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Las filosofías tradicionales tenían una similitud básica por el hecho de que estaban
preocupadas primariamente con la metafísica, es decir, el tema de la realidad. Las filosofías
modernas propiciaron un cambio definitivo en la importancia jerárquica de las tres categorías
filosóficas básicas. Este cambio fue estimulado por los descubrimientos de la ciencia
moderna. Durante siglos, el conocimiento y la perspectiva filosófica de la humanidad habían
permanecido prácticamente estables. El conocimiento recién descubierto no era,
generalmente, tan abundante ni de tal calidad como para que las sociedades tuvieran
dificultades para encuadrarlo dentro de su cosmovisión y de su práctica diaria.
Esta estabilidad comenzó a cambiar, sin embargo, en los siglos XVII y XVIII. Primero llegaron
las nuevas teorías y los nuevos descubrimientos científicos. Estos fueron seguidos muy
pronto por los avances tecnológicos que hicieron posible la revolución industrial pero también
perturbaron la continuidad de los patrones sociales y filosóficos tradicionales del mundo
occidental. Durante los siglos XIX y XX; los avances en el conocimiento científico; con sus
efectos correspondientes en la sociedad; continuaron acelerándose; y; como resultado,
muchas personas llegaron a rechazar una realidad absoluta que fuera estática e incluso que
pudiera ser conocida. Desde el punto de vista humano; a mucha gente le pareció que la
verdad; lo mismo como el conocimiento humano de la verdad; son relativos y que no hay
certezas universales.
Tal conclusión llevó a las filosofías modernas a evitar el tema de la realidad última y a
centrarse en enfoques relativistas de la verdad y el valor; desde la perspectiva de los
grupos sociales (Pragmatismo); y desde el punto de vista del individuo (Existencialismo).
1. Positivismo
Esta postura filosófica es la expresión misma del avance científico. En su nivel más
profundo, la historia intelectual de las tres últimas décadas del siglo XX puede resumirse
en la difusión de una actitud positivista acrítica y el surgimiento de una reacción contra la
misma, que sin negar las posibilidades de la razón y la ciencia, subrayaba sus límites.
Tanto el positivismo como su revisión crítica afectaron a los más diversos campos del
pensamiento: ciencia, teoría política, filosofía, psicología, literatura e historiografía.
1
Adaptado de: Knigth, G (2002). Filosofía y educación: una introducción a la perspectiva cristiana. Bogotá: APIA.
Pereyra, M. (2011). Psicología: un abordaje adventista para profesionales, docentes y estudiantes.
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD
ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA Epistemología de la Psicología
Según la “ley general sobre la marcha progresiva del espíritu humano” o la “Ley de los
tres estados” de Augusto Comte (1798-1857), cada una de nuestras concepciones
principales, cada rama de nuestros conocimientos, pasa sucesivamente por tres estados
teóricos diferentes: el estado teológico o ficticio; el estado metafísico o abstracto; el
estado científico o positivo.
a) En el estado teológico, el espíritu se dirige a conocimientos absolutos, a ‘indagar las
causas primeras y finales de los efectos’, esto es, la naturaleza íntima de los seres, y ‘se
representa los fenómenos como producidos por la acción directa y continua de agentes
sobrenaturales, más o menos numerosos, cuya intervención arbitraria explica las
anomalías aparentes del universo’.
b) En el estado metafísico, que es en el fondo una modificación del primero, ‘los agentes
sobrenaturales son reemplazados por fuerzas abstractas, verdaderas entidades
(abstracciones personificadas) propias a los diversos seres del mundo’, y la
explicación consiste en asignar a cada uno de los fenómenos la entidad correspondiente.
c) En el estado positivo, el espíritu humano, reconociendo la imposibilidad de obtener
nociones absolutas, renuncia a buscar el origen y destino del universo y a conocer las
causas íntimas de los fenómenos, para descubrir, a través del razonamiento y la
observación, sus leyes efectivas, es decir, relaciones invariables de sucesión y
semejanza. Es decir, todos los conocimientos verdaderos deben provenir de los hechos
reales verificados por la experiencia.
2. Pragmatismo
William James definió el pragmatismo como “la actitud de apartarse de las primeras
cosas; principios; categorías; necesidades supuestas; y mirar hacia las cosas últimas; los
frutos; las consecuencias; los hechos”. El pragmatismo fue un crítico agudo de los
antiguos sistemas de filosofía, que, según afirman los pragmáticos, cometieron el error de
buscar las esencias últimas, absolutas y eternas. Los pragmáticos enfatizaron la ciencia
empírica,
el mundo cambiante y sus problemas, y la naturaleza como la realidad total, más allá de
lo que su fe en la ciencia no les permitía ir.
Desde la perspectiva de los pragmáticos, el hombre vive en lo que Platón describió como
la caverna de la percepción sensorial. Ésta, afirman, puede no ser la suma total de la
r e a l i d a d , pero, en todo caso, la caverna es todo lo que tenemos. Vivimos en un mundo
de experiencia y no tenemos formas de saber si lo que algunas personas dicen que está
más allá de la experiencia humana posee alguna verdad o realidad.
Con el paso del tiempo, la experiencia humana cambia y, por lo tanto, el concepto
pragmático de la realidad también cambia. Su esquema metafísico no admite absolutos,
tampoco principios a priori, o leyes naturales inmutables. La realidad no es una “cosa”
abstracta. Más bien es una experiencia transaccional que está cambiando
constantemente. Tanto James como Dewey se apartaron de las antiguas nociones de un
mundo cerrado con límites fijos y posibilidades restringidas.
La exposición más clara y extensa del método epistemológico del pragmatismo para
transformar la experiencia en conocimiento la presentó Dewey en “How we Think” [Cómo
pensamos] (1910). De acuerdo con Dewey, el proceso del pensamiento reflexivo puede
expresarse en cinco pasos:
Primero, mientras el hombre se mueve activamente en la vida, se enfrenta con un
problema o con situaciones perturbadoras que inhiben temporalmente su progreso.
Esta situación produce un momento de duda o vacilación, durante el cual se inicia el
proceso de pensamiento mientras la mente comienza a centrarse en el problema que
tiene a mano.
El segundo paso es una intelectualización de lo que fue al principio una respuesta
emocional a una actividad bloqueada. Durante esta fase, el individuo toma algunas
medidas para diagnosticar la situación y captar la naturaleza precisa del problema.
El tercer paso entraña un inventario de posibles soluciones. El individuo deja que su
mente sugiera libremente soluciones potenciales al problema. Esas posibles soluciones
toman la forma de “ideas guías” o hipótesis.
El cuarto paso es un ejercicio de razonamiento, puesto que las soluciones posibles de
la tercera etapa se vislumbran en razón de sus probables consecuencias si se ponen
en acción. La mente opera en una línea de pensamiento que va de causa a efecto en
un intento de reducir las posibilidades a la hipótesis capaz de resolver exitosamente la
dificultad corriente.
La quinta etapa se encarga de probar mediante la práctica la hipótesis más razonable,
para ver si las consecuencias previstas en realidad se producen. Si la hipótesis o la
respuesta propuesta funciona cuando se aplica al mundo de la experiencia, entonces
es verdadera: la verdad es lo que funciona. Si una hipótesis no funciona o no
capacita a la persona para resolver el problema, entonces la hipótesis no es verificada
y no entra bajo la definición pragmática de la verdad. Si una hipótesis revisada resulta
ser falsa, entonces la persona debe volver al menos al paso número cuatro y buscar la
verdad en una hipótesis alterna.
2.3. Neopragmatismo
El pragmatismo clásico fue una fuerza influyente en los círculos filosóficos (especialmente
norteamericanos) durante la primera mitad del siglo XX, pero en la década del 50 fue
marginado por la Filosofía Analítica. La Filosofía Analítica se mantuvo vigente por cerca
de veinticinco o treinta años, pero las dos últimas décadas del siglo vieron la declinación
del dominio analítico y el resurgimiento de las tendencias pragmáticas.
Una de las figuras centrales del resurgimiento fue Richard Rorty, quien en 1979 sacudió a
sus colegas al dirigirse a la Sociedad Filosófica Americana y anunciar “el fin de la
filosofía”. Para Rorty, la filosofía, tanto en su forma tradicional como analítica, estaba
muerta. Según él, los filósofos no tenían un conocimiento específico, ni acceso especial al
conocimiento, ni métodos especiales para comprobar el conocimiento. El conocimiento,
como él lo veía, no tenía base en ideas que correspondieran fielmente a la realidad.
Tal correspondencia era pura ilusión.
Si bien los filósofos neopragmáticos tienen sus diferencias, tienen también ciertas cosas
en común que están en armonía con el pragmatismo clásico. Ese común denominador
incluye (1) una actitud crítica hacia todo empleo de absolutos, (2) una insistencia sobre
“una robusta pluralidad” de experiencias, creencias y actividades de investigación, (3) un
énfasis continuo en la responsabilidad ética, política y social, (4) un fuerte sentido de la
condición precaria de la existencia humana, (5) un compromiso con la actividad
democrática, (6) una fuerte necesidad de comunicar en un lenguaje que todas las clases
sociales puedan entender y en el cual todos puedan participar, y (7) una mirada positiva a
las posibilidades de la conducta humana basada en el "reconstruccionismo" filosófico.
3. Conclusión