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CHICOS EN BANDA LOS CAMINOS DE LA SUBJETIVIDAD Salpeter ie i | EN EL DECLIVE DE LAS INSTITUCIONES een SILVIA DUSCHATZKY los ace son ant en los que se sufre, se pit CRISTINA COREA rando no hay instituciones? 2Acaso ren de las prof: i donde haya algo tados por unas pra decide nombrar como escuela. FLACSO y coordina el posgrado en Gestién de las Insti+ tuciones Educativas. Es autora de La escuela como fron- tera (Paid6s, 2000), junto con Alejandra Birgin, de }énde esta Ia escuela? (2001) y Escuelas jela Farran y Eli 19a, se desempelié como doc los en revis- tas y libros, entre los que se cuentan: ¢Se acabo la infoncia? Ensayo sobre la destitucién de ta nifiez (1999) y EI nifio actual: una subjetividad que violenta el dispo- sitive pedagégi junto con Ignacio Lewkowicz, Pedagogia del aburrido (Paidés, 1999). SILVIA DUSCHATZKY * CRISTINA COREA 1884: 978.9501245158 DOS TRAMAS SOCIALES 15 ” USUI OO (ease CAPITULO 1 Escenarios de expulsi6n social y subjetividad como habitan los jovenes A medida que transcurria el ‘mos el material recogido advertimos que el término “ex- clusién” no nombraba la sitwacién particular que desedba- mos deseribir, Decidimos entonces hablar de expulsion y no de pobreza o exclusién por las siguientes razones. La pobreza define estados de desposesién material y cult mente atacan procesos de filiacién y ho: faturos, Basta con observar los movi~ mientos migratorios de principios de siglo o los sectores, obreros de la década del cincuenta para advertir que po- breza en ese entonces no suponia exclusién social ni desa~ filiacién. La participacién en la estructura fabril, la perte- nencia al sindicato, a las asociaciones barriales, Ia entrada de los hijos a la escuela, el crecimiento del consumo de bros, diarios y medios de comunicacibn, la difusion del ne y el teatro, las conquistas sociales aleanzadas en el mar- ‘stado de Bienestar revelaban la existencia de lazo social, un lazo que no eximfa de disputas y de desigualda- des pero que ponfa de relieve la existencia de filiaci6n, per- tenencia 0 reconocimiento. En pocas palabras, la pobreza zontes o imaginari Silvia Duschatzky y Cristina Corea no necesariamente afecta a la “creencia” 0 a la confianza de que es posible aleanzar otras posiciones sociales Qué ocurre con Ia exclusién? Qué fendnrenos deseri- be? La exclusién pone el acento en un estado: estar por fuera del orden social. El punto es que nombrar la exclu- sidn como un estado no supone referitse a sus condiciones productoras. La exclusién nos habla de un estado -con lo que tiene de permanencia la noci6n de estado- en el que se encuentra un sujeto. La idea de expulsion social, en cam- bio, refiere la entre ese estado de exclusion y lo que lo hizo posible. Mientras el excluido es meramente un producto, un dato, tegracién, el exp cial, una produc |. se considera la exclusién ya no como un estado (una determinacién) sino como una operatoria (unas condicio- nes), ponemos de relieve su caracter productivo, y la estra- de lectura debe modificarse, La expulsién, considera- da como una serie de operaciones, nos da la oportunidad de ver un fancionamiento, la produccién en Ia situacién del expulsado. La expulsién social, entonces, mas que de- nominar un estado cristalizado por fuera, nombra un mo- do de constitucién de lo social. El nuevo orden mundial necesita de los integrados y de los expulsadas. Estos ya no serian una disfunci6n de la globalizacién, una modo constitutivo de Io social. La expulsién social produce un desexistente, un “desa- parecido” de los escenarios piblicos y de intereambio. El expulsado perdi visibilidad, nombre, palabra, es una “nu- da vida”, porque se trata de sujetos que han perdido su vi- idad en la vida paiblica, porque han entrado en el uni- verso de la indiferencia, porque transitan por una saciedad que parece no esperar nada de ellos. Para entender el concepio de nuda vida, acutado por Walter Benjamin y recuperado por Giorgio Agamben (2000), recorddemos la diferencia que establecfan los griegos |, sino un 18 eA gee ef eee ate! nd etd Escenarios de expulsiin social y subjetividad entre 20¢y bins, Mientras 2o¢ nombraba el simple hecho de vivir comtin a todos los seres vi forma o manera de vivir propia de un individuo o un gru- po, Agamben define la vida humana como aquellos modos, actos y procesos singulares del vivir que nunca son plena- mente hechos sino siempre y sobre todo posibilidades y po- tencia. Un ser de potencia es un ser cuyas posiilidades son iiiltiples, es un ser indeterminado, Un ser de nuda vida es ser al que se le han consumido sus potencias, sus posibi- ides. Nuda vide es un ser absolutamente determinade “Un dia vino el patrullero y me levé donde estaba Diego, perdido, totalmente ivrecanocible, los ojos desorbitades,lastimades ‘por la fana... Gritaba como wn loco, decéa que na lo dejara, que 119 lo iba a bucer mds, Horaba y puteaba a todas los canas... Lo anetieron entre cuatro, no lo podian entrar para cerrar las ras Yo Moré todo ol cannino, slo recordaba los gritos de Diego. Desde entonces tado lo que él baga lo tiene que saber el juez.” (Relato de la mama de Diego.) “Nosotras fiximos a la décima para ver a mi hermano, esta~ ba Weno de presos. En los ealabozos se habian qnemado muchas chivas. Abora se puede tener menores abi. A esas prostitutas las evientan a palos y me da lésinna, som unos euliadas birbaras porque lo quieren bacer sin forro y ellas sno quieren, entonces las violan.” “Trabajo como tn loco todos los dias, limpio vidrios en el cru- ce de Ferveyra. A veces me da un poco de vergiienza, pero no me gueda otra. Para colno me queda muy poco porgue una parte se 1a tengo que dar al que nos consigue el lugar; me tiene barto tra~ bajar para ese hijo de puta.” El sujeto privado de realizar Formas mniltiples de vida se convierte en nuda vida, Cuando un sujeto deja de realizar- 9 Sileia Duschatcky y Cristina Corea se en sus inscripciones miiltiples, trabajador, mujer, hom bre, hijo, padre, artista, estudiante, eteétera, se aproxima a Ja nuda vida, Ahora bien, cuando hablamos de nuda vida, queremos destacar las condiciones sociales productoras de la expul- sién. No obstante, lo los sujetos en estas condiciones, qué ocurre en sus bordes. A simple vista los indicadores o rastros de la exp social pueden advertirse en un conjunto de datos fécilmen- disolucién de los vinculos familiares, drogadicciGn, etcétera, Estos datos retratan determinacio nes, actos, hechos, pero no hablan de los sujetos, de los modos de significaci6n, de las operaciones de respuesta, de sus efectos en las relaciones sociales, de las valoraciones tanto, y dado que nuestra preocup: taa indagar las tinguir entre actos o datos reveladores de la expulsién y practicas de subjetividad, es decir, operaciones que pone en juego el sujeto en esa situacién de expulsidn Las précticas de subjetividad permiten rastrear las ope- raciones que despliegan los sujetos en situaciones limite y las simbolizaciones producidas, La pregunta por las pric~ ticas de subjetividad, por los modos en que los chicos se ituyen en particulares circunstancias es también la pregunta por la eficacia de dispositivos como la escuela, en {a cual los sujetos pasan gran parte de sus vidas. ¢En qué medida el trénsito por Ia escuela deviene experiencia de construccién subjetiva? ¢En qué medida pasar por ella su- pone salir transformado? ¢Fs la escuela en las nuevas condi- ciones de globalizacién y dilucién del Estado-naci6n, un lu- {gir capaz de marcar a los sujetos? Cuales son los rasgos de 20 idad Excenarios de expuisién social y subj Jas nuevas subjetividades y qué diferencias guardan respec- to de los sujetos formados por el aparato escolar en tiem~ pos del Estado-nacién? Las formas de produecién de la subjetividad no son uni- versales ni atemporales sino que se inscriben en condicio~ nes sociales y culturales especificas. ¢Cusles son las nuevas condiciones en las que se encuentran los sujetos? Desta- quemos en primer fundamental en el suelo de lazamiento de la promesa del Estado por la promesa del mercado. Ya no se rata de ciudadanos sino de consumidores. El historiador Lewkowicz sostiene que asistimos al agotamiento del Es- tado-naci6n; la potencia soberana del Estado fue sustitui~ dla por In potencia soberana clel mercado, El Estalo-na~ cin, forma clave de organizacién social durante los siglos XIX’y XX, se muestra impotente para orientar el devenir de la vida de las personas. A diferencia del stad one un orden sit of, un sustra- mereado se dirige a un sujeto que s6lo tiene derechos de consumidor, y no los derechos y obligaciones conferi- nsumo, entonces, no requiere la ley idores, un jaginario que produce, en un nn raciones, el espejo don. 1 otro como espejo, como limite, como lugar de dife- renciacin y de deseo se opaca. Nuestros tiempos nos inundan con mandatos en los que el otro es prescindible. Para satisfacer el “deseo” de consumo necesito cel ol y no del sujeto; para trabajar necesito que el azar recaiga sobre mi y no sobre el otro porque no hay lugar para to- 2 Silvia Duscbatzhy y Cristina Corea dos; para estar integrado dependo de mi capacidad de ges- tionarme dado que es aqui, en el lazo donde se fia Ia in de Ia posibilidad para al- canzar la felicidad no es al otro al que necesito sino que me basta con un conjunto de prétesis ce mf mismo: gimnasia, consejos de autoayuda o Hiftings En el marco de estas condiciones emergentes de “legi- timidad” social, encontramos que la violencia es la marca que permea la vida de los que habitan la periferia de la ciu- dad de Cérdoba. Podemos establecer alguna conexién entre las nuevas condiciones de legitimidad instaladas por Ja dominancia del mereado y la violencia? Competitividad, “ventajeo”, sociedad del riesgo, “aguante”,' no son térmi- nos equivalentes pero todos comparten la peculiaridad de nombrar al sujeto al margen o a expensas de la ley y, en consecuencia, del “pacto fraterno”. La violencia se presen- ta como el sustrato cotidiano sobre el que construyen la subjetividad nifios y jvenes. “Mejor give no vaya al barrio de noche porque no le van a de~ Jar ni la ropa. ¢Sabia que a este barrio lo declararan zona raja?” “Corea de la escuela hay un aguantadero donde corre la dro- a y se juntan varias pendejas y pendejas, allf se dan con todd Pasa de todo, afianan, hacen porres..” “A mime apunalaron wn arnigo.” “La policia en la esquina de la escuela pone a ls chicos contra 4a pared y las palpa de armas, luego los prepotean y los echan.” 1. *Ventajeo” y “aguante” son te zados por jévenes del conurbano bonaerense que deseriben los valores rescatados en la pric~ tica del robo. Vase G, Kessler y L. Goldberg, Coben xialy violencia vwrbana, Un esti explratori sobre la Argentina a fines de Ins 90, Buenos Aires, mimeo, 2000. Excenarias de expulsién social y subjetivided Hablamos de violencia como sustrato, como condicio- nes cotidianas, para diferenciarla de la violencia como ac cidente, prictica excepcional, revuelta colectiva orientada hacia algain fin o violencia simbélica tendiente a imponer comportamientos y percepciones sociales. Digamos que la violencia es hoy una nueva forma de socialidad, un modo de estar “con” los otros, o de buscar a los otros, una forma incluso de vivir la temporalidad. En palabras de Imbert (1992), “hasta las conduetas mis anémicas dicen algo, expresan un sentimiento, aunque sea de impotencia, remiten a un lenguaje, aunque sea secreto inarticulado”. Admitir que la violencia, aun como expre- 6n fallida de lo simbélico, puede constituir un lengu: permite que la veamos como una respuesta de urgencia a sitwaciones de emergencia. ‘Nuestra hipétesis es que la violencia se presenta como un modo de relaci6n que aparece en condiciones de impo- tencia instituyente de la escuela y la fami una época en que parecen haber perdido potencia enun- ciativa los discursos de autoridad y el saber de padres y maestros, que tuvieron la capacidad de interpelar, for- mar y educar en tiempos modernos, En los casos que si- guen se pone de relieve algunas formas de destitucién simbélica de las instituciones tradicionales. Se advertirs que en todos los casos tanto Ia figura paterna o materna como el lugar de la escuela se encuentran despojados de autoridad, “Yo estuve encerrado, una vez: me peleé con un vago, lo hice de goma porque nie pegd una patada en las canillas y lo reventé a trompadas. Sey bueno para las quemas. Estuve encerrado cin- co dias, no la pasé tan mal.” “La bizo encerrar la vieja porque no lo podia tener en la ca- sa, vivia en la calle.” (Aqui leemos que Ia madre no pudo ccumplir con su funci6n.) 23 Silvia Duschatcky y Cristina Corea ste se la rebanca, wna vez se armd un ren en ef patio de In escuela, los reventamos a palosy nos suspendieron.” (Aqut lee~ mos que la medida no los afecté, no perdi6 su eficacia rectificadora.) fo odio a mi papd porgue dijo que no era mi papd y porque ime Neva a trabajar. (| A mi me odian trodes. [..] Porue me ala calle, choreo plata y vengo temado a mi casa.” (Aqui Jeemos que el padre desprotege.) Tal vex at cules han sido los diseursos porta a, no con el afin de res- tituirlos, dado que es imposible volver el tiempo atrés, si- r los quiebres y rupturas a los que hoy asis- primera mitad del siglo XX. Qué significaba ser argentino cn os primeras sesenta atios del siglo? gCudl era la base relati~ vamente universal que garantizaba tn mninimo de identifica idm nacional? Ser ar judadano y tener trabajo, No se tra- in exenta de exclusiones y conflictos. a extensién de in de derechos icaban mucho mas que conquistas sociales 0 competi cias adquiridas. Estar alfabetizado, ser ciudadano y tener 4 scenarios de expulsién socal y subjetividad trabajo nombraba a un sujeto anclado en un lazo social y liado a una genealogia cultural. La impotencia institu- yente habla entonces de la cafda no sélo de estos referen- tes o patrones de identidad sino de ln propia autoridad simbélica, es decir, de discursos que interpelen, nombren, convoquen a los sujetos, les asignen un lugar en la trama social y los habiliten para la constitucién de sus propios Di ir (1990) destaca que muchos de los valores de la modernidad estin atin disponibles pero ninguno cuenta ccon el pres esta caida de toda narrativa en la qu: difica el suelo de constitucién subjetiva. El punto clave desde el punto de vista de este autor es que no se tratari de un sujeto constituido alrededor de algtin ferencia compartido, sino de un sujeto que se define a par- tir de sf mismo, un sujeto fragmentad 20, que ya no se reconoce en el imperativo ni puedes porque debes sino en el tié debes porgue puedes. Cuando la ley no opera, cl semejante no se configura. El semejante no es. una construccién espontinea que nace del vinculo entre dos sujetos. El semejante es siempre igual a otro, ante y mediante un tercero. Es la ley la que, a partir de instituir un principio de I raldad, habilica la constr se deriva que sila ley no opera como principio de interpe- cién, o opera la percepcién de su transgresié Desde esta perspectiva, la tal, en tanto no hay registro de un limite violado. Se tra- ta, en cambio, de una biisqueda brutal y desorientada del otro en condiciones en que el otro no es percibido como mite. La violencia en los contextos analizados asume distintas formas, pero todas suponen una préctica situada en los bordes de la palabra. Se trata de una expresién que se ma- 5 Silvia Duschatzky y Cristina Corea terializa en el cuerpo. La vi dos se presenta bajo cua escuela), como forma ponente de un aconteci cotidiana (en la cal En la escuela, la vis a por sus protago- nnjstas como un acto de agresividad, sino como un modo de ‘rato habitual y cotidiano. La violencia en la escuela es icada como tal por un observador y no por sus agen- tes. Son los docentes, en la posicidn de observadores, quie~ nes hablan de violencia cuando constatan que los compor- tamientos habituales de los alumnos son la negacién de la represent corresponde a la condicién de alumno. EL ideal de alumno (respetuoso, obediente, atento) es el que rige como pardmetro de juicio: “Contestan mal, se em- pian y pegan todo el tiempo, roban lax casas, se pelean por las chicas, por la madre, se dan patadas y trompadas, se ponen plas tilina en el pelo, excupen, se agreden verbalmente. e trata de una disfuncién del alumno o de un indicio de la inetica~ ‘ia simbélica de las instituciones? El Estado-nacién, mediante sus instituciones principa- la fami escuela, ha dejado de ser el dispositive id” del sujeto. Todo parece indicar que la violencia con el otro, la violencia a modo de descar- g1 0 pulsidn descontrolada es el indice de la incapacidad del dispositive para instituir una subjetividad regulada por la ley simbélica. La violencia como estallido es una suerte de energia pulsional no controlable, Las maestras se quejan de que los chicos no entienden cuando se les reitera “no hagas a los demas lo que no quie~ res que te hagan’”. Pero lo'que ocurre es que para que esto se comprenda, 0 mejor dicho se incorpore como mandato, es necesario percibir al otro como semejante, La escuela ins- tituyé durante su larga trayectoria Ja hermandad entre los alumnos: hijos de la misma patria, sujetos de un mismo len guaje, filiados a la mismos simbolos, habitantes del mismo 26 Excenarios de expulsién social y subjetividad suelo, herederos de los mismos ‘misma ley: “los hermanos scan unidos porque ésa es la ley primera”, La sentencia es interesante porque no sélo or- dena ~"sean” sino que lo hace enunciando la existencia de la ley. Es decir, la hermandad sélo es posible habilita~ da por la ley. La institucién del semejante requirié un conjunto de operaciones discursivas que lo construyeran. El semejante era entonces producto de una edueacién moral orientada 2 la coacci6n. “Enseftar la facultad de la raz6n para dist guir la verdad del error, lo bueno y lo malo y formar el hi- bico de actrar correctamente para que la imagina pasiones y los afectos se acostumbren a ceder ante las cisiones de la raz6n” (Dussel y Caruso, 2001). El semejan- creacién de un sujeto edueado. Ahora bien, perci- fro un semejante no era ver alli I alteridad sino Ja educaci6n podia transformar a los bérbaros en ci os 0 semejantes hacia que el otro fuera siempre una ¢ de educabilidad: los nifios son los hombres del tencia pa ana, sostenta el di n. Cuando fueran hombres serfan sem Entonces, lo que escapaba a la accién educativa -vago, indigente, vieioso, de malas maneras, inculto~ era encerra- do 0 era reeducado, La propia educacidn moral en tanto se apoyabs en Ia coa orientada a la regulacién del conjunto de los ciudadanos, creaha la categoria de sem universaliza- mn pare cabja el te al propio comportamiento (por efecto de un, za de ser premiado por las buenas castigo). acciones, del tem 27 Silvia Duschatzky y Cristina Corea sintoma del agotai ispositive pedagdgico mo- derno. A diferencia de Ia violencia en las fiestas y en los ri- tos, la violencia en Ia escuela es un fuera de luger, una irrupcién que resulta inconsistente con la representacién de una escuela, lugar eficaz para controlar las disrupciones y moldear la moralidad del sujeto, Ex la fiesta ouartetera, |a violenefa aparece como wn in- grediente més de ese acontecimiento. Los chicos pueden protagonizarla, registrarla y ratar de evitarla pero en todos, los casos no se trata de izan en una una de sus expresién. Es decit, no la viven como un fuera de ugar. La fiesta es al tiempo catarsis, lugar de encuentro, de de contacto violento. La violeneia en la En los ritas, como el caso del la violencia es una forma instituida en tanto es la cual un miembro del grupo adquiere un cierto estatuto. En las proximas paginas, nos referiremos a este rito en su earicter de préctica de constitucién de sub- 6n. Por ahora y a los efectos de des- 0 de violencia que circula en estos casos, diga- mos que se trata de una condicién que le confiere al sujeto una posicién dentro del grupo. Atravesar por una serie de actos “violentos” sobre el propio cuerpo y el cuerpo del otro ¢s un modo de alcanzar un nuevo lugar legitimado en el grupo: el del “choro fino”. La violencia en est no. es ni un fuera de lugar como en la escuela ni un compo- nente mas de la socialidad como en la fiesta, sino una mar- miento, en las fronteras de las le- En Ja calle, la violencia se presenta constituyendo la ma- twiz.del lugar. A diferencia de la fiesta, donde también apa- rece como un elemento constitutivo del lugar, aqui se tra- Esconarias de expuisién socal y subjetividad se puede escapar. A la fiesta se eli- es un lugar ineludible, Se puede sus efectos se de un lugar del qu ge ir, en cambio la elegir el modo de dejan sentir en la s calle como epicentro, pero no sélo a la call calle representada medisticamente. El sentimiento de in- seguridad se inscribe en una espiral que comprende la vio- nncia representada y la lizados, la violencia callejera se comporta como un elemento de alta significatividad, en tanto pone “La vida de la gente cambié macho, Antes podéems dejar la casa sola, yo sala los dontingos, me iba a la casa de mi pape, de- _jaba las puertas abiertas y cuando volvta encontraba todo, Jamis ‘me sacaron nada. Ahora no puedo salir ni al asfalto pore re de- jan sin nada.” (Testimonio de una vecina.) “Antes los chicos jugaban todos juntes, nose peleaban par ts _juguete, no se golpeaban, Abora un ebiquite de 4 afas te mata ‘un pollito y te roba un par de zapatillas.” (Testimonio de una vecina.) “A mi no me dejan ira la casa de mi amiga porque la calle es peligrosa, por acd roban y violaron a nna chica, Yo de noche tengo miedo.” (Micaela, 11 aitos.) CAPITULO 2 Territorios juveniles emergentes El anilisis del corpus construido hasta el momento nos invita a sostener la idea de una subjetividad situacional con- figurada por fuera de los dispositivos institucionales mo- dernos. Hemos visto que la subjetividad ya no depende de las pricticas y discursos institucionales sino que sus marcas se producen en el seno de prfcticas no sancionadas por las instituciones tradicionales como la escuela y la familia, “La educacién lo puede todo, incluso que las asos bailen”, pro- fetizaba Helvetius en el siglo XVIIL Meirieu (1998) nos recuerda que el educador moderno aplica todas sus ener- fas y su inteligencia en una tarea que juzga al n extraordinaria porque afecta a lo més valioso que tenemos: el hombre. El educador moderno quiere hacer del hombre una obra, su obra, y su optimismo voluntarista se ve sostenido por el resultado de una accién que confirma Ia influencia educativa en Ia produccién de sujetos. Mis allé de la polé- sobre el mito de la fabricacién, en el cual puede leer- se la impronta de la educacién moderna, nos interesa su- brayar aqui un deslizamiento en los modos de produ de sujetos. Mientras en el marco de los Estados-naci6n y 3 Silvia Duschatzky y Cristina Corea coordenadas de una cultura moderna el sujeto deve- constitucién de los sujetos parece haberse alt En las proximas pginas intentaremos d potesis de que los chicos que viven en condiciones de ex- pulsién social construyen su subjetividad en situacién. De Ia informacién recabs ritos, las creencias, el “choreo” y el “faneo" como tertito- rios de fuerte constitucién subjetiva, Denn de los ritos consideraremos qui formas de grupal nas modo particular de habitar Ja cotidianidad aqui de las creencias convencionales vividas como tra den mattiz.d das, en nuestro e modo ms de proce- samiento de ina, asumiendo los atri- butos de practicidad y naturalidad conferidos al sentid comin, Los personajes que pueblan estos testimonios as brujas”, “el diablo”, “los enanos”, ' pero también “dios”, devenido un personaje més en la inmanen- cia de estos relatos. ‘Tanto los ritos como las creencias se inscriben en una estética cotidiana que nos habla de una forma de estar jun- tos, dle un moda de socialidad que, en contraposicién con Jas formas de rs lad modernas, constituye la marca de un nosotros. n Tervitorios juceniles emergentes 2.1. Los ritos Los ritos, aquellas précticas regladas cargadas de densi- dad simboli . Sin embargo, existe una diferencia entre los ritos itucionales transmit én en generacién y ritos armados ei 6 (in es correlativa mpo de progreso versus tiempo aleatorio; ti lineal y sucesivo vers instantaneidad o pura actualidad.) En pos regulares versus tiempos alterados. itucionales (de colectividades religiosas de instituciones seculares) se configoran en una relacién intergener en un eje de diferencias estruc- turales -en o del Bstado- Los rito ponde al orden burgués sucesiva del patrimonio, d transmisi6n, la existencia de un tiempo regular en ean perte- lado hacia faciones. distinciones en torno a lugares fijos ~padre-hijo; tio-sobri- no; abuelo-nieto; maestro-alumno- construidos sobre el principio de autoridad y de saber: sabe el que ha vivido una experiencia y el que ha recibido Ia herencia acumulada. En Ja medida en que el futuro es anticipable, lo que pueda transmitir como saber y experiencia a las siguientes gene- raciones tiene una valor altamente simbélico. 33 Sitoia Duschateky y Cristina Corea En consecuencia, el acto de transmisin de la herencia ubica subjetivamente a los dos términos involucrados en la ‘operacién de transmisi6n: adultos, mayores, sabios, maes- «ros versus j6venes, promesa del futuro, alunos, Los ritos de escolarizacién, el pasaje de un grado a otro, el examen, el saludo a la bandera, se inseriben en rma de transmisién intergeneracional, cuya figura prin ~el docentees un adulto portador de aut A su ver, los efectos pedagégicos sobre el sujeto son dura- deros y transferibles. La transmisién educativa hace del alumno un sujeto apto para moverse en otros dmbitos: tra- bajo, espacio pil en tanto produce competen- cias y comportamientos transferibles: leer, escribir, argu- mentar, votar, cumplir obligaciones puiblieas, intereambiar En cambio, en los ritos de situaci como deno- minamos a los ritos que se producen en circunstancias de mercado, de un devenir temporal aleatorio e imprevisi- ble-, el otro es el préximo, no el semejante. Es decir, el otro no se instituye a partir de la ley estatal sino a partir de las regulaciones grupales. Los ritos de situacién tienen s6lo validez en un territorio simbélico determinado; no se construyen sobre Ia base de la transmisién intergene- racional sino sobre la transmisién entre pares -intragene- racional-, son frdgiles, no generan experiencia transferi- ble a otras situaciones sino que cumplen la funcién de anticipar lo que puede acontecer. En los ritos de situacién el otro es un préximo, no el semejante. Sélo me debo al proximo, el que comparte mi circunstancia, con el que es- tablezco fidelidades y reglas de reconocimiento recipro- co. El otro, el par, y no la autoridad simbélica inseripta en la tradici6n, el saber y la legalidad estatal, puede anti- cipar algo de lo que va a suceder porque ha vivido en la inmediatez que compartimos, 4 ‘Teritorosjvenilesemergentes Los ritos de situacién cumplen una funcién de inscrip- cidn grupal, filian a un grupo, no a una genealogfa oa una Jena generaci marcan formas cor dev tun espacio y un tiempo que es puro presente y confieren una iddentidad comin en las precisas y duras fronteras del eee erence. neal, propia de la idea de progreso orientada hacia el futu- ro. Al plantearse fuera de la relacién intergeneracional y por fuera del tiempo instituido como futuro,’ el rito insta la otra temporalidad, no previsible, no controlada ni san- cionada socialmente. Los ritos de situacién no se inseriben cn la serie pasado-presente-futuro ni producen pasajes le- gitimados socialmente. El tiempo del rito es un ti mareado por una alte Pero no modernidad de la temporalidad del me el tiempo actual, el que carece de reglas, se desvanece inme~ diatamente y sus marcas no se dejan-atrapar ficilmente. El tiempo del rito desconoce la distincién entre pasado y pre- sente, no es el cumplimiento de ningin mandato pero su in- tensidad vivida hace que marque al sujeto que partic ac stablece. En la me mpre es smo tal en relacién con un tiempo anterior. Por lo tanto en el rito de situacién se arma una re- lacién temporal que produce en el sujeto un nuevo estatus. La investigacin nos muestra dos précticas rituales de las que participan los jévenes. Ambas presentan, como ras- {0 significativo, un fuerte componente de “violencia” y se materializan en grupalidades marcadas por reglas estrictas: “la fiesta cuartetera” y el “bautismo del chico de la calle”. Silvia Duschatzhy y Cristina Corea Estos ritos tienen en comin la invitacién a habitar de otra forma Ia condicién de la expulsién, mediante una se ie de cédigos de pertenencia que arman la configuracién de un nosotros. En una primera impresi6n, podrfamos re- lacionar la fiesta cuartetera con el carnaval y las précticas dionisfacas; por su parte, el rito del bautismo ¢s una expe- riencia limite, se configura en los bordes de la violencia, en un sinuoso desafio a la muerte y a la destruccién, El rito del “bautismo del chico de la calle” se arma con las reglas de fa instituciGn represiva ~en este caso: las de la fa, los institutos mpo que reprime también po- ha borrado para devenir slo como amenaza y cla ley de Ia pura fuerza, una ley que ya no es portadora de autoridad. “El bautismo es algo que se bace cuando se ingresa a lo que es el choreo fimo, no eb ratco. No le vayas a comar a nadie pero la cosa es ast: comieniza por la siesta, nos vamos a la casita y allése Marna a los chicos que estén en edad de merecer o sea de ser cho- res finas. Se comienza con la fana y después se las revienta a pu Jas, para que cuando Ia cana las agirre, elas no bablen. ¥ no van a hablar porque se la bancaron.” “Las chicos tienen entre 10.y 13 aftosy el que comienza ex el ‘nds grande del grapo que ya ha estado varias veces preso. Cnan- do ega la noche nos vamas detrés del cartaveral y ali se lo cogen al que babtan bautisado para que si Mega a ener en los reforma~ tories no buble cuando le pase algo ask. Despusse ly suca al cen- vo y alli se o deja para que haga el primer chore Los chit con la fin: to de minoridad) que se desata como consecuencia natural de la prictica del robo y la transa de drogas: “Ya me vw a tocar # mi”. En este tito se juega el ex- 36 Tervitorios juveniles emergentes 4. un nuevo estarut estatuto de “ce que se la banca, el que ser capaz de tol nto y la tortura, el que podré calla. Es interesante destacar que las reglas que dan consis- ropiarse de esa ley y pregunta es qué tipo de produccién subje~ tir de las reglas de otro que pr resto, qué exceso, qué borde se pone en juego, qué posibilidades se abren para sus protagonistas. Habria que pensar qué e irmarse de Imente se sabe que va a llegar; se t que es paradéjico, de un recurso para sobrevivir a una si tuacién Las fiestas cuarteteras también constitayen un rito, que abilita el paso de una identidad laxa a otra que permite la constitucidn de un nosotros. Semana a semana se repite el acontecimiento que se caracteriza por la exuberancia de Ia emocién, la catarsis, la irrupcién de un “cuerpo” coleetivo, La fiesta condensa todos los suefios. La fiesta sutura un no- 2. Resulta interesante que el nuevo estatnto no es el dead to es un térmiino de la transmisi 8 slo otro jew que tiene ahora un recurso para desempafiarse en el devenir, 37 Silvia Duschateky y Cristina Corea invierten los signos deficitarios (peli- grosos, vio chos, vagos) con que reotipados los sujetos de estas experiencias, Pero las fiestas en tanto ritos situacionales dibujan un tipo subjetivo dife- rente al pobre de los grandes relatos, de las representaciones que le conferian una misién coleetiva de trans as jerarqufas, los comp: tancos.’ La fiesta produce una alteraci6n, no se es el mis- mo fuera y dentro de la fiesta. Constituye un desafio a los mos tiempo negado como coer tecimiento que condensa una serie de di morosas, sexuales, sociales. All el trabajo, en la ide ndicato. La fiesta construye al pobre sdlo en e: iento, al invitarlo. « habitar su condicién de otro modo. En la fiesta cuartete- 1a, el pobre grita el malestar; casi no habla ~puesto que no hay discurso sino mds bien puro acto~ describe, ma al de toda metifora, la vida cotidiana al estilo de un inventa- I Bajtin, « propésito del carnaval en la época medieval des- sa fiesta el individuo parece dotado de una segunda vida es con los otras, El earnaval se mes jerrquicas y los pri~ legios. (Véase La euleura popular en la Edad Media y ef Renacinieneo, Buenos Ares, 38 Territories jeeniles emergentes rio de la realidad sin mediacién estilistica, Este no es el pobre portador de la promesa del cambio soci gura que condensa al hombre nuevo, El pobre de la fies ‘a cuartetera produce alli, en la frontera de ese aconteci- os. La fiesta cuartetera es el territorio en el que las nes, cl conflicto, la angustia que se deriva del in- cierto y fragmentado 1 se transforman para dar paso a formas de socialidad que imprimen ur modo particular de compartir la temporalidad. Por eso la fiesta ¢s vivida y esperada como “el lugar”; fuera de la fiesta no hay nada o esti el vacio, el desdibujamiento, el riesgo. Mis alla de la fiesta la subjetividad se debi nos asf se vive en la inmanencia de la fiesta~. La cul cién de la fiesta es una caida -similar a | “merca”-; un desvanecimiento absoluto de la euforia de- sesperada La fiesta cuartetera, constituye un “lugar” que expresa los sentidos profumdos desd ve se habita una condi- socio-cultural, En es ién. Como bien lo sefiala Regu son reflejo automatico de la realidad aunque bien pueden pensarse como testimonios de la experiencia social, Géne- ros actuales como el cuarteto cuentan aspectos vitales, es- pecialmente de los jévenes, aunque la posi ciador no siempre logre escapar del lugar de la victima o el mente suponga impugnacidn al or- den social, En el marco de la hegemonia de la mediatiza- cién, de Ia anulacién de la representacién y de la invisibi- idad de los sujetos del margen, por qué no pensar el territorio de la misica como una forma de confe lidad al sujeto “ausente” de la globalizacién. Aqu tira el fenémeno de territorializacién de los consumos globales por el de la globalizacién de lo local. 39 Silvia Deschatzky y Cristina Corea corras soften mn ir a la fiesta, es lo rnejor que bay, ama cosa emocionante. No es como las boliches donde van Jas chetas, gute no les importa nada, En cambio a nuestras bailes va otra gente, va mi bermana con ef maride, mi cuikado con mi otra hhermana que trabgjan toda lu sermana y se compran ropa en la ‘feria para ir a la fiesta. Abt va la gente que trabaja.” 2.2. Las creencias Ita condensa~ jones tradi s imensién trascendente de la idad. Lo into Las creencias configuran otro lugar blo, se infiltran en relatos cotidianos adoptand dad y conviviendo con dis de procesar la ex- cotidiana. Se trata de iconos o per idlad, que sintetizan una apropiacién desacra~ les confiere ciertos poderes y con relatos o modos de inteligi- busea de ayuda n conilicto con dad del mundo. A ellos se acude sstiones mandanas (ser té més conmigo”, que curen un dolor médico). Tienen un estatuto diferente de Dios, a q s6lo se le pide por cuestiones de enorme trascendencia, por ejemplo un gran sufrimiento, No es vergonzante su elacién y remite a un cédigo compartido en las fronte- le estos grupos y de las situaciones en las que estén criptos. “Yo si Marmara al enano le pediria que me baga modelo y no ime importarta lo que tenga que pagarle.” #0 Tervitorios juveniles emergentes “Yo noe tengo menos mio alas hombres porque sin born dre me quiere agarrar, mis amigas me van a defender: En cam bio si el diablo me quiere agarrar, nadie me va a salvar.” “Los enanos estén en las lugares abandonades 0 en el infier- mo. El infierna estd en tena cueca. Mi papd me Hecd a una cue- va donde vive ef diablo, me Hevs para que no me portara mal, porque si mo éxe iba ser mi Ingar. Lo interesante es que mientras las religiones convencio- an como sistemas cerrados y en territorios sepa rados de los otros érdenes de la vida cotidiana, aqui t creencias se presentan en una estructura que admite mezcl de significacin. Un tipico creyente catélico distingue las pautas de socializacién de cada lugar que habita. De este jento no seré igual en todos los lugares los que transite. Su performance se modificara segin se encuentre en el trabajo, en la casa, en la misao eon sus ami- gos. Las estrategias, los intercam rales se a sistema diferenciado ni son privativos igiosa sino que participan de todo intereambio cotidiano y se filtran en cualquier escenario de intercambio soci “Bn Ia vida real aparecen duendes, mucha gente los vio. Son como pitnfes. A ami prima se le aparecieron. Eran duendes mna~ dos. Corvian, tentan mucha agilidad para corver. A mi tio tam- bin se le aparecieron. EL estaba cortando lena y allé estaba el cenano con ten litigo.” Nos interesa subrayar que las creencias hablan del pre- dominio de un universo simbélico que supera (no necesa~ riamente niega) el centralismo de la racionalidad y que es habitado también por el misterio y lo desconocido. El tipo a Sifoia Duschatzky y Cristina Corea Femando Pessoa (2000) sugiere en su prosa 12 del diablo representa lo indescriptible, lo irtea de las cosas: “Soy lo que se desea y no se pu obtener, lo q “Hay cosas que me “A mime di ya la macstra miedo, por ejemplo ef diablo,” come hago venegar mucho a venir a buscarme eld “A los que violan se ls Hevard el diablo.” “A los que voban no, porque lo hacen para comer y a los que tampoco porque por algo se 0 cree en Dias, las curanderas no existen porque Dias vence el mal, que es el diablo.” “Para mt las brujas son buenas y malas, “No som ni buenas ni malas, hacen lo que hacen por la plata. “A cilas las ayuda el duende o tar diablos.” mann Probablemente haya que “leer” las miiltiples formas de Todo este universo, con su Dios y su Di Jo que hay en él de hombres y de cosas, es un eternamente por descifrar” (Pessoa, La bora de! diablo) 2 Tervit 2.3. El choreo ‘Uno de los ritos escolares mas reconocidos es la priicti- ‘Tema: la vaca: ya forma sn pareciera tratarse diana que cuenta las peripecias las prfcticas del A eAcaso el relato s habla de un robo y las andanzas que ‘ocasiona? Més alli de la anéedota hay una dimensién de re- lieve significativo: nos referimos a la experiencia grapal. La experiencia grupal es el centro del relato y ocupa un lugar quizd mas inquietante para analizar que el dato del robo: “Bn los recreas se miraban pero no se bablabin... Hasta que tun dia a una maestra se le ocurrié trabajar en grapas sobre dis- tintos temas. Todas ya estaban agrupadas menos ellos y entonces 6 Silvia Duschatzky y Cristina Corea tuvieron que jtuntarse. Ast fue coro se conocieron y empezaron a bacerse amigas. Luego de wn tiempo se convirtieron en annigas en serio, fueron a los bales ya las fiestas que los invitaban.” Qué ¢Se trata claramente desde Ia perce nistas de una préetica vivide gaen el robo? Cabe destacar en primer choreo en los relatos de k lor” encierra el “choreo” para estos chicos? mn de sus protago- sgitima? ¢Qué se jue~ ino que las referencias al chicos tienen el mismo estatu- to que cualquier otro comentario sobre acontecimientos 0 droga, el bai dres, las bruja: Aun los que no lo prae universo de opciones que ellos gros que pudiera ocasionarles que por cuestiones de le moral, No sélo oriet los por la légica de la necesidad, que por supuesto interviene, pareciera que para estos chicos la practica del choreo esté impulsada as demandas © bisquedas vinculadas a la conguista de un lugar e grupo y de un sistema referencial que organice de algui modo el caos de la experiencia: adénde pertenezco, en tema de “valoraciones” me incluyo, cudles son las ventajas de pertenecer a un grupo, etcétera. Los persona- jes del relato se plantean una pregunta que no puede pa- sar inadvertida “qué podemos hacer?” La pregunta, dan cuenta de Es cierto que esa decisién se da en un marco de posil des casi nulas. Pero precisamente, que se dé en ese escaso margen es lo que vuelve interesante la situacion: van en ca~ na por pura determinaci6n, sin saber el motive; pero a su ver. # ‘Tervitorios jeoeniles emergentes que es caida? Desde los canas, el desconocimiento expresa pura determinacién: aunque no haya ningin motivo declarado, estos chicos tienen que ir en cana; es necesario y no condi- cionado por algo. Sin embargo, cuando los canas obran, ese obrar est motivado, al menos desde el r no lo confesar nar. Desde los ch ren ono tie hecho de que la acople, esta au acién exhibe el est yy alguna ra y sus motivos, es meramente factual, pero no hay nin- gin registro subjetivo de ella para ninguno de los agentes 1s: ni sentido, ni registro, ni discurso. En la es nos sugiere nuevas reflex ariamente un mévil de la pricti cuidadosamente especulado sino un dk oso del encuentro entre sujetos. “Sa cobra el mismo valor qu a andar en bici. “Hacer lusién de romper con modo del devenir de la existenc pref Sitoia Duschatzky y Cristina Corea ponible casi naturalizada, al punto de considerarlo en oca~ siones una forma de trabajo. Esta imagen contrasta con la matriz cultural de los see- tores populares propia de los afios cincuenta 0 sesenta que esgrimia como atributos propios del trabajador la decen- cia, Ia honestidad, el esfuerzo, Ia solidaridad. “Las cazas combiaron macho en el barrio, antes podiamos dejar la casa so~ Ja, los chicos eran ods decentes abora son sinvergiienzas. Hasta un chiquito de 4 arto te robe wn par de zapatillas.” EI “robo”, frente a la dilucién de ofertas asociativas de indole cultural, politicas 0 sociales, motoriza la grupalidad. “Ellas esuin en ta esquina con los amigas, van en el auto y asal. tan, sale todo pulenta basta que Wega ef comando,” El “choreo” €s uno de los eddigos de socializacién en los escenarios que frecuentan los jovenes. Estos chicos nacen y crecen en un territorio donde la préctica del robo participa de las estra~ tegias de reproduccién de la vida cotidiana, Se roba para comer, para vender, para satisfacer el inmediatismo del consi ir al baile, comprar una cerveza, comprar una mprar cigartillos o droga, y para hacerlo es redes de interaccién, Habitar el lugar es entonces estar familiarizado con sus cédigos, mas alld del grado de apropiacién que generen “Mi papd tiene das revilveres, uno se lo vendié el vecino y el otro se fo dio un cana.” “Su papdé sale a robar y a vender droga.” El robo esti progresivamente investido de “legitimi dad”, en tanto si bien no es reivindicado tampoco esti con- denado moralmente, La dilueién de la ley como marco re~ gulatorio de los comportamientos sociales hace que entamente se vaya esfumando la sensacién de transgresién © culpa. La violacién de la ley presupone su existencia y frente a su borramiento, en el marco de la caida de la po- tencia simbélica del Estado y sus institueiones, lo que se observa son sélo respuestas reactivas a la fuerza de la poli- cia, Se trata de reglas de la policia contra reglas dle los te~ rritorios. pileha, necesar 46 ‘Tervitorios jueveniles emergentes Es interesante advertir que las normas que se generan en el grupo de pares necesitan, para no perder efectividad nfatizar las fronteras de separacién con el exterior, Las normas locales, sefialan Kessler y Goldberg (2000) preci- san de cierta clausura social, una reduecién de los contac tos con otros grupos que eventualmente puedan cuestionar sus Iogicas y en consecuencia restarle eficacia a los dispo- itivos locales orientadores de la accién. ceratura de ficeién ha barrios bajos de Nueva York, en los tiempos de la posgue~ rray el desmoronamiento de la moral burguesa. En las es- las comenzaban a esgrimirse las primeras navajas, aso- aba Ia droga y estallaba la ; “‘Noworrs, alunos de la peor escuela pica del disrito, alld en el miserable barrio de Hinmmond, nosorras que estarianas siempre marginadas... hactamos todo esto soportable porque te: nienos a Foxfire, la band justciera que augue dispone de pis- ‘alas, sabe que sus mejores armas son la fidelidad.” Desde una perspectiva sociolégica, Kessler y Goldberg centido de acciones tipificadas como delictivas. En un estudio sobre violencia urbana los auto- res destacan tres légicas predominantes: la de la necesidad, el “aguante” y el “ventajeo”. El estado de necesidad no puede soslayarse. No obstante habria otros sentidos para analizar. Si bien en el estudio citado, el ventajeo y el aguante estin planteados como estracegias eficaces para el cumplimiento del objetivo del robo, ventajear a la victima y aguantar su creemos que también pueden pen- sarse como los valores apreciados que slo se ponen a prueba en situaciones de riesgo. En esta direccién el robo es secundario o més bien un escenario de aprendizaje para la formaci6n de la “personalidad” ventajosa (dicen que es rad 4 Silvia Duschatzky y Cristina Corea competitiva) y aguantadora (dicen de gestio aguante y el vent que es capaz de sopor- ismo). MO, es hacerse cada vez, siendo uno. a de deci estrategias exitoss Gidn, estos jovenes se refi autoestima que enc “Pos som ls mejores porque se lus aguantan,” “Mi hermano mas grande esta en un grupo bien pesado por- que se las rebanca y hacen frente ane a cualquiera.” 2.4, El faneo y otras yerbas La representacién de la droga £0, se acopla a Ja de insegu robo, al descontrol, al pe lenat, y sobre todo a i6n juvenil ¢ i mpos pre- sentes es un indicio mas del agotamiento de la infecig. frontera de Ia infancia y Ia los chicos se drogan y al hace lables y pe se vuelven extrafios, indo. ‘0x08 2 los ojos del adulto. “Mi bermana fina porro, porque se escapé. B %, porgue se excaps. Ella tiene 14 fe gusta estar en la calle, Abora vive en EI Quebrachoy canis gue firman, roban, todo,” “En todas ls colegios hay drogadictas y choritas, Nosotros ve« ims siempre a los chicos que se drogen, las conocentos, bablames w ‘Territorios jueniles emergemtes ton ellos, algunas son amigos nuestros, Siempre ventas bolsitas ie fana [pegamento quimico que se usa para inbalar]. Para dvogarse van a los kiosces, piden bolsitas, compran la fana en ns ferreterias, e wan para el fondo, soplan y absorben. El cbi- (0 que yo conozco que se droga es porque la madre to dejo.” Pero mis allé de la estadistica, el consumo es una pric- tica que permite asomarnos a un modo de procesar la exis tencia o de habitar condiciones concretas de sumo pone al cuerpo en primer plano, es la escenifica: de las sensaciones, sensaciones que en los tiempos presen- tes y en las circunstancias registradas transitan mas por lo jestructivo y la celebraciGn de la muerte que por lo orgids- tico y lo festivo, ~A Diego tavimos que internarto en un centro de rebabilita- iin porque se daba con fana... Extaba perdido, totalmente irve- conocible, los ojas desorbitados, lastimados... Gritaba, no queria qe lo encierren, Moraba y puteata a los canas, decia que nolo iba a hacer: mas Hal qué: —Lloré todo usted? 1 camino, slo recordaba los gritos de Diego, “Yo me porrié las otras noches basta las mans, bice cosas ma~ las, despucs me arrepenti, quiero matar a mi papi... Yo no lo quiero a mi papé porque wna ves estaba hablando con mi muanté le dijo que no era mi papa. Yo quiero saber la verdad porque si tengo otro papd quiero saber quién es.” En los relatos analizados el consumo es algo més que una adicci6n. Fs el “lugar” donde las emociones se desbor- dan (gresién, dolor, angustia, rabia, impotencia) y al mis- mo tiempo se despiertan (coraje, control del miedo). El consumo ¢5 una préctica que se enlaza en una cadena de experiencias. Mas allé de ser o no un adicco, la droga es una ‘marea, al estilo de un tatuaje, y en la medida en que marca ry Silvia Duscbatzky y Cristina Corea #12 Un nosotros imaginario: somos “choros”, “drogo- nes”, “negros”, “cuarteteros”. En este sentido el consumo no puede despegarse de las formas de socialidad, de modos de estar con los otros. “Yo ya estoy acastumbrado a todo esto, Desde chico me junto com ells y la verdad se la ebancan. No tienen problemas de pe- Jearse can cualquiera,” A primera vista y a diferencia de otras épocas, la droga esti en todas partes, disponible como otra mercancfa més, y esto es un hecho a considerar en como cance. No obstante, no pode- to: en Ia actualidad la droga escapia a una asificacién nitida de los productos que la integran, Des~ ra hasta k lada, pasando por el pe- gamento hasta la inyecci6n de alcohol y agua de zanja: to- do sirve para producir alteraciones en el modo de estar en el mundo. Yo flume porro, con fama no me di porque no estay tan k 1 fara te pone de la nace, te da vuelta, a mi me hace de goma EL porvo we dura unas cuantas boras y no te hace mal.” "Se junsan en el Chaparral, en una esquina, ala noche. Hay de 14 de 10-y empiezan a fumar porra, fancarse. La compran ‘or tin pese. La verde gente que vive fucra de a villa. Las que + fanean se ponen locos, la fana te pone en otro munda, wn man. lo peor, se quieren peyar piedras en la cabeza, pegur un tir, to. «do ex0. Com cl porro no ex tanto, e pone un rata loo pero con la fina coma cuatro dias, Cuanda toman cocatna se les pone dara toda Ia cara,” “Yo tengo amigas que roban, muchas veces me invitan a to- mar droga, a porrearme, pero munca actpté, no me gusta, Se enujaban pero al rato pasaban y me dectan: esti tado bien, bola 50 Tervitorios juveniles emergentes do, Yo nunca conté a nadie que elles tomaban. La primera vez tomaron para hacerse ver pero despues les gusts mucho y ya no lo pudieron dejar.” “Yo tomé todo, bien pulenta y el otro dia me enteré que mi mami sabia que yo tomaba y ese déa me dijo que me iba a sa~ car sangre para ver si temaba y entonces la dejé.” “La droga esa que viene en un papel re deja todo duro, Si 0 guerés tomar te tratan como un puto y te dicen ‘ah y des- _pués te querés hacer el cl Qué es la droga?, se pregunta Ehremberg (1991). En sociedades premodernas las drogas forman parte de medicinas y de los ritos que permiten establecer rela- con los muertos o revelar un desti- nodernas, en cambio, constitayen y revelan los estilos de rela- ciones que el sujeto mantiene consigo mismo y con los otros. Las sustan como pricticas de multiplic: dualidad. El prob! que el sujero est lo que circula en térmi~ 1nos de significaci6n en las pricticas de consumo y el efec- to subjetivo que produce. Para toda una tradiciGn literati, escribe Ehremberg, las drogas consisten en una experiencia y un conocimiento de Jos limites por medio de la confronta ro sin salir de lo social. Ast lo entendieron personajes clésicos del mundo intelectual como Freud, Baudelaire, Benjamin, quienes han experimentado con sustancias qt las pro- fundidades del pensamiento. Pero el punto de inflexién en ‘as condiciones actuales y en los enclaves analizados no se trata de la confrontacién con el infinito como experi saber sino de la tentativa de aleanzar una libertad oD Silvia Duschatzky y Cristina Corea sin fallas, Es interesante la que productos quimicos e bservacién de Ehremberg: més Irogadicto consume productos imaginarios. En_ nuestra icién son el poder, el aguante, el placer, el coraje, la huida, el reconocimiento en el grupo. Bucher (1988) en un escrito de gran densidad destaca Eltoxicémano es el sujeto ccontingeneias que li Ia sujecidn a los otros, a la sociedad, a la cul icion de sujetos nos muerte Ahora bien, estas reflexiones resultan potentes para pensar las tensiones y ambigiiedades de los procesos de in dividuacién que instalé la modernidad, para comprender Jas formas emergentes y reactivas de la abundancia, la mer cantilizacién de la cultura, la instrumentalizacién progre- siva de la Fo acaso las experiencias registradas en los tiempos presentes nos hablan de una experimentacién de los limi- tes de la imaginacién, de la biisqueda de procesos creati- vos, de ba i vos? 2Podemos contemporaneo con la contraculen= +8 hippie de los aftos sesenta sintetizada en el famoso grito “sexo, droga y rock and voll”? El consumo en las formas en que se materializa en es tos barrios no es de ninguna manera una transgresi6n. El consumo compromete a las propias “fuerzas del orden” en uuna cadena s6rdida e incomprensible y, como lo destacan sus protagonistas, ocasiona serios daiios en el cuerpo yen las sensaciones. Con todo, en torno al consumo de drogas lo mas significativo resulta ser, por un lado, la ausencia de sentidos eapaces de significar esa experiencia como “expe- 52 Tervitorios juveniles emergentes nicia de algo"; el uso de las drogas esté mucho mis liga do al acto mate ntroducir sustancias en el cuerpo ~consumir y consumirse—que al intento de produce pi sos artificiales. Por otro I cuidado respecto de los ries- gps fisicos © de otra indole en los que el consumo de ta droga los sumerge. El consumo pone al penso, en la medida en que CAPITULO 3 Nuevos rostros juveniles 3.1, La fraternidad y el aguante del resquebrajamiento del eje paterno~ de fraternidad (entre hermanos 0 amigos) que, mas que habilitado 0 desprendido de una estructura ‘i emerge en sus bordes. ¢Qué estatuto adquiere to de una nueva institucién frente a otra, la familia, en franca desapari ino que se configura cor dad emergente frente a la ineficacia simbolica d tradicional. Las legalidades de proteccidn e identificacién de los grupos o bandas parecen anunciar la constitucién de historias o experiencias marcadas por fuera de los dispositive itucionales. Lewkowicz, Droeven y Grinschpun,' 2 propésito de un estudio sobre Ia elecci6n fraterna en los nifios de la calle, 55 Sibvia Duschatady y Cristina Corea sefalan que en el empobrecimiento del lial y en el umbral de la iidad institucional, los vinculos fraternos pueden tener una capacidad simbélica de proteccién mis fuerte que los familiares “Un amigo se escapé de ta casa y se quedé seis dias en el JSrente de mi casa. Todas las noches cuando volvia de trabajar compraba dos sindsiches y le daba uno, Mevaba colchas, des bu tacas y dovmiames juntos. Nos quedibamos charlando basta las tres de la maitana hasta que nos dormiames. A veces thamos al dispensario y nos savdbanns tirnos para las muelas y para ha revisaciin médica. Ese era mi mejor amigo, tengo tin mantin de mejares amigas.” “Me fui a Saldén com unos amigos. Mi mad fue a buscar- ame en wn taxi porque bubia caida en una comisaria. Cat con otros cbica, la policia dijo que podia sacartas a todas y ella no qui~ 0. Entoncesyo me tiré del auto y empecé a correr: Buscala a nnos bieas basta que los enconoré,fuimmas busta la casa de wna chica y su mand fue y los retire “Cuando tenemos lias nos defendemos entre nosotros, no imt= porta lo que nos haga sicepre nos defendernas entre todas,” La familia como “marco” parece pertler relevancia para estos j6venes, cediéndole lugar al grupo, Esos nuevos mar- cos funcionan como usinas de valoraciones y cévligos que estructuran Ia experiencia del sujeto. Es més grave s reglas construidas en su interior que las proch el dispositivo instirucional. Qué bay que hacer para pertenecer al grupo, pregunta el investigador. Respetar las reglas, por ejemplo no pegar a las tujeres. Pero en la escuela te vi hacerlo, responde el investi- gador. Sé-en la escuela si, pero aqui no.” 56 ‘Nuevos rostras juveniles “Para entrar en una barra tiene que haber confianza, no de- jarloscortadas, cuando te piden un favor bacérselo, prestarle las cua, no dejarlosclavados, hacerles caso.” “Yo reaban. inca conté nada de lo que ellos hacian, si tomaban 0 cho- iis que la escuela o la familia, el grupo aparece como M: I Hao la fa 7 el portador de los patrones de identificacién. “PI que manda es el Chulo, porque ya estuvo encervado y se ‘banca todo: las renzas que hubo en el barrio, en el baile y en to- dos ladosy ademés porque es el tnico que carga un fierrv.” “EL Chrulo nos cuida a todos las que estamos en la calle, en Jor videos, cuando jugamos al fitbol, y cuando bay un remo {fuerte, los mas chicos desaparecen y nas quedamos los que nos bancamas.” El Chulo es el que establece las acciones permitidas y las prohibidas. Es el que protege y el que “e \S re glas necesarias para habitar el mundo. Como podemos ‘observar, se trata de una autoridad situacional que surge de los lazos de alianzas que, a diferencia de los familia- res, son electivos. La légica de la autoridad instalada no se deja pensar fécilmente desde los parsmetros paterno- La ley no es la ley del padre, la que socializa en una cultural , la que en consecuencia ha- entrada ido y a la interaccién con los 10s. Se trata en cambio de reglas pertinentes para ha- bitar la situacién en los cédigos legitimados dentro de una “subcultura”. “B] Chuo no quiere que esters cuando bay fierrosy pamnta- 20s. Dice que nos tenemos que mantener limpitos.” 7 wchatzky y Cristina Corea lo cortar, pase lo que pase-yo perte- } aguante seno de Ja experiencia y su fut Conjunto de circunstancias, No se trata de un sistema valo- rativo producido en una genealogfa culeural y legitimad socialm Es decir, no habria valores pr ran [a exp la ley, blicas, ser portadores por lo 10 delatar son valores producidos ia de la cafda en la carcel o en mo efecto de la experi los reformatorios. pearse com cualguiera, son unos machazus. No sé si me gustaria ser como ells, nunca vivis tranguilo, pero si no queda otra Aparte siempre tienen guita y todas la minas le dan bola.” 38 Nuevos rostras juveniles 3.2, La subjetividad de varones y mujeres ‘Una de las primeras preguntas que surgié ante los re- gistros fue acerca de las diferencias de género entre muje- res segiin nuestra lectura, Ia diferencia entre cacién de los hijos, gestiona: laciones con parientes y v Por su parte, los hom- sempefiaban 9 Silvia Duschatzky y Cristina Corea esquema de los géneros para interpretar la situacién actual de la diferencia entre los sexos. La diferencia entre los se- xos segtin el esqueia de los géneros o/a da cuenta de las diferencias entre, por ejemplo, maestro y maestra, director y directora, alumno y alumna, ciudadano y ciudadana a partir de un plano de igualdad en tanto ambos estin insti- tuidos aunque en diferentes lugares. La mujer en el lugar de madre y esposa, y el hombre como portador del pader de decidir, de trabajar y ocuparse de los asuntos pitblicos. Con esto no queremos decir que el esquema de la diferen- ia de géneros no contabilice diferencias; desde luego que lo hace: diferencias de roles, de estatus, de lugares diferencias cu asunto es si es &e el tipo de diferencias que liga o separa a los varones y a las mujeres que habitan los territorios de la i nn. En pocas palabras, lo que deseamos set que las diferencias de género hoy, en k , no parten de diferen riptas en un su lo para ambos, sino que justamente, son diferencias iones de destitucién. No se trata poder y mujeres into sino de posi \lecen diferencias instituicas en la imagen nes de varones y mujeres que est suelo “ El diagrama de varones y mujeres que ofrece el mate- rial de la investigaci6n no permite ser lefdo desde las dife- por el paradigma patriarcal. A pai vemos que la diferencia de los sexos no puede leer se como desigualdades entre dos instituidos, como diferen- a, que supone la & ic de los intereses de ambos sexes 60 Nuevos rostras juveniles :0 0 de inscripeién soci: ego complejo de posiciones de enun mueven en la tensién destituido-instituido: los registros recurren una y otra vez y ofrecen ejemplos del agotamien- to de la figura paterna; de la relacién paterno-filial como funcién de nominaci6n e i ica de los suje- Se eee eee lugares de varones y mujeres son estables ni dete dos. El viejo habito de pensar las diferencias entre lo mas- calino y lo femenino en torno al problema de la desigualdad se nos revelaba poco fértil para describir los mor y las posieions pero la naturaleza de esa diferencia ha mutado enormemen- te: lo especifico de sus diferencias ya no se juega en tomo a varones y m el modo de interpretarla, concebirla y coneeptualizarla. Las diferencias actuales entre varones y mujeres ~al menos tal como se nos revelan en el corpus que ferencias pricticas, que se espe y i6n, No encontramos mejor modo de especificar- izamos~ son, un individuo, ya fuera varén o mujer, tenia dos eaminos: r el mandato familiar o ir mas allé de él. La segun- a solfa verse como un proyecto emancipador. Pero, ya sea porque se confirmaba el mandato, ya sea porque se im= pugnaba, Ia diferencia entre varones y mujeres estaba :mpre planteada en torno a una instancia de enunciacis : fa autoridad que enunciaba el mandato, “Seris quien 6 Sioia Duscbateky y Cristina Corea tenga el poder; seras la someti mandato impugnado; pero siempre e enunciacién del mandato respecto de la cual varones y mu- jeres reconocfan sus condiciones. Los varones y las muje- res actuales ya no pueden reconocer un mandato, ni para lo ni ilo, Las condiciones de los va- ncian desde una instan- cia comin desde la cual se especifican sus diferencias, hha borrado el s 1s posiciones masculinas y fe sde donde varones y mujeres construfan y también desborda ‘orio, y no la escuela y la fa- , las que marcan fuertemente a los sujetos. Los refe- rentes identificatorios son as que rigen sus comportamientos estin elaboracas a partir de las de- mandas de cada situacidn, las valoraciones 0 moralidades se configuran e1 mn con los prdximos, legitimindose en la froneera del grupo. El grupo es el que confiere el ividuos: Pilo, Quirquincho, Kuki, Chu- no, lo enal dista de la filiaci6n como una inscripcidn en una cadena generacional, conferida por la institaciGn familiar y reconocida jurfdicamente. No se trata de una identidad ci- Juan Pérez, sino de una nominacién reconocida en las fronteras del territorio. El corpus analizado nos enfrenta a un varén cuyos rasgos de identidad son el aguante, el zafe, las lealtades, En los relatos de los varones prima sobre todo la refe- rencia a situaciones violentas; sus prdcticas se dan en el mite y el riesgo. La amenaza de cércel y de muerte por a Nuevos rostras juveniles robo o por drogas es u dad que no tiene en escuela ningtin reference; por el contr: les figuras mediante y diante una expresién que oscila entre la queja y el recla- mo de que no son escuchados. El docente es con frecuencia Ia figura de ese que no escucha, que no en tiende, que no reconoce, wonces le pregunté qué era la ley para él “La ley es una cagada, todas las canas son una eagada, son ‘mds chores que nosotros, pero a ellos nadie las condena, ~ZQueé pensis de ta escuela? ~ Yo vengo porque me obligan, si no le prenderia fueyo; aqut nadie nos da bola, las maeseras son unas culiadas, som unas pe- ras birbaras, on igual que las canas, se hacen las buenitas por que ustedes estdn acd pero no quiero bablar porque no soy nin in botén, eme entendés?” (Mauricio, 14 afios.) icamente una figura ausente y la madre npotente, sufriente, con una fuerte pre- sencia afectiva y prictica, ya menudo es un par de sus hij Las marcas sobre las que trad nente se insti tmasculinidad han dejado de operar; las préeticas institucionales han variado fuertemente. La fa ol lugar de transmisién de la ley a través de la figura pa | trabajo ya no es el espacio que reafirmaba el lugar del padre como un proveedor de la familia; el mandato de estu- dio arraigado en Ia creencia de que estudiar era la garantia de un futuro mejor se ha derrumbado, iares e ya noes “Mi marido le dice (a Ivana, que tiene 14 aitos) “vas a ser igual a tu mamd? fella fue empleada doméstica}, El se senti- ia felia. que siguiera estudiando, La universidad no, algin curso 0 la academia de policia porgue no va a conseguir tram bajo.” 63 Silvia Duschatzky y Cristina Cor Este testimonio registra una serie de contra seguir trabajo. Por otro lack rece aqui la metéfora de la realiza esti descartada como futuro posi madre y tiene el suefio de que Ivana siga estu la realidad no ofrece ningun iciones para que el suerio del padre se inscriba en Iva deseo a reali- ple en- que el tre lo que el padre quiere o suefta para su hija pad vez le transmite a ella como balance de se en Ivanaz “Me Mama la atenc estudiay, es tan lindo n tudiar: te mo le gusta nada, no le gusta ‘Mientras los varones parecen moverse en la 'a palabra y del mandato, las mujeres son atin po “urso, en tanto expresan los ideales med “En Ia iglesia nas dicen que Jestis muri6 por nasotres, que de~ vrais li tltima gota de sangre. Nos dicen que tenemos que creer en Dias y nas leen la Biblia de San Juan, San Laeas y San Ma eo, Nosotras a la iglesia le decinas escuelita, Nos dicen que si querentes tener movio nas junternos con chicos que no se porten ‘mal. Los chicos que se portan mal son los ebicos del mundo, los que se drogan, finan, baila. Bl profesor de la escuelita no oo- nace los bailes porque cuando él eva chiquito ya ereia en Dias: aniela, 12 afios.) Si bier jeres no se rei dicios de una territorios fuertes de inscripcién para las mu- sna la escuela, sus relatos nos muestran in- ibjetividad fundamentalmente construida en 64 Nuevos rostros jceniles el azo. Tanto la presencia del referente religioso como fuente de moralidad que regula los comportamientos como Ia expectativa de un futuro vinculado a alguna profesién o trabajo (ser médica, modelo) hablan de la presencia de un laginario que procede del lazo. La aspiracién medistica de legar a ser alguien con una alta visibilidad como la modelo. muestra la construccién de un ideal en el interior de los e6= digos que rigen actualmente el intercambio social Caiela del paradigma burgués de la diferencia sexual Decfamos al principio de este apartado que las diferen- s actuales entre los sexos ya no se juegan segiin el repar- tuyen mediante a si derosas otro momento fue- la diferencia sexual: el romance, a lo nba- | aparece un indicio recurrente y se cuenta, 0 no sa- ide eso que suce- de, Cémo darse cuenta de que estin enamorados, eémo darse cuenta de que estin embarazadas, cémo darse cuen= ta de ques: on o no sexualmente, parecen ser moti- vos de profunda inquietud e incertidumbs “A mt me gusta un cbico, yo me di cuenta que él me gustaba porque to extraniaba de noche...” (Carla.) “A mi me gasta wn chico de 17 aizes, no sabe que yo gusto de 4, Jo veta cuando iba a ta carniceria, com mis primo. Justo 6 Sifoia Duschataky y Cristina Corea cuando lo vi me enarmoré de él. Sé que estoy enamorada porque pienso en é1..” (Micaela.) ““pQué es lo que mis te gusta de Chiquititas? EL enamoramiento, se enamoran abi nomds, =eSe ven distintos a ustedes? ~Si, ellos se enemoran, ~2Ustedes no se enamoran? Noo.” "Angel: ~jLe podemas hacer tma pregunta? Enirevistadora: =;Una pregunta a mi? Si. A: 3A qué edad lo bizo por primera vez? Renzo: —jjCéimo le vasa preguntar esl! ixChe, degenerado!!! E: —Veinte, a los 20 aivas, Re los 20 arias! ¥ yo to bice « los 13 arias, ya to hice tres vee. E:-¥ bueno... som otras épocas. En mi época a veces era ast. R: -¥ yo, ya tres veces, E: Las tends contadas. R:—jMas vale! Si no después me olvide, y lo tengo que hacer de vuelta...” “Las hermanas también sabian euidarse, también les babia explicade, pero ambas se babian entusiasmado con las novias,? “EL novi de mi bermana es més grande, tiene 19 0 20 afts, Jo queria tener el hijo, ella [17 ates] no se daba cuenta, no crefe ‘que tba a pasar Io del bijo..” Interpretamos la dificultad para “darse cuenta” como el indicio de que no cxisten fuertes marcas instituidas de la diferencia sexual, ¢s decir, las précticas y los significantes en los que tradicionalmente se jugaba la diferencia de los sexos estin alterados: la sexualidad ya no se juega en el te~ reno de la represién ni de la prohibici6n; los lugares fami 66 ‘Nuevos rosras juveniles liares rotan, se tornan simétricos, son intercambiables, temporarios y aleatorios. Reconocer, adoptar o aceptar un hijo por parte del padre no parece ser un hecho esperable, sino los datos del ejercicio de una paternidad que no esti asada necesariamente en un mandato o en el cumplimien- to de la ley sino en un terreno incierto en el que vacilan el sidn, la indiferencia e incluso el rechazo, Los paternidad y de la maternidad se debilitaron, modelos de y no se sabe en qué consiste ser padre o ser madre en estas fe sexual se ni prio borroso, a ve~ preser ces vacio, altamente contradictoi obstante, en esas condiciones, enamorarse, tener un pasarle plata” o darle el nombre pueden resultar ocasio- nes de decisién altamente subjetivantes. “Si la chica lo tiene sola, el bifo no va a tener un padre ewan {lo rezea, v1 a preguntar gy mi padre?, yno lo va a tener, el ci- co ua a salir sin padre. Siyo me junto y tengo a mi hijo-ycuan- do me canse dejo al padre, es distint, porque yo to levarta sierapre para que lo vea, para que el bjo sepa quién es el padre, en cambio el otro no dice que es el padre del bijo, no se hace car {8 por eso no es fo mismo.” (Micaela, I lafios.) or

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