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La fragmentación política es fruto del

personalísmo

7 feb. 2021 - 10:00 p. m.Por: Alvaro Forero Tascón


El primer indicador de que el sistema político colombiano atraviesa un periodo de
transición es la profundidad de su fragmentación.

En otros momentos de la historia colombiana siempre un partido o un personaje político


tuvo mayorías, o el pastel electoral se dividía entre muy pocos actores. Hoy ningún partido
o candidato tiene más de 25 % en las encuestas, ningún partido representa más del 20 % del
Congreso.

Colombia pasó de ser un sistema marcadamente bipartidista durante casi dos siglos a uno
personalista con Álvaro Uribe, a uno multipartidista y a uno multipersonalista hoy. Durante
décadas los partidos regularon la tendencia al fraccionamiento de los ismos a nivel nacional
(ospinismo vs. laureanismo, lopismo vs. santismo, llerismo vs. turbayismo, galanismo,
etc.), de los gamonalismos a nivel regional y de las microempresas y famiempresas
electorales desde la Operación Avispa.

Hasta que el desgaste de los partidos fue cediendo al personalismo político. Por esta vía
encontraron salida tanto el clientelismo, para autopreservarse después de la Constitución
del 91, como el populismo y los movimientos independientes para competir contra el
clientelismo. Ese proceso de personalización de la política pasó de lo local, donde los
partidos se acumulan detrás de un candidato, a lo nacional, donde los candidatos recogen
apoyos más de otros personajes políticos que de partidos, como Iván Duque de Uribe,
Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez; Sergio Fajardo de Claudia López y Jorge
Enrique Robledo, o Petro de Carlos Caicedo.

La fragmentación se agudizó con la finalización del control del expresidente Álvaro Uribe
sobre las mayorías electorales. Dejó de ser el personaje de mayor favorabilidad en las
encuestas, ahora está en los niveles del expresidente Juan Manuel Santos y por debajo de
personajes como Sergio Fajardo y Humberto de la Calle. A diferencia de 2018, hoy no le
basta con sumar el apoyo del Partido Conservador y los sectores cristianos para llegar a
segunda vuelta, y necesita aliarse con los partidos políticos que combatió para ganar en
2002 y 2018. A pesar de que el uribismo está en el poder y controla la burocracia, Uribe
puede estar en niveles de fortaleza política comparables a los de Petro y Fajardo, a quienes
tampoco les alcanza su base política para llegar a segunda vuelta.

Esa situación no solo obliga a que los tres bloques políticos —derecha, centro e izquierda—
busquen mecanismos de consulta para escoger un candidato y posiblemente lleve a
gobiernos de coalición en que no solo se dé participación burocrática a los aliados, como ha
sido la tradición, sino que se acuerden reformas de fondo. Sin embargo, el hecho de que las
alianzas vayan a ser entre bloques afines ideológicamente —y no como pretendía Gustavo
Petro, entre la izquierda y el centro— reduce la posibilidad de que se trate de gobiernos de
coalición al estilo europeo.

Porque además Colombia conserva una importante mayoría política, la que Fernando
Cepeda llama el partido gobiernista. La gran pregunta es si las consultas presidenciales
interbloques, del día de las elecciones al Congreso —la innovación de la vuelta cero—, van
a terminar jalonando el voto parlamentario, del personalismo local a uno nacional.

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