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ECaracas 2018
David De los Reyes
De Tiranos
Una interpretación desde
la Filosofía antigua
Caracas 2018
Autor:David De los Reyes
Título: De Tiranos. Una interpretación desde la
Filosofía antigua
Universidad Metropolitana
Caracas, Venezuela 2017
Hecho el depósito de Ley
Depósito Legal: MI2016000369
ISBN: 978-980-247-252-9
Formato: 15,5 cms x 21,5 cms
No. de páginas: 421
Diseño y diagramación: Guillermo Ayala B.
Diseño de portada: Guillermo Ayala B.
Ilustración de Portada: Guillermo Ayala B.
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Universidad Metropolitana
Caracas
Autoridades:
Hernán Anzola
Presidente del Consejo Superior
Benjamín Scharifker
Rector
María del Carmen Lombao
Vicerrectora Académica
María Elena Cedeño
Vicerrectora Administrativa
Mirian Teresa Rodríguez
Secretario General
I
La creación de la ciudad en la antigüedad está acompañada con la
aparición de la figura del rey (Basileus). ¿Cómo apareció este
personaje en que se concentró la autoridad de la ciudad o
comunidad? Sin oponerse a las tribus, familias y las fatrías, en un
inicio fue el sacerdote (chamán) del hogar público, a quien se le
fueron agregando, por confianza o por poder, otras actividades: el
mando del ejército, la dirección de la asamblea y el dictamen de los
juicios. La aristocracia saldrá de estos jefes tribales. El rey es uno de
los líderes de la tribu, pero cada pater de familia tendrá una posición
análoga al rey pero en su gen (tribu, grupo familiar) (De Coulanges,
1997, cap. III).
Con el tiempo los ancestros comienzan a legislar. El poder de la
ciudad adquiere extensión hacia otros espacios públicos. Gracias al
prestigio del rey se resta poder a las autoridades tribales. Losreyes
se consideran dioses, descienden de Zeus, momento en que se
desarrolla la soberbia y la arrogancia del poderoso. Actúan bajo el
mando de la desmesura (hybris) y se consideran
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del castigo, por envidia, de los dioses (Herodoto cfr. Historia, III;
Máquez, 2011:47; Walcot, 1978:38). Los tiranos se imponen, por
apoyo popular, a los eupatridas. Fue el caso en Corinto de Cispelo
al dominar a la familia de eupatridas los Básquidas. Similar
situación sucede en Mileto con Trasíbulo, en Mitiline con Pitaco; en
Samos con Polícrates. Y lo mismo en Epidauro, Megara, Calcis,
Sición, Siracusa, etc, durante el siglo VII a.C. Ellos son un síntoma
del malestar de una mayoría que quiere verse representado y
gobernado por un igual, que ponga límite al poder de los eupatridas
y establezca un nomos, ley a favor de los llamados clientes, la clase
mayoritaria popular. El tirano en principio no tenía un gran poder,
sólo era usado por los de menor rango social para evitar ser
sometidos por los eupatridas.
Los tiranos no logran mantenerse por mucho tiempo. Pueden tomar
su lugar hasta uno de los miembros enriquecidos de la clase
mayoritaria. Se crean discursos contra el gobierno de los tiranos pues
eran gobernantes ilegítimos. Según Herodoto la envidia de los dioses
se dirige contra los tiranos, porque ellos son usurpadores del poder
divino, no tienen ninguna autoridad legal (Walcot, idem). En la
Antígona (506-7) de Sófocles se advierte que no sólo los dioses sino
también los hombres envidian a los tiranos. Esto lo podemos ver en
el Hieron de Jenofontes, al entrevistar el poeta Simónides, donde el
tirano refiere que una de las situaciones que debe enfrentar el
autócrata es la envidia, la cual surge por el lugar que ocupa y el
ejercicio absoluto del poder ante el resto de los gobernados.
Para el siglo VIII, reyes y eupatridas se consideran iguales; ambos
se piensan que son sagrados: entre ellos surge la envidia por el poder
no sólo religioso sino político. En el siglo VII surge la simpatía entre
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los clientes (clase inferior) y los tiranos: tal relación se construye por
una aspiración a la igualación por el simple hecho de que por
ninguno de los dos lados eran portadores de investiduras
sacerdotales y tener un vínculo directo con lo sagrado. Surge un
paralelismo entre lo mundano: los clientes, el tirano, y lo sagrado: la
aristocracia y el rey (basileus); paralelismo que por un buen tiempo
no se sintió competencia entre ambos bloques, mundanos y sagrados;
sólo encontramos una competencia real y a muerte entre los
eupatridas y los reyes (caso de Teseo). Entre la clase popular y el
tirano sólo habrá una distancia de orden político y económico; sólo
se enfrentán al enriquecerse algunos de esta clase popular y, en
segundo lugar, por la nueva forma de hacer la guerra. Esto estableció
unas condiciones que enrumbó a la mayoría a una pobreza mayor.
Al abandonarse el antiguo régimen paradójicamente comienza a
formarse una clase pobre. Anteriormente, antes de Solón y Clístenes,
cuando cada individuo formaba parte de una gens (tribu) y tenía jefe
(o amo), la miseria era casi desconocida. El individuo era mantenido
por el jefe o pater, a quien rendía obediencia y retribuía atendiendo
todos sus requerimientos y necesidades. Las revoluciones
democráticas comandadas por un tyrannos, cambiarán tal situación.
Algunos decretaron, como fue el caso de Megara narrado por
Plutarco, abolir las deudas y a los acreedores; y además de la pérdida
del capital, se les obligó a devolver los intereses ya cobrados (De
Coulanges, 1997:319)1.
1
Aristóteles (op. cit. De Coulanges, idem), narra lo siguiente: “En Megara,
como en otras poblaciones habiéndose apoderado del poder del partido
popular, comenzó por declarar la confiscación de bienes contra algunas
familias ricas; pero ya en este camino no le fue posible detenerse: tuvo que
hacer cada día alguna víctima, y al fin llegó a ser tan grande el número de ricos
desterrados y despojados que formaron un ejército…“En 412 el pueblo de
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Por el desarrollo de la clase artesanal, las nuevas riquezas
comenzaron a fluir hacia el estrato de los clientes (la clase llana),
mientras que disminuía entre los eupatridas, que vienen a caer en la
miseria; se trastocan los rasgos sociales. En el siglo VII a.C., y a
consecuencia de la colonización, debido por los procesos de
urbanización de las ciudades, puertos y campos, se construye un
demos urbano compacto y organizado tanto para el comercio como
para el cultivo de los campos, lo cual dará como consecuencia el
Samos dio muerte a 200 miembros de familias ricas, desterró otros 400 y se
repartió sus tierras y sus casas”. Y en Siracusa cuando el pueblo se vio libre
del tirano Dinisio, en la primera asamblea se decretó el reparto de las tierras.
En Cíos, Molpágoras desterraba a los ricos y repartía sus bienes a los pobres.
En toda revolución encontramos el hacer variar de manos la fortuna, es decir,
las propiedades. Esto llevó a crear dos partidos, el de los ricos y el de los
pobres. Las clases elevadas no tuvieron la suficiente inteligencia ni habilidad
para inducir a los pobres al trabajo y ayudarlos a salir honrosamente de la
miseria y de la corrupción. Algunos trataron pero no se consiguió. Ello hizo
que las ciudades comenzaran a estar en permanentes revoluciones: en que
despojaba los bienes y otra que los restituía a los ricos otra vez. Esto duró desde
la Guerra del Peloponeso hasta la conquista de Grecia por los romanos. Ricos
y pobres se odiaron, manteniéndose siempre una doble conspiración. Los
pobres eran empujados por la codicia; los ricos, alimentada por el miedo de
perder sus bienes. Aristóteles refiere que los ricos pronunciaban un juramento
en secreto: juro ser enemigo del pueblo y hacerle todo el daño que pueda.
Ambas facciones fueron igual de crueles y criminales, como siempre,
podríamos añadir. Así, por ejemplo, en Mileto hubo una lucha entre ricos y
pobres donde estos vencieron al principio y obligaron salir de la ciudad a los
ricos; enseguida se arrepintieron de tal acción pues se lamentaban de no
haberlos decapitado; a cambio se apoderaron de algunos niños pequeños y
reunidos en unas eras los hicieron pisotear por bueyes. Al poco tiempo los ricos
volvieron entrar a la población, tomaron a los hijos de los enemigos pobres,
los untaron de pez y los prendieron en fuego, (idem: 320s).
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La palabra estratega (polemarcos: πολέμαρχος), significó jefe del ejército. Su
autoridad no era sólo militar. También tenía a su cargo las relaciones con las
demás ciudades, la administración de la hacienda pública y todo lo
concerniente a la seguridad y a la policía de la población. Manejaba los
intereses materiales de la ciudad. Su elección, a diferencia de los sacerdotes o
arcontes que eran dejados a la suerte, es decir, a la votación de los dioses, estos
jefes militares eran elegidos por la votación de los hombres mismos, al final en
esta mayoría recaería, sus aciertos o su desmesura, (ver: De Coulanges,
1997:301s).
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La democracia como gobierno fundamentado en la libertad lo encontramos en
los textos de Platón, República, libro VIII, 557b 3, 502b 6 y en Aristóteles
Política, 2, 1317 a 20. El tema será tratado de forma detallada en los capítulos
correspondientes de esos dos autores más adelante.
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Tales líneas de la constitución de Solón las encontramos en Aristóteles,
Constitución de Atenas, XII, 4.
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El término opuesto a éleútheros (libre), es el de boúlos, que es el término
primitivo para designar a un esclavo sometido a su dueño, despótes. “El
esclavo obedece a su dueño contra su voluntad (ákon), mientras que el hombre
libre cumple de buen grado (ékon) los actos dignos de alabanza”, (Jenofontes
Ciropedia, VIII, 1, 4. Cit. en Festugiere, 1954:13).
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III
E igualmente los cambios de gobierno no significaron la separación
de la vida religiosa en las ciudades y el ejercicio de la misma por sus
representantes, los arcontes o arcontas. Pero la diferencia con la
antigüedad es que ahora dicha casta sacerdotal había perdido la toma
de decisión de quién ocuparía los cargos públicos importantes. De
esta manera el que fungiera de polemarca (estratega militar), cargo
importante en una democracia, era elegido por votación general, su
ejercicio debía tener el apoyo del demos y no con el favor de los
dioses. Para ello se implementa en el siglo V lo que definirá a la
democracia, en la igualdad del voto de todos los hombres adultos y
ciudadanos. Pero tal igualdad política vino a remarcar más la
desigualdad económica entre los componentes de la Asamblea. Si se
da la igualdad al voto para detener el sentimiento de phthonos, de
envidia en los más, vino a representar otra esfera de conflictos que
los atenienses no supieron prever y los espartanos sí. Tal mecanismo
de igualdad se convirtió en un procedimiento en que expandió una
especie de emoción de rivalidad que se podía admitir la instauración
política de la envidia institucionalizada (Walcot, 1978:65; Márquez,
2011:52). El mundo antiguo, los autores como Eurípides (Las
Fenicias), Platón y Plutarco, opinan que solo la verdadera igualdad
proporcionaba armonía social y detenía el sentimiento de rivalidad
por lo público. Antes de la constitución de Solón, el cual sabía que
no hizo la mejor constitución para Atenas pero sí la más conveniente,
la palabra del rey o del magistrado sagrado era omnipotente, y
apenas se usaba como formalidad el llamar a dar la opinión de todos.
El voto para todos cambió esa situación jerárquica, se exigió la
expresión de todos para tener la seguridad de llegar a conocer el
interés común. El sufragio, como hemos visto, pasa a convertirse en
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Quisiera ahora detenerme en la narración que nos presenta
Festugiere acerca de la tiranía y la crítica que hace a la libertad
griega6.
Este autor observa que un ciudadano es hombre libre en la medida
que no obedece a otro hombre. Sólo obedece a la ley, como nos lo
refiere Sócrates en el Critón (52b s, Platón), al decir que todo lo que
le ha sucedido en su vida, hasta su nacimiento, se lo debe a las leyes.
Para ser ciudadano se nos exige ser esclavos de la ley. Como lo
muestra el discurso platónico señalado, la ciudad nos hace su
esclavo, pues a ella nos debemos completamente. La ciudad propone
leyes y la asamblea las discute y las aprueba. Se participa y aún si no
estemos de acuerdo con ellas, debemos cumplirlas una vez aceptadas
por una mayoría. Esto nos lleva a la observación de que no hay
verdadera libertad sin participación en el gobierno: en Atenas no se
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Me remito al texto de Festugiere La libertad en la Grecia antigua, (1953:
29/47).
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Como se puede ver más adelante en los autores tomados para este texto,
encontramos que en Platón, nos la presentará bajo el siguiente esquema
evolutivo de descomposición social: timocracia-oligarquía-democracia-
tiranía. Aristóteles no compartirá esa secuencia pues afirma que la tiranía
igualmente puede surgir no sólo de la democracia sino de la oligarquía.
Jenofontes dará otra dirección: oligarquía-tiranía-democracia.
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Bibliografía
Aristóteles, 1984: Obras Completas. Ede. Aguilar, Madrid.
De Coulanges, F. 1997: La ciudad antigua (1ra ed. En 1864, Paris).
Ed. Edaf. Madrid
Festugiere, A.J. 1953: La libertad en la Grecia Antigua. Ed. Seix-
Barral, Barcelona.
Herodoto. 1989: Los nueve libros de la Historia. Ed. Edaf. Madrid.
Isócrates, 2002: Discursos. Trad. Juan. M. Guzmán. Ed. Gredos.
Madrid.
Jámblico 2003. Vida pitagórica. Protréptico. Editorial Gredos,
Madrid
Márquez, J. 2011: Envidia y Política. Ed. Textos en Red.
Pindaro, 2002: Odas y Fragmentos. Ed. Gredos, Madrid.
Sofocles, Eurípides, Esquilo, 2012: Obras Completas. Ed. Cátedra.
Barcelona.
Tucídides, 1989: Historia de la Guerra del Peloponeso. Ed. Akal,
Madrid.
Walcott, P. 1978: Envy and the Greeks: a study of human behavior.
Ed. Aris & Phillips,
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Así, pues, en una palabra, cuando se investiga respecto de algo,
sucede que se hace sobre aquello que realmente se ha pretendido
investigar y no sobre cualquier cosa.
Platón: Laques, 185d.
«Los atenienses, en suma, se habían convertido en una potencia. Y
resulta evidente —no por un caso aislado, sino como norma gene-
ral— que la igualdad de derechos políticos es un preciado bien, si
tenemos en cuenta que los atenienses, mientras estuvieron regidos
por una tiranía, no aventajaban a ninguno de sus vecinos en el
terreno militar; y, en cambio, al desembarazarse de sus tiranos,
alcanzaron una clara superioridad.»
(Heródoto, Historia, libro V, 78)
¿Por qué hemos emprendido nuestra investigación sobre lo político?
¿Es por el político mismo por lo que nos hemos propuesto o,
más bien, para dotarnos de mayor habilidad dialéctica en todo tipo de
cuestiones?
Platón, El Político, 235c
"El infierno está vacío y todos los demonios se hallan aquí."
William Shakespeare - En La Tempestad
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que toda alma desea, razón última del ser8. Poder vivir, hasta donde
sea posible, fuera de los prejuicios humanos y las convenciones
tiránicas sociales (sabiendo que toda vida en sociedad es producto
de satisfacer, la mayoría de las veces, pasiones individuales y
convenciones absurdas). Es en suma anhelar y apostar a vivir dentro
de la naturaleza humana de la razón, en la medida de lo posible; de
ahondar en el libre albedrío de la voluntad y del criterio individual,
sin dejar el compromiso y la compasión que llevan a la perfección y
la mejora personal. Esto ha de ser la filosofía en tanto terapia del
alma.
Importante aclarar que la filosofía clínica no pretende ser un
instrumento para el alivio y curación de cierto síntoma psicológico,
sino aspira transformar dicho examen en una búsqueda del saber, en
una práctica permanente personal que lleve a encontrar al individuo
con una fuerza transformadora, comprensiva y creativa respecto del
ser. La filosofía no como práctica normativa sino cuestionadora,
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La virtud o areté viene a significar que algo es bueno para algo, y era normal
que un griego al escuchar esta palabra preguntará inmediatamente ¿la areté de
qué o de quién? Con lo que se quería decir que la virtud se entendía en tanto
un conocimiento y habilidad a poseer, como, por ejemplo, podía ser la areté
de los atletas, de los jinetes, de los soldados, de los artesanos (zapateros,
fundidores, etc.) y hasta de los esclavos. Se comprende que cada actividad
tendrá su areté, habrá una para la política, otra para lo militar o para lo
doméstico. Areté significa eficacia. Con los sofistas aparecerá la concepción
de que se puede enseñar la areté y estará dirigida a desarrollar una virtud
política o una virtud oratoria, etc., lo cual tenía un carácter eminentemente
práctico e inmediatamente útil, profesional; como por ejemplo, la virtud en la
defensa de un conflicto judicial en la medida que se sabía persuadir a través de
la argumentación para la ganancia del caso (en la época no habían
profesionales –abogados- como hoy para ello; cada quien tenía que valerse por
sí mismo en el momento de su defensa del juicio). En los caudillos homéricos
la areté tuvo el significado de valor. (ver Guthrie, 1992:14s).
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Acordemos que para Sócrates la filosofía era, en parte, una preparación para
la muerte, en el sentido que ella prepara al alma para permanecer, para siempre,
en el mundo de las ideas, en lugar de volverse obligada a regresar al mundo de
la fábrica mortal. En República está referido en el libro X el Mito de Er, donde
ofrece un relato completo de la evolución del alma respecto a sus
encarnaciones, lo que le sucede en su intermedio a través de las distintas vidas
terrestres experimentadas y que, una vez del todo purificada, escapa para
siempre con el ciclo de los nacimientos. El mito habla de que en el momento
que el alma está lista para reencarnar, las almas se ven obligadas a beber las
aguas de la laguna de Leteo. Esto ocurre al tener que vagar por una llanura
ardiente y reseca, sintiendo el más vivo deseo de saciar la sed, mostrando el
grado de haber alcanzado la filosofía por su resistencia a la tentación. Todas
las almas se ven confinadas a beber y sólo las que ya están preparadas para
abandonar el cuerpo son las que están listas adentrarse en la eterna comunión
con la verdad absoluta. Ello, más que mito, es asumida por Platón como una
alegoría respecto a la contaminación que sufre toda alma por los percances a
los que debe someterse por las exigencias sensibles del cuerpo.
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II
Como notamos, la filosofía supone un saber plantar los pies sobre la
tierra, de afianzar ciertas raíces dialécticas que nos permiten
conciliar y comprender, polemizar y realizar, a veces irónicamente,
la vida con el bien, al suponer una manera de estar y vivir en el
mundo, en fin, de una filosofía práctica o una práctica de la filosofía.
La filosofía como método progresivo espiritual que exigía, en el
pensamiento griego antiguo, una completa conversión, una completa
transformación radical de nuestras formas y habilidades de ser. Ya
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En Platón encontramos que puso toda su voluntad para defender al helenismo
y la organización de la ciudad-estado. Y esto lo notamos tanto en República,
al comienzo de su vida como filósofo, como también en los últimos años de su
vida con el diálogo Las Leyes. Nos muestra que se mantuvo fiel a lo largo de
su práctica filosófica a ese ideal: el de una sociedad sometida a reformas y en
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Cuando Platón nos habla del sistema político de una ciudad, (sea
aristocracia, monarquía, timocracia, oligarquía, democracia o
tiranía), está refiriéndose a la evolución (e involución), en el alma
común de los ciudadanos para dar vida a esa condición política en la
ciudad; va al centro de la interioridad del ciudadano. La política,
comprendida así, no es producto únicamente de sus dirigentes, del
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Gompers (2000, t.2:502) señala que hay numerosas semejanzas en la
descripción del tirano de Platón con la que hicieron Jenofonte, Aristóteles,
Isócrates como también el Discurso VI de Dión. Y el modelo platónico se
impuso también en Antístenes y sus seguidores.
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El Sócrates platónico nos invita acercarnos a la figura del tirano, al
carácter del hombre a través del examen de ese germen en nuestra
afirmación de la conciencia tiránica, en presentarnos su dialéctica de
libertad y esclavitud implícita; en cómo, a modo de eco, nos
hundimos por condición individual y debido a la carencia de
atención y cuido de sí, dentro de esa condición degradante del
hombre libre. Del exceso de libertad se cae en el exceso de
esclavitud. No es presentar las figuras históricas que le han dado
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Utopía y tiranía
Si Platón, con su obra República, ha escrito una de las utopías más
comentada y cuestionada a lo largo de la filosofía política de
Occidente¸ encontramos que en ella condena totalmente a la tiranía
como régimen político.
La tiranía choca completamente contra la formación racional de la
polis. Su esfuerzo es mostrar las distintas crisis o enfermedades por
las que ha pasado la ciudad-estado griega. De aceptar al Estado como
un cuerpo natural, que debe estructurarse en tanto cuerpo de leyes
por encima de la particularidad de estilo de mando de los
gobernantes.
En su estado ideal, que parte de un mito esencial: los hombres han
de considerarse entre ellos como hermanos por proceder de una
misma madre gestora: la tierra (patria); tal condición permite
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El término nomos (Νόμος) significó un estado de hecho colectivo y designaba lo
que es aceptado por todos, lo que tiene vigencia como regla universal. La
palabra Νόμος procede de nómisma (νόμισμα), que significaba moneda de
buena ley. Antes se usó la palabra thesmós (θεσμό𝜍ϛ), que refería a la ley como
prescripción incondicional, establecida como por un ordenamiento divino. A
partir del s. VII la palabra thesmós (θεσμός), estaba cargada de una referencia
religiosa y perdió progresivamente terreno al incorporarse a nomos, cuyo
carácter de institución humana fue consolidándose más en el desarrollo de la
democracia. Las llamadas leyes de s. VII (Dracón fue arconte de 621 a 620
a.n.e) son llamadas θσμοί, mientras que la legislación de Solón (arconte de
592 a 591 a.n.e.) sólo lleva el nombre de νόμοι (ver Hubert: 2007:232). Sin
embargo la palabra nomos sugiere varios significados en el griego antiguo.
Además de significar ley, también se usa para referirse a costumbre, tradición
y aire musical. La ley es entendida como la melodía legislativa que imprime
para todos en la ciudad el orden y medida armónica de la convivencia pública.
Para Vernant (1992:11) la idea de nomos fue realmente importante, además
para la de democracia griega, para la aparición de una nueva concepción del
orden cósmico griego, que como en las teologías tradicionales se sostenía sobre
el poder de un dios soberano, sobre la monarchia, su basileia, y no en una ley
inmanente al universo. Este concepto de ley inmanente al universo vino a
establecer una regla de reparto (nomos) que impone los elementos que
constituyen la naturaleza un orden igualitario, de tal manera que ninguno puede
ejercer sobre los otros su dominio (kratos).
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Para los griegos el término polis estaba reservado para toda ciudad que era
gobernada por la ley. Una ciudad donde sus leyes eran sancionadas por la
Asamblea de los ciudadanos, lo cual modificó definitivamente las relaciones
políticas humanas creando una forma de vida novedosa. No se obedece a una
autoridad superior sino a las leyes que han sido el producto de la discusión
entre iguales. La cohesión social, la solidaridad, no era un producto del
ejercicio de la fuerza sino de la persuasión legal aceptada. La democracia fue
definida, en principio, como gobierno de las leyes, a diferencia de un gobierno
de hombres, que sería propio de las tiranías. Por vivir bajo el escudo de la ley
se sentían los griegos hombres libres; la diferencia con las culturas bárbaras
fue que éstas eran gobernadas por déspotas. Esto marca una serie de
transformaciones económicas y políticas, lo cual implica un cambio de
mentalidad, llevando a descubrir otro horizonte intelectual, la construcción de
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Timocracia y oligarquía
En su descripción de la timocracia, Platón muestra que el fin político
del hombre gira en torno a la sed sentimental de fama y honor, que
corresponden al elemento irascible, pasional del alma (timé), que
será su principio vital, descuidando el resto de la vida, la cual no
estima o valora. Fue el tipo de constitución aplicada en Greta y
Esparta (Lacedonia), y donde se alcanzaron los más altos hitos de
este modelo de gobierno. Se fundó bajo el principio vital del afán del
honor y reconocimiento, lo cual lleva a una disminución de valores
vitales y morales. Esto hace no poder apreciar a la verdadera musa,
la dialéctica y la filosofía, apreciando más la gimnasia que la música.
Sin embargo los griegos usaban la palabra thymos para definir la
parte fogosa del carácter humano; también está implícito en ese
orden la afectividad, las emociones y las pasiones. Desde el punto de
vista individual, en los conflictos surgidos entre la razón y los
deseos, la función del thymos debía colocarse al lado de la razón,
equivaliendo a tener fuerza de voluntad, de control de sí, propio de
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un alma sana que así se organiza para alcanzar una mejor manera
posible la función de existir. El thymos otorga valor al hombre para
poner en acción lo que la razón le dicta qué es lo mejor. Esto no es
el sentido que adquiere en la timocracia, la cual tiene que ver con la
búsqueda de reconocimiento egoísta social y en el grado alcanzado
del honor14.
Ante la condición timocrática y oligárquica del poder, Sócrates
estaba más cercano a una condición aristocrática de la virtud. ¿Qué
correspondía en tanto forma de vida esa virtud? En principio estaba
vinculada al lustre del nacimiento, y esto significaba capacidad de
mando y capacidad para el combate, además de cierta opulencia de
vida. El otro sentido de la aristos tendrá que relacionarse con ciertas
actitudes religiosas o filosóficas, las cuales vendrán a despojarse de
su aspecto guerrero tradicional. La virtud venía a ser el producto de
una larga y penosa áskesis, de una disciplina férrea, la cual estaba en
torno a una epiméleia, es decir, de un control vigilante sobre sí
mismo, de una atención sin claudicar ante cualquier resquicio
placentero que pudiera minar la vida dedicada a la adoración o al
saber. Se destierra toda hedoné, cualquier punto de placer, de molicie
y de sensualidad; se prefiere una vida dedicada al esfuerzo penoso
(ponos). Se prohíbe el lujo en la indumentaria, en la habitación, en
las comidas; se condena la riqueza. Este stasis producirá rechazos en
14
Por otra parte el thymos deberá obedecer a la razón, porque ella puede decantar
en locura. Por tanto, se deberá tener prevención y persuadir a nuestro thymos,
hacerlo disciplinado, dócil al mandato, lo contrario nos lleva a entregar la
psique al desorden, al caos interior. Técnicas que producen una paideia tanto
a nivel individual como en la comunidad. Se trata de buscar la salud del
equilibrio; con ella hacen que las almas sepan obedecer para sostener la virtud
social en función de la política de la ciudad.
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Ver Vernant op. cit. 97.
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Podemos decir, junto a Vernant (1992:16), que los griegos no habían
inventado la Razón, como categoría única y universal, sino una razón, aquella
de la que el lenguaje es el instrumento y que permite actuar sobre los hombres,
no para transformar la naturaleza, sino una razón política en el sentido que
Aristóteles define el hombre como animal político.
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Para el desarrollo del cambio que se producirá de la ciudad real a la ciudad
pública (polis) hemos tomado las justas e interesantes apreciaciones de Jean
Pierre Vernant en su obra Los orígenes del pensamiento griego (1992) de su
cap. IV, p. 61-79.
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La Asamblea de Ciudadanos (o Ekklesía),estaba compuesta por todos los
varones nacidos en la ciudad de Atenas, mayores de dieciocho años; en ella
discutían y votaban, teniendo la última palabra respecto al arkhé, al orden
citadino. La Ekklesía se convertió en el principal órgano de decisión en todos
los ámbitos. Elegía también por sorteo a los miembros de la Heliea o Tribunal
de Justicia, así como a los magistrados mayores (arcontes, estrategos,
tesoreros, etc.) y menores (astinomios o del orden, agoranomios o de
mercados, carceleros, etc). Todos los ciudadanos podían convertirse en
magistrados, sin restricciones. Como hemos dicho, las magistraturas
superiores se reservan a los propietarios ricos, si bien, estos deben
desempeñarlas a favor de los intereses de la opinión pública.
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La cultura griega de la polis se abre a un círculo mayor de participantes, al
demos en su totalidad; de tener un acceso restringido en los comienzos a una
aristocracia guerrera y sacerdotal (la epopeya homérica da cuenta de ello), llega
a expandirse y produciendo una transformación moral y profunda en la
mentalidad ciudadana. La política sale de las salas de los palacios al ágora, a
la plaza pública. Se provee de una cultura común en tanto conocimientos,
valores, técnicas mentales, sometiéndolas a permanente crítica y controversia.
Del secreto privado de la familia y de la corte de palacio sale, como la luz del
día, a toda la comunidad.
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21
Es con Clístenes (570 a. C.- 507 a. C.), quien introduce la democracia en
Atenas, cuando aparece el ideal igualitario, expresándose en el concepto
abstracto de isonomía, permaneciendo en la realidad social y transformando a
las instituciones (Vernant op. cit. 113). La principal innovación de Clístenes
fue establecer como principio básico la isonomía o igualdad de todos los
ciudadanos de Atenas ante la ley. Este principio menospreciaba los derechos
en virtud de la herencia familiar (aristocracia) o de la riqueza (Timocracia de
Solón). Clístenes reconstruye todo el sistema político ateniense, por lo que es
considerado como uno de los legisladores más importantes de la antigüedad
griega, después de Solón. También creó la institución del ostracismo para
evitar en lo posible todo intento de retorno de la tiranía.
22
La idea de igualdad también afectará a la visión médica de los griegos en el s.
V. Es el caso de Alcmeón, que formulará la idea de salud y enfermedad en
términos casi calcados de esta concepción política. Definirá la salud como la
isonomía ton dynameon, como el equilibrio de los poderes entre lo húmedo y
lo seco, lo frio y lo caliente, lo amargo y lo dulce, etc. La enfermedad será el
resultado de lo contrario, de la monarkhía, de un elemento preponderante sobre
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aparentará distribuir una igualdad tanto a los iguales como a los que
no son iguales: una igualdad entre desiguales. En su vida privada
estará dirigida en función de la fuerza y los deseos de placer que
pueda darse, aun si resulten ellos costosos y nada productivos, es
decir, innecesarios para una vida buena. Los deseos necesarios serán
los que pueden darse el lujo de rehusarlos, pero nos prestan ayuda
para la vida: alimentos, salud, bienestar, etc. Los innecesarios, los
que podemos prescindir de ellos. Es lo que dará pie para la metáfora
platónica del hombre zángano, del parásito de la colmena, del que
consume y no produce, que vive a costa de la miel producida por
otros y que sólo quiere mantenerse libando sin mayores
compromisos y deberes: el zángano platónico está constituido por
deseos innecesarios; como ya se dijo: solo vive para consumir.
¿Cómo surge del hombre oligárquico el hombre democrático? Para
Platón está claro que en la evolución de la enfermedad pedagógica
sufrida por el conjunto de los individuos de la polis dentro de la
oligarquía, junto al abandono de los valores superiores por la
captación de riqueza, el ablandamiento de la personalidad, el
descuido de la templanza y la valentía, se encontrará con ser un
ignorante y sin cualidades, imbuido en el afán de lucro, al cual sólo
le gustará la miel como al zángano, llevándose una transformación
en los fines vitales. Del lucro se pasa a los deseos sensuales e
innecesarios, transformándolo en un ser ardiente y temible. Buscará
las satisfacciones en una serie variada de deseos que lo alejarán del
fin primordial de la riqueza por este otro de los placeres.
Este hombre democrático está determinado por toda una clase de
pasiones y búsqueda de satisfacción personal. Al interior de su alma
se libra una guerra interna entre su parte oligárquica y la democrática
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fuerza por parte de unos cuantos ante aquellos que son débiles. De
la corrupción democrática por falta de un orden justo y un exceso de
permisividad se llega al reino de un férreo mando de control absoluto
de todas las voluntades ciudadanas. Esta crisis es una enfermedad
que para nuestro autor tiene que ver con la condición del linaje de
los hombres respecto a las tendencias internas que albergan ellos.
Unos son proclives al ocio, a la vagancia, a la holgazanería, a la
flojedad e inercia; otros son representantes de lo pródigo, de lo
valeroso, dispuestos a la creación y al bien hacer. Las porciones que
se encuentren en cada individuo darán pie para el tipo de linaje
correspondiente. Cuando la primera invade a la segunda ocurre la
pérdida de la hombría, de la virilidad.
Para superar esa plaga dentro de la sociedad enferma se requiere no
sólo un buen legislador sino un buen médico que sepa conducir el
alma del conjunto de los individuos de la ciudad a otras
manifestaciones certeras de armonía social.
Dentro de la democracia encuentra la aparición de tres linajes.
1. El primero, origina el desenfreno, que en la democracia
adquiere un agudo desarrollo, con cuotas mayores que en la
oligarquía (en ese régimen los pobres son apartados, por
condición, de los cargos públicos relevantes, son privados de
ejercer el poder). En la democracia el linaje que detentará el
poder estará determinado por aquellos que son proclives a la
violencia, los hombres violentos, los cuales hablan y actúan
a su gusto, ejercen por encima de todos la fuerza, de esta
forma los otros aplauden sus bravuconadas, sus displicencias,
sin permitir el encuentro a la polémica de las opiniones,
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Es el caso de Pisistrato (en griego Πεισίστρατος; c. 607 a. C. - 527 a. C.) quien
aprovechando de su popularidad vino a formar un tercer grupo político al
abandonar Solón Atenas. Para ese momento se enfrentaban dos grupos
beligerantes. Uno, aquellos que querían un gobierno oligárquico, dirigido por
Licurgo, llamado el partido de la llanura o pediako; el otro partido querían
mantener las reformas democráticas que había propuesto Solón, partido de la
costa o paralioi, dirigido por Megacles II. Ante esa situación irrumpe
Pisistrato, que llamó a su grupo como el de los diakrioi o discriminados
(también nombrados como hiperakrioi), que estaba formado por gente humilde
que deseaba reformas radicales. Pisistrato en 561 a.C. se presentó ante los
atenienses reunidos en el ágora, siendo víctima de un ataque preparado por sus
enemigos políticos con el fin de amedrentarlo y desistiese de querer gobernar,
hecho del cual casi no se salva. Uno de sus seguidores propuso que, ante la
amenaza a su vida, le fuese otorgado a Pisistrato una guardia personal para
protegerlo (guardia de corp). Y la Asamblea popular o Ecclesia, le entregó
cincuenta hombres armados con garrotes los cuales empleó para tomar la
Acrópolis mediante una acción riesgosa, dando un golpe de Estado y
convirtiéndose en tirano. Fue un tirano que gobernó con moderación y
benevolencia; actuación que le trajo las simpatías del pueblo. Dominó los
conflictos públicos, embelleció la ciudad, construyó nuevos acueductos y
mercados, dio facilidades al comercio y a la industria, además de ser el primer
gobernante que hizo escribir los poemas homéricos de La Ilíada y la Odisea.
Al morir dejó el poder a sus dos hijos, Hipias e Hiparco, los pisistratidas,
quienes se desviaron del camino moderado del padre y se convertirían en
tiranos en el sentido actual de la palabra, siendo posteriormente derrocados
para instaurar la democracia (ver Heródoto, Historia, i.59-64).
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amoroso hizo crecer, a sabiendas de que éste, aun siendo más débil,
expulsará a los más débiles. El tirano no dudará en usar la fuerza
represiva contra su propio padre, el pueblo, golpearle y eliminarlo
en caso de no obedecer sus peticiones y mandatos. Ante un pueblo
desarmado, el tirano se convierte en un parricida y un perverso
sustentador hasta la ancianidad. Esto es lo que termina siendo la
tiranía, donde un pueblo al despertar de esa realidad quiere huir del
humo de la esclavitud entre hombres libres, cayendo en el juego
despótico de convertirse en esclavos.
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En su teoría del alma, Platón establece que en la del tirano, los impulsos más
nobles están esclavizados y domina a los malos. En las tres partes que
componen su concepción del alma se oponen tres formas de placer: a.- la
superior, que radica en comprender; b.- la media: el placer obtenido por el
triunfo y el honor y c.- la más baja que está centrada en el placer obtenido en
la ganancia; esto ofrece un orden que se establece en función de la disminución
del valor y pretende fundarse en la experiencia. El filósofo o amante de la
verdad quedará fijado en el primero de ellos y elegirá la segunda antes que la
tercera. Tal jerarquía es definitiva para Platón pues surge de la experiencia. La
filosofía debe desarrollar, de manera aguda, el placer por comprender y la
búsqueda del conocimiento que en las otras dos clases de hombres. Su juicio
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acciones que sólo aspira satisfacer sus deseos. Tales almas estarán
compuestas de vicios, perfidias, impiedad y al mismo tiempo de la
verdadera miseria de aquel a que todos envidian. Sus martirios son:
desconfianza, miedo, intranquilidad, inquietud, incontinencia
verbal, abandono, pobreza. Es pobre por estar afectado en carencias
propias de aquel que no puede satisfacer sus deseos por ser
ilimitados. A la final pasa de dominador a ser un esclavo, un esclavo
de todos los individuos despreciables que lo rodean que debe
continuamente alabar y tratar tenerlos a su lado.
En la privacidad estará rodeado de aduladores y gentuza servil. Ello
con el fin de solicitar un favor, mostrándole una apariencia de estar
a sus pies, lo cual desaparecerán al obtener sus objetivos. No pueden
prodigar amistad a nadie. Esto se debe a que el tirano no puede gozar
nunca de la verdadera libertad y verdadera amistad. Incrédulo
permanente, sólo le queda sojuzgar, controlar, silenciar, censurar. El
tiempo transcurrido lo hará aún más perverso de su condición.
Ciudad tiranizada
¿Cómo es la ciudad que tiraniza? ¿Qué felicidad se encuentra en
ella? Para responder estas preguntas Platón advierte que no hay que
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En el griego normalmente se refiere primordialmente a las relaciones entre los
hombres. El hombre justo es aquel que tiene el carácter para mantener
relaciones justas con sus vecinos.
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Este sofista nace en Calcedonia de Bitinia (colonia de Megara), en el Bósforo,
aproximadamente en el año 450 a. de C. La muerte de Trasímaco es un enigma.
Posiblemente se suicidó, pasado el año 339 a. de C.
28
Zeller (1955: 50) nos refiere que Trasímaco de Calcedonia era coetáneo de
Sócrates y “no poco eminente profesor de elocuencia, aunque Platón lo
describa en términos desfavorables a causa de su fanfarronería,
apasionamiento, codicia y brutal egoísmo de sus principios”, criticando
severamente sus teorías morales y políticas, como lo notamos en su República.
Por otra parte Fraile (1976: t.1: 232) refiere que era algo más viejo que
Gorgias, otro sofista insigne, de quien fue rival. Enseñó durante un tiempo en
Atenas y se le atribuyen las siguientes obras, que existían en tiempo de
Cicerón: Gran Arte, Temas para Oratoria, Preponderancias, Discursos para
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II
Trasímaco fue reconocido como un político realista, además de ser
un excelente retórico y orador, interesado particularmente en la
enseñanza de la ética y la política; fue más un abogado que un
sofista. Como realista de la política no le interesa lo que debería ser
sino lo que realmente es. Como podemos notar este sofista arremete
contra la hipocresía política, haciendo patente la pérdida de sentido
de un ideal de justicia que no lo encontramos en ninguna parte por
estar siempre mediatizado por egoísmos e intereses particulares y
mezquinos en su instauración. Aunque siempre es preferible tener
una definición e implantación de la justicia que no tenerla. En el caso
de Trasímaco nos encontramos con un individuo que pretende
desmontar este falso ensamblaje, donde el poder siempre lo vendrá
a detentar el más fuerte y no el débil. En definitiva, lo justo es lo que
aprovecha el más fuerte y lo que conviene al gobierno constituido.
El bien termina siendo el poder, la ambición de dominio y prevalecer
sobre los enemigos. La ley (nomos), está hecha para aquellos
individuos que no tienen valor de sustraerse a ella. Al igual, los
dioses han sido inventados por los legisladores para amedrentar a los
hombres y si existen no tienen providencia ni están pendientes de los
asuntos humanos (Fraile 1976: t.1, 234). Todo ello pareciera mostrar
un espíritu ácrata de la antigüedad pero que a la vez construye un
discurso apologético de la injusticia.
En el diálogo Trasímaco irrumpe de manera intempestiva, violenta,
presentándose de forma irreverente, antipática. En el primer pasaje
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29
La palabra griega kreitton, entre sus acepciones, podemos encontrar, además
del más fuerte, la del más competente, de ahí la ventaja frente al menos
competente o débil. Ello es una advertencia de Trasímaco para no caer en la
trampa socrática de establecer que todo mal procede del ignorante,
presentando que todo aquel que obtiene el gobierno o el poder sin
conocimiento es débil e impotente. Puede hacer lo que piensa pero no hace lo
que realmente quiere.
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Ver sobre la condición anárquica de Trasímaco en el blog de David Tomasello
en su artículo “Trasimaco l’anarchico” en:
www.davidetomasello.it/2010/04/20/trasimac.l.anachico. Vista el 20/02/2015.
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Es lo que dice en República 338c: “Entonces te digo que la justicia no es otra
cosa sino la ventaja del más fuerte".
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III
En su segunda definición la justicia se presenta así: en todas las
ciudades lo justo es siempre lo mismo, o sea, el interés del gobierno
constituido (339ª). El gobierno de la ciudad es el que tiene la fuerza.
El ejercicio del poder, en este sofista, termina siendo para provecho
del grupo dominante que gobierna: establece las leyes según su
conveniencia; aunque en alguna ocasión puede llegar a coincidir el
gobierno con los intereses del pueblo, en su transcurrir se irán
borrando los puntos coincidentes entre gobernantes y gobernados.
En Trasímaco la justicia, en caso de existir, se presenta en el cándido
súbdito sumiso a la ley pero nunca en el gobernante. La justicia, en
definitiva, y si se tiene como un bien necesario, será a lo más un bien
ajeno o de otro (αλλότρον αγαθόν: allotron agathon), es decir, no
para quien la practica, sino para quien la usufructúa y, a su vez, será
más feliz cuanto mayores injusticias cometa en nombre de la justicia.
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Anacarsis el Escita, filósofo del siglo VII .a de n.e., es una figura bastante
desconocida en la historia del pensamiento occidental. Se sabe, primero
gracias a Diógenes de Laercio (I, 101) y luego a Plutarco en su Vida de Solón
(5,2), siendo de padre escita y madre griega. Como príncipe dominó la región
del Ponte Euximo; viajando posteriormente por Grecia, adquiere la reputación
de sabio, llegando a figurar entre los Siete Sabios de Grecia. Consigue ser
amigo del difícil Solón, quien afirmaba que los hombres sólo cumplen los
contratos cuando ninguno de los que firman tienen interés en quebrantarlo, y
es por lo que al unir Solón las leyes con los intereses de los ciudadanos,
pretendía conseguir un orden legal que no se quebrantara, teniendo la voluntad
de observarlas más que en desobedecer dichas leyes. Ante ello Anacarsis está
en desacuerdo, ve en su planteamiento una gran ingenuidad al sostener Solón
que ese orden legal vendría a ser la salvación para no cometer injusticias y
frenar la codicia y el egoísmo de los ciudadanos. Anacarsis rechaza esa
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permite obtener el bien para sí. El cometer una injustica, el quitar las
posesiones de otro, el condenar a muerte a alguien, se transforma en
el peor de sus males a la larga. Pues para el mayéutico Sócrates es
más desgraciado el que comete injusticia que el que la padece; no es
deseable estar en ninguna de las dos posiciones, ora cometer, ora
sufrir la injusticia, pero si hay que elegir, Sócrates prefiere sufrirla
que cometerla.
Luego de esa disertación de sufrir o padecer injusticia sigue el
diálogo de Sócrates, preguntándole a Polo si aceptaría el ejercicio de
la tiranía. Polo afirma al maestro que no, si refiere por tirano al
concepto que él tiene por ello. ¿Cuál es su concepto de tirano? Para
Polo el tirano, como dijimos antes, es el que tiene la potestad de
hacer en la ciudad lo que le parezca bien, como el imponer a sus
enemigos condenas a muerte, destierros y todo lo que se le antoje.
Esa definición difiere de la socrática, pues el tener un gran poder no
significa hacer lo que le venga en gana. El que obra de esa manera
debería ser castigado, afirma Polo. Entonces tener un gran poder,
como lo puede tener el tirano o el orador-político, deberá ser un bien
pero para el colectivo. Si el que tiene el poder hace lo que le parece
y le confiere alguna utilidad personal, tal poder no es sino pequeño
y nocivo. El gran poder sólo proporciona el bien al que ejecuta la
acción al obrar con justicia si no, termina en todo lo contrario.
Para Sócrates es una certeza que aquel que ejecuta un acto injusto,
así no sea reprendido, se convierte en un ser desgraciado. Los
delincuentes, aún si no son castigados o detenidos, serán, de todas
formas, desgraciados (473). Encuentra que hasta el que conspira
injustamente contra un tirano no dejará de ser un desgraciado. Polo
le da un ejemplo a su interlocutor que será refutado (473c), al decir
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Era el caso de Licurgo, fundador de Esparta, del cual, se dice, que fue inspirado
en su legislación directamente por el dios Apolo. También sabemos que los
legisladores acostumbraban consultar sus proyectos de ley al oráculo de
Delfos. Esto cambia. Atenas vive un clima en que los sofistas, grandes
viajantes, exponen su apreciación al poder comparar las leyes griegas con las
leyes de otros lugares, además de tener la experiencia de saber redactarlas y de
saber defenderlas para ser aprobadas por la Asamblea de forma democrática
(Gomperz, 2000: 441s).
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II
Sócrates condena no sólo a los demócratas sino a todo individuo que
detentó el poder, fuesen estos reyes, dinastías, jefes de las ciudades,
tiranos. Todos ellos tuvieron a su disposición grandes medios
utilizados para hacer el mal. El Sócrates del Gorgias encuentra
excepcional que un hombre político pueda mantenerse justo durante
toda su vida. El ejemplo que da es el de Arístides llamado El Justo,
que fue condenado al ostracismo por el pueblo obstinado de
nombrarle de esa forma. Arístides, conservador igual que Sócrates,
siempre sostuvo lealtad con su demo y siempre fue el hombre
político que subordinó todos sus actos, tanto públicos como
privados, a la justicia. Es alejado de la política no por haber
corrompido a sus ciudadanos, poniéndolos al servicio de su voluntad
de poder sino, porque era justo. Quienes lo destierran habían sido
corrompidos por todos los demás (Humbert, 2007:256).
Veamos el argumento socrático en el mismo diálogo del Gorgias de
Platón:
A todas estas, Calicles pregunta al filósofo si realmente habla en
serio o todo su argumento es mera broma o juego (482c). Sin
embargo le reitera que la filosofía siempre pronuncia los mismos
discursos y que no es broma cuando afirma su tesis de que no es el
último de los males el obrar con injusticia, sino el no sufrir castigo
por el delito cometido (482c).
Calicles lo acusa, por sus afirmaciones, de orador demagogo. Le
niega que el cometer injusticia sea más molesto que sufrirla. Su
argumento va a basarse en contraponer naturaleza (physis) y ley
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(nomos)35. Pues advierte que son los hombres débiles y la masa los
que establecen las leyes para su propia utilidad e implantan leyes y
prodigan alabanzas y censuras, de tal manera que intentan atemorizar
a los que son más fuertes y más capacitados para tener más. Aquellos
argumentan que es ingrato, feo e injusto poseer más y la injusticia
consiste en intentar conseguir más cosas que los demás. Así afirman
que la felicidad consiste en tener lo mismo, siendo inferiores, (483d).
El argumento de la ley de la naturaleza se impone en su discurso
pues en ella, según su argumentación, es justo que el que vale más
tenga más que su inferior, como el más capaz que el incapaz. Tal
situación se da en muchos casos dentro de las especies animales y en
hombres de distintas ciudades y entre las distintas razas humanas. Su
discurso es el discurso de la ley del más fuerte, del de la superioridad
35
Como ya sabemos, la idea de nomos en el mundo griego otorga significados
relativos en las leyes y normas que gobiernan una polis y sus instituciones. Es
un producto de las convenciones humanas para la convivencia. Nomos (que es
artificial o convencional al ser tomado como una creación humana; fruto de un
pacto o consenso), estaba contrapuesta a physis, naturaleza, la cual obra sin
intervención humana, conteniendo un principio divino. Nomos y physis son
considerados opuestos e intrínsecamente excluyentes. Los griegos del s. V a.
de n.e. comprendieron que en la evolución cultural de las sociedades se
crearon diversos tipos de leyes. Es lo que lleva a los sofistas descartar aceptar
que exista una ley moral con carácter universal, igual para todas las culturas
y conjuntos humanos. A diferencia de las sociedades míticas, el racionalismo
griego, basado en la isonomía, vendrá a sostener que la ley no es divina. Esto
hace que se defienda el carácter convencional de la ley política y moral. Ello
se adhería a la idea de que lo que es justo para una sociedad pueda que no lo
sea para otra: es la aceptación del principio de diversidad legislativa entre
sociedades distintas. Conceptos como bondad o maldad pueden ser relativos
entre culturas distintas. En esto se basa el relativismo legal pues no hay un
criterio único universal que pueda establecerse como norma para todos los
grupos humanos. Al final las leyes se aplican gracias a que son respaldadas
por la autoridad del estado.
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IV
Luego de tales elogios a su interlocutor, Sócrates comienza a definir
más detalladamente los conceptos utilizados por su contrincante. Por
mejor es llamado el que es más poderoso. El más poderoso es el más
fuerte, y por ende los débiles deben obedecerles. Y es por lo que las
ciudades grandes deben atacar a las más pequeñas en virtud de una
justicia natural, por ser éstas más poderosas y fuertes. Estas son las
afirmaciones de Calicles a las que Sócrates le opondrá una pregunta
determinante ¿No es posible ser mejor y, al mismo tiempo, menos
poderoso y más débil? ¿No es posible ser más poderoso y, al mismo
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V
El diálogo toma el camino de mostrar que no toda actividad que se
tiene por arte es tal. Su concepción del arte en tanto tecné, en tanto
la habilidad de mejorar alguna capacidad o la utilidad de lo que se
hace con determinada actividad (lo cual también calza con el sentido
de la virtud socrática). Así, por ejemplo, la culinaria no es un arte
pues no aspira al bien del cuerpo sano sino al placer únicamente del
paladar, convirtiéndose en una rutina, en tanto búsqueda de placer y
no un arte, que debe advertir en su proceder lo bueno superior como
fin a qué se dirige. Es lo mismo del político sincero respecto al
demagogo. El primero intentará mejorar a los ciudadanos y a la
ciudad. El demagogo, que se dirigirá con bellos discursos,
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Capítulo III
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Todas estas informaciones son tomadas del texto Borstein, D. 2008: Los
Creadores. Ed. Crítica, Barcelona, p. 211s; Aquino, S. 2004: Oratoria griega
y oradores áticos del 1er periodo. Ed. UNAM, México.
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Ver De Isócrates de Dionisio de Halicarnasos en: Isócrates, 1789: Las
oraciones y cartas del padre de la elocuencia, t. I. Imprenta Real, Madrid, p.
XLIX. Visto online en:
http://books.google.com/books?id=71YA_ROa5r4C&pg=PR48&d
q=Dioniso+de+Halicarnaso+De+Isocrates&hl=es&ei=bVACTve_
OaHj0QHi9Ii3Dg&sa=X&oi=book_result&ct=result&re
snum=1&ved=0CCoQ6AEwAA#v=onepage&q&f=false, el 21
de junio del 2011.
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Pero de sus escritos de interés por su relación con las tiranías están
la carta que va a dirigir al tirano Dionisio I de Siracusa (escrito ca.
369-368, la cual para muchos no es de su autoría), el mismo con el
que trabó relación Platón, y otro dirigido a los hijos del tirano Jasón
de Tesalia (ca. 354), el cual muestra la relación y el conocimiento de
Isócrates de otros gobernantes de diferentes áreas de Grecia.
Para él la tiranía lleva a los estados a caer de manera inevitable en
los males que arrastra el mismo tirano. Tarde o más temprano, sin
embargo, este personaje ambicioso viene a sufrir lo que hace sufrir
a otros. El poder de la tiranía es una carga que agobia, haciendo la
vida imposible tanto a los opresores como a los oprimidos. No son
hombres libres sino apegados a su condición dialéctica y en la misma
medida que someten también se ven circunscritos al ejercicio del
sometimiento. Advierte que lo que hace floreciente a un Estado no
es la fuerza ni una gran cantidad de población unidos por un solo
mandato, sino la excelencia y sabiduría de gobierno, a sus
representantes y a sus conciudadanos. El gobierno es para la
república lo que la razón es para el hombre. Su constitución es el
alma de la ciudad. Esta se requiere para encontrar los recursos que
dirijan las actividades públicas y privadas. La constitución bien
practicada aleja las desgracias y fija el bienestar. Ciudadanos,
ministros, leyes, todo se forma sobre él; y la dicha de los pueblos,
depende de la bondad del régimen político, (I. 1802, CLXXXVI:
119). Opina que no hay nada más dañoso que un poder ilimitado,
situación que despierta la envidia de los hombres pero que siempre
viene a perturbar el sentido y la razón a los que se entregan con
absoluta pasión a él. Tal poder es comparado con el efecto de las
cortesanas las cuales, según su opinión, por sus atractivos pierden a
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los que se abandonan a ellas, (I. 1802, CXCI: 122s); aunque él por
un tiempo estuvo conviviendo con una hetaira, que debió
convertirla, por su influencia pedagógica, en una dama… Aconseja
no envidiar la suerte de los hombres soberbios que se erigen en
tiranos de su país, ni la de los ambiciosos, que aspiran obtener un
poder enorme. Ante la desmesura (hybris) la mesura (mesotes),
contentándose con el honor y el reconocimiento que el pueblo le
concede. Su ideal de ejercicio político es el que se ajusta a lo
conveniente (to simpheron) que se identifica con el bien común, más
que a una idea de justicia. La oportunidad y la decisión para el logro
de ese bien común. Las virtudes de los magistrados en su concepción
de la democracia de los más capaces deben poseer la filantropía o la
disposición amistosa hacia sus gobernados y al género humano en
general así como cultivar la reflexión (ennoia) y la clemencia
(praotes). En suma, una triada de virtudes que sustituirían a la virtud
(areté) política popular: la valentía (andreia), la moderación
(sofrosine) y la justicia (dikaiosine), esta última vendría a preludiar
a ciertos gobiernos helénicos. Aboga más por la construcción de una
alianza en función de la existencia de una cultura común, que por la
unidad política de las ciudades-estados en una sola nación. Así lo
propuso ante la amenaza de los bárbaros dando los resultados de
victorias militares como la que se consiguió en la guerra contra
Persia y el sátrapa Jerjes.
Entre las recomendaciones que da a los gobernantes no escapan
determinados hábitos de vida (epitedéumatha) o los llamados por
Pierre Hadot ejercicios espirituales, a los que quieren adquirir una
mejor formación para tener opiniones precisas y oportunas respecto
a la verdad de su gobierno. En principio, la creencia en la posibilidad
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La gimnasia de la psique se concentraba en matemática, aritmética, geometría
y música (o sea, armonía) y astronomía, canon platónico. Pero las disciplinas
superiores eran las que continuaban el adiestramiento en el hablar bien y en
persuadir: la gramática, que era una combinación de estudios lingüísticos e
historia y literatura, la retórica y la dialéctica. Tal canon pasó de Grecia al
mundo Bizancio y a los romanos y de estos al resto de occidente. (ver Finley,
1977:304).
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Plutarco (1986) en Moralia en su Vida de diez oradores, (838c) informa que en
la tumba de Isócrates se había grabado una enorme sirena, (recordando a las
sirenas de Circe en la Odisea de Homero), lo cual revela que fue un gran
seductor por medio de canto, es decir, por medio de sus discursos.
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PANEGÍRICO (IV)
Es la primera obra que elabora este autor con claras intenciones
políticas. Su elaboración le lleva alrededor de unos quince años. Está
motivada su creación por la negociación de la paz en el 387 a.C. en
relación a la guerra de Antálcidas, entre Persia y Esparta, donde se
imponen los primeros y se lleva a disolver todas las ligas entre los
distintos estados griegos, como ya aludimos más arriba. Así Esparta
asume otra vez la hegemonía en todo el Peloponeso. Agesilao es el
general espartano que impulsará la destrucción de la región de
Mantinea: prohibiciones de alianzas griegas, guarniciones en Tebas,
intervención en los estados sometidos al tratado, son algunos de sus
decretos.
El Panegírico tiene la virtud y el coraje de proponer la unión de todos
los griegos contra Persia, el enemigo común. Y este escrito tendrá la
virtud de llevar a cabo la constitución de la segunda liga marítima en
el año de 377 a.C. contra Persia. Como nos lo dicen sus propias
palabras (IV, 20): lo que a mí me interesa es dedicar la mayor parte
del tiempo…: (a) que se obtenga alguna ventaja y luchemos en
común contra los bárbaros haciendo cesar la competencia entre
nosotros. Lo que se busca es compartir con Esparta la hegemonía de
la alianza contra los bárbaros, es decir, contra las huestes de Persia.
Isócrates sabe que el poder no permanece siempre en las mismas
manos, cambia, de ahí que quiera enfatizar el por qué Atenas debe
tener la hegemonía de esta hipotética alianza contra el invasor.
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Los metecos o cohabitantes (metoikoi) eran los ciudadanos extranjeros,
provenientes de otros lugares, vivían en Atenas. No tenían derechos cívicos,
pagaban un impuesto de 12 dragmas anuales y en cuestiones legales debían ser
representados por un ciudadano ateniense (prostates). Prestaban servicio
militar y pagaban impuestos extraordinarios igual que los ciudadanos. Eran
comerciantes, artesanos y profesionales liberales (médicos, maestros, etc.).
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Isócrates también escribe entre el 402 o 401 a.C. un discurso que se conoce
como Contra Calímaco¸ el cual realiza la defensa de un hombre que se le acusa
de haber contribuido en la confiscación de los bienes de Calímaco durante el
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ARQUIDAMO (VI)
Este discurso refiere a la postura del lacedonio Arquidamo de
negarse a reconstruir la ciudad destruida de Mantinea, luego de la
famosa batalla ocurrida en ella, para llegar a un acuerdo de paz con
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AREOPAGITICO (VII)
Según los estudiosos de la obra isocrática nos encontramos ante uno
de los discursos fundamentales de su pensamiento político. En él se
pide una reforma política. Pero a la vez presenta un análisis de lo
ocurrido en Atenas. Puede leerse en él cierto resabio ante la
democracia, hostilidad que ya tenía desde antes. Se pide la
restitución del Areópago (consejo de los mayores), devolviéndole a
este tribunal su autoridad política que le fue dada por los legisladores
en el siglo VI a.C. La restauración de este tribunal tiene el fin de
fiscalizar las costumbres de los ciudadanos, lo cual fue establecido
como parte del programa del partido conservador en el origen de su
creación.
Encontramos en este panfleto una precisión respecto a la
democracia: si ella se quiere mantener tienen que reducirse las
intrigas de los partidarios de la oligarquía y de respetar la voluntad
del pueblo. Esta obra es un elogio a la democracia antigua de Solón
y de Clístenes. En esta mirada a la patrios politeia hayamos una
detallada exposición de la paideia isocrática, (Jaeger, 1974: 903s)
Isócrates considera que las ciudades gobernadas de forma soberbia,
creyendo se actúa de la mejor manera, terminan decidiendo peor, y
los que obran de manera audaz incurren en mayores peligros.
Advertencia que podemos interpretar como que la apariencia del
poder puede hacer caer en la catástrofe a cualquier estado. Vivir en
la sencillez y en cierta penuria son factores que educan para lograr
cierto autodominio y un justo medio o moderación general. De ahí
que advierta que ningún mal o bien surge de manera espontánea entre
los hombres, mostrando que la irreflexión y con ella la
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cargos por sorteo sino por elección en función de los mejores y más
capaces para ello. La igualdad no hace espontáneamente diestros a
todos para ello. Pues en un sorteo decide el azar y muchas veces los
cargos van a parar a quienes desean la oligarquía, pero en una
elección de los más adecuados, el pueblo será dueño de escoger a
los más firmes partidarios de la constitución establecida (VII, 23),
Nuestro autor pareciera mostrar una fe inamovible en la condición
del principio constitucional como garante por sí del equilibrio,
obteniendo el tipo de hombres por elección mas no por azar, del
ejercicio público en función de un mejor trabajo y de una mayor
economía en los gastos. Estos legisladores antiguos no descuidaban
a la par sus intereses privados para no desear los ajenos, es decir,
mantenerse separados de la corrupción, al:
“No desear los ajenos, a no atender sus cosas con los fondos
públicos, sino que, si era necesario, abastecían al erario con
sus propios bienes y a conocer los ingresos de los cargos
públicos con no menos exactitud que los de su fortuna
privada. Tampoco querían lucrarse con los bienes públicos
que en aquellos tiempos era más difícil encontrar a quienes
quisieran mandar de lo que lo es ahora a quienes no lo deseen.
Porque pensaban que el cuido de los asuntos públicos no era
un negocio sino una carga, ni investigaban desde el primer
día que llegaban al cargo si los anteriores mandatarios habían
dejado alguna ganancia, sino mucho más si habían
descuidado algún asunto que precisase urgente
cumplimiento. Por decirlo en una sola palabra, aquellos
habían determinado que el pueblo, como un tirano, debía
establecer los cargos públicos, castigar a los infractores y
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por sus actos y llegan a sufrir lo mismo que han hecho a otros (VIII,
90/92). Este tema entre gobernar y tiranizar lo hemos encontrado
como un referente común entre muchos pensadores de la época, está
en República (565ss) de Platón, como en Política (1319 b) de
Aristóteles y en Hierón de Jenofonte (2005).
Esta diferencia entre gobernar y tiranizar surge de la experiencia de
la propia ciudad de Atenas, pues ella va a experimentarlo, cuando en
vez de vigilar mejor a través de guarniciones en las ciudadelas se
envistió como enemigos a los que eran los señores de la misma,
como fue el caso de la guarnición espartana que ocupó la Acrópolis
ateniense durante el gobierno de los Treinta Tiranos. Las
consecuencias inmediatas fueron: una mala educación en los niños,
impedimento en cultivar las propias tierras, sufrimiento colectivo de
hambre por cosas inaceptables. El imperio vendría a ser el inicio de
todos los males y la decadencia para Atenas: porque nuestros
antepasados, al mostrarse así, transmitieron a sus descendientes
una ciudad más feliz y dejaron un recuerdo inmortal de su virtud.
De ambas situaciones es fácil deducir que nuestra tierra puede criar
hombres mejores que los demás, mientras que el que llamamos
imperio, una desgracia en realidad, tiene por naturaleza la facultad
de hacer peores a todos los que se sirven de él (énfasis nuestro)
(VIII, 94). Con el establecimiento del imperio naval se van a cambiar
todas las costumbres establecidas, inclinando a los ciudadanos a
acometer injusticias, tener despreocupaciones y desprecio por las
leyes, aumentar la codicia y por parte de la ciudad tener desprecio
hacia los enemigos, deseo de lo ajeno e indiferencia ante los
acuerdos y tratados. En otras palabras, esta supremacía marítima
instauraría una economía de saqueo y de piratería como formas de
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tanto para los que las sufren como para los que la ejercen y,
en cambio, creéis que el imperio del mar es el mayor de los
bienes, cuando ni por sus infortunios ni por sus acciones
difiere en nada de las tiranías (VIII, 111/115)”.
Este párrafo tiene un interés particular. Nos expone que los efectos
de las tiranías para las ciudades así gobernadas son las mismas que
aquellas ciudades que se acogen querer imponerse como imperiales
a otras. Situación que sólo los hombres inteligentes, es decir,
aquellos que se han formado en la filosofía y en el perfeccionamiento
de la reflexión y de la acción virtuosa, encuentran en situaciones
aparentemente diferentes casos completamente parecidos o
idénticos. Isócrates nos da un fino análisis de lo que distingue el
espíritu democrático entre las naciones de aquellas otras que
pretenden serlo, pues aunque no quisieran ser consideradas como
gobernadas por tiranos, son tiránicas al querer imponerse a las
demás por la fuerza, el saqueo, y toda la serie de males que le son
implícitos. Males presentes no sólo para las ciudades que han sufrido
el atropello imperial tiránico sino a la ciudad misma que se muestra
como imperial ante las demás. Los efectos perjudiciales han sido ya
antes dichos, corrupción, injusticias, desorden, desobediencia
caprichosa, mala educación, escasez de alimentos, olvido del
ejercicio legal o aplicado en según qué casos a beneficio del poder
tiránico y desaparición de las costumbres que hacían revivir las
condiciones de los mayores de dichas sociedades. En fin, tiranía e
imperio son aquí colocados en una misma alforja política. Ambos
tienen un ejercicio y unas técnicas que vienen a engendrar la
decadencia y el declive de sociedades que en otros momentos
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BUSIRIS (XI)
Este discurso es una respuesta al sofista Polícrates 43 y su escrito
Elogio a Busiris, rey mítico de Egipto, hijo de Libia y Poseidón,
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Polícrates, sofista de profesión, es recordado por haber hecho el discurso de
acusación contra Sócrates para Ánito y Meleto, junto a otros, que le
denunciaran y harán condenarlo a la pena máxima. Sócrates fue difamado
atribuyéndosele que había introducido nuevas divinidades entre los
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atenienses, como por ejemplo: señalar que había que adorar a los pájaros,
perros y cosas semejantes, lo cual era indicio de corrupción a los jóvenes
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PANATENAICO (XII)
Isócrates escribe este discurso en su último año de existencia, tenía
97 años y estamos en el año 339 a.C. El tiempo de redactarlo le toma
tres años debido al mal estado de salud en que se encontraba cuando
transitaba por los 94.
¿De qué trata este discurso, siendo consciente del poco tiempo que
le queda de vida y de la enfermedad que le acosaba? Corren los
tiempos del conquistador Filipo y el discurso versará sobre el tema
que retuvo su atención por muchos años, los consejos a su Atenas en
tiempo de dominio del macedonio Filipo. Es una defensa de Atenas
y su condición cultural ante Filipo al firmar la paz en el 346 a.C.,
pero los enfrentamientos siguieron y este invasor vence de manera
definitiva a los atenienses el 2 de agosto de 338 a.C., en Queronea.
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compartida por otros autores que alegan que no fue tan terrible como
este ateniense la describe pues hubo una reforma agraria, hizo obras
públicas, fomentó el culto a Dionisio (culto democrático más que el
dedicado a Apolo); Aristóteles así lo afirma en su obra Constitución
de Atenas (14s). Como podemos notar que la aceptación o no del
tirano en la antigüedad era bastante ambigua: para ciertos autores era
el mayor mal (Platón), para otros podía ser pasable (Aristóteles).
Refiere el caso de Licurgo de Lacedonia, que tomó como modelo a
la organización de los antepasados atenienses, estableciendo una
democracia mezclada con la aristocracia, un régimen mixto, en el
que las magistraturas no eran por sorteo sino elegidas (XII, 153s).
De esta forma llega a la conclusión en la que demuestra que los
antepasados atenienses gobernaron los asuntos más importantes con
más sensatez, que los que administran en el presente por él vivido.
El temple de Isócrates, al que sólo le faltaron tres años para llegar a
centenario, nos lo muestra al final de su escrito con la conversación
que tuvo entre sus discípulos, al presentarles este discurso que le
exigen que lo termine, lo cual hizo que se aplicara a trabajar para tal
fin, a pesar de que su salud era tan mala que otro no sólo habría
intentado escribir, sino que ni siquiera habría querido escuchar lo
que otra persona hubiera presentado y trabajado (XII, 270).
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Conclusiones
Podemos terminar diciendo que Isócrates, maestro de todos los
retóricos (Cicerón), además de propagador y defensor de la cultura
helénica frente al resto de las culturas del entorno, vino a desarrollar
una actividad importante respecto a las condiciones que vivía Atenas
para el momento en que la polis griega viene a entrar en crisis por su
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Apéndice
Selección mínima de frases isocráticas
FRASES SOBRE LA TIRANIA:
“Al obrar mediante la tiranía se cae inevitablemente en los males que
ella arrastra, y tarde temprano se sufre lo que se hacía sufrir a los
otros,” (I. 1802, LXII:44).
“El poder tiránico es una carga que agobia, y pesa tanto a los
opresores como a los oprimidos”, (I. 1802, LXIII:44)
“Lo que hace floreciente a un Estado ni es la fuerza ni una grande
multitud de hombres juntos en un mismo recinto, sino la excelencia
y la sabiduría del gobierno. El gobierno es para una república, lo que
la razón para un hombre: él es el alma de ella: él sólo para encontrar
recursos en todos los negocios; aleja las desgracias y fija la felicidad.
Ciudadanos, ministros, leyes, todo se forma sobre él; y la dicha de
los pueblos, depende de la bondad del régimen político”, (I. 1802,
CLXXXVI:119)
“Nada hay tan dañoso como el poder sin límites, envidiado de todos
los hombres: perturba el sentido y la razón a los que se entregan a él;
en una palabra, puede compararse a las cortesanas, cuyos atractivos
pierden a los que se abandonan a ellos”, (I. 1802, CXCI:122s)
“No se debe envidiar la suerte de aquellos hombres soberbios, que
se erigen en tiranos de su patria, ni de la de aquellos ambiciosos, que
se abrogan un poder enorme; sino más bien la de aquellos espíritus
moderados, que muy dignos de honores supremos, se contentan con
los que el pueblo les concede”, (I. 1802, CCXIII:146).
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239
Capítulo IV
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44
Aristóteles dice en esa obra: Sería absurdo pensar que el arte de la política es
la ciencia más alta si no fuera el hombre la cosa más excelente que hay en el
mundo, E. N. VI, 1141ª 29.
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Capítulo IV De la tiranía y la política en Aristóteles
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Capítulo IV De la tiranía y la política en Aristóteles
identificar el fin del Estado con el fin ético del individuo. El mejor
estado es el que asegura a sus ciudadanos la mejor vida (aristos bios).
Sin embargo el Estagirita no subordina el Estado al bienestar del
individuo, como lo haría un liberal, sino que deriva, al igual que
Platón, de las categorías para juzgar del valor del Estado de las
normas éticas que aplica al alma del individuo.
“Decir que la vida mejor del estado y del individuo es una y
la misma, no significa para él que las cosas vayan bien en el
Estado si todos se alimentan bien y se sienten a gusto, sino
que el valor espiritual y moral del Estado está basado en los
ciudadanos. Su fuente última es el alma estimativa del
individuo. A la inversa, el más alto concepto ético a que llega
esta alma es el estado, para el cual está predispuesta el
hombre por naturaleza” (Jaeger, 1983:316).
Tal condición ética nos lleva a absorber una acústica política
circular: el mejor Estado es aquel que, a través de la educación,
inculca la virtud a sus ciudadanos y, por ende, requiere que sus
gobernantes sean virtuosos45. Este pharmacón político-pedagógico
pretende detener lo que siempre mayormente ocurre. Todo Estado
siempre posee un porcentaje de perversión o corrupción y sólo por
sus gobernados logra constituir un conjunto ético cohesionado.
Pueden sostener una presión pública para frenar la perversión en la
conducta del legislador y sus acólitos de turno.
45
Se reconoce a título de signo distintivo del ciudadano la participación en las
decisiones políticas y en el ejercicio de la autoridad oficial de la ciudad
(Gomperz, 2000:360).
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perfección dentro del conjunto. No se debe tratar vivir por vivir, sino
de vivir bien. Vivir bien debe ser la condición y finalidad ética a la
que deba tender el conjunto y gobierno de la ciudad (polis)46 en la
que habitamos. El vivir feliz y virtuoso estará emparentado con ese
vivir bien. Los griegos no acertaban comprender al hombre en estado
de aislamiento. Es un ente social, que va a estar, en primera instancia,
encuadrado dentro de la familia y sometido al régimen de la casa u
hogar (oikos), espacio político primario o principal. Esta agrupación
y su actividad interna Aristóteles las reflexiona como economía: que
trata sobre lo requerido para sobrevivir y prever lo necesario de todo
46
Arendt hace una aclaración respecto al concepto de polis (ciudad). Nos dice
que siempre se olvida la definición aristotélica de polis, la cual refiere que la
polis es una comunidad entre iguales en busca una vida que sea
potencialmente la mejor (Pol. 1328b35. Manifiestamente la noción de
dominación en la polis era tan poco convincente para Aristóteles que no lo
sentía particularmente ligado a su propio argumento. En su obra sobre
Economía, tratado escrito por un discípulo muy allegado al maestro, advierte
la diferencia esencial entre una comunidad (Polis) y un hogar familiar (la
oíkía), en que esta última constituye una monarquía, el gobierno de un solo
hombre, mientras que la polis, al contrario, está compuesta de numerosos
dirigentes (Economia, 1343 a 1-4). Arendt advierte que para comprender
mejor esta condición de la polis hay que considerar que las palabras monarquía
y tiranía eran utilizadas indistintamente y se oponían claramente a la realeza.
Y en segundo lugar, la situación de la polis como una ciudad compuesta de
numerosos dirigentes, no tiene nada que ver con las diversas formas de
gobierno que se oponen habitualmente al poder de uno sólo, tales como la
oligarquía, la aristocracia o la democracia. Los llamados numerosos
dirigentes en este contexto se refieren a los jefes de familia que fungen como
monarcas en sus casas (tribus), antes de establecerse en grupo para efectuar el
dominio político de la ciudad. La dominación misma, en tanto referida a
aquellos que dirigen y aquellos otros que son dirigidos aparece tal relación en
una esfera espacial que antecede al dominio político, la cual se distingue aquí
de la esfera económica del hogar, y es que la polis está basada sobre un
principio de igualdad (ante la ley, sobretodo), y de no reconocimiento de
ninguna diferenciación entre los dirigentes y los dirigidos (Arendt, 1972/154).
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Es necesario aclarar el concepto de naturaleza para el mundo antiguo y para
Aristóteles. Este concepto de naturaleza, phusis en griego, está en la base de
toda teoría del origen del mundo, del hombre y de la ciudad. Sin embargo está
inscrito a una teoría racional en la medida que pretende explicar al mundo, o
al origen del Estado como es el caso de Aristóteles, no por medio de una lucha
entre elementos o fuerzas divinas, sino de un enfrentamiento o
complementariedad entre realidades físicas, con el predominio de una sobre
otras. La palabra phusis significa al mismo tiempo comienzo, desarrollo,
resultado del proceso mediante el cual una cosa se constituye, llega a existir.
Aristóteles se encuentra bajo cierto influjo de su maestro Platón que concibe
phusis como naturaleza-proceso, la cual también era así para los primero
pensadores griegos; lo primordial y original es movimiento (devenir; el
aufgebund hegeliano: un superar la condición de lo antecedente pero
manteniéndolo en una dinámica superior, gracias a su interna constitución que
implica movimiento y desarrollo), la naturaleza se engendra a sí misma en
relación con el conjunto, contiene una especie de automotor impulsor que, en
el caso de Aristóteles, conformará a la idea del primer motor, el cual vendría,
como especie de demiurgo, a echar andar al mundo, a ponerlo en un perpetuo
movimiento. Ver: Hadot, P., 1998: ¿Qué es la filosofía antigua? F.C.E.
México, págs. 22/23.
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Realmente no podemos llegar a comprender el por qué Aristóteles no entrevió
el ideal de Alejandro. Con su cosmopolitismo perseguía fundir la cultura griega
con la de los bárbaros de macedonia y formar una sola entidad política
universal. Al maestro siempre consideró absurda esa propuesta. Sin embargo
notamos que Aristóteles no está alejado de la opinión de Isócrates. Ambos
pensadores comprendieron lo inconveniente que era la atomización de los
pequeños Estados griegos. Consideraron que lo mejor para el pueblo helénico
era formar una unidad común. Para Aristóteles en una nación (Pol., VII,
1327b). Isócrates en una federación de ciudades-estados (Panegírico, IV).
49
Esto llevará al ideal de ser ciudadano de Atenas o Corintio a desaparecer para
siempre. Ya en los tiempos de Filippo (padre de Alejandro), comenzó la gran
crisis de las ciudades estado autónomas. Con Alejandro nunca más fue posible.
El hombre quedo sometido a fuerzas superiores que lo dejaron indefensos, a la
intemperie produciendo filosofías diferentes. El pensamiento se ramificó hacia
posturas que manifestaban un individualismo intenso, proclives a un concepto
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media. Son los que pueden equilibrar la balanza entre las partes
extremas: aquellos que tienen mucho y aquellos que tienen muy
poco. Una clase social que no tiene miedo a una coalición sea de
ricos o sea de pobres, según la opinión de Aristóteles. Si esta clase
social media el gobierno puede desviarse o bien a una oligarquía o a
una democracia popular, transformándose fácilmente en tiranía para
cada situación. Cuando un Estado no tiene una clase media poderosa
y amplia fácilmente cae en la peor demagogia y en la envilecida
oligarquía. Sin embargo considera que en una politeía deberá tenerse
en cuenta en escoger un igual número de miembros deliberantes
(Pol., 1298), pertenecientes a las tres clases sociales. Propuesta que
pareciera acercarse a una especie de gobierno representativo. Sin
embargo Aristóteles no ve realmente los alcances de esa estrategia
política.
Los gobiernos virtuosos son tres:
1) Monarquías o gobierno de uno sólo, de la que distingue cinco
posibilidades de dicho mando único: la de los tiempos heroicos, en
que el monarca es a la vez general, sacerdote y juez; otra, la de los
pueblos bárbaros, en que el poder es hereditario, despótico y
tiránico; la siguiente es la aesymnetía, que era la tiranía electiva de
los antiguos griegos; otra fue la monarquía espartana, que era una
especie de generalato vitalicio, vinculado a una gens (tribu) o
familia; y finalmente la monarquía absoluta, en la que el rey viene a
representar en la ciudad unas funciones parecidas a las del padre de
familia (Pol., 1279ª/1285ª). Como vemos a la monarquía le da un
caluroso elogio. Es la mejor de las formas de primacía para un
gobierno. Resalta asimismo el carácter contrario de su degeneración,
la tiranía. Pues lo mejor se convierte en lo peor al corromperse
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La monarquía basada en un hombre perfecto, que supere en excelencia a todos
los otros tomados no sólo individualmente sino en conjunto, vendría a ser el
régimen y la constitución ideal (aunque sería absurdo hacer leyes para tal
hombre), pero dichos hombres son raros o no se encuentran jamás. Si ello
surgiera en una democracia, al no poder absolverlos, sería condenados al
ostracismo. Aristóteles se inclinaría por este tipo de gobierno por ser más fácil
encontrar la virtud en uno que en muchos, el cual vendría a ser una especie de
dios entre los hombres. Pero, como ya dijimos, tal ideal es inalcanzable.
Pudiéramos especular que en la mira tendría a Alejandro, como hombre de
excepción por sobre el resto. (Ver en 1291b, 15s; 1302b 40; 1304ª 38-4).
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aristocrático pasa a ser una oligarquía (de ser los mejores, a aceptar
sólo aquellos que poseen riqueza); y el democrático en demagogia
(oclocracia o los que no poseen nada y saquean al estado en cualquier
oportunidad dada para sus intereses individuales). Es lo que sucede
cuando los gobernantes anteponen sus intereses particulares al bien
común de la ciudad (Pol., 1279b). Podemos advertir que bajo esos
regímenes desviados la igualdad y la desigualdad son juzgadas como
totales y no parciales. La desigualdad la encontramos en la
oligarquía, donde éstos son desiguales o superiores en un punto:
respecto a la propiedad y a la riqueza. Los oligarcas opinan ser
superiores y, por ende, desiguales respecto a los otros por tener estos
menos. La democracia hace a todos los hombres iguales en un punto:
han nacido libres y por ello se imaginan ser absolutamente iguales
(Gomperz, 2000:362).
Las diferencias constitucionales, como notamos, pueden
comprenderse por cómo se designan los cargos públicos. De esta
manera los cargos públicos la oligarquía, como bien sabemos, los
obtienen por la riqueza poseída. Considerada esto como la posesión
más importante, asignándose por ello los mejores y más importantes
puestos públicos. En la democracia, en tanto politeía, no es la
pobreza lo que vendrá a ser determinante para otorgar participación
en la administración de la ciudad. Son la condición y capacidades
del hombre libre lo crucial, de forma que se reparten entre todos los
hombres con cualidades para el cargo. En el caso de las monarquías
y de las aristocracias no se toman en cuenta por el número sino por
la virtud suprema del monarca o virtud relativa de la clase dirigente,
en que por su capacidad puedan proveer a la ciudad una mejor
calidad de vida social. En caso del tirano no se establece por su
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La virtud típica de la razón práctica es la phronesis, usualmente traducida por
prudencia, mientras que la virtud específica de la razón teorética es la
sabiduría (sophia). La prudencia la adquiere y está en el hombre que sabe
deliberar en torno a lo que es bueno o malo; es una disposición práctica,
acompañada de la razón veraz; nos lleva a reconocer los medios idóneos para
alcanzar el fin certero, dirigiendo a ellos, en tanto verdadero objetivo a
alcanzar, los actos de la voluntad. En relación a la sabiduría es una virtud más
contemplativa que la prudencia. Corresponde a la virtud diaenoética, la cual
consiste en una forma de aprehensión de la que se derivan los principios
mediante el intelecto, (ver: Reale, 1985:106).
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Para Reale (1985:117) la democracia, en su aspecto popular o demagógico, en
este pensador tiene una sombra negativa pues por democracia el Estagirita
entiende un gobierno que, descuidando el bien de todos, trata de favorecer
indebidamente los intereses de los pobres; por tanto, atribuye al término la
acepción negativa que nosotros designamos más bien con el término de
demagogia.
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Jenofonte también es de esta opinión, dirá que las leyes son ciegas, como
veremos al adentrarnos en ese autor.
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4.2 De Tiranías
"Al hacerse más poderosa Grecia y acumular riquezas
en mayor medida que antes, con frecuencia se implantaron
las tiranías en las ciudades al aumentar los recursos (...)
y Grecia se aprestó a equipar flotas
en tanto que se ocupaba más del mar".
Tucídides, I, 13, 1
“…los cuerpos enfermos y los barcos mal construidos
deben preservarse del peligro con más ansiedad que los otros.”
Gomperz.
Hay una frase en la Política que pareciera ser una puerta para abrirle
el paso a la tiranía. Es la que pregunta que se hace su autor: Cuando
la ley no puede decidir en absoluto, o no decidir bien ¿debe mandar
el hombre superior a todos los ciudadanos por encima de la ley?
(1286ª/25). Claro que podemos advertir que el hombre superior no
es el que usa la violencia sino la virtud para el mando. Sin embargo
se nos refiere que el banquete en que muchos han contribuido es
mejor que el que es convidado por uno sólo, lo cual, por analogía, se
llegaría a la conclusión que el pueblo puede juzgar mucho mejor que
uno. Pero la entrada al tirano está ahí, al considerarse superior, está
por encima de la ley, no las espera y se impone. La tiranía será la
peor de las desviaciones constitucionales, la que más se aleja de un
gobierno constitucional.
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Los guardias de corps del rey o del tirano eran llamados doryphóroi.
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que quien debe juzgar es el pueblo, aceptando éste de buen grado tal
petición, disolviendo el poder judicial de las magistraturas.
Aristóteles concluye con que no hay república (politeia) donde las
leyes no prevalecen o gobiernen. En una república la ley debe tener
calidad de ser suprema y los magistrados, independientemente de
influencias terceras, juzgar los casos particulares. La ley es, por
tanto, reducida a ser razón sin apetito (ibid:1287ª/30), y por tanto,
imparcial. Los gobernantes que buscan lo justo deben tender a lo
imparcial, ahora bien, la ley es lo imparcial.
De esta manera las leyes vienen a ser un instrumento que mide la
condición de las formas de gobierno en su aplicación, en su rectitud
o en su desviación. Las leyes deben establecerse en vista de las
constituciones y no las constituciones en vista de las leyes. La
constitución es la organización de los poderes en las ciudades, la que
determina de qué manera se organizan y distribuyen las actividades
dentro del espacio público, y cuál debe ser en las ciudades el poder
soberano. Las leyes, la norma imparcial por encima de las irregulares
pasiones de los hombres, regulan el modo como los gobernantes
deben gobernar y guardar el orden legal contra los transgresores
(ibid:1289b/5). A ello debemos agregar un factor importante en toda
democracia:
“…una constitución alcanza una existencia duradera menos
por sus cualidades propias que por la habilidad demostrada
por los jefes de Estado en el manejo de los carentes derechos
y de privilegios. Tratan a los primeros con suma deferencia
ahorrándose en lo posible toda mortificación y perjuicio
evitables; antes bien, llaman a los más capaces a participar en
el gobierno. En cuanto a sus relaciones con los segundos, la
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Recordemos lo planteado por Edmund Burke que refiere a los cambios de
leyes: “El poder de la ley para hacerse obedecer descansa por entero sobre la
fuerza de la costumbre y ésta sólo se forma por el correr del tiempo. Así, el
pasar con facilidad de las leyes existentes a otras leyes nuevas es un
debilitamiento de la esencia íntima de la ley”, (cit. en Gomperz, 2000:409).
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V. Demagogia y tiranía
La figura del demagogo siempre estuvo muy vigente en los círculos
de los gobiernos democráticos de la antigüedad (no menos en el
presente, podemos agregar). Los demagogos siempre han utilizado
al pueblo para sus intereses de poder. Las democracias son
subvertidas por éstos en unión de otra clase que detenta cierta
influencia (económica, política, religiosa, etc), en la ciudad-estado.
Bien porque se unen a la oligarquía, o con los notables, o con los
militares, o pagan al pueblo para llevar a cabo el establecimiento de
sus propios intereses. Aristóteles expone varios casos, todos
interesantes. Nombremos algunos. Está el de la democracia en
Megara. Ahí los demagogos, para poder distribuir entre el pueblo el
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Si bien una tiranía puede ser destruida desde afuera por otra
república más poderosa y de constitución opuesta, también puede ser
atacada desde su propio interior y destruirse a sí misma cuando viene
la discordia entre quienes participan de ella. Es el caso antiguo de
Gelón, porque Trasíbulo, hermano de Hieron, adulaba al hijo de
Gelón y le inducía a los placeres con el fin de mandar sobre él.
Sucedió que los familiares de Gelón se unieron para salvar su parte
en la tiranía, sacrificando sólo a Trasíbulo, pero los otros
conspiradores conjurados con el pueblo aprovecharon la ocasión y
los echaron a todos (1312b).
Encontramos que pueblos enteros se opondrán a la tiranía que los
dirige. Son los casos como el de Calcis, el pueblo en alianza con los
notables, mató al tirano Foxos, y enseguida se apoderó del gobierno.
En Ambracia a su vez el pueblo, en unión a los adversarios del
régimen, expulsó al tirano Periandro, e hizo pasar a sus propias
manos el gobierno de la ciudad.
Los dos motivos más resaltantes para atacar a las tiranías, como
hemos dicho antes, son el odio y el desprecio. Bien sabemos que
todas las tiranías son motivo de odio pero también han sido
destruidas por el desprecio o la cólera que inspiran. Observa el
piripatético que aquellos tiranos que conquistaron el poder lo
mantuvieron; los que lo heredaron y se convirtieron en tiranos lo
perdieron al entregarse a una vida de goce y disoluta, inspirando
desprecio al pueblo y despertando derribarlo por ello.
Finalmente podemos agregar la observación de Jaeger (1983:312
cuando apunta que respecto al tratamiento de las desviaciones del
estado por el estagirita esto:
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En el ensayo sobre Jenofonte y el tirano tratamos esta misma situación en la
relación entre el poeta Simónides y el tirano Hieron. Se dará recomendaciones
al tirano para mejorar su condición como gobernante.
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Las condiciones por las que pueden mantenerse las tiranías son
situaciones inhumanas. No apelan a nada que pueda calificarse de
ético ni humano. Aristóteles encuentra que son dos modos extremos
que toda tiranía ha utilizado para afianzarse y mantenerse en el
poder. Estos dos modos son, aparte del crimen tanto de los notables
como de aquellos que tienen un ánimo indómito, eliminar todo
aquello en la ciudadanía que pueda engendrar la grandeza del
espíritu y la confianza del individuo en sí mismo. Además de prohibir
los encuentros o reuniones comunes, las asociaciones de las minorías
no adictas, la educación (la inteligencia siempre es mal avenida con
el poder, y los hombres educados mantienen un juicio independiente,
libre, crítico, ateniéndose a una idea de justicia legal), ni nada
semejante (1313ª/b). También les recomienda prohibir la formación
de escuelas (¡de filosofía, claro está!), y otras agrupaciones
intelectuales. Pero sobre todo una regla particular: procurar que los
ciudadanos se desconozcan unos a otros, que no puedan profundizar
su amistad ni tener confianza en el otro. Aristóteles lo dice así:
porque el conocimiento engendra gran confianza recíproca (idem).
Los ciudadanos deberán mostrarse siempre en público y lo menos
posible encontrarse con otros en privado, en estar cerca de las
puertas del palacio, es decir, donde el gobierno los pueda observar,
que nada se le pueda ocultar al tirano, en mantenerse en servidumbre
permanente para que tengan un ánimo reducido y débil, sin el coraje
de enfrentar su pobre condición espiritual y humano. En cierta forma
son las disposiciones que los tiranos griegos ya conocían. Eran las
usadas para el sometimiento servil que implementaron tanto los
persas como el resto de las culturas bárbaras. Ordenes políticos
donde los hombres nunca se consideraron libres individualmente. El
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ello se valió de un decreto que fue redactado por Ariston. Y así tomo
a un grupo de hombres que los llamaron maceros (derivando su
nombre de mazo, objeto con el qué golpear a otro), y apoyándose en
ellos se levantó contra el mismo pueblo, apoderándose de la
metrópolis.
De los que se opusieron a donarle una guardia personal a Pisistrato
fue Solón, quien era considerado el más prudente, valiente y sabio
de los atenienses. La mayoría fue ingenua (como es la más de las
veces) y no vio que con esa maniobra lo que se aspiraba, por distintos
motivos pasados, a establecer una tiranía. Solón lo comprendió
desde un primer momento y lo manifestó valientemente y los demás
se callaron. Su discurso no convenció; no satisfecho por la aptitud
de la mayoría, por ello colgó sus armas a la entrada de su casa,
advirtiendo que ellas habían ayudado a la patria en la medida de lo
posible (estando, para ese tiempo, ya en vejez), y consideraba digno
que los demás hicieren lo mismo. Pero sus exhortaciones no valieron
para nada. Pisistrato usurpó el poder pero terminó, según opinión de
Aristóteles, sin embargo gobernando los intereses comunes de forma
constitucional más que de manera tiránica. Los partidarios de los
partidos contrarios, de Megacles y Licurgo, al llevar acuerdos, lo
expulsaron al sexto año de su primera instalación en el poder.
Pasaron 12 años hasta que las desavenencias de Megacles cesaron y
envió un mensaje a Pisistrato para que se casara con su hija. Regresó
a Atenas por una vía tradicional y sencilla, transmitiendo el rumor
de que Atenas traía al político, y habiendo encontrado una mujer de
gran presencia y hermosa, según dice Heródoto (I, 60), procedente
del demos de los peanios o bien, como dicen otro, del demos de
Kollytos…entró Pisistrato sobre el carro, con la mujer caminando a
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Conclusiones
Luego de este itinerario sobre el tirano y la política en Aristóteles, a
través de las obras Ética a Nicómaco, Política y Constitución de
Atenas podemos dar ciertas conclusiones planteadas por este
pensador que fue un ilustre testigo de las transformaciones de toda
la cultura helénica antigua.
La política es tomada como una ciencia práctica, que considera la
conducta de los seres humanos, presentándonos lo que llamó como
filosofía de las cosas del hombre: disciplina que se encarga de
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el cual vendría a ser una especie de dios entre los hombres. Tal ideal
es inalcanzable.
Por otra parte comprendemos que la distinción entre un buen
gobernante y un tirano es una distinción ética, y que se establece y
constituye la personalidad del gobernante al definirse ante la virtud;
y la virtud primordial y determinante del gobernante es la práctica
de la prudencia, que está por encima de las demás virtudes; el resto
de ellas deben ser asumidas tanto por los gobernantes como para los
gobernados (la virtud del gobernado no es la prudencia sino aquella
que lo lleve a manifestar siempre la opinión verdadera, la
honestidad). El tirano hará trizas cualquier indicio de prudencia o
no la tendrá en cuenta en su ejercicio personal del poder.
También observamos el señalamiento de que todo buen gobierno
puede decantar en un mal gobierno o en una forma desviada de
gobernar. Así, a cada uno de los tipos de gobiernos les corresponde
una forma de gobierno degenerada o viciosa. En la monarquía al
abusar de su poder se convierte rápidamente en tiranía, a la que
considera, como Platón e Isócrates y Jenofontes, como el peor de
todos los gobiernos: Los primeros (los monarcas), tienen una
guardia de ciudadanos. Los otros (los tiranos), una guardia contra
los ciudadanos (Pol., 1285ª). El gobierno aristocrático degenera en
una oligarquía (de ser los mejores en aceptar sólo a los que poseen
riqueza); y el democrático en una demagogia (oclocracia o los que
no poseen nada y saquean al estado en cualquier oportunidad dada
para sus intereses individuales). Es lo que sucede cuando los
gobernantes anteponen sus intereses particulares al bien común de la
ciudad. Podemos advertir que bajo esos regímenes desviados la
igualdad y la desigualdad son juzgadas como totales y no parciales.
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Bibliografía
AA/VV, 1972: La Filosofía Griega, coord. Brice Parain. Ed. Siglo
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345
Capítulo V
Capítulo V
I. Introducción
Jenofonte, de familia acomodada, nace en el 430 a.C., en el demo de
Erquia, perteneciente a Atenas. Al igual que los filósofos de su
tiempo, como Platón, Jenofonte es testigo de una época convulsa,
crítica y decepcionante de la historia de Grecia. El inicio de las
hostilidades entre Esparta y Atenas, la muerte de Pericles y la
mortífera peste, trazan una ruptura con el tiempo anterior; juntándose
al final de la larga guerra, la derrota y el torpe gobierno de los Treinta
Tiranos. Por nacer en una familia con bienes de fortuna pudo
consagrarse plenamente al arte de la equitación, que era su gran
pasión (del cual escribe varias obras: Sobre el arte de la equitación
y Sobre el comandante de la caballería, además de hacer referencia
en sus obras reiteradamente, como es el caso de la figura de Ciro en
su Ciropedia) y formarse en filosofía.
Diógenes de Laercio (1999, p.252), nos dice que también era amante
de la caza (escribe El arte de la caza), hábil estratega militar como
lo prueban sus obras; además piadoso, gustaba de hacer sacrificios a
los dioses, y sabía leer el porvenir en las entrañas de los animales
ofrecidos a los dioses en sacrificio.
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La proxénia es una institución que se compone de dos aspectos: una funcional,
que consiste en dar servicios a una ciudad griega y una ayuda a los extranjeros
que están de paso por ella; otra, un honor: aquel que es reconocido por la
proxénia es honrado por la ciudad a la cual ha servido y, por tanto, se le da
tal reconocimiento. Un extranjero podía residir en la ciudad que lo nombra
como proxéno y le otorga cierto número de privilegios. Jenofonte recibe la
proxénia a causa de sus servicios que ha prestado a Esparta en el curso de la
guerra contra la liga de Corintio. Ver F. Gschnitzer, art. Proxenos. RES uppl
XIII, col. 629-730.
60
Ver Jenofonte Anábasis. Ed. Gredos. Madrid, 1999, V 3.6. Helénicas. Ed.
Gredos. Madrid, 1994. IV 3.15.
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Sin embargo en el año 370 tiene que dejar ésta solaz propiedad,
cuando los eleos, enemistados con Esparta, se apoderaron de la
localidad después de la batalla de Leuctra. Jenofonte tuvo que huir a
Corinto, donde pasó la última etapa de su vida. No regresará a Atenas
cuando los atenienses le levantaron el destierro. Murió poco después
del 355.
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Artajerjes II. Este rey tiende una trampa los oficiales del ejército
vencedor. Los invita a un agasajo en su corte. Llama a todos los
generales de Ciro a palacio a una gran cena donde fueron ejecutados.
Esto hizo que el ejército griego quedara errante de liderazgo.
Jenofonte asume el mando y el riesgo de regresarlos a la Helade.
Atraviesan por lugares peligrosos geográficamente y de sufren
implacables ataques enemigos y carestías de pertrechos. Esta marcha
de los diez mil, como se le llamó, será llevada venturosamente a
través de Frígia, Licaonia y Cilicia, sufriendo las perfidias de
Tisafernes. En su narración nos habla de su propio coraje, habilidad
logística y militar al ser nombrado general tras la muerte de Clearco.
De esta manera, después de la retirada de la batalla de Cunaxa,
devuelve a la patria los diez mil soldados griegos bajo su
responsabilidad. Un punto de interés de esta obra se centra en la
exposición de cómo, en circunstancias críticas, la unión y la
solidaridad de los soldados se sobrepone a las rivalidades
tradicionales y nacionalismos enconados entre ellos. Espartanos,
atenienses, tebanos, tesalios van a sentirse, por encima de todo
regionalismo, griegos, en la búsqueda de su fin común, el regreso a
la añorada Helade.
Su estilo de escritura es de una simplicidad elegante, influido por la
retórica, y a veces algo floja. No se encuentra ni patetismo ni
momentos que busquen dignificar una intensidad de vida, tampoco
precisión científica o filosófica. Sí encontramos una preocupación
por dar entender lo que nos dice, buscando claridad y orden en sus
ideas expuestas. Por tan larga experiencia de vida puede ser
reconocido como filósofo, estratega militar e historiador, en
definitiva, un pensador.
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62
Jenofonte, Socráticas, Económía y Ciropedia. Ed. Océano. Barcelona, 1999.
63
Ciropedia, 1, 1.
64
Todas las referencias a esta obra son tomadas del libro Sobre la tiranía de Leo
Strauss (Ed. Encuentro. Madrid, 2005), el cual es un estudio clásico de la
filosofía política sobre el tema de la tiranía y Jenofonte. El diálogo Hierón o
de la tiranía de Jenofonte, se incluye completo en ese texto.
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Ver op.cit.p. 20-41.
66
Las personajes históricos en los que se inspira Jenofonte para escribir su
diálogo más o menos unos cien años después de sus vidas, fueron Hierón I y
Simónides de Ceos. Hierón I (Iέρων; ?-467 a. C.), fue tirano de Gela (485 -
478 a. C.) y de Siracusa (478-467 a. C.), hermano y sucesor de Gelón. Se casó
sucesivamente con tres esposas: la hija de Nicocles de Siracusa, con la del
tirano Anaxilao de Regio y con la de Jenócrates, hermano de Terón de
Acragante. En el año 485 a. C. sucedió a Gelón como tirano de Gela, cuando
éste se hizo con el poder en Siracusa, y en el 478 le volvió a suceder en
Siracusa, tras disputarse el poder con otro hermano, Policelo. Fue proclive a
una política expansionista y bajo su dominio la tiranía siracusiana alcanzó su
momento más alto, al controlar todas las ciudades griegas en Sicilia. Fue un
protector de las artes y de las letras. Por su corte pasaron filósofos y poetas,
entre ellos al mismo interlocutor del diálogo, Simónides de Ceos, pero también
su sobrino y discípulo el poeta Baquílides (Iulis, isla de Ceos ¿565 - 430? a.
C.?), quien le dedicó tres epicinios, el 3, 4 y 5, a Hierón I como vencedor en la
carrera de carros de los Juegos Olímpicos de 468 a. C; este poeta permaneció
como huésped por diez años en su corte. Estuvo también Esquilo (Eleusis, 525
a. C.- Gela, 456 a. C), que escribió una tragedia sobre la refundación de Catana
y representó Los persas ante el tirano en 470 a. C.; Epicarmo (Megara Hiblea,
de Sicilia, ca. 540 a. C. - Siracusa, 450 a. C.) y Píndaro (Beocia, hacia el 518
a. C - Argos 438 a. C), que compuso laudos para celebrar las victorias de
Hierón en los Juegos Píticos de 482, 478 y 470 a. C., y en los Olímpicos de
476, 472 y 468 a. C. Hierón I muere en Catana en el año 467 a. C. y fue
sucedido por su hermano Trasíbulo. El otro personaje del diálogo es
Simónides de Ceos (Yulis, en la isla de Ceos, ca. 556 a. C. -Siracusa, ca. 468
a. C), que gozó de gran fama como poeta lírico; de una producción literaria
muy variada, fue el primero en cantar al hombre y no a dioses y héroes; creador
de la mnemotécnica(afirma Cicerón), además de gran viajero mantuvo un
permanente espíritu cosmopolita de mentalidad abierta. Invitado por distintas
cortes, como la del tirano Hiparco y otros gobernantes mecenas, viajó por
Cranón y Farsalia. Su popularidad creció con sus cantos a la batalla de Maratón
y principalmente por sus epicedios como el de los trescientos espartanos de
Leónidas I: «Extranjero, ve a decir a los lacedemonios que yacemos aquí en
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obediencia a sus leyes.», según cuenta Herodoto (Historia, VII, 228), Fue un
poeta profusamente citado. Simónides fue autor de una famosa definición de
justicia, según la cual esta sería "la obligación de dar a cada uno lo que se le
debe". Finalmente vivió, hasta el final de su vida, en la corte de Hierón I.
Muere y es enterrado en Agrigento. Ver: Juan Manuel Rodríguez Tobal: El ala
y la cigarra. Fragmentos de la poesía arcaica griega no épica. Edición
bilingüe. Hiperión, Madrid, 2005
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Grote, George: Plato and the other companions of Socrates, London, 1888,
vol. 1, p.222.
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Las palabras de Rousseau referidas al Hierón son estas: "Omnes autem et
dicuntur et habentur tyrimni, qui potestate sunt perpetua in ea civitate quée
libertate usa est." (Corn. Nep. in Miltiad, cap. VIII). Es cierto que Aristóteles
(Mor., Nicom., lib. VIII, cap. X), distingue al tirano del rey, en que el primero
gobierna para su propia utilidad, y el segundo, para utilidad de sus súbditos;
pero además de que, en general, todos los autores griegos han tomado la
palabra tirano en otro sentido, como parece, sobre todo, por el Hierón de
Xenofonte, se seguiría de la distinción de Aristóteles, que desde el principio
del mundo, nunca ha existido un solo rey.
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Reiteramos que todas las referencias al diálogo Hierón de Jenofonte son
tomadas de la edición Sobre la tiranía, de Leo Strauss, Ed. Encuentro, Madrid,
2005. Págs.: 21-40. Este libro tiene de entrada todo el diálogo, además de la
detallada reflexión que inspirará a Strauss en su disertación acerca de la
condición del tirano dentro de la filosofía política moderna y su presente.
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Daíloco, amante del tirano por lo enfático de su nombradía en el texto, es la
única referencia de relaciones personales de Hierón que aparece en el diálogo.
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con el entendimiento que con los ojos la mayor parte de las cosas,
esto me parece de lo más asombroso.
La conclusión que da el tirano es que a la final participa
mínimamente de los grandes bienes y padecen una permanente
multitud de grandes males. Con ello pasa a hablarnos sobre los
pormenores de la paz y las tribulaciones de la guerra. Si la paz es
uno de los grandes bienes para todo hombre, es igualmente un estado
del que menos participan los tiranos. La guerra en cambio, se tiene
por el peor de los males, y el tirano no puede dejar de participar en
ella. No hacerlo puede por ello perder su vida. Los ciudadanos, si no
están participando en una guerra colectiva, pueden seguir el ritmo
de su vida cotidiana. Tienen la posibilidad de viajar a donde quieran
sin el temor de que alguien les quite la vida. Cosa distinta en los
tiranos cuando viajan. La inseguridad se presenta para él en todos
sus matices. Siempre van armados y custodiados por los esbirros o
guardaespaldas cercanos. Sienten que en todas partes están
sometidos a enfrentar una guerra: creen que es necesario vivir
armado y llevar siempre consigo a gente armada. Tampoco los
ciudadanos tienen que temer por su seguridad al regresar de una
guerra. Los tiranos, no más llegar a su ciudad, de inmediato se les
despierta la inquietud. Imaginan que están en medio de
numerosísimos enemigos. El tirano, pues, no se siente ni está seguro
cuando está en casa. Le asalta la obsesión de tener que protegerse al
máximo. Los hombres particulares disfrutan del cese de la guerra en
virtud de los armisticios y de la paz. El tirano no siente nunca del
todo la paz ante aquellos que ha sometido, tampoco se confía de las
treguas concertadas.
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mayor gusto al regresar. Los amigos se alegran por los bienes que
posee. Lo ayudan y acompañan si sufre desgracia. Igual para los
hombres de la ciudad la amistad no pasa inadvertida. Es un
placentero bien.
Se sabe lo beneficioso de la amistad en tanto un bien mayor y un
mayor placer. Tiene un valor más alto que el amor a la ciudad o a la
patria. La amistad es entendida por el amor al ser amado o el cuido
por un pequeño número de seres humanos que se conocen
íntimamente (los familiares o amigos más próximos). Se suma la
amistad a uno de los intensos placeres. Diferencia la amistad con el
sentido de la confianza. Confiar en otros es un gran bien, pero un
hombre en que se confíe (un criado, un esclavo, un conocido), no es
todavía un amigo. El tirano prácticamente no posee verdaderos
amigos. Sus súbditos son sus enemigos.
Condena al adulterio. Los adúlteros rompen el lazo de compromiso
y unión entre parejas y amigos. Señala esto como una acción a
castigar para aquellos que pueden llegar a romper la amistad entre
las parejas. En la antigüedad los adúlteros, en algunas ciudades, eran
castigados, llegándolos a ejecutar o matarlos impunemente por el
individuo afectado. Los adúlteros corrompen la amistad de las
mujeres hacia sus maridos. Una esposa puede ser violada, pero no
por ello su esposo la estimará menos si persiste la amistad (filia)
entre ellos.
Hierón juzga que ser amado es un gran valor. Es uno de los bienes
más grandes. Al ser amado le acaecen inmediatamente bienes de
parte de los dioses y de parte de los hombres. Respecto a esta
posesión los tiranos participan menos que cualquier otra persona,
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sufre por su envidia a otros gobernantes. Saber que tiene menos que
otros tiranos, se consideran rivales de su propia riqueza. El temor a
perder lo que se posee es mayor que la de un hombre corriente. Más,
pareciera aquí, ser menos.
Tampoco consigue más fácilmente que un particular las cosas o seres
que desee. Un ciudadano si desea poseer una casa o un criado, y tiene
los medios, se dirigirá a obtenerlos. Un tirano no quiere cosas tan
simples y sencillas, comunes a todos. Desea poseer ciudades,
muchas tierras, muchos puertos, ciudades fortificadas. Posesiones
más difíciles de obtener que las anheladas por un hombre particular.
Además, verás pocos pobres entre los particulares y muchos entre
los tiranos. Esto por no juzgar lo mucho y lo poco por la categoría
de cantidad, sino por la de necesidad, de modo que lo que rebasa de
lo suficiente es mucho, y poco lo que no llega a bastante. La aparente
abundancia del tirano no le basta para sus gastos; los particulares
pueden recortar gastos, hacer economía en sus vidas si es necesario.
Para los tiranos eso no es posible por la creciente cantidad de gastos
personales continuos y, sobre todo, en lo que se refiere a su
protección y el mantenimiento de su guardia personal. Prescindir de
ello sería su ruina.
Finalmente el epígrafe trae una comparación entre personas
diligentes e indigentes. A los primeros, los diligentes, son definidos
como personas capaces de proveerse lo necesario para sus vidas, de
tener los medios justos para cuanto necesiten. La indigencia, como
ha señalado Tucídides en la Oración Fúnebre de Pericles, es un mal
mental que impide salir de tal condición, siendo la pobreza una de
las condiciones para arrastras tras sí todos los males. La pobreza es
vista no solo como una condición carente de bienes materiales sino
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Pareciera que el tirano viene a ser un allegado del hijo del dios Ares
y de Afrodita: el dios Phobos, el miedo (φοβος: el temor, pánico,
huída), personificación del horror y del temor. El tirano es habitado,
de manera permanente, por Fobos (el miedo). Es sometido, por tal
condición, a decantar destrucción humana y amenazas constantes.
Sin embargo hayamos una rebelión de Fobos contra las ordenanzas
de su padre Ares. Al plantearle éste las órdenes que debe cumplir no
las lleva acabo. Se mantiene al margen. Salva entonces la raza
humana. Es lo que intentará Simónides de mostrarle a Hierón el
camino a seguir para vencer toda sensación de temor y rodearse del
aprecio y del afecto de sus ciudadanos. Hierón no lo admite, sólo
escucha. Su suerte está echada. Su destino parece estar cerrado de
antemano por ser tirano.
Al tirano todo lo que le rodea lo lleva a tener desconfianza y miedo.
Opta por una solución transitoria. Pero puede convertirse en
permanente. Como se dijo, pasa a confiar, para sus cargos y asesores,
de extranjeros, de mercenarios y no de los habitantes de su ciudad.
Hasta ve la necesidad de hacer a los esclavos más cercanos libres. El
alma del tirano está, por lo pronto, siempre espantada por sus
temores permanentes. El miedo recurrente y ante todo, es lo que
destruye al tirano. Pareciera vivir una larga condena. Su vida es un
permanente sobresalto y delirante pánico. Así las apariencias en
exhibe en sus salidas públicas pareciera lo contrario, ser todo
poderoso. El miedo, en efecto, cuando está en las almas, no sólo es
doloroso, sino que echa a perder todos los placeres concomitantes.
Compara la vida precaria del tirano con el sufrimiento de los
soldados al ser colocados en la primera línea de combate, obteniendo
malos alimentos y menos posibilidad de tener un reparador sueño.
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Ver: Recuerdos de Sócrates III, 1,10-13.
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El gobierno del tiránico tuvo una rápida difusión entre los siglos VII y VI a.C.
No todo el territorio de la Grecia antigua estuvo manejado por tiranías. De 150
ciudades griegas sólo 27 tuvieron tiranos o gobiernos parecidos, dentro de polis
de mediano tamaño territorial y demográfico y menos en las ciudades o
comunidades pequeñas. En Sicilia hubo tiranos ricos y potentes que no
surgieron de las filas populares. Casos de estos fueron el de Falaris de Akragas
(570 -555), en Corinto a los Cipsélidas (657-585) y en Atenas a los Pisistratas
(560-511). Todas fueron tiranías que se identifican plenamente con el
significado de ese término.
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Tal pasaje puede dar otra segunda lectura que ilumina sobre la
evolución política de las poleis. Los desplazados de sus posesiones
territoriales por el tirano eran nobles en su mayoría. Estos
propietarios aristocráticos estarían vinculados con los oligarcas, que
manejaban las ciudades en tanto soberanos oligarcas e intérpretes de
un derecho divino intocable e inmodificable. En su momento fueron
la llave para derivar el estado hacia un poder personal absoluto y
totalitario. Surge una contrapartida. Y es que en alguna parte de la
clase aristocrática aparecerá un líder y un movimiento que capta su
disconformidad y arremetería, apoyándose con una porción de la
oligarquía y con el pueblo concretamente descontento, ir contra el
gobierno despótico e injusto oligárquico. ¿Cómo comenzaba tal
situación de cambio? Se originaba con que el nuevo liderazgo da la
espalda a sus congéneres o miembros del mismo clan, practicando
una política a todas luces demagógica. El pueblo, reunido en
asamblea, lo recompensaba asignándole al futuro tirano una guardia
de corps, con la que él no tardaba en hacerse con el poder absoluto.
Su afianzamiento empleaba no tanto la represión (tal como hizo
Periandro de Corinto), sino de una política populista, basada en
mantener entretenido al pueblo a base de ambiciosos programas de
obras públicas y brillantes festejos populares, y en desarrollar una
estrategia cuidadosa con relación a su más temido enemigo, a saber,
la aristocracia - oligarquía, a la que procuraban a toda costa tener a
raya. Nada de eso ha cambiado en los usos de las tiranías modernas
y contemporáneas. Este fue el modus operandi de los tiranos para
desterrar a los nobles contestatarios y confiscar sus propiedades.
En el momento que la situación pública empezaban a ir mal para el
tirano, el pueblo le daba la espalda y acudía a sus antiguos líderes
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Strauss ha referido la importancia del Hierón de Jenofonte para la obra de
Maquiavelo. Nos dice que: “el más grande hombre que ha imitado a Hierón es
Maquiavelo. No me sorprendería que un estudio suficientemente atento a la
obra de Maquiavelo llevaría a la conclusión de que la perfecta comprensión
por parte de Maquiavelo de la principal lección pedagógica de Jenofonte es lo
que explica en las frases más espeluznantes que aparecen en El Principe”. Ver.
Op. Cit., p.91.
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En la Antígona (506-7) de Sófocles se advierte que no sólo los dioses
sino también los hombres envidian a los tiranos. De tiranos tiene como
finalidad presentar. su origen y esclarecer la condición, aceptación y
rechazo de este personaje clave en la política de la antigua Grecia. La
figura del tirano surge como un líder reivindicador de las inquietudes
políticas de las mayorías hasta convertirse en el opresor de las mismas.
Abordado aquí bajo los principios de la hermenéutica y la genealogía
filosófica, emerge su comprensión a partir de los filósofos clásicos más
representativos e interesados por su despliegue histórico y político.
Platón, Aristóteles, Isócrates, Jenofonte y otros autores antiguos son
revisados para dar luz a este arquetipo político universal que se origina
y crece en el torbellino de la polis griega. La palabra Tyrannos significa
usurpador, un usurpador que tendrá la fuerza y popularidad suficiente
para mandar de forma absoluta y por encima de las leyes. Nuestra época
no está excepta de vivir bajo regímenes tiránicos y muchos gobiernos
actuales parecieran refrendar esa miserable condición política. Por tal
interés este estudio nos lleva a colocar sobre la mesa de la filosofía
política al tirano y comprender sus repercusiones para el devenir del
Estado en el mundo global.