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7. Y para evitar que los hombres agradan los derechos de los demás, que
se dañen mutuamente, y para que se cumpla la ley de la Naturaleza, que
mira por la paz y el mantenimiento de todo género humano, ha sido puesta
en manos de todos los hombres, dentro de este estado, la aplicación de la
ley naturaleza; por eso cualquier tiene el derecho de castigar a los
infractores de esa ley con un castigo que impida su violación. Vana seria la
ley natural, como todas las leyes relativas a los hombres de este mundo, si
no existiese nadie con poder para obligarla ejecutar en dicho estado natural,
abogado de esta manera por los inocentes y poniendo su obstáculo a los
culpables, y si en el estado de la Naturaleza un hombre puede castigar a
otro por cualquier infracción que haya cometido, todos los hombres tendrán
el mismo derecho, por convivir en un estado de igualdad perfecta, en el
que nadie tiene superioridad o dominio sobre otro, y todos tienen derecho a
hacer lo que su semejante para obligar al cumplimiento de dicha ley.
§ 98. Si no existe motivo para que la autorización de la mayoría sea tomada como
decisión de la totalidad e imperioso para todos, no existirá nada que pueda
transformar a una resolución en acto del conjunto excluida del consentimiento
unánime. Aunque es casi siempre inalcanzable ese consentimiento general, ya que
las enfermedades y los negocios profesionales obligatoriamente distancian a un
determinado número de individuos de las asambleas públicas, aun tratándose de
sociedades más minoritarias a las que constituyen un Estado. Aparte, es poco
menos que imposible alcanzar la unanimidad, debido a la variedad de opiniones y
de la lucha de intereses que fatalmente se pone de manifiesto en cuanto se juntan
unos cuantos hombres. De manera, pues, que si la entrada en una sociedad se
realizara en tales condiciones sería como las visitas de Catón al teatro, que entraba
únicamente para salir. Una institución de esa especie reduciría al poderoso
Leviatán a una existencia más corta que la de la más débil de las personas, y ni
siquiera le dejaría durar el espacio del día en que nació, algo imposible de
presuponer, porque resulta impensable que los seres racionales deseen conformar
e instituir sociedades con el único fin de disgregarlas. En el lugar en que la
mayoría no puede compeler al resto de los componentes es imposible que la
comunidad obre como un solo cuerpo y, consecuentemente, inmediatamente
volverá a disolverse.
§ 99. Por tanto, debe suponerse que aquellos que, abandonando el estado de
Naturaleza, se establecen en sociedad, proporcionan todo el poder imprescindible
para los objetivos de esa integración en comunidad a la mayoría de aquélla, a no
ser que, de forma tácita, convengan que deba estar en un número de individuos
superior al que constituye la simple mayoría. Y se da por supuesto que esto lo
hacen por la sencilla razón de organizarse dentro de una sociedad política, no
necesitándose otro tratado que ese entre las personas que se unen o que forman
una comunidad. Obtenemos, pues, que lo que empieza y verdaderamente
constituye una sociedad política cualquiera no es otro hecho que la autorización
de una cantidad cualquiera de personas libres susceptibles de conjuntar mayoría
para ligarse e integrarse dentro de tal comunidad. Y eso, y exclusivamente eso, es
lo que originó o podría dar origen a un régimen legítimo.
Este documento ha sido reproducido con fines exclusivamente docentes, para su
uso por profesores y alumnos de Derecho Constitucional.
124. Por consiguiente, el grande y principal fin que lleva a los hombres a unirse
en estados y a ponerse bajo un gobierno, es la preservación de su propiedad,
cosa que no podían hacer en el estado de naturaleza, por faltar en él muchas
cosas:
Primero, faltaba una ley establecida, fija y conocida; una ley que hubiese sido
aceptada por consentimiento común, como norma de lo bueno y de lo malo, y
como criterio para decidir entre las controversias que surgieran entre los hombres.
Pues aunque la ley natural es clara e inteligible para todas las criaturas racionales,
los hombres, sin embargo, cegados por sus propios intereses y por no haber
estudiado dicha ley debidamente, tienen tendencia a no considerarla como
obligatoria cuando se refiere a sus propios casos particulares.
127. Así, la humanidad, a pesar de todos los privilegios que conlleva el estado de
naturaleza, padece una condición de enfermedad mientras se encuentra en tal
estado; y por eso se inclina a entrar en sociedad cuanto antes. Por eso sucede que
son muy pocas las veces que encontramos grupos de hombres que viven
continuamente en estado semejante. Pues los inconvenientes a los que están allí
expuestos (inconvenientes que provienen del poder que tiene cada hombre para
castigar las transgresiones de los otros) los llevan a buscar protección bajo las leyes
establecidas del gobierno, a fin de procurar la conservación de su propiedad. Esto
es lo que los hace estar tan deseosos de renunciar al poder de castigar que tiene
cada uno, y de entregárselo a una sola persona para que lo ejerza entre ellos; esto
es lo que los lleva a conducirse según las reglas que la comunidad, o aquellos que
han sido por ellos autorizados para tal propósito, ha acordado. Y es aquí donde
tenemos el derecho original del poder legislativo y del ejecutivo, así como el de los
gobiernos de las sociedades mismas.
§ 142. He aquí las demarcaciones que la función que le ha sido encargada por la
comunidad y por la ley de Dios y la ley natural impone al poder legislativo de
toda sociedad política, cual-quiera que sea su forma de gobierno: Primero. Deben
gobernar conforme a las leyes estable-cidas y promulgadas, que no deberán ser
modificadas en casos particulares, y tendrán que ser las mimas para el rico y para
el pobre, para el preferido que se halla en la Corte y para el labrador que maneja el
arado. Segundo. En último término, tales leyes no tendrán otro objetivo que el
bien de la comunidad. Tercero. No se deberán recibir impuestos sobre las
propiedades del pueblo sin la autorización de éste, que lo dará directamente o a
través de sus delegados.
Esto alude casi exclusivamente a los gobiernos donde el poder legislativo está en
ejercicio de modo permanente, o por lo menos en aquellas sociedades políticas en
que el pueblo no ha guardado una parte del poder legislativo a compromisarios
que él elige de cuando en cuando.
Cuarto. El poder legislativo no puede ni debe transmitir a ninguna otra persona la
facultad de hacer leyes; debe dejarla donde el pueblo la estableció.
Capítulo XII:Del poder legislativo, del poder ejecutivo y del poder
federativo de la comunidad política
§ 143. El poder legislativo es aquel que posee el derecho de determinar cómo debe
utilizarse la fuerza de la sociedad política y de los integrantes de la misma. No es
imprescindible que el órgano legislativo se mantenga en ejercicio continuamente;
las leyes tienen como finalidad ser cumplidas de forma continua y poseen vigencia
permanente; para hacerlas solamente se necesita un poco tiempo. Además,
tampoco es aconsejable, pues para la debilidad humana sería una tentación
demasiado grande delegar la función de ejecutar las leyes a las mismas personas
que poseen la tarea de realizarlas, puesto que el género humano tiene tendencia a
aferrarse al poder. Ello devendría a que rehuyesen la obediencia a esas mismas
normas elaboradas por ellos, o que las formulasen y aplicasen de acuerdo con sus
propósitos particulares, llegando por ello a que esos propósitos fueran diferentes
de los del resto de la sociedad, resultado contrario a los fines de la comunidad y
del gobierno. Por ese motivo, en las sociedades políticas bien organizadas y en que
se mira como es debido por el bien de la totalidad de quienes la integran, el poder
legislativo suele establecerse en manos de varias personas; éstas, debidamente
conjuntadas, poseen por sí mismas, o en colaboración con otras, el poder de
redactar leyes, y una vez promulgadas éstas se disgregan los legisladores estando
ellos mismos sometidos a ellas. Esto supone para dichos legisladores una razón
complementaria poderosa para procurar adecuarlas al bien público.
§ 144. Pero por el mismo motivo de que las leyes se elaboran de una vez, y que su
realización sólo requiere un período de tiempo bastante corto, aunque su
capacidad de obligar es duradera y constante, siendo como es preciso aplicarlas
ininterrumpidamente y de una forma permanente, necesitamos que haya un poder
siempre en ejercicio que se encargue de la ejecución de las mismas mientras estén
vigentes. De ahí surge el que con frecuencia se encuentren separados los poderes
legislativo y ejecutivo.
§ 145. En toda comunidad política hay otro poder al que podría asignársele el
calificativo de natural, ya que corresponde a una capacidad que tenía
naturalmente cada uno de los hombres de integrarse en sociedad. Aunque los
componentes de una sociedad política continúan siendo siempre personas
diferentes y son gobernados por las leyes de la comunidad en sus relaciones
mutuas y como tales personas, sin embargo, todos ellos en grupo y con respecto a
los demás seres humanos constituyen un solo cuerpo; este cuerpo se halla situado
en relación al resto del género humano en idéntico estado de Naturaleza en que
estaban antes todos los miembros que lo forman. Por ese motivo las controversias
que se originan entre uno cualquiera de los componentes de la sociedad y otros
individuos que se hallan fuera de la misma pertenecen a la comunidad entera; el
perjuicio ocasionado a un componente de ese cuerpo compromete a todo él en la
tarea de reclamar una indemnización. Obtenemos, pues, que la comunidad,
considerada en su conjunto, forma un solo cuerpo, y que este cuerpo se halla en el
estado de Naturaleza con respecto al resto de los Estados o individuos externos a
la comunidad.
§ 146. Por ese motivo ese poder conlleva el derecho de la guerra y de la paz, el de
formar tratados y alianzas y el de entablar todas las negociaciones que sean
necesarias con las personas y las sociedades políticas ajenas. A ese poder podría
denominársele federativo, si eso parece bien. El vocablo es indiferente para mí con
tal de que se entienda bien de qué se trata.