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RECURSOS
Capítulo I
RECURSOS
RECURSOS
Repetimos que el estudio de los recursos en este orden, después de los gastos, no significa que en
el proceso de la actividad financiera la determinación de los gastos sea previa a la de los recursos ni que
ésta dependa de aquélla. Por el contrario, insistimos en que las dos son interdependientes: el proceso de
determinación de ambos es muy complejo y se desarrolla a través de cotejos múltiples de utilidades y
sacrificios: o sea, utilidades y desutilidades según el método de comparaciones marginales de acuerdo con
las escalas de prioridades de gastos y recursos. Las utilidades positivas y negativas de los gastos y de los
recursos, respectivamente, son apreciadas no en cantidades finitas expresadas en números cardinales, sino
a través de preferencias y postergaciones, según los números ordinales, o —a veces— mediante el empleo
de cuantificación relativa con los conceptos de mayor, igual o menor.
Consideramos innecesaria por su controvertibilidad una tabla clasificatoria de los diferentes
recursos y sumamente engorrosa una clasificación que pretenda reunir a todos los aspectos posibles de
cada especie de recursos. No nos agradan las exc esivas clasificaciones, las que —a veces— no tienen
relevancia y a veces son curiosas peticiones de principio que carecen de demostración o comprobación. El
laudable propósito de establecer aspectos comunes y aspectos diferenciales entre distintos fenómenos,
puede crear complicaciones y afirmaciones que, más que de un análisis objetivo, derivan de doctrinas a
priori . Así, por ejemplo, la creación del distingo entre recursos racionales e irracionales, según la
conocida clasificación de Griziotti1 , depende —esencialmente— de una premisa no demostrada que
condiciona el principio de que la capacidad contributiva es el fundamento del impuesto, con el agregado:
siempre que se la tenga como índice de la participación del contribuyente en los beneficios generales y
especiales que el Estado brinda a los habitantes del país con su actuación.
Caso contrario, no estaríamos en presencia de un impuesto sino de otro recurso racional o irracional, que
podría llegar a ser una exacción según el autor citado.
Por otra parte, los recursos pueden distinguirse por connotaciones de diferente naturaleza: ora
económicas, ora políticas, ora jurídicas y ora técnicas, lo cual contribuye a la complejidad del problema
de la clasificación de los recursos. Ello se debe a que no hay, siempre, coincidencia entre las
connotaciones de diferente naturaleza, sino que éstas pueden presentarse desfasadas, como veremos muy
pronto.
Nuestra posición intolerante de las excesivas clasificaciones, especialmente de las que se han
indicado pocos párrafos atrás o que se fundan en criterios formales y de las que no son utilizadas para
sacar de ellas alguna consecuencia ponderable (que veremos luego en su aplicación a varios criterios
clasificatorios de los impuestos), no significa rechazar cualquier agrupación de fenómenos de acuerdo con
ind udables caracteres comunes, a fin de una mejor comprensión de los fenómenos reales, pero sin
distingos escolásticos ni juicios valorativos preexistentes, o sea prejuicios en el sentido etimológico.
2. Clasificación de los recursos
Los recursos del Estado son agrupables, según su naturaleza, en las siguientes categorías:
a) Recursos patrimoniales.
b) Recursos tributarios.
c) Recursos del crédito.
d) Emisión monetaria.
e) Varios.
Antes de entrar en el estudio analítico de cada una de estas categorías creemos oportuno observar,
en general, que la delimitación de cada una de ellas, como también de los recursos reunidos en las
distintas categorías entre sí o con los de otras categorías, no es absoluta, si no que existen —a veces—
diferencias de matices y un gradual camino de uno a otro recurso y un sinnúmero de casos en que los
recursos, aun clasificados en diferentes grupos, se mezclan o combinan entre sí.
Concepto
Son estos recursos obtenidos por el Estado mediante el aprovechamiento económico de su
patrimonio.
Pueden encuadrarse en estos recursos: el producto de tierras de propiedad del Estado a través de
su explotación directa o por arrendamiento o aparcería, como también el resultado de la venta de tierras
públicas tanto rurales como urbanas o suburbanas; el producto de bosques o florestas tanto naturales
como artificiales, por explotación directa o por concesión a particulares; el producto de empresas del
Estado o de sus entidades autárquicas, en la minería, la industria y el comercio, incluyendo empresas de
transporte marítimo, terrestre o aéreo, de carga y de pasajeros, de entidades bancarias o financieras; de las
empresas de seguros y reaseguros, de capitalización y ahorro; las explotaciones de juegos de azar
(casinos, loterías, quinielas, apuestas en hipódromos y similares); el producto de la explotación del
patrimonio artístico y turístico (entradas en museos, templos e iglesias, monumentos y ruinas históricas,
visitas de castillos, palacios y jardines; entradas para el acceso a lugares de particular belleza natural,
como parques nacionales, cascadas, volcanes, grutas, etcétera.
Constituyen también recursos originarios o patrimoniales los frutos de la participación estatal en
empresas mixtas de capital privado y estatal y en sociedades de capital con mayoría privada.
Económicamente, todos los recursos originarios o patrimoniales cuyas fuentes hemos
ejemplificado, son precios. En muchos casos se advierte también la connotación jurídica de pertenecer su
régimen al ámbito del derecho privado. Pero esto no ocurre siempre. En efecto, como ya dijimos, hay
reparticiones estatales o entidades descentralizadas que prestan determinados servicios al público, por lo
que perciben precios, aun que estén sometidas a un régimen netamente de derecho público.
Por ejemplo, el Banco Central percibe de los bancos diferentes montos en concepto de intereses y
comisiones, pero su naturaleza legal es, sin lugar a dudas y sin excepción, juspublicista. Ello puede
extenderse, aun que con mayor incertidumbre, a otros bancos estatales o provinciales, como el Banco de
la Nación, el Banco Hipotecario Nacional, el Banco Nacional de Desarrollo y todos los bancos de
provincia, con estatutos legales de derecho público pero cuyos recursos provienen de los precios de sus
servicios.
En el mundo occidental se observa un proceso análogo con mayor o menor int ensidad en los
diferentes países pero con las mismas características.
La teoría gradual de los recursos patrimoniales hasta llegar a los recursos tributarios
Debemos principalmente a Seligman y a Einaudi la teoría gradual de los recursos patrimoniales y
la desembocadura, al final de la escala, en los recursos tributarios y en los impuestos. Los recursos
patrimoniales constituyen precios que el Estado percibe por la prestación de servicios en el mercado4y5 .
Pero aun que sea un operador en la economía de mercado, el Estado no pretende —
necesariamente— obtener precios que logren las máximas ganancias, sino que ejerce sus contrataciones
con los demás sujetos que actúan en el mercado, teniendo presentes el interés público y los fines políticos
en los que se inspira su acción. Por ello, no es infrecuente el caso en que, aun actuando en régimen de
competencia monopólica o de monopolio, el Estado fije precios menores de los que le brindarían la
máxima ganancia; o que se conforme con una ganancia mínima o bien con la simple cobertura del costo o
hasta puede ocurrir que se limite a una cobertura parcial de éste. En todos los casos hay una escala
ascendente de prevalecencia de los fines políticos sobre las connotaciones meramente económicas de las
negociaciones mercantiles.
Según el slogan aplicable a estos recursos originarios —pero que se repite con respecto a las tasas
—, la parte del costo no cubierta por los usuarios de los servicios la cubren los contribuyentes. Es ésta
una expresión sumamente simplista que indica, defectuosamente, que el costo del servicio en cuanto no
esté a cargo de los usuarios deberá ser financiado con otros recursos, principalmente por impuestos.
El criterio clasificatorio de los autores mencionados consiste en considerar como precios
totalmente privados aquellos que el Estado obtiene por los bienes y servicios que ofrece en el mercado
comportándose como un sujeto cualquiera; precios quasiprivados, cuando el precio se determina según las
reglas del mercado, pero asoma incidentalmente o secundariamente un fin público; precios públicos
aquellos precios originados por la venta de productos o servicios en el mercado, pero con fines
eminentemente públicos que explican las razones de la asunción de la actividad por empresas públicas.
En la exposición de Einaudi son ejemplos típicos de precios quasiprivados los obtenidos por la
explotación de bosques, y de precios públicos los de las empresas de ferrocarriles o de correos y
telégrafos. La explotación de estas actividades por el Estado se debe —principalmente— al fin público de
suministrar los servicios, aun cuando ellos arrojen pérdidas, en zonas o lugares donde ninguna empresa
particular los llevaría a cabo por no ser rentables.
Einaudi, en su obra Principios de Hacienda Pública como ya lo hiciera en sus cursos anteriores en la
Universidad de Turín, ha ampliado la escala de los recursos patrimoniales hasta abarcar bajo el nombre de
precios políticos a las tasas, que otros autores consideran como una especie del género tributario. Es éste
uno de los aspectos más controvertidos de la clasificación de los recursos y especialmente del deslinde
entre recursos patrimoniales y recursos tributarios, al cual nos referiremos más adelante6 .
Acotemos desde ya, y con el fin de no confundir al lector, que el precio político en este concepto
de Einaudi nada tiene que ver con la idéntica designación de Pantaleoni para el impuesto, según la teoría
que hemos reseñado anteriormente7 .
Monopolios fiscales
En ciertos casos, el Estado puede crear empresas con carácter de monopolios por expresas
disposiciones legales que no sólo estatuyen la creación de las empresas a cuyo cargo estará la explotación
monopólica, sino que también toman medidas para la prohibición de actividades en competencia y
conminan severas penas para los infractores.
Estos monopolios pueden abarcar actividades primarias (producción agrícola o industria
extractiva), industriales y comerciales. La característica saliente de los monopolios fiscales consiste en el
ejercicio de la actividad económica para obtener como recurso toda la ganancia que pueda obtenerse,
según las leyes del monopolio.
Las normas prohibitivas y represivas de las actividades competitivas tienden a lograr la
efectividad total o casi del monopolio. Ellas a menudo se extienden no sólo a la producción, elaboración y
comercialización de determinados bienes —por ejemplo tabaco—, o servicios —por ejemplo lotería o
quiniela— sino también a los sucedáneos más próximos.
La obtención de la máxima ganancia por la empresa pública monopólica es la consecuencia
económica característica de los precios en un régimen de monopolio y, por lo tanto, no se la puede
considerar como una peculiaridad del monopolio estatal ni menos como extraña a la economía de
mercado o a la formación de los precios.
Sin embargo, los recursos que se obtienen por medio de los monopolios fiscales tienen una
evidente similitud con los que consisten en impuestos a los consumos de los artículos mismos.
No hay diferencias apreciables en cuanto a la naturaleza y efectos entre la producción de un
determinado bien, por ejemplo: tabaco, ejercida por una empresa privada pero sujeta a un impuesto sobre
el precio de venta al consumidor —a veces recaudado directamente del fabricante— y la adopción del
régimen de monopolio fiscal, en el cual el Estado se hace cargo de la producción del mismo bien que
puede colocar en el mercado al precio que le proporcione la máxima ganancia.
La similitud del monopolio fiscal con el impuesto al consumo es tal, que puede considerarse el
precio obtenido como la suma del costo más una ganancia normal del empresario —como sería en un
régimen de competencia— más el impuesto al consumo. Claro está que éste es un artificio ya que no
puede discriminarse —e n forma cierta— en el precio lo que sería la ganancia presunta del régimen de
competencia y, además, cuál sería el grado de imperfección del mercado, si no existiera el monopolio.
Pero ello no obsta al análisis teórico ni tampoco a la práctica administrativa, en algunos países, de
efectuar la discriminación del producto neto del monopolio, considerando como recurso tributario el
ingreso excedente del costo, más la ganancia normal de la empresa estatal.
Desde un punto de vista sociológico y ético puede plantearse el problema de la elección por parte
del Estado entre dejar una actividad económica a la empresa privada y someterla a un impuesto al
consumo o bien instituir el monopolio fiscal. La solución no puede ser general ni aplicable a todos los
países ni a todos los bienes y servicios. Pero puede afirmarse que, cuando la aplicación del impuesto al
consumo de un determinado artículo exige un riguroso control de los lugares de producción y de los
traslados de los artículos gravados en el curso de la elaboración o en las etapas de comercialización y
además existe un fuerte poder monopólico entre las empresas privadas productoras, se dan algunas
razones para que el Estado asuma el monopolio fiscal de los bienes en cuestión.
Desde un punto de vista estrictamente económico, De Viti de Marco sostiene que la elección
entre el impuesto al consumo, dejando en manos de empresas privadas la explotación industrial y
comercial, y el monopolio fiscal, depende del nivel de costo al cual el Estado puede efectuar dicha
explotación. Si el costo para el Estado es igual o mayor que el costo para la empresa privada, es
conveniente que el Estado deje la explotación a la empresa privada y se limite a establecer un impuesto al
consumo. Si ese costo fuera menor, entonces sería conveniente el monopolio fiscal.
Empresas mixtas
Son también recursos patrimoniales del Estado los que obtenga de su participación en empresas
mixtas o de participaciones accionarias en sociedades con mayoría privada en el capital.
Tales recursos son aleatorios, por cuanto las empresas mixtas y las sociedades con participación
estatal pueden no arrojar ganancias sino pérdidas. Sin embargo, prescindiendo de esa eventualidad, el
objetivo de la preservación del interés público desde adentro de la empresa, juntamente con la posibilidad
de obtener recursos, no parece fácilmente asequible en teoría, puesto que puede resultar contradictorio el
logro de ambos fines y es posible que se verifique una inconciliable divergencia de intereses entre el
capital y el empresario privado y el capital y la representación estatal8 . En la práctica, tampoco hay
pruebas de éxito de las experiencias en diferentes países, incluyendo la Argentina, donde, después de un
corto período de florecimiento en distintos campos, las empresas mixtas se transformaron en empresas
estatales, lo que ocurrió con bancos, compañías de transporte aéreo, marítimo o fluvial, empresas de
teléfonos y otras.
5. Recursos tributarios
Los recursos tributarios son aquellos que el Estado obtiene mediante el ejercicio de su poder de
imperio o sea por leyes que crean obligaciones a cargo de sujetos —individuos y entidades— en la forma
y cuantía que dichas leyes establezcan.
Característica común de los recursos tributarios en su obligatoriedad por imperio de la ley, siendo
ésta —a su vez— fuente de las obligaciones tributarias dentro del marco de las facultades y de los límites
que establezcan las constituciones modernas.
6. Las tasas
Generalidades
La tasa es un tributo caracterizado por la prestación de un servicio público individualizado hacia
el sujeto pasivo.
Se entiende que, como tributo, es un recurso obligatorio cuya fuente es la ley y tiene carácter
coercitivo; no tiene, pues, el carácter de precio.
Es un fenómeno financiero, cuya importancia presupuestaria es escasa y totalmente
desproporcionada con las controversias doctrinales a que ha dado origen.
Concepto. Controversias
Hay quienes niegan el carácter coercitivo, razonando que el particular que pide la prestación del
servicio público expresa su demanda voluntariamente, aceptando por ello el pago de la tasa10 .
En contra de esa teoría se contesta que, tratándose de servicios que el Estado presta con carácter
excluyente de toda competencia, la voluntad del sujeto pasivo que expresa su demanda no es libre.
Además, en muchos casos, la prestación del servicio es obligatoria para su destinatario11.
Hay quienes niegan la fuente legal de las tasas sosteniendo su origen en un acuerdo de
voluntades, por muy compulsiva que sea la adhesión del usuario12 .
Hay quienes afirman que la tasa es la contraprestación obligatoria del uso de servicios inherentes
al Estado como poder público, estableciendo así un criterio para diferenciar este tributo de los precios de
los servicios que el Estado presta mediante la explotación de su patrimonio o el ejercicio de actividades
empresariales13 .
Otros14 , entre los que nos contamos, sostienen que las actividades inherentes al Estado,
consisten en servicios divisibles, constituyen un fenómeno variable a través de la historia y según las
instituciones peculiares de cada país. Precisamente, la ampliación de la esfera de acción del Estado ha
motivado la adopción de tareas y cometidos que antes correspondían a la esfera privada, pero
políticamente no dejan de ser inherentes al Estado, de acuerdo con las nuevas concepciones de su misión
y de sus funciones.
Por otra parte, se agrega, también las actividades que políticos y sociólogos consideran como
ineludiblemente propias del Estado no fueron siempre tales en la historia (prestación de servicios de
justicia y de educación), ni lo son ahora con carácter exclusivo15 , y pueden no serlo en el porvenir.
Finalmente, se objeta la teoría que limita las retribuciones de actividades inherentes al Estado,
con el argumento de que no se ve cómo la naturaleza de la actividad del Estado influye sobre el carácter
de la tasa y sirve para fundar su diferencia del precio16 .
Hay quienes sostienen que las tasas presuponen un servicio beneficioso para el destinatario a
quien se impone el pago del tributo17 .
Se contesta por otros que la prestación del servicio puede no ser beneficiosa para el sujeto obligado al
pago del tributo, como ocurre en la justicia penal; es suficiente que el servicio se individualice con
respecto al sujeto obligado18 .
Hay quienes afirman que las tasas no pueden exceder el costo del servicio19 .
Se contesta fácilmente que no se puede supeditar la naturaleza del tributo a un requisito de imposible
cumplimiento, como lo sería el cálculo del costo del servicio y la parte correspondiente a cada usuario20 .
Hay quienes sostienen que las tasas, por su vinculación con la prestación de un servicio estatal,
implican —e n su concepto— la afectación de lo recaudado a la financiación del servicio mismo21 .
Se puede objetar que esta afectación no es una consecuencia necesaria de la vinculación del
tributo con la prestación de un servicio22 .
La universalidad del presupuesto exige que lo recaudado por tasas se vuelque a la masa de los
recursos, sin afectación a la financiación del servicio en cuestión. El problema no es diferente de aquel
que se presenta cuando el Parlamento aprueba un nuevo gasto no contemplado en la Ley de Presupuesto,
lo que obliga, según normas legales expresas, a determinar el recurso con que ha de sufragarse el gasto,
pero no implica la afectación del producto de la recaudación al pago del gasto de nueva aprobación.
Además, se observa que si una ley estableciera una tasa por un determinado servicio individualizable, sin
imponer la afectación de lo recaudado, el tributo sería válido legalmente y no perdería su carácter
fundamental de tasa, obligando al intérprete a crear una nueva especie de tributo que podría denominarse
"tasa sin afectación".
Se pone de relieve que, a menudo, las tasas varían no sólo en función de la naturaleza e
importancia del servicio prestado por el Estado, sino también por la riqueza ext eriorizada en la prestación
del servicio. Ello importa, según algunos, la coexistencia de un impuesto junto con la tasa, con la
consecuencia de la invalidez de ese tributo mixto, cuando normas constitucionales o legales no admitieran
la facultad de establecer impuestos y sí sólo la de crear tasas.
Por otra parte, hay quien sostiene que ello no implica la existencia de un impuesto, siendo el
tributo en cuestión siempre una tasa, no obstante la introducción del principio de la capacidad
contributiva23 .
Algunos van más lejos aún y sostienen que el principio de la capacidad contributiva consagrado
en muchas cartas constitucionales, es aplicable también con respecto a las tasas, siéndolo para todo el
género tributo y no sólo para la especie impuesto24 .
Volviendo al criterio distintivo entre tasa y precio de los servicios públicos y descartada la teoría
de las "actividades inherentes" o de "ineludiblemente propias" del Estado, nos encontramos frente al
problema de suplantar esa teoría por otra que no quede afectada por las críticas mencionadas
precedentemente. En tal menester, mencionamos al simple fin informativo, que hace aproximadamente
cuarenta años se nos presentó el problema, llegando entonces a la conclusión de que si era preponderante
la prestación del servicio, se trataría de una tasa; si, por el contrario, era preponderante el pago del
usuario, se trataría de un precio. Hoy no mantenemos la tesis de antaño y, sin perjuicio de recurrir a otros
criterios de distinción, debemos reconocer que entre las tasas y el precio público sólo hay una diferencia
de grado, ya que también en el precio público hay una cierta coerción evidenciada por el contrato de
adhesión, como también la hay en los precios de los monopolios fiscales en razón de la prohibición de la
concurrencia por parte de empresas privadas; y, por otro lado, no puede excluirse siempre la relevancia de
la voluntad individual en la creación de la tasa, por ejemplo en el caso de públicas concesiones25 .
Es, pues, aceptable, especialmente en un enfoque económico y político, la doctrina de la
evolución escalonada desde el precio privado hasta la tasa-precio político, según Einaudi, doctrina
compartida, con alguna variante, por este autor y Seligman.
Finalmente nos parece bien fundada, especialmente en el aspecto jurídico, la teoría de Valdés
Costa, quien distingue la tasa del precio por cuanto en la primera la naturaleza del servicio implica —e n
general— la gratuidad, siendo necesaria la ley para imponer, en forma excepcional y, por ende, taxativa,
la obligación de la tasa a la vez que los servicios económicos —otros autores los denominan industriales
y comerciales— son por su naturaleza remunerables, razón por la cual no haría falta la ley para crear la
obligación del precio26 . Esta teoría es compatible con la de Einaudi y Seligman salvo en la
caracterización de la tasa como recurso tributario por la preponderancia de la fuente legal sobre el
encuentro de las voluntades. Sin embargo, por un principio de simetría, también la retribución de estos
servicios puede establecerse por ley.
La tasa —lo hemos dicho antes— puede ser regulada según las variaciones de la riqueza
evidenciada por la demanda individual o por la determinada por la administración fiscal en el usuario del
servicio o de aquél a quien se presta el servicio en forma obligatoria o voluntaria.
7. Contribuciones especiales
Concepto
Con este nombre y otros equivalentes en distintos países e idiomas, se reconocen tributos que la
ley establece sobre los dueños de inmuebles, que experimentan un incremento de su valor como
consecuencia de una obra pública construida por el Estado u otras entidades públicas territoriales31 .
Algunos autores comprenden bajo el mismo rótulo tributos pagados por determinados grupos de
población que están o estarán beneficiados por servicios estatales, como los de la seguridad o previsión
social32.
Algunos otros no incluyen en el concepto de contribuciones especiales a las de seguridad social,
clasificándolas dentro del concepto de la parafiscalidad.
Otros más, reconocen el carácter tributario de dichas obligaciones, pero no las incluyen entre las
contribuciones especiales sino entre los impuestos.
Existen casos de tributos establecidos a cargo de grupos de habitantes que gozan de beneficios
especiales no ya por una obra sino por la prestación de un servicio público que no se individualiza hacia
determinadas personas, pero beneficia en forma indirecta y especial a dichos grupos.
Es éste el caso de los servicios municipales de alumbrado público y de barrido. Ambos se prestan
en forma general y en beneficio del tránsito, de la seguridad pública, de la higiene y de la conservación de
las condiciones de salubridad del medio ambiente. Pero los habitantes de los inmuebles sitos a cierta
distancia de los focos del alumbrado público, o frentistas de las calles en que la Municipalidad presta el
servicio del barrido, reciben un beneficio diferencial, por lo cual pueden ser gravados también en forma
diferencial para la financiación del servicio.
Estos tributos son clasificables en la categoría de las contribuciones especiales y no en la de las
tasas, por cuanto éstas corresponden a la prestación de un servicio individualizado hacia el usuario,
connotación ésta que no se encuentra en los casos que estamos examinando.
En ciertos países se impone un tributo a los propietarios de bienes inmuebles o muebles
beneficiados por el servicio de los bomberos que intervienen para extinguir incendios que afectan sus
propiedades. Este tributo es considerado también como una contribución, por el hecho del beneficio
diferencial que el servicio, creado para preservar a toda la población de la calamidad del fuego, procura al
damnificado o a los damnificados o bien por ser causantes (culpables o no) de la erogación del servicio de
bomberos.
No compartimos la teoría que incluye en la especie tributaria de la contribución especial a los
aportes y contribuciones de la seguridad social. Con respecto a las contribuciones patronales, es muy
dudoso que los empleadores puedan considerarse beneficiados en forma especial por el sistema de
seguridad social que ampara a los empleados, salvo en la forma muy genérica de la paz social de que
gozan las empresas por la existencia de dicho sistema y que favorece su de senvolvimiento y por las
eventuales economías externas representadas por la eliminación de los mayores costos de la mano de obra
por la organización individual en cada empresa de algún régimen de previsión social para su personal.
Con respecto a los aportes de los trabajadores, es cierta la vinculación causal entre los aportes y
los beneficios, pero la obligación de aportar no está en relación directa con los beneficios y de todos
modos, no constituye una forma de contribución por un servicio general que les depare un beneficio
diferencial. Se trata aquí también de un impuesto y como tal se lo debe examinar juntamente con los
tributos a cargo de los empleadores.
Acéptese o no la clasificación de tributos para lo que se paga por los servicios de alumbrado y
barrido o de lo que se pague por el servicio de bomberos en la figura de la contribución especial, el caso
de contribuciones por los beneficios diferenciales obtenidos por los inmuebles en la zona de influencia de
nuevas obras públicas es universalmente aceptado como ejemplo típico de la contribución especial, que
recibe el nombre de contribución de mejoras34 .
Caracteres
Pertenecen a los recursos tributarios, sin perjuicio de su inc lusión también entre los recursos del
crédito y, en especial, entre los empréstitos, los empréstitos forzosos.
Se trata de empréstitos que por fuerza de ley deben suscribir los habitantes de un determinado
país cuando se encuentren en las situaciones de hecho que la propia ley define. Ésta dispone también con
carácter obligatorio el tipo de interés que se pagará a los tenedores de títulos y la forma de amortización y
reembolso del capital. El interés periódico puede faltar completamente o ser inferior al tipo vigente en la
plaza al tiempo de la emisión. Es muy probable que esto acontezca, pues el Estado recurre al empréstito
forzoso precisamente en la prevención que una emisión de un empréstito voluntario en las condiciones
del mercado no tendría éxito.
También influye en la decisión del gobierno de acudir a este empréstito en lugar de otra
alternativa, por ejemplo, de establecer un impuesto extraordinario al patrimonio, la suposición que la
medida puede más fácilmente lograr el consentimiento de la población y de sus representantes
parlamentarios.
El carácter tributario surge precisamente de la coerción de la suscripción, a través de la ley que lo
establece. Como en el impuesto, hay un presupuesto de hecho definido en el texto legal que, al verificarse
en la realidad de los hechos del caso concreto, da nacimiento a la obligación de suscribir el empréstito en
la cantidad, precio y demás condiciones que la ley fije o autorice al poder público a fijar.
La diferencia entre el empréstito forzoso y el impuesto consiste en que en el primero, y no en el
segundo, el gobierno asume las obligaciones referentes a intereses, amortización y extinción de la deuda a
su vencimiento.
Nos remitimos, por lo demás, al capítulo referente a la deuda pública40.
Concepto
Existen en muchos países obligaciones, a cargo de las empresas de ext racción de minerales,
incluyendo el petróleo, a favor del Estado (Estados miembros o Estado Federal) medidas en función de la
cantidad o ad valorem del mineral extraído (regalías mineras o similares).
Puede plantearse el interrogante siguiente: ¿se trata de un tributo y, en particular, de un impuesto,
o bien se trata de un recurso originario fundado en un derecho que el Estado se ha atribuido, de propiedad
sobre los minerales existentes en el subsuelo de su territorio?
El problema no puede ser resuelto con una solución general prescindiendo de las disposiciones
del ordenamiento jurídico del país en que el fenómeno se verifica.
Sin embargo, opinamos que el derecho a las regalías mineras, que nace de la ley que reconoce al
Estado o a entes estatales de menor jerarquía (Estado miembro, provincias, departamentos, etc.) un
derecho eminente sobre las minas de su territorio, puede considerarse como un recurso originario, a pesar
de la incertidumbre causada por la coerción y la estructura que a veces las leyes pertinentes adoptan en
forma análoga a la de las leyes fiscales.
Observamos, finalmente, que también con respecto a las regalías mineras puede observarse la
gradualidad con que en los recursos públicos se pasa de los recursos patrimoniales a los tributarios y,
como ocurre en este caso, resulta imposible trazar con exactitud la línea divisoria de validez absoluta
entre las dos categorías de recursos.
b) La afectación del recurso a un fin establecido, sustrayéndolo de la masa general de los recursos del
Presupuesto del Estado. Tampoco esta característica es típica de estos recursos ya que a pesar de las
críticas que merece dicha afectación, a la cual nos referimos al tratar los principios generales del
Presupuesto41 proliferan en muchos países los casos de impuestos destinados a fines especiales, de ahí el
nombre a estos impuestos en Alemania "Zwecksteuer", ya sea para cubrir los gastos de un determinado
servicio público, ya sea para constituir fondos especiales para determinados objetivos.
Puede darse como ejemplo del primer caso el destino de la recaudación del impuesto sucesorio
para organizar y mantener la educación primaria en la Argentina, tanto en la legislación nacional como en
las provincias42 . Como ejemplos del segundo caso se puede mencionar el fondo de amortización de la
deuda pública y varios fondos para promover diferentes actividades artísticas o culturales o para
diferentes inversiones (fondos de vialidad de autopistas, de estímulo a las artes o la ciencia, etc.).
c) El parafiscalismo agrupa a tributos a favor del Estado o de entes públicos descentralizados con fines
sociales o de regulación económica. En nuestra opinión, tampoco esto constituye una connotación
especial, porque dichas finalidades se encuentran también en los impuestos en general. Las finalidades
extrafiscales están descubiertas en los tributos y, especialmente, en los impuestos, siglos antes del
descubrimiento del parafiscalismo.
La consecuencia de la creación de esta categoría de recursos, fuera de los recursos tributarios, es —p
rincipalmente— la de justificar la transgresión de algún principio fundamental de las finanzas, tanto en el
aspecto político-económico, como en el aspecto jurídico. Por ejemplo, se pretende que los gravámenes de
la parafiscalidad no estén sujetos al principio de legalidad con el mismo rigor que los impuestos o los
tributos en general. Esto nos fortalece en la convicción ya manifestada en esta obra, que a menudo las
clasificaciones sirven para justificar juicios a priori o prejuicios. Así se observa la realidad de algunas
desviaciones o violaciones del principio de legalidad y se formula el juicio general de que por no tratarse
de tributos financieros sino de gravámenes parafiscales, no rige o —p or lo menos— no es tan absoluto el
principio de legalidad que sólo atañe a los tributos de las finanzas públicas.
Consideramos más fructífera para la ciencia, la búsqueda de los caracteres comunes o
concurrentes de las instituciones que las fragmentaciones y dispersiones a que lleva el afán clasificatorio.
Aun si admitiéramos la existencia de la parafiscalidad, ésta debería constituir parte de las finanzas
públicas y sus instituciones deberían encuadrarse en las instituciones financieras con las cuales tienen
caracteres fundamentales comunes. Pero vamos más lejos, desechando la hipótesis del párrafo anterior y
sostenemos que las pretendidas diferencias no exi sten o son puramente parciales, sin motivar una
separación ni siquiera por razones didácticas43 .
Con respecto a la naturaleza de los aportes y contribuciones de seguridad social, una vez de -
sechada la parafiscalidad, creemos inexacto el concepto de que se trate de contribuciones especiales 44
por tratarse de impuestos sobre sueldos y salarios y sobre el monto de las remuneraciones pagadas al
personal, respectivamente. Dichos impuestos tienen afectación especial para el pago de los servicios de
seguridad social, sin que exista, una relación conmutativa directa e individual entre el pago de aportes y
contribuciones y los beneficios del sistema de seguridad social. Sobre estos problemas hablaremos más
adelante45 .
Sin embargo, creemos útil destacar aquí que el criterio clasificatorio por el cual los aportes y
contribuciones de seguridad social deberían considerarse como contribuciones especiales no merece
aceptación, por razones de definición, ya que para nosotros la contribución especial tiene como
características el beneficio diferencial que el contribuyente obtiene de una obra pública o de una actividad
estatal. La disociación entre las obligaciones esperadas pero sujetas a término y a condiciones, nos induce
a aceptar la naturaleza de impuestos para dichas obligaciones tributarias.
Reconocemos, sin embargo, que se trata de un problema de semántica, pero también podemos
decir que al igual que se desecha el concepto de parafiscalidad como receptáculo de tributos variados con
propósitos de regulación económica, afectación especial y administración diferente de la financiera,
también ha de seguirse el mismo criterio con la utilización del concepto de contribución especial como
recibidor de todas las formas de tributos que tengan los caracteres no esenciales que se acaban de indicar
y que ya han sido considerados en los párrafos a), b) y c). Se debe poner de relieve la naturaleza propia de
dichos tributos con prescindencia de la autoridad de aplicación o administración del tributo, de su
finalidad extrafiscal y de la afectación especial y considerarlos como impuestos cuando no hay relación
de conmutación directa con los beneficios que se deparan al contribuyente en determinado servicio. Si
hay tal relación entonces sí se tratará de una contribución especial, como ocurre en el caso citado
anteriormente de la contribución del propietario del inmueble incendiado, en razón del servicio de los
bomberos.