Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Explica las causas del aumento de la delincuencia en el país desde el año 2000 a la
fecha.
Las amenazas a la seguridad nacional son aquellas que afectan la estabilidad, integridad y
permanencia del Estado, los grupos del narcotráfico que operan en México son parte de la
criminalidad trasnacional y, por tanto, son en sí mismos una amenaza a la seguridad nacional.
No se trata de ninguna manera de organizaciones que afecten sólo la seguridad pública: una
organización que está vinculada trasnacionalmente, por el tipo de negocios que hace, a otras
organizaciones internacionales que tienen ámbito de acción en regiones y continentes enteros,
disputa lo que la Constitución establece como facultades exclusivas del Estado.
La crisis de la violencia del narcotráfico que actualmente afecta al país tiene sus raíces en la
presencia de una economía ilícita, a su vez producto de las políticas prohibicionistas
impulsadas por Estados Unidos desde las primeras décadas del siglo XX”. Dicho régimen no
solo habría propiciado el surgimiento de enclaves ilícitos en México y otros países, sino que su
ejecución puso en marcha un proceso de interdependencia negativa que Serrano llama “el
efecto globo”, por medio del cual la violencia y las economías ilícitas se desplazan o replican en
otras geografías más que desaparecer con las políticas centradas en la oferta imperantes
desde hace un siglo.
Desde una perspectiva histórica, la exacerbación del narcotráfico en América Latina a partir de
la segunda mitad de la década de los 80, obedece a un cúmulo de factores interrelacionados,
como son el auge del consumo, la aparición de una nueva generación de organizaciones
criminales transnacionales, la debilidad de las instituciones de los estados latinoamericanos, y
finalmente, las “consecuencias fortuitas y desafortunadas de muchas de las políticas de control
de las drogas” (Serrano, op. cit., 195). Todos estos factores, más que ser independientes,
operan en común, interconectados, y mientras que algunas de estas causas son suficientes
para explicar la situación actual solo una de ellas, la prohibición, es imprescindible para el
surgimiento del problema (Serrano, op.cit., 184). Es decir, el surgimiento de países
latinoamericanos como productores, exportadores y como escenarios de tránsito para
estupefacientes no se explica sin la promulgación de la norma de prohibición de este tipo de
drogas en Estados Unidos primero, y sin su consolidación a lo largo del siglo hasta convertirse
en un régimen internacional de control después.
Explica por qué ha aumentado el índice delictivo en los estados de Sonora, Chihuahua,
Durango, Guerrero, Michoacán, Sonora, Oaxaca, Nayarit, Tamaulipas, Sinaloa, por
mencionar algunos.
Finalmente, hay que pensar que nuestro Estado es y ha sido débil institucionalmente, incapaz
de imponer la ley a sus propios funcionarios. El ‘Índice de Debilidad Gubernamental (2008)’ de
The Brookings Institution coloca al gobierno mexicano como uno de los más débiles del mundo,
como señala Eduardo Guerrero (2009b), específicamente en los indicadores referentes a
“eficacia gubernamental”, “Estado de derecho”, “rendición de cuentas”, “control de la
corrupción”, “intensidad de los conflictos” y “estabilidad política”. Este autor considera que dicha
debilidad institucional “incuba extensas economías informales que permiten realizar
transacciones financieras sin dejar rastro, da paso a la discrecionalidad en las burocracias
gubernamentales (lo que las convierte en presas fáciles de la corrupción), y propicia la
impunidad de los criminales” (Guerrero, op. cit.). La antigua práctica del negocio privado por
medio de instituciones públicas, la corrupción, y las centenarias relaciones de la clase política
con el narco, pasan por aquí.
Esta debilidad institucional finalmente tiene que ver con cómo nace y ha funcionado el ancestral
negocio del tráfico de drogas en nuestro país pues, como ha explicado en varias ocasiones el
sociólogo e historiador Luis Astorga: el narcotráfico es desde sus inicios parte del régimen
posrevolucionario: nace supeditado al poder político (en la figura de los gobernadores) y se
desarrolló por medio de instituciones, mediaciones estructurales, que sirven de vínculo entre el
narco y el poder político (como fueron la Dirección Federal de Seguridad y la Policía Judicial).
Menciona en qué estados de la república mexicana los índices de seguridad se han
controlado.
A nivel regional, el sureste del país recibe el título de la zona más pacífica, pero la información
obtenida de documentos de la Procuraduría General de la República (PGR) muestran que
desde el sexenio de Ernesto Zedillo los cárteles de Sinaloa, del Golfo y Juárez han ocupado
entidades como Tabasco, Yucatán, Quintana Roo, Chiapas, Campeche y el sur de Veracruz.
En los estados identificados como más pacíficos también han ocurrido casos de masacres y
violencia.
Ante este escenario en conjunto con la actual crisis económica es altamente probable que los
robos y secuestros aumentarán en 2017. Frente a ello, es necesario que la autoridad deje
de simular, perder tiempo excusándose e invertir todo su capital en generar ese Estado
de Derecho que los mexicanos necesitamos para hacer atractivo el país al turismo, la
inversión extranjera, proteger los derechos de propiedad para poder progresar y vivir
seguros como nos lo merecemos cada uno de nosotros.
La crisis de seguridad humana no ha cesado pese a que ha transcurrido más de una década,
en la cual presuntamente nuestras autoridades han implementado diversas acciones en la
materia para disminuir la delincuencia y la violencia en el país. Han pasado más de diez años
en los cuales no hemos dejado de escuchar discursos que refieren que las condiciones de
seguridad han mejorado, aunque nuestra cotidianeidad y ciertas cifras oficiales demuestren lo
contrario.
Un claro ejemplo es lo que ha sucedido en relación con los homicidios dolosos, cuya tendencia
vuelve a ser creciente luego que se mantuviera por un corto plazo a la baja. No queda duda
alguna respecto al quiebre de la tendencia a la baja que habían mantenido los homicidios
dolosos desde 2013, pues el número de víctimas de enero a noviembre de 2016 es 22.13%
mayor que el registrado en el mismo periodo de 2015. Adicionalmente en relación con este
delito, hay que destacar que noviembre fue el quinto mes con mayores niveles tanto en el
número de carpetas de investigación iniciadas por homicidio doloso (1 851), como en el número
de víctimas de este (2 018).
Han pasado varios meses desde que el presidente Peña Nieto lanzara la última estrategia para
la reducción del homicidio doloso en 50 municipios del país sin que hasta el momento
tengamos resultados que nos señalen de manera clara los avances de la misma. Somos
conscientes que dada la naturaleza y dimensiones de esta problemática de seguridad, los
efectos de las acciones implementadas pueden no ser inmediatos.
Sin embargo, pareciera que la estrategia anunciada no está teniendo impacto alguno en la
incidencia de este ilícito como lo demuestran las cifras de incidencia delictiva publicadas en el
SESNSP. Ante este escenario, es fundamental que cada una de las autoridades responsables
en el ámbito de sus competencias realice un análisis y evaluación objetiva para determinar
tanto los aciertos como las fallas de las acciones llevadas a cabo para redirigir esfuerzos. Esto
debe ser prioritario si efectivamente tienen un compromiso con la seguridad humana en
México, si efectivamente tienen un compromiso para velar por los derechos humanos de la
población que vaya más allá de simples narrativas.
Dado el contexto nacional es necesario tener presente que este no es el único pendiente en la
materia, ya que continúa en ese estatus la reforma policial y la legislación que refiere al rol del
ejército en tareas relacionadas con la seguridad interior. La construcción de consensos
respecto del tipo de policía que necesitamos brilló por su ausencia en los debates
parlamentarios, en tanto que la irritación de las fuerzas armadas que actualmente realizan el
trabajo de las policías se hizo latente. Resulta imposible seguir postergando la discusión a
costa de las miles de víctimas de distintos delitos y de la percepción de inseguridad que aqueja
a la sociedad y frena el desarrollo e impulso económico de las comunidades.
Por ello, lo que falta realmente es un trabajo institucional. Desde hace varios años, la
justificación para la participación militar en la seguridad ha sido la debilidad de las instituciones,
sobre todo de las fuerzas policiales, pero no vemos realmente un trabajo para fortalecer las
instituciones policiales y todo el sistema de justicia. Como eso no se está dando, la pregunta es
cuándo los militares podrán salir de esa estrategia de seguridad.
Elabora una conclusión de manera que expongas claramente cuál es tu postura hacia el
tema analizado.
Es reconocible el esfuerzo y sacrificio tanto de algunas autoridades federales como locales por
restablecer condiciones aceptables para todas las personas. Sin embargo, la eficacia sigue
dejando mucho qué desear como demuestran los datos oficiales de incidencia delictiva que
mantienen graves asimetrías y deficiencias, y al 93.7% de cifra negra que persiste en nuestro
país acorde con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública
(ENVIPE) 2016.
Fuentes
www.onc.org.mx
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2967/29.pdf
http://www.politicacriminal.cl/n_02/d_4_2.pdf