Seguir a Crsito, es un camino que nos va poniendo a prueba, nos va exigiendo
lo máximo de nosotros. Esta exigencia es condición básica para que el amor
madure. Tenemos que se sensatos: el amor amor verdadero es exigente: ¿es sencillo amar al enemigo? ¿es simple dejar todo para seguirlo? Desde ya que no, y este amor con su exigencia, nos va llevando por caminos nunca recorridos. El amor verdadero nos lleva por caminos nunca recorridos, por sentimientos que nunca habíamos experimentado de verdad. Hace un tiempo un sacerdote me puso el ejemplo del pionero. Recorrer ciertos caminos es realizar la tarea de un pionero. Es difícil especificarlo o compararlo, pero un pionero se diferencia del guía de ruta porque este ya conoce el camino, la geografía, el clima. Sabe por donde y por donde no ir. El camino está hecho. Será parte de su sabiduría ir o no por esos caminos. En cambio el pionero comienza de cero. El guía sabe qué es lo que tiene que hacer, el pionero no sabe lo que le espera, tiene que abrir camino, tiene que fundar. El pionero está parado en un lugar del que nadie espera nada, en donde no hay nada. El pionero sabe que tiene que comenzar a construir desde donde está parado. Si es un hombre con experiencia sabrá que ese es el secreto y el desafío. No se asusta de lo que viene, es la lógica de la vida. Muchas veces en la vida frente a situaciones nuevas tenemos que tomar una actitud de pioneros, más que de guías, o simplemente personas que se conforman con lo que tienen. El que quiere algo nuevo tiene que comenzar de cero, desde sí mismo. Como en el camino de la vida, hay momentos de desconcierto, momentos en los que no se sabe para dónde ir o qué hacer. El rumbo no es claro. Más allá de que haya momentos en lo que no se deba hacer nada, también tenemos que pensar la posibilidad de que esos son momentos de profunda fecundidad. Dios nos deja así. El pionero llega a un lugar donde no hay nada ni nadie, donde no hay huellas, donde las cosas no están claras, pero es ahí, donde el pionero ve una posibilidad, una oportunidad para construir. Llorar porque no hay nada no me hace más maduro ni me permite construir. Los pioneros tienen una fuerza creativa, que les ayuda a ver más allá de las cosas. Fuerza y creatividad: las dos unidas. Ambas las podemos sintetizar en la palabra esperanza. La esperanza es la fuerza del pionero. No ve, pero su fuerza lo empuja. Una certeza lo lleva a descubrir lo pasajero de lo que no, le hace descubrir puntos de referencia centrales e importantes en su camino. Pocos, pero seguros. Y esta fuerza interna, hace del pionero alguien capaz de ir más allá, de ser un verdadero “transgresor”, es decir pasar los límites. Esto no porque sea un “rebelde sin causa”, sino porque su corazón no soporta los límites de lo ya hecho, el ahogo del “es lo que hay” o de la matadora resignación, que termina apagando el alma. No, él sabe lo que quiere y por eso se pone en camino, pensando no tanto en las dificultades, sino en lo que va a descubrir o construir. Y cuando llega a lugares, donde no hay más caminos, cuando llegan los momentos de peligro, cuando el corazón y la vida toda se pone en juego, cuando llega el momento creer que todo es un sueño y una mentira, la memoria de la esperanza, renueva la apuesta. Que no haya nada, no es signo de que todo está mal. Que se haya avanzado un poco no significa que los sueños sean mentira. Significa que se va construyendo. La alegría del pionero es construir, descubrir, comenzar. El pionero no diseña grandes ciudades o imperios, simplemente abre camino donde lo había abierto antes. Y ese es su fuerte, su capacidad, su don. Solo esa convicción es lo que lo mueve, esa es su fortaleza. Se siente “llamado” a eso: andar por donde nadie anduvo. Tiene una gran capacidad de realismo y paciencia, ya que hace lo que tiene que hacer. Su sueño puede ser grande, pero construye lo que tiene que construir. Podrá ver que hacen fasta muchas cosas, pero su alegría es empezar a sembrar, empezar a construir, entusiasmar a otros. Y tiene la profunda certeza de que solo así puede construir aquello que lleva en su corazón. Una situación nueva, inesperada, nos pone frente a dos caminos: o quedarnos sentados, agobiados por la situación o ponernos en camino como un pionero. El camino asusta, lo nuevo nos cuestiona, lo desconocido nos hace temblar, dudar. El camino que viene por delante puede ser peligroso, pero solamente aquellos que se animan a recorrerlo serán capaces de abrir caminos nuevos, de darse cuenta si verdaderamente era tan peligroso o simplemente era obra de nuestra imaginación. Solo los que se animan a dar el salto, a partir, pueden fundar algo nuevo. Lo nuevo desafía y nos deja solos frente a una decisión.