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Venustiano Carranza

(Cuatro Ciénegas, Coahuila, 1859 - Tlaxcalaltongo, Puebla, 1920) Político


mexicano que lideró la etapa constitucionalista de la Revolución.
Venustiano Carranza logró aunar las voluntades de los distintos caudillos
revolucionarios frente a la dictadura contrarrevolucionaria del general
Victoriano Huerta (1913-1914), pero, tras una rápida victoria, hubo de
enfrentarse a las reivindicaciones de los dos líderes agraristas que le habían
apoyado: Pancho Villa y Emiliano Zapata. Después de afianzar su posición,
convocó un Congreso Constituyente en Querétaro del que saldría la
Constitución de 1917 y que le eligió como presidente de la República
(1917-1920), poniendo fin a la fase más desgarradora de la Revolución
mexicana.

Venustiano Carranza

Venustiano Carranza estudió leyes en la capital mexicana y a partir de


1887, año en que contrajo matrimonio con Virginia Salinas, comenzó a
participar activamente en la política local, alcanzando paulatinamente los
cargos de presidente municipal de Cuatro Ciénegas, diputado local, senador
y gobernador de Coahuila. Cuando en 1910 estalló la Revolución mexicana,
Venustiano Carranza se adhirió al maderismo; un año después, la
Revolución y las elecciones habían aupado a Francisco I. Madero a la
presidencia de la República. Durante el mandato de Madero (1911-1913),
Carranza fue designado ministro de Guerra y Marina.
En 1913, el presidente Madero fue asesinado por sicarios de quien sería su
sucesor en la presidencia: Victoriano Huerta, que instauró una férrea dictadura
militarista (1913-1914) de signo claramente contrarrevolucionario. Poco
después del asesinato de Madero, Venustiano Carranza proclamó el Plan de
Guadalupe (marzo de 1913), manifiesto a la nación en que negaba la
autoridad del gobierno usurpador de Victoriano Huerta y se nombraba a sí
mismo Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Su bandera política era la
obediencia a la Constitución y la restauración del orden alterado.

En su lucha contra Victoriano Huerta, Carranza recibió el apoyo de otros


líderes revolucionarios. En el norte contaba con la ayuda de Álvaro
Obregón, Pablo González y Pancho Villa, mientras que en el sur otro
revolucionario, Emiliano Zapata, iniciaba una lucha independiente. En 1914,
los Estados Unidos invadieron México; Carranza estableció acuerdos con los
estadounidenses para evitar la intromisión en la política interna mexicana.
Mientras tanto, los ejércitos constitucionalistas triunfaban en todos los
frentes, obligando a Victoriano Huerta a renunciar a la presidencia en julio
de 1914.

Carranza entró victorioso en Ciudad de México; sin embargo, pronto


surgieron diferencias entre los distintos jefes revolucionarios. Para intentar
paliarlas se convocó la Convención de Aguascalientes (octubre de 1914), en
la que se abrieron brechas irreconciliables, haciéndose insalvable la división
en dos bandos: el revolucionarismo agrario de Pancho Villa y Emiliano
Zapata, que se negaron a disolver sus ejércitos y a reconocer la autoridad
de Carranza, y la tendencia moderada y legalista que encarnaba el mismo
Carranza y que contaba con el apoyo de Álvaro Obregón.

Venustiano Carranza
La autoridad de Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista había quedado cuestionada, por lo que se retiró a
Veracruz, en donde estableció su propio gobierno, nombró al general Álvaro
Obregón comandante del Ejército de Operaciones y planeó la ofensiva
contra Emiliano Zapata y Pancho Villa. Al mismo tiempo expidió disposiciones
agrarias, fiscales, laborales, judiciales y en materia de recursos petrolíferos
y mineros. Instituyó asimismo el municipio libre, legalizó el divorcio,
estableció la jornada máxima de trabajo y el salario mínimo.
La retirada de Carranza a Veracruz dejó el camino libre a Villa y Zapata,
que entraron en Ciudad de México e instalaron en la presidencia primero
a Eulalio Gutiérrez y luego a Roque González Garza. Pero entre abril y junio de
1915, una serie de victorias de Álvaro Obregón forzaron a Pancho Villa a
abandonar la ciudad y permitieron a Venustiano Carranza regresar a la
capital del país. Carranza convocó entonces un Congreso Constituyente en
Querétaro que elaboró la nueva Constitución de 1917 y le eligió como
presidente constitucional. Terminaba con ello la Revolución mexicana, o al
menos su fase más convulsa.

La gestión de Carranza se caracterizó, en primer término, por los esfuerzos


de pacificación del país, no del todo infructuosos. Ni Zapata ni Villa habían
depuesto las armas, pero vieron muy rebajado su poder; el primero fue
asesinado en 1919, y Villa no abandonó la lucha hasta 1920. Por otra parte,
el gobierno de Carranza emprendió la reconstrucción de las infraestructuras
devastadas por la guerra, promovió la reactivación de la economía e inició
una tímida reforma agraria, con el reparto de doscientas mil hectáreas de
tierra. Pese a la avanzado de las ideas contenidas en la Constitución de
1917 que había impulsado, Carranza terminó interpretándola en dirección
claramente conservadora; reprimió las manifestaciones obreras y acabó
paralizando la reforma agraria. El asesinato de Zapata redujo todavía más
su popularidad.

El sucesor natural de Carranza era el general Álvaro Obregón, pero, al


aproximarse el relevo presidencial, Carranza cambió de idea y designó a un
civil. La reacción no se hizo esperar. En 1920, Álvaro Obregón y los
generales sonorenses Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta desconocieron,
mediante el Plan de Agua Prieta, la autoridad presidencial. Carranza se
sintió amenazado y decidió trasladar el gobierno a Veracruz, pero fue
emboscado en Tlaxcalaltongo, Puebla, y asesinado. Le sucedió
interinamente Adolfo de la Huerta y, una vez celebradas las elecciones,
Álvaro Obregón (1920-1924).
Francisco I. Madero
(Francisco Ignacio Madero, llamado erróneamente Francisco Indalecio
Madero; Parras de la Fuente, Coahuila, 1873 - México, 1913) Político
mexicano cuyo pronunciamiento contra el régimen de Porfirio Díaz
desencadenó la Revolución mexicana. Hombre sencillo e idealista, de firmes
convicciones democráticas y sincera preocupación social, Francisco I.
Madero quiso superar mediante las urnas la anquilosada dictadura de
Porfirio Díaz, presentando su candidatura como cabeza del Partido
Antirreeleccionista en los comicios de 1910. Sin embargo, tras ser detenido
en plena campaña electoral y verse forzado al exilio, entendió que sólo un
levantamiento popular podía traer un verdadero cambio.

Francisco I. Madero

Redactó entonces desde el exilio el Plan de San Luis, un programa político


que incluía un llamamiento a alzarse en armas contra el régimen dictatorial
de Díaz el 20 de noviembre de 1910, fecha de inicio de la Revolución
mexicana. El triunfo revolucionario lo elevó a la presidencia (1911-1913),
pero, incapaz de contentar a los líderes agraristas radicales y presionado a
la vez por los sectores conservadores y por los Estados Unidos, acabó
siendo traicionado y asesinado por Victoriano Huerta, uno de sus generales
de confianza. De este trágico modo terminaron los empeños reformadores
de un hombre honesto; un final que, por desgracia, no fue infrecuente en
los turbulentos inicios de la Revolución.

Biografía

Miembro de una acaudalada familia de terratenientes e industriales,


Francisco Ignacio Madero recibió una esmerada educación en Francia y en
Estados Unidos. A su regreso a México (1892), se estableció en San Pedro
de las Colonias y se hizo cargo de parte de la hacienda familiar, etapa en
que se puso de manifiesto su espíritu progresista y emprendedor:
modernizó los sistemas de cultivo y de riego y se esforzó en mejorar la
situación de sus trabajadores. Aunque ya por aquellos años albergaba
ideales democráticos y de reforma social, así como una preocupación por
las condiciones de vida de los campesinos, no empezó a participar
activamente en la vida política hasta muchos años después.

La larga dictadura paternalista de Porfirio Díaz (1876-1910) había supuesto


la consolidación del principio del orden frente al de las libertades públicas
como instrumento para conseguir el desarrollo económico de México.
Benefactor de la oligarquía agraria y protector de los privilegios de la
Iglesia y de las inversiones anglosajonas, Porfirio Díaz se había eternizado
en el poder gracias a la anulación del principio de no reelección, recogido en
la Constitución de 1857. El gobierno del dictador descansaba sobre una
triple alianza: hacienda, sacristía y cuartel, sectores en que se concentraba
todo el poder y todas las tierras.

Francisco I. Madero
La estabilidad política y las mejoras económicas que logró Díaz, sin
embargo, no fueron a la par con la situación que vivía la mayoría de la
población, que no se beneficiaba por igual de las ventajas de la
industrialización y del comercio. Los desequilibrios sociales se agudizaron, y
se extendió el deterioro de las condiciones de vida entre el campesinado y
el proletariado urbano. La inactividad del Parlamento impidió la puesta en
marcha de los cauces apropiados para corregir los desequilibrios.

En los últimos años del Porfiriato, el descontento no se limitaba a las clases


más desfavorecidas; surgieron voces críticas entre las mismas élites, se
gestaron nuevos partidos políticos y aparecieron nuevos líderes, entre ellos
Francisco Madero. Hacia 1905, los abusos de poder del gobernador de
Coahuila, Miguel Cárdenas, determinaron el inicio de su activismo político:
fundó el Partido Democrático Independiente y empezó a exponer sus ideas
en el rotativo El Demócrata.
De la elección a la Revolución
En 1908, en una célebre entrevista concedida a un medio
norteamericano, Porfirio Díaz declaró que el país había alcanzado suficiente
madurez para iniciar un proceso aperturista; anunció asimismo su propósito
de no presentarse a la reelección y de permitir la participación de nuevas
formaciones políticas. Madero aprovechó esta efímera ventana de
esperanza para publicar, en octubre del mismo año, La sucesión presidencial de
1910, obra de talante moderado en defensa de las libertades civiles y de la
democratización real del país que tuvo un amplio eco.

Pero un repentino cambio de opinión de Díaz, que volvió a postularse


candidato, dio al traste con las expectativas y causó gran indignación. Todo
ello no hizo sino intensificar el activismo de Madero. En 1909 fundó el
Centro Antirreeleccionista de México, al frente del cual difundió sus ideas
por todo el país. En la convención celebrada en abril de 1910, el Partido
Nacional Antirreeleccionista designó a Madero candidato a la presidencia.
Temeroso de su popularidad, Porfirio Díaz ordenó el acoso a Madero, que
fue detenido en Monterrey el 7 de junio, en plena campaña electoral, y
trasladado a San Luis Potosí; con su rival bajo libertad vigilada, el Congreso
reeligió a Díaz para un nuevo sexenio.

Para Madero, esta manifiesta imposibilidad de acceder al poder por la vía


democrática evidenciaba que sólo el levantamiento armado podía llevar a
un verdadero cambio. En octubre de 1910, tras lograr eludir la vigilancia,
Francisco Madero huyó a Estados Unidos y, desde su exilio en San Antonio
(Texas), hizo público el programa político llamado Plan de San Luis (en
alusión a San Luis Potosí, donde fue fechado el documento pese a hallarse
ya en el país vecino).

Madero denunció en aquel manifiesto los abusos de la dictadura y expuso,


entre otros proyectos, la intención de favorecer a los sectores agrarios
restituyendo a los campesinos los terrenos que el porfirismo les ha
arrebatado arbitrariamente (Ley sobre terrenos baldíos de 1894). Se señaló
el 20 de noviembre de 1910 como fecha del alzamiento, y, gracias a
aquella apelación al apoyo rural, el campesinado terminaría por responder
al levantamiento en armas de manera unánime: era el inicio de la
Revolución mexicana.

Francisco I. Madero (detalle de un


retrato de José Joaquín Romero)

Entre los insurrectos figuraban, junto a otros caudillos locales, algunos de


los líderes destinados a jugar un papel trascendental en la Revolución:
Pascual Orozco, Emiliano Zapata y Pancho Villa. Pese a los fracasos iniciales,
entre la redacción del manifiesto y el triunfo de Madero mediaron tan sólo
seis meses. El desgaste del sistema había convertido al ejército de Porfirio
Díaz en una fuerza escasamente articulada y debilitada, y, ante la
impotencia del ejército y la incapacidad del Gobierno, la Revolución no
tardó en extenderse por todo México. La toma de Ciudad Juárez por los
rebeldes, a fines de mayo de 1911, supuso la renuncia de Porfirio Díaz y el
fin de la dictadura. El 7 de junio Madero entró triunfalmente en la capital
mexicana.
La presidencia de Madero
La destitución de Porfirio Díaz dejó el camino despejado para la formación
de un sistema político democrático que aspiraba a la puesta en marcha de
sustanciales reformas sociales. Una vez formado el gobierno provisional,
Madero presentó su dimisión, a la espera de acceder al poder por la vía
democrática. El anterior ministro de Relaciones, Francisco León de la Barra,
asumió mientras tanto la presidencia interina del país.

Este gobierno de transición pronto hubo de hacer frente a las exigencias


sobre la puesta en marcha inmediata del Plan de San Luis: las tropas
revolucionarias reclamaban la restitución efectiva de las tierras a los
campesinos como condición previa a la entrega de las armas. La tensión y
el descontento forzaron la convocatoria de elecciones. Los comicios,
celebrados en octubre de 1911, permitieron que, al siguiente mes,
Francisco I. Madero accediera al poder al frente del recién creado Partido
Constitucional Progresista.

En sus quince meses de gobierno, Francisco Madero quiso reconciliar a la


Revolución con los restos del antiguo régimen, pero la división del
movimiento revolucionario pondría fin a sus planes. Aunque llegó a
establecer un régimen de libertades y de democracia parlamentaria, no
lograría satisfacer las aspiraciones de cambio social que latían en las masas
revolucionarias. El principal problema de la nueva presidencia era la
descomposición del bloque social que la había conducido a la victoria:
frente a la solidez del bloque reaccionario, la alianza entre el campesinado
y las clases urbanas iba perdiendo cohesión.

Madero promovió medidas para redistribuir la tierra, pero a los campesinos


les parecieron demasiado tibias; los sectores más radicales exigían
expropiaciones. En otros ámbitos de la producción, como el textil y la
minería, se inició una campaña de huelgas para reclamar mejoras
laborales. Entretanto, el gobierno de Madero puso en marcha acciones para
mejorar la atención sanitaria y educativa de la población, y aprobó la
reducción de la jornada laboral, que pasó de doce a diez horas. Intentó
también racionalizar la recaudación de impuestos y evitar el encarecimiento
de los artículos de primera necesidad.

Pero, a la postre, los esfuerzos de Madero resultaron infructuosos. Desde el


principio hubo de enfrentarse, por un lado, a los líderes revolucionarios
agraristas, descontentos con su tibieza reformista, y, por otro, a las fuerzas
contrarrevolucionarias conservadoras. Emiliano Zapata fue el primero en
levantarse en armas contra Madero. El llamado Plan de Ayala (redactado
por Zapata el 25 de noviembre de 1911 en la Villa de Ayala) acusaba a
Madero de traidor, desconocía su autoridad y proponía como jefe de la
Revolución a Pascual Orozco o, en caso de que éste no aceptara, al propio
Zapata. Pero lo más importante de aquel documento, pieza clave de la
ideología de la Revolución mexicana, era su contenido social: se establecía
la reforma agraria y la distribución de tierras como eje de la política e
ideología revolucionarias.

Los zapatistas, en definitiva, se levantaron contra el gobierno porque


Madero no había cumplido la promesa de devolver las tierras comunales.
Durante los doce meses siguientes, las fuerzas gubernamentales fueron
incapaces de sofocar completamente el levantamiento zapatista. Algunas
mentes lúcidas, como Luis Cabrera, comprendían que era necesario
encontrar una solución jurídica a las demandas campesinas. En diciembre
de 1912, Cabrera elaboró una iniciativa de ley para una reforma agraria
que no pudo concretarse. A ello hubo de añadir diversas insurrecciones de
signo contrarrevolucionario. Tan temprana como la de Zapata fue la del
general Bernardo Reyes, antiguo secretario de Guerra y Marina de Porfirio
Díaz; aunque fue pronto sofocada, nuevas rebeliones y pronunciamientos
tomaron el relevo.

En medio de esta luchas fue ganando relevancia el general Victoriano Huerta;


gozaba de la confianza de Madero y había logrado derrotar a Pascual
Orozco. Comandante de las fuerzas que debían defender al gobierno,
Huerta protagonizó una célebre e ignominiosa traición durante la llamada
Decena Trágica, nombre con que son conocidos los violentos sucesos
acaecidos en la capital mexicana del 9 al 19 febrero de 1913; con el
beneplácito de Estados Unidos, Victoriano Huerta depuso a Madero y
mandó fusilarlo alegando que había intentado escapar. De este modo
Francisco I. Madero, que no había conseguido en vida mantener unidos a
los revolucionarios, se convirtió tras su muerte en un símbolo de la unidad
de la Revolución contra el usurpador Huerta.

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