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JULIO MEINVIELLE CONCEPCION CATOLICA DE LA ECONOMIA OBRAS DEL AUTOR: Concepciin Catélica de la Politica EI Juaio . @ BUENOS AIRES CURSOS DE CULTURA CaTOLICA 1936 005836 8 aa Hes ii A JACQUES MARITAIN en su edtedra de los Cursos de Cultura Catética = oe ro PROLOGO BUSCAD PRIMERO EL REINO DE Dios Y sv JUSTICIA, Y TODO LO DEMAS SE OS DARA POR ANADIDURA, ha dicho Jesucristo. Estas palabras no son una maxima piado- sa. Son una ley de la realidad, El mundo moderno, que ha querido bus- car ante todo lo econdmico, no sélo no consi- guid esto, sino que perdié por aiiadidura el reino de Dios, Este libro pretende dejar constancia de este hecho. Sobre todo, quiere hacer ver que et Evangelio y la Doctrina de la Iglesia, —expresada tan maravillosamente por San. to Tomds de Aquino—, contiene los princi- vios esenciales de la vida humana, que nin- guna economia puede olvidar, La economia no tiene un fin en si, como si fuese un dios. La economia esté en fun- cién del hombre. Debe servir al hombre Y no a un hombre forjado en el cerebro de un Filésofo, sino al servicio del hombre real, como eriatura creada por Dios con todas las virtualidades jerdrquicas gue en st encierra, Si se olvida esta verdad de sentido comin, 9 - se expone uno a forjar creaciones verdade. ramente maravilloss pero nefastas, Es lo que aeaece con lox regimenes econs- ‘mieos modernos y con las teorias de los ec- nomistas, que parecen construceiones suma- ‘mente grandiosas. Pero, éde qué vaten si en lugar de servir, sacrifican a la colectividad humana? Da pena contemplar el derroche de com- plicada técnica de muchos economistas en elueubraciones admirables que eaen en el va- cto por no tener presente esta verdad elemen- tal de que una economia vale en la medida en que es benéfiea al hombre. Por tal razén este libro no es ni puede ser un libro de téc- nica. Es simplemente una reflerién de sen- tido comin sobre las realidades de ta vida ‘econémica, Cuando ta vida econémica ests ordenada en un sentido humano, la téeniea puede des- empemiar una benéfiea funcién, haciendo més ajustable los distintos érganos de la activi- dad econdmica con un rendimiento més hu- Pero si falta este ordenamiento humano, toda técnica resultaré estéril, cuando no ma leéfica. No es que se desprecie la técnica, La tée- nica tiene una misién atil, pero secundaria. La téoniea ¢s de suyo miope. Debe estar ilu- 10 3 ‘minada por los sentidos euperiores, Bs muy posible, p. ej., que, en et “conjunto x de fe- némenos econémicos”, un técnico que com- para el movimiento financiero descubra un progreso en las actividades que pueda tra- ducirse en una ascencién de eurvas matemd- ticas; pero, ése sigue de allé que la vida eco- némica real ha progresado, aportando me- joras reales de rigueza y bienestar a todos los que han actuado en el “conjunto x de fe- némenos econdmicos”? ¢No es posible que ese progreso de curvas gefiale un aumento real en el conjunto total, pero como hay des- igualdad en ta distribuciém, ese progreso se haya hecho en beneficio de unos pocos y a expensts del cuerpo social? 2¥ alli donde la técnica haya de comprobar un progreso de curvas, la verdad del bienestar humano se fala un descenso? ¢Acaso no es cosa mani- fiesta que munea ha habido en la humanidad ‘un movimiento financiero, bursdtil sobre to- do, tan enorme como hoy, y que sin embargo, el bienestar humano no es mejor con res ecto a otros tiempos? Demuestra esto que la téeniea de suyo ‘miope debe estar iluminada por vistas supe- ‘riores de la inteligencia. De ta inteligencia, digo, que ve la razén y esencia de las cosas, 4 que se lama SENTIDO COMEN cuando proce- de bien por elinstinto propio de aleanzar la 1" verdad, y que se lama FILOSOFIA ARISTOTE- Lico-ToMIsta cuando puede justificar refle- xivamente que procede bien. De aqui que este libro sea, en verdad, una filosofia catdlica de la Economia. Pero al decir filosofia, no se imagine nadie que os una ereacién antojadiza del cerebro. La ver- dadera filosofia no es més que la penetra- cién refleziva en los seres, tratando de de- terminar sus leyes esenciales. El filésofo auténtico no crea ni inventa, sino que lee. Por ‘esto, el presente libro quiere poner de relieve el ordenamiento esencial de toda eco- nomia que esté en verdad al: servicio del hombre: simplemente, de la economia. Por- que una economia que no sirva al hombre es un contrasentido, Seria wna economia anti- econémica, Que sirva al hombre total con las virtua- lidades jerdrquicas que en si encierra. El hombre no es un puro estémago. Ademés de estdmago, ol hombre es racional; ademés de hombre, tiene, por la misericordia de Dios, un destino divino. La Econom{a debe pro- curar al hombre social los bienes de su cuer- po, para que el hombre alcance ese destino divino. Sélo respetando esta ley esencial del hom- bre, la procuracién de los bienes materiales seré en verdad una Economia. RB CAPITULO I LA ECONOMIA Y LA ECONOMIA MODERNA El mundo vive hoy bajo el signo de la in- quietud econémica, porque se ha perdido el sentido de la economfa, Se conocen una in- finidad de fenémenos econémicos, llamados produccién, tierra, capital, trabajo, finanzas, consumd; se registran pretendidas leyes eco- némicas; se construyen teorias y se crean escielas econémicas; pero no se posee el sen- tido de 1a economfa, porque se ha perdido el de la vida humana, El mundo moderno —!lamo mundo moder- no al engendrado por la accién antitradicional de la Reforma Protestante, perpetuado en el liberalismo del siglo XIX y dispuesto ahora a sepultarse en la anarqufa bolchevista—, el ‘mundo moderno, digo, no sabe ni puede sa- ber qué es la vida, porque se ha privado del acto propio de la inteligencia, que es “juz- gar”. En el “juicio", la inteligencia conoce el B valor real (ontot6gieo) de las cosas. Es un acto esencialmente teleolégico. Frente a un set, no tanto quiere conocer su funcionamien- to, su mecanismo, su realidad fenoménica, como su esencia determinada por su finali- dad: “Para qué es tal ser?”, y conocida su finalidad, ajustar a ella su funcionamiento. Por esto nuestra preocupacién constante en el presente libro ser formular un juicio de valor sobre la realidad econémica. Ha- bremos de penetrar en las entraiias mismas de ‘los fenémenos econémicos modernos, pa- ra descubrir su conformacién esencial y ver si hay en ellos una perversién ingénita, y en este caso, proponer las condiciones del me- dicamento eficaz. Como los fendmenos eco- némicos que nos rodean son esencialmente capitalistas, nada mis justo que precisar la naturaleza de la Economia capitalista, Materia y forma de la economia En toda construceién econémica conereta p. ej. Ia Economia capitalista liberal, pode- mos distinguir dos elementos distintos, uni- dos substancialmente en un tinieo ser; usan- do el Ienguaje aristotélico-tomista, llama- vemos materia al elemento pasivo e informe 1“ que recibe como un alma y conformacién del otro elemento que denominaremos forma. De a unién substancial de esta materia y de es- ta forma se engendra una construccién eco némiea conereta, del mismo modo que todo ser material, el agua por ejemplo, resulta de una determinada cantidad de materia in- formada por el principio determinante y es- peeifico, que es la forma. La materia es un elemento comin que puede estar informada por formas distintas, dando lugar entonees a.seres o esencias distintas. Cuando, por ejemplo, bebemos agua, y ésta se convierte en nuestra carne, la forma de agua desapa- rece y da lugar a la de carne; pero la ma- teria qued4 la misma, y sustenta ahora la forma de carne como antes sustentaba la de agua. Quiere decir esto que puede haber dos seres sucesivamente distintos que tengan una misma materia, Apliquemos esta doctrina a la economia capitalista liberal. En ella, la maquina, el crédito, el intereambio mundial de produe- tos, p. ej., es como la materia del edificio econémico, y la conformacién que se da a estos elementos es como la forma, Si a estos elementos se les imprimiese una conforma- cién distinta, si se los determinase con otra forma, podria surgir también una economia distinta. Por esto, lo interesante para el co- 15 nocimiento de una construceién econémica es la determinacién de aquel principio for- ‘mal que constituye como su alma, ‘No. obstante, los elementos materiales ofrecen también interés, por cuanto una for- ma determinada no puede informar una materia si no se halla ésta en ciertas dispo- siciones propicias: asi por ejemplo, el ali- mento que comemos no se asimila en nues- tra substaneia sino después de un proceso de transformacién, realizado por la accion de los jugos gastro-intestinales, que dispo- nen la materia para la recepeién de una de- terminada forma. ¥ la forma, por su parte, como se une substaneialmente a la materia, imprime en ella un sello caracteristico. Esta distineién aristotélica-tomista de ma- teria y forma aplicada a la Economia es fundamental si se quiere precisar el aleance de las critieas que se formularén contra el capitalismo. Estas erftieas no aleanzarén a los e‘ementos materiales (p. ej. a Ia mé- ‘quina, al intereambio comercial mundial, al capital), sino a la conformacién que ha im- reso el capitalismo a estos elementos mate- riales, al uso Gue ha hecho de la méquina, del capital, Precisemos, pues, la esencia de la Eco- nomia Capitalista determinando su materia y forma, 16 Elementos formates det capitatismo: La forma nos la manifestard el estado del hombre en el momento en que éste imprime, como oficialmente, el impulso a In Economia capitalista liberal. Acacee esto hacia fines del siglo XVII, cuando, agonizando el mun- do antiguo, emprende,una carrera vietoriosa la ciencia fisico-matemitieas con sus aplica- ciones técnicas, la democracia liberal con el aplastamiento de la aristocracia y Ia exalta- cién burguesa, y la economia politiea con las teorias de los fisiéeratas y de la escuela li- eral. Se dan simulténeamente entonces he- chos tan “escollantes como Ia Independencia Americana y Ia Revolucién Francesa, la construccién de la miquina de vapor y Ia li- bertad de comercio. {Cual es el estado del hombre en este pre- ciso momento? El hombre se hallaba en una pendiente, por Ia cual venfa rodando hacia mis de tres siglos, La Edad Media habia logrado el mi- agro tinico.en la historia del equilibrio hu- ‘mano. Calmadas sus pasiones, el hombre vi via en paz consigo mismé, y vivia en paz con sus hermanos, en el ordenamiento jerarqui- co de la vida social. Habfa orden sin violen- cia, porque todas las partes de la sociedad 7 se movian libremente en el ambito de sus funciones, cada una en su propia esfera, sin absorber @ la inferior ni atropellar a la su- perior. En la cima del universo social, je- rarquicamente ordenado, dominaba el Sicr- vo de los siervos de Dios, como en Ia cima de las preocupaciones humanas dominaba ‘lo nico necesario”: el amor de Aquel que se nos manifest6 como Padre, No se trata de hacer la apologia de la ci- ‘vilizacién medioeval, “més bella en los re- cuierdos depurados de la historia que en Ja realidad vivida” (Maritain, Religion et Cul- ture), sino de hacer vislumbrar el tipo nor- ‘mal de una civilizacién humana, Lutero quiebra oficialmente este bello or- denamiento aniquilando la vida religiosa, que, sin pretenderlo, sugtentaba igualmente Ia vida intelectual y moral del hombre. Sin Jn gracia sobrenatural, despuntaron los ins- tintos de la fiera humana, en especial la ava- rricia, la execranda sed de oro, que es como una idolatria, segiin el Apéstol. “Mientras el mercantilismo del siglo XVI y XVII anuneia el liberalismo del XIX y la pirateria legalizada de Isabel deja en zaga 2 los especuladores‘modernos” (Marcel Mal- cor. Nova et Vetera, Abril-Junio 1931), Des- eartes y Kant, destruyendo la vida de Ia in- teligencia y substituyéndole la razén, 0 sea: 18 tuna facultad que no percibe las esencias sino tan slo realidades abstractas, mecinicas, de una magnitud comparable, echan las bases de una economia fisica, ajustada a leyes me- cénieas invariables, como el curso de los as- tros, y como éste, substrafdo a la regulacién propia del ser humanc Lo curioso es que mientras crecia Ia do- minaciém de la avaricia y el sentido racio- nalista 0 mecénico de Ia vida, ésta se sentia debilitada en su interior y por tanto ansio- sa de romper os vinculos que la obligaban a mantenerse en orden. Rousseau proclama oficialmente Ia era de la omnimoda libertad, , porque, como no hay Dios, no hay soberano, y al hontbre individuo se constituye en su propia ley. Con Rousseau coincide, por otra parte, el agotamiento del impulso protestante y racio- nalista, y, por, ende, la pérdida definitiva de la vitalidad sobrenatural e intelectual “del ‘hombre moderno. Sin vida espiritual e inteli- gente, debié surgir el tipo de hombre-est6- mago, el burgués, entregado con toda su mente, con todo su corazén, con todas sus fuerzas a lo econémico. De aquf que, # fines del siglo XVIII, sue- no la hora de la Eeonomfa, de una economfa avara, para la que le preparé Lutero (Nota 1), de una economia racional 0 mecénica, pa- 19 ra la que le preparé Descartes; de una econo- mia liberal o individual, para la que le pre- paré Rousseau, mse La concepeién (el alma, la forma) que se forjaré entonces el hombre de la economia sera el de una estructura mecénica, subs- trafda a la regulacién humana (Destartes) on expansién individual ilimitada (Rou- sseau) destinada a multipliear en forma ili- mitada la ganancia (Lutero). En palabras mds simples: una maquinaria, en manos del individuo, movida por la coneupiscencia in- finita del luero. Esencia del capitalismo: Elementos materiales Esta forma de la Economfa encontré en las condiciones materiales de entonces un cuerpo, disfamos, en su punto, que sistent se esta forma, que a su vez parecia est tha a propésito para un fal cuerpo. Gracias a las ciencias fisico-matematicas, se logré la dominacién de las leyes mecani- eas que rigen el movimiento del universo, y con esto, la eonquista préctica del mundo, En boca de todos estin las Joas de las transfor~ ‘maciones técnicas operadas por Ia fundicién de Ios minerales en los hornos de carbén en 20 1738, la produccién del hierro fundido en 1750 y Ia aplicacién de Ia maquina en la in- dustria de) algodén, y la lana en 1760, pre- cisamente en las colosales industrias de Lan- cashite, De esta suerte, la maquina se ajus- taba a la concepeién mecénica que de la eco- nomia se habia hecho Descartes. ‘Al mismo tiempo que la maquina aumen- taba en Europa vertiginosamente y con re- gularidad matemética las posibilidades de produccién, el estado agricola del mundo abria mercado ilimitado a la industria euro- pea. Es féeil de imaginar que una industria naciente, frente a mercados enormes ¢ ili- mitados, iba a exigir también la ilimitacién de la produceién. Derribaronse, pues, las an- tiguas barreras aduaneras que se oponian a la libre circulacién, los reglamentos que li- ‘mitaban la produccién y las disciplinas mo- rrales y politieas que contenfan las iniciativas privadas. El mercado ilimitado ofrecia, pues, una condicién material propicia a la concepeién liberal que se habia hecho Rousseau de la economia. El ineremento de Ia especulacién de Ia al- ta finanza, representada como caso tipico por la Maison Rothschild, a la vez que acele- raré con el crédito la capacidad de la maa na y la ilimitaeién del mereado, proporciona- a 4 una condicién propicia al instinto del Iu cro que estaba abierto en el hombre desde la Reforma Protestante. Las condiciones materiales del mundo se ajustan a sus condiciones formales. Todo esté preparado, a fines del siglo XVII, para que surja el eapitalismo liberal, asi como ahora, cn las tltimas boqueadas del capitalismo, el mundo, tanto por sus condiciones materiales como formales, est listo para sumergirse en una gigantesca anarquia, Definicion det capitatismo Podemos definir, entonces, el capitalismo: Es sistema econémico que busea el acre centamiento ilimitado de la ganancia por ta aplicacién de leyes econémicas mectinieas. Capitalismo es todo sistema que busca el luecto ilimitado, para lo cual quiere ilimita- dos la produceién y el consumo, Se define, entonces, con la misma férmula que usaba el Doctor Angélico para condenar todo negocio ‘que busea el lucro como un fin: “El acrecen- tamiento sin Iimites de las riquezas”. eal iquezas”. (11.11 Definicién que se aplica al likeralismo y ‘al marxismo. Los dos son imperialistas; los dos pretenden apurar la aceleracién econé- mica para obtener el maximum de rendimien- to e imponer la felicidad econémica en esta tierra, que no debe ser un valle de lagrimas habitable como quiso el cristianismo sino el paraiso confortable, Pero mientras el liberalismo concentra Ia riqueza en la oligarquia de Jos multimillona- ios, Ia avaricia marxista la acumula en Ja oligarquia de una minoria proletaria que se ha convertido en Estado. En una idéntiea configuracién genérie existen, sin embargo, diferencias especif eas, porque el liberalismo llega a la concen- tracién injusta partiendo de la riqueza indi- vidual y de la libertad ilimitada, y el marxis- mo Ia implanta en virtud de la propiedad co- lectivista. ‘Ademés, mientras el liberalismo, en ‘tud de la influencia cartesiana, asimila el trabajo humano a operacién de una pura meednica, el marxismo (te6rieamente) hace de él un’ elemento irreductible, de caracter iolgico. Este deseubrimiento del cardeter iolégico del trabajo es sintomatico, porque anuneia una Eeonomia nueva; Economia de- sastrosa, si no se purifica al hombre de su instinto de Ia avaricia, pues se implantaré una tiranfa proletaria como en Rusia; bené- fica 0 catéliea, si se le purifica. 2 | 1 i Expuesta Ja naturaleza del eapitalismo e indicadas répidamente sus dos especies prin- cipales, vamos a formular st eri se dirigiré preferentemente al capitalismo liberal. Elcapitatismo es antieconémico Omitamos el hecho de que una economia regida por la concupiseencia del lucro como ley fundamental debe resultar un Moloc de- vorador del bienestar econémico del operario, gue resulta una vil mereancia sometida al vaivén del meread devorador del interés det consumidor, que no entra en cuenta sino en cuanto permite la aceleracién de la produccién, y con ésta, la aceleracién de la ganancia (por esto, como cosa general, se Te proporcionan articulos superfluos, 0 de mala calidad, a precio rela- tivamente earos) ; devorador det productor, que ha de vivir afiebrado en la aceleracién de su produceién ¥ en el mejoramiento de los utensilios técn: cos, si no quiere sucumbir en la concurrencia industrial; devorador det comerciante, que ha de so- tneterse al febril dinamismo del consumidor 4 regido por la infinita veleidad del capricho ya la aceleracién de las novedades industria- les, sin tener tiempo de liquidar sus stocks * anticuados; devorador del financista, que ha de ir a la caza del consumidor, del productor y del co- merciante, para acelerar también él, vertigi- nosamente, sin dormirse, Ia productividad de su dinero, Omitamos, digo, todos estos trastornos de- lirantes, y observemos tan s6lo que el capi talismo, precisamente en virtud de su esen- cla capitalista o coneupiscencia del Iuero, lle- va en sus entrafias su propia ruina sin poder jamés, ni siquiera por un instante, pro- porcionar el bienestar econémieo del hom- bre. En otras palabr i tieconémico. En efecto, le podemos definir: “aceleracién del Iucro por la aceleracién de la produccién y del consumo”. Ahora bien, mientras no se Hoga al limite que equilibra la produceién con el consumo, mientras existen mereados ilimitados abiertos a la produccién, es evi- dente que la aceleracién desenfrenada del maquinismo y del crédito es favorable al des- varrollo de la economfa capitalista, mejor digamos a su entumecimiento, como el de ciertos tumores que parecen plenitud de sa- lud; pero una vez que la produecién llega a % equilibrar Ia posibilidad de consumo (nétese bien, digo la posibilidad), el capitalismo li- beral ha muerto. Porque, para que continiie viviendo, seria necesario imprimir una igual aceleracién al consumo que a la produccién, Jo cual es imposible, pues ésta puede alean- zar por afiode un 25 % aun 40 %, Ha muerto: porque si no puede acclerar a produecién, no puede acelerar e| luero; y como éste constituye su eseneia, una vez que el consumo se siente saturado, debe quebrar y deshacerse. La crisis actual del capitalismo —su eri- sis definitiva— tiene este sentido, Preguntaré alguno: ,eémo es posible ha- blar de saturacién, de equilibrio entre la pro- duecién y el consumo si hoy no se consume lo que puede consumirse y quedan inmensas riquezas para explotar y enormes comodida- des para aleanzar? Esta objecién ha sido prevenida cuando se ha dicho: “equilibrar la posibilidad de con- sumo, porque el capitalismo ha muerto, no cuando se lega a producir Io que se consu- me sino lo que se puede consumir; es decir, que el capitalismo no ha tenido ni tendré, siquiera por un instante, el fugaz consuelo de satisfacer plenamente el consumo. Y esto esta en la esencia del capitalismo. En efecto; en el capitalismo, Ia produecién % y; atin mejor, la financiacién de la produc- ci6n obtiene primacta sobre el consumo; Iue- 0, se ha de procurar a toda costa la mayor produccién, subordinando a ella el consumo, Es as{ que a la produecién, en el perfodo de no saturacién, le es més provechoso no ase- gurar al obrero el justo salario, los medios necesarios de subsistencia, porque asi se dis- pone de més riqueza productiva; luego, en ese periodo sujeta a Ia inmensa multitud a la ley del hambre. Es la historia del capita- lismo liberal en el siglo XIX. En cambio, cuando se ha aleanzado la saturacién, como hay que frenar violentamente Ia produecién, se produce una forzosa desoeupaciGn, y se da €l casoy que contemplan hoy nuestros ojos, de una enorme riqueza, eapaz de alimentar, vestir y divertir a todo el género humano y, por otro lado, de una inmensa multitud su. mida en la miseria, sin poder consumir por no tener los medios de adquisicién, Luego, el capitalismo sueumbe sin haber asegurado jamés el bienestar econémico del género humano. Es que el capitalismo es esencialmente fu- turista. Puede afirmarse una economia libe- radora de la vida humana, porque espera ser- Jo para todo et mundo en el porvenir, aunque mientras tanto sélo lo es en provecho de unos pocos. Es el mismo lenguaje y el mismo mé- todo del Capitalismo soviético, Pero este por- venir, este mailana no puede llegar nunea, porque esa imposibilidad esta en su esencia. Contraste profundo entre el Capitalismo y la economia preconizada por Cristo en el Sermén de In Montaiia, Afanaos por enriqueceros, dice el Capita- lismo, que s6lo eso cuenta. No os acongojéis —dice on cambio la Sabiduria Eterna— por el cuidado de hallar qué comer para susten: tar vuestra vida 0 de dénde sacaréis vesti- dos para eubrir vuestro cuerpo, Mirad las aves del cielo, no siembran ni tienen graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. Mirad los lirios det campo... (Luc. XII, 22.81). El Capitalismo anda afanoso, acumulando para el mafana. Jesueristo en cambio nos dice: “No andéis acongojados por el dia de mafiana; que el dia de mafiana harto cuidado traera por sf; bistale a cada dfa su propio afin”, Palabras de Jesueristo, que no son conse- Jos piadosos. Expresan la ley de la vide eco- némica. La economfa debe pensar ante todo en las necesidades del presente. Se debe pro- dueir hoy lo que reclama el consumo de hoy. Porque, si levados por la avaricia, se pro- duce hoy lo que se necesita para todo el afio, + 8 ¥ ast se trabajaeada dia, con el propésite de aerecentar la genancia, suecderé que, hee no se eonsumiré para no disminis le-pre, Auccién que se reserva para el maftan (Co, Pitalimo durante el Sigo XIX eon os cole, ios de hambre), ¥- maiona, porque bebea ue parar la prodvesion para iguiday leg Stocks almacenados; y al parar novhatea oo Ivison to ao ha paid te consumo. (Capitalism en el periods dem geo). (Nota 2), » fe ape: La avaricia, esencia - del capitaltismo Hay una perversidad esencial en el capita- lismo, cualquiera sea su especie, pues es és. te un sistema fundado sobre un vicio capital que los te6logos llaman avaricia. Busca el acrecentamiento sin limites de las riquezas como si fuese éste un fin en sf, como si su Pura posesién constituyese Ia felicidad del hombre, “¥ es imposible —como ensefia textual- mente el Angélico (I. q. 2, a 1)— que la felicidad del hombre consista en las riquezas, Dos son las clases de riquezas, a saber: lag naturales y las artificiales. Las naturales ‘son aquellas que remedisn las necesidades na. 2 turales del hombre, tales como el vestido, cl alimento, los vehiculos, la habitacién y las otras cosas semejantes. Artificiales son aque- las que de por sf no remedian ninguna ne- cesidad natural, como el dinero, sino que la industria del hombre la ha adoptado como medida de las cosas venales, para facilitar el cambio. Ahora bien —prosigue el Angé- lieo—, la felicidad del hombre no puede con- sistir en las riquezas naturales, ya que és- tas se emplean para sustentar Ia naturale- za del hombre; son medio y no fin; de don- de todas las riquezas naturales han sido creadas para:provecho del hombre y coloca- das debajo de sus pies; como dice el Sal- mista, VID". Con mucha menor razén puede consistir en las riquezas artificiales, ya que éstas no tienen otra finalidad que la de servir de medio para adquirir las riquezas naturales necesarias para la vida. Ahora-bien, (dice el Santo Doctor) si tan- to las riquezas naturales como las artificia- Jes tienen por finalidad satisfacer las nece- sidades materiales del hombre, dieién de cada uno, su adqui buena en la medida en que sirve para satis- facer estas necesidades; Iuego su posesién y produccién debe estar regulada, Si se que- branta esta medida y se las quiere retener » y poseer sin limitacién ninguna, se comete tm pecado llamado avaricia, que consiste en “un deseo inmoderado de poseer las cosas ex- teriores.” (II.II. q. 118, a 2.) Precisamente, es esta coneupiscencia del luero la que constituye Ia esencia de la eco- nomia moderna. No que la avaricia s6lo ha- ya existido en ella; siempre ha habido ava- ros, y el Espiritu Santo dice por boca de Sa- Jomén que “al dinero obedeven todas las co- sas"; pero nunca como en ella, este impulso perverso que anida en Ia carne pecadora del hombre so ha organizado en un sistema eco- némico, nadie como ella ha hecho de un pe- cado una babéliea construecién. Y, como la avaricia es un vicio capital con muchas hijas —segtin explica el Doctor An- gélico (IL.TL, 118, 8—, el Capitalismo ha eri- srido consigo una prole de pecados, sistemas que los economistas denominan leyes eco- némicas. “Porque, como consiste Ia avaricia en un amor superfluo de las riquezas, hay en ella tun doble desorden: porque, 0 se las retiene indebidamente, 0 s¢ las adquiere en forma ilé- ita, Hay desorden en su retenciin, en el ea- 80 de inkumanidad 0: de endurecimiento, eusindo el corazin no se ablanda de miseri- cordia en presencia de los necesitados, y asi 1 capitalismo, como todo avaro, cierra sus at entrafias a las miserias del pobre; al capital, monstruo anénimo con mil atribueiones y sin ninguna responsabilidad, no le interesa Ia earidad, ni la piedad, ni la misma equidad, ni siquiera se cree con deberes para con los individuos a quienes emplea, 0 en todo caso este deber es del mismo orden que el que se tiene respecto al capital maquina, a saber: un mantenimiento eserupuloso y metédico, mientras este mantenimiento produce nego- eo: el paro o la desocupacién cuando las ci- fras lo exigen o lo prefieren”. (Marcel Mal- cor, Nova et Vetera, Julio 1981) Hay ade- més desorden en la avaricia, porque se ad- quieren las riquezas, 0 con afeccién desorde- nada, 0 reeurriendo a medios ilfeitos. Porque Ta avaricia engendra una “inguietud morbo- sa y una febril preocupacién de lo swperfluo”, que hace decir al Eclesiastes, V. 9, que el avaro nunca se hartard de dinero; y asi, el capitalismo, dindmico, vertiginoso, insacia- ble, ciplea todos los minutos (“el tiempo es oro”) para acelerar el Iuero, y con él la produceién y el consumo; Ia vida es una ca- rrera sin deseanso en prosecueién del or% no se busca la riqueza para vivir sino que se vive para enriquecerse. ; Cun lejos esta- mos de la economia catdlica, regida por la procuracién del pan de cada dia! La avaricia engendra, asimismo, como tan- 2 tas otras hijas, la violencia, la falacia, el perjurio, el fraude y la traicién, ¥ el eapita- lismo peca de violencia, porque, con su ham- bre de concentracién, devora la pequefia in- dustria y Ia pequelia propiedad; peca de fa~ Jacia, porque promete la liberacién de todo el género humano y cada dia le sumerge més profundamente en la miseria, pues a la concentracién por un lado corresponde la desolacién por el otro; peca de perjurio, cuan- do a la falacia se une el juramento, y el capitalismo rubriea con el erédifo su enga- fio, como se explicard en el 4° capitulo; peca de fraude, porque con el erédito 0 préstamo ‘a interég se apodera de los ahorros del gé- nero humano y los maneja como si fuese propietario, porque somete al obrero a la ley del hambre, y porque asegura un consumo malo y caro; peca, finalmente, de traicién, porque aniquile a la persona humana, hacien- do del hombre un mero individuo, una simple rueda en la maquinaria gigantesca del edi- ficio econémico, porque hace. aflicos la fa- milia, hacinando en las fibrieas como en tropilla a hombres y mujeres,’ porque des- truye la edueacién con Ia estandardizacién de la escuela y la supresi6n del aprendizaje. En resumen, que el eapitalismo es como In erupeién de toda una familia de pecados, 2 es el reino de Mammon. Y esto se aplica tanto al eapitalismo liberal como al marxista. La economia catolica La economia, en cambio, la dinica econo- mia posible, esté fundada sobre ‘a virtud que Santo Tomis llama léberalidad, la cual nos ensefia el buen uso de los bienes de este mundo concedidos para nuestra sustenta- cién (ILL g. 117) Acaso las riquezas artificiales y natura- les deben ser producidas y acumuladas por- que si? Sin duda que no. Son cosas destina- das al provecho del hombre, para su uso; di- gamos la palabra: “para el consumo”. Resul- tan bienes y no simplemente cosas en la me- dida que aprovechan 0 pueden aprovechar al hombre. Luego, todo el proceso econémico, por la exigencia de la misma economia, debe estar orientado hacia el consumo, De aqui tuna doble falla antieconémica en el capita lismo, cualquiera sea su especie, porque se consume para producir y se produce para lu- crar, La finanza regula la produccién, y la produccién regula el eonsumo. Y los bienes, jpara qué se consumen?, 0 sea, el proceso econdmico total, a dénde se orienta? A satisfacer las necesidades de la ot rT oe vida corporal del hombre. ¥ como esta no tiene un fin en sf, sino que su integridad es requerida para asegurar la vida espiritual del hombre, que culmina en el acto de amor a Dios, toda la economia debe estar al servi- cio del hombre para que éste se ponga al servicio de Dios. “Santo Tomés ensefia que para llevar una vida moral, para desarrollarse en la vida de las virtudes, el hombre tiene necesidad de un minimun de bienestar y de seguridad ma- terial. Esta ensefianza significa, —dice Ma- ritain— que la miseria es socialmente, como lo han visto claramente Leén Bloy y Péguy, ‘una especie de infierno; significa asimismo ‘que las-condiciones sociales que coloca a Ia mayor parte de los hombres en la ocasién préxima de pecar, exigiendo una especie de herofsmo de los que quieren practicar la ley de Dios, son condiciones que en estricta jus- ticia deben ser denunciadas sin descanso y que debe esforzarse uno por cambiar.” (Re- ligion et Culture). ‘Santo Tomés ha expuesto en la “Summa contra Gentiles” el lugar de la economia en una jerarquia de valores. “Si se consideran bien las cosas, dice, todas las operaciones del hombre estén ordenadas al acto de la divina contemplacién como a su propio fin. Pues, apara qué gon los trabajos serviles y el co- ® mercio, si no para que el cuerpo, estando Provisto de las cosas necesarias a la vida, esté en el estado requerido para la contem. placién? ;Para qué las virtudes morales y la prudencia, sino para procurar la paz in- terior y Ia ealma de las pasiones de que tic ne necesidad Ia contemplacién? ; Para qué el gobierno civil, sino para asegurar la paz ex- terior necesaria a la contemplacién? De dén- de, si se considera bien, todas las funciones de ta vida humana parecen estar al servicio de,los que contemplan ta verdad.” (L. IV, cap. 37), Mientras no se admita esta jerarquia de valores, no se habré superado el capitalis- mo, porque 0 se sirve a Dios 0 se sirve a ‘Mammon, el dios de las riquezas, La economia, una ética De lo,expuesto resulta que la economia es una ética (contra la concepeién mesénica de Descartes) que tiene por objeto especitico la procuracién de los bienes materiales titi- es al hombre; digo bienes, esto es: que respondan a las exigencias de la naturaleza humana, no a sus caprichos o coneupiscen- cias. De ahf que todas aquellas cosas que so- bran, una vez satisfechas las necesidades del % propio estado, son superfluas y no resultan bienes si se mantienen acumulados o se usan para satisfacer la sed de placeres. Hay obli- gacién grave, segin determinaremos en la préxima leceién, de participar de sa uso a todos los miembros de la comunidad social, para que resulten bienes iitiles al hombre, esto es: bienes materiales humanos, que s6- Jo deben utilizarlo en cuanto conduzcan a la plenitud racional y a la destinacién sobrena- tural del hombre. Debemos servirnos de 1a riqueza como hijos de Dios que nos lama- mos y somos. ‘Luego la economfaes una parte de la pri- deneia, como ensefia Santo Tomés (II. II. @. 51, a3), que tiene por objeto el recto orden de las aceiones humanas encaminadas ‘a procurar Ja sustentacién propia 0 dé Ia fa~ millia 0 de la sociedad. YY como en la ley de gracia en que vivimos no puede haber virtud perfecta — segtin en- sefia el Angélico— sino por Ia ordenacién de todo a “Dios amado por encima de todas las cosas”, es necesario que la prudencia, y con ello la economia, se subordinen perfee- tamente a la caridad, que es la més exce- lente de las virtudes, y sin la cual no puede haber verdadera virlud. ‘De lo dicho resulta que “las leyes econé- micas no son leyes puramente fisieas como a las de la mecénica o d Nf © la mecdnica 0 de ta quimiea, sino leyes de ta accién’humana, que implican va- lores morales. La justicia, la liberalidad, el recto amor del préjimo forman parte esen- cial de Ie realidad econémica, La opresin e 108 pobres y la riqueza tomada como un fn en sf no estén solamente prohibidas por Ja ‘moral individual, sino que son cosas éconémicamente malas, que van contra el fin Imismo de la economia, poraue este tin ex un fin humano”. (Maritain. Religio Culture, nig. 46) von aqui Ia justificacién de los el ane a a los elementos y ‘alores econémicos haya que buscarla en las exigencias de la accién humana, y que sea su moralidad, su moralidad intrinseca, la condicién de sus efectos benéticos para el hombre. epee Trascendencia de ta economia catalica No 6 si hubris quodad idad Ta oposiién fundamental dele eo mts (porauesélo pure lamarso single Lara economia la verdaderamente humana) ae Pep moderna o Capitalismo. Una undada sabre un pec, ony Io cans sobre una vida tno sone ae 3 pecado, bajo maravillosos disfraces, escla- viza al hombre, porque ef que comete el pe- cado es esclavo del pecado, segin dice el ‘Apéstol. La otra, humildemente, sin osten- tacién, le liberta, porque la verdad nos hace libres, segiin enseftaba Cristo, Si la economia moderna nace del pecado, es esencialmente perversa y nefasta, Podré haber en ella muchos elementos materiales Duenos, pero Ia conformacién de los mismos es intrinsicamente saténica. De aqui que Ia doctrina econémica de la Iglesia, nacida de una virtud, es una doctri- na que esté infinitamente por encima de to- dag !as otras doctrinas econémicas, llémense socialistas 0 liberales. No se la puede ni se a debe parangonar con ellas. No esta en el centro de ellas. Como la cima de un elevado monte, recoge, transcendiendo, todos los pun- tos de verdad contenidos en las distintas es- cuelas econémicas; porque, como no existe el mal o error absoluto, asi toda escuela, por desvariada que sea, tiene en su seno muchas verdades adulteradas. El liberalismo, por jemplo, insiste en el caréeter individual de Ja posesién de los bienes terrenos; el socia- lismo en caracter social; y el fascismo quie- re equilibrar 2 ambos. Pero s6lo la Iglesia, que se apoya en Ia eternidad del cie'o, puede obtener verdadero equilibrio del hombre y 2» | ae 1a riqueza, porque incorporada a Cristo, ¥ por Cristo unida a Dios, puede someter Ja rigueza al hombre y el hombre a Dios. El hombre esta colocado en un medio, entre las riquezas y Dios. Jamas puede “gobernat Por esto, si no quiere venir a Dios, si rehusa aceptar el gobierno de Dios, tendré Que caer bajo el gobierno de las riquenas. © Dios 0 Mammon. No se puede servir a dos seiiores. Pero tiene que servir: si rehu- sa el gobierno paternal de Dios, eaera bajo Ja esclavitud del Becerro de oro. ‘Sélo hay dos economias verdaderamente opuestas: Ta cristiana, que usa de las rique 24s para subir a Dios, y la moderna o capi. talista (sea liberal o marxista), que abando. na a Dios para esclavizarse en la riqueza, Parece que la misericordia divina, apiada- da de la espantosa suerte del hombre, que ha perdido el parafso sobrenatural y vive en lun infierno terrestre, quiere en esta hora libertarnos de la opresién capitalista. . Este es el sentido de la crisis profunda que pesa sobre el mundo, Pero hay dos caminos para que la libera- cién se realice. Porque, si entendiendo el hombre el plan de Dios que quiere libertar- nos de la opresién burguesa, de la esclavitud del ore, se presta a los deseos divinos y, con espiritu de penitencia, renuncia a lo super- 0 cota an [Glen de lo meceseio, ©! Selo, be Der fon a Ninive, dvalvert al ombre el sen- tits de ia cconomia yy eon elt, esenido sae tide. oa tberacion ae babra enboncss Mrada ‘on le pa Ol Sef * ws) en cambio no entiende el plan de Dios, despise per Tasted et deri pero det froule on una eapentosa eatastrote de te ey aa tamreaa a CAPITULO II LA PRODUCCION DE LA TIERRA Intriseetmente por a coneericenaeect tamentevertiginoo,dingmico sleeaden os rebelde a toda medida, y por esto importa vida intelectual y espiritual y ponerse al ser- vicio de Dios, Sefior tnico que merece plena absorbe todas las energias espirituales y ma- 2 cual todo el mundo —desde el iiltimo des- ‘ocupado hasta el poderoso financista— est obligado a postrarse en religiosa danza. Inversién de los mismos valores econémi- cos: porque en lugar de emplear el dinero como un puro medio de cambio que facilite Ia distribucién y difusin de las riquezas naturales, se hace de él precisamente lo opuesto, es decir un fin dltimo, con una po- derosa fuerza de atraccién que concentra en pocas manos més dinero, y con él las mismas riquezas naturales. ‘De tal suerte esta armada la economia ca- pitalista, que todo concurre a la multiplica~ cién del oro: las riquezas y el crédito sirven para multiplier el oro; si se comercia es para multiplicar el oro; si se produce es para comerciar y con ello multip‘icar el oro; si se consume es para producir mas y eon ello comerciar mas y poder multiplicar més el ‘oro, De modo que la vida es una danza per- petua alrededor del oro, al cual, para colmo de la paradoja, nadie ve porque duerme en las cavernas misteriosas de los grandes bancos. ‘De modo que el consumo, que debia de ser el fin préximo regulador de todo el pro- eeso econémico, viene a estar, en tiltimo tér- ‘mino, supeditado a Ia produceién, al comer- cio y a la finanza; y, en cambio, la finanza, 8 que debia ocupar el ditimo lugar como un puro medio, obtiene el primero de fin re- gulador. Jerarquia de ta produceién xa morbowa acaba dia proven 1 tite ony tn ttre grote in Eeencyeenndmio prise a time te pods “Sh nar eden tts cit pden parce profane, aaees €l sentido comin y preguntemos: ceul es ia Snail tela prac Ne eit ipara go epee mre an ae ior prods? Sn din pur donc ts Disc qe peda commie No Geert nase tues tee rods a i mente connie, Be vngtn mt Pace debe producir mis, y ahorrar aquello que ne consume 9 fama an patio. eate uw safe in none maar

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