seguir, para
crear una de las principales características del estado moderno: el ser el
principal igualador de condiciones socio-económicas.
En planos menos económicos y de desarrollo, se requiere de un estado capaz
de administrar justicia de manera eficiente, ser un defensor del consumidor, dar
seguridad a las personas, tener una organización con contrapesos en los
poderes del estado y en los tres niveles de gobierno. El DIDE requiere de un
estado eficiente, descentralizado y eficaz, si el objetivo de última instancia es el
desarrollo humano.
Matriz de políticas públicas
Es necesario un nuevo esquema de organización y de asignación de funciones
de los distintos niveles de gobierno.
En esta matriz, el gobierno central con un ámbito territorial nacional tiene a su
cargo el diseño y ejecución de las políticas macroeconómicas y de todas las
políticas públicas de orden nacional (justicia, internacional, seguridad nacional,
etc.). Además diseña y financia total o parcialmente las políticas sectoriales y
sociales, y es el coordinar general. Los gobiernos regionales tienen el ámbito
territorial que les corresponde de acuerdo a ley y son los encargados de la
ejecución de las políticas sectoriales y de inversión pública descentralizada,
diseñan sus planes de desarrollo regional y coordinan con los gobiernos locales
acciones de políticas sociales y de desarrollo. Los gobiernos locales, 194
municipalidades provinciales y 1828 municipalidades distritales tienen como
función ejecutar una parte importante de las políticas sociales y coordinar con
el gobierno central y con los gobiernos regionales su financiamiento y diseño.
De esta manera, se debe construir una estructura de políticas públicas y de
niveles de gobierno con mecanismos de coordinación institucionalizados, con
delimitación de funciones, con mucha participación de la población en los tres
niveles de gobierno. Esta es la estructura de un Estado unitario moderno
descentralizado necesario para el DIDE.
Redefinición de las políticas sectoriales
Como hemos señalado las políticas macroeconómicas han generado una
estabilidad, que antaño era difícil de alcanzar, pero por su orientación y por las
estructuras de mercado existentes en el Perú no han logrado resolver los
problemas distributivos y territoriales. No parece sensato hacer grandes
variaciones en la forma como se han llevado dichas políticas, salvo en tres
temas cruciales: la desdolarización, la corrección del atraso cambiario y el
incremento de la presión tributaria sobre el PBI. El modelo DIDE tiene la virtud
de ayudar a corregir estos problemas de manera indirecta e implícita, pues al
proponer una exportación de productos no primarios con valor agregado
vincula el tipo de cambio a la productividad, lo que puede ayudar a corregir el
tipo de cambio de paridad en el largo plazo. La descentralización debe de
incrementar la presión tributaria, sobre todo por la necesidad de formalización
de los contribuyentes y por los requerimientos financieros de los gobiernos
regionales y locales que deberán buscar en la lucha contra la informalidad, la
elusión y la evasión tributaria, la ampliación de sus recursos presupuestales.
Dentro de este contexto, las políticas sectoriales y las políticas sociales
resultan cruciales para corregir y complementar las distorsiones distributivas y
en precios relativos, que genera la política macroeconómica. Las políticas
sectoriales deben ayudar a corregir las desigualdades de oportunidades para la
inversión, el cambio tecnológico y la comercialización nacional e internacional,
generando empleo de manera simultánea. Las políticas sociales deben ser
complementarias para resolver la desigualdad distributiva y la pobreza de las
personas.
Las políticas sectoriales deben impulsar el desarrollo productivo del país de
aquellos sectores con mayor potencialidad exportadora y creadora de valor
agregado. Es necesario privilegiar cinco ejes sectoriales, a los cuales apoyar:
sector agropecuario, sector agro-industrial, promoción industrial para la
exportación, una política para el turismo y una política de apoyo a los servicios
productivos.
Es obvio que las políticas sectoriales podrían ser mas eficaces con un contexto
macroeconómico más favorable, con un tipo de cambio menos atrasado, con
tasas de interés competitivas con la banca internacional, de una política de
inversión pública favorable y sintonizada a las iniciativas de la inversión
privada, sobre todo a aquellas destinadas a incrementar la oferta exportadora,
aprovechando los beneficios alcanzados en los acuerdos comerciales
multilaterales como el CAN y bilaterales como el TLC o los acuerdos que se
logren con la Comunidad Europea y el sud-este asiático.
Las políticas sectoriales requieren de una redefinición acorde con el siglo XXI,
se deben modernizar en relación a las viejas políticas industriales. Las políticas
sectoriales modernas tienen básicamente cinco componentes: acceso al crédito
para la inversión, acceso a una oferta tecnológica adecuada, apoyo con
infraestructura para mejorar la competitividad, disponibilidad de fuerza laboral
calificada y un sistema de comercialización que permita acceso a mercados
internacionales. La idea es fomentar el crecimiento de algunos sectores fuertes,
con alta competitividad y bastante articulados (clusters, cadenas, cuencas)
capaces de generar ofertas nuevas, con capacidad de exportación o con
capacidad de competir con las importaciones.
Como señalamos, esta forma de plantear las políticas sectoriales, permite
incluir a las empresas, empresarios, trabajadores, estudiantes en la solución de
los problemas de manera conjunta y cooperativa con el estado, con derechos y
obligaciones. Esto debería cambiar la cultura pedigüeña que existe en relación
al estado.
Hacia políticas sociales integradoras y descentralizadas
Contrariamente a lo que corrientemente se cree, las políticas sociales no deben
ser el eje de la lucha contra la pobreza, sino el complemento de las políticas
macroeconómicas y sectoriales. Debe estar dirigida a quienes en el corto plazo
no tienen posibilidades de conseguir empleo, de mejorar su calificación laboral
o educativa.
Las políticas sociales se deberían basar en el enfoque de protección social
para el desarrollo humano y en la estricta concordancia y complementariedad
con las políticas macro y sectoriales. Por un lado, se debería integrar la
provisión de alimentación, servicios educativos, de salud, de seguridad social,
infraestructura básica y sistema previsional dentro de una concepción de
obligación del Estado de asegurar un “piso mínimo de subsistencia social” a
toda la población. La política social parte del convencimiento que una buena
política económica es la base de una política social inclusiva. Las políticas
económicas (macro y sectoriales) deben generar empleo decente y las políticas
sociales deben generar decencia social. Dicho de otro modo, la lucha contra la
desigualdad y la pobreza es más efectiva por la vía del crecimiento económico
con calidad, complementada por políticas redistributivas que, a través de
educación de calidad, salud para todos e infraestructura, mejoren las
oportunidades de vida de las personas.
Las metas en esta materia salen de manera natural del Acuerdo Nacional y de
las metas del milenio de Naciones Unidas, lo que cabe es diseñar los
instrumentos adecuados, buscar el financiamiento y poner a punto la
organización de los distintos componentes en los distintos niveles de gobierno
que tiene el actual Estado Peruano. La precisión de los objetivos y el
crecimiento macro debe ser tarea del gobierno central así como la asignación
presupuestal, los gobiernos regionales deben ocuparse de la provisión de
infraestructura productiva, de la salud y educación de acuerdo a las normas
vigentes, por su parte los gobiernos locales deben tener a su cargo la
administración de los programas de alimentación y de alivio a la pobreza.
Además, el gobierno central deberá administrar la seguridad social y el sistema
previsional. De esta manera, se tiene una repartición de funciones por niveles y
ámbitos territoriales, basada en los principios de subsidiariedad y de la
minimización de los costos de administración pública.
El Perú se ha comprometido reducir la pobreza de 54% a 27% de la población
para el año 2015. Para ello se debería crecer a tasas por encima del 6% al año
y dedicar no menos del 7% del PBI sólo a educación y salud. Este debería ser
el objetivo global de la política social. Para ello se requiere incrementar el
presupuesto social y lograr mayor eficacia y eficiencia en los programas
específicos, es decir, los objetivos particulares de educación, salud,
alimentación, infraestructura básica deben alcanzar a la población objetivo y
con los costos más bajos. Será necesario definir los criterios, instrumentos y
reglas para la focalización de los programas de alivio a la pobreza crítica, en
estrecha coordinación con los gobiernos locales, para su implementación y con
metas bienales precisas y evaluables. La idea es que los pobres focalizados no
deben de convertirse de ninguna manera en pobres crónicos, que es lo que
ocurre actualmente en muchos lugares del país.
Desde el punto de vista organizativo, se requiere de mayor coordinación, mayor
profesionalismo y coherencia entre los distintos sectores (salud, educación,
seguro social) y entre los distintos programas (salud materno-infantil, calidad de
la educación, alimentación, etc.). Por ello, es necesario la creación de un
Sistema de Planificación Social, que bajo la dirección del gobierno central, los
gobiernos regionales y locales trabajen de manera coordinada en función de
metas locales y regionales sobre: alimentación, educación, salud, vivienda,
seguridad social y jubilación. Esta propuesta se basa en experiencias exitosas
en Chile y en Colombia, la idea central es que cuando los recursos del estado
son limitados lo mejor es que no haya doble gasto, doble burocracia, y que la
redistribución se haga de una manera racional y participativa. Esto permitiría
poner en marcha una política socio-económica de estado de largo plazo, con
metas como las del milenio y más allá.

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