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Los posicionales son aquellos en que cada dígito adopta un valor dife-rente
conforme a la posición que ocupa. El cambio de valor es tantas veces mayor
como lo es el valor de la base del sistema. Los no posicionales son los que
para cada dígito asignan un valor intrínseco, como en las numeraciones
egipcia o romana.Respecto a la base, existen sistemas numéricos fundados
en el 2 (bina-rio), en el 8 (octal), en el 16 (hexadecimal), por supuesto en el
10, que es el más conocido y utilizado en el mundo, y otros que ya casi no se
utili-zan, como los que se basan en el 12 (duodecimal) o en el 60
(sexagesimal).
El origen de los números
El hombre primitivo tuvo la necesidad de realizar “cuentas” y algunas operaciones
aritméticas utilizando sus dedos, piedras o palitos, relacionando estos objetos con
cabras, ganado o cualquier otra de sus pertenencias. Aquellos hombres nómadas,
que dejaban de serlo para convertirse en sedentarios cazadores, pescadores,
agricultores y finalmente en comerciantes, los llevaron a desarrollar instrumentos
auxiliares para realizar cálculos. De esta manera, el hombre hubo de inventar los
números, los sistemas de numeración y algunas reglas o normas lógicas que,
correctamente aplicadas, le permitieran representar los conceptos matemáticos
mediante símbolos.
Cada una de las civilizaciones que se venían desarrollando paralelamente en
diferentes regiones de la tierra, creó sistemas de numeración utilizando
símbolos diferentes; sin embargo, estudiando cada uno de ellos se pueden
observar que todos mantienen algunas características comunes.
El invento más sobresaliente de la antigüedad se da en el Oriente Medio, y es el ábaco, palabra que
significa tabla lisa cubierta de arena. Este primer instrumento de cálculo se compone de una tablilla
que contiene varias sartas de cuentas, que representan las unidades, decenas, etcétera, y permite
realizar fácilmente, con una velocidad adecuada, operaciones aritméticas sencillas. El uso del ábaco
se extendió con el tiempo a otras culturas; los romanos lo utilizaron ampliamente. El ábaco romano
consistía en cuentas de piedra caliza o mármol (del latín calx) que se deslizaban sobre ranuras en
una superficie plana; a estas pequeñas cuentas se les llamó calculi, plural de calculus, de donde
proviene el termino cálculo
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