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bíblicos de las
misiones
4 AGOSTO, 2020 | CARLOS LLAMBÉS
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1) La oración es crucial
“Por tanto, rueguen al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”, Mateo 9:38.
Dado que la cosecha pertenece a Dios, Cristo nos ordena orar al Padre para que envíe a los
segadores. Orar por obreros es fundamental porque así obedecemos al mandato de Cristo.
Además, tenemos la petición de Pablo como modelo para nosotros:
“… orando al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para
la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también he sido
encarcelado”, Colosenses 4:3.
El poder para servir en la misiones viene del Espíritu Santo, no de nuestra elocuencia,
habilidades, o apariencia
Cristo es quien nos envía. Recordar esto puede evitar dudas y orgullo en nosotros. Los
misioneros han sido enviados porque Dios así lo quiso, como envió —con diferentes
propósitos— a Abraham, a Moisés, a Pedro, a Pablo, y a muchos otros.
La misión se trata de la verdad. La Iglesia debe conocer y transmitir la verdad que es Cristo
y su Palabra (Jn. 14:6; 17:17). Él es la cabeza de la Iglesia, y ella es responsable de
proclamar que Cristo es el camino al Padre. Esta es la verdad que el mundo necesita, no
algo inventado por los hombres.
“Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en
la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he
mandado; y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Nuestra gran motivación debe ser dar gloria solo a Dios; cualquier otra se quedará
corta ante los propósitos de Dios
“Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo
para la gloria de Dios”, 1 Corintios 10:31 (cursiva añadida).
Reflexión final
Cada vez que salgo a evangelizar, a discipular, a comenzar una iglesia, o a dar una
enseñanza, debo recordar Soli Deo gloria, para que mi orgullo no sea obstáculo para
cumplir con la misión. Debemos recordar que Dios cumplirá sus propósitos con o sin
nosotros. Lo único que nos queda es rendirnos ante Él y pronunciar las palabras de Jesús:
“… Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”, Mateo 6:9-10.