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ABSTRACT
Con su tesis sobre “La crise rurale en Île-de-France”, publicada en 1974, Jean
Jacquart se convirtió en uno de los más destacados especialistas europeos en
historia rural. Desde sus primeros trabajos, Jean Jacquart ha sido el hombre de
la planicie parisina, de la campiña de la Isla de Francia ciertamente, pero
también de la ciudad de Paris, sobre la cual ha escrito muchos trabajos,
siempre en el marco del Centre de Recherches d’Histoire moderne de la
Universidad de Paris I.
La presente traducción se realiza exclusivamente para uso interno de los alumnos de la Facultad de
Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires
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I - En los orígenes.
Hacia 1450, las desgracias de la guerra de los 100 años y los efectos de la
depresión de finales de la Edad Media comenzaban a alejarse. Un poco por
todos lados en Occidente, y especialmente en Francia, la reconstrucción agraria
estaba comenzando. Es en las modalidades que adquirió esta reconstrucción
donde deben buscarse los orígenes del grupo social que estamos analizando
En el conjunto del territorio francés, l’Île-de-France presenta, a mediados
del siglo XV, ciertos caracteres originales:
*
La monumental tesis de Moriceau fue finalmente defendida en la Universidad de Paris I en 1992, y
editada por Fayard en 1994, con el título de Les fermiers de l’Île-de-France, XVe-XVIIIe siècle. Este
trabajo, de 1068 páginas de extensión, constituye uno de los más importantes trabajos de historia rural
europea publicados en el último cuarto del siglo XX (nota del traductor).
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2. De la explotación al poder.
El pequeño grupo de grandes productores no iba a tardar, gracias a la
consolidación del apreciable privilegio que significaba la monopolización de los
arrendamientos más importantes, en extender sustancialmente su influencia en
el seno del mundo rural. De la puesta en producción de la tierra se pasó así al
ejercicio de otros poderes, fuentes de nuevos beneficios pero también, y sobre
todo, medio de dominación sobre el pequeño mundo de la aldea.
No es necesario insistir sobre los aspectos económicos de este poder: la
gestión de las reservas señoriales suponía, más allá de la mano de obra
familiar, el empleo permanente o temporario de una mano de obra asalariada,
reclutada localmente o en las regiones vecinas; la posesión de medios técnicos
*
Título con el que se designaba genéricamente a los señores feudales que carecían de algún otro título
nobiliario específico (duque, conde, marqués, etc.), pero que de todas formas ejercían la titularidad de un
señorío jurisdiccional (nota del traductor).
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Pequeño linaje de gentilhombres de la campiña parisina, que adquirió celebridad historiográfica porque
uno de sus exponentes, muerto en 1578, dejó escrito un diario personal que ha resultado una fuente
invalorable para los estudiosos del señorío en tiempos del feudalismo tardío (nota del traductor).
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1. El peso de la coyuntura.
Nos contentaremos con recordar que los arrendatarios, como el conjunto del
mundo campesino, se vio alcanzado por “las desgracias del período”. Algunos
trazos merecen subrayarse. L’Île-de-France sufrió particularmente dos
procesos: las Guerras de Religión y la Fronda. En ambas ocasiones, los
grandes arrendamientos estuvieron particularmente bajo amenaza: en ellas los
bandos contendientes tenían mayores posibilidades de obtener forraje, caballos
frescos, graneros y silos repletos. Valía más la pena saquear las granjas de los
ricos que las de los humildes. Agreguemos a ello el fanatismo religioso, que
buscaba destruir las bases de riqueza de la Iglesia. Muchos campesinos
sufrieron directamente los efectos de las guerras: cosechas destruidas, edificios
incendiados, rebaños diezmados. Todo un capital amenazado...
A estos eventos políticos conviene agregar los efectos de la coyuntura
económica general: la crisis del siglo XVII (con muchos matices), acumulación
de malos años climáticos a fines del siglo XVI, en torno a 1650 y de nuevo a
finales del siglo XVII. En más de una ocasión, el producto global de la
explotación podía resultar insuficiente para asegurar la reproducción bruta y el
arrendatario se veía imposibilitado de cumplir con sus obligaciones.
Más aún en una época en la que el peso de la fiscalidad real no cesaba
de expandirse, especialmente entre 1550 y 1600, y entre 1630 a 1660. En Île-
de-France, país de talla personal, es el ocupante y no el dueño de la tierra el
que paga los impuestos reales.
--- La serie de buenas cosechas de los tiempos de Colbert produjo una baja
sensible de los precios agrícolas, mientras que los otros factores del balance de
la explotación tendieron a mantenerse estables. El margen de beneficio,
siempre bastante magro en el sistema agrícola antiguo, se reducen aún más. A
estos dos decenios de marasmo suceden los malos años climáticos de finales
de siglo y principios del siglo XVIII. Si por un lado, los grandes arrendatarios se
vieron profundamente afectados por el largo periodo de bajos precios agrícolas
provocado por la abundancia de grano en las planicies cerealeras del norte, por
el otro tampoco pudieron beneficiarse con los años de escasez provocados por
el clima, tan grande fue el déficit de la cosecha en los años 1693 y 1710. Al
mismo tiempo, el poder real, mejor armado, comenzó a atacar con mayor
dureza la especulación de productores y vendedores de granos.
--- Estas dificultades se vieron agravadas por la evolución de los cánones de
arrendamiento. Luego de los sacrificios que habían tenido que consentir en
tiempos de la Fronda, los dueños de la tierra aumentaron sus exigencias. La
renta del suelo retoma su alza. Los cánones propuestos hacia 1660-1665 son
ya los más elevados del siglo, justo en el mismo momento en que se inicia el
largo debacle de los precios agrícolas. El empecinamiento de los dueños de la
tierra por mantener sus ingresos nominales en tiempos de deflación, produjo un
impacto brutal en las economías de los grandes arrendatarios.
--- Incorporemos al análisis el aumento de la presión fiscal provocado por las
guerras constantes de las décadas finales del reinado de Luis XIV, luego del
período de relativa disminución de los impuestos durante los pacíficos años del
ministerio de Colbert*.
*
La muerte de Colbert en 1683 coincide con el comienzo de la fase expansiva de la política externa de
Luis XIV, que inicia una serie de cuatro guerras internacionales consecutivas que abarcan los treinta
últimos años de su reinado personal (nota del traductor).
2. El poder reforzado.
El grupo de los labradores-mercaderes permanece numéricamente limitado y
domina al mundo rural desde lo alto. En 1778, en la elección de Paris (más de
400 parroquias, cerca de 900.000 habitantes), detectamos 997 contribuyentes
de la talla que pagan por encima de las 100 libras anuales. 702 de estos
montos eran abonados por grandes arrendatarios, 6 por administradores de
señoríos, 8 por propietarios que explotaban sus tierras directamente. Más aún,
de los 122 montos superiores a las 1000 libras, 115 correspondían a “gallos de
aldea”. De la paciente comparación de los rollos fiscales de los años 1740, 1758
y 1789, Micheal Moriceau logró conformar una suerte de Quién es quién del
mundo rural: 213 grandes arrendatarios, pertenecientes a 71 familias diferentes,
algunos de los cuales aparecían hasta cinco veces en las listas de
contribuyentes, según sus distintas explotaciones.
Es evidente que la coyuntura favorable del siglo XVIII sostiene a estos
gallos de aldea y asegura su riqueza. El alza de los precios agrícolas es neta,
reforzada por los mecanismos de mercado. La renta cayó durante un tiempo,
para después recuperarse a partir de 1760. Pero el retraso fue suficiente para
que los grandes arrendatarios pudieran acumular capital e invertirlo en equipos,
ganado y tierras.
La eliminación de las granjas más pequeñas, de los simples labradores,
sólo dejó frente a ellos en la aldea al grupo de los minifundistas proletarizados,
y a algunos pequeños artesanos. Más que nunca, los gallos de aldea ocuparon
la cima de la comunidad rural. Toda su estrategia familiar apuntaba a consolidar
este poder. Mientras que el Rey vendió el cargo de síndico perpetuo
(responsable de la gestión de los asuntos de la comunidad), a menudo eran
grandes arrendatarios los que los compraban. Algunos hijos estaban
naturalmente destinados a encargarse de la administración de las granjas, otros
estudiaban leyes para ejercer los cargos burocráticos adquiridos por el linaje,
otros ingresaban a la Iglesia. Una parte de los curas rurales de la diócesis de
Paris provenían de las dinastías de grandes arrendatarios. A comienzos del
siglo XVIII, distintos miembros de la familia de los Angouillan, perteneciente a