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Tanatología: aspectos social y ético

La muerte, como parte del proceso natural de la vida de la persona, ha


tenido un lugar especial en las manifestaciones culturales de diversas
civilizaciones. Ha permeado en el arte popular, la literatura, las historias
contadas de generación en generación, así se ha ido preservando y
difundiendo un conjunto de rituales cristianos y paganos como los
velorios, entierros y ceremonias para difuntos. La herencia mexicana
prehispánica y la tradición medieval europea, han formado una imagen
de la muerte relacionada con la transición, una etapa, un paso al otro
mundo, en vez de una figura amenazante.
Inclusive se le da un día específico al año a la celebración de la memoria
de nuestros muertos.

Es notable la comparación y asociación de la muerte con la noche, las


figuras lúgubres y delgadas, la oscuridad y el silencio. Se le ha dotado a
la muerte de una imagen algo dramática. La cultura moderna inclusive
incorpora símbolos en productos de la vida diaria como playeras o
portadas de canciones, aún más, asociamos al nombre de “pan de
muerto” con un postre muy mexicano y sabroso. Pareciera que cada vez
más, se le pierde el miedo a hablar sobre la muerte, cada vez es más
común encontrarnos con personas que están dispuestas a donar sus
órganos tras su fallecimiento, personas que tienen fondos de ahorro para
sus entierros y últimas voluntades para ser cumplidas. Y por ser un tema
de interés, no solo socialmente, sino que más aún en el área de la salud,
es un tópico a explorar y analizar por sus implicaciones éticas y legales.

La tanatología es la rama de la medicina que estudia los aspectos


relacionados con este proceso natural. Y es también considerada como el
estudio interdisciplinario del moribundo, de las medidas para disminuir el
sufrimiento de los enfermos terminales, así como la preocupación, los
sentimientos de culpa y pérdida de los familiares y amigos. Igualmente,
se le da atención a las repercusiones en la salud del médico tratante.

Los objetivos de la tanatología son ayudar a la familia a prepararse a la


muerte de su ser querido y pasar por el duelo en el menor tiempo
posible y con el menor daño. Su finalidad es la de proporcionar al
hombre una muerte apropiada, sin sufrimiento, preservando lo que
resulta importante y significativo para el enfermo.

La muerte, es algo difícil de definir, no es una enfermedad que requiera


una cura, pero de cierta manera sí requiere atención médica. La muerte
es el final de la vida y resulta un proceso distinto dependiendo de las
experiencias concretas de la persona. La muerte es vista de distinta
manera, dependiendo de donde se ubique, Oscar Wilde decía que la vida
es una obra de teatro con un elenco diverso, así que es diferente lo que
percibe el espectador, un actor y el protagonista. Aún así nos atrevemos
a clasificar el acto final como la muerte en sí misma, a veces sin pensar
que nos revela mucho, ya que es la cúspide de la obra entera.
Prácticamente, toda persona tiene deseos de dejar algo de sí mismo en
el mundo, estas esperanzas de trascendencia son importantes para
comprender el proceso emocional del paciente terminal.

En la práctica clínica, podemos definir la muerte en una forma más


objetiva: como la ausencia de signos fisiológicos vitales.

- Muerte encefálica, es la demostración de ausencia absoluta de


respuesta de las estructuras cerebrales o encefálicas a los
estímulos correspondientes aplicándose tanto procedimientos
clínicos como electrónicos o aquellos desarrollados por la tecnología
que permitan apoyar en su demostración.
- La muerte súbita, es aquella que acontece en forma brusca sin
manifestaciones previas, su origen puede ser una patología
ignorada o silente, o bien en un hecho violento.
- El estado agónico, comprende el agotamiento total de la reserva
fisiológica y tienen progreso hacia la muerte dentro de las
siguientes 24 horas. Adistanasia, es permitir morir en paz al
enfermo, sin proporcionarle los medios para retrasar la muerte
inminente, es lo contrario que la distancia.
- Duelo anticipatorio, es la respuesta normal ante la posibilidad de la
muerte de quien se ama.

La pérdida de un ser querido es una experiencia que se maneja de


diferente manera, pero hay una generalización sobre el duelo y el
sistema que las personas siguen tras la pérdida de su familia o
amistades. A esta secuencia se le conoce como las etapas del proceso de
morir según Elizabeth Kübler-Ross, que son las siguientes:

- Negación, un mecanismo de defensa contra el shock emocional.


- Ira, estado de enojo ante una situación injusta o difícil de
comprender y/o controlar.
- Depresión, ánimo decaído por la nostalgia, la culpa, el pesar y la
desesperanza derivada de perder a un ser amado.
- Negociación, proceso de introspección en el que la persona supera
sentimientos negativos con el fin de reconectar con el mundo y
vivir plenamente hasta llegar a la...
- Aceptación, una manera pacífica de contemplar la situación.

Los enfermos terminales experimentan muchos otros temores cuando se


acerca el momento de la muerte, y ellos mismos pueden experimentar
situaciones de duelo por un diagnóstico desfavorable o la sensación de
que van a morir inevitablemente, sin embargo, al estar en relación con
una o varias personas que compartan con ellos estos sentimientos, que
atiendan a sus confidencias, que los escuchen, representa un gran alivio.
Este contacto humano es el que suple en la mayoría de los casos una
falta de atención humana en el ámbito hospitalario. Ya que todo hombre
tiene derecho a vivir su propia muerte de manera digna. Las facultades y
escuelas de medicina y enfermería, refuerzan la ilusión de que el
paciente moribundo llega a la aceptación, aunque esto no siempre se
cumpla, eso condiciona una falta de comprensión y apoyo que permitan
al individuo sentirse pleno y aceptar su muerte de manera pacífica y sin
sufrir.

Una máxima de la atención médica es la importancia de respetar


siempre los deseos y disposición del paciente. La eficacia de la
comunicación con el moribundo abre la oportunidad de aplicar la
ortonasia, para ello resulta muy importante identificar los puntos de
sostén que el enfermo ha utilizado durante su vida y puede desear en la
agonía y la muerte.

El enfermo terminal es una persona y como tal debe ser tratado, porque
él, su familia y quienes lo acompañan, reaccionan de manera individual
ante la proximidad de la muerte. El enfermo necesita mantener su
identidad, tomar decisiones y estar informado. El plan de atención,
incluye el cuidado de las alteraciones del bienestar emocional
relacionados con la pérdida real o percibida ante la proximidad de la
muerte.

Es nuestro deber ayudarlo en la pérdida y el duelo, ayudarle a entender


el significado y valor de su vida, y si no es parte de nuestras
competencias, se ha de recomendar atención especializada. Lo
fundamental en los cuidados de los aspectos socioculturales, es que cada
sociedad tiene su propia manera de tratar la muerte de acuerdo con su
cultura. Las creencias y prácticas espirituales son los recursos valiosos
que le permiten al paciente terminal adquirir fuerza y valor suficientes
para enfrentar la muerte sin temor a la separación y le facilitan
encontrar el significado a su vida aún dentro de la etapa de sufrimiento.
La atención de enfermería al enfermo terminal consiste en aplicación de
acciones requeridas para lograr los objetivos propuestos y satisfacer las
necesidades humanas, aumentando la calidad de vida. Examinar los
temores y sentimientos personales sobre la muerte y aceptar la
impotencia para alterar el hecho de que el paciente agoniza. Recordar
principios de los cuidados paliativos. Usar generosamente el contacto
físico al proporcionar cuidados al paciente y fomentar las expresiones de
cariño de la familia.

Al paciente, mientras se le proporcionan los cuidados, se sentirá más


confiado, atendido, escuchado, comprendido.

Así mismo, el contacto no solo trae consigo la mejoría emocional del


paciente, sino que también es importante para garantizar que las
decisiones del mismo sean lo más adecuadas para todos los integrantes
del grupo doliente. Allí entra la capacidad de este grupo de personas
para ayudar al paciente moribundo a manejar la situación y tomar
decisiones. Aún así, el que da la dirección es el mismo paciente, siendo
posible que este rechace tratamientos y medidas paliativas.
La medicina contemporánea ha logrado un aumento muy significativo de
la duración de la vida, lo cual entre otros factores, ha redefinido el papel
del paciente en la toma de decisiones, aunque no se ha de perder el
respeto a la autonomía de la persona.

En este campo, la medicina paliativa adquiere toda su relevancia,


ofreciendo confort, alivio, consuelo y serenidad, siempre y cuando la
atención que se le brinde al paciente sea en función de su propio interés,
del respeto a sus derechos, creencias e ideología y persiguiendo siempre
el objetivo fundamental de la medicina, que es la procuración del
bienestar íntegro del paciente.

Un problema que suele surgir es cuando únicamente se puede obtener el


consentimiento de los familiares debido a las condiciones del paciente,
aquí la familia no siempre adopta decisiones acordes con los valores de
su paciente y ni en beneficio de él. Ante esto hay que decidir en función
del interés del paciente, considerando qué es lo que él hubiera deseado
si estuviera en condiciones de decidir, para lo cual es necesario tener
pleno conocimiento de las características sociales, culturales y
psicológicas del enfermo y no siempre es factible en nuestro medio
conocer estos aspectos.

El consentimiento informado debe ayudarnos en casos de demandas y


como medida de prevención para la profesión, como elemento ético que
permita al paciente decidir libremente acerca de las condiciones que
quiere acerca de su vida y del mejor morir.

Si bien en la actualidad el principio de autonomía destaca sobre los


otros, esto implica por una parte que el paciente se ha responsabilizado
de su salud y enfermedad, pero por la otra implica que el médico deba
asumir la importancia de respetar la libertad que tiene el paciente de
preservar su vida o no y cómo se ha de proceder. También el médico,
como ser humano, es portador de determinados valores que deben ser
respetados, por lo que al tener que efectuar algún procedimiento que no
sea acorde con sus principios tiene el mismo derecho que el paciente a
elegir, teniendo como apoyo jurídico, la objeción de conciencia.

Las acciones deben estar destinadas a lograr prolongar una vida digna
para el paciente, no a una agonía dolorosa o a satisfacer un deseo de los
familiares a costa del sufrimiento innecesario del enfermo.Eso sería caer
en el ensañamiento terapéutico.

Existen medidas para asegurar que el paciente no muera en un esatdo


de agonía y pesar, entre ellas está la eutanasia activa, que es la muerte
provocada por una acción; y la pasiva, que es por omisión. Ante la
inminencia de una muerte inevitable, es lícito en conciencia tomar la
decisión de renunciar a tratamientos que procurarán únicamente una
prolongación precaria y penosa de la existencia. El ser humano, aún
cercano a la muerte, ha de conservar su dignidad.

En oposición a la tendencia a evitar la muerte a toda costa surge hoy la


díaotra, corriente que afirma que el hombre tiene derecho a decidir
sobre el momento y la forma de su muerte. Por otro lado y a pesar de la
contradicción con el pensamiento cristiano actual, existen personas a
favor del derecho al bien morir, que en muchos casos se identifica
erróneamente con la eutanasia y el suicidio médicamente asistido. Se
postula que una sociedad pluralista debe asegurar el derecho a la libre
elección de cada uno de sus miembros en los diferentes ámbitos de la
vida, incluyendo las decisiones referentes a la propia muerte, siendo
esta parte del proceso de vida.

Personalmente, este tema resulta de importancia, puesto que será algo


recurrente en la práctica profesional y tiene implicaciones legales y
éticas de por medio. Considero que en su momento he de identificar
cuáles son los deseos del paciente y enfocaré mis esfuerzos a ayudarle a
tener una vida y una muerte digna.

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