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LA ECONOMÍA EXTRACTIVISTA EN COLOMBIA: LAS LECCIONES QUE NO

APRENDEMOS

KARINA NARVÁEZ MARTÍNEZ

Ensayo

BOGOTÁ D.C.

2018

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El extractivismo como modelo de desarrollo económico colombiano.

A lo largo de su historia, Colombia se ha caracterizado por una economía basada


en la extracción de los recursos naturales la cual no ha representado la riqueza en
términos económicos que en un sentido lógico debería derivarse de la explotación
desmesurada de los recursos naturales, por el contrario lo que parecen indicar los
muchos proyectos de aprovechamiento de los recursos que se han adelantado en
el país es que se devastan extensas regiones del país por un beneficio temporal y
durante o posterior a la ejecución de dichos proyectos , éstas regiones muestran
una tendencia a la ruina, al despoblamiento y perjuicios para las comunidades que
allí habitan, tal es el caso de la explotación forestal, minera, petrolera, y tal vez en
una escala menor pueda incluirse la agrícola, que dejan unos pasivos sociales y
ambientales que aún no han encontrado el camino a su compensación.

Sobre esto Domínguez y Gómez (1990), afirman que durante la explotación de las
quinas en la Amazonía Colombiana “existía una percepción de progreso para las
comunidades con las rentas generadas por la explotación de quinas (vías que
facilitaban el acceso de productos básicos como la sal), sin embargo una vez se
agotó la quina en sus territorios se producía la ruina, el despoblamiento y
menoscabo de las poblaciones” y es que en esto se centra el modelo de la economía
extractivista cuya esencia se basa en:

Un proceso productivo generador de un valor agregado a una mercancía


cuya relación y acumulación se hace extra regionalmente, sin dejar
valorización permanente sobre el espacio donde se ha producido.
Tendencialmente la economía extractiva produce explosiones poblacionales
aparentes que, en realidad, conducen al despoblamiento cuando esta
actividad entre en crisis (Domínguez & Gómez, 1990, p. 9).

[…] ha sido un mecanismo de saqueo y apropiación colonial y neocolonial,


que se ha hecho sin importar la sustentabilidad de los proyectos
extractivistas, así como tampoco el agotamiento de los recursos. Lo anterior,

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sumado a que la mayor parte de la producción de las empresas extractivistas
no es para consumo en el mercado interno, sino que es básicamente para
exportación. Pese a las dimensiones de esta actividad económica, ésta
genera un beneficio nacional muy escaso. Igualmente gran parte de los
bienes, los insumos y los servicios especializados para el funcionamiento de
las empresas extractivistas, pocas veces provienen de empresas nacionales.
Y en los países extractivistas tampoco parece que ha interesado mayormente
el uso de los ingresos obtenidos (Acosta, 2011).

Así entonces se podemos hablar que la economía de extracción en Colombia no


hace parte de un modelo reciente sino que desde la colonia ya se venía
usufructuando la riqueza natural característica de los países “en vía desarrollo” o
del “sur global” los cuales, en su historia de saqueo y despojo, ratifican el
“determinismo geográfico del desarrollo” del que trata el Banco Interamericano de
Desarrollo-BID, que afirma que los países más ricos en recursos naturales y más
cercanos al Ecuador están condenados a ser más atrasados y pobres […] asoma
un fatalismo tropical, donde las naciones ecuatoriales parecen destinadas a la
pobreza […] a juicio del BID, cuanto más rico es un país en recursos naturales, más
lento será su desarrollo y mayores sus desigualdades internas (Como se cita en
Acosta, 2011); lo cual no parece estar muy lejos de las realidades, especialmente
la Colombiana en donde la tendencia económica siempre ha sido “la expoliación sin
creación, el objetivo ha sido sacar riqueza pero no estabilizar y crear riqueza, la
única posibilidad segura del desarrollo (Domínguez & Gómez, 1990, p 1)”.

Ahora bien, vale la pena entonces resaltar que el extractivismo ha sido una
constante como modelo de desarrollo de Colombia, que ha sido promovido por la
legitimidad de la necesidad de desarrollo de los pueblos, para la época de la colonia
se le llamo “civilización de los pueblos primitivos y salvajes” más recientemente se
le denomino “llevar el desarrollo y progreso a los países subdesarrollados / en vía
de desarrollo” ambos discursos conducentes a incorporar en el capitalismo a los
países menos industrializados, presentados como el único medio para acceder a la

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libertad, igualdad y fraternidad (Domínguez & Gómez, 1990) o para darse cuenta
de sus aspiraciones a una vida mejor a través del conocimiento técnico (Truman
1949, discurso de posesión).

Impactos socio-ambientales del modelo económico extractivista

Es posible afirmar que a nivel social y ambiental, la extracción de los recursos


naturales ha sido ha sido la actividad económico de mayor impacto, no solo por la
magnitud en que se han dado los diferentes “boom” económicos sino por lo anti
técnico y deshumanizante que han resultado estos procesos para los territorios
colombianos.

Antes de abordar estos impactos, vale la pena describir brevemente las técnicas y
métodos de las explotaciones que han caracterizado la producción de materias
primas en Colombia, y aquí resulta conveniente citar a Domínguez y Gómez (1990)
quienes abordan detalladamente la explotación de quinas, cauchos y gomas
elásticas, minerales, y otros recursos forestales de menor importancia para la
exportación colombiana, todos provenientes de la región Amazónica.

La quina por su parte, constituye una corteza de árbol con propiedades medicinales
para el tratamiento de las enfermedades tropicales, cuyo alcaloide - la quinina- fue
aislado en 1820 por científicos franceses (Domínguez & Gómez, 1990) y daría inicio
a la extracción en masa de la corteza para satisfacer las necesidades de los países
Europeos y Estados Unidos en medio de las distintas guerras que para entonces se
libraban y en orden de los intereses de éstos a acceder a las regiones tropicales
para su colonización.

La extracción de la quina se hacía de una manera demoledora: se derribaban


amplias extensiones de bosque (sin tener certeza que fuesen arboles de las
especies con mayor contenido de quina) para extraer la corteza, hasta a las raíces
se les quitaba la corteza a pesar de que contenía menos quina, lo que desarraigaba
todo el árbol y subsecuentemente ocasiono la destrucción de los quinales silvestres.

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Esta explotación intensa y extensa redujo rápidamente la disponibilidad de la quina
lo que obligo a los recolectores a penetrar a mayor profundidad en la selva.

A pesar de que se buscó distintos métodos para la extracción de la quina que no


implicaran derrumbar el árbol tal como separar la corteza del árbol en pie o retirar
solamente la corteza de las ramas, estas alternativas como resultaron inviables
porque en el primer caso el árbol terminaba muriendo por la infestación de plagas o
en el segundo resultaba antieconómico debido a la baja calidad de la quina y que
se requerían grandes cantidades de quina de manera más barata.

Mientras los países suramericanos devastaban la selva para la extracción de quina,


Inglaterra y Holanda buscaban la manera de reducir los costos del transporte hasta
Europa del valioso insumo, de manera que organizaron expediciones en busca de
semillas y plántulas de quina con el objeto de ser cultivadas, hacia 1865 lograron
propagar plantaciones de quina en Asia lo que suplantó con éxito el extractivismo
en Colombia y demás países productores.

Ahora bien, el aprovechamiento de cauchos y gomas no fue más razonable con la


naturaleza, mientras la variedad de ficus elástica moría luego de las rayas
realizadas para extraer el caucho, las castilloas se derribaban en tanta cantidad que
el terreno quedaba despejado y limpio; estos procedimientos para extraer el caucho
siempre implicaba la destrucción que acarreaba la derribada del árbol y lo
aparentemente ilógico y antieconómico de tal procedimiento, añadiendo que con la
llegada de la navegación a vapor para el boom de la explotación cauchera se talaron
aún más bosques ribereños para el combustible de los vapores.

Así continuamos viendo con tristeza que estas prácticas continúan en todos los
capítulos del desarrollo económico en Colombia, desde la explotación de minerales
que arrasan con vastas áreas de bosque para la apertura de las minas, se
introducen sustancias en el agua (como el cianuro en la extracción de aurífera) o se
alteran las corrientes hídricas a través de su sedimentación con materiales; pasando
por la extracción petrolera que ejerce una presión fortísima sobre el suelo y en

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especial tratándose de un recurso no renovable, perforando hasta el subsuelo,
consumiendo y requiriendo insumos naturales; hasta la agropecuaria que ha
incursionado en zonas de altísima importancia ambiental como paramos y otros
ecosistemas de alta montaña con sistemas o paquetes tecnológicos que implican
aplicación de agroquímicos en elevadas dosis, labranza de la tierra, modificación
genética y fertilización para aumentar la productividad, entre otros.

Ya sea en comunidades indígenas o campesinas, esta economía de extracción de


los recursos ha dejado unos impactos inmensurables, a nivel de extinguir algunas
de estas poblaciones como el caso de la explotación cauchera cuya presión sobre
los indígenas witotos termino por extinguirlos. Aquí hay que decir que en el texto de
Domínguez y Gómez (1990) se aborda pormenorizadamente los abusos cometidos
en contra de las tribus indígenas quienes fueron víctimas de las epidemias,
saqueados, abusados, sacrificados y vendidos como esclavos para satisfacer las
necesidades de explotación en aquellos lugares inhóspitos en los que el brazo del
Estado no llegaba o podía burlarse con facilidad.

Las comunidades indígenas no solo fueron sometidas a la esclavitud por parte de


las empresas y compañías que llegaron a estos territorios aprovechando la facilidad
de los indios para penetrar en la selva y pericia para extraer la materia prima, y el
complejo de inferioridad con respecto a su cultura, que según Domínguez y Gómez
(1990) poseían los indígenas. También fueron objeto de matanzas (más de 20.000
personas durante los primeros años de funcionamiento de la casa Arana),
violaciones, mutilaciones, y otra serie de barbaridades que se les infligieron para
mantener cautiva la fuerza de trabajo nativa bajo el mecanismo del terror, la cacería
y venta de seres humanos en la Amazonia oriental se convirtió en la actividad
extractiva más importante en la segunda mitad del silgo XVII (Domínguez & Gómez,
1990).

Allí también se configuro un modelo de esclavitud disfrazada que consistía en el


endeude de los “trabajadores” quienes adquirían con sus empleadores productos a
precios altísimos, los cuales serían pagados con la materia prima recolectada la

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cual era valorizada a precios irrisorios por lo tanto estas deudas eran imposibles de
saldar, también efectuaron “transferencias de cuentas” que no era otra cosa que la
venta simulada de trabajadores. Otro caso era el de los nativos que se vincularon a
la actividad extractiva en sus territorios y quienes eran víctimas frecuentemente de
los salteadores de caminos, quienes les robaban sus cargas y canastos.

Tales tormentos ejecutados a los indígenas se practicaron públicamente con el


propósito de generar escarmiento entre los espectadores, además en el contexto
socia que es la época de máximo esplendor del Imperialismo Mundial y las ideas
racistas eran parte integral de la ideología de cualquier país “civilizado”, los 30.000
o más indígenas asesinados en el territorio amazónico poco contaban, quienes los
esclavizaban eran conquistadores de territorios, héroes de la época colonialista.

Actualmente, la situación social no difiere mucho de los modelos de explotación de


la época anteriormente mencionada: sociedades campesinas desplazadas, líderes
de movimientos sociales asesinados, militarización, cambios en la cultura y
tradiciones de los pobladores, entre otros aspectos son los más comunes en los
proyectos de explotación minera y petrolera de gran envergadura que se han dado
en el país, en el último informe de la ONG Global Witness (como se cita en Colorado,
2018) se identificó en algunos casos los sectores con los que los defensores se
habían enfrentado antes de ser asesinados, evidenciando que la industria minera y
petrolera estaba relacionada con la mayoría de las muertes en Latinoamérica
(Colorado, 2018).

Asimismo, estos proyectos irrumpen en las dinámicas sociales de los territorios un


ejemplo de ello ha sido la lucha de la comunidad del municipio de Cajamarca en
contra de la técnica de explotación del proyecto minero “La Colosa” el cual, según,
la AngloGold Ashanti–AGA (empresa que tiene la autorización para dicha
explotación) ejerce su territorialidad al recurrir a la fuerza pública del Estado, para
intimidar al campesino como lo afirma Yesid Muñoz (citado en Sánchez, 2014)

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[el] Ejercito tiene una base militar acá en la Colosa, es para proteger a
los empresarios, directivos y personal de la AngloGold, protegen el
daño que está haciendo […] la militarización se ve a lo largo de la
carretera panamericana, en los ramales. Al borde de esos caminos
usted ve casas miserables de invasión m no hay ricachones ni
terratenientes, lo que buscan es intimidar al pueblo (Sánchez, 2014)”

Idarraga (citado en Sánchez, 2014), identifica dentro de los modos de operación de


la AGA, la utilización del Ejercito Nacional para suministrar seguridad a la compañía;
la intimidación y desplazamiento forzoso de líderes y miembros de las comunidad,
en el caso de la Colosa, el papel de la Fuerza Pública resulta central para la garantía
del control territorial por parte de la compañía minera.

Este es solo un ejemplo de los impactos sociales que ha tenido la actividad


extractiva en el territorio colombiano y un símil de la explotación en el territorio
Amazónico; es probable que la primera lección que dejan los procesos económicos
extractivistas es que la viabilidad social de éstos está dado por la cohesión social
que se logre en el desarrollo de los mismo y en la posibilidad de trabajar en pro y
con las comunidades. También es indispensable para la población desarrollar
prácticas de gobernanza y territorialidad que garantice la sustentabilidad económica
de sus territorios, ya hemos visto cómo el extractivismo crea auges intensos pero
cortos en las regiones sin dejar mayor riqueza, infraestructura, beneficios sociales
(educación, salud, empleo) en las comunidades.

De los impactos ambientales, no falta mucho más por decir, la devastación de


bosque y selva deja implícito el uso desmesurado de los recursos sin tener cuidado
de la conservación de la base natural, depredando los sistemas naturales y
alterando los servicios ecosistémicos de los ambientes naturales; es probable que
la deforestación que tuvo lugar en la Amazonia durante la extracción de quinera y
cauchera, no tenga una medición de sus efectos sobre la estabilidad planetaria,
pero puede presumirse una perdida incalculable sobre la capacidad regulatoria de
este ecosistema en términos hídricos, del clima, de la atmosfera, etc.

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Una de las discusiones más álgidas de las actividades extractivas que se
desarrollan actualmente en el país, está relacionado con los impactos ambientales
causados por las mismas, especialmente los derivados de los proyectos mineros y
petroleros (debido a la legitimidad que posee la agricultura para la sustentabilidad
alimentaria), los pasivos ambientales que dejan estos proyectos no han establecido
mecanismos pertinentes para su compensación, mientras las poblaciones continúan
padeciendo la contaminación hídrica, atmosférica, edáfica, paisajística, alteraciones
en la salud e incremento de los factores de riesgo por amenazas naturales.

El tema ambiental podría constituir actualmente quizá el argumento de mayor


validez para oponerse a los proyectos de extracción, en especial por la manera anti-
técnica en que se realizan estas explotaciones, aquí cabe mencionar la segunda
lección no aprendida del menoscabo de los recursos: no se consigue el desarrollo
técnico ni empresarial de este modelo económico.

El declive del precio de la quina y el caucho en Suramericana producto de los


avances tecnológicos en los países europeos, mostró que

La plantación es uno de los mejores ejemplos que se poseen sobre la


aplastante superioridad de la agricultura técnica sobre las aparentes ventajas
de extracción, aunque en esta ultima el producto fue gratuito y la mano de
obra era sometida a las condiciones más aberrantes, sin embargo, en el
momento de enfrentarse en el mercado competitivo el caucho silvestre
demostró ser más caro que el producto de la agricultura (Domínguez &
Gómez, 1990).

Asimismo los avances en el estudio botánico –agronómico que permitieron las


plantaciones de caucho fomento el rápido desarrollo de tecnologías complejas,
transformando las técnicas de rayado con hachuela hacia la adopción de un cuchillo
curvo en el extremo, con el cual se podía sacar un corte superficial de la corteza sin
herir el tronco, aumentando la productividad.

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Sin embargo, a pesar de ser los países suramericanos los poseedores de estas
riquezas, estos se empeñaron en continuar con las prácticas destructivas del medio
natural sin ninguno avance tecnológico que permitiera hacer un uso racional de los
recursos.

El papel del Estado en la economía extractivista

No ha sido un secreto que en Colombia, el modelo de desarrollo extractivista ha


contado con un el apoyo e incluso el fomento de parte Estado, y este apoyo
resultaría positivo e incluso lógico para la promoción del progreso de las
comunidades, si no fuera por que este apoyo pareciera que fuera preferentemente
dado a los grandes empresarios, respaldados de la legalidad documental que no
reconoce la relación de las comunidades con su territorio lo que se ve claramente
con la llegada de grandes empresas como la compañía Colombia y la casa Arana
quienes gracias a los documentos que los certificaban como únicos dueños de los
recursos de quina y caucho y hasta del capital humano nativo y autóctono de la
región, importando poco o nada la existencia de pequeños recolectores que extraían
algunas manchas de bosque.

En un contexto económico, en el caso del auge de las exportaciones caucheras y


quineras, esta preferencia no favoreció la acumulación interna de riqueza ya que las
rentas obtenida por las bonanzas fluyo hacía el exterior, especialmente debido al
marco político y de orden público por el que atravesaba el país, estas rentas tuvieron
que ser usadas para la adquisición de armamento para el sostenimiento de las
guerras civiles del siglo XIX, además de que buena parte de estas rentas se destinó
a la compra de bienes exóticos y suntuosos que no dejó mayor progreso para la
región.

Domínguez y Gómez (1990) afirman que solo produjo beneficios a quienes


monopolizaron el comercio de exportación, lo mismo que a quienes mediante
diversos sistemas, aun coercitivos, controlaron la fuerza de trabajo, pero no produjo
beneficios a los extractores directos.

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Y allí se puede enunciar la tercera lección no aprendida, y es que se siguen
privilegiando las compañías extranjeras, con poder de monopolizacion de los
mercados que no dejan mayores ventajas para el país en contraprestación del literal
despojo de nuestros recursos naturales, en contraposición de que las empresas
nacionales estimulen, promuevan y fomenten del desarrollo social y económico de
las regiones posibilitan el flujo económico interno, la sostenibilidad de las dinámicas
comerciales, y la competencia en los mercados; y fue una costumbre que no se
quedó en el siglo pasado sino que se arraigo a la cultura colombiana de concepción
del desarrollo; en razón de ello, los proyectos de explotación minero-energéticos
más grandes del país están a cargo de empresas extranjeras mientras los
extractores connacionales artesanales, pequeños y medianos son descalificados y
poco fomentados hacia la tecnificación.

También vale la pena abordar el abandono del Estado en ciertas zonas del país
especialmente a aquellas que en algún momento o continúan siendo poco
representativas en el ámbito económico nacional. Esta falta de presencia del Estado
ha dado lugar a reconfirmar que en Colombia “el territorio es más grande que el
Estado” (Guhl E., 2015).

Resultado de este abandono, por un lado se lograron configurar en esos territorios


los abusos contra las comunidades y contra la naturaleza misma, además de las
múltiples ilegalidades que allí se dieron, Domínguez y Gómez (1990) mencionan el
accionar de las compañías que legalmente tenían adjudicadas por parte del Estado
algunas áreas de explotación pero que se apropiaron de vastas extensiones ricas
en materias primas, a través del control de los caminos de acceso y mediante la
vigilancia de los bosques impidiendo que otros extractores adelantaran actividades
en esos territorios; este dominio de las vías está estrechamente relacionado con el
hecho de que las compañías recibieran de parte del Estado, privilegios asociados a
la adjudicación de tierras y la excepción en pagos de peajes a cambio de apertura
de vías, de esta forma obtenían el control del territorio y de sus vías de acceso,

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monopolizando la explotación; por el otro, la perdida de los derechos fiscales que
se podrían derivar de esas explotaciones “legales”.

CONCLUSIONES

Desde una mirada histórica del proceso de desarrollo económico del país los
resultados no son alentadores, se han sacrificado los recursos naturales a costa de
un progreso que no se denota en los altos niveles de pobreza y desigualdad social
que hoy se viven en el país a pesar de la altísima riqueza natural y cultura y
diversidad.

A pesar de los impactos negativos tanto a nivel social como ambiental y del bajo
aporte al desarrollo y progreso de la economía extractivista, de lo poco que este tipo
de economía ha dejado en la cultura, el desarrollo tecnológico y la innovación que
lo podría catalogar como modelo fallido, Colombia persiste en continuar este modelo
evidenciándose que estamos inmersos en un ciclo en el que repetimos
continuamente los errores de nuestra historia productiva encontrándose que la
única explicación para ellos es que no conocemos nuestra historia y como mucho
se ha dicho, estamos destinados a repetirla, no aprendemos las lecciones que las
falencias en la producción ha legado sino por el contrario insistimos en no realizar
procesos planificados que permitan evaluarlos, prevenirlos y tomar medidas de
corrección

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REFERENCIAS

Acosta A., (2011). Extractivismo y neoextractivismo: dos caras de la misma


maldición. Recuperado el 27 de septiembre de 2018, de
www.cronicon.net/paginas/Documentos/paq2/No.23.pdf

Colorado M., (2018). Cada semana asesinan a cuatro defensores del medio
ambiente. France 24. Recuperado el 27 de septiembre de 2018, del sitio web
de Noticias France 24: www.france24.com/es/20171222-medio-ambiente-
asesinato-activista-latinoamerica.

Domínguez C., Gómez A., (1990). La economía extractiva en la Amazonia


Colombiana 1.850 – 1.930. Bogotá: Tropenbos Colombia, Corporación
Colombiana para la Amazonia Araracuara.

Guhl R., (2015). Evolucion del ministerio de ambiente de Colombia en sus primeros
veinte años: 1994-2014. En: La gestión Ambiental en Colombia, 1994-2014:
¿un esfuerzo insostenible? Bogotá: Fescol, Foro Nacional Ambiental.

Sánchez D. (2014). El conflicto por la producción del territorio en el caso del


proyecto minero La Colosa, Tolima, Colombia. En: Extractivismo minero en
Colombia y América Latina. Bogotá: Ediciones Universidad Nacional de
Colombia.

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