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PABLO PÉREZ LÓPEZ (ed.

PERSONAJES

DEFE
Ql)E HICIERON

HISTORIA

ISABEL - LEGAZPI - DE GAULLE


GAUDÍ JOHN FO RO - LEMAITRE
-
PABLO PÉREZ LÓPEZ (ed.)

PERSONAJES DE FE
QUE HICIERON HISTORIA

EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
ISABEL LA CATÓLICA
LA FE DE UNA REINA

Álvaro Fernández de Córdova Miralles

Entre la polémica y la historia

Isabel, reina de Castilla y Aragón, llamada «Católica» por la


Santa Sede, es un personaje bien conocido por los historiado-
res, y por el público general. Su irrupción en el escenario polí-
tico liberó un torrente de discursos que con mayor o menor
fuerza llegan hasta hoy, suscitando todo tipo de reacciones
salvo la indiferencia1• La treintena de autores que hablaron de
ella en vida o poco después de su muerte constituye una canti-
dad relativamente alta si se compara con las referencias a otros
monarcas de su tiempo. Son mayoritariamente castellanos, al-
gunos aragoneses, y más allá de los Pirineos un alto porcentaje de

1
Biografías de referencia son: SuÁREZ FERNÁNDEZ, L., Isabel L Reina: (1451-
1504), Barcelona, Ariel, 2001; AzcoNA, T. DE, Isabel la Católica: vida y reinado,
Madrid, La Esfera de los libros, 2002 (1 a ed. 1964); PÉREZ, J., Isabel y Fernando: Los
Reyes Católicos, Madrid, Nerea, 1997; LADERO QuESADA, M. Á., La España de los Re-
yes Católicos, Madrid, Alianza, 1999; Id., Isabel I de Castilla: siete ensayos sobre la
reina, su entorno y sus empresas, Madrid, Dykinson, 2012.

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italianos 2 • No todo fueron elogios. Alguna crítica se deslizó 4
esposo . Desde la grandilocuente Alba de América (1951) de
desde las filas de la administración contra su política fiscal, Juan de Orduña, se pasó a la espectacular 1492: La conquista
y desde sectores aragoneses refractarios a su reforma religiosa. del paraíso (1992) del británico Ridley Scott, con una sofisti-
Tras el fallecimiento de la reina, su memoria fue paulatina- cada y deslumbrante Isabel interpretada por Sigourney Weaver.
mente eclipsada por la de su esposo Fernando, pero con el De otro lado, se desarrolló una línea satírica que irrumpe en
tiempo los estudios históricos han invertido esa tendencia: la los '80 con Juana la loca... de vez en cuando (1983) o Cristóbal
figura de Isabel ha merecido una atención creciente. Colón, de oficio descubridor (1982), dando paso a productos
La vida de la reina en el imaginario ha experimentado ma- menos ingenuos. Sin embargo, la cordura histórica no se ha
yor inestabilidad, especialmente desde que su flgura padeciera apartado del cine. Con tanta audacia como bajo presupuesto
las interferencias políticas del régimen de Franco. Como en Rafael Gordon fllmó el interesante monólogo La reina Isabel en
tantos aspectos de la cultura española, la memoria de la reina persona (2000), y más recientemente Javier Olivares ha conver-
pasó del encumbramiento nacional-católico a su desacredita- tido la serie Isabel (20 12) en un éxito de crítica y público,
ción bajo el signo de la polémica que discurría al ritmo de los sorprendiendo por su sustancial respeto de la historia.
cambios sociales, la trasformación política de la España post- A la vista de estas líneas se impone la pregunta que da pie a
franquista y el proceso de beatificación impulsado por la dió- nuestro trabajo: ¿quién fue esta mujer tan desconcertante cuyo
cesis de Valladolid. Se desencadenó así un curioso fenómeno reinado es considerado «decisivo» por los historiadores? Isabel
de antagonismo mimético, donde los exaltados epítetos de los gobernó con su esposo Fernando en Castilla y Aragón entre
años '50 y '60 mutaron en insidiosas denuncias en la década 1474 y 1504. En estas tres décadas la doble corona incorporó
de los '80 y '90, hasta generar un discurso contradictorio de- el reino de Granada, concluyó la ocupación de las Canarias y
nunciado por María Pilar Queralt del Hierro: defendió Nápoles de la injerencia de los Valois. En política
«Para algunos historiadores, Isabel de Trastámara es el tótem ab- interior se saneó la economía, se consolidaron las estructuras
soluto de las virtudes patrias; para otros, una usurpadora que se administrativas, se impulsó la reforma de las órdenes religio-
sentó en un trono que no le pertenecía. Santa para unos; intole- sas, y se optó por una unificación religiosa difícil de explicar
rante para otros. Introductora de los saberes renacentistas en la hoy pero masivamente celebrada en su época. Los equipos de
península, y sin embargo tachada de oscurantista3». gobierno de Isabel y Fernando levantaron la denominada
«monarquía hispánica»: una formación política, vertebrada en
Esta interpretación bidimensional se ha proyectado en la
reinos y coronas, que se situó entre las principales potencias
gran pantalla del cine, más interesada por la reina que por su
europeas y exploró en el Atlántico más de 6 millones de kiló-
2
metros cuadrados, superando la extensión de toda la cuenca
FERNÁNDEZ DE CóRDOVA, Á., «Imagen de los Reyes Católicos en la Roma
pontificia», En la España Medieval, 28 (2005), pp. 259-354; Id., «Fernando el Ca- del Mediterráneo, inferior a 4 millones y medio. Ante este
tólico desde la Curia papal: identidad política e itinerario propagandístico (1474-
1504)», en La imagen de Fernando el Católico en la historia, la literatura y el arte,
Institución Fernando el Católico, Zaragoza (en prensa). 4
RoDRÍGUEZ GARCÍA, J. M., Los reyes Católicos en el cine, historiamedieval.te-
3 QuERALT DEL HIERRO, M. P., Isabel de Castilla: reina, mujer y madre, Madrid,
malia.com; sitio web: http:/ /usuarios.multimania.es/historiador 19691 cinereyes.
Edaf, 2012. htm.

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currículum, se entiende que castellanos, aragoneses, catalanes La infanta que no iba a reinar
o gallegos experimentaran una intensa exaltación patriótica, y
que Felipe II se inclinara ante el retrato del rey Católico di- Isabel nació en Madrigal (Valladolid) en 1451, pero proba-
ciendo: «A este lo debemos todo» (B. Gracián). blemente la primera lengua que aprendió no fue el castellano
No le faltaba razón al rey prudente. En el epicentro de estos sino el portugués que hablaba su madre, la reina viuda Isabel
procesos geopolíticos que abren la Modernidad, se hallaba un de Avís, ocupada de su primera educación junto con la abuela
matrimonio excepcional. Los historiadores tienden a dividirse Isabel de Barcelos y el ama Clara Alvarnáez. La futura reina
entre «fernandinos» e «isabelinos» responsabilizando a uno u Católica no parecía destinada a reinar. Por delante de ella se
otro cónyuge de los éxitos o fracasos del reinado. Se reproduce hallaba su hermano Alfonso -dos años más joven- y los
así un antiguo debate que debió entretener a no pocos servi- posibles hijos que tuviera su hermanastro el rey Enrique IV. El
dores de los soberanos, como Lucio Marineo Sículo: «Entram- derecho sucesorio castellano permitía que una mujer solo he-
bos se mostraba su majestad venerable, aunque a juicio de redara el trono si faltaba el heredero varón, y la infanta estaba
muchos la reina era de mayor hermosura, de ingenio más vivo, en una cola más o menos larga de posibles candidatos.
de corazón más grande y de mayor gravedad». Probablemente Pasó su infancia en Madrigal y en Arévalo junto a su her-
cada uno tuvo sus virtudes y sus defectos, pero los dos estuvie- mano Alfonso con quien compartió una especial amistad. Tal
ron dotados de un carisma que no pasó desapercibido ni a sintonía se refleja en un bello dibujo del Árbol genealógico de los
Guicciardini ni a Maquiavelo. En estas páginas ahondaremos reyes de Castilla y León (c. 1456) que ha pasado desapercibido y
en la figura de Isabel, indagando en las creencias religiosas que probablemente sea la primera representación conservada de la
nadie le ha negado 5 • Pues aunque el interior de la conciencia futura reina Católica. En ella se representa a Isabel de Portugal
permanezca vedado al historiador, es lícito preguntarse por la junto a su hija homónima de 5 o 6 años (edad que tenían pre-
influencia de su fe en su acción de gobierno, en su vida perso- cisamente cuando se decoró el códice) que ofrece a su hermano
nal como esposa y como madre, o en aquellas personas que una flor del ramo que este parece indicarle; gestos elocuentes
acusaron el impacto de su rica, compleja y desbordante perso- del afecto que unió a ambos infantes en los primeros años de su
nalidad. vida, y les acompañó más tarde en el torbellino revolucionario
que les enfrentó a Enrique IV.
En su niñez Isabel pudo conocer a algunas damas de la reina
5 Sobre la faceta moral y espiritual de la reina véanse los estudios encomiásticos
dotadas de particular hondura espiritual: santa Beatriz de
de RoDRÍGUEZ VALENCIA, V., Perfil moral de Isabel/a Católica, Valladolid, Instituto Silva, fundadora de la orden de la Inmaculada Concepción
Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1974; DuMONT, J., La «incomparable» que servía a la reina viuda, y Teresa Enríquez, de edad más
Isabel La Católica, Madrid, Encuentro, 1993; GoNZÁLEZ SÁNCHEZ, V. Isabel/a Ca- próxima a Isabel y tan devota de la Eucaristía que recibió el
tólica y su fama de santidad. ¿Mito o realidad?, Madrid, Ediciones Internacionales
Universitarias, 1999; }AVIERRE, J. M., Isabel/a Católica: el enigma de una reina, Sa- apelativo pontificio de «loca del Sacramento». El detalle es sig-
lamanca, Sígueme, 2004; y el análisis de SuÁREZ FERNÁNDEZ, L., «Dimensiones nificativo. Los objetos más lujosos que encontraremos en el
religiosas en Isabel la Católica», en Isabel/a Católica, la magnificencia de un reinado:
Quinto centenario de Isabel/a Católica, 1504-2004, Sociedad Estatal de Conmemo-
ajuar de la futura soberana serán los de uso litúrgico: tapices,
raciones Culturales, Madrid-Valladolid, 2004, págs. 49-62. portapaces, candelabros, cuadros, altares, o aquel espejo que
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debió regalarle el papa Alejandro VI, y que Isabel transformó Al rodearse de franciscanos, Isabel asumió una tradición di-
en relicario para contener un clavo de Jesucristo 6• Unido a esta nástica consolidada por los T rastámara, que le llevó a solicitar
sensibilidad litúrgica, debió suscitarse su interés por el latín, los beneficios espirituales de la orden y vestir el hábito francis-
que hizo enseñar a sus hijos y dominó lo suficiente para corre- cano antes de morir, aunque nunca ingresara como terciaria.
gir a mozos y capellanes cuando «erraban alguna dicción o sí- San Francisco fue para ella el «alférez de Cristo, padre mío y
laba» en el rezo de las Horas. muy amado», consciente de la revolución espiritual que desen-
La espiritualidad de la infanta se formó en los dos grandes cadenó al sustituir la santidad «milagrosa» de cuño altomedie-
viveros de la mística hispana del siglo xv: la observancia fran- val por un ejercicio de «imitación» cristológica, reflejado en
ciscana y la orden jerónima, situadas en la vanguardia religiosa los estigmas que identificaron al Santo de Asís con el mismo
peninsular. Su primer preceptor fue fray Juan de Tolosa, pro- Jesucristo. Esta afanosa búsqueda del Hijo de Dios se detecta
vincial franciscano de Castilla, y entre sus consejeros destaca- en la producción literaria impulsada por Isabel usando los más
ron fray Íñigo de Mendoza, fray Ambrosio Montesino, y espe- variados registros. En su entorno cortesano se difundirán las
cialmente sus confesores el jerónimo Hernando de Talavera, y Coplas de vita Christi de fray Íñigo de Mendoza, y las Coplas de
fray Jiménez de Cisneros 7 • Gracias a Sigüenza conocemos la la Pasión de Nuestro Redentor de su servidor el comendador
toma de contacto de Isabel con Talavera, cuando este se negó Diego Román, que usan el verso castellano para recorrer la
a arrodillarse como era costumbre en las confesiones reales, ex- vida de Cristo. Pero la reina no se conformó. En la misma
plicando que no podía hacerlo quien representaba a Cristo en el década de 1480 impulsó a Lucio Marineo Sículo, Pedro Mártir
tribunal de la Penitencia. Isabel calló, y comentó después: de Anglería y Antonio Geraldini, a usar el mejor latín de su
«Este es el confesor que yo buscaba». Se iniciaba entonces una tiempo para exaltar los misterios de Jesucristo, dando origen a
singular relación que marcará el destino espiritual de la reina y un original libro de horas de carácter humanista que compuso
las líneas maestras de su política eclesiástica hasta 1492, en Geraldini en estrofas horacianas y sáficas: el Epodon líber pri-
que Talavera fue sustituido por Cisneros al marchar a Gra- mus, dedicado a la reina entre 1485 y 1487.
nada como arzobispo. Fue un legado que el famoso francis- Con el tiempo, Isabel tantearía una visión más intelectual
cano supo continuar impulsando la reforma religiosa y asis- solicitando la traducción del Árbol de la vida crucificada de
tiendo a la reina ante los sucesivos fallecimientos de hijos y Ubertino de Casale, y la composición de Vidas de Cristo en
nietos. prosa que ayudaran a meditar las páginas del Evangelio de la
mano de grandes maestros. Es el caso de la Vita Christi de
6
MARTÍN ANSÓN, Ma. L., «Una obra excepcional de la orfebrería italiana, el la clarisa Isabel de Villena, la traducción al castellano de la
espejo de la reina Isabel en la Capilla Real de Granada», Reales Sitios, 130 (1996), Vida de jesucristo de F rancesc Eximenis, o la versión bilingüe
págs. 2-16.
7
de la obra de Lodulfo de Sajonia que Isabel promovió a su
Sobre estos personajes GARCÍA ÜRO,]., El Cardenal Cisneros. Vida y empresas,
vols. I-II, Madrid 1992-93; lANNUZZI, I., El poder de la palabra en el siglo XV Fray copista «no alce la mano [... ] como yo le dije hasta acabarlo».
Hernando de Talavera, Junta de Castilla y León, Salamanca, 2009; y las biografías Con todo, la reina nunca abandonaría su afición poética, ha-
más divulgativas de GARCÍA ÜRO, ]., Cisneros, Ariel, Madrid 2002; MARTÍNEZ ME-
DINA, F.]., y BIERSACK, M., Fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Gra-
ciendo copiar las oraciones del Retablo de la vida de Cristo de
nada hombre de iglesia, estado y letras, Universidad de Granada, 2011. Juan de Padilla, o solicitando a Montesino aquellas Coplas so-
20 21
p

bre la Pasión estando su alteza en el fin de su enfermedad. Al La «oración continua» que promovían estos textos exigía
término de su vida, el círculo se cerraba en aquella mujer casti- una equilibrada distribución del tiempo, especialmente en el
gada por el dolor que buscaba la identificación con Cristo con caso de una princesa. La cuestión debió preocuparle antes de
los versos soñados en su piedad juvenil. acceder al trono, pues Gómez Manrique le advertía entonces
del peligro de una excesiva dedicación a los ejercicios piadosos
que pudiera comprometer sus deberes de gobierno:
Acción y contemplación
El rezar de los salterios,
.La imitación de Cristo conecta con otro elemento conflgura- y el decir de las horas
dor de la espiritualidad isabelina: la devotio moderna, una co- dejad a las oradoras
rriente espiritual laica que desde su origen en los Países Bajos que están en los monasterios.
reacciona contra el reduccionismo de la fe a las observancias V os señora, por regir
exteriores, buscando una piedad más íntima y sincera. Esta acti- vuestros pueblos y regiones
tud privilegiaba la imagen visual de Cristo, la Virgen y los sacra- por hacerlos bien vivir
mentos, en una serie de temas asombrosamente coincidentes en por los males corregir,
los manuscritos iluminados de Isabel y en los tapices o cuadros posponed las oraciones ...
de su capilla. Son la manifestación de la humanidad de Cristo Ca no vos demandarán
en su Pasión (EcceHomo, Crucifixión, Descendimiento ... ), los cuenta de lo que rezáis;
dolores y los gozos de la Virgen, y las expresiones sacramenta- si no vos disciplináis,
les de la presencia de Dios, como la Misa de san Gregorio, sin no vos lo preguntarán.
olvidar a los grandes santos intercesores. De esta forma, libros e De justicia si hicistes
imágenes formaban un espacio ideal para la oración gracias al despojada de pasión
ensamblaje de su dimensión icónica y escrita. si los culpados punistes
Elisa Ruiz Elvira ha advertido la modernidad que supone la o los malos consentistes
presencia de Breviarios en la biblioteca de la reina. Si el Libro de esto será la quistión.
de Horas era habitual entre los laicos al seleccionar determina-
dos pasajes de la Escritura y de los Padres, no ocurría lo mismo Los consejos del caballero letrado apuntaban la cuestión
con el Breviario, que al contener todos los textos estaba desti- de la distribución del tiempo, que Talavera retomará en
nado al orden eclesiástico. Esta apropiación de un material 1475 al proporcionar a la reina una agenda de trabajo sema-
eucológico utilizado por clérigos, revela las inquietudes de una nal, distinguiendo las competencias que debía resolver per-
mujer dispuesta a saltarse los límites estamentales para enri- sonalmente y las que podía delegar. En su esfuerzo por hacer
quecer su propia espiritualidad, como haría en 1475 al solici- compatible la piedad con los deberes regios, Isabel buscaría
tar a Talavera su predicación sobre cómo se deben renovar en las espacios de intimidad para recuperar el pulso espiritual, ya
ánimas todos los fieles cristianos. sea en su cámara personal o en estancias palaciales, como la

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del monasterio de Guadalupe que llamaba «mi paraíso». No nizó unos momos o disfraces con las damas de su séquito
era una actitud novedosa. A sus 17 años pudo conocer la para festejar su cumpleaños. Cuatro años después, fue capaz
audaz propuesta de Rodrigo Sánchez de Arévalo de unir la de ofrecer una fastuosa recepción a los embajadores del du-
vida activa y la contemplativa en el propio estatus social, que de Borgoña, que la vieron comparecer envuelta en oro,
como plantea en su Espejo de la vida humana (1468). Una sobre un trotón con una guarnición que pesaba más de
meta que más tarde ponderó su capellán Alonso Ortiz, pues veintisiete kilos. Y nada más acceder al trono, deslumbraría
«pocas veces la contemplación acompaña a la vida activa en a los justadores convocados en Valladolid reproduciendo
una misma persona, si no fuese muy excelente y escogida de los brillos de su corona en los fantasiosos tocados de sus
Dios». damas. Eran las expresiones visuales de una autoridad que
Isabel pretendía recuperar, situándose en el centro de la
fiesta cortesana rehuida por su hermanastro 9 • Justas, ban-
Cortocircuitos cortesanos quetes y solemnes audiencias la convirtieron en aquella mu-
jer «ceremoniosa en sus vestidos y arreos», admirada por los
La vida de la infanta experimentó un importante cambio numerosos embajadores que acudieron a su corte para soli-
cuando Enrique IV ordenó su traslado a la corte junto con su citar la mano de sus hijos.
hermano en 1461. A sus 1O años, Isabel entra en un proceloso Los años junto a Juana de Portugal hicieron ver a la infanta
laberinto donde las ambiciones de poder y la lucha por la su- los ambiguos límites que separaban la diversión de la correc-
pervivencia eran caras de la misma moneda. Su cambio de re- ción ética. El índice de bastardos en las casas nobiliarias y las
sidencia perseguía su acatamiento a Juana, la hija de la reina relaciones adulterinas de los propios monarcas eran exponen-
motejada años después como «la Beltraneja», de la que Isabel tes de la desorientación moral que Isabel intentó atajar a co-
fue madrina. Hasta 1467 residió en la corte integrada en el mienzos de su reinado. Contó con la ayuda de perspicaces cor-
entorno portugués de la reina. tesanos, laicos y eclesiásticos, que denunciaron la promiscuidad
Más allá de los subidos tonos usados por los cronistas de tiempos anteriores (los «rÍos revueltos» de fray Íñigo de
para describir la liviandad de las damas portuguesas, Isabel Mendoza), y buscaron un nuevo canon de elegancia que rede-
debió adquirir allí su gusto por los tocados exquisitos, la finía gestos, actitudes y espacios de encuentro entre damas y
música, el baile y los disfraces que le acompañaron el resto galanes. En este contexto se entiende el escándalo de Talavera
de su vida 8 • Lo desplegó nada más incorporarse al entorno ante los banquetes mixtos (mezclando hombres y mujeres)
aristocrático de su hermano Alfonso, cuando en 1468 orga- que se ofrecieron a los franceses en Perpiñán (1492), o el pá-
nico que dominó a Diego Osorio -haciéndole perder el color
8
FERNÁNDÉZ DE CóRDOVA, Á., La Corte de Isabel I (1474-1504): ritos y ceremo-
del pelo- al ser arrestado con una escalera de mano en las
nias de una reina, Madrid, Dykinson, 2002; Id., «Sociedad cortesana y entorno re-
gio», en LADERO QuESADA, M. Á. (coord.), El mundo social de Isabel la Católica. La
sociedad castellana a finales del siglo XV, Madrid, Dykinson, 2004, págs. 49-78; 9 FERNÁNDEZ DE CóRDOVA, Á., «Los símbolos del poder real», en Los Reyes Ca-
GoNZÁLEZ MARRERO, M. del C., La casa de Isabel la Católica: espacios domésticos y tólicos y Granada, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Granada,
vida cotidiana, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 2005. 2005, págs. 37-58.

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proximidades del apartamento de las damas en el alcázar de celebrar los desposorios. La infanta pidió morir antes de que se
Sevilla. N o conviene, sin embargo, exagerar el rigor de una celebrase el enlace. Sin embargo el que falleció fue Girón. En
reina que acogió en su corte a los hijos bastardos de su marido, Villarrubia de los Ojos fue atacado de un apostema en lagar-
los adulterinos de la reina Juana o los sacrílegos del cardenal ganta que le llevó a la tumba en unas horas. Se barajó la posibi-
Mendoza: dos bellos pecados del cardenal» a los que defendía lidad de un asesinato, pero diez años después su hermano, el
afectuosamente de quien pudiera indignarse. marqués de Villena, fallecería por la misma causa, lo que hace
La restauración ética llevó consigo una reformulación esté- pensar en una enfermedad congénita.
tica codificada en los manuales de cortesanía de Hernando de Más allá de los detalles novelescos del episodio, interesa
Ludueña o Pedro Gracia Dei. Estos prontuarios para la gala destacar la confianza de Isabel en la Providencia. Su divisa
proponían un nuevo modelo de cortesano, defensor de la con- personal es buen exponente de ello: el águila de san Juan con
vivencia áulica mediante la capacidad de observación, el do- el lema Sub umbra alarum tuarum protege nos («bajo la sombra
minio de la palabra y el cuidado en las formas del trato. Para de tus alas protégenos»), tomado del Salmo 16,8 que lleva por
ello se establecieron pautas de autocontrol que reducían los título «Clamor del inocente». Este abandono exigió una in-
motivos de conflicto en veladas cortesanas, tan proclives a la tensa vida de piedad, «pues antes que comenzase las cosas, las
agresión verbal o la reyerta física. Una política de contención encomendaba a Dios con oración y ayuno y limosnas, y escri-
de la violencia aristocrática que también se aprecia en los es- bía a santas personas que lo encomendasen a Dios». Isabel cre-
pectáculos caballerescos, como los torneos colectivos progresi- cía con la sensación de estar tocada por la Providencia para
vamente sustituidos por justas individuales (los «torneos sin una responsabilidad que estaba dispuesta a asumir. Y aunque
sangre» de Alonso Ortiz), la reducción de los desafíos, o el es- en ella no se proyectaran las profecías que hacían de su esposo
pectáculo de toros, que Isabel no pudo prohibir «porque esto el Monarca U niversal llamado a reconquistar Jerusalén, acabó
no era para mí a solas». convirtiéndose en profetisa, al predecir el futuro de Cisneros
La corte enriqueña no tardó en convertirse en un nido de (Pedro de Herrera), y el de su nieto Carlos -el futuro empe-
intrigas donde se gestó la rebelión que depuso al rey para en- rador- cuando pronunció la frase escriturística «la suerte
tronizar a su hermano Alfonso en 146_4. Se sucedieron tres cayó sobre Matías [el apóstol que sustituyó a Judas]» (Hechos,
años de guerra civil, en los que Isabel fue un peón del tablero 1-26) al enterarse de su nacimiento (Lorenzo Galíndez de
político cuya mano interesaba a nobles y reyes. En aquella «fe- Carvajal).
ria de maridos» fue emparejada con el príncipe de Viana, el Tras la traumática experiencia de sus primeras propuestas
rey de Portugal y finalmente Pedro Girón, hermano de uno de matrimoniales, la infanta aprendió a recurrir a otros medios,
los líderes del partido rebelde, el intrigante marqués de Villena. más allá de los espirituales. Nos referimos a un singular equi-
Aunque la propuesta resultaba ventajosa para acabar con la librio entre prudencia y disimulo en los momentos de especial
guerra, Isabel no consideró demasiado seductora la mano de tensión. Este mecanismo de defensa le llevaba a dar «respues-
un hombre de dudosa fama y cargado de bastardos. Las cróni- tas suspensas y encogidas», que beneficiaban a sus aliados y
cas coinciden en describir la vela de oración que emprendió exasperaban a sus rivales. De ahí que las percepciones fueran
cuando Girón se acercaba a Segovia con 3.000 hombres para muy diversas. Lo que para Pulgar era una manifestación de

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prudencia, para Alonso de Palencia era una nueva argucia de esta ces que declararon a Isabel legítima sucesora en los reinos de
«maestra del disimulo y del engaño». Buen ejemplo de ello es Castilla y León.
la audiencia dispensada al cardenal de Albi que en 1469 venía La madurez moral y psicológica de la princesa de Asturias
a solicitar su mano para el duque de Guyena. La princesa no exige preguntarnos por los modelos éticos que pudieron inspi-
se recluyó en la capilla como hizo ante el acoso de Girón, sino rar su actuación. En los trascendentales años de 1468 y 1469
que despachó la propuesta «no aprobando ni contradiciendo» fray Martín de Córdoba le dedicó su jardín de nobles doncellas
pues ella «debía seguir lo que las leyes de estos reinos dispo- con un elenco de mujeres notables por su comportamiento vir-
nían»; es decir, bellas palabras que trazaban un compás de es- tuoso, su familiaridad con el saber, y su «ánimo viril» 11 ; tres
pera ante el inminente matrimonio con Fernando de Aragón características que marcarán su futuro comportamiento. Espe-
al que ella había elegido. cialmente sugestiva resulta la fantasiosa biografía de Juana de
Arco titulada Poncella de Francia y de sus grandes fechos en ar-
mas, que le dedicó un consejero y embajador en Francia hacia
De Juana de Arco a María Magdalena 1480 12 • La obra establece un peculiar paralelismo entre ambas
mujeres, enfrentadas a complejos problemas sucesorios, que se
El fallecimiento del príncipe Alfonso en el verano de 1468 sentían llamadas a unificar un reino abocado a la destrucción.
convirtió a Isabel en líder del partido nobiliario enfrentado a Curiosamente, la doncella que cabalga por las páginas de la
Enrique IV10 • Contaba entonces 17 años, y podía poner sobre Poncela se parece más a la princesa castellana -con su cabe-
la mesa de negociaciones unas virtudes personales que destaca- llera rubia y estatura media- que a la pequeña pastora de
ban sobre el desfondamiento de la reina Juana, que acababa de Domremy. Para el autor del relato, Isabel superaba incluso a la
fugarse con su amante Pedro de Castilla. Isabel representaba la guerrera francesa, al ser reina y estar llamada a una misión más
honestidad de una doncella con convicciones morales y espiri- universal: la de convertir a la fe cristiana la tierra de los infieles.
tuales firmes; y ante los rumores sobre la paternidad de la in- Con el tiempo, Isabel no perdió su interés por las mujeres
fanta Juana, mostraba su devoción hacia sus progenitores, Isabel célebres y santas. En 1488, confió a los monjes de Guadalupe
de Avís y Juan II, en una línea sucesoria incontrovertible que
proporcionaba una garantía de paz ante la división del reino. 11 Sobre la educación femenina y los modelos de santidad de esta época cfr.

Los flancos más débiles de su legitimidad eran el estigma de la BECEIRO PITA, 1., Libros, lectores y bibliotecas en la España medieval, Murcia, Nau-
síca, 2007; WALTHAUS, R., «Esto no lo quiero aquí prouar por razones, mas enxenplos.
intentona frustrada de su hermano y la remota posibilidad Los exempla de las mujeres célebres en la discusión sobre la mujer, especialmente en
-nunca acallada del todo- de que la hija de la reina fuera el 'Jardín de nobles donzellas' de Fray Martín de Córdoba», en Actas del VIII Con-
también del rey. Por ello, las espadas estaban en alto cuando en greso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (Santander,
1999), Santander, Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, 2000, págs.
Toros de Guisando los bandos enfrentados firmaron unas pa- 1807-1815; MuÑoz FERNÁNDEZ, Á, «Notas para la definición de un modelo socio-
rreligioso femenino: Isabel I de Castilla», en Las mujeres en el cristianismo medieval,
Madrid, Asociación Cultural Al-Mudayna,1989, págs. 415-434.
10 12 CAMPO, V., y INFANTES, V. (eds.), La Poncella de Francia: la historia castellana
Episodios ampliamente reconstruidos por VAL VALDIVIESO, M. I. DEL, Isabel
la Católica, princesa (1468-1474), Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Histo- de Juana de Arco, Madrid, Iberoamericana-Vervuet, 2006; GARCIA, M. (ed. y trad.),
ria Eclesiástica, 1974. La Pucelle de France: récit chévaleresque, París, Mazarine, 2007.

28
29
la traducción de un Flos sanctorum conservado hoy en El Esco- realizada con una dispensa pontificia falsificada y la posible
rial, que intercala los misterios de Cristo con las vidas de san- aprobación del nuncio] acobo de Veneris. Fue una operación
tas cristianas. Además de abandonar los modelos bíblicos o de tan compleja y hubo que remover tantos obstáculos, incluido
la antigüedad clásica, la obra describe a mujeres más actuales el traslado del novio disfrazado hasta Valladolid, que merece
que eligen a sus maridos e influyen en ellos, como santa Luda, tenerse en cuenta el testimonio del anónimo franciscano: «se-
santaJustina o santa Isabel de Hungría13 • La propia Isabel fue gún que ella [Isabel] dijo a sus confesores y a religiosos devo-
dudosamente identificada con la Catalina de Alejandría que tos, nunca miró en este casamiento sino el bien y utilidad de
14
figura en el cuadro La Virgen de la mosca, representada con un estos reinos de Castilla y de León» •
libro entre las manos y una espada bajo los pies; una confu- Isabel estaba entonces en la flor de la edad: rubia como los
sión comprensible por el amor a las letras y la defensa de la fe Trastámara, de ojos verde-azulados, y estatura más alta que la
que ambas compartieron. A la derecha de la Virgen, se inclina de Fernando, lo que exigía elevar el trono del rey para disimu-
María Magdalena, la pecadora enamorada de Cristo que so- lar la diferencia. Sus escasos retratos no hacen justicia al testi-
bresale en la obra de Isabel de Villena solicitada por Isabel. monio adulador de Pulgar: «de cara hermosa y alegre, mirar
Esta no solo consideró a la Magdalena «mi abogada», sino que gracioso y honesto». Con el tiempo debió engordar sin perder
difundió la meditación de su vida a través de La historia de la belleza, pues en 1494 Münzer la describía «muy hermosa de
bendita Magdalena (Toledo, 1514) que promueve el examen rostro» resaltando «SU estatura prócer y un tanto corpulenta».
de conciencia y la esperanza frente al pecado. En general los contemporáneos destacan su seductora simpa-
tía frente a la serenidad de Fernando, capaz de mostrarse en-
tero en momentos de tensión, y al mismo tiempo alegrar la
Esposa de Fernando: vida familiar cuando la muerte apagó la vida de alguno de sus
"el ayuntamiento que tovimos viviendo" hijos.
¿Amó Isabel a Fernando? No hay motivos para dudarlo.
Cuando Isabel tomó la decisión de casarse con el primogé- Sus cartas personales muestran un derroche de afecto que con-
nito de Juan II de Aragón, el príncipe Fernando, se aproxima- firma el testimonio de su cronista: «amava mucho al Rey su
ba a un sector de la nobleza castellana que miraba con bue- marido, e celávalo fuera de toda medida». Fue un amor que
nos ojos la unión con Aragón. Sin duda se impusieron las pudo pasar por los celos, pues el rey «amava mucho a la Reyna
conveniencias políticas en el sentido más noble de la palabra. su muger, pero dávase a otras mugeres». La dureza de esta frase
Los cónyuges pudieron conocerse pocos días antes de la boda, que Isabel debió leer, coincide con el testimonio de Marineo
Sículo al describir los esfuerzos de la reina por alejar de la corte
a sus posibles rivales. Fernando llegó al matrimonio con dos
13 BAÑos VALLEJO, F., «Para Isabel la Católica: la singularidad de un jlos sancto-

rum (Ms. h.II.18 de El Escorial)», en CÁTEDRA, P. M. (dir.), Los códices literarios de


la Edad Media. Interpretación, historia, técnicas y catalogación, San Millán de la Co-
14 MARTÍN, J. L. Isabel la Católica. Sus hijas y las damas ~de su corte, modelos de
golla-Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2009, págs. 161-
193; GATLAND, E., «Saintly models: Isabel la Católica and the commissioning of a doncellas, casadas y viudas en el «Carro de las Donas», 1542, Avila, Diputación Pro-
jlos sanctorum»,]ournal ofMedieval Iberian Studies, 2-1 (2010), págs. 31-50. vincial de Ávila-Institución Gran Duque de Alba, 2001, pág. 87.

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30
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'
hijos naturales, Alonso y Juana de Aragón, que se criaron en la Los historiadores llaman la atención sobre la armonía que
corte. Sin embargo, no conviene llevar demasiado lejos sus su- imperó en el gobierno de los esposos. Probablemente no se
puestos devaneos extramatrimoniales, por mucho que se ha- debe tanto a la supuesta unanimidad de criterio como a la
yan añadido hijos sobre hijos con documentos de dudosa atri- férrea voluntad de ajustar sus pareceres, superando recelos
bución15. Las ligerezas de Fernando se explican en un marco personales o enfrentamientos de equipos de gobierno. En lí-
aragonés más desenvuelto que el castellano, donde ni su abuelo nea de máxima, Fernando llevó la dirección político-militar,
Alfonso V, ni su padre Juan II, fueron ejemplares. Suárez adaptándose a los criterios de su esposa en asuntos muy con-
Fernández cierra este capítulo con una frase tan bella como cretos, como la culminación de la campaña granadina antes
difícil de negar: «por encima de las circunstanciales infideli- de acometer la recuperación del Rosellón, o la opción de la
dades del marido, ambos se comprendieron y, al compren- doble alianza con los Habsburgo en vez de los Trastámara
derse, se amaron». napolitanos. Todo ello es reflejo de una concordia que los
Respecto a los celos, conviene no olvidar la vertiente polí- reyes se empeñaron en defender en su vida pública y privada.
tica de una afrenta, la de adulterio, que no mancillaba solo Ahí quedan las emocionantes palabras de sus respectivos tes-
a la mujer o al marido sino a la dignidad del soberano. De tamentos. Si Fernando declaraba que «el dolor de ella me
ahí la cautela con que tales excesos debían llevarse, y la con- atraviesa las entrañas», Isabel no le iría a la zaga ordenando
tundencia con que actuó Fernando ante los requiebros que que por encima de sus deseos de ser sepultada con la máxima
el vicecanciller, Antonio Agustín, dirigió a su segunda es- austeridad, se respetase la voluntad de su marido para ente-
posa, Germana de Foix. De todos modos, hubo algo especial rrarse con él por «el ayuntamiento que tovimos biviendo, e
en la actitud de Isabel que podría relacionarse con ese «des- que nuestra animas espero en la misericordia de Dios ternán
orden de sensaciones» tan presente en la literatura sentimen- en el Cielo».
tal de la época. Todo el autodominio que los cronistas le
atribuyen, se desvanece en el terreno afectivo que tanto ella
como sus hijos vivieron con especial intensidad en el ámbito
matrimonial: no es casualidad que la primogénita Isabel re- El sueño de Granada
nunciara a casarse tras el fallecimiento de su esposo Alfonso
de Portugal, ni que se temiera por la vida del príncipe ante la Isabel y Fernando comenzaron su andadura política con
pasión que mostraba hacia Margarita, o que la inestabilidad un conflicto sucesorio que les enfrentaba a la nobleza par-
psicológica de Juana se viera tan agravada por su amor a Fe- tidaria de Juana -la «Beltraneja»- casada con Alfonso V
lipe el Hermoso. de Portugal. Se trata de uno de los capítulos más polémicos de
la biografía isabelina. Suárez Fernández se inclina por la
probable ilegitimidad de Juana, como hija de la reina pero
15
Véanse las indagaciones de VIZCAÍNO CASAS, F., Las mujeres del Rey Católico, no de Enrique IV. Azcona, en cambio, sostiene que no hay
Barcelona, Planeta, 1988; FERNANDEZ, Q., «Las dos agustinas de Madrigal hijas de
Fernando el Católico, llamadas ambas Doña María de Aragón», Analecta Augusti-
fundamento legal para declararla bastarda, más aun mane-
niana, 53 (1990), págs. 361-407. jando las exageraciones difundidas para apartarla de la suce-
32 33
sión 16 . Sea como fuere, resulta difícil valorar la importancia se admitía -mediante el sistema de capitulaciones- la per-
de la legitimidad de sangre en una pugna que ventilaba pro- manencia de los musulmanes y la libre práctica de su fe.
blemas políticos más profundos, y donde la batalla propagan- A diferencia de lo que ocurría en Castilla y Aragón, en el
dística o la manipulación de documentos hicieron irresoluble reino de Granada la predicación cristiana estuvo prohibida en
un problema que sigue turbando a los historiadores 17 • Azco- los siglos xrv y xv. Este hecho era fruto de la peculiar diná-
na evita los juicios de valor, considerando que tanto Isabel mica del Islam norteafricano, que había dilapidado el patri-
como Juana se vieron arrastradas por el torbellino de una re- monio de tolerancia de los omeyas, erradicando las aljamas
volución nobiliaria que no pudieron controlar. Menos tami- judías y las comunidades mozárabes. Todas estas razones,
zadas son las opiniones de los que interpretan como «ambi- junto a otras que proporcionaba la teología del mome~~o, res-
ción de poder» lo que otros consideran «conciencia del deber» en paldaban la legitimidad de una guerra que Isabel asumio como
una mujer que debe ser enjuiciada en el amplio contexto de su un objetivo prioritario de su política. Sin embargo, con la
reinado. misma energía con que la reina impulsó la conquista, debe
Tras la victoria en la guerra de sucesión, los monarcas pu- resaltarse su esfuerzo por suavizar el rigor de la violencia con la
dieron emplearse en la reorganización de la política interior, la creación de hospitales de campaña, el envío de avituallamien-
reforma eclesiástica y la empresa que les exigió mayor empeño: la tos, y una atención espiritual de las tropas que comportaba
conquista del emirato musulmán de Granada (1481-1492) 18 • La medidas para erradicar la prostitución. Y aunque todo ello fue
implicación de Isabel en la ideología de cruzada no es nueva y convenientemente aireado por la propaganda, no cabe dudar
arranca de concepciones plenomedievales que postulan la res- del peculiar ambiente de aquel frente de batalla que la reina
ponsabilidad de las reinas en la protección de los fieles cristia- visitó en cuatro ocasiones, incluida su permanencia durante el
nos y la difusión de la fe. Hacía siglo y medio que do~ Juan asedio de la capital. .
Manuel había escrito que «] esucristo nunca mandó que mata- Fueron once años de un extraordinario coste humano y mi-
sen ni apremiasen a ninguno porque tomasen su ley, pues Él litar que exigió de los monarcas un reequilibrio de sus fun-
no quiere servicio forzado sino el que se face de buen talante e ciones. Isabel evitó la imagen de virgo bellatrix asumida en
de grado». De ahí que la razón esgrimida por los reyes fuera el algunos episodios de la guerra con Portugal y cedió a .su es-
derecho a recuperar unos territorios injustamente arrebatados poso la dirección de las operaciones militares y la exal~ae1ón d~
a un poder cristiano de los que se sentían herederos, y donde la victoria, pues solo él recibió la rendición de Boabdll y firmo
las cartas enviadas al papa y a los magnates. Pocas veces un
16
AzcoNA, T. DE, Juana de Castilla, mal llamada La Beltraneja: vida de la hija evento hispano recibió tales manifestaciones de júbilo más allá
de Enrique IV de Castilla y su exilio, Madrid, La Esfera de los Libros, 2007. de las fronteras ibéricas: en París y Londres se entonó el Te
17
CARRAsco MANCHADO, A. I., Isabel I de Castilla y la sombra de la ilegitimidad:
propaganda y representación en el conflicto sucesorio (1474-1482), Madrid, Sílex,
Deum, en N ápoles y Florencia se celebraron representaciones
2006. dramáticas, pero fue en Roma donde la apoteosis festiva ad-
quirió una magnitud sin prece~entes co~, desfiles t~iunfale~,
18
LADERO QuESADA, M. Á., La Guerra de Granada (1482-1491), Granada,
Diputación de Granada, 2001; Id., Las guerras de Granada en el siglo XV, Barcelona,
Ariel, 2002; Los Reyes Católicos y Granada, Sociedad Estatal de Conmemoraciones festejos caballerescos, y una Misa de accion de gracias presi-
Culturales, Granada, 2005. dida por Inocencio VIII.
34 35
f

Anhelos de reforma... , y el papa Borgia A la reforma de los monasterios gallegos emprendida en 148 5,
seguirá los de Cataluña, Aragón, Valencia y Castilla bajo la
En la década de 1480, Isabel y Fernando pudieron empren- dirección del arzobispo Cisneros. No fue una tarea sencilla y
der la reforma de la Iglesia de sus reinos, focalizada en la renova- en ocasiones se adoptaron medidas como la excomunión,
ción del episcopado y la restauración de las órdenes religiosas 19 . la privación de cargos y el recurso al brazo secular. Sin em-
Reformar significaba volver a la pureza de los orígenes, en una bargo, los frutos saltan a la vista. El cenobio en decadencia
línea emprendida por la rama observante de ciertas órdenes, que que era la abadía benedictina de Monserrat se convirtió en
se habían desvinculado de los conventuales, celosos de sus privi- uno de los pulmones espirituales de Cataluña gracias a la ac-
legios legítimamente adquiridos. Desde el reinado de ] uan I ción reformadora de la congregación de san Benito de Valla-
(1379-1390), los monarcas Trastámara habían apoyado estos dolid. Los números son muy elocuentes en la orden jerónima,
brotes reformadores protegiendo al equipo eclesiástico compro- que pasó de los 32 monasterios anteriores a 1474, a los 55 que
metido con el proyecto. La audaz fórmula se había revelado tan contaba en 1515, lo que supone 17 fundaciones nuevas. Sin
provechosa que Isabel no dudó en mantenerla solicitando de la duda hubo avances y retrocesos, pero se creó el ambiente pro-
Santa Sede los permisos para crear en su corte un vicariato para picio para el impresionante despliegue de las órdenes religio-
la reforma. sas en el siglo xvr.
Todo el peso de la doble monarquía se puso al servicio de los La reforma del episcopado también exigió una intensa ne-
movimientos observantes (franciscanos, dominicos, cistercienses gociación con la Curia que pasó por fases de tensión y con-
y agustinos, especialmente), con la idea de extender sus ideales flicto20. Los reyes exigían el derecho a que el papa eligiera al
de rigor y pureza a los conventuales, por medio de congregacio- candidato propuesto por ellos (derecho de suplicación), para
nes generales que iban absorbiendo los monasterios. Sus objeti- asegurar su residencia en la sede, su fidelidad a la Corona, y
vos se cifraban en reintroducir la vida en común, fomentar la la atención pastoral de la diócesis. Se evitaban así los candi-
vida espiritual, implantar la clausura, garantizar la guarda de los datos curiales que destinaban las rentas de las sedes a fines
tres votos monásticos y asegurar la reglamentación del trabajo y ajenos a estas. Sesenta años antes de Trento, Isabel y Fer-
los ingresos. Para lograrlo se desligó a los monasterios de la enco- nando trasformaron parcialmente el episcopado hispano pro-
mienda laica poniéndolos bajo la protección de la Corona, y se moviendo obispos letrados, de clase media y honestidad de
intentó sustituir a los abades perpetuos, elegidos por la Santa vida, aunque no faltaran nombramientos donde la fidelidad
Sede, por abades trienales elegidos por la propia comunidad que política prevaleciera sobre los criterios pastorales; especial-
se hadan cargo de las rentas antes desviadas a Roma (annatas). mente en algunas elecciones del rey, como la de su hijo natu-
ral Alfonso de Aragón, o la de Alfonso Enríquez, hijo del al-
mirante de Castilla, de quien se decía que «no tenía más
19
Sobre esta temática GARCÍA ÜRO, J. La reforma de los religiosos españoles en
tiempo de los Reyes Católicos, Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Ecle- espiritualidad que un jarro».
siástica, 1969; NIETO SoRIA, Iglesia y génesis del estado moderno en Castilla (1369-
1480), Madrid, Editorial Complutense, 1994; CANTERA MoNTENEGRO, M. «Las
órdenes religiosas», en LADERO QuESADA, M. Á., (coord.), El mundo social de Isabel 2o AzcoNA, T. de, La elección y reforma del episcopado español en tiempos de los

la Católica, ob. cit., págs. 113-126. Reyes Católicos, Madrid, Instituto Padre Enrique Flórez, 1960.

36 37
Los ideales reformadores también se proyectaron sobre el les recordó la ilegitimidad de sus reyes, descreditando incluso
Papado. Isabel debía compartir el anticurialismo de sus conse- la castidad de Isabel. Palabras cuyo alcance hay que limitar a
jeros eclesiásticos, aunque puliera sus aristas más agudas. En aquel contexto de tensión diplomática que abrió una profunda
1493, por ejemplo, felicitaba a Talavera por un memorial en- crisis en las relaciones. Pugnas personales aparte, Isabel y Fer-
viado a la Santa Sede, diciendo que «nunca vi cosa mejor» nando alcanzaron el suficiente prestigio como para recibir en
pero «borré donde decía desde la hipocresía, porque me pare- 1496 el título de Reyes Católicos por un colegio cardenalicio
da que para Roma no era de tachar, porque pluguiese a Dios consciente de que convertían en modélica su acción de go-
que hubiese allá alguna». Tras la elección pontificia del valen- bierno en el escenario de la Cristiandad.
ciano Rodrigo de Borja en 1492, los reyes actuaron con mayor
libertad por conocerle desde que eran príncipes21 • Un año des-
pués de su elección, Isabel concertaría una célebre entrevista El precio de la unidad:
con el nuncio Desprats para manifestarle su inquietud ante los Inquisición y expulsión de los judíos
escándalos familiares del pontífice: las recientes bodas de su
hija Lucrecia, la elección cardenalicia de su hijo César y el in- La creación del Tribunal de la Inquisición y la expulsión de
terés que ponía en su primogénito Juan, duque de Gandía. El los judíos proyectan hoy algunas sombras sobre la política reli-
nuncio no desmintió aquellas advertencias expresadas «con giosa de la soberana. En realidad el establecimiento de la In-
todo amor», pero las excusó «desvelando algunas de las cosas quisición venía gestándose en Castilla desde mediados del siglo
del papa Sixto [IV] y del papa Inocencio [VIII], mostrando xv ante la tensión social suscitada entre los cristianos viejos y el
cuanto más dignamente se portaba vuestra santidad que los colectivo converso (cristianos procedentes del judaísmo) donde
sobredichos». se usaba como pretexto las sospechas de que estos últimos prac-
Aquellas discretas formas se abandonaron en 1498, cuando ticaran ocultamente la religión de sus ancestros23 • Los bautis-
los reyes reprocharon al papa su desentendimiento de la re- mos masivos y forzosos de 1391 no eran, desde luego, el mejor
forma curial, por el nuevo proyecto político emprendido por acceso a una fe que no fue convenientemente asimilada por
su hijo César tras renunciar al capelo cardenalicio22 • Las pala- una población conversa donde cabía encontrar las adhesiones
bras que los embajadores dirigieron al papa resultaron tan in- más sinceras y las más abiertas declaraciones de ateísmo.
solentes que este les amenazó con echarles al Tíber. Cuando La estancia en Sevilla en 1478 abrió los ojos a los reyes so-
aludieron al carácter simoniaco de su elección, Alejandro VI bre una situación de ambigüedad religiosa que generaba una

21 23
BATLLORI, M. La familia de los Borjas, Madrid, Real Academia de la Historia Algunas síntesis sobre esta temática: CoMELLA GunÉRREZ, B., La Inquisición
1999; FERNÁNDEZ DE CóRDOVA, Á., Alejandro VI y los Reyes Católicos. Relacione; española, Madrid, Rialp, 1999; KAMEN, H. A. F., La inquisición española: una revi-
político-eclesiásticas (1492-1503), Roma, Edizioni Universiü della Santa Croce sión histórica, Barcelona, Crítica, 2004; PEREZ, J., Breve historia de la Inquisición en
2005. ' España, Barcelona, Crítica, 2009; y el antiguo trabajo de LóPEZ MARTÍNEZ, N., Los
22 F , C' ,
. ERNANDEZ D~ ORDOVA, A., ARRIZABALAGA, J., y ToLDRÁ, M., Cesar Borja judaizantes castellanos y la Inquisición en tiempos de Isabel la Católica, Burgos, Semi-
cmc-cents anys despres (1507-2007). Tres estudis i una antología, Edicions Tres i nario Metropolitano, 1954; y la actualización de OLIVERA SERRANO, C., «La Inqui-
Quatre, Valencia, 2009. sición de los Reyes Católicos», Clio&Crimen, 2 (2005), págs. 175-205.

38 39
p
l

crispación social intolerable. Hubo diferentes pareceres sobre social y religioso que las sociedades del momento no supieron
la forma de atajar el problema: frente a los limitados éxitos del afrontar sin pagar un coste en vidas humanas, que en España
programa pastoral promovido por el cardenal Mendoza, se fue menor al de otras zonas europeas (Marcel Bataillon).
fueron imponiendo posturas más drásticas que defendían la La expulsión de los judíos en 1492 fue una decisión estre-
protección a los verdaderos conversos y la persecución de los chamente relacionada con la cuestión conversa. De acuerdo
judaizantes mediante la instalación de tribunales inquisitoria- con los informes de los inquisidores, el común trato entre am-
les. Probablemente hubo abusos en las primeras actuaciones bos grupos dificultaba la asimilación cristiana de los segundos
de los jueces, y las denuncias elevadas a Roma provocaron la y facilitaba el cripta judaísmo que se pretendía at.ajar.. ~var
anulación temporal de los permisos concedidos a la Corona. Ezquerra desecha con razón las acusaciones de anttsemttlsmo
Sin embargo, los reyes decidieron sostener la política inquisi- vertidas sobre los reyes, pues dieron cobijo en su corte a conver-
torial, sin asomo de vacilación ni mala conciencia, tal y como sos que ocuparon cargos en el gobierno como médicos, let:a-
refleja su correspondencia personal con Inocencia VIII, esta- dos, agentes fiscales e incluso cronistas. Sin embargo la medtda
bleciendo -eso sí-los oportunos reajustes con las instancias adoptada acababa con siglos de una coexistencia religiosa que
de apelación exigidas por la Santa Sede. El temor a las desvia- ahora se consideraba perjudicial para la paz social y el bienestar
ciones heréticas entre los conversos justificaba para ellos aque- religioso.
lla represión que admitía mecanismos de reinserción social Suárez Fernández ha explicado esta evolución con la teoría
para los inculpados arrepentidos (habilitaciones públicas), y la del «máximo religioso» que establecía las mismas obligaciones
pena capital para los reincidentes (autos de fe). religiosas para el monarca y sus súbditos. Aunque la expre-
Para comprender la contundencia de la reacción hay que sión resulta desafortunada por no hacer justicia a las palabras
tener presente la consideración que se tenía de la herejía como que la componen, la explicación puede val~r~ si entend~ll_l?s el
una amenaza al orden social y un delito de lesa maiestas. Desde la fenómeno como una tendencia a la politizacton de la rehgton al
perspectiva moral, la herejía sigue siendo un atentado contra utilizarla como cemento de la unidad social, tal y como se había
la virtud de la fe, pero se ha revisado la actuación hacia ella practicado en la antigüedad y se proyecta en la modernidad con
condenando toda forma de intolerancia o de violencia al servi- sus caracteres específicos. A fines del siglo XV el proceso de
cio de la verdad. El problema ético no se plantea en los fines, construcción política hispana y los desequilibrios étnico-reli-
sino en los medios para atajar un problema del que la Corona giosos que desestabilizaban el cuerpo social, condujeron ato-
se sentía responsable. A la hora de valorar la participación de mar medidas taxativas que acabarían atentando contra un dere-
los monarcas, Joseph Pérez advierte la mano firme de Fer- cho humano básico como es el de la libertad religiosa, que,
nando, y solo subsidiariamente la de Isabel. En cuanto a la como otros muchos derechos, es una conquista parcial de la
institución, conviene tener presente las conclusiones de Henry humanidad contemporánea, de modo que mal se podría aplicar
Kamen, al ponderar los gastos que ocasionó la puesta en mar- su medida para juzgar una época y una.. sociedad en cuyo hori-
cha de aquel sistema judicial que no enriqueció a la monar- zonte aún no había aparecido (Miguel Angel Ladero Quesada).
quía, ni apuntaló el «absolutismo» de estado que algunos atri- El decreto del 31 de marzo de 1492 no ordenaba la expulsión
buyen al rey Católico. Sin duda, estamos ante un problema de las comunidades hebreas, sino que las ponía ante la alterna-
40 41
tiva de permanecer como cristianas o abandonar los reinos. Para reina no toleró que sus nuevos súbditos fueran esclavizados,
Ángel Alcalá, la redacción del documento muestra que los reyes ordenando a sus oficiales que los recogieran uno a uno allí
deseaban que los judíos se quedasen y se bautizaran24 • El éxodo donde habían sido vendidos para ser devueltos a sus tierras.
fue, por tanto, un mal necesario que aceptaron contra su vo- N o es fácil valorar el alcance de esta medida, pero probable-
luntad, como confirman los esfuerzos de predicación por con- mente estamos ante el audaz reconocimiento de unos dere-
vencer a los judíos durante las rutas de éxodo. Las cifras les chos civiles inalienables por quien se sentía responsable del
dieron parcialmente la razón, pues el número de exiliados os- bienestar de sus nuevos súbditos. Y aunque la cruda realidad
ciló entre 50.000 y 100.000, lo que supone la mitad de lapo- de la colonización acabara por imponer un orden menos idí-
blación judía de España. El colegio cardenalicio alabó la deci- lico de lo esperado, la última voluntad de la soberana sobre los
sión regia de permitirles llevar sus bienes -algo inédito en derechos de los indios a sus propiedades y a un justo trato co-
expulsiones anteriores como la inglesa o la francesa- ponde- locaba un importante jalón en el debate sobre los términos de
rando las «increíbles pérdidas» económicas que sufrieron por humanidad y justicia en la relación entre personas y culturas.
ello y el «quebranto de los naturales, sacrificándolo todo en aras
de las celestiales ganancias». Al mismo tiempo, desde una singu-
lar clarividencia cristiana, el genovés Bartolomé Senarega consi- Vueltas y revueltas de una beatificación incierta
deraba difícilmente justificables los sufrimientos padecidos por
los judíos expulsados, por ser criaturas de Dios. Son la cara y la Isabel es probablemente la reina que ha dejado el legado es-
cruz de una medida políticamente correcta en su época, y ética- piritual más sólido en la historia española, suscitando por ello
mente reprobable desde nuestra actual sensibilidad, que debe la razonable pregunta por su santidad. El hecho de que no
valorarse desde las coordenadas mentales de su época. hubiera existido la intención de llevarla a los altares tras su fa-
Otros campos de la política religiosa de la soberana revelan llecimiento, no minimiza los testimonios que ponderaron la
con mayor nitidez su actitud personal: la evangelización del heroicidad de sus virtudes con intenciones más o menos enco-
reino de Granada y las tierras descubiertas en el océano Atlán- miásticas. La crisis sucesoria suscitada tras su fallecimiento en
tico. Si en el primer caso Hernando de Talavera mostró una 1504 hizo inoportuno cualquier intento de beatificación, aun-
particular sensibilidad hacia el sustrato cultural andalusí, en el que la reina no perdiera su prestigio moral durante las primeras
segundo Isabel actuó con especial determinación en la libera- décadas del siglo XVI. Fue necesario esperar al impulso histori-
ción de los indios antillanos que Colón había vendido como cista del siglo XIX para que su figura fuera rescatada por Diego
esclavos al regreso de su segundo viaje 25 • Como es sabido, la Clemendn, como sucediera con Juana de Arco tras la investi-
gación de J ules Quicherat y el interés de la III de República
24
ALcALÁ, Á., «Política religiosa de los Reyes Católicos. La Inquisición. La ex- Francesa por una beatificación concluida en 1909.
pulsión de l~s judíos», en V ALDEÓN BARUQUE, J. (ed.), Isabel la Católica y la política,
Valladolid, Ambito, 2001, págs. 117-156.
25
RuMEU DE ARMAS, A., Política indigenista de Isabel la Católica, Valladolid,
Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1968; BoRGES MoRÁN, P., Mi- Católica y las Indias», en V ALDEÓN BARUQUE, J. (ed.), Isabel la Católica, ob. cit.,
sión y civilización en América, Madrid Alhambra, 1987; CASTAÑEDA, P., «<sabel la págs. 159-178.

42 43
La iniciativa institucional germinó en las diócesis de V aliado- nismo. Por ello, los reparos que se puedan hacer a la reina
lid y Granada a comienzos del siglo :xx, y adquirió altos vuelos Católica sobre la libertad de conciencia o el uso de la violencia
en la década de 1950 con el apoyo de destacados miembros de al servicio de la verdad, también son aplicables a san Pío V,
la clase intelectual y política. Veinte años después, en 1972, impulsor del Santo Oficio, san Luis de Francia, protagonista
se concluyeron en Roma los 27 volúmenes del proceso, que de la séptima y octava cruzada, o el propio san Bernardo, im-
reunían documentación y testimonios sobre la reina. Con- placable perseguidor de Pedro Abelardo. En estos casos los
forme se acercaba el V Centenario del descubrimiento de discutibles medios empleados no estuvieron a la altura de los
América (1492-1992) se sucedieron las adhesiones de numero- fines que se propusieron (defender la pureza de la fe, recuperar
sos obispos de Latinoamérica, México y Filadelfia. Sin embargo, el Santo Sepulcro, o clarificar determinados contenidos teoló-
junto al apoyo popular y eclesiástico, también se desarrolló un gicos). De ahí que el juicio ético exija siempre distinguir la
movimiento de oposición a la causa procedente de las comu- buena conciencia de aquellas personas de los comportamien-
nidades judías de Francia, Reino Unido y EEUU, que intervinie- tos concretos, que deben valorarse a la luz de los criterios éticos
ron ante las conferencias episcopales locales, logrando que eleva- y mentales de su tiempo. Nos hallamos ante los límites del valor
ran sus reparos a la Curia romana. modélico de los santos, pálidos reflejos del modelo por anto-
De todo ello se hicieron eco asociaciones ecuménicas católi- nomasia, Jesucristo, pero luminosos al materializar en su ad-~
cas que vieron con preocupación el posible deterioro de las rela- hesión al Evangelio la presencia real de Dios en el mundo. La
ciones católico-judías por culpa de la beatificación; entre estas Iglesia es consciente de ello y por eso ha esperado 700 años
se encontraba el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cris- para beatificar a Duns Scoto; más de 400 para canonizar a Juan
tianos, con W alter Kasper como presidente, para quien «las ac- Diego; 500 para Juana de Arco, u 800 para declarar a Hilde-
ciones de Isabel claramente contradicen las enseñanzas del garda de Bingen doctora de la Iglesia. El tiempo, más que se-
Concilio Vaticano II acerca de la libertad religiosa». El cardenal parar, ha permitido situar a estos personajes en el escenario de
francés Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París de origen judío, la Historia de la Iglesia.
y la comisión francesa para las relaciones con el judaísmo tam- Probablemente, en el caso de Isabel, lo políticamente co-
bién se mostraron contrarios a un proceso intolerable en el am- rrecto del presente está pasando factura a lo políticamente
biente postconciliar de ecumenismo y relaciones ínter-religio- correcto del pasado. En 2004 el cardenal José Saraiva Martins,
sas. Un recelo que ha llevado a historiadores como Joseph Pérez prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos,
a preguntarse si la Iglesia, al proponer a Isabel como ejemplo de comentaba a ciertos medios: «La causa no está parada, camina
santidad, no estaría corriendo el riesgo de volver a un modelo [... ] Lo que pasa es que parece que camina lentamente». Son
de sociedad caduco o incluso a una cristiandad ya superada. los tiempos necesarios para aquilatar un juicio maduro y pon-
Sin duda, la distancia temporal impone ciertos límites a la derado sobre las virtudes de Isabel en medio de las grandezas y
«imitabilidad» de los santos, que siempre serán hijos de su las miserias de su tiempo. Las luces y las sombras que acompa-
tiempo. Aunque su heroico testimonio supere tantas coyuntu- ñarán siempre el fascinante devenir de la santidad humana en
ras ajenas al Evangelio, su experiencia de fe es propia de una la historia.
época que no ha vivido los desarrollos posteriores del cristia-
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