La historia de la humanidad ha sido trazada por los múltiples acontecimientos que
han marcado un antes y después en el mundo. Dentro de ellos podemos encontrar la crisis inmobiliaria y del crédito sufrida en Estados Unidos, en donde la Reserva General comenzó a bajar las tasas de interés para salvar a las empresas de la quiebra y mantener bajo el índice de desempleo, aun sabiendo que podía ocasionar la aparición de una burbuja.
Lo anterior, da cuenta de un gobierno que no hizo caso a las predicciones de
analistas en el tema, quienes alertaron que éste tipo de acciones podía crear un deterioro no sólo en la economía nacional sino mundial, al cuestionar el comportamiento acelerado de los consumidores que se volcaron a adquirir viviendas, impulsados – entre algunas cosas – por el discurso de George W. Bush en donde mencionaba que tener casa propia hacia parte del sueño americano.
Si hacemos el esfuerzo y llevamos el anterior fenómeno a nuestro contexto
personal, podemos determinar que en algunas ocasiones nos hemos zambullido en burbujas, lo hemos hecho cuando utilizamos la tarjeta de crédito como si no hubiera un mañana y no tenemos en cuenta que al mes siguiente deberemos responder al banco por esos gastos , embaucándonos en deudas innecesarias que no podemos costear y recurriendo a las diversas líneas que nos ofrece el sector financiero para solventar dichas obligaciones.
Adicionalmente, en la actualidad la Superfinanciera ha diseñado beneficios que
incluyen la disminución de la cuota en caso de redefinición del crédito y periodos de gracia, lo anterior por supuesto es una medida que busca garantizar el dinamismo en la economía, sin embargo, debemos considerar que desde otro punto de vista es la invitación a gastar en tiempos en donde la incertidumbre es la protagonista en todos los sectores del mercado, por ende, al aliviar las deudas actuales e incentivar la adquisión de nuevas en tiempos tan cambiantes, considero puede ser riesgoso tanto para prestadores como prestamistas.
En consecuencia, se entiende que debemos ser unos consumidores conscientes y
evaluar muy bien el contexto en el que estamos para poder decidirnos si tomamos o no las diversas oportunidades que hoy por hoy ofrece el sector financiero, a fin de contribuir con la reactivación económica de una manera responsable, y no creando obligaciones futuras que más adelante sean una carga y puedan manchar nuestra calificación.