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TEOLOGIA DOGMATICA V
SACRAMENTOS I: SACRAMENTOS EN GENERAL
Unidad III
LA REFLEXIÓN SOBRE LOS SACRAMENTOS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA
1. Período neotestamentario: De los actos y palabras de Jesús a los sacramentos celebrados en y por
la Iglesia apostólica.
2. Antigüedad cristiana: Discernimiento de lo específico de las celebraciones cristianas -mysterion y
sacramentum-; la praxis sacramental en la Iglesia de los Padres.
3. Edad Media: Hacia una reflexión teológica sistemática sobre los sacramentos; primeras
intervenciones del Magisterio.
4. Edad Moderna: el cuestionamiento de los Reformadores; la respuesta del Concilio de Trento; la
teología post-tridentina.
5. Siglos XIX y XX: La escuela de Tübingen; el Movimiento de renovación litúrgica; el Concilio
Vaticano II; el giro “antropológico” y “hermenéutico” en la teología sacramentaria post-conciliar;
perspectivas abiertas.
0. Planteo de la cuestión
¿Por qué es importante recorrer un camino histórico al presentar una teoría general de los
sacramentos? ¿No es suficiente con el recorrido histórico que se hace al presentar cada
sacramento? O, llegado el caso, ¿no es suficiente ofrecer elementos históricos acerca de
cada uno de los temas propios de la sacramentología fundamental (definición; número;
conveniencia; efectos; causalidad; eficacia; etc.)?
Podemos responder a estas preguntas diciendo, en primer lugar, que si es necesario
esperar hasta el siglo XII y a la escolástica para encontrar un tratado de los sacramentos en
general, al mismo tiempo es importante percibir cómo ese desarrollo no ha significado una
ruptura con el tiempo previo. Es verdad que ni la Sagrada Escritura ni los Padres de la
Iglesia han presentado el “sacramento” en sí mismo. Sin embargo, la aparición en un
momento determinado, y con los instrumentos conceptuales del momento, de un tratado
sistemático sobre los sacramentos hubiera sido impensable sin todo lo que lo que lo ha
precedido.
2
En efecto, constatamos que desde Pentecostés se presentan dos ritos que dan
estructura a la comunidad cristiana: el bautismo y la Eucaristía. Ellos van a proporcionar
los datos a partir de los cuales se hará más tarde la teología sacramentaria. Esos datos, a
veces más que incipientes, hay que saber leerlos, para señalar el camino ‘inductivo’ que ha
seguido la historia de la teología y de las doctrinas en lo relativo a nuestro tema. Pero se
presenta otra pregunta, ¿cuál es el mejor modo de hacer una presentación histórica del
tema en vista de nuestro objetivo?
La pregunta formulada expresa un desafío. La cultura teológica que han adquirido
hasta hoy, les habrá hecho percibir el gran desarrollo de los estudios histórico-críticos que
ha conocido el último siglo, y no sólo en el ámbito de los estudios bíblicos. Todo hace
pensar que en muchos temas no es posible afirmar que ya se ha dicho la última palabra.
Por eso una presentación histórica no resiste generalizaciones ni aproximaciones fáciles,
aunque éstas parezcan muy pedagógicas. Ahora bien, un acercamiento tal excede en
mucho nuestras posibilidades, por lo cual, sin invalidar lo señalado, debemos optar por un
camino intermedio; ¿en qué sentido? Nuestra lectura tiene como propósito adentrarnos en
una visión teológico-sistemática del tema, por eso, ella será, bajo cierto respecto, selectiva,
privilegiando aquellos momentos y aportes que han sido decisivos para la elaboración y
consolidación de nuestro tratado. Pero, tratando de no descuidar el momento histórico de
cada aporte, su contexto teológico, y la lectura de los mismos que son objeto de un cierto
consenso entre los estudiosos.
La elaboración inicial de los elementos que ofrezco a continuación, que no pretende
ser más que una especie de ‘fichas’ de orientación, han partido del aporte inicial de
algunos manuales, ya que ante el desafío de las primeras presentaciones del curso éstos
ayudaban a percibir cómo delimitar el tema (2002).1 Sin embargo, muchas afirmaciones
han sido corregidas, equilibradas, o complementadas desde entonces. Por eso sugiero que
lean las notas a pie de página, donde algunas referencias me parecen importantes.
1
Claramente, he recurrido a H. Bourgeois/B. Sesboüé/P. Tihon, Historia de los Dogmas, Tomo III: Los
Signos de la Salvación (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1996), 17-257. Hoy creo que posible recurrir a J.
Granados García, Tratado general de los sacramentos (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2017),
107-210; este texto es muy rico, me pregunto si la notable y más que coherente lectura teológica de toda la
obra hace siempre justicia a cada elemento histórico en su propio contexto.
3
1. El período neotestamentario
El Nuevo Testamento da testimonio de acciones rituales que comportan gestos y palabras.
Esto se da, de modo eminente, en los dos pivotes de la vida cristiana: el bautismo y la
Eucaristía.2 Si de esa experiencia es posible extraer una enseñanza, de lo que dan
testimonio diversos textos de la Escritura, ésta sería que el don de la vida divina, fruto de
la Encarnación y la muerte en la cruz del Hijo de Dios, se transmite a los seres humanos
por medio del signo objetivo del agua, al que se encuentra misteriosamente vinculado el
Espíritu, como agente trascendente del “nacimiento de lo alto”; y el medio subjetivo de la
fe, que da acceso a la vida, a la salvación y a la luz. Esta observación, que surge de Jn 3,
encuentra afirmaciones cercanas en otros libros del NT que posibilitan alcanzar
conclusiones semejantes. Esos ritos se celebran porque hay un ‘mandato’ y se sigue el
‘ejemplo’ del Señor. Algo claro para la fracción del pan (Lc 22,19; 1 Co 11, 17-34). En el
caso del bautismo, esto es un poco diferente, pero es claro que se lo hace en el “nombre de
Jesús”. Por lo tanto, hay conciencia de que no se trata de invenciones de la Iglesia, sino de
acciones que provienen del mismo Jesús. Él es el ‘fundador’, por sus gestos instituyentes
de la Iglesia, y su ‘fundamento’, gracias al cumplimiento de su misterio pascual, que dará
sentido permanente y perpetuo a los sacramentos.
Antes de pasar a la presentación bíblica, en la que nos limitaremos a san Pablo, san
Lucas, y san Juan, quizá sea necesario afirmar dos cosas: a) En ningún lugar del NT se
aplica la palabra mysterion al hablar del bautismo y de la Cena, ni es posible encontrar otro
término genérico equivalente que englobe esos dos ritos; b) En cuanto a la comprensión
del sacramento, es necesario inducir de textos relativos al bautismo y a la Cena,
afirmaciones que, el desarrollo posterior permitió atribuir a todo sacramento.
2
Además de otros manuales, me ha ayudado a renovar la visión inicial, N. Perrin, “Sacraments and
Sacramentality in the New Testament”, en M. Levering/H. Boersma (eds.), The Oxford Handbook of
Sacramental Theology (Oxford: Oxford University Press, 2015), 52-67.
3
Cf. D. Lincicum, “Sacraments in the Pauline Epistles”, en M. Levering/H. Boersma (eds.), The Oxford
Handbook of Sacramental Theology, 97-108.
4
problemas de práctica ritual (el caso de la Cena en 1 Co 10-11), o que se emplea como
experiencia común consensuada de la que es posible partir para señalar un avance
teológico o pastoral (el bautismo en Ga 3,26-29; y Rm 6). Esto no quita que, a pesar de esa
peculiaridad, y siendo necesario contextualizar las cartas, sea posible encontrar allí una
coherencia en el pensamiento sacramental. Al mismo tiempo, hay que tener presente que
las cartas paulinas son los testimonios más antiguos acerca de los sacramentos cristianos.
Porque, si bien es cierto que Jesús fue bautizado, los evangelios no han dejado sin embargo
ninguna enseñanza sobre el bautismo, más allá de comentarios pasajeros que podrían o no
reflejar un rito vigente (cf. Mc 10,38; Lc 12,50: referentes ambos a su bautismo de sangre).
Bajo esta luz, impresiona percibir la evidencia presente en las cartas de Pablo o en Hechos,
según la cual el bautismo parece ser una experiencia cristiana universalmente presupuesta.
Del mismo modo, cuando Pablo discute en torno a la Cena, deja claro que invoca una
tradición compartida desde el más temprano movimiento de Jesús, sin inventar nada
nuevo. Pablo da testimonio, pues, de una asentada y extendida tradición tanto del bautismo
como de la Cena, unas dos décadas después del surgimiento del cristianismo. No obstante
esto, no es posible hablar en Pablo de una teología sacramental en sentido propio. Así
como nunca usó el término ‘sacramento’, tampoco asoció los dos ritos mencionados –
bautismo y cena-, con la realidad del mysterion. Algo diferente es decir que Pablo ha
aportado sugestivas reflexiones que serán luego fundamentales en la comprensión de otros
sacramentos; el ejemplo más claro es el matrimonio (1 Co 7,12-14; Ef 5,31-33).
c) Cristo es, con término actuales, el ‘fundador’ y el ‘fundamento’. Pablo señala esto
especialmente acerca del bautismo (Rm 6), pero también de la Cena (1 Co 10,14-
22; 11,17-33). Pero, por el bautismo, el creyente, no sólo adhiere a Cristo, entra en
el misterio de su muerte y de su resurrección, sino que se ‘agrega a los discípulos’
(Hch 2,41-44), es ‘incorporado a la Iglesia’. Así, por el bautismo se constituye la
comunidad eclesial. La Iglesia misma se dice santificada, purificada por Cristo por
4
Cf. J. Granados García, Tratado general de los sacramentos, 35-37 (relativo a la Eucaristía); 41-44 (acerca
del bautismo y la conclusión para ambos).
5
Interpretación de la Eucaristía recuperada en el siglo XX por M. Thurian; cf. Id., L’Eucharistie. Mémorial
du Seigneur, sacrifice d’action de grâce et d’intercession (Neuchatel: Delachaux et Niestlé, 1959), pero que
sería la visión de Pablo también acerca del bautismo.
6
Más allá de la introducción de la expresión, para el primer ensayo sistemático, cf. J. De Fraine, Adam et son
lignage. Études sur la notion de « personnalité corporative » dans la Bible (Paris: Desclée de Brouwer,
1959), y para su aplicación en Pablo, cf. M.D. Hooker, From Adam to Christ. Essays on Paul (Cambridge:
Cambridge University Press, 1980), capítulos 1 et 2, págs. 13-55. Para un estado de la cuestión y una
relectura actualizada, cf. A. Grau, “Corporate Personality: la possible jeunesse théologique d’une ancienne
notion exégétique”, Laval théologique et philosophique 72 (2016):101-122.
6
medio de un baño de agua que es acompañado por una palabra (Ef 5,26). Si bien, y
como decíamos en el primer punto, no dejan de darse contradicciones (1 Co 1,11-
17), de lo que se deriva una consecuencia: la necesidad de discernir el Cuerpo de
Cristo.
d) Hay una cierta relativización del ‘ministro’: el ministro vela el ministerio de Cristo
(cf. 1 Co 4,1). No es lateral el hecho de que el verbo bautizar sea tomado por Pablo
generalmente en forma pasiva: es Dios quien bautiza. Algo semejante sucede
respecto a la presidencia de la cena de la Señor.
1.2. Escritos lucanos (Antioquía hacia el 80): En los textos lucanos se encuentran ya
una cierta síntesis, expresada más en una descripción de la práctica eclesial que en una
formulación teórica.
a) Sería posible hablar de una cierta ‘eficacia sacramental’: los ritos de iniciación, a
diferencia de la perspectiva paulina, son el medio habitual de la efusión del
Espíritu en el nuevo convertido. Tres ejemplos al respecto:
ii) Un poco más adelante, el texto precisa que aquellos que recibieron el
bautismo fueron allí mismo integrados a la Iglesia naciente, convirtiéndose
así en miembros de la comunidad del Espíritu (cf. Hch 2,41).
7
iii) Por último, el caso de Felipe y los samaritanos, donde el Espíritu Santo es
dado mediante la imposición de manos (cf. Hch 8,15-17).
b) Lucas desarrolla más que Pablo los ‘efectos’ del bautismo, y aparecen ciertos
rasgos propios de la teología de Lucas.
e) Por último, la posibilidad de que haya ritos sin efectos espirituales ni eclesiales (cf.
Hch 8), como es el caso del Eunuco, donde el bautismo no fue mediador del
Espíritu, ya que Felipe bautizaba sólo en el nombre del Señor Jesús. Tampoco el
rito realizado significó la incorporación a la comunidad cristiana. El único efecto
visible es la alegría con la que el eunuco siguió su camino (Hch 8,39). Lucas
parece señalar de este modo la libertad del Espíritu y la gratuidad del don de Dios.
1.3. Tradición joanea: El tema aquí es más complejo ya que una cosa es la lectura
eclesial tradicional de Juan desde una clave sacramental, hecha habitualmente en ámbitos
católicos, y otra, más difícil, saber el sentido que el autor del cuarto Evangelio ha querido
dar a cada uno de los textos que han sido citados habitualmente. La investigación
académica ha presentado en el último siglo un abanico amplio de interpretaciones, que van
desde una posición anti-sacramental a otra hiper-sacramental, pasando por visiones que se
podrían caracterizar como no-sacramentales, sacramentales y ultra-sacramentales.7 Dos
han sido los ámbitos de divergencias: a) el primero de ellos es cuántas veces alude Juan, si
7
Para un estado de la cuestión, cf. F.W. Guyette, “Sacramentality in the Fourth Gospel: Conflicting
Interpretations”, Ecclesiology 3 (2007): 235-250; R. Bauckham, “Sacraments and the Gospel of John”, en M.
Levering/H. Boersma (eds.), The Oxford Handbook of Sacramental Theology, 83-96.
8
8
Cf. R. Bultmann, The Gospel of John (Oxford: Blackwell, 1971), 11; 138-139 nota 3; 218-220; 677-678.
9
Cf. R.W. Paschal, “Sacramental Symbolism and Physical Imagery in the Gospel of John”, Tyndale Bulletin,
32 (1981): 171-176.
10
Cf. O. Cullmann, Les Sacrements dans l’Évangile johannique. La vie de Jésus et le culte de l’Église
primitive (París: Presses Universitaires de la France, 1951).
11
Cf. B. Vawter, “The Johannine Sacramentary”, Theological Studies, 17 (1956): 151-166.
12
Cf. R. Brown, “The Johannine Sacramentary”, en Id., New Testament Essays (New York: Paulist Press,
1965), 66, 70, 63.
9
13
Cf. U. Schnelle, Antidocetic Christology in the Gospel of John (Minneapolis, MN: Fortress, 1992), 185;
204.
10
2. La Antigüedad cristiana
Para centrarnos en la Iglesia antigua es necesario tener en cuenta no sólo lo que en ella
pudo haber de reflexión teológica sino ante todo su vida y práctica sacramental. Para este
segundo aspecto me remito a lo que recogen las historias de los dogmas y de las doctrinas
propias de cada sacramento. En nuestro caso, nos interesa tratar de ver los orígenes de la
palabra que englobará a los siete ritos (‘sacramento’), la que, como hemos dicho, no
pertenece al lenguaje bíblico; y, luego, cuáles han sido los primeros aportes de la reflexión
cristiana que contribuyeron más tarde a elaborar una teología de los sacramentos en
general.
a. Mystĕrion: La primera palabra en ser asumida con este fin fue la de misterio (gr.:
mystĕrion, lat.: Mysterium, sir.: raza). Esta palabra, de origen bíblico, aparece en el
Antiguo Testamento tardíamente, siendo posible reconocer por su uso dos corrientes: i) La
literatura apocalíptica (Dn 2,28-29; 2,47; 4,9), donde expresa la revelación del designio
secreto de Dios; ii) La literatura sapiencial (Sb 2,22; 6, 22), en la que se refiere a una
manera de vivir purificada de las pasiones.
14
Cf. J.D.G. Dunn, “John VI – A Eucharistic Discourse?”, New Testament Studies, 17 (1970-1): 337; 190.
15
Para todo el proceso que intentamos desarrollar en este punto, cf. R. Hotz, Los sacramentos en nuevas
perspectivas. La riqueza sacramental de Oriente y Occidente (Salamanca: Sígueme, 1986), 19-72; E.
Schillebeeckx, L’économie sacramentelle du salut. Réflexion théologique sur la doctrine sacramentaire de
saint-Thomas, à la lumière de la tradition et de la problématique contemporaine (Fribourg: Academic Press
Fribourg, 2004), 25-92; J.-Ph. Revel, Traité des sacrements, I. 1 (París: Cerf, 2004), 380-429; V. Grossi,
“Sacramentos en los Padres de la Iglesia. III. El vocabulario: mysterion/mysterium – sacramentum –
mystagogia”, en A. Di Berardino/G. Fedalto/M. Simonetti (dir.), Literatura Patrística (Madrid: San Pablo,
2007), 1295-1302.
11
Sin embargo, en el siglo II, salvo excepciones, el término no fue asumido para
expresar las celebraciones rituales cristianas. Otro tanto sucederá en el siglo III. El cambio
definitivo se producirá en el siglo IV al modificarse el panorama religioso y, junto con el
reconocimiento de la Iglesia, el progresivo retroceso de las religiones mistéricas. En los
primeros autores cristianos que la incorporan a su vocabulario, Clemente de Alejandría y
Orígenes, la palabra comienza a designar el ‘conjunto de las verdades y prácticas
cristianas’; probablemente en contraste con los ‘misterios’ paganos. El ‘misterio’ es
entonces, de una manera general, ‘lo que es a la vez revelado y escondido por un
acontecimiento o un rito visible’. En ese momento el término comienza a expandirse en
16
Cf . 1 Co 2,1; 2,7; 13,2; 14,2; 15,51ss.; Col 1,25-27; 2,2-3; 4,3; Ef 1,9-10; 3,1-12; 5,32; 6,19; Rm 11,25;
16,25-27; 1 Tm 3,9; 2 Tes 2,7; Ap 10,7; 17,7.
17
Cf. E. Schillebeeckx, L’économie sacramentelle du salut, 44.
12
Sólo a partir del siglo IV, como hemos dicho, se impone el término ‘misterio’. De allí
se derivarán otras palabras: el adjetivo ‘místico’ –aplicado primero a la Eucaristía, lo que
ocurrió hasta el siglo IX, y a partir del siglo XII a la Iglesia -; mistagogia, la entrada en el
misterio y su asimilación por la fe; esto se da prioritariamente a través de su celebración.
b. Sacramentum: En África del Norte (siglo II), en los primeros intentos de traducción de
la Escritura al latín, sobre todo en Efesios y Colosenses, la palabra griega mystĕrion se
tradujo por un término tomado de la vida corriente: sacramentum. Así, se llamará
sacramentum al misterio del que habla Pablo a propósito de Cristo. Este uso de la palabra
sacramentum es anterior a su introducción en el vocabulario propio de la vida ritual. ¿Cuál
era el significado de sacramentum en el mundo pagano? La palabra, usada por Varrón,
Cicerón, Julio César, Petronius y Quintiliano,18 designaba un gesto sagrado vinculado a un
compromiso jurídico.19 Así, el militar que se alistaba, o la persona que depositaba un aval
en un templo,20 prestaban un juramento, y por eso mismo daban a su acto un sentido
religioso. El sacramento era, pues, un juramento portador de un aspecto jurídico y un
aspecto religioso.21
18
Cf. E. Ferguson, “Sacraments in the Pre-Nicene Period, en M. Levering/H. Boersma, (eds.), The Oxford
Handbook of Sacramental Theology, 125s.
19
Según Cicerón (cf. De Officiis III, 102-107), el juramento es un afirmación religiosa y lo que se ha
prometido de forma solemne y confirmada, teniendo a Dios de testigo, debe mantenerse; cf. G. Agamben, El
sacramento del lenguaje. Arqueología del juramento (Buenos Aires: Adriana Hidalgo editor, 2017 2), 40.
20
Según Varrón (cf. De ling. Lat. V, 180), la suma de dinero que está en juego en los procesos se dice
sacramentum, porque está consagrada (sacro). El actor y el demandado depositaban, cada uno, cerca de un
puente por algunas causas, quinientos ases, por otras una suma fijada por la ley; el que vencía la causa
retomaba su sacramentum de la consagración y el del perdedor iba al erario; cf. G. Agamben, El sacramento
del lenguaje. Arqueología del juramento, 102.
21
“El juramento (sacramentum)implica la noción de convertir en sacer. Se asocia al juramento la cualidad de
13
Por este camino, sacramentum llegó más tarde a designar los ritos eclesiales. La
primera aplicación clara parece haber sido la de Tertuliano en el De Baptismo.22 Los
estudios históricos han permitido saber que Tertuliano, en realidad, lo introdujo al
comentar un texto pagano, al cual quiso corregir en su interpretación.23 En efecto, en el
siglo II, Plinio el joven, legado en Bitinia (111-113), en una de sus cartas a Trajano
(10,96), y en el marco de las primeras persecuciones de los cristianos, relata lo que éstos
celebraban el día domingo y el sacramentum que entonces realizan. Por el relato, se trata
del bautismo, y el ‘juramento’ parece ser en realidad la confesión de fe y la promesa de
llevar una vida concorde con la nueva dignidad. Tertuliano polemizará con esta
interpretación de Plinio; dirá que se trata más de un ‘pacto’ que de un ‘juramento’. Una
distinción que, en verdad, no es tan clara.
A partir del siglo V, los autores latinos trataron mysterium y sacramentum como
sacro, la más terrible entre las que pueda recibir un hombre: el juramento aparece como una operación que
consiste en convertir en sacer de manera condicional” (É. Beneveniste, Le Vocabulaire des institutions
indoeuropéenes, vol. 2 (Paris: Minuit, 1969), 168, citado en G. Agamben, El sacramento del lenguaje.
Arqueología del juramento, 50.
22
Cf. Tertuliano, De baptismo 4, 4; SC 35, 70. Tertuliano entendía que la bendición de Jacob a Efraín era un
sacramento que prefiguraba el Bautismo. Y Cipriano que Noé y Melquisedec habían participado en
sacramentos que prefiguraban la Eucaristía.
23
Cf. E. Mazza, “Pourquoi a-t-on utilise le mot sacramentum pour désigner les sacrements chrétiens?”,
14
sinónimos, dándole el alcance general que tenía en la teología griega, a pesar del matiz
original propio de cada término, ambos valiosos para expresar la complejidad del hecho
sacramental.
2.2. Primeras teologías en Occidente: En estos primeros siglos es posible recoger ciertos
elementos que conducirán a las síntesis propias de la teología occidental. Tertuliano
atribuye con claridad una cierta ‘eficacia materializante’ a los sacramentos. Esa ‘eficacia’
va unida a la significación: “La carne es lavada para que el alma sea liberada; la carne es
signada para que el alma sea fortalecida....”24 El De Mysteriis de Ambrosio contiene una
teología sacramental bastante elaborada.25 Por él la tradición griega entró en Occidente.
Aparece la idea, ya presente en Gregorio de Nacianzo y Cirilo de Jerusalén, de que el
sacramento está compuesto de un elemento visible y de un elemento invisible, y que
responde a la naturaleza del ser humano. El sacramento es eficaz, no por sí mismo, sino
por la operación de la divinidad y por la Cruz de Cristo. Se señala así el doble componente
del bautismo. Hacia el siglo IV es clara la interdependencia que se da entre práctica
sacramental y doctrina, así como con el contenido ético de los sacramentos. Esto se
encuentra presente en las instrucciones catequéticas y mistagógicas de Cirilo de
La crisis donatista sirvió a los teólogos de ambos lados para profundizar en aspectos
de los sacramentos que luego se expresaran en nociones como eficacia: ¿ésta depende o no
de la santidad del ministro y de la autenticidad de la comunidad donde se confieren?
Optato de Mileve y, más tarde, Agustín señalan el valor meramente instrumental del
ministro. Agustín dará un gran valor a la invocación de la Trinidad y a la fe del sujeto.
2.3. El aporte de san Agustín: Como hombre de su época, Agustín no elaboró un tratado
sobre los sacramentos en general, pero conserva toda la riqueza del sacramentalismo
cristiano, no separándose de la liturgia y del culto.28 Debemos señalar que heredó una
estructura sacramental completamente establecida y estructuras rituales en pleno
desarrollo. Su punto de partida no ha sido una consideración a-priori, sino una reflexión
pastoral sobre la práctica y la vida sacramental de la Iglesia de su tiempo. Ha representado
un papel decisivo al ofrecer elementos para la posterior elaboración de la teología
escolástica y la doctrina asumida por el Magisterio. Para esto se ha basado en la tradición
pero también en aportes suyos muy propios sobre el signo y la significación de las cosas
visibles respecto a las invisibles.
26
Cf. Cirilo de Jerusalén, Catequesis, 4,2, SC 126.
27
Cf. Catequesis 3,8.
28
Cf. E.J. Cutrone, “Sacramentos”, en A.D. Fitzgerald OSA (dir.), Diccionario de San Agustín. San Agustín
a través del tiempo (Burgos: Monte Carmelo, 1999), 1158-1167; J.-Ph. Revel, Traité des sacrements, I. 1,
431-460.
16
1. “El sacramento consiste en una celebración, que es conmemoración de un hecho pasado, pero de tal
modo que propone a nuestra inteligencia el signo de una realidad que es necesario recibir
santamente” (Carta LV)
2. “Los signos... que se refieren a las realidades divinas, son llamados sacramentos” (Carta a
Marcelino, año 412) ---- Sacramentum, id est sacrum signum.
El sentido del sacramento, como signo, sólo es perceptible a la fe, al intellectus
spiritualis. Agustín es el primero que elabora con claridad y de modo definitivo, la noción
de signo, que será decisiva para la teología sacramentaria. Parte no de una consideración a-
priori, sino de una reflexión pastoral sobre la práctica y la vida de la Iglesia.
29
Cf. C. Couturier, “’Sacramentum’ et ‘Mysterium’ dans l’oeuvre de saint Agustin”, Études Augustiniennes
(Paris: Aubier, 1953), 163-332.
17
“Porque si los sacramentos no tuvieran alguna semejanza con aquellas realidades de las que son
sacramentos, no serían en absoluto sacramentos” (Carta 98, 9: PL 33, 363-364)
- y otra comunitaria o eclesial:
“Los hombres no pueden llegar a fundirse en una ordenada comunidad bajo cualquier denominación
religiosa, verdadera o falsa, si no se unen entre sí por alguna manera de participación en signos
visibles o sacramentos. La acción de estos sacramentos es inefablemente grande” (Contra Faustum
19, 11 –PL 42, 335)
3. Significado de los sacramentos: En este sentido más preciso, todos los sacramentos
significan a Cristo, el único Salvador. Para Agustín esa es la res sacramental; no
tanto la gracia sacramental que, en el vocabulario agustiniano, sería la virtus
sacramenti. Atención, hay que tener en cuenta estas dos distinciones de Agustín
que no corresponden totalmente con la simplificada de la teología escolástica y que
será clásica luego en la teología de los sacramentos (signum et res):
Esto da pie a Agustín para señalar que los sacramentos de la antigua Ley
significaban al Cristo que debía venir, los de la nueva Ley significan al Cristo que
ha venido. De ahí que haya una triple significación de los sacramentos de la Nueva
Ley, ya que ellos significan:
4. Los sacramentos no sólo significan la salvación de quienes los reciben sino que la
producen. Aquí hay una diferencia entre los sacramentos de ambas Alianzas. Eso
no quiere decir que los de la Antigua Alianza careciesen de valor.
“Suprime la palabra y ¿qué es el agua sin la palabra? La palabra accede al elemento y el sacramento
es él mismo una palabra visible” (In Ioann. Ev. XV, 4, PL 35, 1512)
De esta afirmación Agustín pasa a la necesidad de creer para ser purificado y
salvado, partiendo de la necesidad de la predicación. Calvino lo ha interpretado
como la palabra predicada, que se acoge en la fe, y ésta se expresa en el bautismo.
Y, en realidad, Agustín ha vinculado siempre la ‘fructuosidad’ del sacramento a la
fe y a la verdadera Iglesia, guardiana y predicadora: sin ella no sirve para la
salvación.
palabra y de los sacramentos. Para los otros ritos, si bien habla de la “unción”
(confirmación) no es seguro que vea allí un sacramento distinto, tampoco, aunque
los reconoce como ritos, llama sacramentos a la reconciliación y a la unción de los
enfermos.
Después de Agustín, es muy difícil hacer un sumario de los desarrollos que le siguieron
en la teología de Occidente, porque el conocimiento que se tiene del período que va desde
su muerte hasta mediados del siglo VII es muy fragmentario. Por eso, los datos que se
tienen es difícil catalogarlos: ¿son casos paradigmáticos o excepcionales? Y, luego, porque
debido al lugar que ha ocupado Agustín en la tradición occidental, los autores posteriores
estarán en diálogo con él, a través de su obra, o en una real dependencia de su legado. De
acuerdo al desarrollo que hemos seguido, queda claro que un rasgo progresivo de la época
será una lectura cristiana del antiguo juramento (sacramentum) romano, y una teoría del
signo. Esto será claro, como lo veremos en la próxima unidad, en Isidoro de Sevilla.
Había diversidad, además, entre las iglesias de Oriente y de Occidente. Nadie había
elaborado una lista precisa de los sacramentos, reconocida por todos y con valor
normativo. Eso explica que hasta el siglo XII:
a. Oriente se manejara con una lista elaborada por el Pseudo-Dionisio (fines del V).
incluyendo el bautismo o iluminación, la Eucaristía, la crismación, la penitencia, la
profesión monástica y los funerales.
30
Agustín, Sermo 229 (ad infantes), 1, 3.
20
3. LA EDAD MEDIA
A partir del siglo XII se constituye en la Iglesia latina una teología sacramental en sentido
31
Cf. Sermo 228, 3.
32
Cf. DH 110-111.
33
Cf. DH 123.
34
Cf. DH 127-128.
35
Cf. A. Baron/H. Pietras eds.), Acta Synodalia. Documentos sinodales desde el año 50 hasta el 381
(Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2016), 660.
36
Cf. DH 215-216.
21
propio. Ese desarrollo teológico se reflejó pronto en las tomas de posición del Magisterio,
cuyas expresiones, siempre ocasionales, pasaron de la respuesta a algunas dudas o
cuestiones controvertidas a presentaciones cada vez más integrales. Esto significará una
progresiva ‘dogmatización’ de la práctica sacramental, proceso que llegará a su culmen
con el Concilio de Trento que, si bien señala el inicio de la Edad Moderna con las
problemáticas que le serán propias, expresa sin embargo la síntesis más acabada de la
teología escolástica.
El desarrollo que se produce en el ‘largo siglo XII’, como se le suele llamar,37 se explica
como resultado de algunos aportes de los siglos previos, no siempre puestos de relieve, y la
confluencia de una nueva serie de factores que tuvieron lugar en ese siglo. Con un peso
gravitante en nuestro tema, podemos señalar al menos dos:
a) El cambio del contexto cultural: del trasfondo simbólico neoplatónico que había
caracterizado a la antigüedad cristiana se pasa a un progresivo pragmatismo, fruto
de la mentalidad de los pueblos bárbaros incorporados definitivamente a la vida y a
la cultura de la Europa medieval. Ese cambio de mentalidad debe tenerse presente
como dato cultural. Debido a ello, los mismos términos no tenían ya
37
Este iría desde la muerte de Gregorio VII (1085) al IV Concilio de Letrán (1215).
22
Esos dos factores se manifestaron en las dos crisis eucarísticas que vivió la Iglesia de
Occidente, y que exigieron una profundización en la comprensión de la Eucaristía. Hay
que decir que si ellos contribuyeron a la crisis también ofrecieron elementos valiosos para
su superación. En aquellos que defendían la verdadera fe, ante interpretaciones que podían
ser heterodoxas, significó el paso de una visión ‘ultrarrealista’, demasiado simplista,
38
Cf. Mark G. Vaillancourt, “Sacramental Theology from Gotsschalk to Lanfranc”, en M. Levering/H.
Boersma, (eds.), The Oxford Handbook of Sacramental Theology, 187-200.
23
Los autores del siglo XII concebían los sacramentos, de manera consistente, como
mediaciones salvíficas del poder salvador de Jesucristo y de los misterios de su vida. Los
sacramentos eran medios de gracia pero la gracia entendida no como algo estático,
cuantificable, producida y comunicada mecánicamente a consumidores individuales a
través de un sistema eficiente de distribución. Sino que la misma vida de Jesús era la que
se comunicaba a los creyentes por el poder activo del Espíritu Santo, uniendo a los
creyentes con Cristo en y a través de los sacramentos. E, incorporados a Él por el Espíritu
a través de los sacramentos, ellos constituían la Iglesia.41 Todo esto es importante
recordarlo para decir que los autores del siglo XII concebían los sacramentos en una
integrada, orgánica y dinámica concepción de la existencia cristiana. Podría decirse que su
profunda intuición operativa teológica era que los sacramentos ‘median’ una acción divina
dirigida hacia la humanidad, que alcanza su término, no cuando la gracia es comunicada a
los creyentes individuales, sino más bien cuando por esa misma comunicación ellos son
conducidos más profundamente e integrados más plenamente en la misteriosa comunión
con Cristo y su Iglesia.
a) El primer elemento a destacar de este siglo es el avance hacia una mayor precisión
en el uso del término sacramento y los intentos en vista de llegar a una definición; tema
en el que nos explayaremos más específicamente en la unidad IV. Para este cometido,
los autores tuvieron en cuenta, en primer lugar, la ‘materia’ consagrada -y cuando
decimos ‘materia’ aquí hay que pensar en algo ‘corporal’, palpable, visible, no se trata
aún de un acercamiento ‘metafísico’-, y los elementos visibles en los rituales de la
39
Fue el caso de la enseñanza del Sínodo de Roma (1059), condenando la posición de Berengario de Tours.
La fórmula de sínodo, redactada por Humberto de Silva Cándida, afirmaba acerca de la presencia real que el
verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre, de “un modo sensible”, “son tocados y partidos por las manos de
los sacerdotes y masticados por los dientes de los fieles”; cf. DH 690.
40
La visión del Sínodo de Roma, en su Confesión de fe de Berengario de Tours (11 de febrero de 1079), es
de otro tenor. En efecto, allí se afirma que el pan y el vino se convierten “sustancialmente” en la verdadera,
propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor; y que ellos se hallan presentes, “no sólo por
el signo o virtud del sacramento, sino en la propiedad de la naturaleza y verdad de la sustancia”; cf. DH 700.
41
Cf. Boyd Taylor Coolman, “The Christo – Pneumatic – Ecclesial Character of Twelfth-Century
Sacramental Theology”, en M. Levering/H. Boersma, (eds.), The Oxford Handbook of Sacramental
24
b) En el siglo XI, aún no se cuenta con un criterio unánime para señalar cuántos y
cuáles son los sacramentos, así, por ejemplo, Pedro Abelardo reconocía 5; san
Bernardo 10; y Pedro Damián, 12. Es sólo a mediados del siglo XII que se asume
definitivamente el septenario y, desde entonces, se afirmará de modo constante. Los
principales testimonios que dan prueba de ello son la Suma de Sentencias (texto
anónimo); la biografía de Otón de Bamberg (1150); y Pedro Lombardo en el IV Libro
de las sentencias (1155). A ellos seguirán más tarde los autores del siglo XIII. La
asunción progresiva del septenario, dependiente de una definición de sacramento, no
logrará responder aún a todas las preguntas que suscita la diversidad de ritos
comprendidos: ¿El matrimonio es una gracia o un remedio? ¿La penitencia, cuya
celebración consiste sólo en actos humanos, careciendo del elemento ‘material’, es un
sacramento como los demás? ¿Todos se encuentran en el mismo plano? Esto se
expresará en distintos intentos de respuesta en los siglos sucesivos. Ya en el siglo XI,
la así llamada Escuela de Abelardo hablará de sacramentos “mayores”: bautismo,
Theology, 201-203.
42
Cf. De sacramentis christianae fidei, PL 176, 173A-618B; para una presentación del pensamiento
sacramental de Hugo de San Víctor, es posible consultar Juan Gustavo Ruíz Ruíz, La noción de sacramento
en Hugo de San Víctor. Extracto de la Tesis Doctoral presentada en la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra (Pamplona,1996).
43
Cf. Sent.VI, 1, 2 PL 192, 839.
25
44
Cf. Y. Congar, “La idea de sacramentos mayores o principales”, Concilium 31 (1968): 24-37.
45
“Hay que distinguir, sin embargo, sutilmente entre las tres cosas distintas que hay en este sacramento
[Eucaristía]: la forma visible, la verdad del cuerpo y la virtud espiritual. La forma es la del pan y el vino; la
verdad, la de la carne y la sangre; la virtud, la de la unidad y la caridad. Lo primero es «sacramento y no
realidad» (sacramentum et non res). Lo segundo es «sacramento y realidad» (sacramentum et res). Lo
tercero es «realidad y no sacramento» (res et non sacramentum). Pero lo primero es sacramento de entrambas
realidades. Lo segundo es sacramento de lo tercero y realidad de lo primero. Lo tercero es realidad de
26
e) Si bien los sacramentos conferían la gracia, Dios podía salvar a los seres humanos
sin ellos. ¿Por qué entonces los sacramentos? Hugo de San Víctor dará tres razones
que serán recogidas por los autores posteriores, incluso por santo Tomás: ellos
fomentan la humildad; instruyen; y proveen un ejercicio saludable.47 La intuición que
subyace aquí es que en la economía sacramental –la entera economía de la creación y
la salvación- lo visible media lo invisible: Per visibilia ad invisibilia. Por lo tanto, la
vida sacramental se veía como una especie de pedagogía teológica que promueve
cierto modo simbólico de pensamiento y una manera ‘multicapas’ de ver la realidad,
una habilidad como lo afirmaba Pedro Lombardo de reconocer lo invisible en lo
visible.48 El sacramento, pues, favorece una ‘gramática profunda’ en la que lo más
verdadero es siempre lo más profundo, lo más importante es lo menos aparente,
mientras que lo más aparente, aunque menos importante, es un adecuado y apropiado
y, por tanto, verdadero signo mediador (sacramentum), que conduce a una más
profunda, más importante realidad.
operantis) y el efecto del rito sacramental en lo que tiene de objetivo (opus operatum).
Esta distinción proviene de las categorías propias de los actos humanos, y ha permitido
aplicar en otro contexto el principio que Agustín aplicaba ya en plena crisis donatista:
sea cual fuere la dignidad del ministro que obra, el sacramento sigue existiendo por el
don de Dios.
Los seis temas que hemos señalado serán elementos adquiridos para la teología
sacramental en el siglo siguiente, e incorporados a las grandes síntesis teológicas, si bien,
de acuerdo a un nuevo modo de hacer teología, serán objeto, en algunos casos, de diversas
interpretaciones.
49
Cf. Summa aurea, Liber IV, (París: Éditions du Centre National de la Recherche Scientifique / Roma.
Editiones Collegii S. Bonaventurae ad Clara Aquas, 1985).
50
Cf. Glossa in Quatuor Libros Sententiarum, Liber IV, ed. Padres del Colegio de S. Buenaventura
(Florencia: Quaracchi, 1957).
51
Cf. Breviloquium, en Opera Omnia V, studio et cura Pp. Collegio S. Bonaventura (Florencia: Quaracchi,
1891).
52
Cf. Quaestiones in Librum Quartum Sententiarum, ed. R. Schenk (Münich: Verlag der Bayerischen
Akademie der Wissenschaften, 1993).
28
• IV Libro del Comentario a las Sentencias (dist. I, q. 1, art. 1), primera obra mayor de santo
Tomás, en la que recoge su enseñanza como bachiller en París (1252-1254). Cuando Tomás
comenzó a enseñar como Maestro la obra no estaba terminada (1254/5-56);
• Suma de Teología, la obra mayor de santo Tomás, en la que trabajó los últimos siete años de su
vida.53 La tercera parte fue comenzada probablemente en París al final del invierno de 1271-2,
y la continuó en Nápoles hasta el 3 de diciembre de 1273. Se detuvo la redacción en la cuestión
90, en el sacramento de la penitencia.54
53
Tomás de Aquino, Suma de Teología, III, qq. 60-65 (especialmente valiosa la edición bilingüe latín-
francés, con traducción y notas complementarias de A.-M. Roguet, O.P. (París: Cerf, 19992)
54
Cf. M.TURRINI, “Réginald de Piperno et le texte original de la Tertia Pars de la Somme de Théologie
de S. Thomas d’Aquin”, Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques, 73 (1989): 233-247.
29
Y corresponde con la doble operación de Cristo, que reflejan sus dos naturalezas:
de la gracia, es decir, disponían para que la gracia fuera comunicada por Dios, donde
sigue a Alberto Magno en el Comentario de las Sentencias, a concebirlos como causas
instrumentales ‘perfectivas’, como lo hará en la Suma de Teología. En y a través de los
sacramentos obra instrumentalmente la misma virtud divina.
En las cuestiones 60-65 de la III Parte de la Summa Theologiae, Santo Tomás estudia el
concepto de sacramento, en una visión sistemática de la sacramentalidad, siguiendo
rigurosamente el orden impuesto por la lógica aristotélica. De este modo, Tomás aplica
sucesivamente al objeto considerado –la noción de sacramento- los dos modi sciendi
(métodos de conocimiento) tradicionalmente recibidos para elaborar y manifestar un objeto
de pensamiento:
• La definición que sitúa este objeto, lo más exactamente posible, entre los otros
objetos de pensamientos,
De allí el plan de conjunto del tratado: definición de los sacramentos (qq. 60 - 64),
división de los sacramentos (q. 65).
Esta última cuestión sirve también de transición entre el estudio de los sacramentos en
general y el estudio de los sacramentos en particular, que comienza en la cuestión 66 con
el bautismo.
a) La definición esencial por las causas intrínsecas. Ese es el objeto de la cuestión 60,
titulada “naturaleza de los sacramentos”, donde se consideran sucesivamente:
o La definición dicha metafísica, por género y diferencia específica (q. 60, a 1-3)
(es la definición perfecta que da cuenta de la ‘esencia’ del objeto definido, si
bien aquí esto se aplica de manera analógica).
o La definición dicha física (de hecho, sólo de orden ‘descriptivo’) que se hace
31
b) La definición por las causas extrínsecas que ocupa las cuestiones 61 a 64. Tomás
examina allí:
Con esta introducción se abraza una realidad compleja y es un buen prólogo para el
tratamiento de los sacramentos en particular. Habría que hacer dos comentarios al
respecto:
55
Más allá de la lectura directa de Santo Tomás, para quienes quieran profundizar en su mirada de conjunto
32
a) Son cuatro los textos magisteriales, todos ellos coyunturales, que si bien responden a
problemáticas del momento, indican ya una visión cada vez más sistemática.
sobre el tema, se puede señalar alguna bibliografía secundaria, por ejemplo, ateniéndonos sólo al castellano y
que es accesible en la biblioteca de la facultad: P. Fernández Rodríguez, “Hombre y sacramento en Santo
Tomás. Una cuestión de antropología cristiana”, Ciencia Tomista, 118 (1991): 41-73; L.G. Walsh, “Lo
humano y lo divino en la teología de santo Tomás sobre los sacramentos”, Anámnesis, 4 (1994): 45-72; B.
Blankenhorn, “Receiving Aquinas’ Sacramental Theology Today”, en M. Levering/M. Plested (eds.), The
Oxford Handbook of the Reception of Aquinas (Oxford, Oxford University Press, 2021), 689-704.
56
Cf. Carta Eius exemplo al arzobispo de Tarragona 18 de diciembre de 1208 (D-H 793-794).
33
4. Por último, cabe mencionar el Decreto del Concilio de Florencia para los armenios
(1439),59 inspirado en la enseñanza de Santo Tomás de Aquino y, más concretamente,
en la que se contiene en Los artículos de la fe y los sacramentos de la Iglesia. Entre los
elementos relativos a una teoría general de los sacramentos debemos señalar que se
enuncia el septenario; se afirma que los sacramentos de la Nueva Ley confieren la
gracia; se asume el vocabulario hilemórfico para explicar la composición de los
sacramentos; se afirma que hay tres sacramentos que imprimen carácter; y se señala el
lugar del ministro y de que este actúe con la intención de hacer lo que hace la Iglesia.
57
Cf. D-H 802.
58
Cf. D-H 854-860.
59
Cf. D-H 1310-1327.
34
5) Se recoge el tema del carácter sacramental: signo espiritual indeleble, que expresa
el sentido definitivo de ciertos dones divinos.
Todo esto es un signo de que el Magisterio asume progresivamente, pero con cierto
discernimiento, los avances teológicos.
3.5. Temas que aparecerán en el siglo XIII y serán motivo de disputa de escuelas
b) El modo de ‘institución’ de los sacramentos: este era un tema nuevo, que se hizo
presente como tal sólo en el siglo XIII, y que tendrá diferentes respuestas –de
hecho, en los grandes escolásticos, esa noción será siempre analógica: i) La
institución inmediata (determinatio in individuo), sostenida por quienes afirmaban
que Jesucristo instituyó inmediatamente y sin mediación alguna los siete
sacramentos; una posición fácilmente admisible cuando se desconocían las
fluctuaciones históricas que han atravesado de hecho los ritos sacramentales; ii) La
institución mediata (determinatio in forma generica tantum), defendida por
quienes admitían que Jesucristo instituyó determinados sacramentos a través de
segundas personas, como pueden haber sido los Apóstoles y la Iglesia (Esa era la
posición de Hugo de San Víctor; o de san Buenaventura que, después de haber
afirmado que la confirmación y la unción de los enfermos se la debemos al Espíritu
por medio de los apóstoles, afirmaba la institución de los siete sacramentos por
parte de Cristo mediador y principal legislador, cf. Breviloquium IV, 4).
A fines del siglo XIV y durante el XV, el contexto cambia. En lo que respecta a nuestro
tema es posible señalar tres ámbitos:
b) Por otra parte, en el ámbito sacramental, los canonistas ocuparon muy pronto el
lugar que correspondía a los teólogos, las cuestiones relativas a la disciplina a
observar y la consiguiente preocupación por lo mínimo indispensable para la
celebración válida de los sacramentos, contribuyeron a afianzar una visión
cosificada de los mismos, cada vez más aislados del contexto amplio de la
economía de la salvación que había caracterizado el acercamiento de los Padres de
la Iglesia e incluso de los grandes escolásticos.
c) Todo ello, más la decadencia en la vida cristiana que significó para la Iglesia tardo-
medieval la salida de la peste negra, condujeron a cuestionamientos heterodoxos de
la enseñanza oficial acerca de la Eucaristía adelantando, en cierto modo, los
argumentos de los reformadores del siglo XVI. Al respecto, se debe señalar a John
Wyclif (Inglaterra),61 quien fue condenado post-morten por el Concilio de
Constanza.62
60
Para un estado de la cuestión de los estudios al respecto, cf. Paul van Geest, “Aquinas or Augustine? On
the sources of Gabriel Biel’s Canonis Missae Expositio”, Zeitschrift für antikes Christentum, 11 (2007): 73-
95.
61
Cf. Ian Christopher Levy, “The Eucharist in the Fourteenth and Fifteenth Centuries”, en M. Levering/H.
Boersma, (eds.), The Oxford Handbook of Sacramental Theology, 238-243.
62
Cf. Concilio de Constanza, 8a Sesión, 4 de mayo de 1415 (D-H 1151-1195, si bien el contenido de las tesis
condenadas excede los temas sacramentales).