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1941, NAZIS-COMUNISTAS
1941, NAZIS-COMUNISTAS
LA “SEGUNDA GUERRA MUNDIAL”
1941, frente oriental de combate
“Isoroku Yamamoto fue el Almirante japonés que dirigió el ataque a Pearl
Harbor durante la II Guerra Mundial. Muchos afirman que fue el marino
más brillante de cuantos participaron en la Gran Guerra, a pesar de
que el resultado de aquella incursión fue eclipsado en parte al no haber sido
destruidos los portaaviones, principal objetivo de la misión. Japón dio un golpe
militar de enorme gravedad para los intereses estadounidenses, pero al mismo
tiempo, desencadenó la entrada de los Estados Unidos en la Guerra, lo
que acabó terminando 4 años después en la peor derrota sufrida por el país del
sol naciente en toda su historia y la devastación nuclear sobre Hiroshima y
Nagasaki. Algo debió intuir Yamamoto porque cuentan las crónicas que, al
finalizar la batalla, dijo a su Estado Mayor, «Me temo que hemos
despertado a un gigante dormido»”
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LA “SEGUNDA GUERRA MUNDIAL”
1944, junio
1944, junio
LA “SEGUNDA GUERRA MUNDIAL”
“El 6 de junio de 1944, más conocido como el Día D, durante el
transcurso de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas lanzaron la
mayor invasión anfibia y aerotransportada de la historia de la guerra en la
operación nombrada en clave como Overlord.
Los desembarcos aliados en las playas de Normandía marcaron el
comienzo de una larga y costosa campaña para liberar al noroeste
de Europa de la ocupación nazi. En la mañana del día D, tropas de tierra
desembarcaron en cinco playas de asalto: Utah, Omaha, Gold, Juno y
Sword en lo que fue la operación de carácter naval complementaria
desarrollada en el marco global de la operación Overlord, nombrada en
clave como operación Neptuno. Al final del día, los Aliados se habían 6
establecido en tierra y podían comenzar el avance hacia Francia. Cada
playa fue un desafío diferente”
Allí recibe una carta. El remitente es el filósofo alemán Günther Anders, que ha
leído un reportaje sobre Eatherly en una revista y decide escribirle,
impresionado por el drama íntimo de este hombre atormentado y, en opinión de
Anders, perfectamente cuerdo. «Que usted no haya podido superar lo sucedido
es consolador. Y lo es porque demuestra que sigue intentando hacer frente al
efecto de su acción; porque este intento, aunque fracase, indica que ha logrado
mantener viva su conciencia, a pesar de haber sido una simple pieza del
aparato técnico y de haber cumplido su función.»
«Debo decirle que su intento [de superar la tragedia] fracasará. ¿Por qué?
Porque hacer daño a un hombre, pese a ser algo concebible, no es fácil de
superar. Usted tiene la desgracia de haber dejado detrás de sí 200.000
víctimas. ¿Cómo iba a ser posible sentir dolor por 200.000 personas? Por más
que lo intentemos, el dolor y el arrepentimiento son impotentes», le advierte el
filósofo en esa primera carta al manicomio. Eatherly le responde el 12 de junio.
Es una epístola serena y profunda, impropia de un demente. «Desde que tengo
uso de razón, siempre me he interesado vivamente por la cuestión de cómo se
debe obrar y actuar. No soy ningún fanático en temas religiosos ni políticos,
pero estoy convencido de que la crisis en la que todos estamos inmersos exige
LA “SEGUNDA GUERRA MUNDIAL”
que reexaminemos profundamente todo nuestro sistema de valores y
lealtades.» Filósofo y ex combatiente intercambiarán 71 epístolas.
¿Qué pasa cuando acaba una guerra? Que la vida sigue. Eatherly es
condecorado con la medalla de la Fuerza Aérea, pero no asiste a los
homenajes que quieren tributarlo. Se licencia en 1947. Intenta olvidar, ganar
dinero. Consigue un empleo en una multinacional petrolera de Houston; va 10
cada día a la oficina, por la noche estudia Derecho. Asciende a director de
ventas. Compra una casa con jardín. Debería ser feliz. Tiene una mujer, un
hogar, hijos. Pero no puede dormir. Cada vez que cierra los ojos cree ver los
rostros desfigurados de los que se abrasaron en Hiroshima.
Comienza a beber, toma somníferos. Por esa época mete cheques en sobres y
los manda a Japón, junto con cartas en las que se declara culpable y pide
disculpas. Sus misivas son interceptadas y devueltas a EE.UU. En 1950 intenta
quitarse la vida ingiriendo barbitúricos. Le hacen un lavado de estómago y un
par de días después ingresa en el hospital militar de Waco, especializado en la
atención de los veteranos de guerra con trastornos mentales. Allí permanece
seis semanas. Le dan el alta, aunque no hay mejoría alguna. Por muchas
vueltas que le dé a la cabeza, Eatherly no sabe qué hacer. Sólo tiene
ocurrencias peregrinas. Falsifica un cheque por un importe insignificante. La
Policía lo detiene cuando intenta cobrarlo. La falsificación es tan burda que
parece que quisiera que lo cazasen. ¿Por qué? El escritor Robert Jungk
sugiere que el ex piloto pretende explicar su caso y tiene la necesidad de ser
castigado. «Él quería alegar que había mandado esa suma como un gesto
simbólico a una fundación que ayuda a los huérfanos de Hiroshima.» Pero el
juez no le deja hablar y lo condena a un año de cárcel.
Sale a los nueve meses por buena conducta. Próximo intento en Dallas. Atraco
con una pistola de juguete. El ladrón no se lleva nada y el juicio se suspende
cuando el abogado explica que su cliente padece enajenación mental. Otros
cuatro meses en Waco. Un tribunal médico reconoce que Eatherly sufre
trastornos psicológicos ocasionados por la guerra y éste deja el hospital con
una pensión mensual de 132 dólares. «Contrariamente a lo que Eatherly
anhela, no se lo considera un criminal», explica Jungk.
La resistencia de Leningrado.
"La ciudad, con una parte de la población evacuada, quedó totalmente rodeada
a partir del 8 de septiembre, a excepción de un pasillo por el lago Ladoga.
Empezó entonces un asedio de novecientos días, que ninguno de los
adversarios había previsto [...] Para aumentar el hambre de la guarnición,
Hitler prohibió la salida de la población. El abastecimiento solamente llegaba
por el agua, luego por el hielo del lago Ladoga y gracias a un camino de 200
km construido a toda prisa a través del bosque. En ninguna otra parte, la 12
determinación y los sufrimientos de los soviéticos fueron sometidos a una
prueba más penosa. [...] los sitiados comen pan amasado con 10% de celulosa,
10% de orujo, 2% de polvo de papel, 2% de polvo de harina, 3% de harina de
maíz, 73 % de harina de centeno, y lo acompañan de salchichas a base de un
40% de harina de soja. En diciembre de 1941 hubo que enterrar más de 50.000
cadáveres. Los sitiados quemaban muebles y libros para fundir el hielo y
obtener agua."