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Beata MARÍA ENRIQUETA DOMINICI.

(1829-1894).
(Anna Caterina Dominici).

Martirologio Romano: En Turín, del Piamonte, beata María Enriqueta (Ana Catalina) Dominici,
de las hermanas de Santa Ana y de la Providencia, que gobernó sabiamente y engrandeció su
Instituto durante treinta años hasta su muerte.
Ana Catalina Dominici nació en Carmagnola (Borgo Salsasio), en el seno de una humilde
familia campesina. Tenía cuatro años cuando sus padres se separaron y de su padre nunca supo
nada, un pesar que Catalina siempre llevó dentro. Los hijos y la madre se fueron a vivir con un
tío sacerdote a Borgo San Bernardo (otra pedanía de Carmagnola), junto al abuelo y una tía.
Cuando manifestó su deseo de hacerse religiosa, su tío sacerdote se opuso firmemente, mientras
su madre, si bien no era contraria, sentía miedo de quedarse sola. Tuvieron que pasar cinco años
para ver cumplidos sus deseos. Formó parte de la Compañía de los Humillados que tenía la
misión de acompañar a los muertos a la sepultura.
En 1850, obtuvo el permiso de hacerse religiosa, pero que no fuera de clausura, como ella
deseaba, sino entre las Hermanas de Santa Ana. Fue recibida en el palacio Barolo de Turín por
la fundadora, la marquesa Julia, que la animó a que tomase el nombre de María Enrica, como se
llamaba su sobrina favorita.
El Instituto de Santa Ana había sido fundado en 1834 por el marqués Tancredo di Barolo para
acoger a los niños de la calle y nacián con la misión de educarlos e instruirlos. María Enrica
profesó en 1853. En 1854 fue enviada a Castelfidardo, donde había una casa fundada unos años
antes, a poca distancia del Santuario de Loreto. Fue acogida por sus hermanas en religión "como
una espía", pero María Enrica, en poco tiempo, fue capaz de hacerse amar. Un año después de
su llegada, en la ciudad se desarrolló una epidemia de cólera, en la que las hermanas se
ofrecieron para curar a los enfermos, nuestra beata dio la medida de su humanidad y dedicación
que fue estraordinaria. Fue nombrada maestra de novicias. A su director espiritual, un jesuita, le
manifestó su aridez espiritual y su deseo de ir como misionera a la India. Para prepararse obtuvo
el permiso de privarse "de las cosas no absolutamente necesarias". Un día memorable fue el 17
de mayo de 1857 cuando asistió a la audiencia, con otras religiosas, con el papa beato Pío IX
que visitaba Loreto. Asistiendo a la audiencia estaba presente santa Magdalena Sofía Barat.
En 1858 regresó a Turín y fue nombrada maestra de novicias mientras la relación entre la
Fundadora y la primera superiora de la Congregación era insufrible. Tuvo que intervenir la
Santa Sede y nombró a María Enrica como superiora general. No se sentía capaz, pero tuvo que
aceptar. Durante cuatro años tuvo que convivir con la depuesta superiora que causaba muchos
problemas.
La Madre María Enrica estuvo al frente del gobierno de la Congregación hasta su muerte, y la
desarrolló de forma excepcional. Fundó 32 casas, llegando a Roma y Sicilia. Fue consejera de
san Juan Bosco, cuando creó la regla de las Hijas de María Auxiliadora, y le "prestó" dos
hermanas para la nueva congregación.
Fue afable y gentil, pero era reservada y de pocas palabras. Con el permiso de sus superiores
hizo el voto extraordinario de buscar en el cumplimiento de cada acción el modo "más
perfecto". Meditaba largamente delante del Tabernáculo y obtuvo de la Santa Sede que su
religiosa pudiera comulgar diariamente. Al leer sus escritos, la Autobiografía y el enorme
epistolario, se percibe el total abandono en manos de la Providencia. Murió de un cáncer de
mama en Turín. Sus restos se encuentran en la capilla de la Casa Madre de Turín. Fue
beatificada el 7 de mayo de 1978 por Pablo VI.

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