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Los paramilitares colombianos,

enemigos de la guerrilla
Los grupos paramilitares o “autodefensas” surgen en Colombia como un
mecanismo de defensa privada de la propiedad frente a las guerrillas de extrema
izquierda. Sin embargo, con el tiempo estos grupos establecen relaciones clientelares con
las élites locales, las fuerzas armadas y las redes del narcotráfico que dan pie a un uso
desmesurado de la violencia en defensa de sus intereses políticos y económicos.
Actualmente, los grupos paramilitares siguen controlando aquellos territorios en los que
el Estado colombiano no está presente y haciendo del terror un elemento del día a día en
la sociedad colombiana.

Colombia se ha caracterizado desde los años sesenta por tener uno de los
conflictos armados internos más largos de América Latina. Con más de ocho millones de
víctimas registradas entre homicidios, secuestros, torturas, delitos sexuales,
reclutamientos involuntarios y, especialmente, desplazamientos forzados, existen pocos
colombianos que no hayan percibido las secuelas de la violencia política y social que se
ha desarrollado en el país en los últimos 50 años.

La multiplicidad de actores, además de fragmentar y polarizar a la sociedad


colombiana, ha dificultado las posibilidades de establecer acuerdos para construir la paz.
Por un lado, se encuentran los grupos guerrilleros de extrema izquierda —entre los que
destacan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de
Liberación Nacional (ELN)—, que emplean la violencia como mecanismo de insurgencia
contra el Estado. Por el otro, están los grupos paramilitares —como las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC)—, que surgen en oposición a las guerrillas como una
herramienta privada de defensa que emplea la violencia para preservar el statu quo y
proteger los intereses de ciertos sectores de la población. A estos actores se suman las
fuerzas de seguridad estatales, las redes de narcotráfico y las bandas criminales.

En un principio, las matanzas se llevaban a cabo en aquellas zonas en las que se


concentraba la presencia de grupos guerrilleros, pero con el tiempo —gracias al
acercamiento que tuvieron los paramilitares con las élites locales, ciertos sectores de las
fuerzas armadas y las redes del narcotráfico— la violencia se trasladó a aquellas zonas en
las que la presencia de civiles afectaba a los intereses económicos y políticos de estos
actores. Las actuaciones de los paramilitares acabaron teniendo tantas o más víctimas
civiles que las guerrillas.

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