Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Por lo tanto, en muchos casos los libros que editamos deberán man-
tenerse a la venta aun siendo concebidos como libros libres. En
otros casos podremos ir distribuyendo gratuitamente las versiones
digitales, con el acuerdo del autor/a. (Pueden encontrar muchos de
ellos en lanzasyletras.com/libros-libres). Parte de la batalla por la
circulación no mercantilizada de las producciones culturales y las
ideas puede librarse, a la vez, si todos y todas nos involucramos. Les
invitamos a comprar nuestros libros aun cuando puedan descargar
algunos de ellos gratuitamente. Otra forma de sumar, es hacer una
donación al proyecto editorial: así podremos seguir “liberando” con-
tenidos (lafogataeditorial.com/tu-aporte-libera).
Eres libre de copiar, distribuir y hacer uso de este libro bajo las siguientes
condiciones:
Pablo Solana
Epílogo:
Manuela Arango Restrepo,
Juliana Marín Rodríguez,
Juan Felipe Duque Agudelo
Noviembre de 2019
Lanzas y Letras. Las historias
Pablo Solana
124 p., 16 x 23 cm.
ISBN: 978-958-48-7823-6
Noviembre de 2019
Ilustración de portada:
Julián Alexander Yela Pantoja | jules.yela@gmail.com
julianyela.wixsite.com/portafolio
Introducción �����������������������������������������������������������������������������15
1992. Cárcel de Rivera, Huila
1958. Universidad de San Carlos, Guatemala
El lenguaje del alma al sol
Anexo������������������������������������������������������������������������������������������ 119
Jafeth Gómez (Patia, 1954) es artista oriundo del departamento del Cauca, Colombia. Coordinador del
Colectivo Cultural Wipala de acompañamiento a procesos artísticos comunitarios (www.jafeth.com.co).
Palabras previas
1. Rodolfo Walsh fue un escritor y periodista argentino. Batalló por la verdad y la memoria desde
su oficio y su participación en las organizaciones revolucionarias de los años 60 y 70 del siglo
pasado. La última dictadura de su país lo abatió y desapareció su cuerpo, pero sus escritos se
reeditan cada vez con más frecuencia. La que abre esta página es una de sus reflexiones más
citadas, publicada originalmente en el periódico obrero antidictatorial CGT en 1968.
9
Palabras previas
10
Pero las dificultades no son exclusivamente colombianas. En
América Latina los procesos de recuperación de la memoria son
desiguales. El movimiento popular en México o Argentina, por
caso, cuenta con un nivel de sistematización de las experiencias
históricas que contrasta con la dificultad que se afronta en la
mayoría de los países de la región. Guatemala tal vez sea uno de
los países donde se afrontan mayores dificultades. Allí nos dimos
cuenta que una revista que contó con plumas como las de Otto
René Castillo, Roque Dalton, Luis Cardoza y Aragón o Augusto
Monterroso, era prácticamente desconocida incluso para quienes
estudian comunicación y militan en la misma universidad donde
aquella experiencia se gestó.
El desafío, entonces, se nos brindó doble: recuperar la memoria
de la experiencia de Lanzas aquí, y allá. Fuimos tras las huellas
perdidas de los ancestros de nuestro proyecto, a buscar en Cen-
troamérica las ediciones originales de aquella otra revista de igual
nombre que impulsaron los poetas y que sirvió de referencia al
fundador de esta Lanzas: a las raíces de esta historia.
Cómo no aprovechar la ocasión para sumergirnos en los tiem-
pos de Roque y Otto, recrear las conspiraciones en la Universidad
de San Carlos, el protagonismo y la desfachatez de los y las jó-
venes que conforman una mezcla explosiva cuando se proponen
proyectos audaces, improbables, pero realizables como sucedió
con aquellos estudiantes-poetas en la ciudad de Guatemala o con
quienes ejercían el liderazgo estudiantil en la USCO, la querida
Universidad Surcolombiana de Martha Lucía y Uverney. Cómo no
hurgar, de paso, en los vericuetos de la clandestinidad, la lucha
armada, las persecuciones y la cárcel que debieron pagar quienes
se comprometieron con lo justo; cómo no aprovechar la coinciden-
cia homónima para recuperar la historia larga de nuestras letras.
Ser parte, construir una reivindicación que nos permita sentirnos
“tan patriotas de Latinoamérica como los que más”, parafraseando
al Che, otro protagonista frecuente de las páginas que nos ocupan.
***
La revista que nació en el Huila hace un cuarto de siglo estuvo
a punto de caer, también, en el pozo del olvido. Cuando, tras la
muerte de Uverney, resolvimos reorganizar el equipo de trabajo y
convocar a compañeros y compañeras más jóvenes, sabíamos que
11
Palabras previas
12
¿O acaso las nuevas generaciones de estudiantes no tendrán
siempre, en cualquier rincón de América Latina, la necesidad de
afilar sus Lanzas y aguzar sus letras?
¿Acaso, en la historia larga de nuestros pueblos, no resurgió
cada vez lo que parecía olvidado, cosa del pasado?
¿No es ahora más urgente que nunca, ante el panorama de-
solador que se abre en Nuestra América, agitar el pensamiento
crítico y convocar a la poesía (perdóname por haberte ayudado a
comprender/ que no estás hecha solo de palabras2), es decir, a la
resistencia?
Lanzas y Letras es un nombre hermoso que condensa lirismo,
compromiso, historia. Resurgió una vez y aquí anda, por cumplir
su nuevo cuarto de siglo. Podría incluso refundarse una, dos, cien
veces más. O no. Tal vez sean otros los nombres que identifiquen a
los nuevos proyectos. Otros los formatos.
Más allá de eso hay un compromiso de continuidad que se
ha vuelto para nosotros y nosotras, como dijo el poeta, una con-
ducta moral.
—Llevamos ya 70 años en que las escuelas públicas, los pe-
riódicos del sistema, los medios de comunicación, nos dicen “hay
que ver para adelante, el pasado quedó atrás y no sirve para nada
volver atrás” —nos cuenta, con amargura, Antonio Tono Móbil, el
director de la primera Lanzas, en su despacho, cuando le pregun-
tamos por qué se sabe tan poco de la mítica revista en Guatemala.
“Nuestra primera tarea es combatir con todas nuestras fuerzas
el olvido, y para hacerlo tenemos la memoria” escribió alguna vez
Uverney, aceptando el reto. Los fundadores de ambas revistas no
se conocieron, pero sus diálogos son tan probables, tan certeros,
que resulta imposible no escuchar.
Con ustedes, la historia de aquellas lanzas y estas letras, que
vienen de lejos y apuntan al futuro.
13
Introducción
El lenguaje del alma al sol
Un día,
los intelectuales
apolíticos
de mi país
serán interrogados
por el hombre
sencillo
de nuestro pueblo.
Se les preguntará,
sobre lo que hicieron
cuando
la patria se apagaba
lentamente,
como una hoguera dulce,
pequeña y sola.
Otto René Castillo
15
I ntroducción
eligió ese libro para llevarle intuyera que, además de la calidad litera-
ria y de la verba encendida del poeta, las ideas que Roque Dalton ex-
presaba en el prólogo serían fundamentales para el joven estudiante
de Lingüística y Literatura que pasaba sus peores días tras las rejas.
De hecho, para Uverney, el texto introductorio del salvadoreño resultó
tan potente como la obra misma que prologaba.
Ese libro le provocó un amor a primera vista. Sumado al que
sentía por Martha Lucía, ambos enamoramientos darían sus fru-
tos. “En la cárcel concebí mis dos sueños más queridos: Lanzas y
Letras y Violeta del Mar”, solía decir. Es que, durante las visitas
íntimas, su compañera quedó embarazada. “Al principio él quería
que fuera varón, para ponerle Otto René, pero yo dije: será Violeta”,
recuerda Martha Lucía. Los días de cárcel de Uverney fueron muy
productivos, pese a todo.
***
En 1992, Uverney era representante estudiantil al Consejo Superior
Universitario y, como tal, uno de los promotores de las protestas con-
tra el desfinanciamiento de la Educación. Por ese motivo lo detuvie-
ron. Durante una movilización que terminó en tropel la policía, que
ya sabía de su liderazgo, lo señaló como organizador de los enfrenta-
mientos y agregó en el informe presentado a la Fiscalía que, además,
habría hecho disparos con un arma de fuego. Con el tiempo, durante
el juicio, se demostró que la acusación era falsa, pero la doctrina con-
trainsurgente indicaba que todo activista debía ser considerado gue-
rrillero o afín a la guerrilla: fue procesado con el cargo de terrorismo.
Ya por entonces en Colombia ser líder social era un delito.
Mientras pasaba los días en la celda en el Huila, estudió aquel
libro de Otto René Castillo y se concentró en las palabras de Roque
Dalton que lo prologaba. Allí el salvadoreño mencionaba la partici-
pación de Otto en una revista llamada Lanzas y Letras.
—Mira, he soñado, te quiero contar —le dijo Uverney a Mar-
tha Lucía aquel sábado por la mañana, durante la visita que ella
realizaba como integrante del Comité de Presos Políticos. —Quiero
escribir, quiero hacer una revista, te prometo que voy a hacerla
apenas salga de acá.
—Está bien, Uver, sí… pero antes que nada debes terminar los
estudios, retomar la Universidad —respondió ella, preocupada por
la posibilidad de que la cárcel le hiciera perder la carrera.
16
Entonces él le habló del libro que estaba leyendo, y de aquel
joven guatemalteco, poeta, perseguido, que se había comprome-
tido hasta el final.
—No sabes las cosas tan verracas que dice Roque Dalton de él—
le dijo a Martha Lucía.
Siguió contándole, verborrágico, apasionado, que Otto René ha-
bía hecho una revista muy importante para la difusión de la cul-
tura y las ideas revolucionarias en su país, que eso mismo era lo
que hacía falta en Colombia, y que eso quería hacer él; que a aquel
joven poeta finalmente lo habían capturado cuando estaba en la
guerrilla, y que había sido torturado hasta la muerte, y que era un
revolucionario. Poeta y revolucionario, repitió.
Martha Lucía, que conocía a Uverney lo suficiente, supo lo que
debía esperar de esa pasión:
—Ay mi Dios, ya me olfateo esto, nada va a detenerlo.
***
Veintidós años pasaron desde que Uverney salió de la cárcel hasta
que un cáncer corroyó su cuerpo y lo dejó sin vida, en noviembre de
2015. Durante todo ese tiempo solo supo de la mítica revista gua-
temalteca lo que Dalton explica en las primeras páginas de aquel
libro revelador. Aunque buscó artículos y consultó otras fuentes,
todo lo que se sabía o decía de la Lanzas primera eran refritos de
aquellas palabras del salvadoreño.
La primera poesía que se publicó en la Lanzas colombiana es
de Gioconda Belli, una joven poeta aún poco conocida en los tem-
pranos años 90. Martha Lucía había viajado a Nicaragua para ser
parte de la brigada solidaria del café, en apoyo a la revolución san-
dinista, y había traído la novedad. Bajo el título “Obligaciones del
poeta”, Gioconda versa:
Que nunca te dé por sentirte
intelectual privilegiado cabeza de libro serrucho de conversaciones
mustio pensador adolorido.
(…) Ahora en el fondo de la tierra
emana electricidad para cargar tu canto
se desparraman los poemas en las caras sudorosas,
en las ávidas manos sosteniendo cartillas y lápices;
ahora no tienen más que cantar lo que te rodea,
al suave diapasón
de las ardientes voces
de la multitud.
17
I ntroducción
18
No les costó ponerse de acuerdo. El nombre consensuado se ade-
cuaba mejor a la idea de que el mensuario, una vez dados sus pri-
meros pasos firmes, excediera el ámbito exclusivo de la Universidad.
Y así resultó. Pasaron por sus páginas fundamentales referen-
tes de la política, las letras y la cultura. Roque Dalton no pudo
ser parte directa del proyecto, aunque estuvo en contacto con los
guatemaltecos desde un principio. Al año de haber salido la revista
pudieron conocerse.
En 1959, Ricardo Rosales, en nombre de Lanzas y Letras, es-
tuvo de visita en la casa del poeta, en San Salvador. De allí surgió
la idea de retribuir la invitación y organizar un nuevo encuentro,
esta vez en la Universidad de San Carlos. La iniciativa se malogró
en marzo de 1960, cuando el salvadoreño fue detenido en el aero-
puerto La Aurora de Guatemala y expulsado del país. Había sido
invitado a un festival de Arte y Cultura, pero el gobierno de Ydígo-
ras le impidió la entrada. (Una anécdota prácticamente desconoci-
da otorga a Lanzas y Letras un rol fundamental en la preservación
de unos poemas inéditos de Roque Dalton, que corrieron riesgo de
perderse a manos de la policía; esa y otras historias reconstruimos
en las páginas que siguen).
La valoración que tuvo Roque de la revista quedó plasmada en
el texto titulado “Otto René Castillo, su ejemplo y nuestra respon-
sabilidad”, que se publicó como prólogo de la antología del poe-
ta guatemalteco que medio siglo después llegaría a las manos de
Uverney en la cárcel del Huila, en Colombia.
Tras el prólogo, los poemas de Otto René. “Patria, mi amor”,
inicia la antología.
Sea
siempre mi amor
tu compañía.
Que
nunca falte mi amor
en tus cimientos.
Álzate
firme sobre
él,
patria,
con tus descalzos pies,
llenos de lodo y de caminos!
19
I ntroducción
20
***
“No me hables de usted, tuteémonos como viejos amigos que so-
mos, ya tenemos más de 15 minutos de estar conversando”, nos
intimó, en la ciudad de Guatemala, Tono Móbil, el director de la
mítica Lanzas de finales de los años 50. Ágil para romper el hielo, a
sus 88 años, el hombre mantiene una chispa envidiable. Se le nota
la impronta de aquellos años de rebeldía estudiantil, la latencia de
aquellas aventuras, los aprendizajes de una bohemia que se curtió
a la fuerza, sorteando represiones y crímenes de Estado. Además
de contarnos sobre los vínculos que mantiene con las y los jóve-
nes que en la actualidad conducen la Asociación Estudiantil, Tono
puso sobre la mesa el tesoro más preciado: la colección completa
de la Lanzas original.
Así fue como logramos integrar, ahora sí, ambas historias. Gua-
temala y Colombia. La Universidad de San Carlos y la Surcolombia-
na. Otto René Castillo y Uverney. Los estudiantes, el pensamiento
crítico, la poesía, las ansias de justicia y revolución social, allá y acá.
Intuimos que del cruce saldrán chispas. Y saldrá futuro.
Este libro es un homenaje a quienes forjaron estas histo-
rias, pero, sobre todo, una invitación a lo que vendrá, a quienes
sigan de ahora en más. Urgen nuevas batallas por la justicia y
la belleza. Se trata de una lucha que, al igual que el amor, (otra
vez Uverney):
(…) no conoce
de cansancios ni de cédulas caducas
ni de tratados eruditos
ni de diamantinos aros
ni de modernos carruajes
ni mucho menos de rostros mancillados por la vanidad.
Tan solo conoce el lenguaje
del alma al sol3
3. Poema sin título. Uverney Quimbayo. Publicado por primera vez en Lanzas y Letras N° 32,
mayo 2017.
21
Primera Parte
Centroamérica
Poetas que subvierten la
historia, ganan premios
y se van a la guerrilla
Los poetas Otto René Castillo y Roque Dalton, integrante y colaborador, respectivamente, de
la revista Lanzas y Letras de la Universidad de San Carlos, Guatemala.
Pr mera Parte
24
Centroamérica
25
Pr mera Parte
26
ver la cabeza para reconocer por dónde hemos pasado, es volver
en busca de nuestra base de sustentación y afirmación de nues-
tro tránsito por una cultura”.
Similar enfoque expresa Dalton en un ensayo sobre su país
que escribe en Cuba a pedido de Casa de las Américas, en 1963.
Allí sentencia: “La oligarquía dominante y el imperialismo nor-
teamericano han tendido un velo sobre el pasado aborigen de El
Salvador —que ya estaba suficientemente nebuloso a causa de
la destrucción de los códices fundamentales de los pipiles por
parte de la inquisición eclesiástica— con el objeto de hacer aún
más honda la despersonalización del pueblo salvadoreño, ne-
cesaria para que la explotación no encuentre obstáculo de con-
ciencia”. Tras su paso por la escuela de Antropología de México,
Roque descubrirá la poesía nahuatl, el Popol-Vuh y otros textos
y documentos históricos que le harán valorar aún más la cultura
de los pueblos originarios de la región.
La reivindicación originaria, el sentido extra-nacional de la
relectura de la historia que ambos hicieron y la adscripción a
las ideas comunistas podrían hacer pensar en cierto enfoque
anti-patriótico por parte de Dalton y Castillo. Sin embargo, lejos
de eso, lo que ambos hacen es reivindicar una noción de patria,
de identidad, más allá de las forzadas fronteras actuales. Así
describe Roque la impronta dejada por su amigo Otto René en el
ámbito de la cultura en El Salvador: “En aquel ambiente sobre-
cargado de inocencia, de buenas intenciones, de desconciertos,
de verbosidad, de subdesarrollo, Otto René Castillo participaba
como un nuevo tipo de salvadoreño y un nuevo tipo de guate-
malteco, un nuevo tipo de compatriota y un nuevo tipo de ex-
tranjero: como un centroamericano revolucionario que al hacer
de El Salvador su patria —no su segunda patria— comprobaba
la identidad de Guatemala con los pueblos oprimidos del otro
lado de sus fronteras”.
En ese contexto ideológico y político que Roque y Otto René
tan bien supieron expresar, surge Lanzas y Letras. Para entender
esa argamasa de intereses y propuesta de destino común, resulta
oportuno repasar algunos hitos históricos desde la mirada gene-
racional de aquella época. Vayamos entonces al encuentro de esa
historia a través de la obra de nuestros poetas.
27
Pr mera Parte
Historias prohibidas
Lo que hoy es Centroamérica y México, metro más metro menos,
supo ser identificado como Mesoamérica (del griego mesos=inter-
medio). El norte de Panamá, Nicaragua, El Salvador, Honduras,
Guatemala, Belice y gran parte de México eran una sola cosa.
Se trata de un territorio joven: se supone que la parte que abar-
ca de Chiapas al norte de Nicaragua emergió a la faz de la tierra
hace algo así como 50 millones de años; las geografías que hoy
son Panamá y Costa Rica, en cambio, debieron haber salido a la
superficie hace tan solo 10 millones de años, definiendo el puente
intercontinental, la metafórica cintura de América. Así fue que en
estas tierras coincidieron la emigración de flora y fauna austral del
norte y la boreal, del sur.
Antes de la llegada del conquistador europeo se asentaban
allí diversas culturas indígenas como los olmecas, mayas, tol-
tecas y aztecas. Los avances en la agricultura, inventos como la
espada con hojas de obsidiana y la camisa protectora de algo-
dón, el calendario con 18 meses de 20 días, la arquitectura de
falsa bóveda y pirámides escalonadas, el uso de papel de amate
en códices y mapas de escritura jeroglífica, ilustran el nivel de
desarrollo que habían alcanzado hasta que Colón lo echó todo
a perder.
Ya sabemos de la astucia de Hernán Cortés, la estigmatización
injusta que la historia oficial (y un poco de la otra) hicieron pesar
sobre Malintzin (Malinche), y la credulidad rayana con lo ingenuo
de parte del tlatoani Moctezuma. Digamos, para acercarnos más
a nuestra historia, que mientras preparaba la invasión a tierras
mexicanas Cortés envió hacia el sur a un tal Pedro de Alvarado,
quien terminaría autodesignándose gobernador y capitán general
de Guatemala. A su paso venció primero a los indígenas de Soco-
nusco, aliados de los quichés; avanzó al frente de 400 europeos
con artillería y caballos que ocuparon sin mayor dificultad la ciu-
dad de Xelajú, hoy Quetzaltenango.
Menos suerte tuvo en Cuscatlán.
Allí, su primer intento de derrotar a los pipiles resultó infruc-
tuoso. Dalton reversiona un informe de Pedro de Alvarado a Her-
nán Cortés, donde enfatiza los rasgos de la resistencia indígena
que asimila a las tácticas de la guerra de guerrillas.
28
(…) E inmediatamente envié a Don Jorge de Alvarado, mi hermano,
con cuarenta o cincuenta de a caballo,
para que persiguiese a los guerreadores y recuperase lo quitado.
Halló mucha gente armada en el campo y tuvo que pelear con ellos
y los desbarató,
pero ninguna cosa de lo perdido se pudo cobrar.
Don Jorge de Alvarado se volvió cuando todos los indios se hubieron alzado
en la sierra.
(…) Enviáronme a decir que ellos no reconocían a nadie,
que no querían venir,
que si para algo los quería que ahí estaban en la sierra
esperando con sus armas.
(…) Como vi esto, yo hice Proceso contra ellos
y contra los otros que me habían dado la guerra, y los llamé
por pregones,
pero tampoco quisieron venir.
Ante tal rebeldía y el proceso cerrado, los sentencié,
y di por traidores a pena de muerte a los Señores de estas provincias
y a todos los demás que se hubiesen capturado durante
la guerra y
que se tomasen después,
hasta que diesen obediencia a Su Majestad;
que fuesen esclavos, se herrasen y de ellos o de su valor
se pagasen once caballos que en la conquista de ellos fueron muertos
y de los que de aquí en adelante matasen y otros
gastos necesarios a la dicha Conquista.
Sobre estos indios de esta ciudad de Cuzcatlán [sic]
estuve diecisiete días y nunca,
por más entradas al monte que mandé hacer, ni
por más mensajeros que envié,
los pude atraer:
por la mucha espesura de los montes y grandes sierras y quebradas
y otras grandes fuerzas que tenían.
29
Pr mera Parte
30
encrespando, decisivo y rotundo.
Tu mano con su flecha llega al mundo,
tu flecha con su mundo de bengalas
viene emplumada con sus rojas galas
para defensa del amor fecundo.
Tu gesto por su gesto no agoniza,
en tu mano se despierta la estrella:
tu coraje en la patria se eterniza.
Aquino y Morazán
En Honduras, mientras tanto, eran los indios lencas comandados
por el bravo cacique Lempira quienes resistían al invasor. Sin em-
bargo, la conquista avanzó. En 1542 los españoles consolidaron su
poder y crearon la Capitanía General de Guatemala que abarcaba
toda la región.
Con la cruz y la espada llegaron los repartimientos, las mitas y
las encomiendas. Esclavos de África se sumaron a los condenados
de esta tierra. A diferencia de las expediciones que se adentraban
hacia el sur, la cintura de América parecía no contar con grandes
yacimientos de minerales preciosos. La explotación, más que de la
tierra, sería de los indígenas. La fuerza de trabajo esclavizada era
el principal atractivo que encontraron en esta región los conquis-
tadores. Las rutas comerciales también eran débiles; eso fomentó
cierto aislamiento de sus provincias.
Aquellas primeras resistencias indígenas se convirtieron en
una constante. Sin embargo, habría que esperar hasta las guerras
independentistas para ver retroceder al invasor.
La unidad regional fue uno de los pilares del programa eman-
cipador. A la vez, las pujas al interior de la naciente casta crio-
lla que buscaba aferrarse al gobierno de la nueva institución
—o, al menos, al de alguna de sus partes— fue erosionando
el proyecto común. Los intentos por mantener cohesionado el
territorio mesoamericano fracasaron ante el desmembramiento
que se inició con la independencia, tendencia que al día de hoy
no se revirtió.
En 1820, el territorio de la Capitanía General de Guatemala
quedó dividido en dos provincias: la de Guatemala, con capital
en la ciudad del mismo nombre, y la de Nicaragua y Costa Rica,
con capital en León. En 1821 las cortes españolas decidieron
erigir en provincias a todas las intendencias americanas para
31
Pr mera Parte
32
genas. Los tributos y expropiaciones resultaban medidas más
agresivas que las padecidas en la época colonial, donde los
pueblos originarios al menos mantenían sus resguardos y sus
parcelas de tierra. El conflicto fue azuzado por la aristocracia
conservadora y el clero. Las rebeliones no se hicieron esperar:
Chalatenango, Izalco, Sonsonate, padecieron revueltas y asal-
tos a cuarteles.
Los nonualcos, encabezados por Anastasio Aquino, dieron la
batalla más firme. A finales de enero de 1833 el cacique había
logrado reunir a unos 3000 combatientes, e hizo retroceder al
ejército oficial en dos ocasiones. Al recuperar la ciudad de San
Miguel, Aquino se dirigió a la Iglesia del Pilar y quitó la corona
de la imagen de San José, se la puso él y se autoproclamó Rey
de los Nonualcos; otro título que cosechó en su campaña rebel-
de fue el de Comandante General de las Armas Libertadoras.
Con sus tropas diezmadas por la enfermedad, el ejército oficial
lo fue cercando hasta derrotarlo. En San Vicente, donde había
expropiado la corona de la Iglesia, fue decapitado. “Ejemplo de
revoltosos”, aleccionaba el cartel pintado sobre la jaula en la que
exhibieron su cabeza.
Padre Anastasio Aquino, descorredor de velos; matador de prejuicios,
padre Anastasio Vida; padre Anastasio Pueblo, violador de la noche: llegaste
desde el centro de la historia, desde el origen de la historia,
desde las proyecciones de la historia,
a colocarnos la verdad
entre la garganta y la vocación,
a colocarnos la verdad en la esperanza como una hostia feroz, roja y gigante,
plena de amor al hombre matinal
que habremos de construir para la dicha.
33
Pr mera Parte
34
Vencido el yanqui por los pueblos unidos de Centroamérica
a sangre y fuego, a la luz de las armas, en una larga lucha,
Norteamérica aprendió una lección:
la intervención militar directa —concluyó—
no es el primer recurso que debe ser usado sino el último.
Pues en la época de los estados nacionales modernos
la conquista de una nación deberá hacerse desde dentro de ella.
(…)
El Capitán-General Gerardo Barrios pensaba sin embargo
que la lección de la victoria contra el filibusterismo era otra:
ella decía claramente que sólo la Centroamérica unida
por la que combatió Morazán,
podía ser una nación fuerte frente a la codicia extranjera.
35
Pr mera Parte
36
Los tiempos de Otto y Roque
Tiempos de transición
La generación que nos ocupa surgió en un período de transición entre
dos momentos de crisis y posibilidad de revolución. Por un lado, la
década del 20 hasta la masacre de 1932 en El Salvador; por el otro, la
Revolución Cubana, casi 30 años después. En el medio, en el caso de
Guatemala, la frustración de la Revolución de Octubre (1944 - 1954)
acentuó cierto espíritu de época escéptico en cuanto a la posibilidad
de imaginar cambios radicales, al menos en el corto plazo.
La insurrección salvadoreña de 1932 había sido el hecho más
cercano y más emblemático de una serie de sucesos que habían
permitido ilusionarse con la revolución. Desde 1917 las noticias de
los soviets sobrevolaban el planeta. José Carlos Mariátegui (1894
- 1930) había dado sustento teórico a un marxismo en clave indí-
gena y nuestroamericano; las figuras de Luis Emilio Recabarren
(1876 - 1924) en Chile, Julio Antonio Mella (1903 - 1929) en Cuba,
Augusto César Sandino (1895 - 1934) en Nicaragua y el mismo Fa-
rabundo Martí (1893 - 1932) en El Salvador, simbolizaban intentos
populares por democratizar la vida de sus pueblos, revertir la ma-
triz de dependencia que los sometía y, en algunos casos, proponer
el socialismo como alternativa.
Algunos años antes, en Guatemala, algo parecido a una revo-
lución —democrática, no socialista— había sucedido en 1920. El
11 de marzo de ese año una manifestación había reunido a más de
30 mil personas en la capital, que por entonces tenía cerca de 100
mil habitantes. Por primera vez en la historia habían participado
delegaciones de todo el país. El dictador Manuel Estrada Cabrera
reprimió y se produjo una insurrección armada que involucró a
amplios sectores del pueblo. Los hechos, conocidos como Sema-
na Trágica, alcanzaron para voltear a la dictadura y democratizar
el país, pero en seguida los conservadores lograron aquietar las
aguas, la United Fruit reafirmó sus privilegios monopólicos y volvió
el desencanto y la represión; hubo que esperar hasta el 44 para un
nuevo alzamiento popular.
37
Pr mera Parte
38
L os tiempos de O tto y R oque
4. El ciervo perseguido. Apuntes sobre la vida y la obra de Roque Dalton. Luis Alvarenga.
39
Pr mera Parte
40
L os tiempos de O tto y R oque
5. De acuerdo al uso hegemónico del lenguaje en la época en la que se enuncia esta cita, al igual
que otras que siguen en el libro, el término “hombres” pretende referir al genérico “personas”. Ac-
41
Pr mera Parte
tualmente resulta inapropiado el sesgo sexista de ese tipo de expresiones que invisibiliza a la mujer
y a otras diversidades de sexo o género. Nos proponemos respetar la cita original y a la vez llamar
la atención sobre ese uso discriminador del lenguaje, por eso incluimos “(sic)” para señalar que la
expresión en cuestión es la referida de manera literal por el autor. No repetiremos la aclaración en
futuras expresiones del mismo tipo, valga esta aclaración para dejar constancia de la observación.
42
L os tiempos de O tto y R oque
43
Pr mera Parte
6. Esta definición es dada por Roque Dalton sobre Otto René en el prólogo de Informe de una
Injusticia, pero referida a su incorporación al Partido Comunista de El Salvador en 1957. Lo cierto
es que, si bien debemos creerle a Dalton que esa reflexión expresa la motivación de Castillo
para buscar su militancia partidaria, para ese entonces ya no era un “marxista individual”, ya que
militaba en el partido comunista de Guatemala, el PGT, a través de su brazo juvenil, desde 1953.
Por eso sumamos esta referencia bibliográfica de importancia, pero referida a esta fecha primera.
44
L os tiempos de O tto y R oque
45
Pr mera Parte
7. Paz Tejada, militar y revolucionario. Carlos Figueroa Ibarra. F&G Editores, 2004, Guatemala.
46
L os tiempos de O tto y R oque
47
Pr mera Parte
48
L os tiempos de O tto y R oque
49
Pr mera Parte
50
L os tiempos de O tto y R oque
51
Pr mera Parte
8. Firmado con su nombre legal, que retomó tras dejar la lucha armada: Julio César Macías.
52
L os tiempos de O tto y R oque
53
Pr mera Parte
9. Relato recogido por Mario Roberto Morales en su libro La ideología y la lírica de la lucha arma-
da. Guatemala: Editorial Universitaria, 1994.
54
L os tiempos de O tto y R oque
55
Pr mera Parte
56
Lanzas y Letras (I)
57
Pr mera Parte
58
Lanzas y Letras (I)
59
Pr mera Parte
60
Lanzas y Letras (I)
61
Pr mera Parte
62
Lanzas y Letras (I)
63
Pr mera Parte
64
Lanzas y Letras (I)
65
Pr mera Parte
66
Lanzas y Letras (I)
67
Pr mera Parte
68
Lanzas y Letras (I)
69
Pr mera Parte
70
Lanzas y Letras (I)
71
Pr mera Parte
72
Lanzas y Letras (I)
73
Pr mera Parte
74
Segunda Parte
Colombia
Pensamiento crítico
en medio del conflicto
Pancarta de Lanzas y Letras con un fragmento del poema “A los intelectuales”, de Otto René
Castillo. De izquierda a derecha, Dudley Charry, Archi Fernández, Uverney y Martha Lucía.
Arriba: Uverney junto a estudiantes en Neiva, al finalizar uno de los diplomados impulsados por la
revista; entre ellas, su hija Violeta del Mar. Abajo: ejemplares de Lanzas de distintas épocas y formatos:
N° 3 (mayo de 1995), N° 10 (junio de 1997) y N° 32 (junio de 2017).
Colombia
77
S egunda Parte
78
zación con una serie de protestas. De ese caldo de cultivo surgió
Lanzas y Letras.
El movimiento universitario
La mayoría de los impulsores de la revista llegaron a la Universidad
Surcolombiana durante los últimos años de la década del 80.
La Surcolombiana tiene un origen especialmente combativo.
Logró el estatus de universidad en el año 1976 a partir de la re-
categorización del tradicional Instituto Tecnológico Universitario
Surcolombiano, Itusco, creado en 1968. Aunque su estructura era
similar a la de la Nacional de Colombia, no contemplaba la confor-
mación del Consejo Superior, por lo que la naciente USCO, en la
práctica, solo podía brindar programas académicos establecidos
por la Nacional. La década del 80 se caracterizó por constantes
luchas dadas por la comunidad educativa. En 1984 lograron que
se apruebe el primer posgrado, y para 1989 ya serían once los pro-
gramas presenciales que se brindaban en la Universidad.
Cada paso de avance para que la universidad fuera reconocida
por el Estado Nacional implicaba la movilización de los estudian-
tes. En ese proceso surgió una consigna que se convirtió en ban-
dera de lucha hasta hoy: “la Universidad nació en la calle, y en la
calle la defenderemos”.
En forma paralela, durante los últimos años de la década
del 80 y principios de los 90 se incrementó la violencia parami-
litar en todo el país. Se volvieron frecuentes los asesinatos de
líderes sociales y masacres. El movimiento estudiantil padeció
también la violencia. En la Universidad Surcolombiana fueron
emblemáticos los casos de los jóvenes estudiantes Tarcisio Me-
dina Charry, desaparecido tras una de las tantas represiones
a las protestas en 1988; Reinaldo Cuenca y Liliana Camacho,
cuyos cuerpos fueron dinamitados en la vía entre Natagaima
y Coyaima, en 1989; y José Alberto Peñuela, acribillado en el
cementerio central de la ciudad.
La reivindicación de la memoria de quienes fueron asesi-
nados por su compromiso social y político fue una constante
en Lanzas y Letras; el libro Tras las huellas perdidas lleva por
dedicatoria: “A la memoria de José Alberto Peñuela (asesina-
do el 9 de julio de 1990 en Neiva, Huila, por el Terrorismo de
Estado colombiano), y a la de todos los mártires anónimos
79
S egunda Parte
80
nos hermanó, ambos admirábamos la figura de Camilo como inte-
lectual, como libertario, por todo lo trascendente que él había he-
cho antes de empuñar el fusil… Entonces tratábamos de hacer un
Frankenstein entre los conceptos de Camilo y el Che, para generar
impacto en los jóvenes”.
En aquellos años surgieron movimientos políticos desde los dis-
tintos sectores de la izquierda que buscaron expresar los intereses
populares, ya sea por medio de la disputa electoral o ganando re-
presentación en las masas. El caso más conocido es el de la Unión
Patriótica, por la simpatía y buenos resultados que iba cosechando
sin resignar una prédica de izquierda revolucionaria. A consecuen-
cia de ello, sus integrantes fueron víctimas de un verdadero geno-
cidio político.
¡A Luchar! fue otra de esas apuestas políticas de la izquier-
da colombiana. Logró arraigo a partir de una identidad camilis-
ta, especialmente entre quienes habían visto con expectativas la
propuesta del Frente Unido impulsada por el sacerdote antes de
volcarse a la guerrilla. Aunque en menor medida de lo sucedido
con la Unión Patriótica, quienes se identificaron con el camilis-
mo también fueron víctimas de la persecución y la represión. Por
esos años, además, se desarrolló el Frente Popular, de orientación
maoísta, experiencia más modesta pero que acompañó los intentos
de hacer política desde el movimiento de masas en una coyuntura
de fuerte represión.
En sus inicios el programa de ¡A Luchar! era más insurreccio-
nal y menos electoral que el de la Unión Patriótica; o, mejor dicho,
era abiertamente antielectoral. Promovía, en cambio, la moviliza-
ción y la democracia directa, buscando desarrollar nuevas institu-
cionalidades al margen del sistema.
El movimiento ¡A Luchar! surgió en 1984 vinculado a la
creación de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Un par
de años después, en 1986, en su primera Convención Nacional
sus integrantes deciden abrirse a las distintas expresiones del
movimiento social. La coyuntura de principios de los 90, con
las elecciones de alcaldes por primera vez en el país y de cons-
tituyentes para la Asamblea Nacional, puso en debate la postu-
ra abstencionista original y provocó una de las crisis internas
que llevaron, con el tiempo, a su disolución. Otros dos factores
influyeron: el más determinante, la brutal persecución y repre-
81
S egunda Parte
82
transformación de la sociedad. Algunas de las organizaciones
más relevantes en la región que hicieron parte del movimien-
to fueron la Fundación Alternativa de Desarrollo Comunitario
(Fadco), la Asociación de Proyectos Alternativos Comunitarios
(APAC), la Escuela Popular Claretiana y la Asociación Comuni-
taria Integral del Huila (ASOCOMINH). La Asociación Nacional
de Usuarios Campesinos (ANUC) brindó el componente rural a
la experiencia, principalmente en el municipio de Campoalegre.
También ¡A Luchar! se vinculó a la lucha por los derechos indí-
genas en el resguardo La Gabriela, en Neiva.
Entre los referentes sociales que fueron asesinados o murie-
ron en circunstancias sospechosas están Nevardo Fernández,
Francisco Vaca y José Alberto Peñuela, líderes emblemáticos
de ¡A Luchar! en el Huila desde sus roles en el movimiento
cristiano, en la docencia, en el trabajo comunitario y en la uni-
versidad.
Las páginas de Lanzas dieron espacio para procesar la tragedia.
Los poemas crudos de la huilense Matilde Espinosa habitaron más
de una edición.
No hay playa ni valle
ni montaña ni calle donde
no impere el desastre
ese que hiere la lírica
no la poesía porque ella camina
con la criatura humana.
Tierra amada: nos ahoga la ceniza
y el huracán se complace en
repartirla.
(...)
Estremecido el campo
el más verde y hermoso
el seductor incomparable
se desmorona igual
que una cúpula antigua.
El trueno siniestro
nos conturba y nos duele
amada tierra mía.
Lo que sigue tú lo sabes
que no nos mate el silencio
antes del abandono.
83
S egunda Parte
84
Una idea empecinada
Uverney
Febrero de 1966. Doña Enelia Cabrera lleva con orgullo su embara-
zo junto a su marido, don Manuel Quimbayo. Viven sus días senci-
llos como parte de una cotidianidad esforzada pero feliz. Son traba-
jadores, gente humilde de pueblo. Tienen su casita en el municipio
de Suaza, Huila. Un día la mujer se entera —al igual que todos en
Colombia— de la muerte del sacerdote Camilo Torres, abatido en
una ofensiva del Ejército contra la guerrilla en Santander. Lleva seis
meses de gestación. Desconsolada por la caída de quien consideraba
una esperanza liberadora para el país, llora. Ese triste recuerdo le
volverá a la mente cuando el joven Uverney, muchos años después
de aquel día 5 de mayo del 66 en que abrió sus ojos por primera
vez, le cuente su intención de inscribirse en el Seminario: querrá ser
cura, aunque al principio no logrará explicar bien por qué.
Es un niño de 5 años, inquieto y deseoso de jugar todo el día
a la pelota, cuando la familia se muda a Florencia, Caquetá. Su
hermana Martha Cecilia lo recuerda con una marcada persona-
lidad y algo caprichoso, propenso a los berrinches. Allí tuvo una
niñez tranquila y una adolescencia con los sobresaltos previsi-
bles. Estudió en la Escuela Industrial Nacional la especialidad
de Electricidad y, a los 16 años, dio rienda suelta a la electri-
cidad que movía sus piernas: fue incorporado a la selección de
fútbol departamental.
Su prometedora carrera deportiva se ve interrumpida dos años
después, ya que a los 18 deja su pueblo de adopción para instalar-
se en Neiva. A los 20 ingresa a los grupos juveniles católicos en el
barrio El Jardín, y coquetea con la idea de cumplir su sueño, ins-
cribirse en el Seminario. Años después reconocerá que ese objetivo
había estado tras la verdadera decisión de mudarse a Neiva. Su
madre se propone desalentarlo, y aunque él ya era grande, lo cierto
es que abandona la idea de ser cura.
Sin embargo, de manera imperceptible, casi natural, Camilo,
ese cura carismático que también había sido sociólogo, profesor,
gran orador y editor de un periódico político, se fue convirtiendo en
85
S egunda Parte
86
80, tratando siempre de ajustarse a los debates del momento, pero
reclamando siempre valores y acciones que enmarcaban el espíritu y
la ética de la izquierda en el mundo: compromiso, disciplina, amor
por el pueblo, honestidad, perseverancia, trabajo, estudio, desarrollo
crítico y transformador de la conciencia. Cada una de sus acciones
buscaba, no sin contradicciones, asumir cada una de las tareas en
las cuales se empeñó, con terquedad y perseverancia”, agrega.
Podríamos ocupar páginas enteras volcando testimonios sobre
la forma de ser del fundador de Lanzas (“su saludo siempre era
coyuntural, para sacar tema, él siempre con un discurso muy rico,
muy sabrocito”, grafica, por caso, María Cristina Repiso, coordina-
dora de Extensión Cultural de la USCO). Sin embargo, la historia es
siempre colectiva, aun cuando haya protagonistas que destaquen
por su empuje, carisma o capacidad. Pongamos entonces el foco en
los hechos personales que influyeron en el devenir colectivo.
La cárcel
El 24 de abril de 1992, en el contexto de crisis que ya describimos,
se anuncia la visita del presidente César Gaviria al Huila: debía
presidir una Cumbre de Gobernadores. Los estudiantes, que ve-
nían siendo ninguneados en sus reclamos, aprovecharon la opor-
tunidad. Con un gran tropel buscaron hacer ver al presidente que
la Universidad estaba inconforme con la situación del país, del de-
partamento y de su gobierno.
Por ese entonces Uverney era uno de los promotores de las pro-
testas. Lo acusaron por tenencia de arma de fuego, resistencia a la
autoridad, terrorismo: lo habitual cuando se buscaba criminalizar
a los líderes del movimiento popular. Aunque después se demostró
que los cargos eran falsos, estuvo preso diez meses en la cárcel de
Rivera, hasta que lo trasladaron a Bogotá para la etapa final del
juicio. A tono con la supuesta peligrosidad del reo, el Tribunal: de-
bió enfrentar a la tenebrosa Justicia Sin Rostro.
En la Universidad Surcolombiana se organizó un inédito movi-
miento de solidaridad. “Hicimos varias actividades, una fiesta para
recaudar fondos para costear el proceso de Uverney que fue un lle-
no total, además aportaron los sindicatos, la Unión Sindical Obre-
ra… Nosotros teníamos un programa de radio con el profesor Luis
Ernesto Lasso, con el colectivo Región y Cultura, en Radio Neiva,
los sábados a la mañana”, recuerda William Cuéllar, otro de los
87
S egunda Parte
88
mos días, Lanzas y Letras fue su proyecto de vida, que alternó con
su activismo social, político y sindical.
Letras, docencia, militancia
Cuando queda en libertad Uverney retoma a la universidad, pero
lo hace con bajo perfil. En ese período se da una toma de la Admi-
nistración, una huelga de hambre, y una nueva toma cerca de la
fecha de las elecciones: “Fue una vaina tenaz meternos ahí, apenas
8 días antes de las elecciones. Eso molestó mucho a las autorida-
des, querían reprimirnos, no nos masacraron porque éramos muy
de buenas”, recuerda William, quien por entonces había adquirido
más protagonismo público. Uverney, mientras tanto, participaba
del conflicto sin hacerse notar, mientras seguía rumiando el nú-
mero 1 de la revista.
Esas luchas van pujando el reconocimiento que buscaba la co-
munidad educativa. El movimiento estudiantil tenía reclamos pro-
pios, que sumaban al pliego general. Por ejemplo, la constitución
del Consejo Superior Estudiantil, que era una instancia gremial
con reconocimiento institucional en los estatutos de la Universidad
y del Consejo Académico. Allí se establecía que de la matrícula de
cada estudiante saldría un monto pequeño para el sostenimiento
económico del Consejo Estudiantil, que por su representatividad
sobre el conjunto de los estudiantes debía contar con elecciones
democráticas regulares para elegir a sus representantes. Uverney
fue electo entre los nueve consejeros.
El reconocimiento por estatutos de un Consejo Superior Es-
tudiantil como ente gremial fue un logro que aún perdura, y que
marcó una referencia importante hacia los estudiantes de otras
universidades, ya que no son muchas las que logran instancias de
participación estudiantil de este tipo.
Pero Uverney estaba sin trabajo, así que entre enero y agosto de
1994 decidió probar suerte en Barrancabermeja. Martha y la pe-
queña Violeta del Mar se quedaron en Neiva. En Barrancabermeja
había un desarrollo importante del movimiento social y sindical
que era constantemente reprimido. Esa situación brindó un caldo
de cultivo para el accionar guerrillero, que se potenció como reac-
ción al asesinato de líderes sociales y la voluntad del movimiento
popular de no desandar la lucha. Hay quienes arriesgan la hipó-
tesis de que Uverney salió de la cárcel con contactos de confianza
89
S egunda Parte
90
te del Consejo Municipal de Cultura de Neiva y de la Revista Región y
Cultura; Uverney asumió la gestión en capacitación de dirigentes para
el ejercicio de la actividad sindical en los escenarios de representación
de las organizaciones con el Ministerio de la Protección Social.
Su activismo sindical se desarrollaba de manera natural: basta-
ba que opinara de lo que sucedía para que lo tomaran de referente.
Acompañó la organización de base en la Asociación Comunitaria
e integral del Huila (Asocominh). Fue presidente de la subdirec-
tiva Isnos de la Asociación de Institutores Huilenses (ADIH) entre
1997 y 1998, y de ADIH -Teruel entre 1999 y 2001. Fue nombrado
por sus pares Coordinador de la Comisión de Ética y Garantías de
ADIH entre 2007 y 2009. En 2008 fue designado representante de
la seccional del Huila de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).
La revista también le abrió puertas. Impulsó proyectos peda-
gógicos que vinculaban a Lanzas y Letras con entidades como la
propia Universidad, el municipio de Neiva, la ONG War on Want o
la asociación Nomadesc, con quienes desarrolló una afinidad y una
sintonía de trabajo especial.
Olga Araujo fue una de las coordinadoras de los diplomados
en Derechos Humanos dirigidos a organizaciones sociales que im-
pulsó Nomadesc desde Cali para todo el suroccidente del país. En
2005, cuando ella se sumó, Uverney coordinaba las actividades del
diplomado en el Huila. “Él siempre planteaba que no se trataba de
educar por educar, sino para liberar a las personas, los espíritus”,
recuerda Olga, y agrega: “Tenía un especial sentido de la responsa-
bilidad; se le avisaba de situaciones de urgencia y de un día para
el otro él llegaba a Cali, y eso que no es fácil el viaje desde Neiva.
Decía que a las acciones había que atenderlas de inmediato, que
las oportunidades no había que dejarlas pasar”.
Nomadesc impulsó, además de los diplomados, la Universidad
Intercultural de los Pueblos. “La última vez que lo vi fue en Cali —
rememora Olga— en la primera asamblea; la región del Huila era
uno de los territorios con los que más habíamos tejido relaciones,
acumulábamos un trabajo de años gracias a Uverney. Esa vez sus
aportes fueron significativos: planteó que había que saber respon-
der al momento político que se vivía, poco favorable para las orga-
nizaciones. Recuerdo muy bien su intervención porque me llamó
la atención que ya para entonces se lo notaba un poco cansado,
justo a él…”. Aquella participación en la asamblea fundacional de
91
S egunda Parte
92
Lanzas y Letras (II)
93
S egunda Parte
94
dad dejó de publicarse en 1991 pero, cuando en 1994 Uverney,
Martha y los demás se volcaron a planificar su propia revista, tu-
vieron muy presente la experiencia anterior.
“Solidaridad fue una de las inspiraciones, una de las bases que
tomamos como ejemplo para definir el contenido de Lanzas y Le-
tras”, recuerda la mujer.
Aquella revista había sido el canal de quienes, dentro y fuera de
la iglesia católica, se identificaban con las ideas de la Teología de la
Liberación. Hacia fines de los 80, esos sectores temían un retroce-
so de lo logrado a partir de la II Conferencia en Medellín a finales
de los 60; para evitarlo, se desarrollaron campañas de reflexión y
pronunciamientos. Como parte de ese impulso, se creó la revista
Solidaridad en 1979, como un esfuerzo por unificar los distintos
procesos que se identificaban con esa corriente progresista y re-
volucionaria que había logrado tanto arraigo en las Comunidades
Eclesiales de Base (CEB).
“Éramos jóvenes y esa revista era fundamental para nuestro tra-
bajo comunitario, por eso alguna vez, antes que existiera Lanzas y
Letras, nos ofrecimos para colaborar con la diagramación, ayudar
a hacerla. Incluso fueron perseguidos compañeros, por ejemplo, el
padre claretiano Miguel Ángel Calderón; esa revista daba candela,
aportaba coyuntura, cultura… Cada sección tenía un loguito; años
después, fue base del diseño de lo que Uverney planteaba, a él le
encantaba esa revista, aunque después tuvo que dejar de salir por
las detenciones, persecuciones y asesinatos”, recuerda Martha.
La nota editorial del número 1 de marzo de 1979 da cuenta de
la identidad cristiana del proyecto, y también de la vocación trans-
formadora:
[Solidaridad pretende ser] un paso en el propósito, emprendido desde hace
varios años, de abrir un espacio de diálogo, de debate, de controversia, de
reflexión y de compromiso junto a nuestro pueblo. La revista intenta ser un
testimonio de su adhesión al Dios de Jesucristo y de nuestra firme voluntad
de trabajar para que sea posible la fraternidad entre los hombres, nuestros
hermanos. La construcción de esta fraternidad implica la construcción de
nuevas relaciones económicas, políticas, sociales, culturales y religiosas.
95
S egunda Parte
96
sión: “Yo había hablado con alguna gente para hacer una revista
que reflejara el momento de efervescencia que estábamos pasando
en la Universidad, gente que había estado o había apoyado la toma
del bloque de Administración de la Universidad. Le digo a Homer
Sánchez, a Wilmar Andrade, Diego Conde, bueno, estaban Martha
Lucía, Uverney y yo. Entonces nos distribuimos los temas, queda
definido ese primer conejo de redacción, y no se toca el tema del
nombre de la revista. Una semana después le digo a Uverney:
—Mano, reunámonos, ya hay que sacar eso de una vez.
—No, pero si la revista ya está en imprenta —responde Uverney.
—Pero cómo, ¡si no discutimos ni el nombre!
—El nombre ya está, se llama Lanzas y Letras.
—¿Y qué es eso, de dónde salió?
—Es por una revista que había en Guatemala, por Otto René
Castillo, además el nombre está muy bien, las Lanzas, y las letras…
William quedó tan sorprendido como enojado: desde su pun-
to de vista, Uverney estaba tomando decisiones contrarias a lo
que era la idea original… o al menos, a lo que él tenía en mente
como idea original. “Reunimos al equipo, y a nadie le gustó el
nombre. Yo lideraba ese proceso, y decidí retirarme, entonces el
resto se retiró también”, cuenta, sin ocultar cierto resentimien-
to, 25 años después.
Ese relato no se condice con el desarrollo posterior de Lanzas y
Letras, pero es entendible: todo proyecto que logra cierta trascen-
dencia acumula sus propios detractores, después de todo.
La desavenencia estuvo y, según sigue contando William, pare-
ce haber tenido sus motivos, aunque con Uverney siguieron siendo
amigos. “Él siempre me decía ‘qué hubo, vagabundo’, y yo, ‘enton-
ces usted qué’, y nos sentábamos a echar tinto, conversar… Pero
no nos poníamos de acuerdo. Él fue asumiendo una postura más
radical mientras yo le decía que había que flexibilizar”.
Martha Lucía reconoce que Uverney siempre tuvo su carácter, y
que sintió el proyecto como propio. Lo cierto es que, más allá de la
impronta indiscutible que le dio al proyecto, siempre estuvo rodea-
do de un equipo de trabajo; la vocación de que la revista excediera
primero la Universidad y después el Huila, para convertirse en un
proyecto nacional, habla también de la amplitud, y la mirada polí-
tica, que guiaba su idea de qué revista era necesario hacer.
97
S egunda Parte
98
grueso cordel en cantidad no poca
le metió por aquella cuchillada
cuyo cabo sacaron por la boca.
99
S egunda Parte
100
¿Quién ha dicho, que continuarán infinitamente postrando a la USCO a
sus pies, creando y acabando programas y facultades con la complicidad
del silencio?
¿Quién ha dicho que todo está perdido, cuando todo está por construirse
y escribirse?
¿Acaso creemos a los “hombres de paja” que dirigen la universidad y la
región? ¿Acaso los 3 o más años de estudio, debate y elaboración de los
estamentos, para darle a la USCO su propia autonomía, vamos a dejarlos
pasar sin pena ni gloria?
¿Acaso las dos tomas, de Abril y Septiembre, no son las que han manteni-
do encendida la llama viva de nuestra esperanza?
¿Acaso los Encuentros de Escritores, el Taller Reinaldo Cuenca, el Consejo
Estudiantil, no son ejemplo nacionales e internacionales? ¿Acaso no estamos
dispuestos a darlo todo por amor a la USCO y a nuestra patria?
Lanzas y Letras nace en un comienzo de las entrañas de la lucha universitaria
guatemalteca —1954— y termina siendo un espacio de debate, inquietudes,
preguntas, sugerencias, esbozos de respuestas de índole nacional y mundial.
Desde esta perspectiva, nos proponemos recuperar el sentido nacional y
continental de la lucha universitaria generada a partir de 1918 en Córdoba.
Lanzas y Letras pretende pinchar las fibras más sensibles del corazón
universitario y regional, para con ello recuperar nuestra historia perdida.
Solo así podremos reconquistar nuestro ser”.
101
S egunda Parte
102
Seis recuadros publicitarios comparten la anteúltima página, lo
que da cuenta del modesto financiamiento que esa primera edición
logró: Fotocopias OTI, Centro de Atención Estudiantil, Central Na-
cional Pro-Vivienda, Univercopias, Cooperativa de Empleados de la
Universidad y Consejo Superior Estudiantil. “Yo le dije a Uverney:
hermano, reunámonos para ver el tema de los recursos, para mí
a los primeros que hay que vacunar es a todos los que tienen ne-
gocios en la Universidad”, explica William Cuéllar, y parece que la
idea se llevó a cabo.
25 años de letras
Desde noviembre de 1994 a nuestros días, Lanzas y Letras editó
34 ejemplares de la revista; 1 primer libro de edición propia en
1998, 2 libros más en la colección Antorchas del camino; otros tres
como parte de la colección Paz-ando la voz; otro, una antología de
la obra de Orlando Fals Borda, en coedición internacional; en su
etapa reciente, tres libros más coeditados con La Fogata Editorial.
Otros dos libros, de la etapa de Uverney como director, quedaron
diagramados sin llegar a imprenta.
Durante toda la primera etapa fue reconocida como la prime-
ra (y única) revista alternativa de cultura y política gestada en el
Huila. En los sucesivos números escribieron decenas de poetas. Se
abrieron las páginas a escritores regionales, como la poeta huilen-
se Matilde Espinosa, pero también la revista se permitió algunos
lujos, como la colaboración del reconocido poeta boyacense Eduar-
do Gómez Patarroyo. En el libro Tras las huellas perdidas, que
reunió biografías del Che, Camilo Torres y Otto René Castillo, don
Eduardo escribe el prólogo. Su participación en esa edición tiene
una importancia particular, ya que el poeta había participado del
periódico Frente Unido, donde trabajó junto a Camilo, y también
conoció a Otto René mientras ambos estudiaban en la Alemania
socialista, por lo que seguramente sea la única persona que tuvo
trato con ambos personajes, cercanos ideológicamente pero tan
distantes en sus vidas. Tras las huellas perdidas se publica en
2010; el libro de Gómez Patarroyo posterior a esa fecha (La noche
casi aurora, 2012), incluye el poema “Acerca de la tierra prometi-
da” que dedica, con nombre y apellido, a Uverney:
(…) es preciso encontrar en cada uno al compañero
y asumir las diferencias y los intentos fallidos
103
S egunda Parte
104
los ni Uverney fueron parte, pero quedaron amigos. Después de
varias charlas y algunas polas, en 2001 Carlos escribe por primera
vez para la revista. Pero su aporte más consistente se da a partir
de 2002, cuando se va a estudiar a Popayán y cambia de carrera:
Ciencia Política. Eso hizo que Uverney le pidiera que colaborara
aún más.
“Mi participación desde el Cauca hizo que la revista se vuelva
regional. Dijimos ‘hagamos que esta vaina salga del Huila, que
cumpla un rol en el movimiento social’”, cuenta Carlos. De ese
impulso surge la vinculación con los diplomados de Educación
Popular y Derechos Humanos que impulsaba el colectivo Noma-
desc principalmente en Cali, pero que ya se estaban extendien-
do a Popayán y, a partir de la vinculación con Lanzas y Letras,
también a Neiva.
De ese modo la revista ganó circulación, amplió las temáticas y
se nutrió de la agenda del movimiento social. El equipo de trabajo
se volvió más estable y, por primera vez, excedió a los integrantes
de la Surcolombiana. El proceso expansivo fue gradual y sosteni-
do. “Así como dimos el primer salto a lo regional saliendo de Neiva
hacia Popayán y Cali, cuando nos quisimos dar cuenta la revista
estaba llegando a Bogotá y otras regiones”, agrega Carlos. El en-
tramado de relaciones políticas diversas y generosas que soste-
nía Uverney, y la participación en cuanta instancia de articulación
surgiera en torno a las ideas del camilismo, facilitaron la circula-
ción de la revista a nivel nacional.
Carmen Carvajal también es licenciada en Lingüística y Litera-
tura. Compartió con Uver, y con la revista, una mirada del mundo,
espacios de militancia, proyectos. Al enterarse de este trabajo Car-
men nos brindó un escrito muy emotivo que tituló “Una antorcha
en el camino”, en referencia a la colección de libros que impulsó
Lanzas entre 2009 y 2013. Una de esas ediciones llevó por título
Las mujeres, el poder y la resistencia, y allí participó Carmen. De
activismo permanente en el movimiento feminista, hoy integra la
Colectiva Flora Tristán, pero por aquellos años era referenta de la
Confluencia de Mujeres para la Acción Pública. “Conocí a Uverney
en 2009, y con él, a la revista. Nos fue uniendo la camaradería, la
complicidad sobre las miradas y la realidad del país, la política, las
izquierdas y los movimientos sociales”, nos cuenta. “Era un período
en el que había un respiro para la lucha social, luego del auge en
105
S egunda Parte
106
los Desca, del Valle, que impulsaba Nomadesc; y nosotras desde
Confluencia”. Carmen valora, además de la participación de los co-
lectivos de mujeres en el proyecto, el impulso de la revista: “el em-
peño y compromiso en poner en debate temas centrales que eran
parte de la agenda política y social de ese período fue un aporte
fundamental de Lanzas y Letras; el espíritu crítico de la revista se
reflejaba en eso, en sacar adelante la tarea a pesar de las contra-
dicciones, de las dificultades económicas”.
La vocación unitaria de Uverney daba resultados concretos,
además, en el plano de la militancia política. Su identidad camilis-
ta se complementaba con una gran apertura y camaradería, lo que
daba por resultado que lo invitaran con frecuencia a escenarios
donde comunistas y bolivarianos le brindaban espacio.
“Nosotros no éramos tan abiertos con los de otras tendencias,
pero él no se dejaba limitar por nuestras opiniones”, recuerda uno
de sus compañeros del Congreso de los Pueblos. “Si había un de-
bate con compañeros que cuestionaban nuestra política, él busca-
ba en qué podía darles la razón, para acercar posiciones. Eso de
construir desde la diversidad era una convicción para él; entonces,
desde el Partido [Comunista], o desde la Marcha Patriótica, cuando
había un acto lo llamaban, le daban micrófono y tarima, con to-
tal confianza”. El compañero que nos cuenta la anécdota prefiere
mantenerse anónimo, y con esa condición agrega: “Uverney una
vez me confesó que esas organizaciones le habían ofrecido finan-
ciar la revista, eso fue en los últimos años, cuando tenían un poco
de plata de proyectos; pero él prefirió seguir manteniendo la inde-
pendencia de Lanzas y Letras, y no quedar condicionado a sectores
políticos con los que, aunque respetaba sinceramente, mantenía
sus diferencias”.
La revista participó activamente de los espacios de encuentro
que se generaban entre distintos medios de comunicación alterna-
tivos y proyectos culturales. En uno de esos eventos, en diciembre
de 2014, dos publicaciones recibieron un reconocimiento por su
trayectoria: Periferia, publicación mensual de Medellín que cum-
plía 10 años, y Lanzas, que celebraba sus dos décadas. En esa
ocasión el director de la revista fue entrevistado por la Agencia
Colombia Informa, que eligió para titular la nota una frase muy
directa de Uverney: “La intelectualidad y la academia no crearon
una cultura de paz” .
107
S egunda Parte
108
les digo, acepté ese vino), y me sorprendió que mi interlocutor,
proveniente de esa tierra que hasta ese momento yo no había oído
nombrar, lo conociera. Me relató aspectos biográficos del poeta ar-
gentino con bastante precisión. En otro par de horas de charla sin
descanso acabamos esa botella y sellamos nuestra amistad.
Desde entonces fui colaborador en Argentina de la revista
hasta 2013, cuando viajé nuevamente a Colombia buscando
quedarme por acá.
En el país del sur Lanzas tuvo varias vías de llegada. Más allá
de mi colaboración (llevando ejemplares, escribiendo artículos o
gestionando quien lo hiciera), en 2011 Uverney había logrado esta-
blecer relación con la Central de Trabajadores de Argentina (CTA).
“Nos conocimos por las publicaciones en las redes sociales, a Uver-
ney le interesó mi labor que relacionaba militancia en el territorio,
con el sindicato y la comunicación social”, recuerda Julia Giuliani,
quien por aquel entonces era Secretaria de Comunicación de la
central obrera. “Él nos pedía artículos sobre la realidad en nuestro
país, y nosotros lo entrevistamos en dos oportunidades para nues-
tro programa radial. Nos habíamos propuesto compartir material
formativo, y algún día, por qué no, intercambiar conocimientos y
experiencias ya sea en Argentina o en Colombia”. Julia actualmen-
te es Secretaria de Relaciones Institucionales de la Central en la
ciudad donde vive, Rio Cuarto, Córdoba. Allí hacen la revista Re-
truco, con la cual Lanzas se propuso retomar la coordinación en
la actualidad.
Durante algunos años, además, estuvo en Argentina como cola-
borador Nicolás Herrera, psicólogo e integrante del Colectivo Fren-
te Unido, oriundo de Neiva, por lo que conocía la revista desde sus
primeros pasos. Nicolás escribió artículos, tramitó colaboraciones,
y participó a la distancia del Equipo Editorial durante un tiempo.
La revista vio esas gestiones reflejadas en su contenido: entrevistas
a la pedagoga feminista Claudia Korol, el politólogo Atilio Boron o
el especialista en la situación venezolana Modesto Emilio Guerre-
ro poblaron sus páginas. El libro de Orlando Fals Borda, Ciencia,
compromiso y cambio social, editado conjuntamente por Lanzas y
Letras, la editorial independiente argentina El Colectivo y la Uni-
versidad de la República del Uruguay, fue a la vez una compilación
de Nicolás y Lorena López Guzmán.
109
S egunda Parte
110
Epílogo
Estudiantes, pensamiento
crítico y compromiso político
111
zaciones estudiantiles se inscribieron para siempre en la postal de
ese fin de siglo.
El movimiento estudiantil supo cómo moverse entre el duelo
y la esperanza. A principios de los 90, con la masacre del 87 en
la sede de la Juventud Comunista todavía a flor de piel, en la fa-
chada de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas quedó
inscrito el modo particular en que el estudiantado hizo frente al
alza de matrículas del rector Antanas Mockus y a la incorpora-
ción de políticas neoliberales en la educación pública con la Ley
30 de 1992: “Febrero de 1993, la asamblea general de la ternura
decreta: alegría total”.
Cerrando la década, la Universidad de Antioquia todavía no
acababa de enterrar a sus muertos, que muy rápido empezaron
a contarse por decenas. Fueron años de combate y melancolía.
La recordada “marcha de los claveles rojos” en 1987 se levantó
contra la represión que se había llevado a figuras tan reconocidas
como Héctor Abad Gómez o Luis Felipe Vélez, y había extermina-
do a una buena parte del movimiento popular. El nuevo milenio
no tuvo oportunidad de conocer al defensor de Derechos Huma-
nos Jesús María Valle o a Gustavo Marulanda, ambos destacados
miembros de la comunidad universitaria; este último, además, un
activo líder estudiantil que también había participado del movi-
miento ¡A Luchar! Los crímenes de los paramilitares se extendie-
ron por todo el departamento de Antioquia y las universidades no
fueron la excepción sino la regla.
El estudiantado de la Nacional y de la Universidad de Antioquia
siempre fue más solidario entre sí de lo que se suele creer. En las
duras y en las maduras se sonríe y se llora por igual, sobreponién-
dose a las rejas de cada institución. En el 2005, aún sin haber asi-
milado el golpe de los 90, se presentó un nuevo flujo de moviliza-
ción estudiantil. Esta vez se trataba del primer gobierno de Álvaro
Uribe y la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Uni-
dos. Las protestas no se hicieron esperar en ambas universidades.
Pero fue el desenlace del tropel del 10 de febrero de ese año el que
marcaría a toda una generación de militancia estudiantil.
En el campus de la Universidad de Antioquia dos estudiantes
de la Universidad Nacional, Paula Andrea Ospina y Magaly Be-
tancur, murieron incineradas tras una explosión en el rudimen-
tario laboratorio que se había hecho para combatir a la policía
112
con las ya tradicionales papa-bombas. Fue una sola la comuni-
dad estudiantil dolida y perseguida por los hechos, y una sola
la que inició la larga peregrinación para resarcir su memoria.
Por esos años persistía en cada universidad la influencia de las
estructuras paramilitares instaladas en la década del 90; los
allanamientos a las sedes de las organizaciones estudiantiles y
la judicialización de sus militantes encontraron como respuesta
un escalamiento del nivel de confrontación del estudiantado me-
diante métodos más seguros y clandestinos.
Los dos gobiernos de Álvaro Uribe habían llevado a los secto-
res populares a emprender grandes gestas en materia de moviliza-
ción y organización política. El movimiento indígena y campesino
del suroccidente colombiano —principalmente del departamento
del Cauca— se coronaba como baluarte de la resistencia contra la
agenda uribista. En 2008 los indígenas habían logrado convocar a
una masiva “Minga de Resistencia Social y Comunitaria” que pro-
yectaba un mayor y pronto involucramiento de los sectores urba-
nos, estudiantiles y sindicales. Es allí que se empieza a tejer, mo-
vilización tras movilización, la idea de articular diferentes sectores
y organizaciones a escala nacional, a pasar del “país de los dueños
sin pueblos, al país de los pueblos sin dueños”12 por medio de un
escenario amplio de legislación popular.
Lanzas y Letras, ya por aquellos años con un buen trayecto a
cuestas, se abriría camino en ese proceso que devendría, finalmen-
te, en la instalación del Congreso de los Pueblos en 2010. Aquellos
fueron meses de intensos intercambios regionales, generacionales
y políticos al calor de una reconfiguración decisiva para el movi-
miento social colombiano.
Apenas unos años antes habían comenzado a aparecer espo-
rádicamente algunas ediciones de Lanzas en las bibliotecas de
las organizaciones populares de Medellín. Llegaban por medio
de conocidos que hacían las veces de embajadores del ardien-
te movimiento popular del suroccidente colombiano. Pero nada
que hacer: eran contados y escasos los ejemplares de la revista a
los que la militancia, especialmente la estudiantil, podía acceder
en la ciudad de Medellín.
12. Poder popular para la vida digna. Congreso de los pueblos. Bogotá: Edición independiente, 2014.
113
No fue sino hasta que estalló la siguiente oleada de movilización
estudiantil en 2011, que una parte de las organizaciones univer-
sitarias que encabezaban las protestas de la Mesa Amplia Nacio-
nal Estudiantil en Antioquia lograron hacerse con algunas Lanzas
y Letras para su formación política y autogestión económica. La
Lanzas, una y otra vez, se había incorporado a la vida de las uni-
versidades a través del compromiso político del estudiantado. Una
causa inmune al desgaste del paso de los años.
Muchos y muchas de quienes ingresamos a las universidades
luego del cierre de aquel momento político nos vimos obligados a
sortear una sensación generalizada de derrota. Los estudiantes de
2011 se habían movilizado de manera magistral pero paradójica:
en lugar de un abierto rechazo a la Ley 30, que era la constante
desde principios de los 90, la agresiva situación política les ha-
bía puesto a la defensiva frente a reformas mucho más dañinas.
Si bien el movimiento estudiantil había logrado contener —al me-
nos momentáneamente— las pretensiones del entonces presiden-
te Juan Manuel Santos, era incapaz de construir una propuesta
alternativa de Ley para responder al momento. Aquella había sido
una victoria más agria que dulce, en la que el movimiento estu-
diantil había empeñado su unidad de acción, su fortaleza política y
su estabilidad académica.
Al mismo tiempo, el gobierno nacional instalaba públicamente
los diálogos de paz con la guerrilla de las FARC. La lucha estudian-
til fue rápidamente olvidada y la agenda del movimiento popular
disciplinada al ritmo de las conversaciones entre el gobierno de
Santos y la delegación de las FARC en la lejana Habana. Fueron
momentos en que muchas organizaciones se maniataron a sí mis-
mas con la convicción de no enturbiar en Colombia el desarrollo
de la mesa en Cuba. El gobierno había logrado dirigir, dividir y
domesticar a una buena parte del movimiento social sirviéndose
engañosamente de los deseos de paz de la juventud colombiana.
Pero cuando despertamos… Lanzas y Letras todavía estaba allí.
La revista nos había servido para aguantar el sopor de un contexto
en el que la rebeldía parecía provenir exclusivamente de campesinos
e indígenas. En el recuerdo vívido de los primeros semestres de uni-
versidad, aparecían algunas frescas ediciones de Lanzas llamando
la atención sobre luchas y quiebres estéticos, políticos, éticos y, a
veces, insurgentes. Por motivos que aún nos parecen sorprendentes,
114
cada uno y cada una de nosotras tuvo alguna relación previa y más
o menos circunstancial con Lanzas, ya fuera en la nostálgica Uni-
versidad Nacional o en la convulsionada Universidad de Antioquia.
Entre los años 2014 y 2015 que ingresamos en pleno a la uni-
versidad, la revista contaba con una capacidad casi inexistente
en Medellín: no había un grupo de colaboradores permanentes y
difícilmente se escuchaba de ella por fuera del estrecho perímetro
de la militancia camilista. A pesar de eso, algunos números de la
revista llegaron a nuestras manos sin conocernos entre nosotros,
sin ningún vínculo político y sin la más remota idea de que en al-
gún momento llegaríamos a hacer parte de este proyecto.
Corría el año 2017 y la política universitaria ya venía caldeada.
Manteníamos relaciones de amistad por medio de la actividad gremial
e intelectual desarrollada en grupos de estudio sobre marxismo y fe-
minismo. Muy pronto, la calentura del momento nos arrojaría a una
acción más decidida y comprometida. Por esos meses, al interior de
la Nacional se habían instituido nuevamente los campamentos estu-
diantiles como un mecanismo eficaz de presión a la administración
universitaria. Se resistía con alegría, soportando el frío nocturno de
un campus inmenso, leyendo hasta la madrugada, manteniendo en
raya a los policías infiltrados y tomando tinto para huirle tercamente
al sueño. Conspirábamos, creíamos que el movimiento tenía que ir
más allá: unirse con la Universidad de Antioquia, fundar una cátedra
estudiantil, posicionar un discurso radicalmente distinto sobre la paz
o anticiparse a la contienda electoral del año que venía.
Todo eso lo esperábamos y lo logramos. Lo que no pasaba por
nuestra mente era la propuesta que cierta noche nos haría Veró-
nica, una destacada líder juvenil proveniente del movimiento estu-
diantil del 2011, que ya para ese momento se encargaba de distri-
buir rigurosamente las revistas que llegaban a Medellín:
—Oigan, ¿y ustedes por qué no colaboran editando la Lanzas?
Hace falta gente joven…
Nos quedamos pasmados. ¡¿Lanzas y Letras?! Para esa época
la revista contaba con un cierto prestigio debido a la publicación
de un número especial sobre ¡A Luchar!, un movimiento por el que
había una profunda simpatía espiritual, pero del cual, hasta en-
tonces, francamente, nadie sabía demasiado.
—A principios del año entrante habrá un encuentro en la
frontera entre Cúcuta y Venezuela por la paz entre los pueblos
115
hermanos. Allí seguramente estará Pablo, el argentino. Él vie-
ne coordinando la revista en esta nueva etapa y seguramente
se alegraría de contar con nuevas manos e ideas —terminó por
convencernos Verónica.
Un miembro de este todavía embrionario equipo en Medellín se
embarcó con ella unos 600 km hasta Cúcuta. Apenas pudo obser-
var fugazmente a Pablo la primera tarde del evento: de apariencia
reservada y ligeramente ruda, se encontraba parado al pie de la
biblioteca departamental, confrontando directamente aquel sol pe-
gajoso del nororiente colombiano con una gruesa camisa negra de
Lanzas y Letras.
Unos meses después, el argentino apareció sorpresivamente en
una pequeña tienda popular conquistada por el movimiento social
en Medellín. Ya no cargaba con esa suerte de crudeza de militante
inmune al sol; escuchaba tango en sandalias mientras dejaba enti-
biar un café bajo el soplo de un destartalado ventilador.
—¡No se diga más! Déjenme escribirles por aquí las contraseñas
de las redes sociales y de la página web; la otra semana charlamos
por si hay alguna duda —sentenció Pablo nuestra incorporación
al equipo de Lanzas… y se fue de Medellín tan deprisa como llegó.
Como obra de la Providencia, nuestra entrada a Lanzas coin-
cidió con el recalentamiento del momento político. Estaba a
nuestros pies la rosa en la que debíamos bailar. La firma defini-
tiva del acuerdo entre FARC y el gobierno dejaba, por un lado,
una esperanza histórica para un pueblo harto de la guerra, y
por otro, un caudal grande de dudas en parte considerable del
movimiento popular. Se asumía entonces que el triunfo de Gus-
tavo Petro en las presidenciales del 2018 podría dirigir el país,
ahora sin la confrontación militar con las FARC, hacia un nuevo
plano político de cambio democrático. El entusiasmo que había
generado Petro persistió incluso tras su derrota: la juventud,
protagonista de su campaña, pronto volvería a hacer de la uni-
versidad una trinchera contra el regreso del uribismo y la conti-
nuidad de las políticas privatizadoras.
A fines de 2018 se desarrolló una estampida de movilización
estudiantil, solo comparable en su masividad con la del 2011. Allí
estábamos, entre escraches a los falsos militantes, marchas multi-
tudinarias y aguerridos tropeles. Aprendiendo a hacer una revista
116
en medio de la revuelta, coqueteando con las letras y las lanzas
justamente cuando más se necesitaban.
Buscábamos la integralidad y no las medias tintas de un acti-
vismo oportunista. Creímos encontrarla en la cima de la satisfac-
ción: la edición número 34 de Lanzas y Letras logra imprimirse en
Medellín en abril de 2019, casi 25 años luego de aparecer por pri-
mera vez en la ciudad de Neiva. Sin saberlo, habíamos vuelto a los
orígenes para tomar un nuevo impulso. Un especial alrededor del
grupo Golconda de sacerdotes revolucionarios, un debate sobre los
métodos de lucha estudiantil y una diatriba acerca del compromiso
de la literatura nos acercaban a la experiencia histórica de Lanzas.
Pero el análisis de la disputa política y estética en el mundo digital,
como de las nuevas geografías de la resistencia, nos anclaban irre-
mediablemente a un presente con sabor a futuro.
Acá empieza nuestra historia y termina este libro. Lanzas y
Letras es una realidad que se multiplica en anécdotas, rebeldías,
amores y compañerismos. Nos resistimos al quietismo porque
nuestros muertos tienen el derecho de aterrar a sus verdugos, por-
que la vida siempre triunfa aunque la derroten millones de veces,
porque la juventud es inquieta e irreverente, sus pasiones clandes-
tinas y sus desconsuelos explosivos. Como en algún meditabundo
texto decía Uverney:
Hoy más que nunca, cuando el incontenible deseo de vivir empieza a com-
paginarse con la aterradora idea de la muerte, se hace imprescindible vivir
intensamente más allá de líneas y límites imaginarios de dogma alguno. Vi-
vir simplemente bajo el principio del respeto a la vida y la dignidad del ser
humano, dejando que fluya por nuestro ser toda la obra humana que nos an-
tecede, para que el futuro no sea una permanente recriminación de lo que
pudo ser y no fue13.
13. Fragmento del texto “Oda a la autodeterminación” de Uverney Quimbayo, reunido junto a otros
en una compilación bajo el título Reflexiones cotidianas en tiempos difíciles, con fecha 2007, material
que el autor mantuvo inédito y aún permanece en ese estado.
117
Anexo
N° 1. Mayo de 1958
N° 2. Junio de 1958
N° 3. Julio de 1958
N° 4. Agosto de 1958
N° 5. Septiembre de 1958
N° 6. Octubre de 1958
N° 7. Noviembre de 1958
N° 8. Diciembre de 1958
N° 9. Enero de 1959
N° 10. Febrero de 1959
N° 11. Marzo de 1959
N° 12. Abril de 1959
N° 13. Mayo de 1959
N° 14 / 15. Junio / Julio de 1959
N° 16. Agosto de 1959
N° 17 / 18. Septiembre / Octubre de 1959
N° 19 / 20. Noviembre / Diciembre de 1959
N° 21 / 22: Enero / Febrero de 1960
N° 23. Marzo de 1960
N° 24. Abril de 1960
N° 25. Mayo de 1960
N° 26. Junio de 1960
N° 27 / 28. Julio / Agosto de 1960
N° 1 Segunda época. Diciembre de 1961
N° 2 Segunda época. Julio de 1962
N° 3 Segunda época. Agosto de 1962
Dalton – Castillo:
1956. Dos puños por la tierra (mimeografiado). San Salvador.
Roque Dalton:
1961. La ventana en el rostro. México: Ediciones de Andrea.
1962. El turno del ofendido. La Habana: Casa de las Américas.
119
Anexo
120
Anexo
N° 1. Noviembre de 1994
N° 2. Marzo de 1995
N° 3. Mayo de 1995
N° 4. Julio de 1995
N° 5. Septiembre de 1995
N° 6. Enero de 1996
N° 7. Junio de 1996
N° 8. Noviembre de 1996
N° 9. Marzo de 1997
N° 10. Junio de 1997
N° 11. Agosto de 1997
N° 12. Octubre de 1997
N° 13. Diciembre de 1997
N° 14. Enero de 1999
N° 15. Julio de 1999
N° 16. Agosto de 2000
N° 17. Diciembre de 2000
N° 18. Septiembre 2002
N° 19. Septiembre de 2003
N° 20. Mayo de 2004
N° 21. Mayo de 2005
N° 22. Abril de 2006
N° 23. Octubre de 2008
N° 24. Octubre de 2009
N° 25. Febrero de 2011
N° 26. Enero de 2012
N° 27. Agosto de 2012
N° 28. Septiembre 2013
N° 29. Octubre de 2014
N° 30. Enero de 2016
N° 31. Diciembre de 2016
N° 32. Junio de 2017
N° 33. Diciembre de 2017
N° 34. Febrero de 2019
121
Anexo
122