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MODULO DOS El proceso de composición de textos.

1
El Proceso de Composición de Textos
Pasan los minutos y no se te ocurre ninguna idea. Te sientes confundido.

No vez por dónde empezar. Te comen los nervios. Tienes poco tiempo.

No te sale nada.

Vuelves a pensar en ello. La cabeza te va de aquí para allá, y de allá para aquí.

Falta concentración. Tienes que hacerlo ahora.

Te gustaría tener páginas y páginas repletas de letra, aunque sólo fueran


borradores.

Sería un principio. Pero la página en blanco. Blanca. Vacía. Llega la angustia.

¡Ora vez!

Te da miedo esta situación. Terror.

La página en blanco provoca terror.

(Cassany, 1995: 53)

 Sentados frente a nuestra mesa de escritura ya preparada, no tenemos más que


comenzar a escribir.

¿No tenemos más que comenzar a escribir?

Si cuando decimos escribir, pensamos en echar mano de la lapicera, y comenzar


por la primera idea que se nos ocurra, o tipear a borbotones apañados por la
seguridad de que si nos equivocamos volvemos a la hoja en blanco, todavía nos
queda algo por revisar. Algo muy importante, antes de empezar propiamente
escribir.

Leamos a Umberto Eco (2011: 17), que nos trae una pista:

“Cuando los entrevistadores me preguntan: ¿Cómo ha escrito usted sus novelas?,


suelo cortar en seco esta línea de interrogatorio respondiendo De izquierda a
derecha”, ironiza al inicio de su último libro Confesiones de un joven novelista.
Y se propone en todo el libro mostrar cómo lo ha hecho. ¡En todo un libro! O
sea, nada de la sencillez aparente del –por cierto- muy cierto “de izquierda a
derecha”.
Para empezar, es necesario despejar al fantasma de la inspiración. “Inspiración
es una mala palabra que los autores tramposos utilizan para aparecer
intelectualmente respetables. Como dice el viejo refrán, el genio es en un diez
por ciento inspiración y en un noventa por ciento, transpiración” (Eco, 2011:17).
No solo lo dice Eco, sino varios novelistas, periodistas, creativos
como Fontanarrosa, Arlt, García Marquez, incluso Calamaro.

“No me cuento entre los malos escritores que dicen que solo escriben para sí
mismos. Lo único que los escritores escriben para sí mismos son las listas de
compra, que les ayudan a recordar lo que tienen que comprar y pueden tirar
después. Todo el resto, incluidas las listas de la lavandería, son mensajes
dirigidos a alguien. No son monólogos, son diálogos”(Eco, 2011: 37).

Despejar el fantasma de la inspiración puede parecer una amenaza. De repente,


los que siempre nos amparamos en “ahora no estoy inspirado, escribiré luego”,
nos encontramos desnudos de ese argumento. Pero en realidad, debería
aparecernos como un alivio. “No tengo que esperar a que llegue la inspiración.
Gracias a la técnica, seré capaz de terminar un texto, eficazmente comunicativo,
en el tiempo que necesite”.

Y así como no se escribe cuando se está inspirado, tampoco se escribe de un


tirón, de manera directa y lineal. Comúnmente escribimos lo primero que se nos
ocurre, y lo vamos haciendo así hasta que se acaba el papel o se agotan las
ideas. “Al contrario, los escritores con experiencia saben que la materia en bruto
del pensamiento debe trabajarse como las piedras preciosas para conseguir su
brillo”, acierta Cassany (1995: 61).

Aquí está la clave de la clase de esta semana. La escritura es un proceso. Un


trabajo que implica primero hacer planes, luego traducir o trasladar esos planes
al texto (ese es el momento del proceso que asociamos con escribir, pero -ya
ven- es solo un momento), revisar y editar, antes de poner a circular lo
producido.

Como define María del Carmen Grillo, profesora de la Universidad de Buenos


Aires, “el proceso de escritura puede verse, en un sentido más inmediato, como
el conjunto de tareas organizadas y más o menos sucesivas que se ejecutan para
escribir un texto determinado (documentarse, hacer un mapa, producir
borradores, revisar la versión definitiva, reescribir)" (Grillo, 2001:18).

Y en ese proceso nos concentraremos ahora. En algunos casos, haciéndonos


conscientes que lo que hacemos al escribir, para poder controlarlo. En otros,
aprendiendo cómo lo hacen los escritores más experimentados, para emular
luego nosotros en nuestros propios trabajos de redacción.

Por supuesto que es necesario mantener en cuenta que “todo acto de


comunicación lingüística abarca dos procesos, el de producción y el de
recepción. Tanto el uno como el otro implican la intervención de los niveles
intelectuales superiores del individuo que supone el entendimiento, por cuanto
en el primero se genera el conocimiento que luego pasa a ser codificado y
transmitido a través de determinado sistema, y en el segundo se interpretan los
signos de este sistema para captar la información que encierra el mensaje”
(Tobón, 2006: 168).

Como planteamos al inicio del curso, aunque aquí nos enfocaremos en el proceso
de producción, será imprescindible considerar siempre los procesos de
comprensión que despliegan nuestros lectores, para poder afinar la estrategia de
nuestro texto. No importa si la información que redactemos allí es conocida, si el
texto es breve; como sea, la redacción supone un proceso de organización muy
complejo y esta es la razón por la que algunos principiantes –y no tanto-
cometemos errores de expresión, que pueden comprometer la estructura
conceptual del texto, la estructura formal y el campo léxico utilizado (Tobón,
2006: 168).

Por eso, analizaremos el proceso de producción y cómo se concreta en algunos de los


tipos de texto que escribimos en nuestra cotidianeidad profesional.

2
Etapas de producción

Todo trabajo de creación de una unidad comunicativa


supone tres etapas que conducen a la configuración discursiva de cualquier
unidad de comunicación: intención, planeación y ejecución (Tobón, 2006: 169).

La retórica, el arte de producir discursos efectivos orientados al receptor, es una


disciplina que abarca las cuestiones propias de la construcción de discursos, de
su puesta en acción y de su enseñanza. En la retórica antigua se distinguían cinco
operaciones para la producción de discursos: inventio, dispositio, elocutio,
memoria y actio (la emisión misma); las dos últimas, correspondientes a la
formación y al entrenamiento del orador (Grillo, 2004: 21).

La inventio no consiste en inventar, sino en hallar, descubrir, según el


verbo invenire, de donde procede, es el momento de la concepción de los
contenidos del discurso, de las búsqueda de argumentos e ideas (Grillo, 2004:
21).

En la dispositio los argumentos se ordenan en apartados; es el momento de la


estructuración del discurso, la composición (Grillo, 2004: 21).

La elocutio corresponde a la expresión lingüística de los pensamientos hallados


en la inventio y abarca la elección de palabras, su colocación en frases correctas
y elegantes y el empleo de figuras (Grillo, 2004: 21).
¿Por qué importa ir a revisar la Retórica clásica?

Responde Grillo (2004: 22): “La Retórica no se entiende solamente como el arte


que busca la belleza o el ornato de una pieza, sino también como una disciplina
que enseña a pensar, a trabajar en el plano de los contenidos, de las ideas: para
hablar bien, se ha de pensar bien".

En el esquema de la Retórica tienen anclaje los modelos que describen el


proceso de escritura, que reasumen estas etapas, con nombres más o menos
parecidos, y con la distinción de subprocesos incluidos en la práctica. A estas
partes del proceso se añade la revisión, la reescritura (Grillo, 2004: 22), que
veremos al final de esta clase.

Tomemos un modelo clásico, que sistematizaron los norteamericanos Linda


Flower y John Hayes, en 1980. Ellos investigaron qué procesos conscientes o
inconscientes ocurrían en las mentes de los escritores expertos cuando se ponían
a redactar, y hallaron prácticas que, sistematizadas, sirven como herramientas
para los escritores menos avezados.

Este es el modelo que construyeron. Aunque existen varios más, o variables de


este, tomaremos este modelo por lo exhaustivo y detallado.
Gráfico: Cátedra de Redacción 1, UNR.

Este modelo presenta etapas, ordenadas así a los fines didácticos, pero que se
caracterizan por la flexibilidad –tanto por la concentración que demandan del
escritor como por el momento del proceso en el que pueden desarrollarse-.
Algunas veces, el escritor no necesita detenerse mucho en alguna etapa, otras
veces, retoma la misma etapa varias veces en todo el proceso de escritura.

¿Hace falta recordar? La inspiración no existe –más allá de que nos sintamos
algunas veces más motivados que otras-, lo que existe es un proceso recursivo,
de ir y venir constantemente por las ideas, el propósito comunicativo, el lector y
el texto.

Etapa 1
Pre-escritura
La primera parte, denominada generalmente pre-escritura, consiste en
identificar el entorno de la tarea, es decir, el problema de comunicación (la
situación de comunicación, el problema retórico) de manera acertada, para que
lo que sigue, la generación de ideas para el contenido, sea lo más afinada
posible.

Conviene aclarar que cuando nos referimos a problema de comunicación o


problema retórico, entendemos que “problema” es cualquier hecho,
acontecimiento o situación que dé lugar a un proceso de análisis que conduzca a
la descripción, a la interpretación o a la explicación de lo que se ha considerado
como un hecho cognoscitivo digno de estudio. Si lo primero, se trata de una
presentación objetiva; si lo segundo, de una visión subjetiva y tenemos que
encarar un proceso argumentativo que justifique el punto de vista del autor, si lo
tercero, hay que añadir evidencias o datos recogidos en un proceso de
investigación que sustenten el discurso explicativo expuesto por el autor (Tobón,
2006: 182). 

Basado en los estudios de Flower, Cassany (1995: 55) también considera la


identificación del problema retórico como un paso clave, y ofrece esta guía para
explorarlo:

Guía para explorar el problema retórico

 Propósito

-¿Qué quiero conseguir con este texto?

-¿Cómo quiero que reaccionen mis lectores?

Audiencia

-¿Qué sé de las personas que leerán este texto?

-¿Qué saben sobre el tema que escribo?

-¿Qué información tengo que explicarles?

-¿Cómo lo tengo que explicar?

-¿En qué tiempo leerá?

Autor

-¿Qué relación espero establecer con la audiencia?

-¿Cómo quiero presentarme?


-¿Qué tono quiero adoptar?

-¿Qué saben de mi los lectores?

Escrito

-¿Cómo será el texto que escribiré?

-¿Qué lenguaje usaré?

-¿Cuántas partes tendrá?

Lo más común es responder a estas preguntas mentalmente y de manera rápida.


Cuanto más concreta sea la reflexión, más fácil será ponerse a escribir y
conseguir un texto eficaz y adecuado a la situación. Demasiadas veces escribimos
con una imagen desenfocada del problema, pobre o vaga, que nos hace perder
tiempo y puede generar escritos inapropiados e incluso incongruentes (Cassany,
1995: 56).

Etapa 2
Escritura
Esta es la pregunta que genera desde curiosidad hasta temor. Muy bien, sé lo que tengo
que escribir, para qué, en qué medio, con qué urgencia, sé qué espera mi lector de mi
escrito, pero ¡necesito que se me ocurra algo!

Flower y Hayes continúan entonces con el proceso de escritura en sí, que se divide en 3
etapas: planificar, trasladar o traducir y revisar.

Planificación: Cómo crecen las ideas

La etapa de la planificación incluye un momento inicial, de generación de ideas. Su


objetivo es conseguir un esquema completo de ideas, ordenadas para iniciar la escritura
propiamente dicha. Pero antes de tener un esquema ordenado, hay que tener las ideas.

La generación de ideas también se inicia en la etapa que Hayes y Flower llaman Memoria


a largo plazo, que consiste en convocar los aprendizajes, las experiencias, los
sentimientos que cada escritor almacena en su memoria durante toda su vida y que,
movilizados por alguna palabra clave, se desencadenan hasta hacerse presentes y
ayudar al escritor a encontrar recursos para la escritura. Cuando se trata de temas nuevos
o difíciles, no basta con convocar a la memoria, pero siempre hay allí alguna huella que
nos indica, la menos, a qué fuentes consultar para encontrar los datos que necesitamos.

En esta etapa, vienen a ayudar los mapas y redes, que funcionan como lo que Flower
llama “prosa de escritor”, ideas que, así como están materializadas, solo comprende el
escritor, que se esfuerza en este momento solo en generar ideas, y no se preocupa
todavía por hacerlas comunicables. Pero las plasma en la pantalla o el papel, la
exterioriza, las objetiva, de modo que pueda trabajar con ellas como si fueran objetos
manipulables, externos ya a sí mismo.

Estas suelen ser operaciones cortas y sencillas, en las que, como dice Cassany (1995:
59), el papel –o la pantalla- se convierte en la prolongación de la mente y en un buen
material para iniciar la redacción.

Estos recursos (listas, mapas, redes) tienden a incrementar la creatividad. La


espontaneidad y el carácter visual de los mapas permiten utilizar el potencial creativo, ya
que al expresar ideas en el papel, el cerebro descansa de procesar todas las relaciones
internamente y puede dar más lugar a la ocurrencia de ideas.

¿Lo probaron? ¿Cómo les va con esta idea?

Algunas herramientas para generar ideas, contadas por el mismo


Cassany:

a. La tormenta de ideas.

Lo primero que hago es concentrarme en el tema y apuntar en un papel todo lo que se me


ocurre. Ya había tenido alguna idea antes, pero es la primera vez que me dedico
exclusivamente a esta cuestión.

Dura pocos minutos, durante los cuales el autor solo se dedica a reunir información para
el texto: se sumerge en la propia memoria, en su conocimiento para buscar toda la
información que necesita.

Para aprovechar todo el potencial de la técnica  conviene evitar algunos de los errores
más comunes: confundir esta lluvia con una redacción, preocuparse por la forma, valorar
las ideas, etc. Hay que tener en cuenta los siguientes puntos:

 Apuntalo todo, incluso lo que parezca obvio o ridículo. Cuantas más ideas
tengas, más rico será el texto. Puede que más adelante puedas aprovechar una
idea que ahora parezca pobre.
 No valores las ideas ahora. Después podrás recortar lo que no te guste.
Concentra toda tu energía en el proceso creativo de buscar ideas.
 Apunta palabras sueltas y frases para recordar la idea, no pierdas tiempo
escribiendo oraciones completas y detalladas. Tienes que apuntar con rapidez
para seguir el pensamiento. Ahora el papel es solo la prolongación de tu mente.
 No te preocupes por la gramática, la caligrafía o la presentación. Nadie más
que tú leerá este papel.
 Juega con el espacio del papel, traza flechas, círculos, líneas dibujos. Marca
gráficamente las ideas, agrúpalas.
 Cuando no se te ocurran más ideas, relee lo escrito o usa las siguientes
técnicas para que se te ocurran más:
  b. Explorar el tema

Esta técnica consiste en estudiar el tema sobre el que se escribe a partir de una lista
teórica de aspectos a considerar.  Por ejemplo:

Definir: qué es

Comparar: (no) es como…

Abordar causas: surge a partir de …

Efectos: provoca que…

Argumentar el tema: es necesario que ocurra así porque…

b.1. Estrella

Deriva de la fórmula periodística de la noticia, según la cual para informar de un hecho,


tiene que especificarse el quién, el qué, el cuándo, el dónde, el cómo y el por qué. Estos
seis puntos, llamados 6Q o 6W (por su traducción del inglés who, what, when, where,
how y why) son los esenciales de cualquier tema, aunque pueden ampliarse con otras
interrogaciones.

Gráfico: Daniel Cassany (1995)

b.2. El cubo

Descríbelo: ¿cómo lo ves, sientes, hueles, tocas saboreas?

Compáralo: ¿a qué se parece o de qué se diferencia?

Relaciónalo: ¿con qué se relaciona?

Analízalo: ¿cuántas partes tiene, cuáles, cómo funcionan?

Aplícalo: ¿cómo se utiliza? ¿Para qué sirve?

Arguméntalo: ¿qué se puede decir a favor y en contra?


Gráfico: Daniel Cassany (1995)

Ambas propuestas son más guiadas que el torbellino, y el cubo lo es más que la estrella.
Quien tenga práctica en elaborar información sabrá utilizar todas las técnicas, pero quien
se sienta más desorientado encontrará más cómodo el cubo. En la estrella hay que saber
formular las preguntas relevantes, y en el cubo no.

c. Desenmascarar palabras clave

Son vocablos que esconden una importante carga informativa. Además de ser relevantes,
pueden aportar ideas nuevas, como una llave que abre puertas cerradas. Se suele usar
esta técnica en textos acabados, a los fines de expandir la escritura.

Por ejemplo.

…trabaja de relaciones públicas en una empresa de cosmética. Es un trabajo estimulante,


pero muy agotador.

Allí están señaladas dos palabras clave:

Estimulante: trata con VIP, viaja mucho, no tiene ahorro fijo, gana mucho dinero.

Agotador: es insustituible, tiene poco tiempo libre, trabaja mucho los fines de semana,
trata con mucha gente siempre tiene que estar alegre y sociable.

Los dos adjetivos se entienden en el texto, pero ningún lector podría deducir de ellos todo
lo que se explica luego, con la información desenmascarada.

Sigue Cassany (1996: 67): “La utilización encadenada de las tres técnicas me ha
permitido desarrollar mi pensamiento tanto desde un punto de vista cuantitativo como
cualitativo. La quincena inicial de ideas se ha convertido en una cuarentena larga, si se
suman todas; también son más concretas y empiezan a tener estructura”.

Hay más técnicas:


Escritura libre: ponerse a escribir de manera rápida y constante, a chorro, apuntando
todo lo que se nos pase por la cabeza en aquel momento sobre el tema del cual
escribimos o sobre aspectos relacionados con él. No detenerse.

Esta técnica es muy útil para generar ideas y superar bloqueos. El texto resultante tiene
todas las características de prosa de escritor, aparece su lenguaje, su experiencia
personal, frases inconexas. Es materia prima para escribir una aversión final.

Frases empezadas:

Lo más importante es…

Tengo que conseguir que…

Tengo que evitar que…

No estoy de acuerdo con…

Me gustaría…

Soy de la opinión que…

La razón mas importante es…

Tomar notas: Paseando, en el cole, en una reunión. Anotar todo lo que se nos ocurre
para poderlo aprovechar después. Podemos apuntarlo en una libreta, agenda, servilleta.
(Cassany, 1995: 70).

Llegados a este punto, ya nos armamos de varias técnicas para generar ideas, ahora
comienza un esfuerzo intelectual mayor, también en la etapa de la planificación. El de
organizar las ideas.

Planificación: Organizar las ideas

El torrente de ideas brota de forma natural de la mente, sin orden ni la lógica que se
requiere la comunicación escrita. Todo lo generado hasta aquí suele ser anárquico,
desorganizado, sucio de fondo y forma. Hay repeticiones, mezclas, ideas inacabadas,
palabras sueltas, lagunas. Hay que seleccionar las ideas pertinentes, ordenarlas, tapar
huecos y elaborar una estructura para el texto. La tarea implica tomar decisiones
relevantes sobre el enfoque que tendrá el escrito y, en definitiva, sobre su eficacia
(Cassany, 1995: 73)

Durante el período de la organización se estructuran los datos de las informaciones según


las necesidades de la situación de comunicación. Las ideas generadas se ordenan y
completan en una estructura global. Es en este momento cuando se elabora la coherencia
del texto por cuanto se separan las ideas principales de las secundarias y se define y
decide en qué orden aparecerán en el texto (Cátedra de Redacción 1, UNR).
Algunas técnicas para organizar las ideas:

1. Ordenar ideas: agrupar por temas los datos de una lista, poner números, flechas u
ordenar frases, esquemas con llaves, diagramas, sangrados o líneas.

La tarea de ordenar las ideas implica escoger un texto entre muchos posibles. Mientras
selecciona las ideas, las agrupa y las ordena, el autor determina el enfoque que dará a su
texto: si tiene que ser prolijo o breve, descriptivo o narrativo, cronológico, abstracto, con
ejemplos o sin ellos. Estas decisiones no pueden ser gratuitas o irreflexivas: determinan el
éxito final que tendrá la comunicación. En la medida en que seamos capaces de construir
una buena estructura, la mejor, el lector comprenderá con mayor claridad y rapidez
nuestra intención (Cassany, 1995: 73).

2. Mapas conceptuales.

Un rectángulo central determina el título o tema del que nace el resto de los datos. Sólo
se usan palabras clave o de significado pleno. Sustantivos, adjetivos y verbos. Los
conceptos se sitúan más cerca o más lejos del centro según su importancia y se
relacionan jerárquicamente, de forma que se fija la posición de cada uno en el conjunto.

Todo tipo de signos gráficos ayuda a destacar los elementos: flechas, números, círculos.

Los mapas ofrecen algunas ventajas con respecto a los esquemas tradicionales:

1. Cada mapa es como un cuadro irrepetible, distinto de cualquier otro. Lo


recordamos más fácilmente. Piensa en los esquemas decimales o en las páginas
escritas: todas se parecen y es más difícil distinguirlas.
2. No tienen final, si no es que se acaba el papel.
3. Tienen varias utilidades: ordenar ideas, hacer esquemas, resumir un texto que
se lee, tomar apuntes, desarrollar un tema.
4. Son flexibles y se adaptan al estilo de cada uno.
Pero no todo el mundo prefiere los mapas ni los encuentra tan fantásticos. Algunos
aprendices de escritura y otros autores, sobre todo los que tienen hábitos más adquiridos,
dicen que jamás podrían aclararse en una telaraña tan intrincada, prefieren los esquemas
tradicionales.  (Cassany, 1995: 74).
Gráfico: Daniel Cassany (1995)

¿Cómo se pueden vincular unas ideas con otras, para organizar un texto
conectado, coherente?

 Las asociación de ideas es un recurso necesario para el ordenamiento del texto, pero
también como nuevo generador de ideas. Algunas claves para asociar ideas pueden
encontrarse aquí, sistematizadas por la cátedra de Redacción 1, de la UNR.

 Por analogía: este tipo de asociación permite generar, a partir de una


determinada idea o información, otra idea parecida en algún aspecto. Produce un
efecto de ampliación del discurso
 Asociación por contrario: se contrapone a una idea otra que se considera su
opuesta. Produce el efecto de crear comparaciones. 
 La asociación de causa pone en relación una idea ya dicha con otra nueva que
constituye su premisa lógica, es decir, que la explica. 
 Mediante la asociación de consecuencia se pone en relación una idea inicial
que presenta los hechos o la situación y funciona como causa con otra idea que le
sigue que expresa los resultados o efectos de lo dicho inicialmente. 
 La relación de precedencia pone en relación una idea del tema que se está
tratando con otra sobre el mismo tema que remite a acontecimientos o situaciones
que sucedieron anteriormente. Las dos ideas se relacionan por el factor temporal. 
 La asociación de generalización permite generar, a partir de informaciones
específicas, una conclusión que las presenta de un modo general. Funciona como
una conclusión.
Estas ideas organizadas vendrán a coincidir con la estructura formal del texto, y bien
sabemos que existen algunas convenciones estructurales que facilitan el trabajo del
escritor (y también el de comprensión lectora). Ahora bien, si hay que escribir un artículo,
un informe, un comentario, o cualquier otro texto que no tiene convenciones, ¿cómo
estructurarlo?

Afortunadamente para nosotros, la escritura cuenta con su propia organización jerárquica,


que permite articular cualquier mensaje por apartados. Es como un juego de muñecas
rusas, que se meten unas dentro de otras, las pequeñas dentro de las grandes (Cassany,
1995: 77)

Trasladar o traducir

En el segundo momento de la etapa de escritura, comenzamos a redactar; es el momento


de poner en secuencia lo planificado y organizado, es el momento de trasladar las ideas a
la escritura.

De acuerdo con el plan de temas, se procede a ordenar y clasificar los datos que hayan
sido recopilados para la realización del trabajo. De esta manera se prepara un inventario
de información relacionada con cada uno de los temas y subtemas que integran la
configuración semántica del texto. Analizados y evaluados los datos, es posible hacer los
ajustes en el plan de temas, sea porque falten aspectos por considerar, sea porque
aparezcan algunos subtemas sobre los cuales no hay suficiente información o, en fin,
porque se descubra que hay algunos puntos superfluos que agregan poco al desarrollo
del tema (Tobón, 2006: 183).

Luego, se organiza el trabajo desde el punto de vista formal, microestructura, para lo cual
se transforma el plan de temas o estructura lógico semántica en una organización léxico-
gramatical (o estructura formal) que luego se convertirá en partes, capítulos, apartados,
párrafos que son unidades menores del discurso escrito. Por último se definen la
diagramación del trabajo, la forma como se va a ilustrar y los anexos indispensables para
complementar la prosa (Tobón, 2006: 183).

En la textualización, o puesta en texto, las ideas se convierten en lenguaje visible, en un


texto legible. En este proceso, el escritor toma decisiones de distintos niveles: procura
mantener la coherencia del texto, sigue la estructura propia del formato de texto y sus
convenciones, hace progresar la información del texto, de lo dado a lo nuevo, atiende a su
cohesión y trabaja en la sintaxis de la frase (Grillo, 2004: 24-25).

Habíamos mencionado que la instancia de generación de ideas puede coincidir con un


concepto de Flower, la prosa de escritor, que permite retrasar momentáneamente la labor
de adecuación del texto a la audiencia.

En la etapa de traducir, de redactar, es cuando se comienza a focalizar en el concepto


opuesto, la prosa de lector. Es decir, aquel texto concebido para comunicar algo a
alguien. Entre las transformaciones que hay que aplicar a la prosa de escritor para hacerla
comunicativa, Flower cita las siguientes:

 
- Adoptar el punto de vista de la audiencia. El autor tiene que buscar un punto de interés
común con los lectores. Entre todas las ideas que ha desarrollado previamente debe
escoger aquellas que puedan interesar más a los lectores.

 - Transformar las ideas sueltas, las informaciones inconexas y los detalles en conceptos.
El autor tiene que elaborar el significado del texto. Tiene que desarrollar las ideas
iniciales, fragmentarias y aisladas, y convertirlas en conceptos elaborados y completos,
con sus ejemplos, argumentos, etc.

 - Adaptar la estructura narrativa o informativa inicial a una estructura retórica que sirva a
un propósito comunicativo. El autor debe abandonar la organización de la prosa de
escritor que refleja el proceso de descubrimiento del tema y tiene que ordenar las ideas y
los conceptos en función de lo que quiere conseguir en la comunicación.

Ahora bien, ¿cómo redactamos? ¿cómo traducimos las ideas a la escritura? ¿Cómo


se le pone carnadura léxica al esqueleto conceptual que fuimos armando? ¿Cómo
hacemos, efectivamente, para que esas ideas sueltas se transformen en texto?

Actividad:

Ya reflexionamos, ya recordamos, ya redescubrimos características de la escritura. Ahora


llegó el momento de redactar.

Para este trabajo, que tendrá continuidad en las dos clases siguientes, deberán escoger
alguno de los tipos de textos que comúnmente escriben en sus trabajos, o alguno de
aquellos en los que sientan que necesitan mejorar, sentirse más seguros, escribir con
mayor fluidez. 

Inicien el documento donde realizarán todo el trabajo, y apunten esta primera elección.
“Voy a escribir un correo electrónico de instrucciones, porque en mi equipo siempre hay
confusiones con lo que se debe resolver en la semana…”, “Voy a escribir un informe de
mi tarea para un superior, porque no alcanzo a que vea reflejado en la documentación
existente todo el trabajo que hago, ni la estrategia que está llevando la actividad”. Estos
son ejemplos, ustedes sabrán perfectamente cómo armar un enunciado similar, que
evoque alguna situación comunicativa particular que hoy les signifique un desafío.

Comenzarán luego a redactar un texto, por la etapa de la preescritura. Dejarán expreso


en el documento de trabajo toda la reflexión sobre el entorno de la tarea, o el problema
retórico. ¡No olviden describir a sus lectores! 

Una vez definido el problema de comunicación, comenzarán a escribir. En esta etapa del
trabajo general, ustedes solamente atravesarán la planificación (generar y organizar
ideas) y avanzarán hasta una primera versión del texto (etapa trasladar o traducir). No se
preocupen por cómo queda esa versión. En las clases siguientes iremos aplicando
estrategias para mejorarla, si fuera necesario. 
Traten de involucrarse en este trabajo como experimento, como ensayo, y no busquen en
este momento la perfección con la que podrá acabar el texto. 

Vamos a darnos la posibilidad de escribir como proceso, saboreando cada una de sus
etapas. Apunten, y agreguen al final, todo lo que les ocurrió en la producción de este
texto: dudas, tiempo dedicado, sensaciones, incomodidades, solvencia, etc.

¿Listos? ¡Los esperamos para leerlos!

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