Con mucha facilidad podemos estar en el estado de ánimo que necesitamos, como estar en
calma, tener alegría, sentirnos fuertes y creativos, etc.
En función de nuestra necesidad actual, decidimos el estado de ánimo que más necesitamos:
calma, seguridad, confianza en sí, éxito, cariño, etc.
Decidimos qué gesto nos va a servir de ancla. Tiene que ser discreto, nuevo para nosotros, y con
una cierta fuerza muscular: presionar el pulgar y el meñique, presionar con la uña del índice
una parte del pulgar, presionar fuerte el puño,…
Este gesto tiene que ser muy claro (es necesario recordarlo exactamente), muy breve (de uno a
dos segundos, no más), y no haber sido utilizado anteriormente.
Es muy bueno que el primero sea una vivencia de la infancia y que cada uno forme parte de un
contexto distinto. El recuerdo no tiene que estar asociado a otra escena desagradable, porque
en ese caso vamos a anclar lo agradable junto con lo desagradable…
Por ejemplo, para anclar el sentimiento de valía, podemos tener un recuerdo de la infancia de
la primera vez que anduvo en bici solo o sola. Después el recuerdo de un éxito en el colegio. Y
como tercero recuerdo la última vez que triunfó entre sus amigos con un plato de cocina…
Anota el nombre de cada recuerdo. Y para cada uno selecciona el instante de mayor potencia.
5. Puente al futuro: te imaginas dentro de unos días, en un momento en que necesitarás
este animo que acabas de anclar y te haces el anclaje, de la misma manera que antes, y muy
brevemente, y esperas a percibir dentro de ti un cambio con respecto a este futuro.
6. Recargar la batería: cuanto más se utiliza el anclaje, más potente es. En los primeros días
utilízalo sin parar, es cuando coge su mayor fuerza. Y lo podrás disfrutar el resto de tu vida.