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Concepto.
El envejecimiento humano es un proceso gradual y adaptativo, caracterizado por
una disminución relativa de la respuesta homeostática equilibrio que le permite al
organismo mantener un funcionamiento adecuado, debida a las modificaciones
morfológicas, fisiológicas, bioquímicas y psicológicas, propiciadas por los cambios
inherentes a la edad y al desgaste acumulado ante los retos que enfrenta el
organismo a lo largo de la historia del individuo en un ambiente determinado.
Factores condicionantes.
Herencia genetica: En el ADN, de los cromosomas de los núcleos de la célula en
división, está toda la información necesaria para formar y hacer funcionar un ser
humano.
Estilo de vida personal: Es decir, la forma en que hemos aprovechado la herencia
genética; lo que hacemos por nosotros mismos dentro de las limitaciones que nos
impone nuestro medio ambiente.
Fisiología.
La evidencia de estudios clínicos y experimentales muestra que el envejecimiento
de los vasos sanguíneos y el corazón se asocia a la pérdida de células
musculares y menor distensibilidad. La fracción de eyección se mantiene
constante. El riñón muestra disminución moderada de la velocidad de filtración
glomerular, esclerosis vascular y glomerular, menor capacidad de
concentración/dilución y de hidroxilación de la vitamina D. El cerebro disminuye su
volumen, pero no por una pérdida generalizada de neuronas ni de arborización
dendrítica. Hay menor capacidad de atención, memoria de trabajo y trastornos
motores. La masa muscular disminuye y aumenta su infiltración grasa, asociado a
disminución progresiva de la fuerza. El aumento de grasa corporal, especialmente
visceral, participaría en una mayor resistencia insulínica que asociada a la
disminución de la masa de células beta facilitaría el desarrollo de diabetes. La
evidencia disponible muestra importantes cambios morfológicos y funcionales
asociados a la edad. El conocimiento de la población en edad media de la vida no
debiera generalizarse a los adultos mayores. El reconocimiento de cambios
debidos al envejecimiento normal es difícil por la gran variabilidad entre sujetos y
la alta prevalencia de comorbilidad.
Cambios biológicos.
Según un importante trabajo realizado publicado en Cell en 2013 y del que son
autores Carlos López Otín, María Blasco, Linda Partridge, Manuel Serrano y Guido
Kroemer, existen nueve indicadores moleculares del envejecimiento. Se clasifican
en tres escalones jerárquicos:
Indicadores primarios
Inestabilidad genómica
Acortamiento telomérico
Los telómeros son los extremos de los cromosomas. Están formados por ADN
muy repetitivo y no codificante (no portan
información para luego fabricar una proteína).
Tienen una función protectora del cromosoma. El
ejemplo clásico que se utiliza es que son algo
parecido a las puntas de plástico de los cordones
de los zapatos. En realidad, el acortamiento
telomérico es uno de los defectos de la inestabilidad genómica, pero dada su
importancia se ha clasificado como característica individual. La acumulación del
daño en el ADN conforme pasa el tiempo de la que hablábamos en el punto
anterior, afecta al genoma de manera bastante aleatoria. Sin embargo, algunas
regiones cromosómicas, como los telómeros, son particularmente susceptibles
sufrir estas alteraciones.
Cuando las células se dividen, los telómeros se van haciendo cada vez más
cortos. Esto se debe a que las enzimas encargadas de la replicación del ADN
(ADN polimerasas) no son capaces de copiar completamente los extremos de las
moléculas del ADN. Esa función la realiza otra enzima denominada telomerasa,
descubierta en 1984 por Carol Greider y Elizabeth Blackburn. Esta enzima ayuda
a evitar que los telómeros se achiquen con la división celular, y así se mantiene la
juventud biológica de las células. Pero la mayor parte de las células somáticas de
los mamíferos no expresan telomerasa. Esto provoca que con cada división los
telómeros se van acortando hasta que se alcanza una longitud mínima crítica. Ese
acortamiento crítico supone una señal para que las células dejen de dividirse: han
alcanzado un estado de senectud.
Alteraciones epigenéticas
Pérdida de la proteostasis
Indicadores antagonistas
Nuestro organismo responde ante esos cuatro fallos vistos en el punto anterior,
intentando corregir los daños. Pero si el mecanismo compensatorio se cronifica o
exacerba, se vuelve igualmente dañino.
Senescencia celular
Disfunción mitocondrial
Lo primero que tenemos que recordar es que las mitocondrias son unos orgánulos
celulares que se encargan, entre otras cosas, de la producción de energía.
También están implicadas en el control del
ciclo celular, la muerte celular programada,
la señalización.
Indicadores integradores
Hasta ahora casi todo de lo que hemos hablado son fenómenos que suceden
dentro de la célula. Pero la comunicación entre unas células y otras también está
muy alterada con el envejecimiento. Se ven afectadas las comunicaciones
endocrinas, neuroendocrinas y neuronales. Se produce una desregulación general
y un aumento de las reacciones inflamatorias.
Cambios psicológicos.
Durante la edad avanzada tienen
lugar cambios en la mayor parte de
funciones y procesos psicológicos. No
obstante, a modo general podemos
afirmar que estos cambios no se
producen de forma equivalente en
todas las personas, sino que se ven
influidos de forma clave por factores como la salud física, la genética o el nivel de
actividad intelectual y social. Nos focalizaremos en el análisis del desarrollo
durante la tercera edad de cuatro de los aspectos psicológicos más estudiados en
este campo: las capacidades atencionales, los distintos componentes de la
memoria, la inteligencia (tanto la fluida como la cristalizada) y la creatividad.
1. Atención
2. Memoria
3. Inteligencia.
A pesar de que se han encontrado diferencias en la inteligencia en función de la
edad, éstas son diferentes en función de si se investigan de forma transversal
(comparando dos grupos de edades diferentes en un mismo momento temporal) o
longitudinal (a lo largo del tiempo en los mismos individuos). Otro aspecto clave es
la distinción entre inteligencia fluida y cristalizada.
4. Creatividad
Aunque es posible que los ancianos establezcan menos relaciones cercanas que
las personas más jóvenes, tienden a sentirse bien con las que tienen. A pesar de
que el tamaño de la red social y la frecuencia de los contactos se reducen, la
calidad del apoyo social evidentemente no lo hace. Gran parte de la vida de los
ancianos está enriquecida por la presencia de amistades de mucho tiempo y
miembros de la familia. Aunque es posible que los ancianos vean a las personas
con menos frecuencia, las relaciones personales continúan siendo relevantes,
quizás incluso más que antes.
Las relaciones con los miembros de la familia continúan siendo importantes a una
edad muy avanzada. Entre estas relaciones se encuentran los lazos con la familia
en la que uno crece (con padres, hermanos y hermanas) y con las nuevas familias
que los hijos construyen cuando son mayores. En muchos países la familia
nuclear, una familia de dos generaciones conformada por padres y sus hijos en
crecimiento, es la unidad familiar común. Los hijos adultos y los padres por lo
general quieren ser mutuamente independientes. El lazo entre los hijos en la
adultez media y sus padres ancianos es fuerte, se nutre de los vínculos más
tempranos y continúa a lo largo del resto de sus vidas. Las relaciones entre la
mayoría de las personas en la adultez media y sus padres son cercanas y se
basan en un contacto frecuente y en la ayuda mutua.
Los padres ancianos cuyos hijos enfrentan problemas serios tienen más
probabilidad de deprimirse. Para las madres las relaciones más estresantes son
aquellas en las que una hija ha perdido contacto con la familia; para los padres,
las relaciones más estresantes son con los hijos que continuaban dependiendo
emocional y financieramente de ellos. Aunque la mayoría de los adultos ancianos
se encuentran físicamente en buenas condiciones, vigorosos e independientes,
algunos buscan la ayuda de sus hijos para tomar decisiones e incluso pueden
depender de ellos para las tareas diarias y apoyo financiero. Si los ancianos
enferman o son frágiles, sus hijos pueden enfrentarse con el manejo de la vida de
sus padres. Es probable que lo ancianos se depriman si necesitan ayuda de sus
hijos. En una sociedad en la que
ambas generaciones valoran su
independencia, la posibilidad de ser
dependiente puede resultar
desmoralizadora. Los padres no
quieren ser una carga o agotar los
recursos de sus hijos. Aunque los
padres también pueden deprimirse si temen que sus hijos no los cuidarán.
Cambios funcionales