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Soneto V

(Garcilaso de la Vega 1498/1503 - 1536)

Escrito está en mi alma vuestro gesto,


y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;


que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;


mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;


por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

Oda I: Vida retirada


(Fray Luis de León 1528 - 1591)

¡Qué descansada vida


la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho


de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento

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si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡O monte, o fuente, o río,!


¡O secreto seguro, deleytoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el zeño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalça o el dinero.

Despiértenme las aves


con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ageno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo;


gozar quiero del bien que devo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de zelo,
de odio, de esperanças, de rezelo.

Del monte en la ladera,


por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperança el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre ayrosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el passo entre los árboles torciendo,

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el suelo de passada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El ayre del huerto orea


y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierço y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruxe, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vozería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la baxilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme ayrada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oydo
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

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Oda III: A Francisco de Salinas
(Fray Luis de León 1528 - 1591)
A Francisco Salinas
Catedrático de Música de la Universidad de Salamanca

El ayre se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, quando suena
la música estremada,
por vuestra sabia mano governada.

A cuyo son divino


el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.

Y como se conoce,
en suerte y pensamiento se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo vil adora,
la velleza caduca engañadora,

Traspassa el ayre todo


hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.

[Ve cómo el gran maestro,


a aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.]

Y como está compuesta


de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entrambas a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.

Aquí la alma navega


por un mar de dulçura, y finalmente

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en él ansí se anega
que ningún accidente
estraño y peregrino oye o siente.

¡O, desmayo dichoso!


¡O, muerte que das vida! ¡O, dulce olvido!:
¡Durasse en tu reposo,
sin ser restituido
jamás [a] aqueste baxo y vil sentido!

A este bien os llamo,


gloria del apolíneo sacro choro,
amigos a quien amo
sobre todo tesoro,
que todo lo visible es triste lloro.

¡O, suene de contino,


Salinas, vuestro son en mis oydos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás adormecidos!

La noche oscura del alma


(San Juan de la Cruz 1542 - 1591)

En una noche oscura,


con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

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Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!


¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

Un soneto…
(Lope de Vega 1562 – 1635)

Un soneto me manda hacer Violante


que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,


y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

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Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho


que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.

Mientras por competir con tu cabello


(Luis de Góngora 1561 - 1627)

Mientras por competir con tu cabello


Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,


Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,

Goza cuello, cabello, labio y frente,


Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

No sólo en plata o vïola troncada


Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Poderoso caballero es Don Dinero


(Francisco de Quevedo 1580 - 1645)

Madre, yo al oro me humillo,


él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es Don Dinero.

Nace en las Indias honrado,

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donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España,
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es Don Dinero.

Son sus padres principales,


y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
al rico y al pordiosero,
poderoso caballero
es Don Dinero.

¿A quién no le maravilla
ver en su gloria, sin tasa,
que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
al cobarde y al guerrero,
poderoso caballero
es Don Dinero.

Es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que aun con estar hecho cuartos
no pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
al gañán y al jornalero,
poderoso caballero
es Don Dinero.

Más valen en cualquier tierra


(mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es Don Dinero.

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La fuente
(Rubén Darío 1867 – 1916)

Joven, te ofrezco el don de esta copa de plata


para que un día puedas colmar la sed ardiente,
la sed que con su fuego más que la muerte mata.
Mas debes abrevarte tan sólo en una fuente,

otra agua que la suya tendrá que serte ingrata,


busca su oculto origen en la gruta viviente
donde la interna música de su cristal desata,
junto al árbol que llora y la roca que siente.

Guíete el misterioso eco de su murmullo,


asciende por los riscos ásperos del orgullo,
baja por la constancia y desciende al abismo

cuya entrada sombría guardan siete panteras:


son los Siete Pecados las siete bestias fieras.
Llena la copa y bebe: la fuente está en ti mismo.

Hombre
(Blas de Otero 1916 - 1979)

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,


al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte


despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.


Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.


Ser y no ser eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

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Ajedrez
(Jorge Luis Borges 1899 - 1986)

En su grave rincón, los jugadores


rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores


las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,


cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra


cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada


reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada


del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero


(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.


¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

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Amor
(Pablo Neruda 1904 - 1973)

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte


la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría


amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.

Tengo miedo
(Pablo Neruda 1904 - 1973)

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza


del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.

Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño


que reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)

Sin embargo en mis ojos una pregunta existe


y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!

Se muere el universo de una calma agonía


sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.

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Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.

Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.

Encargo
(Julio Cortázar 1914 – 1984)

No me des tregua, no me perdones nunca.


Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que
vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni
guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dálos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforos y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.

Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,


lo que nadie te pide: las espinas
hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.

El futuro
(Julio Cortázar 1914 – 1984)

Y sé muy bien que no estarás.


No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original

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de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.
No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

La jaula
(Alejandra Pizarnik 1936 - 1972)

Afuera hay sol.


No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.


Yo agito pañuelos en la noche

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y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.


Yo me visto de cenizas.

Poemas breves
(Alejandra Pizarnik 1936 - 1972)

Explicar con palabras de este mundo


que partió de mí un barco llevándome

Alguien
cae
en
su
primera caída.

El poema que no digo,


el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.

Piedra nativa
(Octavio Paz 1914 - 1998)

La luz devasta las alturas


Manadas de imperios en derrota
El ojo retrocede cercado de reflejos

Países vastos como el insomnio


Pedregales de hueso

Otoño sin confines


Alza la sed sus invisibles surtidores

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Un último pirú predica en el desierto

Cierra los ojos y oye cantar la luz:


El mediodía anida en tu tímpano

Cierra los ojos y ábrelos:


No hay nadie ni siquiera tú mismo
Lo que no es piedra es luz.

Voces
(Antonio Porchia 1885 - 1968)

Se vive con la esperanza de llegar


a ser un recuerdo.

Quien ama sabiendo por qué ama,


no ama.

Si no levantas los ojos, creerás que


eres el punto más alto.

Vengo de morirme, no de haber


nacido. De haber nacido me voy.

Poesía Vertical
(Roberto Juarroz 1925 – 1995)

El silencio cae de los árboles


como frutos blancos,
madurados bajo la piel de otra luz.

El silencio se va amontonando sobre el suelo


y termina por borrar el camino.
El silencio borra todos los caminos,
como la noche o la nueve.

Desaparecen así el comienzo y el fin,

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la partida y la llegada,
que se confunden en una sola mancha.

Bajo el silencio
se igualan todos los extremos.

Apagar la luz me deslumbra más que encenderla.

La poesía tiende a lo imposible, pero nos hace posibles.

Ya no
(Idea Vilariño 1920 - 2009)

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro

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no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

Tú me quieres blanca
(Alfonsina Storni 1892 - 1938)

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada .

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas


las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto

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no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,


vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:

Habla con los pájaros


y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

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TRADUCCIONES

El infinito
(Giacomo Leopardi 1798 – 1837, Italiano)

Amé siempre esta colina,


y el cerco que me impide ver
más allá del horizonte.
Mirando a lo lejos los espacios ilimitados,
los sobrehumanos silencios y su profunda quietud,
me encuentro con mis pensamientos,
y mi corazón no se asusta.
Escucho los silbidos del viento sobre los campos,
y en medio del infinito silencio tanteo mi voz:
me subyuga lo eterno, las estaciones muertas,
la realidad presente y todos sus sonidos.
Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y naufrago dulcemente en este mar.

(Traducción: Carlos López S.)

A las parcas
(Friedrich Hölderlin 1770 – 1843, Alemán)

¡Concededme un verano, sólo uno, oh poderosas!


Y un otoño en que pueda mi canto madurar;
sólo de esa manera, saciado con tan dulces
juegos, el corazón aceptará su muerte.

Alma que en vida no disfrutó sus derechos


divinos, ni en el Orco logrará descansar;
mas si logro plasmar lo más querido
y sagrado, el poema, ¡bienvenidos seáis,

silencios de las sombras! Porque yo estoy contento


si mi música, al menos, no se pierde;
una vez, por lo menos, habré vivido igual
que los dioses, y más no será necesario.

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El albatros
(Charles Baudelaire 1821/31 – 1867, Francés)

A veces, por divertirse, los hombres de la tripulación


capturan albatros, grandes pájaros del mar,
que siguen, indolentes compaleros de viaje,
al barco que se desliza sobe abismos amargos.

Apenas los ha situado en cubierta,


esos reyes del éter, torpes y avergonzados,
dejan piadosamente sus grandes alas blancas
como remos colgar de sus flancos.

¡El gran viajero alado, ahora tonto y apático!


¡Él, tan hermoso antes, ahora cómico y feo!
¡Uno irrita su pico con l apipa encendida,
y el otro, renqueando, imita al volador que anda!

El poeta es similar a este príncipe de las nubes


que ríe de la tempestad y ríe del arquero;
exiliado en la tierra entre burdos silbidos
sus alas de gigante le estorban en el suelo.

Oh, sí
(Charles Bukowski 1920 – 1994, Alemán/Estadounidense)

Hay cosas peores que


estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde

Celebración de la soledad
(“Adonis” Ali Ahmad Said 1930, Sirio)

Soledad: jardín
con un solo árbol.

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Sé ausencia
para permanecer como pregunta.

El arco iris juró


vagar eternamente
porque perdió su primera casa.

Ayer, al despertarme,
vi al sol frotarse los ojos
en el cristal de mi ventana.

Las palabras que conozco se han tornado


bosque de tristeza.

¿Por qué aquella noche sentí


que el cielo era la guitarra de la noche
y las estrellas sus cuerdas rotas?
¿Será porque dormí solo?

Ahora sé por qué


alaban, a veces, a las tinieblas
los que no sueñan más que con la luz.

Puedes protegerte contra todo


menos contra el tiempo.

(Taducción: María Luisa Prieto)

Haikus
(Matsuo Bashō 1644 – 1694, Japonés)

(Primavera)
Por todas partes
se precipitan las flores
sobre el agua del lago

(Verano)
La primavera pasa
lloran los pájaros y
son lágrimas los ojos de los peces

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(Otoño)
Dios está ausente
las hojas muertas se amontonan
todo está desierto

(…)
Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo.

Habla de fuego
(Paul Auster 1947, Estadounidense)

Te desvías. Te derrumbas.
Te yergues.

Mecido
por el gong de las horas
que golpeó el acebo
doce veces
más callado que tú, algo, puesto
en libertad por alguien,
salva tu nombre del carbón.

Allí te yergues
de nuevo, respirando
en el sol fantasmal
entre hielo y ensueño.

He llegado tan lejos


por ti: la voz
cuyo eco resuena en mí
ya no es la mía.

(Traducción: Jordi Doce)

De sombra a sombra
(Paul Auster 1947, Estadounidense)

Contra la fachada del atardecer:


sombras, fuego y silencio.
Ni siquiera silencio, sino su fuego,
la sombra

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que arroja un respirar.

Para entrar en el silencio de este muro


debo dejarme atrás a mí mismo.

(Traducción: Jordi Doce)

Ed è subito sera
(Salvatore Quasimodo 1234 – 1968, Italiano)

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra


traspasado por un rayo de sol
y es súbitamente la tarde.

(Traducción: Julio Balderrama)

Las tres palabras más extrañas


(Wislawa Szymborska 1923 – 2012, Polaca)

Cuando pronuncio la palabra Futuro,


la primera sílaba pertenece ya al pasado.

Cuando pronuncio la palabra Silencio,


lo destruyo.

Cuando pronuncio la palabra Nada,


creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.

Esperando a los bárbaros


(Constantino Kavafis 1863 – 1933 Griego)

¿Qué esperamos agrupados en el foro?


Hoy llegan los bárbaros.
¿Por qué inactivo está el Senado
e inmóviles los senadores no legislan?
Porque hoy llegan los bárbaros.
¿Qué leyes votarán los senadores?
Cuando los bárbaros lleguen darán la ley.
¿Por qué nuestro emperador dejó su lecho al alba,
y en la puerta mayor espera ahora sentado
en su alto trono, coronado y solemne?
Porque hoy llegan los bárbaros.
Nuestro emperador aguarda para recibir

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a su jefe. Al que hará entrega
de un largo pergamino. En él
escritas hay muchas dignidades y títulos.
¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores visten
sus rojas togas, de finos brocados;
y lucen brazaletes de amatistas,
y refulgentes anillos de esmeraldas espléndidas?
¿Por qué ostentan bastones maravillosamente cincelados
en oro y plata, signos de su poder?
Porque hoy llegan los bárbaros;
y todas esas cosas deslumbran a los bárbaros.
¿Por qué no acuden como siempre nuestros ilustres oradores
a brindarnos el chorro feliz de su elocuencia?
Porque hoy llegan los bárbaros
que odian la retórica y los largos discursos.
¿Por qué de pronto esa inquietud
y movimiento? (Cuánta gravedad en los rostros.)
¿Por qué vacía la multitud calles y plazas,
y sombría regresa a sus moradas?
Porque la noche cae y no llegan los bárbaros.
Y gente venida desde la frontera
afirma que ya no hay bárbaros.
¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros?
Quizá ellos fueran una solución después de todo.

Él vino para leer


(Constantino Kavafis 1863 – 1933 Griego)

Vino para leer. Abiertos están


dos o tres libros; historiadores y poetas.
Pero apenas ha leído diez minutos
cuando los deja a un lado. Sobre un diván
duerme ahora. Ama mucho los libros
-pero tiene veintitrés años, y es hermoso;
y esta tarde el amor atravesó
su carne maravillosa, su boca.
A través de la total belleza
de su cuerpo pasó la fiebre de la voluptuosidad
sin remordimientos ridículos por la forma de ese placer…

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