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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DEL PERÚ

Trabajo Final

Trabajo que como parte del curso de Investigación académica


presentan los alumnos

INTEGRANTES:
1. RITA MORELIA QUISPE CHAMBILLA
2. BRYAN CARLOS HUAYHUAS CHIPANA
3. JHONY STING BOCANEGRA CALDERON
4. DAVID GERSON PINEDO ISUIZA
5. CARLOS DARIO ROMERO TORRES

Lima, 26 de diciembre de 2020.


Estado de la cuestión sobre la violencia familiar en los niños escolares de las zonas
urbanas y su impacto en el rendimiento académico en el Perú entre los años 2014 a
2019

La violencia familiar con el transcurrir del tiempo se ha transformado en un problema de


salud para la sociedad en especial la violencia contra los niños y adolescentes, lejos de ser
un fenómeno aislado, está fuertemente ligada a la destrucción de la sociedad y la cultura, en
especial por la destrucción de los valores tradicionales y éticos. La violencia contra los más
jóvenes es una realidad aterradora, y las investigaciones al respecto concuerdan que este
fenómeno no solo es muy común, sino que parece aumentar en un mundo donde las
actuaciones agresivas se hacen más frecuentes.

De ahí, es importante conocer las consecuencias y repercusiones que causa la violencia


hacia los más jóvenes, para entenderla y prevenirla. En nuestro país la violencia familiar y
contra los niños y adolescentes es un problema social preocupante, más aun, porque se
presenta en el espacio donde se supone que sus integrantes deberían estar más protegidos.
En ese sentido, el tema que se analizara en el presente trabajo es La violencia familiar en
los niños escolares de las zonas urbanas y su impacto en el rendimiento académico en el
Perú entre los años 2014 a 2019. El presente trabajo tiene como principal objetivo dar a
conocer los conceptos principales, las formas de prevención, erradicación y sanción de
toda forma de violencia en especial hacia los más jóvenes, consultando a diversos autores
con propuestas que dan respuesta a la pregunta de investigación que planteamos ¿De qué
manera la violencia familiar en los niños escolares de las zonas urbanas impacta en el
rendimiento académico en el Perú entre los años 2014 a 2019?

En los últimos años en nuestro país se ha venido hablando de forma insistente sobre la
violencia familiar. Todas las personas conocedores del tema invitan a la víctima de
violencia a denunciarla, pues consideran que la acción principal para erradicarla es que se
dé a conocer. Sin embargo, los esfuerzos han sido pocos a fin de orientar a la población en
general sobre los comportamientos violentos. De esa manera, las víctimas de la violencia en
el hogar no están en la capacitad de reconocer en toda su amplitud ni para determinar el
grado de protección que les brinda la ley. Esto imposibilita a la víctima de denunciarla. Al
respecto diversos autores han definido la violencia familiar y sus distintas formas en las que
se presenta.
La violencia familiar no es sólo aquella que causa daño físico y hasta en
ocasiones puede quitar la vida de una persona. Existe otra violencia que no
se ve y es la violencia emocional o psicológica que va destruyendo a la
persona, dejando consecuencias graves tanto para la víctima como para el
agresor. Son innumerables las formas la violencia familiar. Puede pensarse
en violencia hacia los mayores, entre cónyuges, hacia los niños, las mujeres,
los hombres, los discapacitados, etc. Además siempre es difícil precisar un
esquema típico familiar, debido a que la violencia puede ser física o
psíquica, y ocurre en todas las clases sociales, culturas y edades. La mayoría
de las veces se trata de los adultos hacia una o varios individuos. (Muñoz,
2009, p.3)

En cuanto a lo citado por el autor se puede inferir que la violencia familiar puede ser física
y psíquica que va destruyendo a la persona dejando consecuencias graves tanto para la
víctima como para el agresor.

La violencia familiar tiene consecuencias en las personas que la


experimentan como: debilitación gradual de las defensas físicas y
psicológicas, lo cual se traduce en un Incremento de problemas de salud, se
registra una marcada disminución en el rendimiento laboral, trastornos de
conducta escolar y dificultades en el aprendizaje; por otro lado los menores
que aprenden en su hogar modelos de relación violentos, tienden a
reproducirlos en sus futuras relaciones, perpetuando así el problema, por lo
que es Importante y urgente en cuanto a la violencia, comprender los
antecedentes Inmediatos, los factores de riesgo y las consecuencias
psicológicas y sociales de dicho fenómeno. Además de nuestra cultura,
apoyada en valores, mitos, creencias y estereotipos, tomando en cuenta las
diferencias de género que existen y que sostienen la violencia. (Corsi, 2004,
p. 5)

Con respecto de las personas que experimentan violencia familiar nos señala que se registra
una disminución en el rendimiento laboral y dificultades de aprendizaje como debilitación
de las defensas físicas y psicológicas.

Lo esencial de la violencia, a diferencia de la agresión, es que el que ejerce


el daño aparece enmascarado, cauteloso, y no le permite al que experimenta
la violencia captar la amenaza implícita contenida en la situación ni alertarse
contra ella. Es decir, el componente amenazador como señal se inscribe
como distorsionado. La violencia es disimulada por racionalizaciones que le
confieren una fachada de normalidad. Quien la padece no es capaz de
elaborar formas de protegerse, evitarla o incluso enfrentarla. (Benyakar,
2003, p.5)

Si bien es también la violencia una actitud o acción que provoca dolor y daño al otro es
indetectable, oculta y solapada. Por lo general se oculta tras las reglas de la normalidad,
haciendo imposible que la otra persona ejerza alguna defensa, por tanto la persona objeto
de violencia queda atrapada por esta situación produciendo una vivencia traumática.

La violencia sexual, es toda acción que implica amenazas o intimidaciones


que afectan la integridad y la libertad sexual. Su expresión más grave es la
violación sexual, pero los acercamientos íntimos no deseados son también
formas de violencia sexual. También esta considerados cualquier forma de
contacto sexual o erotización en un niño o niña, la exhibición, la
involucración en situaciones de pornografía, la explotación sexual. (Barboza,
2016, p. 41)

Desde las vivencias de los abusados a las agresiones sexuales son todos los contactos
sexuales no consentidos. Cada experiencia de agresión sexual es singular y solo la persona
que la ha sufrido puede dar verdadera cuenta de su dimensión y como esta lo ha afectado.
Es cierto que todas las familias, y cada individuo que la integra son diferentes, que por esas
diferencias, cada familia tiene sus propias crisis, conflictos y desarrollo particular; cuando
estas superan su capacidad de resolverlas y de afrontarlas es donde se desencadena la
violencia entre los integrantes, la que comúnmente llamamos violencia familiar.

Es por ello que la violencia familiar y el rendimiento académico están relacionados entre sí,
y donde daremos un aporte, para la concientización de las familias, que el rendimiento del
estudiante es un síntoma de lo que pasa en el seno familiar donde radican los estudiantes de
todos los niveles educativos, contribuyendo en la aplicación y profundización de
conocimientos que permitirá conocer los valores de las teorías propuestas y de los avances
actuales del clima social familiar.

*Fuente: Instituto Nacional de Estadística e Informática.

Por otro lado, el presente trabajo ayudara, no solo a los alumnos que la estamos
desarrollando sino a todas las personas que tengan acceso a ella a contribuir en el proceso
de socialización entre los padres de familia y sus hijos, con el objeto de enseñar el rol
básico de la crianza y el cuidado de los más jóvenes durante su desarrollo evolutivo, pues
mantener un buen clima familiar entre los miembros del hogar es fundamental, ya que los
padres influyen en la capacidad de adaptación de sus hijos, frente al logro de las metas
propuestas a nivel personal como académico.

Para este primer trabajo, hemos consultado a diversos autores y profesionales del campo del
Derecho y Ciencias de la Salud. Ilmer Delgado Vásquez quien es licenciado en enfermería
por la universidad nacional de Cajamarca. Luz Miriam Vega Campos quien es licenciado
en enfermería por la Universidad Nacional de Cajamarca. Cristina Cuenca Piqueras quien
tiene título de maestría en Estudios migratorios, desarrollo e intervención social y otra
maestría en sociología aplicada por la Universidad de Malaga España. Mathaly Ysabel
Villacorta Parco, quien es licenciada en enfermería por la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos. Quintin Huaccachi Palomino, quien es licenciado en educación con segunda
especialidad en Psicología educativa y tutorial por la Universidad Nacional de
Huancavelica. Instituto Nacional de Estadística e Informática, es el organismo central y
rector del Sistema Estadístico Nacional, responsable de normar, planear, dirigir, coordinar y
supervisar las actividades estadísticas oficiales del país. Carolina Ayvar Roldan quien es
Jueza Superior titular de la Sala laboral Permanente de Arequipa. Dra. Ana Ysabel Cossio
Cabrera quien es Fiscal provincial titular de Familia del Callao. Dr. Waldo Francisco
Núñez Molina, quien es Fiscal Provincial Titular Civil de Lima, Distrito Fiscal de Lima, en
el Despacho de la Segunda Fiscalía Provincial Civil de Lima. María del Pilar Castillo
Soltero quien es autora de diversos libros de Violencia de Genero, ha sido Fiscal Adjunta
Provincial Penal del Callao y Jueza Penal de la Corte Superior de Justicia de Lima.
Ministerio de la Mujer y poblaciones Vulnerables, cuya misión es diseñar, establecer,
promover, ejecutar y supervisar políticas públicas a favor de las mujeres, niñas, niños,
adolescentes, personas adultas mayores, personas con discapacidad y migrantes internos,
para garantizar el ejercicio de sus derechos y una vida libre de violencia, desprotección y
discriminación en el marco de una cultura de paz. Miguel Ángel Ramos Ríos quien es
Fiscal Superior de la Fiscalía Superior Civil, en representación del Ministerio Publico -
Distrito Fiscal de Huancavelica.
Con respecto a las causas sociales y culturales de la violencia familiar contra los más
jóvenes los comportamientos frecuentes son, el abuso sexual y los maltratos que reflejan el
lugar y la dinámica mortífera de la violencia dentro de la sociedad donde se manifiestan;
más aún son indicadores de un fenómeno de destrucción sociocultural, como si los
agresores estuvieran actuando bajo el efecto de una voluntad oculta que les domina, y cuyo
fin seria destruir a las nuevas generaciones portadoras de la esperanza en el futuro,
interrumpiendo de este modo el ciclo de la vida.

*Fuente: Instituto Nacional de Estadística e Informática.

El término ‘violencia’ deriva del latín violare: tratar con violencia, en el cual se encuentra
la raíz latina vis (vires) con el sentido de ‘fuerza en acción’, ‘fuerza ejercida contra
alguien’. La palabra ‘violencia’ destaca la utilización de una fuerza física. Por esto, un
comportamiento violento es contrario a una relación de diálogo y lenguaje. Como decía
Lacan, citado por Jean-Pierre Lebrun, “la violencia aparece donde se deshace la palabra”
(Lebrun 2004, 273).

Observaba que lo que le da consistencia a la estructura de una sociedad


humana reposa en diferentes formas de intercambio, entre las cuales el
intercambio de palabras ocupa un lugar esencial. Y cuando cesa la
posibilidad de vincularse a través del lenguaje, dentro de un código
culturalmente definido, surge la violencia, el enfrentamiento, la dislocación
de los vínculos entre las personas que interactúan. A la inversa, los
discursos, los significantes, crean un lazo social y unen a los individuos
aislados dentro de unidades más extensas cuya función es asegurar su
supervivencia y su protección (Lévi-Strauss, 1958, p.96).

Esta oposición entre palabra y violencia nos parece esencial para la comprensión de los
efectos del maltrato y del abuso sexual contra los más jóvenes, en cuanto estas actuaciones
son inconciliables con la vida sociocultural de una comunidad humana. Son
manifestaciones de ruptura del pacto social cuya función fundamental es mantener la
convivencia pacífica. En este sentido, se puede decir que las agresiones contra los más
vulnerables del grupo indican un malestar profundo, una desestructuración de los valores
culturales, la expresión descontrolada de una pulsión mortífera.

En el marco de ruptura de la ética que hay que entender que el abuso sexual contra los más
jóvenes como una violación –término emparentado al de violencia- de la ley fundadora de
la sociedad. En este sentido, la perpetración de cualquier agresión sexual contra un menor
encubre ineludiblemente un daño que afecta el orden social. De modo que las
consecuencias de este actuar van mucho más allá del perjuicio físico, y sus efectos ponen
en peligro la integración del sujeto en formación a una comunidad humana, y a su
capacidad para asumir un lugar propio en la trama de intercambios de su grupo.

En cuanto al maltrato grave que se da en la familia, que atañe al desarrollo físico y


psicológico del niño, también hay que entenderlo como una conducta destructora que
dificulta grandemente la posibilidad de convivencia social del menor. Porque con este
modo de tratar a los niños la familia se aleja de su función esencial que es asegurar el
crecimiento sano y feliz de las nuevas generaciones, en manos de las cuales se encuentra el
futuro de la vida humana, y cuyas experiencias relacionales y afectivas serán determinantes
para la calidad del lazo social por venir. Para Freud (1927) más aún, el maltrato grave
alimenta la potencial pulsión de la muerte, en contra de la pulsión de la vida y del eros cuya
función es precisamente unir los elementos aislados de lo real y asegurar la conformación
de una trama social capaz de sostener a cada individuo en su intento de supervivencia
(p.86). En este sentido, el maltrato grave, de la misma manera que el abuso sexual, trastoca
el curso de la socialización, destruye el deseo de vida y dificulta la inserción de los jóvenes
en una cultura creativa.

Este rodeo inicial por una interpretación de las conductas destructoras contra
los niños, niñas y adolescentes en el seno de su familia, así como por las
rupturas de una convivencia armónica, favorable al desarrollo individual y
grupal, era imprescindible para mostrar que las problemáticas de abuso
sexual y de maltrato no se limitan a casos particulares sino que apuntan a un
asunto de sociedad y, por ende, requieren ser tratadas con el establecimiento
de principios y lineamientos políticos adecuados para alcanzar una verdadera
prevención que ponga fin a la tendencia destructora subyacente a la sociedad
actual (Haesevoets, 2008, p.228).

Para entender nuestro argumento es imprescindible precisar lo que cae dentro de lo que se
llama violencia contra menores. Se puede proponer una definición psicoanalítica: “es
violencia el actuar de un adulto contra un niño, una niña o un adolescente, cuando este
actuar está desprovisto de palabras humanizadoras” (Dolto, 1984, p. 85), pronunciadas o no
(pueden ser intenciones o comportamientos cargados de significación); es decir, un actuar
carente de sentido que se manifiesta con gestos, acciones, frases, conductas, cuyo fin no es
transmitir algún valor ético, algún aprendizaje educativo, algún afecto, sino un simple
desfogue contra el más pequeño, tratándolo como mera cosa, sin que exista por parte del
adulto un afán de hacerle un bien y de cuidar por su bienestar. Este perifraseo es necesario
en la actualidad en un esfuerzo de evitar la dilución de la noción de violencia a falta de una
delimitación clara, hasta el punto que el término puede perder todo sentido cuando todo se
transforma en supuesto maltrato. Porque hay comportamientos equivocados,
comportamientos de adultos frente a sus hijos que parecen cargados de agresividad y que,
sin embargo, no tienen una connotación de violencia; al contrario, hay otros cuya meta
expresada es hacer daño al pequeño; y hay otros que son destructores a pesar de no tener
una apariencia violenta.

En primer lugar hablemos del abuso sexual, por ser considerado como la forma de violencia
más típica contra los menores, aunque no sea siempre la peor expresión de agresividad, por
más equivocado que haya que considerar este comportamiento. No vamos a entrar en las
definiciones del abuso sexual, numerosas, pero por lo general insuficientes para analizar la
problemática en juego cuando no se las relaciona con otros aspectos, tanto psicológicos
como socioculturales.

La forma emblemática del abuso sexual según Dupret es el incesto, y parece muy
conveniente relacionar todos los comportamientos de naturaleza sexual entre adultos y
niños como expresiones incestuosas, por cierto una doble generalización, en cuanto al sexo
y en cuanto al parentesco. Según Dupret (2012) el incesto constituye, con el homicidio la
mayor trasgresión de las normas socioculturales. No existe sociedad en la cual no se
encuentre restos de esta prohibición fundamental, base estructural de la convivencia y de
las leyes humanas. Recordemos que la Ley Universal de Prohibición del Incesto conlleva
una interdicción, tanto intergeneracional como de orden sexual (p. 23); es decir, enuncia
que la generación de los padres no debería mezclarse sexualmente con la de los hijos, y
que, por otro lado, se supone que el acercamiento sexual entre hombres y mujeres de una
misma familia no está autorizada, aparte de la pareja de los padres.

Uno entiende entonces por qué la promiscuidad sexual de un adulto con una niña –más aún
si pertenece a su círculo familiar– puede tener consecuencias negativas para el desarrollo
psíquico de la joven, según Ferenczi por dos motivos principalmente:

El primero, porque este hombre que cumple una función de padre para la
niña la trata como a un objeto sexual, a pesar de que ella no haya alcanzado
la madurez ni fisiológica ni emocional en cuanto a su sexualidad, de modo
que ella es llevada a graves confusiones psíquicas, afectivas y conductuales.
El segundo motivo con efectos negativos tiene que ver con la sociocultura,
punto que cabe resaltar en una época en la cual las limitaciones al nivel
sexual parecen anticuadas e intrascendentes (Ferenczi 1981, p. 312).

En efecto, la niña o niño que establece con su padre una relación demasiado cercana al
nivel sexual –y aunque sea simplemente al nivel sentimental–, no se encuentra en condición
de establecer al mismo tiempo amistades normales con amigos de su grupo etario,
precisamente los que podrían llevarla hacia una sexualidad normal, conforme a su edad,
con intercambios afectivos entre pares.

Con respecto al maltrato constituye la otra vertiente de situaciones de violencia


intrafamiliar y, desde nuestro criterio, muy a menudo la más inquietante, la que siempre
acompaña las peores formas de abuso sexual. En efecto, entre los fenómenos de violencia
contra menores, el maltrato grave ocupa un lugar demasiado olvidado, casi oculto, como si
su realidad sobrepasara lo aceptable y lo imaginable. De hecho, cuando uno se adentra en
este campo, necesita mucha fuerza para no caer en el espanto: niños con marcas de
quemadura, con lesiones inexplicables por un accidente natural, con fracturas repetidas,
otros que están encerrados durante días enteros, que comparten su comida con animales;
como el caso ocurrido en nuestro país en la ciudad de Piura, el 26 de setiembre de 2020,
donde un niño de tres años fue maltratado por su padrastro, abuso que lo dejo con múltiples
golpes, marcas y fracturas en la cara, tórax y cabeza . Estos cuadros, difíciles de mirar
porque hacen presentes de alguna forma un lado inhumano reprimido en cada uno,
producen a menudo una reacción, conocida entre los profesionales, que es la de cerrar los
ojos frente a estas situaciones inaguantables.

El maltrato grave, aunque solo en casos extremos llega a causar la muerte


del menor, no deja de ser emparentado con el homicidio porque su meta, a
menudo inconsciente, es la destrucción moral, física y/o emocional del
joven. Sin embargo, cabe precisar que no todo maltrato conlleva este anhelo
mortífero y, a pesar de su apariencia de violencia, hay casos, no raros, en los
cuales se puede reconocer fines educativos, desde luego inadecuados, pero
que no encubren un deseo de muerte hacia el menor (Haesevoets, 2008, p.
25).

Por esto, insistimos en la necesidad de hablar de “maltrato grave” para referirnos a un


maltrato que tiene que ser analizado como una expresión de violencia y de deseo de
aniquilamiento contra un niño, una niña o un adolescente; y de este modo no extender esta
calificación a cualquier actitud o actuación respecto de los más jóvenes, aunque tenga todas
las apariencias de una agresión. En efecto, una educación responsable puede aparecer a
veces como un limitante para los comportamientos del menor, al ir en contra de sus
tendencias e impulsos naturales; sin embargo, hay que tener en cuenta que para que el
pequeño ser humano en formación pueda estructurarse psíquica y socialmente es
indispensable que se encuentre con reglas y normas, las que por lo general se concretan a
través de sanciones (por supuesto, bajo ninguna circunstancia, estos castigos pueden poner
en peligro el desarrollo físico y psíquico del menor).

En este sentido, no conviene confundir cualquier castigo, cualquier sanción, con una
expresión violenta, y esto por una doble razón: por un lado, una extensión del término
violencia (maltrato y abuso sexual) a toda conducta de adultos que sea sentida por los niños
y adolescentes como un displacer, y como un freno a su libertad y un límite a sus
actividades anheladas, conduciría a una condena de toda forma de educación y de toda
exigencia de superación en pos de su formación como ciudadano responsable. Por el otro,
tendría como efecto diluir la capacidad de intervención frente a actos realmente dañinos en
contra de los niños, y cuyas consecuencias son destructoras para su proceso de estruc-
turación físico y psíquico. Esta última situación se ha vuelto muy frecuente en este
momento, porque se alienta la denuncia de cualquier intervención de los padres que limite
la omnipotencia del joven.

Ahora bien, se ha puesto el acento en los aspectos más sociológicos de la violencia


intrafamiliar, pero eso de ninguna forma resta peso a sus consecuencias psicológicas. En
breve, el abuso sexual tiene efectos innegables de deterioro sobre la construcción de la
identidad del joven, proporcionalmente al grado de trasgresión, mientras que el maltrato
grave distorsiona su evolución emocional y su capacidad de empatía con los otros,
dificultando el establecimiento de relaciones afectivas con su entorno.

Con respecto al rendimiento académico existen diversos factores que influyen en el


rendimiento académico, las causas del bajo nivel deben buscarse más allá del estudiante
mismo. Para Fullana (1996), “el fracaso estudiantil es un conjunto de factores
interrelacionados tanto internos como externos al estudiante” (p. 27). Es decir, se trata de
un problema que trasciende, con creces en el ámbito educativo para convertirse en una
preocupación social, institucional y sobre todo personal.

El rendimiento académico, podemos decir que es la suma de diferentes factores que actúan
en la persona que aprende, y ha sido definido con un valor atribuido al logro del estudiante
en las tareas académicas. Se mide mediante las calificaciones obtenidas, cuyos resultados
muestran las materias ganadas o perdidas, la deserción y el grado de éxito académico.
Existen diferentes aspectos que se asocian al rendimiento académico, entre los que
intervienen componentes tanto internos como externos al individuo. Pueden ser de orden
social, cognitivo y emocional, que se clasifican en tres categorías: determinantes
personales, determinantes sociales y determinantes institucionales, que presentan
subcategorías o indicadores.

Para que los estudios de rendimiento académico sean útiles, es importante


identificar el tipo de influencia de los factores asociados al éxito o al fracaso
del estudiantado; es decir, de los niveles de influencia entre las variables por
considerar para determinar factores causales y mediaciones que determinan
las relaciones entre las distintas categorías de variables personales, sociales e
institucionales. Estas variables, además de ofrecer información de carácter
estructural y objetivo, toman en cuenta la percepción del estudiante respecto
de factores asociados al rendimiento académico y a su posible impacto en los
resultados académicos (Castejón y Pérez, 1998, p. 48).

Una de las teorías más difundidas y aceptadas, en cuanto a relación violencia y


rendimiento académico fue propuesta por Wine (Citado por Pierce, 1990) precisó que el
efecto debilitador del componente cognitivo en el rendimiento se debe a que el sujeto
focaliza la atención en aspectos internos (pensamientos autoevaluativos, y expectativas
aversivas (fracaso en la tarea, minusvaloración social y sentimientos de inadecuación)
irrelevantes a la tarea y no en la tarea misma. El sujeto en este sentido centra su atención
en la preocupación por la propia actuación y capacidad y por el efecto social de su
actuación.

Considera, según esta teoría el deterioro en el rendimiento laboral, intelectual o


académico se debe a un déficit atencional, lo que produce una interferencia en la
recuperación del material aprendido o información almacenada en la memoria ya que el
sujeto focaliza la atención en claves irrelevantes y no en los aspectos relevantes para
resolver adecuadamente la tarea. A mayor nivel de ansiedad mayor focalización de la
atención en los pensamientos rumiativos relacionados con evaluaciones irracionales
sobre la situación generadora de ansiedad (examen) así como en las manifestaciones
fisiológicas productos de éstas, por lo que la atención se desvía de la tarea, perdiendo la
persona la concentración en ésta perjudicando así su rendimiento en la misma. (p. 119)

Por otro lado Wine, citado por Benjamin (2000) dice que: La mayor exigencia atencional
requerirá la ejecución de la tarea (tareas o trabajos complejos) mayor sea el descenso en
el rendimiento. Ya que el sujeto con rasgo de ansiedad elevada centraría su atención de
forma persistente y repetitiva en esquemas cognitivos y pensamientos poco relevantes,
bloqueando y limitando así los recursos atencionales necesarios para la ejecución optima
de la tarea y por consiguiente el bajo rendimiento. De forma resumida, la teoría de la
interferencia atencional se apoya en los siguientes datos de investigación. La articulación
de la ansiedad de la evaluación entorno a dos componentes (Liebert y Morris) años 60,
cognitivos (preocupación-worry). El primero se refiere a aspectos cognitivos que tienen
que ver con las expectativas negativas sobre las capacidades de la propia persona, la
situación y las consecuencias de una mala ejecución el segundo fisiológico (emocional)
se refiere a la percepción que la persona tiene sobre su activación fisiológica ante la
situación, la cual se caracteriza por las manifestaciones fisiológicas (tensión muscular de
la frecuencia cardiaca, sudoración, etc.) (p 120).

La introducción de nuevas variables ha hecho más complejo el estudio del rendimiento,


como resultado de la necesidad de considerar su problemática desde una perspectiva más
cualitativa en correspondencia con la realidad del estudiante como sujeto social e
histórico.

El rendimiento académico como objeto de investigación educativa, se


remonta a las primeras décadas del siglo XX, con los estudios que
trataban de predecir los resultados académicos de los estudiantes y
explicar sus diferencias de rendimiento. En estos primeros estudios se
consideraba que la inteligencia y las aptitudes, así como los resultados
académicos previos eran los únicos predictores del rendimiento futuro.
Posteriormente, durante la década de los setenta se introdujeron algunas
variables afectivas. Actualmente, la investigación se ha reorientado,
tanto en la forma de concebir el aprendizaje, como en las variables de
estudio y en su metodología (Artunduaga, 2006, p. 27).

Es decir, el rendimiento del estudiante no depende sólo de él, de sus competencias, sus
habilidades, su motivación, sino también de su contexto, el cual influye
significativamente en sus resultados académicos.

Analizar los factores que influyen en el rendimiento académico de los estudiantes,


permite diagnosticar el estado en que se encuentran, conocer sus competencias, sus
deficiencias, sus carencias tanto de conocimientos, como culturales, y ejercer desde allí
una acción preventiva que luche contra el fracaso en la escuela

Las dimensiones más importantes en el proceso de enseñanza


aprendizaje lo constituye el rendimiento académico del alumno. Cuando
se trata de evaluar el rendimiento académico en el área de comunicación
y cómo mejorarlo, se analizan en mayor o menor grado los factores que
pueden influir en él, generalmente se consideran, entre otros, factores
socioeconómicos, la amplitud de los programas de estudio, las
metodologías de enseñanza utilizadas, la dificultad de emplear una
enseñanza personalizada, los conceptos previos que tienen los alumnos
(Lucero, 2009, p. 84).

De la cita se puede decir que para evaluar el rendimiento Académico se debe analizan los
factores socioeconómico que pueden influir las metodologías de las enseñanzas
utilizadas, permite diagnosticar el estado en que se encuentran conocer sus competencias
y deficiencias, el cual influye en sus resultados académicos.

Todos estos elementos ya comentados van conformando un aprendizaje en relación con la


violencia, que puede llevar a la adquisición de un rol violento en sus relaciones. Los
pequeños y pequeñas van recibiendo estas enseñanzas con frecuencia muy a su pesar, pues
una parte de ellos logra ver el daño de la violencia y no quieren repetir estas conductas.
Aun así van adoptando parte de estas actitudes y luego las reproducen en otros ambientes,
como por ejemplo en la relación con la madre u otras personas.

Ahora después de haber desarrollado lo relacionado con la violencia familiar y el


rendimiento académico podemos desarrollar la siguiente interrogante ¿Cuáles son los
efectos de violencia familiar en los niños escolares y su impacto en el rendimiento
académico? Según J. Lewis Herman (1992). los síntomas del estrés producto de haber
sufrido algún tipo de violencia pueden incluirse en tres categorías: 1) estado de alerta
permanente, como si el peligro pudiese retornar en cualquier momento, con trastornos del
sueño e irritabilidad; 2) intrusión, es decir, el momento del trauma es revivido
reiteradamente e invade la vida cotidiana, los pensamientos y los sueños; 3) constricción, es
decir, una persona puede entrar en estado de rendición, de derrota, con sensaciones de
aletargamiento e incapacidad para sentir y para actuar, con cesión de la iniciativa y el juicio
crítico; hay indiferencia, con retirada emocional y cambio en el sentido del tiempo; puede
haber dificultades para fantasear y para planificar el futuro (p.120).

Tomando todo lo dicho anteriormente, bajo este contexto, el Instituto Nacional de


Estadística e Informática-INEI, en el marco de difundir información estadística, pone a
disposición de las autoridades, usuarios y público en general, el documento “Perú:
Indicadores de violencia familiar y sexual, 2012-2019”, entonces podemos decir que los
efectos posibles del maltrato en la estructuración subjetiva son:

1) Déficit de atención. Cuando hay ausencia de estimulación o un exceso permanente, no se


constituye la investidura de atención con relación al mundo (que se crea como
consecuencia de un vínculo). Coincide con el “alerta permanente” del que habla Lewis
Herman (1992). Sabemos que el mundo no es investido automáticamente, o que lo que se
inviste casi automáticamente son las sensaciones (la conciencia primaria de Freud). Pero
para que haya registro de cualidades, de matices, se debe diferenciar estímulo y pulsión,
para lo cual los estímulos externos no deben ser continuos, sino que tiene que haber
intervalos. En estos niños, el mundo queda compuesto por infinidad de estímulos iguales,
equivalentes y es imposible sostener una investidura estable. Son niños que presentan
dificultades escolares por no poder concentrarse en las palabras del maestro, en tanto todo
ruido, todo gesto puede ser atemorizante. Es bastante frecuente que niños criados en un
ambiente de mucho abandono o que han sufrido migraciones o privaciones importantes,
estén totalmente desatentos en clase, en tanto la violencia deja, entre otras marcas, tanto
una tendencia a la desinvestidura como un estado de alerta permanente que es acompañado,
a veces, con la búsqueda de estímulos fuertes. Considero que el circuito: violencia-
desatención-búsqueda de estímulos fuertes en el mundo-adicción es una de las vías posibles
a pensar en los niños desatentos. Luego, en el esfuerzo por reinvestir la realidad, son
coleccionistas de traumas a posteriori: reaccionan demasiado tarde, a destiempo. Al no estar
atentos a lo que pasa en el mundo, las situaciones les suceden sin que puedan poner en
marcha la angustia señal.
2) Anulación de la conciencia en tanto registro de cualidades y sensaciones. Cuando el
maltrato se da desde los primeros momentos de la vida, se pierde la posibilidad de
diferenciar sensaciones, todo es igual; no hay diferencias. Habitualmente, un niño con
padres “suficientemente buenos” puede cualificar el mundo, registrar diferencias y sentirse
vivo, sin ser sacudido por emociones fuertes. Puede sentir placer en el contacto tierno, en
escuchar música, en leer un cuento. Estos niños golpeados, maltratados, no. Son niños que
quedan anestesiados, con una parte muerta y que necesitan ser sacudidos. Suelen buscar el
peligro, jugar con la posibilidad de un accidente, drogarse, golpearse contra el mundo
(como los que juegan en las vías del tren a esquivarlo), buscando sensaciones “fuertes”. La
sensación es de estar muerto-vivo: entran en apatía afectiva (como los sobrevivientes de los
campos de concentración). Se anula la capacidad de registrar los afectos. La apatía es efecto
de la pulsión de muerte. La anestesia afectiva deja al sujeto en un estado de desvitalización.
Predomina un sentimiento mortecino, un estado de sopor, sin conciencia, en el que no
pueden anticipar situaciones posteriores. Como todo les parece igual, esperan que la
vitalidad sea sostenida desde los golpes del contexto. Cuando la coraza antiestímulo se
construyó pero quedó arrasada, el mundo de las impresiones sensoriales, en el mejor de los
casos, trabaja defectuosamente, las inscripciones psíquicas están empobrecidas y las
preexistentes no reciben investidura porque toda la economía pulsional está trastocada.

3) Confusión identificatoria. Quedan arrasados sus ejes identificatorios (como en los


campos de concentración y en los hospicios). El niño se pierde en la nebulosa de no saber
quién es. A veces, puede salir de la confusión ubicando un enemigo externo, o un mundo
externo como peligroso. Otras veces, adquiere una identidad por identificación con aquello
que los otros suponen que lo define: malo, tonto, etcétera. Muchas veces, en los niños la
idea de ser malvados se instala como modo de justificar el maltrato.

4) Repliegue narcisista. Han construido una coraza antiestímulo onmiabarcativa. Son niños
que permanecen como animales heridos, recluidos en su cueva. Algunos pueden sobre
adaptarse, mientras la libido inviste los órganos del cuerpo en forma patológica. Otros salen
del encierro con un estado de apronte angustioso permanente (pendiente de olores, ruidos,
etc.). Así, una niño que fue muy golpeado por sus padres, no podía cerrar la puerta de su
habitación y se pasaba toda la noche en una especie de duermevela, pendiente de lo que
sucede a su alrededor, como si l pudiese morir en cualquier momento. Otros salen del
encierro con un estado de apronte angustioso permanente (pendiente de olores, ruidos, etc.).

5) Repetición de la vivencia en su forma activa o pasiva. a) Hacer activo lo pasivo


(identificación con el agresor); b) buscando que alguien se haga cargo de que la repetición
textual se dé (buscar otro agresor). Lo que se torna ineludible es la repetición de la
vivencia. Un niño puede repetir vivencias de sus padres o abuelos, que les han sido
transmitidas sin palabras. Pero en el caso de los niños maltratados desde momentos muy
tempranos de su vida, la repetición, más que de un vínculo doloroso, es repetición de un
dolor arrasante y de un vaciamiento representacional.

*Fuente: Instituto Nacional de Estadística e Informática.


A manera de conclusión podemos decir que la cantidad de situaciones por las que tienen
que pasar estos niños y niñas, existe un abanico de circunstancias que podría tener que
afrontar a lo largo de la infancia y adolescencia. En función de cómo se presente la
violencia en sus vidas los niños y niñas percibir a estas situaciones de una u otra forma.
Como elemento común a todas estas canciones está la idea central de qué son conscientes
de la situación de maltrato que vive madre, cualquiera que sea la forma de este, Aunque no
se identifique como tal. Sabemos que los signos de la violencia de género en la pareja ella
es casi imposible tarde o temprano esta circunstancia provocan un intenso sufrimiento y
malestar.

Como hemos comentado en páginas anteriores, la importancia del contexto familiar en el


desarrollo académico de los hijos resulta innegable. Se trata de una de las variables
fundamentales que inciden en el éxito o el fracaso escolar. Por ello, con el desarrollo de
este marco teórico se ha pretendido conocer, primeramente, qué se entiende por Fracaso
Escolar, a la vez que se ha profundizado en las variables que inciden en él, haciendo
especial mención al contexto familiar.

Sin embargo, cabría incidir en las limitaciones que supone la selección de los factores
familiares como variables determinantes del rendimiento académico. Dicho constructo se
ve influido, como hemos señalado a lo largo de nuestra disertación, por multitud de factores
interrelacionados entre sí de manera compleja, hecho que dificulta, enormemente, las
investigaciones al respecto.

Es por ello que tanto el maltrato infantil en todas sus formas no son figuras cualesquiera de
violencia, sino transgresiones de las dos leyes fundadoras de la sociedad, y por ende,
comportamientos destructores del lazo social. Sin embargo, se observa un gran
desconocimiento de la realidad de la violencia contra los menores, que se torna evidente
cuando se analizan los datos referentes a estas problemáticas en nuestro país. No existen
registros precisos de esta problemática; ningún estudio ofrece una estadística detallada de
las situaciones de maltrato grave y las últimas investigaciones respecto se basan en estudios
a posteriori, a partir de adultos entrevistados sobre asuntos de abusos sufridos en su
infancia.

La problemática de la violencia contra los más jóvenes, no se puede diluir en capítulos y


subcapítulos de otras políticas, sino que la definición de los lineamientos de la política
hacia la infancia y la adolescencia debería ir mucho más allá del Código de la Niñez y
Adolescencia y debería proceder del trabajo de especialistas de la infancia, psicólogos y
psicoanalistas, educadores, médicos, sociólogos, trabajadores sociales, y con el
asesoramiento de expertos en cuestiones de justicia.

A partir de lo trabajado en el estado de la cuestión, planteo que la violencia familiar en los


niños escolares de las zonas urbanas tiene un impacto directo en el rendimiento académico
de los niños en el Perú, sin importar el grado y tipo de violencia que hayan sufrido dejando
graves secuelas a fututo.

Dos cuestionamientos podrían enriquecer aún más el trabajo realizado: ¿El Estado Peruano
está preparado para combatir la violencia familiar que sufren los niños?, y ¿Existen en
nuestro país un órgano estatal que se encarga de velar por el cuidado de los niños y
adolescentes? Resolver estas dudas podría dar un panorama más claro de la lucha contra la
violencia que sufren los más jóvenes y las formas de prevenir este mal que sigue aquejando
a nuestros niños, niñas y adolescentes.
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