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Antes de escribir la historia que deseo relatarles, creo conveniente contarles algo sobre mis

experiencias de trabajos anteriores.


Muy joven, en la localidad en la que vivo (un pueblo que en aquel entonces era muy pequeño)
ingrese como administrativa en una institución bancaria. Como en el pueblo los únicos estudios
superiores eran el Profesorado para la Enseñanza Primaria y el Profesorado para la enseñanza
Preescolar opté por seguir este último. Me recibí pero no ejercí nunca.
Pasaron los años y el Banco fue intervenido por el Banco Central y a los dos años se decretó la
quiebra de la Institución. En ese tiempo de intervención, viendo lo que se venia, los, los aproveche
y me recibí de Profesora para la Enseñanza Primaria. Al quebrar el Banco, conseguí llevar
contabilidades de negocios importantes en la localidad.
Llegaron épocas económicas nefastas para nuestro país, épocas desastrosas para el comercio
mediano. En esa hecatombe financiera cayeron los negocios donde trabajaba.
Esas circunstancias hicieron que me vea obligada a irme de la ciudad y provincia (en Corrientes
existía una cláusula por la que el docente Pre- Primario podía titularizarse hasta los 38 años y el
maestro de grado hasta los 40).
Ese año yo cumplía los 38 años y tenia una familia que mantener, así que elegí Formosa como mi
destino (tenia convenios con la Pcia. de Corrientes, los que me permitía regresa una vez que me
hiciera titular).
Allá fui, me inscribí, y la pregunta que guió mi selección de cargo fue ¿Dónde se gana más? Me lo
dijeron y me lo señalaron en el mapa; pero de Formosa conocía lo que decían los libros de textos,
jamás había sentido en carne propia el clima, estaciones secas, vientos calcinantes donde el
polvillo que vuela no permite ver a un metro.
Elegí el cargo ¿Dónde fui? Al departamento de Ramón Lista, más arriba de Ingeniero Juárez, en
el mapa la última mención que aparece es Palmar Largo, bien, de allí mas o menos 40 o 50 km.
mas arriba a la comunidad Wichi de San Martín.
Tardé en llegar desde Formosa (capital) más de dos días. El destartalado colectivo en que viajaba
se introducía más y más en un paisaje desértico, terroso, de montes achaparrados, erizados de
vinales (el vinal es un árbol cuyas espinas de más de 30 cm. la llaman “espina corona”, haciendo
alusión a la corona de Cristo) y de cactus gigantes, donde las chozas eran cada vez mas
precarias y perdidas en esa inmensidad desértica.
Me designaron a cargo de Primer Grado (1° Año, ahora). Olvidé contarles que la Comunidad era
una de las pocas que quedaron en que el 100% de sus habitantes eran Wichi (los maestros vivían
a 27 km. de ahí, en “El Potrillo”, también en ese entonces sin agua ni luz eléctrica pero era el
“Centro Comercial, Educacional y Sanitario” del lugar.
El Cacique a quien recuerdo con afecto, y el maestro a cargo de la Dirección de la escuela,
buscaron un lugar donde vivir, el lugar encontrado hasta ese momento era la morada de los
chivos del cacique, así que después del desalojo caprino, tome la vivienda…¡Imaginen, aun no
me había bajado de los tacos altos!!…no solo me baje de los tacos sino que tome en manos litros
y litros de desinfectante y el olor  o fue desapareciendo o me acostumbré. A los seis meses no
sentía ningún olor desagradable.
Vuelvo atrás y comienza el verdadero relato: yo sabia que los niños (no recuerdo bien si eran
veinticinco o veintiséis), no habían tenido contacto con otros maestros con anterioridad, pues en la
comunidad no había jardín de Infantes.
Bien…siempre dije que la buena presencia es importante, ese día recuerdo que me pinté los
labios con un color un poco subido  (era casi “rojo pasión” –imaginen- ) tacos y el pelo bien
recogido, ( había invasión de piojos), el guardapolvos que estrenaba estaba inmaculado….ingresé
al aula. Allí estaban ansiosos y en silencio, me presenté, les dije:- Mi nombre es Graciela y éste
año vamos a aprender muchas cosas junto, vamos a divertirnos, etc., etc., Me maravillé, 26, pares
de ojitos brillantes me observaban con la mayor atención, y en el más absoluto de los silencios
miraban mis gestos.
Creo que ni el mejor de los oradores podría haber contado con semejante atención.
Todo era ideal hasta que dije:- Habrán los cuadernos -…. Todos seguían mirándome como
esperando que continuase hablando. Repetí – habrán los cuadernos-.
Recién entonces caí e hice lo que nos enseñan las viejas películas del Oeste norteamericano, y
les dije: – cuaderno…abrir- acompañando mis palabras con la acción de abrir un cuaderno, volví a
repetir esta acción varias veces con mi recién inventado idioma aborigen- cuaderno abrir-
Por supuesto no entendieron y más de uno se tapaba la boquita para reírse (son muy
vergonzosos), recién entonces el MEMA (Maestro Especial en Modalidad Aborigen) que se llama
Jesús entró en acción y sin moverse del lugar donde estaba (atrás del salón) les dijo en Wichi a
los niños que abrieran los cuadernos.
Antes de continuar el relato, debo decir que hasta ese día, si bien soy católica, creo que jamás
invoqué tanto el nombre  del hijo de Dios como en esos dos años que    transcurrieron a partir de
ese día.
Seguramente se preguntaran que hice para que me entendieran, que hice para poder enseñar a
leer y escribir, sumar y restar, etc., etc.,  -yo le digo ¡qué no hice!  Gracias a Dios era maestra
jardinera, por ello podía llegar mas a los niños pequeños con estrategias que tenían mucho de
lúdico,  así que sacaba de la galera todos los recursos que recordaba, las clases eran totalmente
lúdicas. Jugábamos dentro y fuera del aula, los organicé en grupos por color para realizar
diferentes juegos, ocupé el olvidado método de las palabras generadoras, las escalas eran reales,
las hacíamos en el patio; para trabajar nociones de cantidad, el suceso era en el monte,
recolectando cosas (ocupé la antiquísima teoría conjuntista); más todos los recursos que la
naturaleza me brindaba. Ese primer grado al terminar el año. Los niños estaban muy avanzados
con respecto al de las otras escuelas. Pedí al director me permitiese seguir trabajando con el
mismo grupo el año siguiente, al finalizar el segundo año los niños ya leían, escribían oraciones
mas o menos complejas y hablaban un castellano rudimentario, y su maestra estaba “chocha” con
ellos, aparte de poder entender algo de un idioma jamás imaginado.
En esta zona se procura que la “segunda lengua” aprendida por los niños sea la castellana o
española. Se procede como lo hacen los profesores de Ingles en las escuelas que hablan
castellano. No estaba permitido hablar en Wichi a los niños esto hacia que los esfuerzo por
entender al otro fuesen mayores y también la necesidad de la adquisición de idioma castellano
para poder hablar con la seño, director, etc. 
¿Qué aprendí?…muchísimas cosas. Ese primer día de clases significó que todo lo
que  aparentemente es fácil, a veces esconde desafíos y responsabilidades gigantescas y que las
empresas que se presentan como insalvables o muy difíciles son las que mas regocijo nos darán
porque allí veremos el fruto de los esfuerzos que realizamos para llevarlas adelante.

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