0 Arquitectura Paleocristiana
1.1 La Arquitectura
No es de sorprender que la arquitectura de los primeros cristianos fuera modesta en envergadura y ambición.
Las dos funciones arquitectónicas básicas –proveer espacio para las necesidades espirituales de los vivos
y espacio de enterramiento para los muertos– se satisfacían de la forma más pragmática y sin pretensiones.
En Roma estos establecimientos eran llamados titulus, por el bloque de mármol que se ponía en esas casas
indicando la propiedad (por ejemplo, titulus Clementis). Muchas de ellas han llegado hasta nosotros como
iglesias completas reconstruidas a finales del siglo IV o más tarde (S. Clemente).
Se dice que en el 312 d. de C., durante una crucial campaña militar, Constantino el Grande experimentó la
visión de una cruz en llamas que llevaba la leyenda “Conquista por este signo”. Constantino conquistó e
hizo del monograma de Cristo su símbolo; en el 313 promulgó el Edicto de Milán que legitimaba el
cristianismo. Como pontifex maximus –cabeza de la religión como todos los emperadores– se consideró
también la cabeza de la Iglesia y, de hecho, el vicario de Cristo en la tierra (¡el decimotercer apóstol!).
Como religión del estado en el Imperio Occidental, el cristianismo asumió un aura imperial. La arquitectura
de la iglesia también sufrió cambios muy profundos.
La necesidad más apremiante era una casa nueva para la adoración cristiana, donde se pudieran celebrar los
ritos de la religión que contaba con un número cada vez mayor de creyentes. Hacia el siglo IV, el ritual
cristiano se había vuelto cada vez más complejo. Un edificio usado para la adoración cristiana debía tener
un camino para la entrada y salida procesional del clero, un área de altar donde el clero celebrara la misa,
un espacio para la segregación del clero de la congregación durante la procesión y comunión y una zona de
separación de los catecúmenos (los que estaban en proceso de entrar en la fe) de los fieles durante una parte
del oficio. Estas funciones explican la planta de las primeras iglesias cristianas monumentales.
Construida alrededor del año 335, mostraba una lógica similar pero era más elaborada que la Iglesia de la
Natividad, puesto que servía a un lugar
más complicado e incluso más
venerado. El emperador había dado
instrucciones para que fuera “la basílica
más bella de la tierra”. El edificio
terminado tenía un atrium corto (debido
a las limitaciones del solar) que se abría
a un interior que era tan compacto
como el de Belén, pero
programáticamente mucho más rico.
Enormes columnas de mármol con capiteles dorados
separaban la nave central de las naves laterales dobles, que
en este caso estaban coronadas por galerías. En el extremo
de la nave central había un ábside articulado por doce
columnas, simbolizando los apóstoles. El ábside puede que
haya albergado el símbolo central de la Pasión de Cristo –lo
que se creía que era la Verdadera Cruz, descubierta en el
solar por la madre de Constantino. Las naves exteriores conducían a un largo patio peristilo que se cerraba
en una curva. Este patio enmarcaba el Santo Sepulcro, donde Cristo fue enterrado y resucitó –una cámara
funeraria excavada en la roca con forma cónica y con un baldaquino sostenido por doce columnas.
Una transformación más imaginativa de Sta. Constanza fue S. Stefano Rotondo, el segundo edificio
centralizado que se erigió con este mismo espíritu de renacimiento. Construido probablemente para ser un
martyrium entre los años 468 y 483, comprendía tres capas de estructura: una alta “nave” central sobre un
orden jónico circular, un deambulatorio y cuatro elevadas capillas que se abrían por medio de cortinas de
columnas espaciadas regularmente en el muro exterior. En el exterior, entre las capillas, había patios
abiertos con estanques y pórticos de arcos. Por sus detalles, lujo de decoración y especialmente por la
planificación concéntrica que empleaba elaborados grupos de cortinas de columnas, el edificio recuerda la
calidad de la arquitectura romana –la Villa Adriana, por ejemplo– en los siglos I y II, una época pasada para
siempre.
Milán surgió como un importante centro arquitectónico en el periodo Paleocristiano. Después del traslado
de Constantino a Constantinopla en el año 330, Roma perdió la importancia central a la que se había
agarrado tenazmente a pesar de las anteriores divisiones del Imperio y el establecimiento de nuevas
capitales. Después del año 350, Milán, que había sido una de esas capitales, se convirtió de hecho en la
residencia del Emperador en Italia y por lo tanto en la capital política de Occidente. Entonces, en el año
373, cuando se convirtió en la Sede del gran padre de la Iglesia San Ambrosio, se confirmó su posición
como capital espiritual y se construyeron allí una serie de iglesias importantes. Dos de ellas (ambas muy
alteradas) tienen una forma imponente: la Iglesia de los Santos Apóstoles (ahora S. Nazaro) y la Iglesia de
S. Lorenzo.
Más suntuoso incluso en su decoración interior es el Baptisterio Ortodoxo, construido alrededor del 400-
450. En el exterior su planta es cuadrada con esquinas
redondeadas, pero dentro la forma se convierte en un
octógono con nichos. Como en la mayoría de los
edificios de Ravenna, el suelo ha sido levantado a
causa de la mayor elevación del nivel del mar a lo largo
de los siglos. Pocos interiores paleocristianos tuvieron
tal riqueza de ornamento en la superficie de las
paredes. Están sumamente bien conservadas las
incrustaciones abstractas de mármol, las esculturas y
marcos arquitectónicos de estuco y los dibujos de
mosaico que incluyen volutas ornamentales
embellecidas con hojas, imágenes de santos y, en la
cúpula, una representación del Bautismo de Cristo.
S. Apollinare Nuovo