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GUÍA DE APRENDIZAJE DE

FILOSOFÍ
A No. 2

SEMANA DE APLICACIÓN:

COLEGIO SAN PEDRO CLAVER CALENDARIO B


AÑO 2019- GRADO 10 PERIODO III DOCENTE RICARDO
LECTIVO 2020 VILLEGAS

ESTANDAR:
• Argumentar y explicar las tesis de diferentes autores sobre determinados problemas filosóficos y además
establecer las diferencias entre argumentos científicos y filosóficos propuestos por dichas tesis, tomando partido
en pro o en contra de cada una de ellas.

COMPONENTE:
• La pregunta del hombre frente a su mundo social y cultura.

INDICADOR DE DESEMPEÑO:
• Justifica de manera organizada los postulados, trasversalizándolos con diferentes tipos de textos y argumento de
manera creativa los aportes epistemológicos de los autores, profundizando en la pregunta problematizadora.

METODOLOGÍA/ SECUENCIA DIDÁCTICA

1. Unidad didáctica

Concepto de ética y moral

2. Propósito
Que Asuma una actitud crítica frente al concepto de felicidad planteado por Aristóteles
3. Desarrollo cognitivo instruccional
Apreciado estudiante para el inicio de este trabajo es importante que entiendes qué es la felicidad y cuál es su objeto de
reflexión,.

Observa los siguientes videos: https://www.youtube.com/watch?v=Ol_HhEdc8fo

https://www.youtube.com/watch?v=4tITFBAKRBE

Actividad 1.
• Lee detenidamente el documento y contesta las preguntas.
SISTEMAS ÉTICOS: ARISTÓTELES, LA FELICIDAD
Aristóteles
(384 - 322 A. de C.)
El discípulo más eminente de Platón; su influjo sobre el pensamiento filosófico posterior es
comparable al de Platón, especialmente a partir
del siglo XIII cuando fueron algunas de sus obras conocidas en Occidente. Hasta entonces habían
permanecido prácticamente desconocidas. Aunque no posee el dominio literario de Platón, su estilo es
más claro, más preciso. De poder de observación extraordinario; escribió algunos de los libros
científicos más notables de su tiempo sobre botánica, zoología, astronomía. Muchos de sus escritos se
perdieron definitivamente.

OBRAS

Órganon, Tratado del alma, Política, Ética a Nicómaco, Física.

LA FELICIDAD
“La vida dichosa, es la vida conforme a la virtud, y esta vida es seria y laboriosa”.

Todos los hombres tienden naturalmente a la felicidad, ¿pero dónde está la felicidad? ¿En el poder?
¿En las riquezas? ¿En los placeres? ¿Cómo saberlo de una manera objetiva, cierta? ¿A quién
preguntarle?
¿A un enfermo? Nos diría que la felicidad está en la salud. ¿A un pobre? Nos diría que la felicidad está
en las riquezas. ¿A un rico? Nos diría que la felicidad está en la seguridad. ¿Cómo saber, entonces en
qué consiste la felicidad para el hombre como tal, y no para el hombre enfermo, pobre o rico? Para
Platón la felicidad es “cierta salud, belleza y bienestar del alma”. Tiene en parte razón, ¿pero por qué la
salud, belleza y bienestar del alma hacen feliz al hombre? ¿No sería, según esta definición, el hombre
dormido más feliz que el hombre despierto? ¿No hay algo de estático en la definición platónica? ¿No
es la felicidad algo por lo que hay que trabajar, luchar? ¿No es la felicidad un estilo de vida, y no es la
vida actividad, algo dinámico y no estático?
La tierra tiende hacia abajo, el fuego hacia arriba. La piedra que sostengo en la mano sufre violencia,
es desgraciada, si es que podemos hablar con propiedad de felicidad y desgracia con respecto a seres
carentes de razón. ¿Por qué desgraciada? Porque está fuera de su lugar natural. El universo aristotélico
es un universo dinámico, en tensión. Todos los seres naturales se componen de potencia y acto. La
semilla es semilla en acto y árbol en potencia. La semilla tiende a hacerse ‘árbol, y si no lo fuera, sería
desgraciada, infeliz. El niño tiende a hacerse hombre, y sería desgraciado si no lo fuera. El hombre
tiende a realizar plenamente todas sus potencialidades sensibles, afectivas e intelectuales, y sería
desgraciado si no lograra auto-realizarse.
La felicidad es un bien y bien es aquello que completa, perfecciona el ser que hacia él tiende. La
felicidad, por tanto, no es solamente un sentimiento placentero o agradable, no es un bienestar del
alma, si por bienestar se entiende solamente el sentimiento que acompaña a la armonía consigo mismo,
como parece darlo a entender Platón. La felicidad es para el hombre lo que el árbol es para la semilla:
la realización de todas sus potencialidades naturales. El hombre más perfectamente hombre es el
hombre más feliz. Ahora, bien, ¿en qué está la perfección del hombre como tal? ¿Cuál es el bien del
hombre, aquello
hacia lo cual tiende desde lo más profundo de su ser? ¿Qué es lo que al realizarse hace al hombre más
hombre?
Es preciso distinguir tres clases de bienes: exteriores (el dinero, el poder, etc.); corporales (la salud);
del alma. En el alma es posible distinguir tres facultades o potencias: la vegetativa, la sensitiva y la
racional. Todos estos bienes contribuyen a la felicidad humana, pero los bienes más importantes, los
específicamente humanos son los que corresponden a la parte más noble del hombre, al alma, y en el
alma a la parte más noble de esta, la razón. ¿Es el hombre más hombre porque posee más riquezas?
¿Más poder? ¿Está acaso la perfección del hombre en los bienes del cuerpo, en la salud, en la belleza?
No. Estos bienes pueden contribuir a la felicidad humana, pero la felicidad no está en ellos.
¿Dónde está pues la felicidad? En las funciones vegetativas de crecimiento y reproducción? ¿En las
funciones sensitivas comunes con los animales? Tampoco. La felicidad humana está en la actividad
racional. Obrando racionalmente el hombre se hace más hombre y al hacerse más hombre se hace más
feliz. ¿Pero qué es obrar racionalmente? Por obrar racionalmente se puede entender dos cosas: la
actividad misma de la razón tal como se da en la contemplación intelectual, y la actividad según un
justo medio. Obrar racionalmente es guardar el justo medio entre la cobardía y la temeridad, entre la
insensibilidad y la licencia, entre la avaricia y la prodigalidad, entre la mezquindad y el mal gusto,
entre la mediocridad y* la vanidad, entre la falta total de ambición y la ambición desmedida, entre la
impasibilidad y la irascibilidad, entre la falsa modestia y la jactancia, entre la impudicia y la timidez,
entre el desprecio y la envidia, etc. La virtud es el justo me-dio entre dos extremos. El valor es el Justo
medio entre la cobardía y la temeridad; la templanza oí justo medio entre la insensibilidad y la licencia;
la veracidad el justo medio entre la falsa
modestia y la jactancia. Obrar racionalmente es por consiguiente obrar virtuosamente.

¿Puede el hombre licencioso ser feliz? De ninguna manera, diría Platón. Dentro del hombre que sólo
vive
en función de los placeres sensibles hay un desequilibrio, un desorden, un malestar. La razón debe
dirigir
la parte concupiscible del alma y no al contrario. El hombre licencioso es esclavo de sus pasiones, es
víctima de la incertidumbre, del temor. El hombre licencioso no puede ser feliz, respondería
Aristóteles,
porque sólo puede hacer feliz la actividad que perfecciona al hombre como hombre, es decir, al
hombre
como algo distinto y superior al mero animal, y la búsqueda del placer por el placer es más propia de la
naturaleza animal que de la naturaleza humana. La vida licenciosa no es una vida con-forme a la razón.
La razón pide equilibrio, mesura, y la vida licenciosa es una vida sin barreras, sin justo medio. Para
Platón como para Aristóteles la felicidad está en la virtud. Sólo el hombre virtuoso puede ser realmente
feliz, y no solo aparentemente. Pero la virtud es una especie de armonía, de salud del alma para Platón,
mientras que para Aristóteles la virtud es perfección. Obrando virtuosamente el hombre se perfecciona
como hombre y al perfeccionarse como hombre se hace más feliz. El hombre vicioso está más cerca
del animal que del hombre; es un hombre frustrado, infeliz.
¿Por qué unos hombres son virtuosos y otros no? ¿De qué depende la virtud? La virtud es un don de
los dioses, pero un don que requiere de nuestro esfuerzo. El valiente no es aquel que alguna vez puso
en peligro su vida en nombre del deber y del honor, sino aquel que está inclinado naturalmente a
exponer su vida, no una, sino muchas veces. Obrar justamente es algo natural al hombre justo, obrar
sobriamente es algo corriente, natural, al hombre templado; pero sólo obrando justamente se llega a
poseer la virtud de la justicia, sólo obrando sobriamente se llega a poseer la virtud de la templanza. Los
dioses dan a unos una naturaleza más inclinada al valor que a otros, pero todos pueden llegar a poseer
la virtud de la valentía a través del ejercicio consciente de actividades que engendran el valor.
Todos los hombres pueden llegar a ser felices, porque todos los hombres pueden llegar a ser virtuosos
si así lo quieren. Lo específicamente humano, lo que distingue al hombre de los demás seres del
universo es la actividad racional. La actividad se puede llegar a cabo de dos maneras: directa e
indirectamente.
La actividad racional directa se pone de manifiesto en la contemplación y en la reflexión pura. La
actividad racional indirecta se pone de manifiesto en el ejercicio de las virtudes morales: prudencia,
justicia, fortaleza, templanza, etc. Hay, por tanto, dos tipos de vida feliz, según que la actividad
racional sea directa o indirecta. El primer tipo corresponde a la vida intelectual pura. Es el tipo de
felicidad superior, el más alto, el más sublime. El filósofo, el hombre que deja trascurrir su vida
tranquila y serenamente en la contemplación es el más feliz de los hombres.
¿No son los dioses los más felices de los seres, y no es la vida de los dioses una contemplación divina y
eterna? ¿No es el entendimiento lo más precioso y grande que existe en nosotros? La vida del
entendimiento es, por tanto, la vida más preciosa y grande, es la vida más feliz de todas las vidas
posibles al ser humano.

TEXTOS
No es en la fortuna donde se encuentra la felicidad o la desgracia, estando la vida humana expuesta
a estas vicisitudes-inevitables, como ya hemos dicho, sino que son los actos de virtud los únicos
que deciden soberanamente de la felicidad, como son los actos contrarios los que deciden del estado
contrario. La cuestión misma que dilucidamos en este momento es un testimonio más en favor de
nuestra definición de la felicidad. No, no hay nada en las cosas humanas que sea constante y seguro
hasta el punto que lo son los actos y la práctica de la virtud; estos actos nos parecen más estables
que la ciencia misma. Además, entre todos los hábitos virtuosos, los que hacen honor al hombre son
también los más durables, precisamente porque en vivir con ellos se complacen con más constancia
las personas verdaderamente afortunadas; y he aquí, evidentemente, la causa de que no olviden jamás
el practicarlos.

Siendo los accidentes de la fortuna muy numerosos, y teniendo una importancia muy diversa, ya
grande, ya pequeña, los sucesos poco importantes, lo mismo que las ligeras desgracias, apenas ejercen
influjo en el curso de la vida. Pero los acontecimientos grandes y repetidos, si son favorables, hacen la
vida más dichosa; porque contribuyen naturalmente a embellecerla, y el uso que se hace de ellos da
nuevo lustre a la virtud. Si, por lo contrario, no son favorables, interrumpen y empañan la felicidad,
porque nos traen consigo disgustos y, en muchos casos, sirven de obstáculo a nuestra actividad. Pero
en medio de estas pruebas mismas la virtud brilla con todo sui resplandor cuando un hombre con
ánimo sereno soporta grandes y numerosos infortunios, no por insensibilidad, sino por generosidad y
por grandeza de alma.
Si los actos virtuosos deciden soberanamente de la vida del hombre, como acabamos de decir, jamás el
hombre de bien, que sólo reclama la felicidad de la virtud, puede hacerse miserable, puesto que nunca
cometerá acciones reprensibles y malas, A nuestro parecer, el hombre verdaderamente sabio, el
hombre
verdaderamente virtuoso, sabe sufrir los azares de la fortuna sin perder nada de su dignidad; sabe sacar
siempre de las circunstancias el mejor partido posible, como un buen general sabe emplear de la
manera más conveniente para el combate el ejército que tiene a sus órdenes; como el zapatero sabe
hacer el más precioso calzado con el cuero que se le da; como hacen su profesión todos los demás
artistas. Si esto es cierto, el hombre dichoso, porque es hombre de bien, nunca será desgraciado,
aunque no será dichoso, lo confieso, si por acaso caen sobre él desgracias iguales a las de Príamo.
Sin embargo, en el hecho mismo de ser hombre es necesario para ser dichoso cierto bienestar exterior.
La naturaleza del hombre, tomada en sí misma, no basta para el acto de contemplación. Es preciso
además que el cuerpo se mantenga sano, que tome los alimentos indispensables y que se tengan con él
todos los cuidados que de suyo exige. Sin embargo, no se crea que el hombre, para ser dichoso, tenga
necesidad de muchas cosas ni de grandes recursos, aunque realmente no puede ser completamente
dichoso sin estos bienes exteriores. La suficiencia del hombre está muy lejos ‘de exigir un exceso, ni
en el uso de los bienes que posee, ni respecto a su actividad. Se pueden hacer las acciones más bellas
sin ser el dominador de la Tierra y de los mares, puesto que puede el hombre obrar según pide la
virtud, por muy modesta que sea su condición.
Responde las siguientes preguntas:

1. ¿Qué crítica hace Aristóteles al concepto de felicidad platónico?


2. La felicidad es para el hombre, lo que el árbol para la semilla. Explique.
3. ¿Por qué, para Aristóteles, obrar racionalmente es obrar virtuosamente?
4. ¿En qué tipo de actividad reside fundamentalmente la felicidad del hombre? ¿Por qué?
5. ¿Por qué el hombre licencioso no puede ser feliz, según Aristóteles?

6. Compare el concepto de virtud aristotélico con el de Platón.


7. ¿Qué se entiende por “bien, según Aristóteles?
8. Aristóteles distingue tres clases de bienes. ¿Cuáles?
9. Aristóteles distingue tres facultades o potencias en el alma humana. ¿Cuáles?
10. ¿Qué entiende Aristóteles por virtud?
11. Muestre que el valor es el justo medio entre dos extremos

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