Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CONSEJO ASESOR
ARTES Y CIENCIAS
DEL TEXTO
BIBLIOTECA NUEVA
Impreso en
Printed in Spain - Impreso en España
INTRODUCCIÓN ....................................................................... 11
[7]
[8]
[9]
[10]
1
Schleiermacher, especialmente, define la hermenéutica como un arte
(Kunst).
2
Remisión al territorio francés que tiene forma de hexágono. [T.]
[11]
3
Examen, reconocimiento. [T.]
4
Las lingüísticas de corpus que se desarrollan con la digitalización han
hecho mucho por reanimar esta evidencia.
5
Varios proyectos del Centre National d’étude des Télécommunications
[Centro Nacional de Estudio de las Telecomunicaciones] y del Institut Na-
tional de l’Audiovisuel [Instituto Nacional de lo Audiovisual] se sustentan
en la problemática del texto para la indexación de imágenes y de documen-
tos multimedia.
[12]
6
Cuvier, « De la part à faire aux lettres et aux sciences dans l’instruction
publique » [«Sobre la parte que toca a las letras y a las ciencias en la instruc-
ción pública»], Le Moniteur universel, 3 de noviembre de 1807.
7
Osemos una alegoría: la Señora Retórica en su lecho de muerte ¿no
ha legado todos sus secretos a sus dos hijas ingratas, Propaganda y Publi-
cidad?
8
Cf. Douay, 1992, pág. 502. Sin alejarse mucho de la «lectura sensible»,
el vanguardismo académico contemporáneo la prolongó simplemente con
la lectura pulsional.
[13]
9
Citado por Gusdorf, 1966, I, pág. 32.
10
Esquisse d’un tableau historique des progrès de l’esprit humain [Boce-
to de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano], 9a. época,
en Obras, ed. Garat y Cabanis, 1801, pág. 300.
11
Dictionnaire des genres et notions littéraires [Diccionario de los gé-
neros y nociones literarias]. Paris: Albin Michel, 1997, pág. 417, entrada
Crítica.
[14]
12
¿Qué sería de una musicología que se diera por objeto la Musicalidad,
afirmando que la música no está hecha de sonidos?
13
Último de Tres cuentos de Gustave Flaubert (1821-1880), obra pu-
blicada en 1877. [T.]
14
Cita que hace J. L. Borges de la Introduction à la poétique [Intro-
ducción a la poética] de Paul Valéry, en una nota de lectura del 10 de junio
de 1938. [T.]
[15]
[16]
15
Cf. Lamia, 1492; texto latino, en 1971, I, pág. 460; trad. infra, cap. I,
nota 59.
16
El trivium, división inferior de las siete artes liberales, se componía de
la gramática, la lógica y la retórica. La vecindad milenaria de la gramática
y de la lógica en el seno del trivium, ha hecho mucho por la unidad de esas
disciplinas de base que se sucedían al comienzo de los cursos escolares,
mientras que la retórica era estudiada más tarde y la hermenéutica era re-
servada a los doctores.
[17]
17
En vista de las insuficiencias de las teorías de la comunicación, prefe-
riríamos hablar de transmisión (cf. el autor, 1995b), comprendiendo allí la
transmisión cultural, es decir, la del patrimonio semiótico.
[18]
18
Estos puntos serán desarrollados en el capítulo II.
19
Cf. el autor, 1987.
[19]
[20]
[21]
20
Su primer libro se tituló Mélanges de linguistique et de mythologie
[Misceláneas de lingüística y de mitología], 1877.
[22]
21
«La hermenéutica siempre flirteó con el idealismo y lo intemporal; ella
detesta la ciencia, porque su modelo implícito es el Libro, el texto sagrado apo-
yado en la glosa y el comentario. Para la hermenéutica, el Texto es el único Dios
y el crítico es su profeta. En esas condiciones, es difícil escapar por largo tiempo
a la tentación integrista» (Le Monde, 14 de febrero de 1997, pág. XII).
22
La teoría de Bajtín deriva de la dialéctica de Schleiermacher.
23
Lettre du départment SHS, 54, CNRS, mayo de 1999, pág. 26.
[23]
www.texto-revue.fr.
24
[24]
[25]
1. ¿QUÉ ES UN TEXTO?
1
Sobre las variaciones morfosintácticas según los textos, cf. Malrieu y
Rastier, 2001.
[26]
2
Una presentación de ese modelo que dio nacimiento al triángulo se-
miótico clásico palabra / concepto / cosa, se encuentra en el autor, 1990.
3
Sobre ese modelo indicial de la inferencia, cf. el autor, 1991, cap. III.
4
Jacques (1992, pág. 94) atribuye a Aristóteles estos dos criterios: «un
texto es uno porque habla de un solo y mismo objeto, del cual es motivo,
o porque se mantiene junto (sundesmô) por conjunciones» y remite al Peri
[27]
[28]
6
Véase la primera tesis del Círculo Lingüístico de Praga, 1929: «La
lengua, producto de la actividad humana, comparte con esta actividad el
carácter de finalidad. Cuando se analiza el lenguaje en tanto expresión o en
cuanto comunicación, la intención del sujeto hablante es la explicación que
se le presenta más fácilmente y como la más natural. De este modo, el aná-
lisis lingüístico debe ser considerado desde el punto de vista de la función.
Desde ese punto de vista, la lengua es un sistema de medios de expresión
apropiados para un fin» (trad. franc. en Change, 3, 1969). Esta concepción
corriente ha proseguido su camino especialmente en el funcionalismo de
Martinet o el de Halliday.
7
Aquí se entiende semiótica en sentido restringido de teoría del signo;
para una discusión, véase el cap. II.
[29]
8
El recorrido de las reducciones difiere, pero en todos los casos ellas
garantizan el texto —que depende de lo semiótico— a partir de una on-
tología del mundo (referente) o de las representaciones (del emisor o del
receptor).
[30]
9
La indiferencia del texto respecto de la ontología y de sus pretendidas
determinaciones se hace manifiesta cuando los polos intrínsecos se multipli-
can: los enunciadores, los destinatarios y los mundos representados pueden
multiplicarse sin que cambie, lingüísticamente hablando, nada esencial.
[31]
10
F. Jacques piensa así que «el lenguaje literario se orienta hacia una rea-
lidad exterior que alcanza o no alcanza» (1992, pág. 119). Esta referencia
suspensiva no queda suspendida, ya que los predicados aplicables al objeto
del discurso permiten «engendrar el mundo textual» (pág. 120). Pero los
mundos textuales de los textos de ficción apuntan hacia el mundo real: «Las
referencias literarias que son parte de los mundos ficticios, son accesibles
a partir del nuestro. Y, recíprocamente, el mundo real es accesible a partir
de ellos» (pág. 114). La referencia es así sustituida por una relación de
accesibilidad entre mundos; pero el mundo real sigue siendo un parangón
y permite, de alguna manera, marcar la referencia ficticia. De esta manera,
todas las grandes novelas «revelan el principio de la ficción que las sustentó.
Ellas se dirigen hacia una referencia en el mundo real que es su terminus ad
quem» (pág. 112). Ese rodeo por los mundos posibles, leibniziano una vez
más, permite así «preservar el contenido de verdad del texto» (pág. 109) y
no «renunciar al realismo filosófico de la referencia» (pág. 97).
[32]
11
Reiteramos en este párrafo los elementos del autor et ál., 1994,
cap. VII.
[33]
1.3. Proposiciones
12
Sería prudente discutir la noción de instrucción tal cual es utilizada
por Eco (Lector in fabula) o por la Escuela de Constanza: «El texto es un
conjunto estructurado de instrucciones de lectura» (Rutten, 1980, pág. 73).
La noción a veces anticipada de resolución de problemas (Adam, 1990,
pág. 114) pertenece al mismo paradigma computacional y calculador. Para
un desarrollo, cf. infra, cap. IV.
13
Esta restricción aparece tanto en Perret, «Un texte d’écriture» [Un texto
de escritura] (1975, pág. 14) como en los desconstruccionistas, «Un texte est
[34]
un discours écrit, fixé» [Un texto es un discurso escrito, fijado] (T. Le Goua-
ziou, en Encyclopédie philosophique, París, PUF, 1990, II, 2, pág. 2578). Di-
cha restricción explica las reservas de ciertos retóricos respecto del concepto
de texto, muy dependiente, según ellos, de lo escrito.
14
ASCII: American Standard Code for Information Interchange. La
norma ASCII es utilizada para la codificación de caracteres en informática.
[T.]
15
La definición empírica de Weinrich, «Un texto […] puede ser definido
como una serie significante de signos entre dos interrupciones manifiestas
de la comunicación» (1982, pág. 198), rompe ciertamente con lo escrito,
pero descansa estrechamente en la noción de comunicación. La noción de
interrupción manifiesta requiere de precisiones; por ejemplo, un diálogo
puede ser considerado como un solo y mismo texto.
[35]
16
Otras tareas análogas tocan a las disciplinas vecinas en una semiótica
de las culturas, como la iconología.
17
Si Genette define indolentemente el texto como una «serie más o me-
nos larga de enunciados verbales más o menos provistos de significación»
(1987, pág. 7), Slakta precisa: «Secuencia bien formada de frases ligadas
que progresan hacia un fin» (1985, pág. 138). Esta definición suscita varias
incógnitas y objeciones: (i) Un texto no es una secuencia de frases, aunque
se encuentren ligadas. (ii) ¿Qué es una secuencia bien formada? La noción
de expresión bien formada supone reglas sintácticas estrictas, en el sentido
lógico-matemático del término. Recordamos el debate en Cognitive Science
a comienzo de la década los años 1980: este debate mostró, a quien todavía
titubeaba, que las gramáticas del texto no producen reglas de buena forma-
ción en sentido técnico. (iii) Según la tradición aristotélica. tender hacia un
fin es característico de los géneros narrativos o, al menos, cerrados; se puede
poner en tela de juicio que esta sea una propiedad de todo texto.
[36]
18
Sexto Empírico da la siguiente variante: «El conocimiento empírico
llevado lo más lejos posible» (Contra los gramáticos, § 57) y Di Benedetto
estima que esta definición es auténticamente dionisiana; ella refleja, en todo
caso, la actividad de los filólogos alejandrinos. La lección ordinaria con-
cuerda mejor con la tradición de la gramática escolar que, lejos de querer
estudiar los autores por ellos mismos, simplemente trata de encontrar ahí
una norma escrita.
19
La crítica (krisis) que él previó no juzgaba el valor estético sino la
autenticidad. Dionisio homenajeó a la escuela de Pérgamo, cuyos autores
reivindicaban el título de kritikos, mientras que la escuela de Alejandría se
contentaba, por lo común, con grammatikos.
[37]
20
Por la misma época, un pagano africano, Martianus Capella, describió
en una graciosa alegoría las bodas de Mercurio, dios de los hermeneutas,
y de Filología, que accedía así al rango de diosa. Esta unión milenaria no
parece haberse consumado todavía.
21
En la Enciclopedia, D’Alambert la definía así: «Especie de ciencia
compuesta con la gramática, la poética, las antigüedades, la historia, la
filosofía e incluso, a veces, con las matemáticas, la medicina, la jurispru-
dencia, sin tratar ninguna de esas materias a fondo ni separadamente pero
estudiándolas todas en parte.»
22
El método de la crítica textual, elevado al plano teórico, se halla
en el origen de la filosofía crítica desde Kant. En efecto, el proyecto de la
filosofía crítica deriva, por una involución especulativa, de la crítica filoló-
gica, mediante el triple precedente del Traité théologico-politique [Tratado
[38]
[39]
24
Esta distinción fundamental reaparece en el séptimo capítulo del Trai-
té théologico-politique [Tratado teológico-político] de Spinoza (1670).
[40]
[41]
25
Su relativa frecuencia en el corpus del banco Frantext tiene un ratio
de 2,20, contra 2,30 en historia, 2,30 en etnología, 13,50 en filosofía y
78,50 en derecho.
[42]
26
Cf. «Nos limitaremos en esta obra a los encadenamientos de dos enun-
ciados y de dos réplicas dialogales» (1990, pág. 12).
27
Compárese el ejemplo de Aristóteles: «Desde luego, tú no eres blan-
co porque sea verdadero nuestro juicio de que tú eres blanco, sino, al con-
trario, porque tú eres blanco, nosotros decimos algo verdadero al afirmarlo»
(Metafísica, IX, 10, 1051b, 6 [Metafísica. Introducción, traducción y notas
de Tomás Calvo Martínez. 2ª. Reimpr. Madrid, Editorial Gredos, S. A.,
2003, pág. 390]; cf. Categorías, 12, 14b 16 y sig.) y la célebre fórmula de
Tarski: «La nieve es blanca es verdad si y solamente si la nieve es blanca».
[43]
28
Incluso si estas observaciones —inevitablemente sumarias— deben
mucho a Lallot (1989, págs. 119-125), no nos deben hacer olvidar que
logos es una de las palabras más polisémicas imaginables, incluso entre
los gramáticos. Pero como todavía lo muestra la palabra lógica, logos tuvo
que ver, en parte y corrientemente, con la razón y el razonamiento. Por
ejemplo, en Platón logos designa la facultad de razonar (Parménides, 135e;
República, 582 e). Es de esta acepción que luego se pasa, a menudo, a la de
juicio o de predicación.
29
La teoría de Benveniste tuvo notable fortuna ya que se sustentaba
en prejuicios muy compartidos. R. Barthes, por ejemplo, los resume en
los siguientes términos: «Es sabido que el que el objeto de la lingüística,
el que determina a la vez su trabajo y sus límites, es la frase (por muchas
dificultades que encontremos para definirla): más allá de la frase, se acabó
la lingüística, pues lo que entonces empieza es el discurso y las reglas de
combinación de las frases son diferentes de las de los monemas; pero, más
acá tampoco hay lingüística, porque entonces lo que uno cree que halla no
son sino sintagmas informes, incompletos, indignos…» (1984, pág. 154).
[44]
30
Por haber desdeñado esto, la lingüística restringida no se agenció los
medios para pensar su restricción. Cuando, por ejemplo, Fauconnier estima
que Ella tiene buenas piernas es una frase ambigua porque también puede
ser referida a una escena de canibalismo, involuntariamente advierte cuán-
tos falsos problemas puede suscitar el estudio de frases sin confirmación,
sin contexto, sin texto, sin situación.
[45]
31
Para un análisis sistemático de las variaciones morfosintácticas en
corpus, véase Malrieu y Rastier, 2001.
32
La filosofía del lenguaje, especialmente gracias a la filosofía analítica
y a su padre fundador Stuart Mill, ha transmitido hasta nuestros días los
marcos teóricos del pensamiento medieval que no otorga ningún interés
particular a la diversidad de las lenguas. De allí la persistencia o el rema-
nente de problemas, como el de la efabilidad, revocados o prescritos por la
filología del Renacimiento y luego por la lingüística histórica y comparada.
Como la filosofía del lenguaje —de la cual derivan la semántica veridictoria
y la pragmática— no hace caso alguno de la diversidad de las lenguas, sin
duda ella debería haber cedido el paso a una filosofía de la lingüística.
[46]
33
Cabe interrogarse aquí sobre el carácter generativo de las gramáticas
generales y universales desde el siglo XIII. Ellas recibieron, de diverso modo,
la influencia del neoplatonismo: como se sabe, Plotino y su escuela descri-
bieron todo tipo de mediaciones graduales entre el espíritu y la materia. Si
la separación de las formas y de las sustancias es platónica, la graduación de
las mediaciones o conversiones que permiten pasar de las unas a las otras
parece característica del neoplatonismo.
34
Cf. el autor, 1992a.
35
En el plano epistemológico, la lingüística formal contemporánea es la
heredera de las gramáticas universales que florecieron del siglo XIII al XVIII: la
ciencia sigue siendo concebida como un cuerpo de conocimientos racionales
demostrados deductivamente.
[47]
[48]
36
Al contrario, en una axiomática se puede modificar por petición de
principio los axiomas y las reglas, pero no las conclusiones, ya que ellas se
infieren necesariamente.
37
Angelo Poliziano responde así, en 1492, a sus colegas que le repro-
chaban a él, que solo era un gramático, acometer a Aristóteles: «Los gra-
[49]
[50]
38
Véase el cap. VIII. Las formas de esas relaciones varían naturalmente
con las lenguas, pero el principio que las gobierna tiene sin duda un alcance
antropológico: el acuerdo de la expresión y del contenido por homología
estructural parece asociado a un efecto de verdad.
[51]
39
Irenismo del gr. eirênikos, pacífico, derivado de eirênê, paz, y del lat.
eclesiástico irenicus. Actitud de comprensión destinada a aproximar los
cristianos de diferentes confesiones más allá de sus divergencias de orden
dogmático. Por extensión, el irenismo es la actitud intelectual que lleva a
tolerar errores graves por deseo exagerado de paz y conciliación. [T.]
40
Resumimos aquí propuestas detalladas en otro lugar (1991, cap. III;
1994a, cap. II).
[52]
41
La oposición entre significación y sentido tiene un alcance más gene-
ral y puede ser extendida a otras semióticas. Así, parece que coincide con
la distinción entre la iconografía y la iconología propuesta por Panofsky
(Essais d’iconologie [Ensayos de iconología], 1967, pág. 26 y sig.).
42
El propósito es tratar la inferencia y la referencia en el marco de una
semántica diferencial. La inferencia es estudiada en el plano microsemánti-
co por la teoría de los semas aferentes, aquellos cuya actualización resulta
de una coerción contextual, a diferencia de los semas inherentes que son
heredados, por defecto del tipo, por la ocurrencia. Los recorridos interpre-
tativos que identifican esas coerciones pueden comprender todo tipo de
[53]
[54]
43
Recordemos que el Quijote emplea ese sentido de ‘sujeto’ (cf. Miguel
de Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Madrid: Real Academia Espa-
ñola, 2004, págs. 88, 491, 561) y que en el Diccionario de autoridades
(‘sugeto’) significa «la materia, asunto o tema de lo que se habla o escribe»,
acepción (3) que aún conserva el DRAE (2001). [T.]
[55]
44
El concepto de actor, así definido, no tiene ninguna relación privile-
giada con la noción de personaje. Los personajes de una epopeya son, por
ejemplo, actores, pero con el mismo rango que las piezas y los útiles de las
instrucciones para instalar un artefacto.
[56]
45
Guy de Maupassant (1850-1893) publicó el relato Toine en el Gil
Blas del 6 de enero de 1885; fue incluido posteriormente en Cuentos y
novelas [Contes et nouvelles]. [T.]
46
Cf. el autor, 1989, donde se encontrará ejemplos detallados.
[57]
47
Honoré de Balzac (1799-1850) publicó la novela La Cousine Bette
en 1846. Reunida con Le Cousin Pons [El primo Pons], publicada original-
mente en 1847, llevan el título Les parents pauvres [Los parientes pobres],
apartado de las Escenas de la vida parisiense de la Comedia humana. [T.]
48
No pretendemos, sin embargo, que la teoría lógica de los mundos
posibles se aplique a la semántica de los textos. El mundo de lo posible
no es un mundo posible en el sentido de Leibniz, quien en su Teodicea no
veía ningún obstáculo para que las novelas de Mademoiselle de Scudéry se
realizaran algún día.
[58]
[59]
49
Esta facilitación es únicamente una pre-activación local, pero existen
pre-activaciones globales vinculadas al género y a la situación.
[60]
50
Por ejemplo, la coincidencia del ethos del orador y del pathos del
oyente descansa, sin duda, en la sincronización rítmica de los flujos emo-
cionales.
51
En el plano del período, la prosodia lleva a plantear el problema del
reconocimiento de las formas semánticas. Efectivamente, hoy se comienza
a medir el papel que desempeña la prosodia en la percepción del lenguaje y
especialmente en el aprendizaje: los patrones prosódicos son precozmente
reconocidos e imitados por el niño antes de lo que se llama, por restricción,
el estado lingüístico. Pues bien, la prosodia ha sido poco y mal estudiada en
lingüística, dado que su carácter continuo no conviene a los procedimientos
gramaticales de segmentación y discretización; y su expresión directa de
las valorizaciones y de los afectos, inquieta al racionalismo gramatical. No
obstante, muchos textos son solo segmentables gracias a una verbalización
prosódica, o bien porque sus frases son largas (Saint-Simon, Proust), no
puntuadas (Claude Simon), o bien porque su escritura es elíptica, como
la Tora masorética cuyo texto es legible únicamente recurriendo a cantile-
nas regladas, «acentos conjuntivos-disjuntivos gráficamente ausentes —los
[61]
[62]
55
Un texto, parte semiótica de una práctica social, participa de un con-
junto codificado de acciones.
56
Tomemos el ejemplo de ese viejo poeta del reino nzakara, en el Alto-
Oubangui, a quien Eric de Dampierre pedía aclaraciones lingüísticas: «No
le era suficiente escuchar su propio registro. Requería tomar su arpa, volver
a interpretar previamente el fragmento para luego comentarlo» (prefacio a
las Satires de Lamadani [Sátiras de Lamadani], París: Les Belles Lettres,
1994). Aquí solo se trata de mnemotecnia: un pasaje de un texto debe ser
comprendido como un momento de una práctica.
[63]
4.3. Transformaciones
57
Del gr. , partes y , forma. [T.]
58
Hemos tratado el problema de los fondos semánticos por una teoría de
la isotopía (1987) y queda mucho por hacer para desarrollar la cuestión de
las isotopías tonales y de los colores emocionales a los que ellas inducen.
[64]
59
Guillaume Apollinaire (1880-1918). Los poemas Le pont Mirabeau
y La chanson du Mal-aimé fueron incluidos en el poemario Alcools [Alco-
holes] de 1913. [T.]
[65]
[66]
[67]
60
La enunciación testifica, de alguna manera, una transacción entre
un principio de realidad lingüística y un principio de placer enunciativo.
Entonces, el lenguaje no es más un medio de expresión sino un principio
de (la) realidad.
61
Como las situaciones históricas no se repiten, la repetición es imposi-
ble y la tradición misma se elabora más por la anticipación de lo nuevo que
por la reproducción del pasado.
[68]
1
Tal es el caso de la Formal Philosophy de Richard Montague (1974)
que prosigue, a su modo, el proyecto lógico de Carnap.
[69]
[70]
2
Otras semióticas se distinguen por criterios sensoriales o «modali-
dades» de la expresión: semiótica visual, auditiva, etc. Otras más se espe-
cializan en función de las prácticas culturales: semiótica de la danza, del
cinema, de la publicidad, de la cocina, etc. Otras, finalmente, tienen por
objeto sistemas particulares (semiótica gestual) o sectores de la realidad
arbitrariamente definidos: semiótica del relato, psicosemiótica, etc.
3
Ellas reducían la textualidad a las relaciones entre frases adyacentes,
como las concordancias de tiempo o las anáforas, que son otras tantas isoto-
pías locales. Su estudio se acompañaba, lamentablemente, con una reduc-
ción proposicional del texto. Su principio, ilustrado especialmente por Van
Dijk, consistió, luego de una codificación de frases en proposiciones, en su-
primir las proposiciones consideradas como secundarias, para solo conser-
var finalmente una proposición, llamada macroproposición que, se pensaba,
representaba al texto. A comienzos de los años 1960, Ruwet ya había mos-
trado esta vía al resumir un soneto de Louise Labé a la macroproposición
Yo te amo. El valor caracterizante de ese género de descripción parece débil,
pues millares de otros sonetos de la época ciertamente habrían conducido al
mismo resultado. El «formato proposicional» permite la reducción del texto
a lo que se puede concebir como la problemática lógico-gramatical; de esta
manera tuvo gran éxito, especialmente en psicolingüística. [Los veinticuatro
sonetos y tres elegías del Cancionero de Louise Labé (¿1524?-1566) fueron
publicadas por Jean de Tournes en Lyon (1556)]. [T.]
4
El recorrido generativo enlaza la significación —en que la estructura
elemental, el «cuadro (o cuadrado) semiótico», es instituido como modelo
constitucional, por definición el más «profundo» concebible de toda semió-
tica— al texto, que depende de las estructuras de superficie.
[71]
5
Para una discusión, véase el autor, 1987, cap. I y 1991, cap. III.
[72]
6
Véase también: «El macro-signo que es Le Rouge et le Noir [Rojo y
negro] puede ser visto como el interpretante de la proposición Napoleón
falleció el 5 de mayo de 1821» (ibíd.).
7
Cf. «… el texto se presenta como un signo del cual el discurso, articu-
lado en isotopías figurativas múltiples, no sería más que el significante que
invita a descifrar su significado» (Greimas, 1976, pág. 267).
8
La significación o denotación es entonces definida como la relación
entre una unidad del plano del contenido y la unidad correspondiente del
plano de la expresión.
9
En lo que me concierne, considero simplemente esta estructura ele-
mental, presentada en Greimas y Rastier (1968), como una de las estructu-
ras atestadas entre las clases lexicales simples.
10
Por ejemplo, la semiótica de Hjelmslev precedió su semántica estruc-
tural (1957). Pero la semiótica de Greimas (presentada en Du Sens [Del
sentido] en 1970) surgió de su Sémantique structurale [Semántica estruc-
tural] (1966).
[73]
1976. [T.]
13
Citamos la segunda edición francesa de los Prolegómenos (1971)
remitiéndonos, cuando convenga, al texto danés (nuevamente publicado
en 1993).
[74]
14
En sus escritos de la década de 1930, Hjelmslev teorizó sobre la pan-
cronía, pero este tema desaparece enseguida.
15
En los Prolegómenos hay referencias dispersas, pero el Résumé de la
théorie du langage [Resumen de la teoría del lenguaje] no trae ninguna. El
déficit bibliográfico se convertirá en tradición, pues siguiendo el ejemplo de
Hjelmslev, Greimas suprimió toda bibliografía a partir de 1966, seguido de
inmediato por Pottier. [En las versiones inglesa y española de Semiótica —
Diccionario razonado de la teoría del lenguaje de A. J. Greimas y J. Courtés,
vols. I y II (Madrid: Editorial Gredos S. A., 1982 y 1991), la bibliografía de
referencia fue preparada por los traductores, D. Patte y E. Ballón Aguirre,
respectivamente]. [T.]
[75]
16
Ese grandioso programa aventaja en ambición al de los marxistas,
pero, como este, transforma la historia de disciplina descriptiva en discipli-
na predictiva. El acceso a lo posible resulta del programa formal y parece,
según Hjelmslev, inseparable de la ambición científica: «El fin de toda cien-
cia es saber concluir de lo constatado a lo posible» (1971b, pág. 140).
17
A la voluntad de unificación teórica correspondía ya, en La categoría
de los casos, la unidad de los objetos: «Los objetos de la lingüística son del
mismo orden objetivo que los objetos de toda otra ciencia, y se hallan some-
tidos a las mismas condiciones generales del conocimiento» (1935, pág. 86).
Esta noción de condiciones generales presupone la tesis de la unidad de las
ciencias que niega toda especificidad a las ciencias de la cultura.
18
Locke distingue tres tipos de ciencias: la física «es el conocimiento
de las cosas como ellas son en su propia existencia, en sus constituciones,
propiedades y operaciones»; la práctica, dominada por la ética, «enseña los
[76]
[77]
20
Cf. el autor, 1989, I, cap. III.
[78]
21
Los sistemas de símbolos son considerados como monoplanos y por
lo tanto no son semióticas (cf. 1971a, pág. 142).
[79]
22
El módulo de equivalencia depende de un punto de vista compartido.
Por ejemplo, una equivalencia como una rata es un ratón grande será acep-
tada en las clases elementales y rechazada en la enseñanza secundaria.
[80]
[81]
25
Hjelmslev considera como signos las obras y las otras estructuras del
contenido que llamaríamos géneros y discursos, pues piensa inventariarlos
empleando la prueba de conmutación.
26
Sémir Badir (1998) analizó muy nítidamente las razones e implica-
ciones de esta contradicción.
[82]
[83]
27
Cf. cap. I, nota 57; merológico, tratado sobre las partes simples de
los cuerpos. [T.]
[84]
28
Hjelmslev enfatiza claramente lo que separa el análisis del método
lingüístico considerado ordinario: «Es un movimiento que analiza y espe-
cifica, y no un movimiento que sintetiza y generaliza, lo contrario del pro-
cedimiento inductivo tal como lo conoce la lingüística tradicional» (1971a,
pág. 21). Como deducción, el análisis se opone a la inducción filológica y
como descomposición, se opone a la composición lógica. Pero nos parece
que la asimilación entre deducción y descomposición es inválida.
[85]
29
Cf. 1971a, p.142. Para el positivismo lógico el signo es un «objeto
físico particular», pero su significación proviene de su interpretación exter-
na en términos de referencia, mientras que para Hjelmslev la expresión y el
contenido son evidentemente indisociables.
30
Como la lingüística formal, la semiótica formal no ha producido nun-
ca cálculos formales en el sentido técnico del término.
[86]
31
Una dificultad del mismo orden llevará a Fodor a formular el princi-
pio del solipsismo metodológico.
[87]
32
Cf. Grondin: «Todo sucede como si las ciencias humanas, que como
tales tratan el mundo sublunar, tuvieran necesidad de alguna cosa compara-
ble a un punto de Arquímedes, con el fin de merecer todavía existir a título
de ciencias respetables» (1992, pág. 116).
33
Recordemos que para Hjelmslev la descripción de la sustancia del con-
tenido es, en última instancia, el cometido de la física (1971a, pág. 156).
[88]
34
El problema de la prueba está en debate: «Para la comprensión filoló-
gica de los textos existe, entre la prueba y la inteligencia, una relación muy
diferente a aquella que en otro tiempo se postuló a partir de las ciencias
exactas (…). El carácter demostrativo de lo factual es revelado solo por la
interpretación mientras que, inversamente, lo factual indica una vía a la
interpretación. Esta interdependencia de la prueba y del acto de conoci-
miento es una de las manifestaciones del círculo hermenéutico» (Szondi,
1982, pág. 23).
[89]
[90]
[91]
35
Sin embargo, el déficit hermenéutico no es un déficit filosófico, como
lo muestra especialmente la incidencia del neo-tomismo, ya sea reivindicado
(en Kalinowski, Deely, Beuchot) o no (en Greimas, Courtés, Eco).
36
A. J. Greimas. La mode en 1830. París: Presses Universitaires de
France, 2000. [T.]
[92]
[93]
Filología digital
1. LA SITUACIÓN EPISTEMOLÓGICA
1
Efectivamente, sin tomar en cuenta este hecho, la informática revolu-
cionó la filología al realizar algunas de sus tareas más rutinarias. El corpus
[95]
[96]
2
Las obras como los diccionarios y las gramáticas han sido siempre,
directamente o no, fruto de una voluntad normativa que ha determinado
ciertos aspectos de sus estructuras; por ejemplo, los diccionarios son un
archivo de contextos reificados y unificados bajo un formato común.
[97]
3
El objetivo de simular la comprensión del lenguaje es inaccesible, ya
que la comprensión depende de sujetos situados y de tareas. Reduciendo
incluso la comprensión a la construcción de formas lógicas proposicionales,
no se pudo automatizar la codificación proposicional, pues las frases no
comprenden una significación independiente de una pertinencia definida
en el plano del texto.
[98]
4
En el seno mismo de las investigaciones cognitivas el primado y aun la
existencia de las representaciones han sido impugnados, tanto en la corriente
conexionista por autores como Smolensky, McClelland y Rumelhart, como
en las corrientes emergentistas, por ejemplo, las de la autopoiësis y de la
enacción (Varela).
Si la lingüística cognitiva, especialmente en sus desarrollos california-
nos, se presentó como una alternativa global al chomskysmo, conservó
el primado de las representaciones modificando solamente su formato, y
prosiguió de otra manera la tradición especulativa y prelingüística de las
gramáticas generales que hace del lenguaje «una ventana abierta a la cogni-
ción» (Jackendoff), pero de hecho abierta al sujeto trascendental. En pocas
palabras, es porque la gramática ha sido siempre cognitiva que nunca ha
sido textual.
[99]
5
Es sorprendente que se haya puesto en práctica una lingüística sin
corpus, en que los ejemplos forjados y sin contexto servían —o casi ser-
vían— de dominio empírico. Actualmente cabría evocar, en plural, a las
lingüísticas de corpus que admiten una alegre diversificación.
[100]
[101]
6
Véase el sistema Decid, elaborado por Princemin (1999a).
[102]
7
Ver en particular la revista TAL, 1995, 36, 1-2 (número especial di-
rigido por Benoît Habert). Esta evolución no tiene nada de lineal y Benoît
Habert nota precisamente que se nombra tree-banks a los corpus arbóreos,
como si un texto pudiera reducirse a una serie de frases.
8
Cf. Tanguy, 1998; Thlivitis, 1998; Princemin, 199a.
[103]
9
Un texto fundador puede ser transmitido por vía oral o escrita: la
coexistencia de esas dos vías despierta cuestiones difíciles, tanto para la
tradición platónica como para la Tora oral y los hadit del profeta, etc. Lo
oral tiene la reputación esotérica y clara, mientras que lo escrito, exotérico
y oscuro, requeriría su elucidación por una tradición oral.
[104]
10
El enriquecimiento recíproco de las semióticas de un texto multime-
dia ha sido poco estudiado, salvo para el caso del cine.
[105]
[106]
11
He aquí cómo comienza en una «edición» de la red (web) Les plaisirs
et les jours [Los placeres y los días] de Proust: «Los antiguos griegos lleva-
ban a sus muertos pasteles, leche y vino. Seducidos por una ilusión más re-
finada, aunque no más sensata, nosotros les ofrendamos flores y litros [sic]!
Si le doy este, es en primer lugar porque es un libro de imágenes [sic]». [M.
Proust (1871-1922) publicó Los placeres y los días en 1896]. [T.]
[107]
[108]
12
Para que una teoría pueda adaptarse a las aplicaciones descriptivas es
preciso que no sea (o sea poco) dogmática: limitar sus postulados al mínimo
(ausencia de ontología predefinida, primitivos, tesauros) le permite generar
versiones parciales o debilitadas de ella misma.
[109]
[110]
2.3. La codificación
13
Sucede lo mismo en el plano del contenido: un texto que deja de ser
leído, al hallarse escindido de su tradición interpretativa, puede llegar a
ser ilegible.
[111]
14
Cada tipo de etiquetaje concretiza un punto de vista diferente y su
multiplicación permite una caracterización cruzada. Si bien la mayoría de
etiquetas usuales marcan la incidencia del sintagma y de la frase sobre la
palabra, algunas indexaciones semánticas marcan la incidencia del texto
sobre la palabra.
15
El relieve no es concebible para la problemática lógico-gramatical que
supone una isonomía de los signos.
[112]
16
Solo podemos mencionar aquí los estándares internacionales re-
cientes: TEL lite y XML — para eXtended Markup Language, lenguaje
extendido de balizaje; ese metalenguaje de representación de la estruc-
tura y del contenido de los documentos simplifica la norma SGML y se
convierte en un verdadero estándar de intercambio de documentos en la
red Internet.
17
Para un estado de la cuestión en francés, cf. Yvon et ál., 1998.
18
Para el francés se puede destacar los buenos resultados del indicador
(logicial) Cordial U (cf. Malrieu y Rastier, 2001).
[113]
19
Materialmente, un texto codificado en un nivel de detalle intermedio se-
gún las recomendaciones de la TEI lite puede crecer la mitad en extensión.
[114]
3. RENOVACIONES DE LA INTERPRETACIÓN
20
La modelización informática de los recorridos interpretativos es un
programa ambicioso: en efecto, hay que conocer los recorridos efectivos,
describir sus estrategias y tácticas para poder asistirlos sin forzarlos (cf.
Tanguy, 1997).
[115]
[116]
21
O, en homenaje medio en broma medio en serio a Genette, principio
de Architexto.
22
Véase, por ejemplo, el escritorio de Dumarsais, reconstituido por
Françoise Douay, en su edición del Traité des tropes [Tratado de los tropos].
Ese principio se aplica también a lo oral en que el corpus está constituido
por el «universo discursivo» de los locutores, como por su historia conver-
sacional común cuando se trata de una relación interlocutiva prolongada.
[117]
23
Además, desde los años 60, la producción automatizada de las con-
cordancias ya había acompañado discretamente la expansión de la temática
literaria.
24
Tal el caso de un ilustre crítico que citaba en un coloquio una senten-
cia característica de Chateaubriand, que desgraciadamente no se encuentra
[118]
[119]
[120]
26
Por ejemplo, necesité diez años para comprender la importancia del
número diez en la novela de Maupassant titulada Toine (cf. el autor, 1989,
lib. II, cap. V); en cambio, el test de la diferencia reducida me lo puso
instantáneamente ante los ojos y aun me permitió sacar provecho de una
ocurrencia en la primera línea que, lo confieso, se me había escapado, a
pesar de que ella hubiera reforzado mi propósito.
27
La noción de dato invita a la prudencia. En primer lugar, las informa-
ciones no interpretables como, por ejemplo, las frecuencias absolutas, no
merecen ser consideradas como datos.
Un dato es «dado» no al observador sino por el observador, solo por
el hecho de que una hipótesis presidió su compilación. Por ejemplo, toda
acepción está vinculada con un género y un discurso: para hacerla interpre-
table y transformar su ocurrencia en dato conviene, por lo tanto, restituir
este entorno. Del mismo modo que en arqueología, mezclar los vestigios
de un mismo campo de excavaciones llevaría al fracaso, mezclar textos he-
terogéneos por el tipo de discurso, el género y la época impediría restituir
sus normas semánticas. Si la elección de un corpus responde a una espera
global, todo subconjunto del corpus convocado por un requerimiento res-
ponde a una hipótesis. «El arte» de la interpretación consiste así en cruzar
los requerimientos para objetivar las esperas satisfaciéndolas o, mejor to-
davía, renovándolas.
[121]
28
Las teorías lingüísticas sufrieron una triple limitación que procede de
la tripartición entre sintaxis, semántica y pragmática: se circunscribieron a lo
sintáctico y por lo tanto a la frase; recurrieron a una semántica veridictoria
inadecuada para las lenguas e incapaz de pensar su diversidad; y a una prag-
mática que desemboca en una microsociología de las interacciones verbales,
pero inadecuada para tratar los textos escritos y desacoplados de la interlo-
cución.
[122]
Hermenéutica material
A la memoria de Peter Szondi
1. PLANTEAMIENTOS EPISTEMOLÓGICOS
[123]
[124]
1
Por lo demás, la ciencia no es un discurso sobre el Ser. Las teorías
que lo pretenden, como lo hace el fisicalismo cognitivo al asimilar el Ser al
mundo de los estados de cosas, solo lucharían contra la religión al desdeñar
el dogmatismo sobre sus formas caducadas, para reducirse, como lo hacen
ciertas corrientes de filosofía analítica, a una escolástica sin dios.
2
La interpretación es localizada pues se ubica en una práctica social y
obedece a los objetivos definidos por esta práctica. Como dichos objetivos
definen, a su vez, los elementos retenidos como pertinentes, se debe aban-
donar la idea de una interpretación totalizante y definitiva, puesto que la
interpretación de un texto cambia con los motivos y las condiciones de su
descripción. Las hermenéuticas jurídica y religiosa, cada una a su manera,
han planteado aunque no resuelto ese problema.
[125]
3
La separación del cuerpo y del alma es de tradición helénica antes
que hebrea. Su homologación a las relaciones del signo y de la significación
es recurrente: la letra es el cuerpo, la significación el alma, o al menos el
espíritu. Esa homologación recibió el considerable respaldo de San Pablo y
luego de San Agustín que afirmaba, por ejemplo, que pensar según la letra
es pensar carnalmente (cf. De doctrina cristiana, III, 5, 9). Orígenes ya
hacía explícitamente la comparación entre la letra y el espíritu, el cuerpo y
el alma (cf. Tratado de los principios, I, 2).
Las acentuaciones del dualismo incidieron naturalmente en las relacio-
nes del alma y del cuerpo, pero también del significante y del significado.
Por ejemplo, Lutero retoma la antropología del Concilio de Toledo (668)
según el cual «el hombre consiste en dos sustancias; a saber, el alma y el
cuerpo» (in Süs, 1969, págs. 59-60), y no la tesis tomista del Concilio de
Viena (1311-1312), por la cual «el alma racional es verdaderamente y por
ella misma la forma del cuerpo humano» (ibíd., pág. 59). Ello no puede
dejar de tener relación con la separación del signo y del sentido que practica
todavía el positivismo. Preservemos por lo menos el hecho de que la separa-
ción del sonido y del sentido procede de planteamientos metafísicos que no
son menores que los que presiden a los del cuerpo y del alma.
[126]
4
Por ejemplo, según Auroux, la tesis hermenéutica para las ciencias
del lenguaje consistiría en aseverar que «el conocimiento de los fenómenos
es idéntico a las representaciones conceptuales que el sujeto tiene de sus
actividades lingüísticas y es la causa productora de los fenómenos observa-
bles. Se puede encontrar esta concepción en la noción tradicional de regla
de gramática que aplica un sujeto consciente» (Auroux, 1992, pág. 40; he
suplido las abreviaturas). Esta formulación de la tesis hermenéutica parece
ser, a la vez, muy estrecha y muy amplia. En primer lugar, no deja ningún
campo al problema de la interpretación. Al margen de que el debate sobre
la conciencia lingüística del sujeto hablante y sobre su conocimiento de las
reglas nos parece ocioso, esta formulación es perfectamente compatible
con una interpretación procesal del pensamiento y podría ser la de una
psicolingüística chomskyana. Olvida, por último, la intersubjetividad y la
historia, o sea precisamente los dos dominios privilegiados por la aproxi-
mación hermenéutica.
[127]
[128]
5
No obstante, en Eco se encuentra una extensión de esta concepción
escolástica de la semiosis: «En un sistema semiótico, cualquier contenido
puede convertirse, a su vez, en una nueva expresión que puede ser inter-
pretada o sustituida por otra expresión» (1992, pág. 24). Eco define así la
semiosis ilimitada o, preferiblemente, indefinida, que describe Peirce y que
radicaliza la teoría medieval de la connotación pero que queda deudora del
paradigma del signo.
6
Prisciano hace notar que nadie dice ego facis y Auroux ve en ello el
equivalente, para las ciencias del lenguaje, del teorema de Pitágoras.
[129]
7
Evidentemente, ello coloca a la semántica bajo la rección de la lógica.
8
Tanto las experiencias sobre la interpretación de las no-palabras (o
logatomos), multiplicadas en psicología desde Noble, como las experien-
cias sobre la interpretación de textos en lengua desconocida (llevadas a
cabo no hace mucho en el seno del proyecto europeo Galatea) advierten
elocuentemente sobre el carácter incoercible y compulsivo de la interpre-
tación.
9
Las series gramaticales inaceptables, muy apreciadas por los autores
medievales de sophismata y puestas al día por Chomsky, siguen siendo un
artefacto de la lingüística. De acuerdo a nuestra perspectiva descriptiva,
estimamos que toda serie atestada debe ser aceptada por el lingüista. Lle-
gamos así a conclusiones inversas a las de Martin (1979) que subordina la
interpretabilidad a la gramaticalidad.
[130]
10
Dejamos, entonces, a la filosofía o a la psicología los problemas de
la enunciación y de la comprensión, en sentido fuerte; y a la hermenéutica
filosófica dejamos tres problemas fundamentales: el problema del tiempo
vivido y de la consciencia íntima del tiempo; el de la subjetividad (los re-
corridos interpretativos que constituyen el sentido son las coerciones lin-
güísticas que se imponen al sujeto y no los recorridos reales que él puede
efectuar); en fin y correlativamente, rehusamos atribuir el sentido de los
textos al sentido de lo vivido.
[131]
[132]
3. INTERPRETACIÓN Y CORPUS
[133]
misterios de París (1842 a 1843) y, entre muchas novelas, Los misterios del
pueblo (16 vol., 1849-1857). [T.]
[134]
13
Tomo prestado este término a Pincemin (1999a). él nos recuerda lo que
en historia del arte se llama via di levare: se extrae la estatua del bloque.
[135]
14
Ing. murder: asesino; suicide: suicida. [T.]
[136]
15
El poema de Primo Levi, Il superstite [El sobreviviente] fue escrito el
4 de febrero de 1984; cf. François Rastier. Ulises en Auschwitz. Primo Levi
el sobreviviente. Barcelona: Reverso Ediciones SL, 2005, págs. 15-16. [T.]
[137]
[138]
[139]
16
El modelo de la comunicación —en mi criterio uno de los principales
obstáculos epistemológicos para el desarrollo de las ciencias del lenguaje—
define, sabemos, el lenguaje como un código, el texto como un mensaje y
el intérprete como un descodificador. No distingue casi el emisor, el autor y
el narrador. Opone la función poética y la función referencial, prohibiendo
plantear claramente el problema de la mímesis y de su función ontogónica.
Ese modelo de la comunicación, surgido del positivismo lógico, muestra el
irenismo bien entendible que lo inspiró al final de la segunda guerra mun-
dial, pero no lo justifica en el plano teórico.
17
Cf. el autor, 1996a.
18
El principio de composicionalidad, llamado impropiamente ley de
Frege, rige todas las semánticas lógicas y las teorías del texto que se derivan
de él. Este principio estipula que se obtiene el sentido de una expresión
por composición del sentido de sus sub-expresiones. Ahora bien, el sentido
de las sub-expresiones elementales es obtenido recurriendo a la evidencia,
tanto que la evidencia funda toda semántica lógica.
19
En el plano epistemológico, ese prejuicio de claridad determina el
argumento de Sokal sobre la utilización de metáforas en el discurso cientí-
fico: ellas deben reconducir a lo literal, es decir, deben dirigirse a esclarecer
y no oscurecer…
[140]
20
Véase «la idea de que el autor es el Espíritu Santo y no hace nada en
vano, de donde no hay abundancia, no hay tautología» (Schleiermacher,
1987, pág. 105). El principio cognitivo de pertinencia formulado por Sper-
ber y Wilson reemplazaría aquí el Espíritu Santo por el Mind [ing. entendi-
miento, mentalidad, inteligencia]. [T.]
[141]
21
Ese principio recupera el principio de economía ya formulado por
Maupertius en su Cosmologie [Cosmología] de 1750 para balancear la pro-
videncia divina y que, por lo demás, fue invalidado poco después por la
lingüística histórica y comparada. No obstante, el principio de economía
no es desconocido en hermenéutica y se le encuentra, por ejemplo, en Dan-
nhauer, el primero en formular el principio de una hermenéutica general
(Idea Boni Interpretis, Strasbourg, 1630; Hermeneutica sacra, Strasbourg,
1654); pero encuentra su lugar verosímilmente por medio del aristotelismo
paduano que se desarrolló a partir del estudio de Galeano (cf. Thouard, en
prensa): la economía consiste en un buen equilibrio global, a imagen de la
salud orgánica —y no se define como un principio de beneficio inmediato,
como en la filosofía anglo-sajona contemporánea.
22
Según Grice, una contribución es cooperativa si respeta o viola osten-
siblemente las máximas de conversación. Dichas máximas son las siguien-
tes: las dos sub-máximas de cantidad, (i) «dad tanta información como sea
necesaria» y (ii) «no deis más información que la requerida»; la máxima de
calidad («que vuestra contribución sea verificada»), que se declina en dos
sub-máximas, (i) «no afirméis lo que creáis ser falso» y (ii) «no afirméis
aquello de lo que no tenéis prueba»; la máxima de relación («sed pertinen-
te»); por último, la máxima de manera «sed claro», declinada en cuatro
sub-máximas: (i) «evitad las oscuridades», (ii) «evitad ser ambiguo», (iii)
«sed breve» y (iv) «sed ordenado».
[142]
[143]
23
El irenismo moderno en materia de interpretación procede, sin duda,
de la idea kantiana —prometida al éxito universitario, al menos en las fa-
cultades de teología— de que la religión puede ser contenida en los límites
de la simple razón.
24
Según Scheleiermacher, el irenismo procede de una máxima laxista
y aludiendo apenas a F. Schlegel, se le puede resumir en dos postulados:
«Postulado de la comunidad: todo aquello que es verdaderamente bueno,
grande y bello, es inverosímil, pues es extraordinario y al menos sospechoso.
Axioma de la costumbre: como sucede en casa y en torno a nosotros, ello
siempre ha debido ser así, ya que todo eso es muy natural» (Lycée, § 25).
[144]
25
Los interpretantes solo son identificados y aislados como momentos
del recorrido.
[145]
26
Véase la teoría psicológica de la disonancia cognitiva, por la cual
Festinger confirmó experimentalmente que se rechaza o se descuida las tesis
que no concuerdan con las ideas aceptadas.
27
El poemario Illuminations (1886) de Jean-Arthur Rimbaud (1854-
1891). [T.]
28
Opuesta a la inocente nuditas naturalis como a la indigente nuditas
temporalis, esta desnudez se adorna con joyas como se le ve de Cranach a
Manet y hasta van Dongen.
[146]
[147]
[148]
29
El filósofo Salustio afirmaba: «los mitos imitan a los dioses en cuanto
a lo proferible y a lo no proferible, a lo visible y a lo invisible, a lo evidente
y a lo escondido» (De las cinco especies de mitos y ejemplos de cada uno) y
«el mundo mismo es un mito, ya que los cuerpos y las cosas son aparentes
en él y las almas y las inteligencias están allí ocultas» (Sobre los mitos que
son divinos y por qué), cf. F. Cumont, «Salluste le Philosophe» [Salustio el
filósofo], Revue de philologie, XIV, 1892, págs. 49-56.
[149]
30
Cf. el autor, 2001a.
[150]
[151]
4.4. Proposiciones
31
Cf. Tratado teológico-político, cap. VII.
[152]
[153]
32
La semántica interpretativa tiene correlatos psicolingüísticos a nivel per-
ceptivo. Incluso la balística ocular, aunque reputada automática e inconsciente,
parece depender de un régimen interpretativo. Por el modo de escrutinio de la
palabra, bajo el régimen de la claridad, el punto de escrutinio de la fóvea, cuyo
ángulo es igual a 2%, se sitúa luego del centro de la palabra y se puede inferir de
ello una verificación tardía de la anticipación; al contrario, bajo el régimen de la
oscuridad, el punto de escrutinio se sitúa en el centro de la palabra, incluso al
comienzo (cf. Lavigne-Tomps, 1996). En cuanto a los caracteres cualitativos de
la fijación, ellos se oponen por las fijaciones cortas y poco numerosas a las fija-
ciones largas y numerosas. Los comportamientos oculomotores dependen así de
los tipos de recorridos interpretativos locales, que corresponden a los regímenes
hermenéuticos de lo claro y de lo oscuro. Se puede deducir que la percepción
misma del significante depende del modo de tratamiento del significado y con
ello de los modos mimético y hermenéutico del texto.
33
Así como las lenguas de arte son «mises en abyme» del intertexto,
cada una de sus palabras remite, por lo común de manera polémica, a una
alta tradición. [La especialización de «abyme», que en heráldica francesa
designa el centro del escudo (1671), inspiró al novelista André Gide la ex-
presión «mise en abyme» que, a la vez que restablece la etimología, remite a
un procedimiento de repetición en espejo del sujeto o de la acción]. [T.]
[154]
[155]
34
En la práctica, los métodos de interpretación del texto que se centran
en el signo no permiten dar cuenta de la textualidad: las lecturas simbólicas
diversas que crean metáforas in absentia, el uso de «claves» psicoanalíticas o
aun el anagramatismo tienen en común el hecho de resumir el texto a un signo,
o a algunos, del cual o de los cuales el texto solo sería el despliegue. Dichos
métodos casi no tienen en cuenta la variedad interna y externa de los textos.
35
«La lectura diestra consiste en lo que se lee con otros, incluso se trata
de leer también la lectura de los otros» (F. Schlegel. Fragmentos sobre la
poesía y la literatura, II, pág. 699).
[156]
36
Una necesidad puede ser satisfecha, un deseo solo puede ser avivado.
El deseo de interpretar el texto concierne al deseo de participar, al comen-
tarlo, en su elaboración y transmisión.
37
F. Schlegel. Kritische Aufgabe, XVIII, pág. 63; trad. en Thouard,
1996, pág. 61.
[157]
38
Si el universalismo es la forma suprema del etnocentrismo, su carác-
ter etnocéntrico es menos exorbitante que su pretensión normativa.
[158]
39
Al plantear que la situación de interpretación puede ser caracterizada
trascendentalmente, Gadamer (1960, pág. 178) encuentra, por ejemplo, a
David Lewis (1972): el prejuicio ontológico puede unir así la hermenéutica
filosófica con el positivismo lógico.
40
Por ejemplo, los estudios de Compagnon (La seconde main [La
segunda mano], París, Le Seuil, 1978) y de Todorov (Symbolisme et in-
terprétation [Simbolismo e interpretación], París, Le Seuil, 1978) deben
su carácter reductor a una aproximación positivista de la interpretación,
reducida a sus técnicas.
41
A pesar de ser discutible la noción de interpretación perfecta anun-
ciada, por ejemplo, por Schleiermacher, solo tiene pertinencia en teología y
para una exégesis ideal. Algunos quisieran, entonces, arrinconar la herme-
néutica en el Templo (cf. Descombres, 1983); pero ello supone, al parecer,
confundir la exégesis con la teología. La interpretación de los textos sagra-
dos no es una disciplina sagrada; en otras palabras, la exégesis depende de
una semántica de los textos.
[159]
42
La posición ejemplar de Eco ilustra aquí los límites de la tradición
semiótica. Después de haber mencionado alusivamente, hace tiempo, «el
basamento de la semiótica» que «no puede ser excluido del discurso de
la semiótica sin que resulten lagunas inquietantes en la teoría entera» (cf.
1975, págs. 33-35), nombra finalmente «ese algo que nos lleva a producir
los signos» y que «nos decidimos a llamar el Ser [Essere]», considerado
como «el horizonte, el baño amniótico, en el cual se mueve naturalmente
nuestro pensamiento» (1997, págs. 4-8 passim), ese zócalo duro del Ser que
garantiza los límites de la interpretación (pág. 35).
[160]
[161]
Retórica e interpretación:
el ejemplo de los tropos
1
«Y el cielo de Venus se puede comparar con la retórica por dos pro-
piedades: una es la claridad de su aspecto, que es más suave a la vista que
ninguna otra estrella; otra es su aparición por la mañana y al atardecer». El
Convite, Tratado II, XIII [XIV], 13, en Obras Completas de Dante Alighie-
ri. Versión castellana de Nicolás González Ruiz, sobre la interpretación
literal de Giovanni M. Bertini. Colaboración de José Luis Gutiérrez García,
traductor de «El convite». Cuarta Edición. Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1980, pág. 605. Allí se incluye la siguiente glosa: «Dante explica
que “por la mañana” quiere decir “cuando el retórico habla a la vista del
oyente” (discurso oral) y “por la tarde, es decir, por detrás, cuando el retó-
rico habla por medio del escrito, es decir, a distancia”». [T.]
[163]
2
Por ejemplo, la duración promedio de las comunicaciones políticas
en los medios en los Estados Unidos en 1999 ha sido de quince segundos.
Ciertamente, los spots no escapan a la retórica; ellos condensan sus virtudes
o sus defectos, pero las células-imágenes se esfuerzan por hacer que la actio
prevalezca sobre la inventio y la dispositio: la conducta de los oradores-
comunicantes prevalece sobre sus declaraciones, casi intercambiables.
3
También la ontología encuentra ecos lejanos de la retórica: los estados
de cosas de la filosofía positivista del lenguaje, los Sachverhalten del primer
Wittgenstein, ¿no son una transposición de los estados de causa reperto-
riados por la retórica judicial desde Hermágoras y entre los cuales el Peri
staseon de Hermógenes presentaba una síntesis sistemática? No sería sor-
prendente: desde Valla se sabe que la res, la cause de los oradores antiguos,
se convirtió, sin cambiar de nombre, en la cosa de los lógicos medievales
que fijaron los marcos teóricos de la filosofía del lenguaje.
[164]
4
Francia destinó a la Retórica una suerte especial. Como se sabe, los
representantes eminentes de las Luces se dejaron llevar al establecimiento de
la ecuación sumaria retórica = latín = Jesuitas. Los Ideólogos y gramáticos-
filósofos —a quienes debemos las primeras instituciones universitarias de
la República y del Imperio— se esmeraron por reducirla a un apéndice de la
gramática; luego Victor Cousin la suprimió de los programas. «Guerra a
la Retórica y paz a la Sintaxis» (Contemplaciones [Contemplations], I, VII):
esta consigna de Victor Hugo resume bastante bien la opinión de su siglo.
5
Este cometido sigue siendo considerable, pues se sustenta en la tra-
dición gramatical francesa que, en lo esencial, remonta a Beauzée y a los
gramáticos-filósofos. Las reglas lingüísticas son consideradas como los me-
dios para expresar el pensamiento y, por lo tanto, se les remite a las opera-
ciones del espíritu. Las diversas escuelas lingüísticas de tradición francesa
renovaron esta problemática sin modificar su principio. En el siglo XX, las
corrientes de pensamiento ilustradas por Victor Henry, Ferdinand Brunot
y Gustave Guillaume titubearon, cada uno a su manera, entre la lógica y la
psicología, puesto que evidentemente necesitaban una teoría de las opera-
ciones mentales. Ellos se prolongan actualmente en la vía de un mentalismo
«cognitivo», tanto más seductor cuanto que de hecho la lingüística y antes
que ella la gramática han sido siempre cognitivas.
[165]
6
Luego de la caída del trivium (gramática/lógica/retórica), efectiva-
mente la pragmática lo remplazó en parte. Hemos recordado ya cómo la
tripartición morrisiana sintaxis/semántica/pragmática reformuló el trivium
a su manera (cf. el autor, 1990). Si fuese necesario, esta sustitución revela-
dora recuerda que los problemas debatidos hoy en pragmática aparecieron
ya en los orígenes de la retórica. Tomemos el ejemplo de los actos de habla.
Protágoras clasificaba ya las frases en preguntas, respuestas, órdenes y vo-
tos. Los estoicos, para quienes la retórica era todavía solo una parte de la
lógica, distinguían entre los lekta completos, las órdenes, las prohibiciones,
las dudas, etc. (cf. Sextus Empiricus, Adversus Matemathicos, 8, 71-73;
Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, V, 65-68). No se trata aquí de
una clasificación sintáctica, ya que si al menos creemos a Plutarco, un mis-
mo enunciado podía transmitir varios de esos actos: «Ellos pretenden que
aquellos que formulan una prohibición dicen una cosa prohibiendo otra y
ordenando una tercera» (Sobre las contradicciones de los Estoicos, 1037d).
En pocas palabras, como Colón América y Fillmore los casos, Austin fue
sin duda el último en «descubrir» los actos de lenguaje. Aun más, este casi
no ha dado cuenta de su complejidad: su descripción de los preformativos
queda técnicamente sin alcanzar los tratados de los sacramentos producidos
por la escolástica.
La pragmática no es, por supuesto, un simple sustituto de la antigua
retórica: ella recupera y desplaza la problemática retórica en dos de sus
dominios mayores: (i) La teoría de los actos de lenguaje trata de fenómenos
hace poco clasificados en las figuras no tropos. (ii) La teoría de la argu-
mentación trata la elocuencia, pero separada de sus géneros (de donde sus
pretensiones universalistas, incluso fundacionales; cf. i. e. Anscombre: «La
argumentación debe figurar desde el nivel más profundo de la descripción
semántica», 1985, pág. 343).
[166]
7
Salvo si trata de recuperar la filosofía transcendental (K. O. Appel),
la pragmática es seducida por la problemática del positivismo lógico que,
en Morris y Carnap, presidió su definición y así se ve llevada a reducir las
formas retóricas, colocándolas bajo la jurisdicción última de los juicios de
verdad. En cuanto al sentido derivado, este no es descrito en el seno de
una semántica unificada sino remitido a las teorías especulativas de la in-
tencionalidad; de ahí, por ejemplo, la indigencia de la «retórica cognitiva»
propuesta por Sperber en 1975.
[167]
8
Pierre Fontanier publicó Figures du discours entre 1821 y 1830; esta
obra fue reeditada en 1968 por Flammarion (París) con una introducción
de G. Genette. [T.]
9
Recordemos que Dumarsais fue, en Francia, el primer autor en tratar
aisladamente las figuras. Por cierto, un abismo —y ¡qué siglo, 1730-1830!—
lo separa de Fontanier. Retrospectivamente, el primero comienza con auto-
ridad un movimiento que el otro acabará en una pedantería menesterosa.
10
Los inventarios se redujeron sin cesar, desde los 350 tropos de Henry
Peacham (The Garden of Eloquence [El jardín de la elocuencia], 1577)
hasta los diez de Lausberg y los cuatro de Fraunce.
[168]
11
El antirretorismo jacobino está muy presente y en el espacio francó-
fono es de Bélgica que vino la renovación de la retórica con Perelman y la
Escuela de Bruselas para la argumentación y la Escuela de Lieja para los
tropos. Los colegas suizos no se han quedado atrás con Morier para las
figuras y Grize para la argumentación.
12
Debemos distinguir aquí entre los dos usos que hace la lingüística de
los conceptos retóricos como operadores: en semántica histórica son em-
[169]
[170]
13
Pottier da como ejemplo: «en casa, lo que tengo en mis pies son za-
patillas» (ibíd.) y define como toma de distancia (i.e. desvío) en relación
con el ortónimo, la metáfora, la metonimia y los diversos tipos de perífrasis
(cfr. 1992, págs. 123-125).
14
Esta definición célebre conlleva dos dificultades. La primera toca a la
dimensión de la unidad afectada, que puede ser inferior (los «accidentes»
de la palabra) o superior a la palabra (la expresión, en sentido moderno de
sintagma; incluso la frase o el texto íntegro, en el caso de tropos como la
alegoría). De hecho, la reflexión y los debates recaen en la palabra, índice
que queda de una concepción «filosófica» de la lengua como nomenclatura,
y de las palabras como medios de expresión de las ideas y de designación de
las cosas. La segunda dificultad, igualmente enfatizada por F. Douay (1988,
pág. 244, n. 14), se debe al hecho de que en el resto del tratado una palabra
solo posee, propiamente hablando, una significación. De ahí la fórmula
confusa de Ducros en su compendio: «los Tropos son figuras mediante las
cuales se hace tomar a una palabra una significación que no es precisamente
la significación de esa palabra» (1988, pág. 369). Para resolver esta difi-
cultad, los gramáticos-filósofos de las Luces no disponían de la distinción
moderna entre tipo y ocurrencia.
[171]
15
Los sentidos abstractos vienen luego, dado que la abstracción solo
se establece con el progreso del conocimiento. Esta tesis clásica, invalidada
desde hace buen tiempo por Meillet, es recuperada hoy en semántica cog-
nitiva (Sweetser, Traugott). La historia del lenguaje seguiría la historia del
conocimiento humano, de la cual es el instrumento privilegiado. El sentido
etimológico tendría así estrecha vinculación con el origen. Esas creencias
son muy extendidas e informan la práctica lexicográfica: por ejemplo, desde
el diccionario latino de Gaffiot hasta el Trésor de la langue française [Tesoro
de la lengua francesa], el sentido físico es presentado siempre antes que los
sentidos abstractos, como si les hubiese preexistido.
16
Beauzée, por ejemplo, en el artículo «Hipálage» de la Enciclopedia,
traduce resueltamente hipálage por subversión.
17
Coseriu obtiene de esto una consecuencia para la distinción saussu-
reana entre sincronía y diacronía: el sistema de la lengua que es el objeto de
la lingüística es el de la lengua funcional, aquel que efectivamente funciona
en un estado de lengua dado (es decir, construido).
18
El sentido literal comparte, aparentemente, la anterioridad del sentido
propio, no porque él como este haya sido instituido en primer lugar sino
porque adviene primero al espíritu: «el sentido literal es aquel que las pala-
bras excitan primero en el espíritu de aquellos que comprenden una lengua,
es el sentido que naturalmente se presenta al espíritu» (1980, pág. 204). En
ese naturalmente, se encuentra la naturaleza.
[172]
19
Sobre la noción literal en los pragmáticos, cf. i. e. los empleos de
las nociones de «significado literal» y de «significación literal» en Ducrot
(1972, pássim) o de «sentido literal» y de «valor patente» en Kerbrat, 1986,
págs. 66-68; para una discusión, cf. Searle, 1978.
En semántica veridictoria el sentido literal funda toda teoría: una propo-
sición decidible solo es tal porque sus términos son tomados en sentido lite-
ral. Mejor, la ley de Frege que permite calcular el sentido de las expresiones
complejas se basa igualmente en ese concepto enigmático. Szabolcsi le da
esta formulación: «el sentido literal (literal meaning) de una expresión está
determinado únicamente por los sentidos literales de sus sub-expresiones y
su modo de composición» (1981, pág. 41).
20
Apelativo que se dio a los jansenistas de la abadía de Port-Royal. [T.]
21
Sobre esas dos problemáticas, véase el autor, 1991, cap. III. La jerar-
quía entre el corazón, en el que se realza la idea accesoria, y la razón, de la
que se realza la idea principal, se encuentra invertida en otra parte, pues se
[173]
[174]
23
Dumarsais, desarrollando la definición de Scaligero, para quien la
figura «es solo una disposición particular de una o varias palabras», precisa
en el artículo «Figura» de la Enciclopedia que esta disposición «es relativa
al estado primitivo y, por así decirlo, fundamental, de las palabras y de las
frases. Los diferentes desvíos que se hace en este estado primitivo y las
diferentes alteraciones que se le aportan logran las diferentes figuras de pa-
labras y de pensamientos» (1988, pág. 316). Se ve aquí que la figura altera
la naturaleza distanciándose de ella.
24
«Todo lo que forma parte del código lingüístico constituye una nor-
ma, es decir, un grado cero: ortografía, gramática, sentido de las palabras.
[175]
[176]
26
Este es un efecto mayor de la concepción realista de la significación
(cf. el autor, 1990, 1992a, b). La clasificación de las partes del discurso
se ha mantenido más o menos invariable desde la exposición canónica de
Dionisio de Tracia hasta nuestros días (de Chomsky a Langacker). Los cri-
terios ontológicos que la fundan se traslucen todavía en la terminología (i.e.
sustantivo: sustancia, ousia). El privilegio ontológico del nombre lo hizo
aparecer desde hace veinticinco siglos a la cabeza de todas las listas de las
partes del discurso. La clasificación de las partes del discurso no está, por
supuesto, fundada en el único criterio ontológico, pues este es redoblado o
completado desde Aristóteles por los criterios puramente morfológicos que
lo naturalizan de alguna manera. Pero persiste preeminente: por ejemplo,
Langacker (1991) define los nombres en relación a los objetos (con rede-
finición espacial de la objetividad). Y Charaudeau recuerda: «los seres son
expresados por una categoría tradicionalmente llamada nombre o sustan-
tivo» (1992, pág. 21).
27
Ducros la toma prestada de Dumarsais quien, sin embargo, la rechaza
pero sin criticarla radicalmente: «no creo que haya un número suficiente-
mente grande de palabras que remplacen a las que faltan» (1988, pág. 77).
[177]
[178]
31
De este modo, el discurso pedestre, en el grado cero, es homogéneo,
idéntico a sí mismo, y por lo tanto categorizable por la morfología y la sin-
taxis. La tesis de la unidad en sí de la lengua supone la unidad del mundo
que se considera está representada por ella, y que sin duda la funda.
32
Si se extiende la noción lockeana de esencia nominal, las esencias solo
existen porque tienen un nombre. El carácter puramente ontológico del rea-
lismo semántico aparece aquí: el sentido de la palabra sería la designación
de un objeto, cuya objetivación misma procede de una creencia inveterada
en la virtud representativa de la palabra.
[179]
33
El dualismo platónico obtiene de ello el argumento de la división que
instaura en el seno mismo del lenguaje: a Sócrates como a su interlocutor
les parece evidente que se pueda y se deba reducir un poema a su contenido
conceptual, juzgarlo a medida de su verdad; y que su expresión pueda y
deba ser revocada como un disfraz, aunque como aquí sea natural (las flores
de la juventud y las de la retórica no son permanentes).
[180]
34
San Pablo dice de los hijos de Israel: «Omnia in figuram contingebant
illis» [Todo esto les acontecía en figura] (I, Cor., 10,11; véase también Orí-
genes, Tratado de los principios, I, 5-8; para los datos tocantes a la historia
de la noción de sentido figurado, todavía hoy muy vivaz, cf. el autor, 1987,
cap. VIII). La lectura alegórica no es, evidentemente, propia de los cris-
tianos y más bien domina toda la Antigüedad tardía. Los Estoicos habían
alegorizado a Homero para moralizarlo. En los primeros siglos de nuestra
era, ese modo hermenéutico se generalizó tanto en los cristianos como en
los paganos: Porfirio (comentario sobre la Odisea), Martianus Capella (Las
bodas de Mercurio y de Filología), Macrobio (Saturnales), Servius (comen-
tario sobre la Eneida). Se practicará hasta comienzos del Renacimiento, por
ejemplo, en el Ovidio moralizado de Berchorius (Pierre Bersuire, teólogo,
amigo de Petrarca): fue necesario esperar al Concilio de Trento para poner
fin a la moralización alegórica de las obras paganas.
35
Cf. Isidoro de Sevilla: «Las metáforas y las otras locuciones trópicas
envuelven lo que debe ser comprendido luego en los atavíos (amictis) fi-
gurados, para ejercitar el sentido del lector y para que no pierda, desnudo
y bajo la mano, su valor» (in Douay, 1988, pág. 244). Este pasaje podría
introducir una reflexión sobre la imagen de la desnudez. En la Antigüedad
griega, gymnos logos es un discurso verídico, sin rodeos. Horacio alude,
por ejemplo, a la nuda veritas (Carmina, I, 24, 7). Esta virtuosa desnudez
está relacionada con el origen de la humanidad (cf. Petronio, Satiricon,
88: «Priscis temporibus cum adhuc nuda virtus placeret»). Para la teología
medieval, remite al estado original sin pecado: nuditas naturalis (para un
desarrollo, cf. Panofsky, 1967, págs. 225-229).
Sin embargo, algunos imaginaban la Verdad cubierta con un tenue velo,
pero decente (así Filóstrato, Imagines, I, 27). No deberíamos asombrarnos
de que el lenguaje védico sea a veces velado. Teológicamente, es una marca
de la apófasis; así, el pseudo-Dionisio declara: «Es imposible que el rayo
divino brille para nosotros si no está envuelto con la diversidad de los velos
[181]
sagrados» (La jerarquía celeste, I, XXX). El velo tiene que ver, entonces,
con el comparante, a saber, las metáforas de las cosas corporales, afirma
Tomás de Aquino (Suma teológica, Ia, preg. 1, resp. 3; ello tuerce evidente-
mente la declaración dionisiana, ya que Dionisio trataba todas las metáforas
y no solamente las de las «cosas corporales»).
La función ambigua de las figuras como ornamentos se aclara si se con-
viene que toda expresión lingüística es un velo en el cual ellas brillan como
gemas admirables o perniciosas. Más prosaicamente, Cicerón, Vossius,
Rollin las comparan con los vestidos que permitieron primero al hombre
cubrirse (empajando la falencia de los nombres) y luego adornarse, uniendo
así lo útil a lo agradable.
Los gramáticos de las Luces conservaron la imagen fundadora del velo,
pero trataron de despojarla de sus ornamentos, luego de quitarle —no por
supuesto para contemplar el rostro divino sino las verdaderas operaciones
del pensamiento— la razón, en trance, a su vez, de ser divinizada. Destutt
de Tracy alaba así a Dumarsais: «Lo veo como el primero de los gramáticos;
al menos, no conozco alguien que, bajo el velo de la expresión, discierna tan
hábilmente la verdadera operación del pensamiento» (1817, t. II, pág. 8).
Peirce recupera la metáfora de la expresión como velo, considerando que
«uno no puede nunca despojarse completamente de ese vestido, sino solo
cambiarlo por otro más diáfano» (1956, I, pág. 171). Y respecto al ornatus
facilis, Jakobson declara todavía que «en las formas literarias de ese género,
los procedimientos lingüísticos son muy sobrios y la lengua no parece ser
más que un vestido casi transparente» (1963, pág. 243). Barthes mismo, a
propósito del análisis del relato, considera que «hay que despegar la película
estilística» (1984, pág. 151).
Lo que se llama el giro lingüístico o linguistic turn, propio de la filoso-
fía analítica, puede también caracterizarse por el hecho de «reconocer una
imposibilidad radical en aprehender el pensamiento desnudo, sin vestidu-
ra lingüística» (Nef, 1992, pág. 151). Frege muestra, a su manera, que la
distinción entre el «cuerpo» y el «velo» depende de la lógica y, más allá, de
la ontología: «Se debe separar del contenido de una frase la parte que se
puede solamente aceptar o rechazar como verdadera o falsa. Llamo a esta
parte el pensamiento expresado por la frase (…). Es solamente esta parte
del contenido el que concierne a la lógica. Llamo coloración [Farbung]
del pensamiento a toda otra cosa que maquilla el contenido de una frase»
(Posthumous Writings, University of Chicago Press, pág. 198; el color y el
disfraz son asociados a la ficción, como lo muestra el francés, sous couleur
de y el italiano, sotto colore). [En español: so o bajo color de]. [T.]
[182]
36
Dumarsais no está exento de ese positivismo: «Es muy importante
para un joven, desde que comienza a juzgar, que solo consienta a lo que
es verdadero, es decir, a lo que es» (Dumarsais, 1979, t. V, pág. 192, in
Douay, 1988, pág. 279). El desarrollo del positivismo se hace transparente
con la creciente función de la evidencia. Perelman anota justamente que
«la decadencia de la Retórica a partir de fines del siglo XVI, se debió al as-
censo del pensamiento burgués que generalizó la función de la evidencia,
ora la evidencia personal del protestantismo, ora la evidencia racional del
cartesianismo ora, finalmente, la evidencia sensible del empirismo» (1977,
pág. 21). ¿Y si esta evidencia solo fuera una energeia? El positivismo vive
de la ilusión realista de que los hechos pueden imponer su orden al discurso
o, por lo menos, de que ellos permiten juzgarlo a su medida.
37
El artículo «Retórica» de la Encyclopédie [Enciclopedia], que trata
anónimamente la clase de retórica, la define como aquella «donde se enseña
a los jóvenes los principios del arte oratorio. Se estudia la retórica antes
que la filosofía, es decir que se aprende a ser elocuente antes de haber
aprendido algo y, para decirlo claramente, antes de saber razonar» (1765,
XIV, pág. 250).
38
Véase la ocurrencia de Voltaire: «La paloma le hizo un hijo a la mujer
del carpintero.»
[183]
39
Al primero le interesan las frases; al segundo, los enunciados. La
lingüística solo estudiaría las frases (según Sperber, 1975, pág. 388).
[184]
40
La teoría de las ideas accesorias expuesta en el capítulo XIV de la Lo-
gique [Lógica] será desarrollada, en la edición de 1683, por un capítulo su-
plementario consagrado al problema fundamental de la transubstanciación.
A los ministros reformados que sostenían que en Esto es mi cuerpo, esto
significa el pan, los Señores oponen el hecho de que por el cambio efectuado
por Jesucristo, hoc tuvo «dos diferentes determinaciones al comienzo y al
inicio de la proposición» (pág. 139). Pues hoc solo significaría la idea prin-
cipal de cosa presente y únicamente variaría por las ideas añadidas (que, en
esta ocurrencia, los Señores no dicen accesorias, pero que técnicamente lo
son). Poco importa que el tropo haya tenido lugar in rebus o «que el pan de
la Eucaristía subsista en su propia naturaleza, con tal que despierte siempre
en nuestros sentidos la imagen de un pan que nos sirve para concebir de qué
manera el cuerpo de Jesucristo es el alimento de nuestras almas» (pág. 82).
En esta piadosa antanaclasis, las ideas accesorias que desempeñan un papel
considerable son bien distintas de la idea significada.
41
El sentido alegórico permitía pasar del Antiguo al Nuevo Testamento
y, así, del reino de la Ley al de la Gracia; el sentido anagógico permitía, por
último, pasar a la tercera edad historial, a la de la Iglesia triunfante y de la
vida celeste de los Bienaventurados.
[185]
42
En material de lenguaje, esa relación problemática constituyó la tra-
dición metafísica occidental. Incluso la verdad intencional se sustenta, en
último análisis, en la verdad extensional.
[186]
43
Esta solución supone una naturaleza, aunque solo sea una primera
convención. El progresismo de las Luces invierte así el platonismo pues la
naturaleza ocupa el lugar del cielo de las ideas y la revolución política toma
el rodeo moralizador de una restauración de la ley natural, de la misma ma-
nera como posteriormente el marxismo invertirá el hegelismo, volviéndolo
a poner «sobre sus pies».
44
Podría remitirse dicha solución al bergsonismo de Guillaume. El
significado de potencia no debe ser confundido con el núcleo sémico que
comprende los rasgos semánticos compartidos por las diferentes acepciones
de una misma palabra (cf. Pottier, 1974).
45
Langacker propone para el mismo falso problema una solución di-
ferente que la de Katz y Fodor al constatar, por ejemplo, los grados de
tipicidad entre los diversos sentidos de ring, desde el espacio pugilístico
hasta el anillo nasal (1986, pág. 3). El sentido típico ¿no sería una versión
imprecisa del sentido propio? Esta solución se aproxima a la precedente y el
sentido típico podría ser definido como un significado «de potencia» vuelto
inmanente. En todo caso, los lexicólogos influenciados por el guillaumismo
se inspiraron en Rosch. (Picoche, Kleiber). Para una discusión, cf. el autor,
1991, cap. VII.
[187]
46
Concepción que ciertamente se opone al punto de vista nomotético
de la lingüística, ella misma heredera de la tradición normativa de la gra-
mática.
47
Como la mayoría de términos y conceptos de la semántica tradicio-
nal, significación (significatio) proviene de la escolástica (Guillaume de
Sherwood). «Cada palabra, afirma Beauzée, tiene primeramente una signi-
ficación primitiva y fundamental que le viene de la decisión constante del
uso» (1778, pág. 740). La significación primitiva se divide en significación
objetiva («idea fundamental que es el objeto individual de la significación de
la palabra» (ibíd.)) y significación formal (equivalente al modo de significar
escolástico). La significación objetiva es la que está «sujeta, ella misma,
a diferentes acepciones» (ibíd.), pero enfaticemos que dichas acepciones
«solo son diversos aspectos de la significación primitiva y fundamental»
(pág. 741). Esta problemática hace de la significación el sentido propio,
primitivo y fundamental; los sentidos figurados deben colocarse entre las
acepciones que dependen de él. Tal distinción permanece actualmente váli-
da en muchos estudiosos; así, Charaudeau afirma que «todo signo posee un
sentido constante a ser considerado no como un sentido pleno sino como
un sentido “en potencia”, disponible para ser empleado en las diversas si-
tuaciones que le dieron su especificidad de sentido» (1992, pág. 15). El
sentido constante es llamado también sentido de lengua y el sentido espe-
cífico, sentido de discurso. Se ve que el lingüista deifica en la lengua sus
deseos de constancia. Por lo demás, se reconoce el significado de potencia
guillaumiana en la noción de sentido constante.
48
Las dificultades encontradas por la síntesis automática del habla de-
muestran que la palabra nunca es percibida aisladamente.
[188]
49
La semia es el significado de la lexía. Una semia se compone de uno o
varios sememas; ella especifica lo que se llama significado lexical.
50
Una semia tipo puede comprender dos tipos de semas: semas inhe-
rentes (genéricos o específicos) y semas aferentes. Los semas inherentes
[189]
[190]
51
Jakobson parece redescubrir por sí mismo (cf. 1963, cap. III), des-
pués de dos milenios, la distinción ciceroniana entre translatio y mutatio
que corresponden en él a la distinción que opone metáfora y metonimia
(cf. Douay, 1988, pág. 287): en un pasaje del Orator, Cicerón propone una
bipartición de los ornamentos del discurso en translatio y mutatio: «Como
el cielo por estrellas, el discurso es adornado por palabras transpuestas o
intercambiadas. Como es corriente, entiendo por transpuestas aquellas que
por su semejanza son tomadas, por recreo o por necesidad, de otra cosa.
Entiendo por intercambiadas, aquellas que en lugar de la palabra propia
son tomadas con la misma significación de otra cosa que sigue por vía de
consecuencia» (§ 37).
[191]
52
La clase mínima es el taxema. En su seno son definidos los semas
específicos del semema, así como su sema menos genérico (micro-genérico):
por ejemplo, /monumento funerario/ para «mausoleo» y «memorial». En la
lengua francesa, los taxemas reflejan las situaciones de elección; por ejem-
plo, «autobús» pertenece al mismo taxema que «metro», a diferencia de
«autocar» (que, por su parte, pertenece a la misma clase que «tren»). Los
taxemas codificados en lengua son, de hecho, frecuentemente modificados
en discurso (por ejemplo, en una cantina: Cervezas 6 francos, Bebidas 4
francos, donde el rasgo /no alcoholizado/ es aferido en bebidas mientras que
todos los diccionarios definen la cerveza como una bebida. El campo es una
jerarquía estructurada de taxemas como //«autobús», «metro», «RER»// y
//«autocar», «tren»//. En los discursos, los sememas dependientes de dife-
rentes niveles jerárquicos del campo pueden encontrarse yuxtapuestos (por
ejemplo, ¿«vino» o «champaña»?, ¿«beaujolais» o «agua»?).
La clase de generalidad superior es el dominio. Un dominio comprende
varios campos; por ejemplo, el dominio //transportes// comprende el de
medios de transporte, el de vías de comunicación, etc. Cada dominio está
relacionado con una práctica social determinada y los indicadores lexico-
gráficos como quím. (química) o mar. (marino) son, de hecho, indicadores
de dominio. En las lenguas escritas de los países desarrollados se puede
contar centenas de dominios. Dos pruebas permiten diferenciarlos: (i) En el
interior de un mismo dominio no existe, por regla general, polisemia léxica,
pues la polisemia resulta precisamente de la multiplicidad de dominios.
(ii) Entre las unidades miembros de un mismo dominio, no se establece
conexión metafórica; al contrario, las metáforas se establecen generalmente
entre dominios diferentes y obtienen su efecto de las diferencias de valori-
zación entre los dominios.
Por último, las dimensiones dividen el universo semántico en grandes
oposiciones como /animado/ vs /inanimado/ o /humano/ vs /animal/. Las di-
mensiones son frecuentemente gramaticalizadas y lexicalizadas (por ejemplo,
en español, «boca» vs «hocico»). Las dimensiones dividen los dominios.
[192]
53
Reformulamos la oposición intenso/extenso propuesta por Hjelmslev
en términos cuantitativos de densidad sémica y/o cualitativos de valoriza-
ción. Los términos poco densos y/o poco valorizados son utilizados como
genéricos (cf. el autor, 1999c).
[193]
54
Es el caso del apelativo Primer violín para aludir al primer violinista
en una orquesta sinfónica o de cámara. [T.]
55
Según las propuestas de Sowa, 1984; ver, por ejemplo, infra, cap. VII,
§ III, el grafo del Aburrimiento.
56
Cf. el autor, 1991, cap. VIII; 1999c.
57
Sobre las operaciones interpretativas de asimilación y de disimilación,
véase el tratamiento de las tautologías y de las contradicciones en el autor,
1987, cap. VIII, y Françoise Douay (1993) a propósito de la antanaclasis y
de la paradiástole.
[194]
58
Ello no solo vale para las semias sino para los sememas, ya sea que
pertenezcan a los gramemas o a los lexemas. Por ejemplo, se le puede aferir
un pasado compuesto al rasgo /futuro/ como en «Mañana, en un suspiro de
las bondades consteladas / La primavera ha quebrado las fuentes selladas»
(Valéry). De la significación en lengua del pasado compuesto, solo queda
aquí el rasgo /perfectivo/.
59
Por lo menos un tropo repertoriado. No fundiéndose esas conferen-
cias por sí mismas sino en la boca del feliz comprador, fundentes podría ser
aproximada a la figura participación.
[195]
60
Por ejemplo, las «figuras micro-estructurales» (los tropos) son «aque-
llas cuya existencia aparece manifiesta y materialmente» (Molinié, 1992,
pág. 153).
61
En español en el original [T.]. Gracián le consagra el segundo libro
de su tratado, en el que plantea claramente el problema de la determinación
de lo local por lo global: «el todo, tanto en la composición física como en
la artificiosa, es la parte más noble e incluso si su perfección se sustenta
en la de las partes, él agrega a las de unas y las otras la que es esencial, su
armoniosa unión» (1983, pág. 182).
[196]
62
Se ha hecho de la alotopía el criterio que permite reconocer la metá-
fora (cf. Groupe µ, 1977). Pero queda por precisar lo que permite recono-
cerla, en qué contextos esta disparidad es percibida y en qué condiciones
es tenida por intolerable.
63
Al parecer Kleiber no ha comprendido ese punto cuando nos presta
la tesis del desvío que siempre hemos combatido (1994, pág. 38).
64
La dominancia es un criterio cualitativo de extensión y de densidad
sémica: la jerarquía, un criterio cualitativo de evaluación. El proceso tradi-
cional de promoción del sentido (Ricoeur), característico de la alegoriza-
ción religiosa y artística, consiste en pasar de una isotopía dominante pero
[197]
[198]
66
Se encuentra un interpretante en los borradores, folio 403: Herodías,
una vez detenidas sus manos al final de la danza, espera su recompensa,
«un poco de sudor en sus sienes como el rocío sobre un mármol blanco».
Se nota la paronomasia temple / tempes [templo / sienes] (cf. el autor,
1997a).
[199]
[200]
5. DIRECCIONES
67
Tratado de lo Sublime, XX, 1: «La concurrencia de las figuras hacia un
mismo punto pone corrientemente en movimiento, de la manera más enér-
gica, las pasiones, cuando dos o tres de esas figuras, mezcladas en sinmoria
[asociación], se prestan unas a las otras fuerza, persuasión, belleza…».
68
He aquí algunos ejemplos: paronomasia mollets de moelle [pantorri-
llas de médula] (v 27); silepsis sobre pies en ma femme aux pieds d’initiales
[mi mujer con pies de iniciales] (v 28), sobre ojos en aux yeux de bois
toujours sous la hache [a los ojos de madera siempre bajo el hacha] (v 59),
sobre brazos en aux bras d’écume de mer [a los brazos de espuma de mar]
(v 26), sobre garganta en à la gorge de Val d’or [a la garganta de Val d’or]
(v 31), sobre movimientos en mouvements d’horlogerie et de désespoir [mo-
vimientos de relojería y de desesperación] (v 26, con zeugma); adunaton en
loutre entre les dents du tigre [nutria entre los dientes del tigre] (v 4), langue
de pierre incroyable [lengua de piedra increíble] (v 9), mélange de blé et de
moulin [mezcla de trigo y de molino] (v 24); oxímoron en taupinière marine
[montículo marino] (v 34), balance insensible [balance insensible] (v 47);
hipálage en Ma femme au sexe de miroir / Ma femme aux yeux pleins de
larmes [Mi mujer con sexo de espejo / Mi mujer con ojos llenos de lágrimas]
(vv 54-55; discusión, en el autor, 1998b)…
[201]
[202]
69
Por ejemplo, en la tradición helénica y luego cristiana, que no desistió
de una ontología dualista, la metáfora debe sus exorbitantes privilegios al
hecho de ser utilizada para unir los dos reinos del Ser. Al contrario, en la
tradición japonesa, dominada por el budismo, de pensamiento no dualista
y cuya ontología es negativa, la metáfora es rarísima —como, por lo demás,
la personificación de los objetos o las fuerzas naturales. En especial en los
haikús, la metáfora cede ante el juego de palabras que evidentemente no
tiene nada de su carácter hierático (cf. Coyaud, 1996, pág. 299).
[203]
1
La máxima aristotélica según la cual solo hay ciencia de lo general
fue interpretada bajo el ángulo de la universalidad, con el exitoso resulta-
[205]
[206]
6
Los aedas eran considerados como los mediadores entre los hombres
y los dioses. Cf. Lacointe, 1991, t. I, pág. 164: «Para Boccaccio, por ejem-
plo, la poesía debe su origen a las necesidades del culto; como los lugares
sagrados y sus sacerdotes, ella está relacionada con un acto de separación
de lo profano». Sus inventores «estimaban que [el culto] excedía en nobleza
a toda otra cosa y quisieron que, lejos de todo estilo de expresión popular
o pública, se emplease palabras dignas de ser pronunciadas delante de la
divinidad (…). Además, para que esas palabras parecieran tener más efica-
cia, quisieron que fuesen compuestas de acuerdo a determinados ritmos que
harían sentir alguna dulzura y alejaran la pena y el sufrimiento. Y cierta-
mente fue necesario hacerlo no en una forma vulgar o usual, sino elaborada,
rebuscada (exquisita) y nueva».
7
Los complejos debates para saber si convenía distinguir lo grande
de lo sublime tendían sin duda a especificar los estilos propios de las dos
primeras funciones; el gran estilo y lo sublime se oponían entonces como
lo áulico y lo sagrado.
8
Jean de Garlande plantea en su Poetria: «Item sunt tres styli secundum
tres status hominum: pastorale vital convenit stylus humilis, agricolis me-
diocres, gravis gravibus personis, quae praesunt pastoris et agricolis» (Hay
tres estilos, conforme a los tres estados de los hombres: el estilo humilde
conviene a la vida pastoral, el moderado a los campesinos, el grave a las
[207]
gentes importantes que prevalecen sobre los pastores y los campesinos) (in
Tatarkiewicz, History of Aesthetics, t. II: Medieval Aesthetics, Mouton, La
Haya, 1970, pág. 123). Sabemos después de los trabajos de Duby, espe-
cialmente Les trois ordres et l’imaginaire du feudalisme [Los tres órdenes
y el imaginario del feudalismo], que esos órdenes proceden de la ideología
trifuncional puesta en evidencia por Dumézil.
9
Por lo demás, a los estilos corrientemente se les llama genera dicendi.
De la jerarquía de los géneros de discurso a la jerarquía social solo hay un
paso y el florecimiento de la burguesía es paralelo a la disolución de los
tres estilos. Ejemplo emblemático: reiterando burlonamente el incipit de
la Eneida, Furetière afirma al comienzo de su Roman bourgeois [Novela
burguesa]: «Canto los amores y las aventuras de muchos burgueses de París,
de uno y otro sexo», sustituyendo así los amores a las armas, las mujeres a
los hombres y los burgueses a los héroes. [Antoine Furetière (1619-1688)
publicó su Novela burguesa en 1666]. [T.]
También la afirmación de Auerbach «fue la historia de Cristo, con su
mezcla radical de realidad cotidiana y de trágico sublime, la que derrotó la
regla clásica de los estilos» (1968, pág. 550), sin duda debe ser matizada:
las traducciones de las Escrituras, desde la Vulgata hasta la Authorized
Version, no han dejado de reducir los contrastes y rupturas de tonos de la
poesía hebraica, para establecer el estilo sublime que convenía a lo sagrado.
Sin duda es la Novela y no el Evangelio la que arruinó el sistema clásico de
los estilos.
10
Esta es una adaptación de la terminología griega: «Hay que distinguir
entre los estilos y los caracteres; estos últimos son limitados y a menudo
parecidos en varios autores, allí donde los estilos son infinitos y siempre di-
[208]
ferentes como los rostros que no dejan nunca de tener algún rasgo particular
que los distingue» (Considérations sur l’éloquence française de ce temps
[Consideraciones sobre la elocuencia francesa de este tiempo], 1638). La
contradicción entre las dos concepciones del estilo se encontrará en el co-
razón de La Réthorique ou l’art de parler [La Retórica o arte de hablar]
de Bernard Lamy (1675). Luego de reconocer la infinita diversidad de los
estilos, debido tanto a la variedad de los temas como a la de los autores, no
obstante, Lamy intenta lograr una tipología según los tipos de elocuencia
(asiática, rodiana, ática); según los siglos; según la tripartición clásica en
sublime, mediano y simple; y según lo que llamaríamos los tipos de discurso
(el de los historiadores, de los poetas, etc.).
[209]
11
Wissmann, 1997, pág. 79.
12
Se encuentra aquí una aporía corriente de las teorías del desvío: la
lengua común no es solo el alemán, es también un discurso tenido por neu-
tro, el de los negocios. En otras palabras, se remite el sentido propio ora a
la lengua ora a un lenguaje ordinario. Pero el lenguaje ordinario no es una
simple proyección de la lengua.
13
«Desmembrada» escribe Douay, 1994, pág. 11.
14
Cf. Marmontel, Éléments de littérature [Elementos de literatura],
1787; La Harpe, Cours de Littérature ancienne et moderne [Curso de lite-
ratura antigua y moderna], 1799.
[210]
15
Este tema era tan común que Horacio ironiza sobre el ingenium (cf.
Ars poetica, 275 y sig. y Sermones, I, 4, 39 y sig.) y Ovidio hace de él un
argumento para seducir a las bellas (Est deus in nobis, et sunt comercia
coeli, cf. Ars amandi, v 552).
[211]
16
Alusión a Le degré zéro de l’écriture [El grado cero de la escritura]
publicado por Roland Barthes [1915-1980] en 1953. [T.]
17
Les champs magnetiques [Los campos magnéticos], el libro de Breton
y Soupault, célebre como manifiesto de la escritura automática a pesar de
su manuscrito muy corregido, reproduce desde su título la imagen platónica
del imán: «Como el imán transmite de un anillo de hierro a otro su virtud, de
la misma manera la Musa inspira a los poetas que comunican su entusiasmo
a los rapsodas y luego a la multitud» (Ion, V). Este tema, muy frecuente en
el Renacimiento, se le encuentra especialmente en las Silvas de Policiano
(cf. Nutricia, vs. 193-196; Ambra, vs. 14-17).
[212]
18
Al contrario, los manuscritos de Saussure recientemente encontrados
confirman que en su curso él trataba explícitamente de articular la lingüís-
tica de la lengua y la lingüística del habla (cf. 2001); la edición de Bally
y Séchehaye parece haber despreciado deliberadamente este aspecto del
pensamiento saussuriano.
19
En la corriente de la lingüística estructural europea, solo Coseriu
ha planteado ese problema en toda su amplitud (1969). En Francia y en
el dominio de los estudios literarios franceses, el mérito le corresponde a
Philippe Hamon.
[213]
20
Dicha separación tiene sólidos fundamentos metafísicos, especial-
mente en la tradición agustiniana. El seudo-Agustín, Alcher de Clairvaux,
separa así claramente el alma cognitiva y el alma desiderativa. Las inves-
tigaciones cognitivas actuales mantienen esta división, aunque solo sea al
menospreciar el alma desiderativa.
21
Las modalidades tímicas comprenden la categoría euforia/disforia
cuyo término neutro es adiaforia. [T.]
[214]
22
Se ve lo que separa nuestro designio, por muy alusivo que sea aquí,
de las estéticas trascendentales que inauguran la Crítica del juicio: nosotros
no planteamos ni el problema del gusto ni el de lo bello. Nos limitamos
a las condiciones lingüísticas de toda estética, independientemente tam-
bién de una reflexión sobre el arte. Sin embargo, nos encontramos delante
de un problema que el kantismo evidentemente no pudo plantear, ya que
atribuyó al lenguaje solo una función ancilar: el de la presentación de lo
diverso fenomenal, en lo concerniente al sentido de los textos y de las
otras manifestaciones semióticas. Esta presentación del sentido como dato
depende de lo que hemos llamado la percepción semántica. El objetivo
de la semántica interpretativa es precisamente construir esos datos para
elevarlos al rango de hechos.
La estética fundamental depende de la semiótica. Esta puede tomar
dos vías complementarias, conectando las investigaciones sobre el aparato
perceptivo con los estudios sobre las valorizaciones culturales: en lo con-
cerniente a los colores, por ejemplo, cada sociedad semiotiza a su modo
los universales perceptivos. La estética fundamental se coloca en un lugar
crucial de articulación entre las investigaciones cognitivas y las ciencias
sociales, en la medida en que el estudio de la percepción semántica permite
pensar al mismo tiempo las coerciones neuropsicológicas y culturales que
se ejercen sobre la construcción del sentido.
[215]
23
La multiplicación de las funciones en Jakobson, resulta sin duda de
una estrategia ecléctica: a cada una le corresponde una disciplina y/o una fa-
cultad presumida del espíritu humano. Además, su definición de la función
poética recuerda mucho la función autotélica del mito según Schelling.
24
Riffaterre reintroduce en el estilo la dimensión estética excluida por
Bally, lo que aproxima todavía más la función poética y la función expresiva.
él asume incluso lo contrario de Bally al afirmar: «Entiendo por estilo litera-
rio toda forma escrita individual con intención literaria» (1971, pág. 29).
[216]
25
En Jakobson como en el Riffaterre de esa época, la literatura es con-
cebida a partir de un modelo de la comunicación lingüística inspirado por
la teoría de la información. Por ejemplo, Riffaterre piensa que la estilística
«estudia el rendimiento lingüístico cuando se trata de transmitir una fuerte
carga de información» (1971, pág. 145). Sin embargo, la teoría de la infor-
mación no se aplica a las lenguas puesto que ella interesa a los receptores
electromagnéticos con capacidad variable, y la noción de comunicación lin-
güística atañe todavía menos a la literatura: una problemática Homero no
puede definirse como encodificador de una Odisea que debería ser descodi-
ficada para comprender lo que ha querido decir y reconstituir su «intención
estética» (cf. Thérien, 1990, pág. 20).
[217]
[218]
26
Cf. el autor, 1987, págs. 40-41; 1989, pág. 49.
27
Es particularmente claro para la expresión oral —las cerraduras de
mando vocal son inviolables— y la escritura manuscrita; no se puede des-
cartar la hipótesis de que suceda lo mismo con el plano del contenido.
[219]
28
Ellas siguen siendo poco estudiadas, pues una lingüística diferencial,
homóloga de la psicología diferencial, es inconcebible para las lingüísticas
que toman la delantera en la escena académica.
29
Cf. infra, cap. VIII. La palabra poética, índice de este estatuto impre-
ciso, es también utilizada para designar el estudio lingüístico de la poesía
(en Jakobson, por ejemplo). Una excelente síntesis se encuentra en Combe,
1993.
[220]
[221]
32
La célebre formula final del Curso de lingüística general que evoca
la lengua «en ella misma y por ella misma» y que tanto se ha reprochado a
Saussure, no es de él sino de Franz Bopp (1816).
[222]
33
E. Cassirer, 1991, pág. 144. La cita correspondendiente en la tra-
ducción española de Wenceslao Roces, dice: «Cada ciencia de la cultura
va creando determinados conceptos de forma y de estilo, y los emplea para
lograr una visión sistemática de conjunto, para establecer una clasificación
y una distinción de los fenómenos de que trata. Estos conceptos de forma, a
que nos referimos, no son «nomotéticos», ni son tampoco puramente «idio-
gráficos». No son nomotéticos, pues no pretenden establecer tales o cuales
leyes generales de las que puedan derivarse deductivamente los fenómenos
estudiados. Pero tampoco pueden ser reducidos a una consideración histó-
rica» (Ernst Cassirer. Las ciencias de la cultura. México, Fondo de Cultura
Económica, 1951, pág. 91). [T]
[223]
[224]
34
Véase las lecciones de Viena sobre la historia de la literatura, publi-
cadas en 1815 y traducidas al francés por W. Duckett en 1829 con el título
Historia de la literatura antigua y moderna; y las lecciones de su hermano
August Wilhelm Schlegel sobre el arte, la literatura y el arte dramático,
traducidas al francés en 1814 por Mme. Necker de Saussure.
35
Véase los grandes nombres de la estilística, Leo Spitzer, Ernst Auer-
bach, Antonino Pagliano (creador de la crítica semántica), Dámaso Alon-
so, etc.
[225]
36
El problema estético en escultura era entonces, ¿qué hacer después de
Donatello?; y en pintura, ¿qué hacer después de Filippo Lippi?
[226]
[227]
37
Georges Perec (1936-1982) publicó su novela La disparition [La des-
aparición] en 1969; se caracteriza por estar escrita sin la letra e. En cambio
Les revenentes [Las repeticiones] de 1972, fue escrita sin las vocales a, i, o,
u, solo con la letra e. [T.]
[228]
38
El romanticismo tardío en que todavía nos encontramos ha valori-
zado, por cierto, el desvío y la singularidad, y la literatura contemporánea
se ha construido sobre la crítica y aun la negativa de todo sociolecto (lo
muestran de modo diverso Flaubert, Mallarmé, los surrealistas, Blanchot,
[229]
[230]
Temática y tópica
Lo que determina la nobleza de la leyenda, como
de la lengua, es el hecho de que condenadas una y otra
a solo servirse de elementos traídos ante ellas y con
un sentido cualquiera, los reúnen y obtienen continua-
mente un sentido nuevo.
FERDINAND DE SAUSSURE, 1986, pág. 307.
1. LA SITUACIÓN ACTUAL
[231]
1
Gustave Flaubert y Marcel Proust. [T.]
2
Trousson (1981, pág. 12 y sig.) consigna, por ejemplo, estas defini-
ciones: «punto de encuentro entre un espíritu creador y una materia lite-
raria o simplemente humana» (Cl. Pichois y A. M. Rousseau); «un evento
o una situación infantiles» (J.—P. Weber); «red organizada de obsesiones»
(Barthes). A lo cual Callot (1988, pág. 80) agrega esta definición de Do-
ubrovsky: «El tema […] no es otra cosa que la coloración afectiva de toda
experiencia humana» que es ponderada al subrayar que el tema «expresa la
relación de un sujeto con el mundo sensible» (pág. 81).
3
La definición del Trésor de la langue française [Tesoro de la lengua
francesa] confirma el peso de esta especie de antropología en materia
de temática: «Unidad del contenido (de un discurso, de un texto o de
[232]
[233]
4
Esta novela de Émile Zola (1840-1902) fue publicada en 1877 y es la
sétima del ciclo de los Rougon-Macquart. [T.]
[234]
5
Los mismos Aarne y Thompson lo colocaron a la cabeza de su corpus
de cuentos maravillosos, sin duda por las mismas razones.
6
La versión española lleva el título Las raíces históricas del cuento; ha
sido publicada por la Editorial Fundamentos de Madrid, en 1982. [T.]
7
Como se sabe, según Greimas-Courtés (1979, pág. 153), «las estructu-
ras semio-narrativas [surgidas del análisis de Propp — F. R.] constituyen la
instancia ab quo [sic], el nivel más abstracto del recorrido generativo», de
las que procedería todo texto e incluso toda manifestación semiótica.
[235]
8
Así como no hay nada más profundo en el hombre que su piel, estaría
tentado de decir que lo que hay de más profundo en el texto, es su super-
ficie.
9
Ella descuidó por lo menos tres de sus grandes modos de categoriza-
ción: (i) Los géneros son considerados por Greimas y Courtés como formu-
laciones «ideológicas» y como tales no pertinentes (véase en su Diccionario,
1979, el art. género); de hecho, las estructuras narrativas, aun privilegiadas,
no son suficientes para definir un género. (ii) Según los tipos de mímesis,
los tipos de formas semánticas varían, como sus modos de evolución. (iii)
Los tipos de estesis pueden ser remitidos a los estilos (en el sentido de la
antigua retórica), tonos y registros (cf. supra, cap. VI).
10
Las reservas mentales políticas no estuvieron ausentes en las decla-
raciones de Curtius. Él pensaba insistir sobre la continuidad europea, pero
antes que en una tradición judeo-cristiana, en una tradición grecorromana
que el tercer Reich debía coronar imaginariamente. Quería también apo-
yarse en el universalismo ario de Jung para «una comprensión más clara de
la historia del alma europea».
[236]
11
De manera comparable, la lingüística textual concibió el texto como
una serie jerarquizada de proposiciones; la semiótica narrativa de funcio-
nes, etc.
12
Aunque los «diccionarios de temas» puedan servir todavía, especial-
mente en pedagogía.
13
Se puede distinguir tres acepciones de la palabra topos. La más tra-
dicional, desde la retórica de Aristóteles, es una forma argumentativa este-
reotipada; ella fue recuperada por ciertos pragmatistas, con una extensión
menor. La segunda, que hemos utilizado nosotros (1987), es un axioma nor-
mativo socializado (como Los gascones son jactanciosos) que permite una
aferencia. La tercera designa una estructura temática estereotipada, familiar
en historia de la literatura: por ejemplo, el topos del locus amoenus.
14
Véase los sintagmas contradictorios indicados por Bourion (1995),
como enloquecido de alegría, aterrorizar de amor, deseo pánico.
[237]
15
A diferencia de los precedentes, este complejo tópico es lamentable-
mente omnipresente.
16
Personal significa aquí idiolectal, dependiente de normas individua-
les. Algunos autores, como Trousson, piensan que los temas personales no
son temas propiamente hablando y conservan el nombre de temas para los
topoi. Ello resulta de los objetivos de la literatura comparada, que privilegia
la tópica.
[238]
17
Bédier empleaba la palabra elemento, y motivo nos viene de Vessé-
lovski; ha sido recogido por Chklovski: «Entiendo por motivo la unidad
narrativa más simple que, en forma de imagen, respondía a las diversas exi-
gencias del espíritu primitivo y de la observación cotidiana» (según Segre,
1988, pág. 10). Esta definición llevará a Tomachevski y Propp a ver en los
motivos funciones narrativas.
18
Motif-Index of Folkliterature, a clasification of narrative elements in
folktales, ballads, myths, fables, medieval romances, exempla, fabliaux, jest-
books, an local legends. Bloomington, Indiana University Press, 1975. [T.]
[239]
19
Hemos presentado ejemplos de temas sin lexicalizaciones privilegia-
das en Zola (1989, II, cap. II) y en Éluard (1991, cap. VIII).
[240]
20
Todorov definía el tema como «una categoría semántica que puede
estar presente a lo largo de todo el texto o aun en el conjunto de la lite-
ratura (por ejemplo, el tema de la muerte)» (en Ducrot y Todorov, 1972,
pág. 283).
21
Cf. supra, cap. I, § 3. Nosotros nos distanciamos evidentemente tanto
de la problemática realista corriente en filosofía del lenguaje como de la
lingüística funcional de tradición praguesa, influenciada por ella, para las
cuales el tema es el referente o el «soporte» del enunciado.
22
Célebre novela de Marie-Madeleine de La Fayette (1634-1696), pu-
blicada en 1678. [T.]
23
Para una tipología de los temas genéricos, cf. el autor, 1989, I,
cap. IV.
24
Con ese nombre, hemos adaptado los grafos conceptuales definidos por
Sowa (1984) a las necesidades de la descripción lingüística; sobre las ventajas
y los límites de este tipo de representación, cf. el autor, 1989, cap. V.
[241]
GRAFO N
AT RE AT
/euforia/ /mejorativo/
GRAFO A
/imperfectivo/
AT
EGO:
SENTIMIENTO: x ER /privación/ AC
/humano/
AT AT
/iterativo/ /disforia/
[242]
25
Esos dos semas aspectuales tienen una gran importancia en la repre-
sentación de lo vivido, en la medida en que las formas de lo vivido corres-
ponden a los tipos de temporalización (cf. el autor, 1999b).
[243]
26
En los talleres todavía se dice ça va comme un lundi [va bien como
un lunes] para significar ça irait bien si on n’avait pas encore une semaine
à tirer [iría bien si no se tuviera que aguantar todavía una semana más].
27
E. Martin, op. cit. pág. 108, realza en los textos anteriores l’air d’ennui
dans les étreintes ardentes, l’ennui de cet accouplement [el aire de aburri-
miento en los abrazos ardientes, el aburrimiento de este apareamiento].
28
Un tema puede tener una lexicalización privilegiada (por ejemplo, am-
bición) o varias (piedad, conmiseración, compasión). Puede tratarse de una
lexía (amor paterno) o no tener nombre conservado por el uso (sentimiento
de lo bello, amor al arte). La parasinonimia de las lexicalizaciones privilegia-
das se manifiesta por el hecho de que no aparecen en los mismos contextos;
por ejemplo, esplín aparece raramente en el contexto de aburrimiento, no
porque le sea muy alejado sino porque, sin duda, le es muy próximo.
[244]
29
El sema /iterativo/ es aferente por un rodeo complejo que toscamente
se puede resumir de este modo: el empleo del singular y del definido supone
una sola conversación o, como aquí, un mismo tipo de expresión que se
repite día tras día.
30
El foco enunciativo que preside la descripción es, entonces, el de
Ema. Se sabe que Flaubert pasa por el creador del estilo indirecto libre,
precisamente en Madame Bovary. Esta manera de representar la enuncia-
ción mantiene verosímilmente una ambigüedad que podría ser remitida a
la incapacidad de los actores de asumir tanto sus deseos (cf. grafo N) como
la realidad (grafo A).
[245]
[246]
31
La producción de los antónimos, masivamente confirmada por los
asociacionistas del último siglo, es un ejemplo de activación en el seno de
un mismo taxema, por la constitución de una isotopía genérica mínima.
32
Por ejemplo, en Subimos a un taxi. El paseo fue embriagador, paseo
lexicaliza un sema aferente de taxi. No postulamos un tratamiento determi-
nista por el cual la propagación de activación iría de la palabra hacia aque-
llas que la siguen inmediatamente, ya que algunos recorridos interpretativos
son retrógrados.
[247]
33
La relación de un tema con las lexicalizaciones de sus atributos es
homóloga a la relación del actor con las lexicalizaciones de sus actantes.
Por lo demás, empleamos la misma notación para el tema y el actor: una
mayúscula en la inicial.
34
En esta sección, como al final de ese capítulo, las referencias han sido
tomadas de la bibliografía de Frantext, accesible en su sitio en la red.
[248]
35
Cf. el Cantar de los cantares: «Tu ombligo es un ánfora redonda,/
donde no falta el vino». [Quinto poema, 7.3. Versión de la Biblia de Jerusa-
lén. México: Editorial Porrúa S. A., 1988, pág. 922]. [T.]
36
El texto se convierte en 1856: «Los fetos cuádruples se sujetaban por
el ombligo y valsaban como trompos» (pág. 599, repetido literalmente en
1874, pág. 197).
37
El ombligo tuvo, por así decirlo, una función central en la controver-
sia sobre el hesicasmo que, en Bizancio del siglo XIV, enfrentó especialmente
Barlaam de Seminara con Gregorio Palamas. En efecto, los místicos atonitas
practicaban la oración del corazón para acceder a la visión de la luz divina;
pues bien, ellos consideraban el ombligo como el «lugar del corazón» en el
[249]
[250]
40
Cf. Béhar y Bernard (1995) sobre la abundancia de nombres de
sentimientos en Raymond Russel, mientras que toda la tradición crítica
insiste sobre el método de escritura de Russel que no concede a esos
nombres ningún lugar. [Las obras de Raymond Russel (1877-1933) in-
fluenciaron el surgimiento, a fines de la década de los 50, del Nouveau
Roman [Nueva novela] (Alain Robbe-Grillet, Marguerite Duras, Michel
Butor, etc.) y durante la década de 1960 de Oulipo (Ouvroir de Littera-
ture Potentielle) que incluyó a Raymond Queneau, Georges Perec, Italo
Calvino, etc.]. [T.]
41
Esta situación es sin duda temporal y los sistemas conexionistas per-
miten hacer emerger, por aprendizaje y discretización en grandes corpus,
haces de concurrencias específicas, pero sin modificar, por consiguiente, las
condiciones hermenéuticas que hemos remarcado.
[251]
42
Me sustento en una encuesta colectiva presentada en el autor et ál.,
L’analyse thématique des dones textuelles. L’exemple des sentiments, Paris,
Didier, 1995.
[252]
43
Las referencias corresponden a la bibliografía de Frantext, accesible
en la red en su sitio.
44
Cuando, por ejemplo, una súplica sobre amor selecciona las ocurren-
cias en expresiones como por amor de Dios o los hijos del amor.
[253]
45
Como sucede con cualquier parasinónimo, al traducirse los vocablos
franceses espoir y espérance al español solo difieren por matices semánti-
cos; así. espoir conviene más a, por ejemplo, tener muchas esperanzas o
confiar en…, mientras que espérance se adecua a esperanza de vida o en
perspectiva. [T.]
[254]
46
En sentido de espoir, cf. nota precedente.
[255]
47
En sentido de espérance, ibíd.
[256]
48
Cf. 1995, fig. 5: la parte izquierda, disfórica, se opone a la parte dere-
cha. Se verifica subsidiariamente la distinción entre los sentimientos ónticos
(en la parte baja del cuadro) y los sentimientos relacionales (en lo alto).
49
Tomar en consideración el diferencial absoluto impide en la práctica
apreciar los contrastes y aleja la investigación de los principios de la lin-
güística comparada.
[257]
50
Traducidos literalmente, estos modismos equivaldrían a tener al cora-
zón y saber por corazón que ciertamente no tienen sentido en español. [T.]
[258]
51
Incluso los signos de puntuación pueden encontrarse resemantiza-
dos, por ejemplo, a ciertos sentimientos se asocia puntos de exclamación, a
otros, puntos de suspensión (cf. Bourion, 1998).
[259]
52
El requerimiento simultáneo en varios co-ocurrentes (dependientes
de diversas clases morfológicas) permite seleccionar un sub-corpus denso
y pertinente.
[260]
53
Lo mismo anteriormente, a propósito del Aburrimiento en Madame
Bovary.
[261]
54
Los Communards, partidarios de la Comuna en 1871. [T.]
[262]
4. TÓPICA
55
Siguiendo el ejemplo de Panofsky, propongamos una precisión: el
topos de la mujer de la espada deviene en tipo desde el momento en que,
por ejemplo, se le identifica como Judith. En ese caso un tipo es una especie
de topos cuya molécula sémica contiene un nombre propio.
[263]
56
Aunque la definición fue el procedimiento mayor del positivismo ló-
gico, no es un medio de conocimiento; por lo menos, no creemos que ella
depende de una «naturaleza de las cosas», simple objetivación de nuestros
presupuestos: ella debe adaptarse a nuestros objetivos.
57
En la teoría clásica de la argumentación, un topos es aquello bajo lo
cual cae una multiplicidad de entimemas; con términos más modernos, en
inteligencia artificial y en psicología cognitiva se dirá que el topos permite
una completitud de script (pudiendo quedar, entonces, implícito).
58
Extraigo este topos del inventario constituido por la Sociedad de
análisis de la tópica novelesca (Sator).
[264]
59
El problema que se presenta aquí es que la oposición relato/narra-
ción, desarrollada por la narratología a lo Genette, hace de la narración un
problema de «punto de vista». Al contrario, el adjetivo «narrativo», en ex-
presiones como «estructuras narrativas», remite al relato y no a la narración.
Por lo tanto, a los topos dialécticos les corresponde toda transformación de
contenidos (en forma de relato o no) mientras que a los topos dialógicos les
compete todo lo que tiene que ver con la enunciación representada. Véase
en el cap. I, apartado Proposiciones descriptivas, el punto (ii), sobre la dia-
léctica [T.: comunicación personal del autor].
60
Ello permite distinguir el topos de una función narrativa abstracta que
representa un grafo en que todos los nudos son variables y solo los vínculos
son marcados como tipos.
[265]
61
La relación entre el tipo y la ocurrencia procede de la teoría de la
abstracción, resto del platonismo en el aristotelismo.
[266]
62
El sueño de Polifilo (1449) ha sido tradicionalmente atribuida a F. Co-
lonna (1432-1527); J. Sannazaro (1455-1530) escribió su Arcadia (1501)
entre 1481 y 1486. [T.]
63
Aunque esos procedimientos solo han sido aplicados, por lo general,
luego de una codificación proposicional, cuya idea remonta a Propp. Esa co-
dificación fue sistematizada por Greimas, de quien van Dijk y Kintsch luego
la tomaron silenciosamente, para convertirse en la norma de las gramáticas
textuales del cognitivismo ortodoxo. La codificación proposicional tuvo un
éxito enorme, pues permitía evitar la cuestión hermenéutica —por lo de-
más, toda codificación es una interpretación normativa y no cuestionada en
cuanto tal. Por una parte ella reducía el texto a una serie de proposiciones y,
complementariamente, la conformaba a las exigencias del positivismo lógico
en que cada proposición representa un estado de cosas, en un mundo de
referencia o en un mundo posible.
[267]
64
Aparte de las operaciones de catálisis en Hjelmslev y Greimas, y la de
compleción de script, en Schank, que recoge el principio.
65
Yendo más lejos, se podría sugerir que la codificación de los relatos
es muy tentadora, ya que todo relato es normativo y secretamente morali-
zante.
66
[Oh Musa, tú que de laureles caducos / No circundas tu frente en
Helicón].
[268]
67
[Mas al cielo entre los coros bienaventurados / Tú llevas la corona de
oro de estrellas inmortales].
68
Gerusalemme liberata, I, XXXVI: «Mente, de gli anni e de l’oblio
nemica (…)».
[269]
[270]
69
Agreguemos que ben veo invierte lo repentino de la aparición bau-
deleriana (un éclair [un relámpago]), cf. Antonio García Berrio, 1999,
pág. 679.
[271]
[272]
70
He aquí algunas piezas del expediente: «Se sentó frente a ella, con ese
temor y esa timidez que dan las verdaderas pasiones. Quedó algún tiempo
sin poder hablar. Mme. de Cleves no estaba menos sobrecogida, de manera
que guardaron silencio largo tiempo» (pág. 318, edición Niderest de los Ro-
mans et nouvelles [Relatos y novelas], Garnier-Bordas, 1990). Y también:
«No se puede expresar lo que sintieron M. de Nemours y Mme. de Clèves al
encontrarse solos y en situación de hablar por primera vez. Quedaron cierto
tiempo sin decir nada (…)» (pág. 403, como se ve, la inhibición alcanza al
narrador: no se puede expresar).
Ahora bien, se vuelve a encontrar ese topos en boca de Des Grieux
mismo: «Yo estaba en una especie de transporte, que me privó por algún
tiempo la libertad de la voz y que solo se expresaba por los ojos. Mmlle.
Manon Lescaut (es así que, me dijo, la llamaban) pareció muy satisfecha de
este efecto de sus encantos». Añade, cuando pierde «la libertad de la voz»:
«reconozco que yo era menos niño de lo que creía», pues se trata entonces
de una revelación de su virilidad. Los contemporáneos no se equivocaron
—ni Manon, que vio con satisfacción un efecto de sus encantos.
[273]
71
Toda paradoja supone naturalmente una doxa social, incluso la insti-
tuye. En contraste, la paradoja define una doxa individual que ahí se opone.
A esas dos doxas, se añade una tercera, aquella en la que se apoya el mora-
lista para escenificar las dos primeras: está hecha de juicios ordinarios, que
no son infirmados ni aprobados como tales, escapando así al enfrentamiento
de las valorizaciones antitéticas. Chamfort escribe, por ejemplo: «M…, co-
nocido por su mundanería, me decía que lo que más lo había formado, era
haber sabido acostarse, dada la ocasión, con mujeres de 40 años y escuchar
a los viejos de 80» (§ 700). La oposición «acostarse» vs «escuchar» parece
original pero no deja menos de rearticular la distinción tradicional entre
el cuerpo y el espíritu. En cuanto a la oposición entre 40 y 80, reactiva el
antiguo topos que una mujer es solo la mitad de un hombre (de donde,
por ejemplo, la expresión familiar mi mitad). Ello subraya una aporía de
la paradoja: para devaluar una doxa, se está obligado a apoyarse en otra y
la crítica de las ideas recibidas se sustenta, inevitablemente tal vez, en un
sentido común tan trivializado que pasa desapercibido; tanto más, que la
lengua misma está hecha por doxas inveteradas, de las cuales ningún texto
se halla exento. Cf. el autor, 1996d. [Sébastien Roch Nicolas Chamfort
(1741-1794) es autor de la colección Pensamientos, máximas y anécdotas
compilada por Ginguené y publicada en 1803; contamos con varias traduc-
ciones al español]. [T.]
[274]
[275]
Poética generalizada
[277]
1
La lingüística casi no trata la diversidad de los discursos, salvo en las
aplicaciones lexicográficas. La poética tradicional trata únicamente el dis-
curso literario, sin preocuparse de otros discursos. Antes que una dimensión
de análisis (véase el discourse analysis de Harris, El Análisis del discurso,
etc.) dependiente de la dicotomía lengua/discurso, nosotros definimos los
discursos como tipos de usos lingüísticos codificados que corresponden a
prácticas sociales diferenciadas y articulan dominios semánticos propios: se
distingue así el discurso político, el discurso científico, etc.
2
Cf. De Vulgari Eloquentia (I,7): «Solo quedó una misma lengua (lo-
quela) para aquellos que se habían agrupado en una sola y misma tarea; así,
quedó una lengua para todos los arquitectos, otra para todos los cargadores
de piedras, otra más para todos aquellos que las labraban y así de idéntico
modo para cada uno de los obreros».
[278]
3
Toda interacción tiende, en efecto, a normarse, y los intercambios in-
terpersonales que nos parecen espontáneos dependen de las reglas de juego
interpersonal y del contrato social. Tampoco la conversación, por ejemplo,
constituye un género ni un discurso —pese a una opinión corriente en aná-
lisis conversacional: desde la entrevista para un trabajo hasta la conversa-
ción de cantina, todos disponemos de decenas de géneros conversacionales
específicos, vinculados a diferentes prácticas.
4
El concepto de práctica necesita algunas aclaraciones. Todas las prác-
ticas, comprendiendo aquellas que activan principalmente lo semiótico, han
sido pensadas hasta hace poco bajo el modelo de las prácticas de produc-
ción; de ahí, por ejemplo, la noción de condiciones de producción en Análi-
sis del discurso. El marxismo «real» no reservaba ningún lugar específico al
lenguaje y solo ha producido, por lo demás, estudios de política lingüística
o de sociolingüística. En el marco de su antropología basada en la división
entre físico e ideológico, no podía, efectivamente, pensar el nivel semiótico
de las prácticas. Desde sus comienzos la escuela francesa de Análisis del
discurso, surgida del althusserismo, programó así también su investigación:
a una lingüística de la enunciación le tocó identificar las marcas formales del
discurso (sustentándose, por ejemplo, en el discourse analysis asemántico
de Harris) y a una teoría de las ideologías, mantenida por una instancia
política, le tocó interpretarlas. En ese dispositivo no quedó ningún lugar
para una semántica de los textos; en efecto, la teoría de las prácticas sociales
dependía de la teoría de las ideologías y del materialismo histórico, lo que
naturalmente hizo ociosa, cuando no sospechosa, toda teoría lingüística de
los géneros (cf. infra, § 3).
[279]
5
Es tributaria en todos los planos, aunque solo sea por las categorías
ontológicas que presiden la distinción de las partes del discurso, pero tam-
bién por el modelo referencial de la significación, la teoría binaria de la
predicación, la noción misma de predicación, etc.
6
Los lexemas pueden ser remitidos a los discursos, de lo cual dan una
idea aproximada los indicadores lexicográficos como cocina o marina. Efec-
tivamente, muchas de nuestras palabras dependen de un discurso y de uno
solo: en una lengua como el francés, el 60% de las palabras son monosémi-
cas. En lexicología de corpus se ha evidenciado especificidades discursivas
netas: por ejemplo, un estudio contrastivo de Biber (1993a) permitió hacer
evidente una lista de 6,000 palabras, la mayor parte concretas, propias de
los textos funcionales (cf. impatiently [neologismo por impacientemente]
o sofa [sofá]); más aún, según los datos inéditos recogidos por E. Bourion,
el amor es solo dicho platónico en la novela, ya que la palabra platónico no
[280]
[281]
[282]
7
Es por ello que, a la inversa, las colecciones de obras completas que
mezclan los géneros y hasta los discursos más diversos, como si el autor
hubiese vertido sobre todos sus escritos una gracia uniforme, son a veces in-
apropiadas para una investigación metódica. Por ejemplo, la palabra mujer
es muy rara en los escritos de Gracq; pero si se tiene en cuenta la Pentesilea
que tradujo de Kleist y que recogen sus Obras completas en la colección de
La Pléiade, dicha palabra tiene una frecuencia tranquilizadora.
[283]
8
Las constituciones de la Academia francesa preveían que ella diera
una poética y una retórica, pero únicamente produjo una gramática y un
diccionario.
[284]
9
R. Barthes (1915-1980) publicó El placer del texto en 1973 y su ver-
sión española apareció en 1982, México, Siglo XXI Editores (traducción
de Nicolás Rosa). [T.]
[285]
10
La Bataille et le Mariage des VII arts (siglo XIII) de Henri d’Andeli fue
publicada por primera vez por Achile Jubinal en 1838. [T.]
11
«Infima inter omnes doctrina», Summa teológica, I parte a, cuest. I,
art. 9.
12
La compañía de los Juegos Florales —la sociedad literaria viva más
antigua de Occidente— fue fundada en Toulouse en 1323 por siete trovado-
res a fin de perpetuar las tradiciones del lirismo cortés; en 1536 se promulgó
el célebre tratado de gramática y poética Les leys d’Amors de Guilhem
Molinier, canciller de la compañía. [T.]
13
Como emblema de esa corriente puede citarse el artículo de R. Jakob-
son «Lingüística y poética» (en 1963), cuya repercusión en Francia fue
importante (véanse los trabajos de Hamon, Greimas, Genette).
[286]
[287]
14
Este nombre es utilizado tanto en lingüística textual como en narrato-
logía. Definir la unidad por la localización espacio-temporal y la identidad
en sí es un gesto característico de la ontología clásica, tal cual ha sido perpe-
tuada en la tradición aristotélica. En consecuencia, todo fenómeno complejo
es concebido como una combinación de unidades y la descripción científica
misma, como un análisis; ello supone la determinación de lo global por lo
local, mediante diversas formas de composicionalidad.
[288]
15
Por su parte, Kerbrat busca rasgos tipológicos y toma partido por
los «tipos de intercambios» en lugar de los géneros, según el número y la
naturaleza de los participantes, el fin de la interacción y el tipo de «forma-
lidad» (cf. 1990). Las tipologías pragmáticas, ya sean enunciativas o, como
aquí, microsociológicas, justifican el punto de vista separatista de Genette:
a la poética le corresponderían los géneros mientras que a la pragmática los
modos de elocución.
16
Ambos poemas de John Milton fueron publicados por primera vez
en 1671. [T.]
[289]
17
Es lo que resumió excelentemente, a propósito de la literatura, el
formalista ruso Tomachevski: «hay que realizar una aproximación descrip-
tiva en el estudio de los géneros y reemplazar la clasificación lógica por
una clasificación pragmática y utilitaria teniendo únicamente en cuenta la
distribución del material en marcos definidos» («Temática», en T. Todorov
(ed.), 1965, pág. 306).
18
La oposición fáctica entre ciencia del discurso y ciencia de la «lengua»
no nos retendrá, pues la lingüística de los textos no puede descuidar ninguna
de esas dos dimensiones: la lengua es solo la reconstrucción normativa de
las regularidades observadas en discurso. Saussure mismo, a quien se ha
reprochado tanto privilegiar la lingüística de la lengua en detrimento de una
lingüística «del habla» o del discurso, insistió sin embargo muchas veces en
su carácter indisociable (cf. Saussure, 2001).
[290]
19
Es esta una constante tanto en el pensamiento de Platón como en el
de Sócrates que pone en escena: la ironía socrática no salva a Fedro cuando,
en su entusiasmo, este se rebaja a repetir un discurso de Lisias.
20
Me baso en la excelente síntesis de Genette (1986). Al oponer de ma-
nera criterial lo diegético y lo heterodiegético, Genette recobra en su teoría
de la narración el criterio platónico: ¿Quién habla?
[291]
21
Se llama entonces líricos a todo tipo de poemas no miméticos.
22
El P. Rapin llegará hasta afirmar incluso que todos los géneros se re-
ducen a los tres géneros del poema perfecto, o sino son imperfectos: «Puede
distinguirse la Poética general en tres diversas especies del Poema perfecto,
en Epopeya, Tragedia y Comedia, y esas tres especies pueden reducirse
solamente a dos en que una consiste en la acción y la otra en la narración»
(1674, II, 1).
23
La teoría de los géneros y la práctica de su estudio en F. Schlegel son
mucho más complejos de lo que esta tripartición permite suponer.
[292]
24
La ambigüedad es patente entre el régimen de enunciación llamado
historia, que es un concepto lingüístico, y la historia como objeto de los
historiadores y nombre de su disciplina.
25
Esto recuerda mucho la tradición platónica en que la coincidencia
entre la enunciación representada y la enunciación asumida es un punto
decisivo de la ética.
26
Cf. Guespin: «La noción de texto, vaga e inoperante (salvo si se en-
cuentra su convalidación en el trabajo de D. Slakta), será sustituida por los
conceptos de enunciado y discurso» (1971, pág. 3). Entre las numerosas
repeticiones, véase en Viala (1999, págs. 12-15) la sección titulada «Dis-
curso antes que texto».
[293]
27
Para esto Benveniste recurre a la significación misma del pronombre
yo: «Yo solo puede ser definido en términos de ‘locución’, no en términos
de objeto, como sucede con un signo nominal. Yo significa “la persona que
enuncia la presente instancia del discurso que contiene ‘yo’”» (1964, I,
pág. 252). De la persona, aquí en el sentido gramatical del término, pasa
simplemente a la persona en sentido de individuo: «Yo es “el individuo
que enuncia la presente instancia de discurso que contiene la instancia lin-
güística yo”» (ibíd.). Este paralogismo patente se apoya en la presentación
tipográfica que no distingue el yo gramatical y el Yo filosófico, la mención y
el concepto. Como la asimilación forzada recae en un pronombre sujeto, su
éxito se debe, sin duda, a que parece verificar lingüísticamente el prejuicio
ontológico que, en la tradición gramatical misma, presidió la confusión en-
tre el sujeto de la frase, el sujeto de la enunciación representada, y el sujeto
«a secas»: la homonimia de esos tres «sujetos» lo atestigua todavía hoy.
Dejemos pasar la leyenda tenaz que los nombres representan los obje-
tos, para quedarnos con el pronombre yo. Según la tradición del positivis-
mo lógico, reactivada aquí por Benveniste, los indexadores como yo tienen
un contenido puramente referencial, lo que justifica su nombre, pero en
referencia a la situación de comunicación. De ahí la controversia formal
respecto a los indexadores entre la semántica, que trata la referencia, y la
pragmática, que describe la situación.
Que yo se refiera a la persona que habla es una evidencia, lástima, errónea,
ya que no es posible confundir el sujeto hablante, el enunciador y el locutor.
Por un lado, nosotros no dejamos de mencionar los yo atribuidos a otros, o
pronunciados por otros, y objetar que allí se trata de mención, de heterogenei-
dad o de polifonía supone estar conforme con la teoría de la asunción prono-
[294]
minal. Por otro lado, aquel que enuncia puede perfectamente designarse por
tú (cf. Apollinaire, Zone [Zona]), por él (De Gaulle, Mémoires [Memorias]),
por nosotros (yo mismo, supra, I), por vosotros (Butor, La Modification [La
Modificación]). Por lo demás, otras variaciones tan amplias se encuentran en
lo oral: por ejemplo, el yo didáctico o el él forastero remiten a la segunda per-
sona. Pero, sobre todo, el contenido de los pronombres como el de los otros se-
memas varía con los contextos y al filo del texto con el contenido de los actores
que ellos indican: el yo de Combray no es más el del Temps retrouvé [Tiempo
reencontrado]. Varía igualmente según los discursos: por ejemplo, en su Testa-
ment [Testamento], Villon alterna magistralmente el yo lírico y el yo jurídico.
Varía, por último, según los géneros, por ejemplo, en La Fontaine donde se
debe poner en tela de juicio si el yo de las Fables [Fábulas] es el mismo que el
de las paráfrasis sobre los Psaumes [Salmos]. Este último punto sería especial-
mente embarazoso si se quisiera fundar una tipología de los géneros a partir de
los pronombres. En pocas palabras, el pronombre yo significa, sin más ni más,
que el enunciador representado en el texto está momentáneamente situado en
una zona identificadora (cf. el autor, 1996a) —como en otros casos podrían
estarlo nosotros, el Estadio tolosano o la nación francesa.
[295]
28
De allí a veces un lirismo exaltado, incluso discretamente oscurantis-
ta: «Es en la época de Sócrates que florecieron las lecturas alegóricas de la
epopeya. Todas las contorsiones contemporáneas, textología, narratología,
semiología, cuyo fin es hacer declarar bajo tortura a todos los textos agrupa-
dos en los campos de la literatura, no tienen otro origen. Pero nunca se ha
hecho declarar a un cadáver. La significación solo surge en la enunciación
y es entonces que ella se impone con evidencia» (Dupont, 1994, pág. 108).
Ese tema «vitalista» no es raro tampoco en lingüística positiva, como lo
muestran estas palabras de Auroux: «El texto escrito es algo muerto, pues
[296]
[297]
necesaria para establecer que es la ideología la que habla a través del sujeto
—lo que, se juzga en esta misma cita, a veces es comprobado.
32
Pêcheux, principal teórico del Análisis del discurso, tratando de enun-
ciar «los elementos estructurantes de las condiciones de producción del
discurso», concluye: «En los mecanismos de toda formación social existen
reglas de proyección que establecen las relaciones entre las situaciones (ob-
jetivamente definibles) y las posiciones (representaciones de esas situacio-
nes)» (1990 [1969], pág. 118). Esta proyección permite la proyección de lo
social sobre lo individual y la enunciación permite enseguida la proyección
de lo individual en lo lingüístico. Ello explica por qué posición significa
aquí, a la vez, posición de clase y posición de habla. La relación entre
situación y posición depende del materialismo histórico; es por ello que el
Análisis del discurso se sustenta en «el análisis de la superestructura ideoló-
gica en su lazo con el modo de producción que domina la formación social
considerada» (Pêcheux y Fuchs, 1975, pág. 15).
[298]
Se tuvo que esperar hasta 1991 para que Maingeneau afirmara justa-
34
mente: «El AD [por Análisis del discurso] no puede dejar de tener en cuenta
los géneros» (1991, pág. 178).
[299]
4. PROPOSICIONES DESCRIPTIVAS
[300]
[301]
[302]
35
Si el sistema de la lengua, tal cual lo conciben los lingüistas, no de-
termina la semiosis textual, no obstante obliga a la semiosis en los planos
de complejidad inferiores. En el plano de los morfemas, la lengua propone
emparejamientos de significante/significado (por ejemplo, re- es iterativo); en
[303]
el plano de las lexías, las palabras son ya unidades «de discurso» y la puesta en
relación de sus morfemas son regladas por una sintaxis «interna»: su significa-
ción y su modo de semiosis dependen del contexto; en los planos del sintagma
y de la frase, la sintaxis constituye el modo de emparejamiento privilegiado
entre significante y significado: ella depende del primero, por la morfosintaxis
y las «estructuras de superficie»; y del segundo, por las «estructuras profun-
das» que pertenecen al plano del significado (funciones casuales, etc.).
36
Por ejemplo, la balada francesa tiene un número fijo de estrofas, pero
el número de sus versos no lo es, y no es casi nunca narrativa; la balada an-
glosajona tiene, por el contrario, un número de estrofas variable pero con un
número de versos fijo y por lo general es narrativa. Las poéticas esencialistas
y normativas, como la de Boileau, han considerado evidentemente esas con-
tingencias genéricas como conveniencias fundadas en naturaleza, cosa que no
es falsa si se llama naturaleza a las costumbres inveteradas de una sociedad.
[304]
37
Por ejemplo, como lo ha notado Sueur (1982), en las respuestas
abiertas a una encuesta, los locutores sin diploma emplean en lo oral más
pronombres, negaciones y verbos que el promedio; los diplomados de la
enseñanza superior, más nombres y adjetivos; Verlaine, en las Canciones sin
[305]
[306]
39
Ejemplo menos noble pero más reciente, Beauvisage (2001) demos-
tró, mediante un estudio estadístico de variables morfosintácticas, cómo
Jean-Patrick Manchette inició en Francia el linaje genérico que llevó a di-
ferenciar al polar de la novela policial. [Se denomina polar a la novela de
misterio, negra, equivalente al «thriller» norteamericano]. [T.]
[307]
40
El proyecto de una tipología transdiscursiva parece así ilusoria: por
ejemplo, un texto técnico no puede ser asimilado a un texto científico; e
incluso en los discursos tan próximos como los discursos científicos, los
géneros no son exactamente comparables, ya que cada disciplina tiene sus
tradiciones y sus normas.
41
Por medio de un análisis multidimensional, Biber (1993a) estudia las
co-ocurrencias entre 67 rasgos morfosintácticos en las mil primeras pala-
bras de diversos textos de inglés contemporáneo. Para una discusión, véase
Malrieu y Rastier, 2001.
[308]
42
Se llamó chansons de toile o d’histoire a los cantares de los teje-
dores del norte de Francia y de las costureras o hilanderas a comienzos
del siglo XIII. Son canciones narrativas que adoptan las formas métricas
(decasílabos asonantes o rimados seguidos por un refrán) y melódicas de la
canción de gesta. [T.]
[309]
[310]
43
He aquí cómo una obra universitaria divide el teatro: «El género dra-
mático: La Tragedia. La Comedia. La farza. La commedia dell’arte. El vau-
deville. —Las comedias especializadas: La comedia-ballet. La Comedia de
carácter. La comedia heroica. La comedia de costumbres. —El Drama: El
Drama burgués del siglo XVIII. El Drama romántico. El Drama simbolista.
El melodrama».
[311]
44
Las investigaciones lingüísticas dedicadas al sistema de la lengua no
tienen en cuenta las variaciones de género: todo texto español puede per-
tenecer a su corpus. Si el grado mínimo de la homogeneidad es la unidad
de lengua, es legítimo, aun fuera de las investigaciones lingüísticas «unifi-
cadoras», permitir las investigaciones interdiscursivas. Comparemos, por
ejemplo, Rousseau en las Confesions [Confesiones], sobre una dama cuyo
nombre callaremos: «No me era necesaria incluso la propiedad: para mí era
suficiente el goce; y hace tiempo que he dicho y sentido que el propietario
y el poseedor son a menudo dos personas muy diferentes, aun dejando de
lado los maridos y los amantes» (libro V, pág. 72); y en un género muy
diferente, Proudhon, en el prefacio de Qu’est-ce que la proprieté? [¿Qué
es la propiedad?], 1840, pág. 157: «Si se me permite la osadía de servirme
de esta comparación, un amante es poseedor; un marido es propietario».
Una investigación limitada a los textos literarios nunca hubiera permitido
constatar la ubicuidad de ese topos.
[312]
45
Para una morfología histórica, los géneros admiten una evolución
«lamarkiana» más que «darwiniana». Al menos en el discurso literario,
su historia es escandida por innovaciones individuales. Mientras que en
la antigua tradición la problemática de la imitación y de la rivalidad siem-
pre prevaleció, después del Renacimiento, con la formación de la figura
moderna del creador, la vinculación de la obra al género estuvo siempre
subordinada a la afirmación del individuo… de genio. Así, Giordano Bruno
considera en Les Fureurs heroïques [Los furores heroicos] que los poetas
crean los géneros y no a la inversa. El tema prometeico de la creación de
los géneros será desarrollada por el romanticismo y Friedrich Schlegel
llegará, a veces, hasta afirmar que hay tantos géneros como obras. Esa de-
claración se volvió trivial y reencontró toda su frescura en el vanguardismo
contemporáneo.
[313]
46
Viëtor (1931) estimaba todavía que esos tres géneros corresponden
a tres actitudes fundamentales de lo humano.
47
La definición de los géneros por las categorías enunciativas procede,
además, de una forma de funcionalismo: ella se basa en lo que Bühler lla-
maba la función expresiva, para dar un fundamento lingüístico a su punto
de vista trascendental.
48
Se puede, por supuesto, imaginar otras funciones, por ejemplo, la
didacticidad que, según Beacco y Moirand, caracteriza tanto un curso de
lengua, un artículo de vulgarización, una conferencia en el Colegio de Fran-
cia, como la explicación espontánea de una receta de cocina (cf. Branca-
Rosoff, 1999, pág. 15).
49
Encontramos aquí las articulaciones mayores de los dos grandes para-
digmas occidentales de la significación, representacionalista e intencionalis-
ta. Su uso podría ser simplemente etnocéntrico, lo cual no quita nada a su
valor descriptivo cuando se trata de textos provenientes de nuestra cultura,
pero no los califica para fundar una tipología con pretensión universal.
[314]
50
Sobre la TEL, cf. supra, cap. III.
[315]
[316]
51
A propósito de las novelas de caballería, el cura sostenía: «la escritu-
ra desatada de estos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico,
lírico, trágico, cómico». La lasitud de los críticos verifica el buen sentido
del cura; así, Alastair Fowler constataba: «The “novel” has assimilated other
kinds of prose fiction. A genre so comprehensive can have but a weak uni-
tary force. Indeed the novel has largely ceased to function as a kind in the
ordinary way» [La «novela» ha asimilado otros tipos de la prosa de ficción.
Es un género tan comprensivo no obstante solo puede tener una débil fuerza
unitaria. En efecto, la novela ha dejado de funcionar como un género en
criterio corriente] (1982, pág. 118). Un comentario más extenso del tema
se encuentra aquí, en el Colofón a la edición española. [T.]
52
Oronte, personaje de Le misanthrope [El misántropo] de Molière
(1666), trata (segundo acto, escena 2) de leer a Alceste uno de sus malos
[317]
sonetos y conocer la opinion que este le merece; ello levanta una peligrosa
cuestión de honor. En efecto, Alceste critica honestamente el afectado so-
neto y rehúsa aplaudirlo, aconsejando a Oronte no leerlo más en público;
Oronte reacciona coléricamente convirtiéndose en enemigo jurado de Al-
ceste. [T.]
53
Dante usa el tono bajo para el Infierno, moderado para el Purgatorio
y sublime para el Paraíso; por ejemplo, designa a un viejo respectivamente
como vecchio, veglio y sene. En su carta a Cangrande, precisa, entre otras
cosas, que el término comedia se aplica a un relato que apunta hacia una
mejora, a la inversa de la tragedia.
54
Es sin duda por ello que la posteridad ha calificado esta Comedia de
divina.
55
Este punto se extiende a las otras artes. Por ejemplo, el In Nomine,
género inglés de fantasía para violas, es, por definición, construido a partir
del motivo del canto llano del Benedictus de la misa Gloria tibi trinitas de
John Taverner.
[318]
56
Hénada, significa el Gran Todo, el ser como totalidad y no como
sustancia singular (mónada). [T.]
[319]
57
Tomemos el ejemplo recurrente de Adam: «El texto es una estructura
secuencial fundamentalmente heterogénea» (1990, pág. 117). «El objetivo
de la lingüística textual es simple: proseguir el análisis lingüístico más allá
de la frase compleja y de las simples parejas de frases y, por muy difícil
que parezca, aceptar situarse en las fronteras de la lingüística a fin de dar
cuenta de la heterogeneidad de toda composición textual» (1992, pág. 20).
«El modelo de estructura composicional que propongo y que rompe con la
idea misma de tipología de los textos» (1996, pág. 31).
58
Parece que los géneros compuestos son categorizados ordinariamente
de bajos, como en general las producciones heterónomas, mientras que los
géneros sublimes son isónomos.
[320]
59
Cualquiera que sea el texto, las secuencias seleccionadas son de cinco
o seis tipos: narrativo, descriptivo, argumentativo, instruccional-injuntivo,
explicativo-expositivo, dialogal-conversacional. Más adelante precisaremos
su relación con la teoría de las funciones del lenguaje.
[321]
60
Para el término secuencia preferimos conservar su acepción en na-
rratología y nombrar configuraciones esta especie de figuras no tropos, que
nos queda por precisar, a manera de ciertos «juegos de lenguaje» según
Wittgenstein: poner un ejemplo, insertar una anécdota, etc. La introducción
más bella al problema se encuentra, sin duda, en Cicerón, Orator, XXXIX,
134-136 (sed sententiarum ornamenta malora sunt…), que presenta las
figuras no tropos «no como cosas, por jerga y reificación de los sustantivos
griegos, sino por los verbos, latinos, corrientes, como otros tantos gestos
[322]
[323]
63
Las transposiciones de un discurso en otro plantean problemas de-
licados. Por ejemplo, Les liaisons dangereuses [Las relaciones peligrosas]
inspiran las Mémoires [Memorias] de Lauzun, escrito íntimo no destinado
a ser publicado. Imitando a Valmont que dice todo a la Merteuil, Lauzun
lo redacta en 1783 para la marquesa de Coigny. Los seductores, incluso
aquellos que son tenidos por libertinos, ¿no deben sus verdaderos éxitos a
su cabeza novelesca?
64
He aquí el comienzo: «Él me pregunta si me agradan las jibias relle-
nas. Él tenía como buena amiga una hortelana. Ella empujaba su barca de
verdulera en el canal. Le bastaba con acercarse al pretil: ella le pasaba un
calabacín, un tomate, un puñado de milamores. Él flirteaba con una mujer
que tenía la tienda de abarrotes del rincón rio Terra, detrás del Tempio
Israelitico. Ella era casca, es decir, tenía las piernas y los pies de elefante.
Es una enfermedad que viene del lado dálmata. Ella no podía moverse. Se
la tomaba como estaba. Ella le daba los remanentes de los sacos de arroz.
Hay que picar la ensalada y el perifollo con una puntita de ajo y mucho
perejil. El perejil es muy bueno para el hombre. Da gracia al andar. Se corta
también en trocitos los tentáculos de las pequeñas jibias […] (Journal, poè-
mes, essais [Diario, poemas, ensayos], Gallimard, Biblioteca de la Pléiade,
1995, pág. 596).
[324]
65
Aparecida en 1936, Murders off Miami [Asesinos fuera de Miami],
de Dennos Wheatley et ál., es una novela policial en forma de expediente
que contiene el facsímil de un telegrama de la Western Union, diversos
informes policiales, cartas manuscritas, un mapa, declaraciones de testigos
(firmadas), fotografías, un trozo de cortina ensangrentada y dos sobres, uno
contiene un cerillo y el otro, un rizo de cabellos.
66
La edición del relato con este título data de 1843; en 1832, en que se
publicó por primera vez, llevó por título Les Célibataires [Los solteros]. [T.]
[325]
67
La ciudad del Sol de Tomasso Campanella (1568-1639) tuvo dos
redacciones en italiano, en 1602 y 1623, y en latín, en 1613 y 1631. Fue
publicada por primera vez en latín, en Francfort, 1623. [T.]
68
Los viajes extraordinarios de François Hédelin, abad de Aubignac
(1604-1676), son dos: Histoire du temps, ou Relation du royaume de Co-
queterie, extraite du dernier voyage des Holandois aux Indes du Levant
[Historia del tiempo o Relación del reyno de Coquetería, extraída del último
viaje de los Holandeses a las Indias del Levante] (1654) y Macarise, ou la
Reyne des Isles fortunées, histoire allégorique contenant la philosophie mo-
rale des stoïques sous le voile de plusieurs aventures agreables en forme de
roman [Macarise o el Reyno de las Islas afortunadas, historia alegórica que
contiene la filosofía moral de los estoicos bajo el velo de varias aventuras
agradables en forma de novela] (1664). [T.]
69
El Voyage en Icaire [Viaje por Icaira] de Étienne Cabet (1788-1856)
fue publicado en 1840, reedición de Voyages et aventures de Lord William
[326]
[327]
72
Nadja de André Breton (1896-1966) fue publicada por primera vez
en 1928. [T.]
73
Madeleine Bonnet afirma al contrario: «Nadja es, sin lugar a dudas,
un relato autobiográfico en que todo tiende no solo a la verdad sino a la
exactitud» (en Breton, 1988, I, pág. 1496). Ella se funda en «las cartas de
Breton a Simona, las cartas de Nadja a Breton» y las conversaciones con
«los raros testigos sobrevivientes»; pero esos documentos no pertenecen al
discurso literario, e inmerso en ese corpus Nadja evidentemente no puede
ser remitido a su proyecto estético.
74
La última obra de Gérard de Nerval (1808-1855) Aurélia apareció
póstumamente e incompleta en 1865. [T.]
75
Este drama en dos actos fue representado por primera vez en 1921. [T.]
[328]
76
Si Breton, que no era un aficionado a las notas al pie de página, trein-
ta años después las añade a Nadja, es sin duda porque su proyecto no fue
comprendido. Al evocar a Vigny y Nerval, alude aquí tanto a Marie Dorval
como a Jenny Colon. En el nombre de la actriz Blanche Derval, que tal vez
lo eligió a propósito, verosímilmente Derval evoca Marie Dorval. Además,
Blanche recuerda a todo lector algo familiarizado con Nerval, al alienista
que lo curaba y anuncia al profesor Joseph Babinski, ilustre neurólogo que
internó a Breton en el Hospital de la Piedad, y fue consejero del autor de Les
Détraquées (cf. ibíd.). El tono de la frase al que aluden las dos notas sobre
Babinski y Nerval es innegablemente nervaliano: «El papel era representado
por la más admirable y sin duda la única actriz de ese tiempo, a la que he
visto actuar en las “Dos máscaras” además de en varias otras piezas donde
ella no era menos bella pero de quien, tal vez para mi gran vergüenza, no he
vuelto oír hablar» (ibíd.). Mejor todavía, la segunda nota de 1962 comienza
así: «¿Qué quise decir? Que debí acercarme a ella, tratar de develarme a
cualquier precio la mujer real que era ella» (ibíd.).
77
«Giace nella sommità del Partenio, non umile monte de la pastorale
Arcadia, un dilettevole piano [En la cumbre del Partenio, montaña no hu-
milde de la pastoral Arcadia, se extiende un delicioso rellano]».
[329]
78
«Allí invoco tu ayuda para mi azaroso Canto: no es de un vuelo tem-
plado que quiere tomar su libre curso por encima de los montes de Aonia,
mientras que persigue las cosas que no han sido jamás tentadas todavía ni
en prosa ni en verso» (trad. Chateaubriand).
[330]
79
Se prohibía a las jovencitas.
[331]
80
Entre el sociologismo de Bajtín y el individualismo de Wittgenstein,
hay que volver a la historia de la dialógica: Schleiermacher, Feuerbach,
Kierkegaard, Stirner. Ella ha sido pasablemente oscurecida por los debates
entre Apel y Habermas, y no se ha tenido en cuenta que la dialógica de
Bajtín es una recuperación tardía de los principales temas de la dialéctica
de Schleiermacher.
[332]
1
En contrapartida a esa renovación de interés, ellas son objeto de
ataques repetidos aunque no siempre nuevos, como lo comprueba el caso
Sokal. [Referencia a la denuncia que hicieron los físicos Alan Sokal y Jean
Bricmont en el libro Impostures intellectuelles [Imposturas intelectuales],
París: Ed. Odile Jacob, 1997, donde expusieron la mala utilización que ha-
[333]
[334]
[335]
3
Veamos esta reflexión de Szondi respecto de la filología, pero que con-
viene a toda ciencia social tentada por el modelo de las ciencias de la natu-
raleza: «Desde que ella trata de poner entre paréntesis al sujeto cognoscente
en nombre de una pretendida objetividad, corre el peligro de desnaturalizar,
recurriendo a métodos inapropiados, los hechos impregnados de subjetivi-
dad, sin ser capaz de percibir su error» (1981, pág. 15).
Otro aspecto de la distancia crítica, la ironía, es muy mal comprendido e
importa rehabilitarlo: «Que la ironía romántica, con los Schlegel justamen-
te, haya podido promover una actitud auténticamente filológica y científica
(con, en especial, el impulso determinante dado a la lingüística indoeuro-
pea), es un fenómeno que no se ha interrogado suficientemente en la pers-
pectiva de una fundación crítica de las ciencias humanas» (Agamben, 1998,
pág. 9). La ironía distingue, sin duda, los sabios —de que carecemos— de
los científicos ordinarios.
[336]
[337]
4
Plan d’une anthropologie comparée [Plan de una antropología com-
parada], GS, I, pág. 390.
5
Transponiendo una distinción husserliana, se puede sugerir que las
ciencias exactas son nomotéticas y que las ciencias rigurosas son idiográfi-
cas. Las ciencias de la cultura son rigurosas en la medida en que ponen de
manifiesto la exigencia crítica.
[338]
6
El programa de caracterización se aplica así a las lenguas: «Dada una
estructura lingüística particular, el carácter es el efecto de las transformacio-
nes inducidas en el transcurso de la historia por los locutores en su uso de la
lengua y depositada en ella. En efecto, nada es fijo, los hábitos se inscriben
poco a poco en la lengua, no solo en el plano semántico y fonético sino en
la organización sintáctica misma. Las lenguas no han sido dadas de una vez
por todas pues pueden emerger nuevas y otras, desaparecer. (…) El carácter
de una lengua es así el precipitado de los actos de discurso, en la medida
que se asentaron en la lengua. A este respecto, la lingüística humboldtiana
se interesa por las performances individuales de los locutores, cuyas innova-
ciones son registradas por la literatura. (…) El concepto de ‘carácter’, en el
sentido preciso empleado por Humboldt, permite, de este modo, articular las
aproximaciones sincrónicas y diacrónicas del lenguaje. Aplicado a las obras,
permite enfocar el desarrollo de una lingüística textual al integrar, en su cam-
po, las realizaciones singulares del discurso» (Thouard, 2000a, pág. 170).
7
Desde el redescubrimiento en el siglo XIII de los Analíticos segundos,
la tesis aristotélica de que solo hay ciencia de lo general ha sido interpretada
como un principio de universalidad.
8
Las gramáticas universales que rivalizaron en el transcurso del siglo
XX continuaron el programa medieval y clásico (por ejemplo, Chomsky rei-
vindicándose de Port-Royal): de hecho, su objetivo no es caracterizar la
diversidad de las lenguas. Al presentar el programa minimalista chomskya-
no, Pollock escribe, por ejemplo: «Las lenguas nacionales como el francés,
el chino y el italiano no incumben directamente a la lingüística: en efecto,
no son realidades psicológicas/neurofisiológicas individuales sino entidades
históricas, políticas y sociológicas, como las naciones que a veces les corres-
ponden» (1997, pág. 11).
[339]
9
Cf. Idée d’une histoire universelle d’un point de vue cosmopolitique
[Idea de una historia universal desde un punto de vista cosmopolítico], 1784
(trad. fr. L. Ferry, Oeuvres, Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, t. II).
[340]
[341]
10
El título de esta obra de Cassirer escrita originalmente en inglés es An
essay on man; la traducción alemana lleva por título Was ist der Mensch?
y la española Antropología filosófica. [T.]
[342]
11
Es preciso releer aquí estas palabras de Saussure: «Constatamos
inmediatamente la plena insignificancia de un punto de vista que parte
de la relación entre una idea y un signo fuera del tiempo, fuera de la trans-
misión, relación que, ella sola, nos enseña, experimentalmente, lo que vale
el signo» (1968, I, pág. 273).
[343]
12
El signo es una interpretación objetivada y estabilizada en su pretexto
significante.
[344]
Encantadores novelescos
La lectura del Quijote rectifica continuamente
lo que le sucedería a Don Quijote si se le dejara
correr sin valerse de Cervantes.
FERDINAND DE SAUSSURE, Leg., pág. 193.
[345]
1
«Y aprisionado»: y esposado. Las citas y remisiones al Quijote provie-
nen de la edición de la Real Academia Española (2004). [T.]
[346]
2
Cf. el autor, 2011a y b.
3
Cf. el autor , 2011b.
[347]
4
Jonathan Littell reproduce la visión subjetiva de esos juegos de matanza
indiscriminada en su descripción de la masacre de Babi Yar; cf. el autor, 2009.
[348]
5
Impedidos de pormenorizar este tema con más detalles, nos permitimos
remitir al curioso lector a algunos estudios recientes sobre la ilusión referen-
cial, la verosimilitud y el ontologismo; cf. el autor, 2001, 2005b y d, 2008.
[349]
6
«Si analizamos —resume Frazer— los principios del pensamiento so-
bre los que se funda la magia, sin duda encontraremos que se resuelven
en dos: primero, que lo semejante produce lo semejante, o que los efectos
semejan a sus causas, y segundo, que las cosas que una vez estuvieron en
contacto, se actúan recíprocamente a distancia, aun después de haber sido
cortado todo contacto físico» (1965, págs. 33-34). Frazer nombra el primer
principio ley de semejanza y al segundo ley de contacto; ellos serán retoma-
dos por Freud y Mauss. Por la representación, la palabra queda en contacto
con su referente, y el contacto permanece. «El miedo a un nombre solo
aumenta el miedo a la cosa misma», anota justamente Joanne K. Rowling
en Harry Potter à l’école des sorciers [Harry Potter en la escuela de los
hechiceros, título traducido al francés del original inglés Harry Potter and
Sorcerer’s Stone; en español Harry Potter y la piedra filosofal] [T.] Nuestra
crítica de la referencia depende de la tradición saussureana, en la medida
en que ella es necesariamente escéptica.
[350]
[351]
7
La intropatía. [T.]
[352]
[353]
8
«De industria»: a propósito.
9
«Nonada apasionados»: en modo alguno parciales.
10
«El rencor ni la afición»: el odio ni la amistad.
[354]
11
El problema de los regímenes miméticos puede encontrar soluciones
empíricas merced a la comparación sistemática de corpus etiquetados, dife-
renciados en discurso, campos genéricos y géneros; cf. el autor 2011a. Un
indicio entre otros: los falsos testimonios y las novelas históricas hacen pre-
valecer el yo, mientras que en los testimonios auténticos prima el nosotros
(en general, el autor sobrevive gracias a una solidaridad y declara por los
otros sobrevivientes como por los camaradas desaparecidos).
12
Cf. el autor, 2005, 2010a y b.
13
«A esta diferencia de extensión (la de un texto y la de una obra literaria)
le corresponde la oposición entre los dos regímenes de literalidad: el constitu-
[355]
[356]
[357]
[358]
20
«No hay moral ni responsabilidad en literature», declaraba hace tiem-
po Christine Angot (Libération, 29. 6. 1999). La autoficción reivindicada
es, desde luego, una cubierta para los incansables relatos en clave que le han
valido tantas denuncias judiciales y no nos impiden ignorar sus sodomías
con un rapper sarkozysta.
21
«The aide [Karl Rove] said that guys like me were “in what we call
the reality-based community”, which he defined as people who “believe that
solutions emerge from your judicious study of discernible reality”. I nodded
and murmured something about enlightenment principles and empiricism.
He cut me off. “That’s not the way the world really works anymore.” He
continued “We’re an empire now, and when we act, we create our own real-
ity. And while you’re studying that reality —judiciously, as you will— we’ll
act again, creating other new realities, which you can study too, and that’s
how things will sort out. We’re history’s actors… and you, all of you, will be
[359]
left to just study what we do.”» (Suskind, Ron Faith, «Certainty and Presi-
dency of George W. Bush», The New York Times Magazine, 17.10.2004).
22
Cf. Kantorowicz, ob. cit., págs. 42-43.
[360]
23
Kantorowicz, prendado de la teología política, promueve una teología
artística de la plenipotencia. Miembro del círculo de Stefan George, conocía
bien estos versos que anunciaban el nuevo Reich: «Holten die Himmlischen
gnädig / Ihr letzt geheimnis.. sie wandten / Stoffes gesetze und schufen /
Neuen raum in den raum…» («Neues Deutschland», § 5 v. 3-6, en Das Neue
Reich (1928) [Benevolentes, los Celestes muestran / su último secreto, ellos
cambian / las leyes de lo real y crean / en el espacio un nuevo espacio].
24
Cf. el autor, 2009.
25
Este es un tema nazi por excelencia: Nuremberg habría sido una
mentira de los vencedores, responsables de todo. Haenel deroga la noción
misma de crimen contra la humanidad: «Pretender que el exterminio es
un crimen contra la humanidad, es proteger ingenuamente una parte de la
humanidad, es dejarla incautamente fuera de ese crimen» (pág. 167, ver
también 165 y passim). Si toda la humanidad es culpable, ¿cómo diferenciar
a las víctimas de los victimarios?
26
Cf. Le Monde, 26.01.10, pág. 19.
27
Jan Karski (Mon nom est une fiction), Pièce (dé)montée [Jan Karski
(Mi nombre es una ficción), Pieza (des)montada] No. 134, julio de 2011,
pág. 3. Según Philippe Sollers, el libro de Yannick Haenel, premio Interallié
2009, es «una novela muy buena que abre nuevas perspectivas a la ficción
contemporánea en su manera misma de repensar la historia». http://www.
pileface.com/sollers/article.php3?id_article=972
[361]
28
Jean-François Steiner, autor de un libro a la gloria de los «paras»
[paracaidistas franceses temidos por su crueldad durante la guerra de Ar-
gelia. T.], atestiguó en 1977 a favor de Maurice Papon, un antiguo ministro
convicto de complicidad de crímenes contra la humanidad, y en octubre de
l979 participó en la red que organizó la huida de Papon a Suiza.
29
Primo Levi. Se questo è un uomo, Turín, Einaudi [traducción al es-
pañol de Pilar Gómez Bedate: Si esto es un hombre, Barcelona, Muchnik,
1987]. [T.]
30
En el prólogo de su memorándum de 1518 páginas, 2083, une décla-
ration d’indépendance européenne [2083, una declaración de independen-
cia europea], Anders Breivik, genocida noruego, se adhiere a la ficción: «El
autor, aficionado a la ciencia-ficción, quiso crear un estilo completamente
nuevo de escritura que tuviera la potencia de impactar […] con una increí-
ble conspiración que es obra de ficción».
[362]
31
Le Figaro, 29.2.2008.
32
Debemos notar, por otro lado, que las técnicas estilísticas del rehusar,
del rechazo, trascienden los dominios empíricos: hemos constatado notables
parentescos linguales entre los sitios racistas y los sitios protabaco, entre los
sitios «científicos» (que utilizan las fraseologías negacionistas) como entre
los blogs donde palabras como ayatola vuelven para dedicar toda reglamen-
tación a las gemonías, es decir, a los castigos infamantes.
33
«Dadme albricias, buenos señores de que ya yo no soy don Quijote
de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron
renombre de ‘bueno’. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la
infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas
de la andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pu-
sieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios escarmentando en cabeza
propia, las abomino», y el cura confirma que «verdaderamente está cuerdo
Alonso Quijano el Bueno» (II, LXXIV, págs. 1100-1101).
[363]
[364]
[365]
[366]
[367]
[368]
[369]
[370]
[371]
[372]
[373]
[374]
[375]
[376]
[377]
[378]
[379]
[380]
[381]
[382]
[383]
[384]
[385]
[386]
[387]
[388]
[389]
[390]
[391]
[392]
[393]
[394]
[395]
[396]