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«En la visión trágica, la barbarie siempre está a la espera y la civilización es simplemente “una

delgada capa tendida sobre un volcán”. Esta visión ofrece pocas soluciones absolutas y muchas
dolorosas soluciones con ventajas y desventajas (“trade-offs”) que se deben sopesar. Al comentar
las referencias de Felix Frankfurter al éxito de varias reformas, Oliver Wendell Holmes quería
saber cuáles eran los costos de ellas. De lo contrario, se preguntaba, al mejorar la sociedad en un
aspecto, “cómo saber si no estoy deteriorándola aún más en otra dimensión”. Esta visión
restringida es, por lo tanto, una visión trágica, no en el sentido de creer que la vida deba ser
siempre triste y gris, puesto que no poca felicidad y satisfacción son posibles en un mundo
restringido, sino que trágica por limitaciones inherentes que no pueden ser superadas mediante
un mero cambio institucional ni tampoco por la compasión, el compromiso y otras virtudes que
reivindican, o se atribuyen a sí mismos, quienes tienen la visión de los ungidos».

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