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carl theresen y michael j. mahoney Te aulocontrol Ee de la conducta fondo de cultura economica carl thoresen y michael j. mahoney aulocontrol de la conducta “Una caracteristica distintiva del ser hurnano es la de ser ca- paz de crear influencias autorreguladoras”, afirma —de acuerdo con las modernas teorfas de la conducta— Albert Bandura en el Prélogo de esta obra de Thoresen y Mahoney. Estos, por su parte, puntualizan en el Prefacio las prétensio- nes del texto, su alcance y sus limitaciones; no se trata de una obra definitiva sino de una aportacién pionera en el campo de la psicologia del aprendizaje social. Autocontrol de la conducta conjuga con rigor metédico la practica clinica con el acervo que surge de la experiencia académica.Al explicar las técnicas del autodominio, los autores no pierden de vista ni el contexto (entorno ambiental) ni la circunstancia de la individualidad personal. En la perspectiva de un libro de esta naturaleza, se encuentran desde luego los grandes temas de la condicién hu- mana: la libertad y la manera de ponerla en practica; el deseo de darle un sentido claro a la experiencia; el enriquecimiento de la vida por medio de los recursos, intelectuales y técnicos, del conocimiento cientifico. fondo de cultura econémica Traduccién de Anpris LINARES CARL E. THORESEN MICHAEL J. MAHONEY AUTOCONTROL DE LA CONDUCTA ce a FONDO DE CULTURA ECONOMICA Primera edicion cn mgles, 1974 Primera edicion en espaiol, 1981 Titulo original: Behavioral self-control © 1974, Holt, Rinehart and Winston, Inc. Nueva York D.R. © 1981, Fonpo pe Cuntura ECoNéMIcA Ay, de la Universidad, 975; México 12, D. F. ISBN 968-16-0566-7 Impreso en México «Resulta desastroso todo lo que libera nuestro esptritu sin darnos dominio propion GorrHe Para Katherine, Fran y Al, y para todos los trabajadores de las clinicas y de la investigacién, cuyos esfuerzos en el campo del autocontrol de la conducta pueden contribuir a elevar la dignidad individual y la libertad personal. PROLOGO La teoria behaviorista* ha experimentado importantes cambios. Durante afios y afios se ha considerado al hombre fundamentalmente como un ser que respondia a influencias ambientales que conformaban y dominaban automaticamen- te sus acciones. Una mirada mas atenta demostré que el ser humano resultaba ser mAs activo y el medio menos auténomo. Influencias que segtin se creia repercutian automatica- mente sobre la conducta ejercen de hecho un impacto limitado, a menos que se encuentren conscientemente me- diatizadas. La forma en que se transforman, reducen y elaboran cognoscitivamente las circunstancias ambientales, determina lo que se aprende y hasta qué punto sera retenido. En los analisis causales, el ambiente asume un status auténomo sélo cuando se presenta uno de los lados de un proceso bilateral. E] ambiente no es un operador que repercuta inevitablemente sobre los individuos; mAs bien, y mientras no sea concretado por medio de acciones adecua- das, se trata tinicamente de una potencialidad. Si no las alcanzan, los fuegos no queman a las personas. Las recom- pensas y los castigos permanecen a la expectativa mientras no se produzcan las actuaciones que los desencadenan. Mediante su conducta, la gente puede desempefiar un papel activo en la creacién de las contingencias de refuerzo que les afectan. Asi, la conducta crea en parte al medio y el medio influye sobre la conducta de manera reciproca. Tan importante es evaluar la forma en que las condiciones modifican las acciones del ser humano como analizar la manera en que él mismo conforma las condiciones ambien- tales. Una caracteristica distintiva del ser humano es la de ser capaz de crear influencias autorreguladoras. Al funcio- * También conocida como teoria conductista o teoria de la conducta. (N. del T.) 9 10 PROLOGO nar como agente al mismo tiempo que como objeto de la influencia, el ser humano goza de cierto poder de auto- direccién, No hay nada que ejemplifique mds claramente el funcio- namiento de los procesos reciprocos que el fendmeno del autocontrol. En esta obra, Thoresen y Mahoney presentan incisivos andlisis de procesos autorreguladores junto con testimonios relativos a los principales temas. Identifican las funciones componentes y bosquejan medios potencial- mente eficaces para crear la capacidad de autodireccién. Aun cuando queda todavia mucho por hacer, su aportacién constituye un significativo inicio en una tarea que induda- blemente contribuira a ayudar al ser humano en su biisque- da del autodominio. ALBERT BANDURA PREFACIO La libertad humana y la dignidad individual estan en gran medida en funcién del poder, de la capacidad para influir y del don de cambiar. Por supuesto, muchas cosas no esta en nuestras manos controlar, pero son muchas menos de lo que suelen creer tanto los legos como los profesionales en la materia. Hace casi dos mil afios, Epicteto, el filésofo estoico, observé que las acciones humanas, los pensamien- tos, las emociones, las opiniones y las aversiones podian ser controladas por la persona, pero siempre que creyese en dicha posibilidad. Consideramos que el poder de controlar las propias acciones queda en el campo de lo posible. Si admitimos de entrada esa posibilidad podremos aprender la capacidad de autocontrol. A pesar de la sabiduria de Epicteto y de otros, hemos permanecido esencialmente ignorantes de cémo gobernar nuestros propios actos. Las admoniciones en el sentido de «conécete a ti mismo», de ejercer la fuerza de voluntad o de pensar en términos positivos no han resultado suficientes. Hemos carecido y, muchas veces, incluso hemos negado la perspectiva sintetizadora del «dentro y fuera», punto de vista que considera al autocontrol como una funcién tanto de lo que ocurre en el interior de la propia persona como de las cosas y hechos externos a ella. Esta deficiencia ha limitado a su vez el desarrollo de una tecnologia para la ensefianza y el aprendizaje del autocontrol. Las técnicas de aprendizaje del autocontrol existen desde hace bastante tiempo. El Bhagavad-Giia, por ejemplo, es en cierta medida un manual de técnicas de autocontrol con mas de dos mil afios de antigiiedad. Pero como esta obra formaba parte de un sistema religioso y filoséfico, no resulté atractiva y ni siquiera disponible para otros. No obstante, hoy en dia, debido a diversos avances tales como la perspectiva de aprendizaje social, que incorpora lo «cog- noscitivo» con lo «behaviorista», y los experimentos de 11 12 PREFACIO «bio-reinformacién» (biofeedback) fisiologico, ha comenzado a hacer su aparicion una tecnologia cientifica del autocontrol Como psicdlogos del aprendizaje social preocupados por combinar la investigaci6n académica con una practica clin ectiva, ofrecemos en este texto un marco behavio- rista tentativo para el tema del autocontrol. Reconocemos que debido a limitaciones de espacio nos hemos visto obligados a omitir numerosos métodos pertinentes al tema del autocontrol. Existen muchas técnicas (por ejemplo, autohipnosis, entrenamiento autogénico, meditacién, con- trol natural de la natalidad) que merecen atencion, pero su estudio puede encontrarse en otras fuentes. Cabe, no obs- tante, conceptualizar estas técnicas dentro del marco beha- viorista. E] que se haga o no es, por el momento, cuestién de preferencias personales, ya que los resultados de los métodos de autocontrol pueden atribuirse muchas veces a un considerable numero de distintas bases teéricas. Hemos observado con placer que tanto dentro de la psicologia behavorista como de diversas escuelas «psicodi- namicas» de pensamiento se han reducido las controversias y polémicas derivadas de estrechas ortodoxias tedricas que han considerado el autocontrol o bien estrictamente como un ejercicio de la fuerza de voluntad o bien como una consecuencia disfrazada de fuerzas externas. La clave del autocontrol radica en comprender cémo funcionan juntos los hechos internos y externos. Por ejemplo, un destacado psicoanalista ha observado recientemente que el autocon- trol y la libertad personal sdlo pueden alcanzarse «inten- tandolo mas esforzadamente» e «intenténdolo de otro mo- do»; es decir, cambiando lo que pensamos y cambiando el medio externo, Al organizar el texto de este libro adoptamos diversas decisiones. Tras un capitulo introductorio, que incluye una breve resefia sobre los métodos de «control del estimulo», y un capitulo sobre técnicas metodoldgicas y problemas rela- tivos a la investigacién del autocontrol ofrecemos capitulos sobre la autoobservacién, el autorrefuerzo, el autocastigo y los métodos encubiertos (internos) de autocontrol. En esta presentacién se dan traslapes inevitables. Por ejemplo, la AUTOCONTROL DE LA CONDUCTA 13 capacidad de autoobservacién forma en cierta medida parte de la mayoria de los esfuerzos de autocontrol analizados en otros capitulos. No obstante, la autoobservacién es un método para recopilar informacién y, como técnica de autocontrol, merece una cuidadosa atencién que hasta ahora no se le habia prestado. El capitulo VI, sobre los métodos ocultos o encubiertos, constituye una amalgama de los numerosos métodos que merecen mayor consideracién de la que puede prestarles un solo capitulo. Las futuras obras exigirdn ciertamente una cobertura mayor de este campo. El capitulo VII ofrece breves restimenes de los capitulos anteriores y enfrenta al lector con algunas impli- caciones de los esfuerzos de autocontrol, tales como el humanismo behaviorista, asi como con la necesidad de ensefiar la capacidad de autocontrol en la escuela y en escala comunitaria. Al escribir este texto hemos contraido una deuda con un buen ntimero de influencias ambientales: miembros de nues- tras familias, colegas, estudiantes, pacientes y entornos fisicos. Expresamos nuestro agradecimiento por el apoyo ambiental prestado por el Centro Stanford para la Investi- gacién y el Desarrollo de la Ensefianza. Ha demostrado ser extremadamente valiosa la aportacién intelectual de Albert Bandura, quien ha constituido para nosotros un influyente modelo. David Rosenhan aporté una critica constructiva a nuestros apuntes que nos permitié presentar nuestras ideas de manera mas clara, concisa y correcta. Leslie Walcott demostr6 un talento excepcional para captar nuestras va- gas ideas y crear ilustraciones. Por su paciente y esmerada ayuda editorial, Kathy Nevils merece también nuestro agradecimiento. Ann Gladstone y Sharon Washington nos prestaron valiosa ayuda mecanografiando los inacabables borradores del manuscrito. Contamos también con la cola- boracién de la «realidad de las experiencias de los pacien- tes». Nuestros esfuerzos por ayudar a los pacientes a cam- biar sus acciones mediante técnicas de autocontrol conti- nian ensefidndonos mucho, ayudandonos a conocer lo que desconocemos. Katherine Thoresen y Fran Mahoney han contribuido considerablemente a nuestros esfuerzos por controlar nues- 14 PREFACIO tra propia conducta en relacién con la lectura, la escritura y la reflexién. En un esfuerzo por practicar lo que predica- mos, descubrimos que nuestras propias acciones de autocon- trol resultaban sumamente influyentes. Nos sirvieron de ayuda diversos procedimientos: la observacién del numero de minutos que dedicAbamos a escribir y el colocar estos datos en la puerta de nuestro despacho provocé los estimu- los de otras personas (jasi como sus incitaciones a ponernos al trabajo!). El disponer determinados acontecimientos con caracter de autorrecompensa (como, por ejemplo, una cena en algiin restaurante de San Francisco), dependiendo de que completaramos 0 no un determinado numero de pagi- nas, y el empleo de autocastigos nos sirvié para cumplir con el programa trazado. De todos estos esfuerzos —los antes mencionados tuvie- ron un caracter fundamentalmente instrumental— se deri- vé un ejemplo concreto de cémo el autocontrol (tanto el logrado como el fallido) constituye realmente un empefio ambiental. Reconocemos y agradecemos la existencia de tantos diversos entornos. Stanford, California, C.E.T. University Park, Pa. MJ.M. I._ EL AUTOCONTROL: UNA INTRODUCCION La historia del ser humano es una historia del control. Habiendo estado en sus inicios casi totalmente a merced de su medio externo, el hombre ha ido desarrollando gradual- mente un elevado grado de control sobre éste. Hoy dia tiene poder para modificar una vasta gama de importantes hechos ambientales, desde regar tierras labrantias Aridas hasta refrigerar su casa durante el verano. No obstante, en esta busqueda de supervivencia, un tnico campo ha seguido representando un persistente desafio a las capacidades del ser humano: el campo del autocontrol. A lo largo del tiempo, los hombres han intentado modificarse y controlar- se a si mismos, mientras iban cambiando y controlando el ambiente que les rodeaba. Durante siglos se ha intentado la modificacién de los habitos y costumbres: el automejora- miento y otros empefios parecidos. Séneca, Pitagoras, Loc- ke, Goethe, Carlyle, Milton y Shakespeare, entre muchos otros, han alabado la virtud del autocontrol. Los escritos de cardcter religioso, tanto orientales como occidentales, es- tan repletos de exhortaciones a la contencién y a la au- torrealizacién personal. No obstante, sdlo hace poco tiempo que el fendmeno etiquetado como «autocontrol» ha sido objeto de un analisis cientifico y de una aplicacién controlada. Asi como las primitivas ciencias fisicas efectuaron notables avances tras sustituir las explicaciones misticas por otras mds empiricas, asi el campo del autocontrol se ha beneficiado enormemen- te de los recientes intentos de «deshomunculizarlo» y, por tanto, de facilitar un andlisis cientifico. La perspectiva mistica del «hombrecillo interior» o «gusanillo de la con- ciencia» se esta viendo reemplazada por otra que considera el autocontrol como un comportamiento influido por el ambiente. Se ha producido un gran auge de interés de los 15 16 AUTOCONTROL DE LA CONDUCTA investigadores por el campo del autocontrol, por identificar los procesos de que se compone y por encontrar medios eficaces de ensenfar a autocontrolarse. Lo que nosotros pretendemos es revisar y analizar algunas de las pruebas y teorias existentes acerca del autocontrol. No obstante, antes de iniciar nuestra revisién prestaremos algo mas de atencién a la importancia y evolucién de las pautas de autocontrol. Importancia del autocontrol {Existen razones éticas 0 pragmaticas por las que sea aconsejable el autocontrol? Hay, de hecho, varias posibles razones que justifican la elevada consideracién que se concede a la capacidad de una persona para controlar sus propias acciones. En primer lugar, existen muy pocas dudas de que muchas pautas de autocontrol poseen, de una mane- ra u otra, un valor para la supervivencia. La capacidad de una persona para controlar el peso de su propio cuerpo, por ejemplo, ha demostrado ejercer una considerable influencia sobre la salud y la longevidad (Stuart & Davis, 1972). Una segunda razén de la alta estima en que se tiene al autocon- trol radica en su relacién con los procesos de socializacion. Muchos autores contempordneos han analizado el papel mediador de la autorregulacién en la influencia de los habitos y costumbres sociales (Bandura & Walters, 1963; Aronfreed, 1968, Kanfer, 1971). Uno de los grandes objetivos de la formacién humana en numerosas culturas es el de permitir a las personas gobernar, mantener y coordinar sus acciones sin necesidad de una vigilancia continua. La capacidad de controlar las propias acciones de uno en ausencia de restricciones externas de cardcter inmediato, de aplazar o renunciar a gratificaciones, de soportar un dolor evitable, de regirse a uno mismo, suele considerarse como una de las caracteristicas que definen a una persona inteligente. Muchas veces se considera el autocontrol como el rasgo definitivo de la socializaci6n. Se trata de una pauta de conducta dificilmente observable en los infrahumanos, y algunas veces rara incluso en los humanos. Ademas de sus valores sociales y para la supervivencia, EL AUTOCONTROL: UNA INTRODUCCION aly el comportamiento de autocontrol parece estar marcado por una motivacién propia y exclusivamente suya. Se ha dado por sentado que el autocontrol descrito en términos de libertad personal, posibilidad de eleccién y autodetermina- cién constituye algo «intrinsecamente» remunerador. Libertad, eleccién y autodeterminacién Determinados hechos parecen sugerir que el control percibido de una persona sobre su ambiente puede impulsar- la a actuar (Lefcourt, 1966; Rotter, Chance & Phares, 1972). Como la persona constituye en si misma una parte impor- tante de su propio ambiente, la capacidad de autocontrolar- se puede tener un cierto valor remunerador. De los escritos sobre el tema se pueden extrapolar razonamientos pareci- dos que demuestran que la conducta de caracter explorato- rio, la resolucién de problemas y la capacidad de manipular los estimulos procedentes del ambiente pueden impulsar a la accién. Por desgracia, la cuestién de si la autorregula- cién es mas gratificante que la regulacién externa ha sido objeto mas de especulaciones que de investigacién. Recien- temente, por ejemplo, Mahoney, Bandura, Dirks & Wright (1973) han completado un estudio durante el cual se permi- tid a diversos simios elegir entre el autocontrol y un control externo de sus refuerzos (pellas de plAtano). Los datos obtenidos de este experimento demostraron que se puede probar la existencia de una marcada preferencia por el autocontrol incluso en algunos animales. Recientes investigaciones en el campo de la eleccién han probado que determinados aspectos de la autorregula- cién y la eleccién pueden poseer propiedades reforzantes. En una serie de estudios (Lovitt, 1969; Lovitt & Curtiss, 1969) se encontré que los nifios mostraban niveles superio- res de conducta escolar (estudio, resolucién de problemas) cuando se les permitia elegir entre sus propios refuerzos y las contingencias para alcanzarlos. Estos estudios mostra- ron que las tasas de respuesta individual eran mayores incluso cuando las condiciones de refuerzo autoimpuestas eran idénticas a las impuestas con anterioridad o posterio- 18 AUTOCONTROL DE LA CONDUCTA ridad por un profesor. Esto sugiere, por supuesto, que la capacidad de elegir las propias condiciones gratificantes ejerce una notable influencia sobre el rendimiento. Una investigacién que corrobora las propiedades motivaciona- les de la posibilidad de eleccién ha sido Ilevada a cabo por Brigham y sus colaboradores (Brigham & Bushell, 1972; Brigham & Sherman), quienes han descubierto que los nifios se esfuerzan por alcanzar un control sobre sus pro- pias gratificaciones. En un experimento (Brigham & Bus- hell, 1972), los nifios pudieron trabajar en una de dos tareas distintas a cambio de caramelos. Para una de ellas, el autor del experimento eligié el tipo de recompensa (es decir, el caramelo), mientras que para la otra se dejé que fuese el propio nifio quien lo eligiera. Los datos individuales demos- traron que la posibilidad de eleccién resulté ser un refuerzo importante. Un curioso experimento con animales llevado a cabo por Catania (1972) parece apoyar asimismo la idea de que la posibilidad de eleccién posee propiedades motiva- cionales. En dicho experimento, unas palomas prefirieron una situacién en la cual podian alcanzar un refuerzo a través de una u otra de dos claves distintas, a otra en la que contaban con una sola. Los programas de refuerzo eran idénticos en ambas situaciones. De este modo, la posibilidad de eleccién representaba la variable motivacional. Otros investigadores (Voss & Homzie, 1970) han puesto de mani- fiesto que las ratas prefieren la opcién con posibilidad de eleccién a la opcién sin ella. Las especulaciones acerca del valor gratificador intrin- seco de la libertad personal resultan mas dificiles de eva- luar. El término «libertad» se emplea al menos en dos sentidos distintos. Desde un punto de vista filoséfico, la libertad puede implicar «libre eleccién», es decir, la capaci- dad de anular o de iniciar pautas causales de conducta. Aunque todavia siguen produciéndose debates acerca de la polémica libre albedrio-determinismo, la mayoria de los cientificos contemporaneos han adoptado una postura de- terminista. Por otra parte, el ptiblico lego en la materia y algunos filésofos continian apoyando la doctrina del libre albedrio. Sin embargo, el punto mas importante no es si existe o no el libre albedrio. Desde un punto de vista EL AUTOCONTROL: UNA INTRODUCCION 19 psicolégico, el hecho mas significativo es que la mayoria de la gente acttia como si existiese. La persona normal cree poseer libre albedrio. Este hecho probablemente tiene ma- yor importancia que el problema filoséfico en si mismo (Kanfer & Karoly, 1972a). Tal como se indicé con anterio- ridad, existen algunas bases para afirmar que esta creencia puede tener un efecto significativo sobre los esfuerzos de un individuo por cambiarse a si mismo y al ambiente en que vive. Un enfoque determinista al problema del comportamien- to no implica, por supuesto, que el individuo sélo pueda responder pasivamente a las fuerzas del ambiente. Se limita a afirmar mas bien que las respuestas de un individuo, incluso las encaminadas a cambiarse a si mismo, se ven influenciadas por otros acontecimientos tales como unas metas u objetivos personales adquiridos socialmente o las circunstancias ambientales dominantes. Estas influencias se ven determinadas a su vez por otros factores, tales como las experiencias anteriores de aprendizaje. Las influencias ambientales a las que responde una persona frecuentemen- te estan bajo su propio control, por lo que puede adoptar un papel activo en la determinacién de sus propias acciones. En la seccidn siguiente se analizara con mayor profundidad la relacién de interdependencia que existe entre la persona y el medio que la rodea. El segundo significado del término «libertad» tiene que ver con el numero de alternativas existentes. ;Dispone la persona de diversas opciones de respuesta entre las que elegir? En este sentido, el concepto de libertad se sobrepone a nuestro anterior andalisis de la posibilidad de eleccién: un individuo es libre en la medida en que puede elegir entre diversas alternativas de conducta. Comparada con la varie- dad filosé6fica, esta «libertad de conducta» se centra en la diversidad de opciones ambientales y en la amplitud de los repertorios de respuesta individual. Es interesante sefialar que, en marcada contradiccién con los razonamientos que muestran a las terapias de orientacién behaviorista como medios de «canalizar» la complejidad del ser humano por unas cuantas categorias simples y diferenciadas, estas tera- pias suelen poner de relieve la expansién de la libertad de conducta (Thoresen & Hosford, 1973). Incrementando el 20 AUTOCONTROL DE LA CONDUCTA niimero de respuestas de que dispone el individuo, éste se ve «liberado» de las anteriores limitaciones impuestas por factores tales como las lagunas de aprendizaje y los temores y angustias que le han conducido a adoptar respuestas pasivas o de rechazo. De hecho, la disponibilidad de toda una diversidad de conductas desempefia un papel importan- te en el desarrollo evolutivo, e incluso en la supervivencia (Skinner, 1969). Puede decirse, a modo de resumen, que existen algunos testimonios preliminares que parecen indicar que el auto- control puede tener propiedades motivacionales o de refuer- zo. La capacidad de elegir entre diversas opciones de respuesta, condiciones de refuerzo o tipos de recompensa o gratificacién puede resultar ya de por si reforzante. La especulacién y la extrapolacién desde otros campos de investigacién han apuntado asimismo la importancia del control sobre el ambiente y el valor de contar con toda una diversidad de respuestas. Desgraciadamente, la pobreza de la investigacién en estos campos impide llegar de momento a conclusiones definitivas. Nuestro andlisis de la libertad personal ha incidido en otro importante aspecto del auto- control, concretamente en el de su papel en la actual controversia entre psicdlogos behavioristas y psicdlogos humanistas. El humanismo behaviorista y el autocontrol Un tema que en los tltimos veinte afios ha causado grandes controversias es el de la relacién entre los enfoques «behavioristas» y los enfoques «humanistas» a los temas de la psicologia y la educacién. El primero se ha solido caracterizar como rigidamente empirico y preocupado por las conductas facilmente observables. Se puede describir el segundo como vagamente empirico y mds preocupado por los fenédmenos cognoscitivos, emocionales y otros parecidos, esencialmente encubiertos o privados. Durante muchos afios, la polémica se ha centrado en cual de estos dos enfoques o métodos es el «mejor»; es decir, mas productivo, coherente o eficaz. Los behavioristas han criticado a los psicédlogos humanistas acusandoles de adoptar un enfoque EL AUTOCONTROL: UNA INTRODUCCION 21 «blando». Los segundos han formulado frecuentes refutacio- nes centradas en la miopia de un punto de vista que ignora o desdefia el papel de los acontecimientos de cardcter privado en la conducta humana. La persistencia de esta controversia se ve demostrada por el siguiente parrafo de una obra de Floyd W. Matson (1971): Esta claro que las diferencias entre nosotros deben ser muy profundas y no puramente técnicas, estratégicas 0 metodologi- cas, sino también filosdficas y, quiz4, morales. Por mi parte, creo que Skinner y sus amables amigos ponen al descubierto su propia filosofia de manera tan abierta y franca que uno necesi- ta sdlo exclamar: «jMira! {Ves aquello? jEstén mostrandose desnudos (el gran condicionador no lleva ropas)!». Por otro lado, los seguidores de Skinner se ven a si mismos no sélo confortablemente vestidos, sino incluso suntuosamente atavia- dos; arropados por el abrigo de la ciencia, armados con los instrumentos de la «tecnologia de la conducta», recorren los verdes prados de Walden Dos y deslumbran a sus adversarios, que hablan una jerigonza compuesta de vocablos incomprensi- bles, tales como «libertad», «persona», «eleccién», «responsabi- lidad», «mente», etcétera. (Pag. 2.) El tema sigue siendo muy controvertido. No obstante, recientes avances en los campos del autocontrol y del behaviorismo cognoscitivo se han centrado en los temas mas importantes del debate entre behaviorismo y humanis- mo. En los escritos sobre el tema han empezado a aparecer indagaciones empiricas controladas acerca de importantes hechos o acontecimientos privados (los pensamientos, las im4genes, los sentimientos). Aunque incapaces de eliminar la posibilidad de ulteriores debates, estos estudios apuntan hacia un «humanismo behaviorista», es decir, hacia un enfoque cientifico del tema de la conducta humana que no desconozca ni menosprecie los fendmenos cognoscitivos (Thoresen, 1978a). Dicho enfoque es especialmente préximo al campo del autocontrol. Para explorar los procesos y parametros de los fendmenos del autocontrol resulta indis- pensable adoptar un punto de vista empirico. No obstante, tal punto de vista debe permitir el estudio de todas las conductas pertinentes, tanto manifiestas como ocultas, que ejerzan una influencia sobre el autocontrol. Esto significa que un estudio cientifico del autocontrol puede necesitar

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