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Primera Parte
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
I-1 De los orígenes de los partidos tradicionales a la Guerra
de los Mil Días..................................................................................... 17
I-2 La Guerra de los Mil Días y la hegemonía conservadora............. 22
I-3 La década liberal................................................................................. 35
I-4 De Santos al Bogotazo........................................................................ 42
I-5 Auge y fin de la violencia tradicional.............................................. 49
I-6 Origen y desarrollo de nuevas modalidades de violencia........... 64
I-7 Los años terribles (1970-90)............................................................... 82
Segunda parte
LOS AÑOS NOVENTA
I La Violencia Política........................................................................... 121
I-1 Introducción........................................................................................ 121
I-2 La reforma constitucional.................................................................. 125
I-3 La respuesta de las guerrillas............................................................ 129
I-4 La presidencia Samper....................................................................... 138
I-5 La paz derrotada................................................................................. 153
I-6 Perfil del guerrillero........................................................................... 169
II La violencia económica...................................................................... 179
II-1 La caída del cártel de Medellín......................................................... 179
II-2 El cártel de Cali en los años Noventa.............................................. 189
III La violencia social............................................................................... 203
Tercera Parte
LAS IMPLICACIONES DE LA VIOLENCIA
I Las implicaciones económicas.......................................................... 219
I-1 La incidencia del narcotráfico........................................................... 219
•5•
LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
EPÍLOGO................................................................................................. 305
El conflicto colombiano en la prensa española. La visión de “El País”
BLIBLOGRAFÍA...................................................................................... 427
6
Un pueblo incapaz de darle la cara a los males se merece su
postración y su angustia. Pero cuando uno se pregunta donde están
los que protestaron, los que se rebelaron, los que exigieron, los que se
creyeron con derecho a reclamar un país más justo, más respetuoso,
el pensamiento se ensombrece. Los héroes están en los cementerios,
nos dice una voz al oído. Y entonces recordamos aquella pieza teatral
en la que un personaje exclama: “!Desgraciado el país que no tiene
héroes¡”, y otro le responde:
“!No, desgraciado el país que los necesita¡”
7
A todos los que murieron para que Colombia siguiera
viva. A los que dieron su vida por la paz. A los que
murieron sin saber por qué y a los que murieron
sabiéndolo. A todas las víctimas de la violencia, de la
sinrazón y del odio. A todas sin excepción
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Reflexión inicial
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
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Carlos Sixirei Paredes
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Primera Parte
LOS ORÍGENES
HISTÓRICOS DE LA
VIOLENCIA
I-1 DEL NACIMIENTO DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES A LA
GUERRA DE LOS MIL DÍAS
Una de las características más acusadas de la Historia contemporánea de
Colombia, sino la más, es el empleo sistemático de la violencia en las relacio-
nes políticas. Esta violencia se ha interiorizado de tal manera que ha acabado
por impregnar también otros aspectos de la vida económica y social del país
con manifestaciones tan importantes como el narcotráfico y el altísimo nivel
de delincuencia especialmente en los medios urbanos.
Las raíces vienen de lejos. Durante casi dos siglos, la lucha por el poder
político se hizo con las armas en la mano. El oponente era, ante todo, un ene-
migo al que había que derrotar y, a ser posible, destruir físicamente. Los de-
bates parlamentarios fueron sustituidos por revoluciones, levantamientos,
montoneras y guerrillas más o menos partidarias. En esos enfrentamientos
armados no solo se dilucidaban cuestiones de hegemonía política sino tam-
bién de carácter más personal o local. De este modo la lucha partidaria servía
de disfraz para resolver viejos pleitos entre individuos, familias o comunida-
des y extendía la práctica de la violencia a campos que ya no tenían nada que
ver con la rivalidad política.
En consecuencia, la definición de ser liberal o conservador no se hacía
tanto en base a una comunión con determinados principios doctrinarios es-
tablecidos o con un programa político concreto, como a la rivalidad que se
mantenía con el pariente, el vecino o la autoridad local ya fuera civil o ecle-
siástica. Se era liberal o conservador, en el caso de la oligarquía, por tradición
familiar; en el caso del pueblo llano, por las circunstancias o por la simple
necesidad de sobrevivir.
Sin embargo esta violencia no procedía de una sistemática interrupción
de los procesos políticos a manos de los militares. Colombia ha sido y sigue
siendo uno de los países latinoamericanos menos afectados por el golpismo
cuartelero. Conviene recordar que en los años sesenta y setenta del siglo pa-
sado, en un momento en el que la mayor parte del subcontinente sufría dic-
taduras protagonizadas por las Fuerzas Armadas, Colombia figuraba junto a
Venezuela, Costa Rica y México en el muy reducido club de Estados política-
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
mente estables cuando parecían darse todas las circunstancias alegadas para
justificar el intervencionismo militar (amenazas subversivas, creciente con-
flictividad social, crisis económica, descrédito de la clase dirigente etc.). De
la violencia colombiana fueron principales responsables los diversos grupos
políticos que durante casi doscientos años han sido incapaces de encontrar
vías de diálogo y negociación para resolver sus diferencias y de poder llevar
adelante los procesos de modernización que el país precisa. Pero la sociedad
no ha sido del todo ajena a este proceso desempeñando el doble papel de
víctima y cómplice.
En el s.XIX los dos grandes oponentes fueron el Partido Liberal y el Parti-
do Conservador como en otros países de Latinoamérica. Sin embargo llamar
“partido” a aquellas agrupaciones de caudillos tal vez resulte exagerado. Lo
que entendemos hoy por partido e incluso lo que se entendía por tal en Eu-
ropa en la segunda mitad del s.XIX, no se correspondía a lo que en Colombia
se llamaba partido en los decenios que siguen a la independencia.
1
David Bushnell: Colombia, una nación a pesar de si misma. Ed. Planeta, Bogotá,1996
2
Marco Palacios: Parábola del liberalismo. Ed. Norma, Bogotá, 1999.
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Carlos Sixirei Paredes
3
Mariano Ospina Rodríguez: Artículos escogidos. Imprenta Republicana, Medellín,1884.José Rafael Sa-
ñudo apunta que, con anterioridad a 1845,conservadores como Cuervo y Ospina se llamaban a si mismos
“liberales moderados”,lo que explicaría los términos en que se redactó el manifiesto conservador de 1849.
Cfr. José Rafael Sañudo: Estudios sobre la vida de Bolívar. Ed.Planeta, Bogotá,1995 (la 1ª edición de esta
obra es de 1925).
4
Sobre la importancia de la cuestión religiosa en la lucha partidaria durante el S.XIX V. David Bushnell:
Política y Partidos en el S.XIX .Algunos antecedentes históricos. También Gonzalo Sánchez y Ricardo
Peñaranda (eds.): Pasado y presente de la violencia en Colombia. CEREC, Bogotá,1986
5
Para la violencia regional y local, Alvaro Tirado Mejía: Aspectos sociales de las guerras civiles en Colom-
bia. Biblioteca de Autores Antioqueños, Vol. XCVI, Medellín,1996
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
de enriquecerse eran más bien escasas pero en el que una buena situación
política o administrativa ofrecía múltiples oportunidades, a través del sobor-
no y de la corruptela, para hacer negocios pingües con las concesiones del
Estado y los repartos de tierras nacionales6.
Finalmente los conflictos personales y grupales que derivaban en hechos
violentos que, en una trágica espiral sin fin, generaban respuestas igualmen-
te contundentes y marcaba a individuos y familias con odios africanos que
pasaban de generación en generación7.
En la conciencia de los ciudadanos colombianos las revoluciones acaba-
ron convirtiéndose en los puntos normales de referencia para datar los na-
cimientos, matrimonios y defunciones de los individuos antes o después de
una determinada algarada. Estos eventos resultaron mucho más significati-
vos y más prácticos para la medida del tiempo que cualquier calendario.
La presidencia de Tomás Cipriano de Mosquera, conservador reconverti-
do en liberal, contempla la primera de la larga serie de guerras civiles entre
las dos facciones. El conflicto de 1860-62 fue muy sangriento con miles de
muertos de uno y otro bando. Las dos décadas que siguen son de predomi-
nio liberal pero no sin contestación de los conservadores. La guerra de 1875-
76 tuvo carácter de reacción religiosa contra la enseñanza laica y fue animada
por los sectores más clericales de la sociedad caucana (del departamento del
Cauca). La de 1885-86, con los conservadores en el poder, fue protagonizada
por los liberales. Todas ellas fueron acompañadas de un largo corolario de
conflictos regionales, más limitados en el espacio pero no menos sangrien-
tos. La sociedad se implicó masivamente y todos los grupos acabaron toman-
do partido, de grado o por fuerza, a favor de una facción u otra. Lo que no
impedía que los líderes políticos transitaran alegremente del conservatismo
al liberalismo o del catolicismo a la masonería en viajes de ida y vuelta y de
varias idas y varias vueltas según las circunstancias o las veleidades lo acon-
sejasen. Las modas intelectuales y literarias, mal recibidas y peor entendidas,
inspiraban discursos fogosos pero de una gran frivolidad que no tendrían
mayor trascendencia de no ser porque aquella gritería seudo-ideologizada,
6
Helen Delpar ha estudiado magistralmente el atractivo que sobre la juventud colombiana de clase media
y alta ejercía la política en el S.XIX y las rivalidades de familias y grupos que se generaban en la lucha
por obtener puestos lucrativos en la administración del Estado. Cfr: Red against Blue. The Liberal Party in
Colombian Politics 1863-1899. Alabama University Press, 1981. En la misma línea: Marco Palacios: O.
C. en Nota 2
7
Sobre este aspecto es muy ilustrativo el testimonio de Diógenes Arrieta: Memoria del Secretario del Gobier-
no, Imp. Nacional,1885.Ver también: Eduardo Posada Carbó: Civilizar las urnas:Conflicto y control en las
elecciones colombianas,1830-1930.Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, Vol.XXXII, nº39, 1995
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Durante la guerra civil de 1875-76, los obispos de Popayán, Pasto y Pamplona, diócesis todas ellas situadas
en el Cauca, dieron a la lucha un tono de cruzada con sus soflamas a la vez que alentaron la formación de
sociedades católicas de resistencia a la política liberal que muy pronto pasaron de la resistencia doctrinal a
la resistencia armada. Cfr. Christopher Abel: Política, Iglesia y Partidos en Colombia. Universidad Nacio-
nal, Bogotá,1987
9
La constitución liberal de 1863, llamada también Constitución de Rionegro, no hacía, obviamente, la
menor referencia a la divinidad.
10
Sobre el fracaso de la Regeneración, Ver Frédéric Martínez: En busca del Estado: De los Radicales a la Re-
generación,1867-1899. en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Universidad Nacional,
Bogotá, Nº23,1996. En la misma línea de interpretación Fernando Guillén Martínez: El poder político en
Colombia. Ed. Punta de Lanza, Bogotá,1979 y La Regeneración, primer Frente Nacional, Carlos Valencia
Ed. Bogotá,1986
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
duración y acabó con la derrota de los insurrectos. Este fracaso precipitó los
acontecimientos en el seno del liberalismo dividido entre pacifistas y beli-
cistas. Fue este sector el que acabó haciéndose con el control partidario y el
que llevó a los liberales a la peor y más sangrienta guerra civil del siglo: La
Guerra de los Mil Días (1899-1902) con la que Colombia despide el s.XIX y
abre las puertas a un no menos conflictivo s.XX.
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Es una cifra que se viene aceptando tradicionalmente por los estudiosos, pero no se puede cuantificar con
exactitud cual fue el número real de bajas.
12
Tomás Herrán era el jefe de la delegación colombiana que negociaba con los norteamericanos. Su contra-
parte fue Hay, Secretario de Estado de Theodore Roosevelt. Todo el proceso que llevó a la independencia
de Panamá está historiado por lo menudo en Eduardo Lemaitre: Panamá y la separación de Colombia. Ed.
Intermedio. Bogotá, 2003.Ver también: Carlos Sixirei: Panamá: Cen anos dun país inventado. Tempo Ex-
terior, Nº7, Xul-Dec, 2003, IGADI, Baiona y, desde una perspectiva pro-panameña, Oscar Alarcón Núñez:
Panamá siempre fue de Panamá. Ed .Planeta, Bogotá, 2003.
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
revuelta separatista en Panamá que contó con la venalidad de los jefes milita-
res que mandaban la guarnición y con el apoyo de la marina norteamericana
la cual había recibido órdenes de impedir el desembarco de tropas colom-
bianas. Se formó una Junta Provisional de Gobierno y la provincia se declaró
independiente el 3 de noviembre de 1903.Tres días después, con inusual y
descarada velocidad, el gobierno de Washington reconocía al nuevo Estado
siguiéndolo muy pronto otros países latinoamericanos lo que demostraba
que las cancillerías continentales estaban aceptando como inevitable el “fait
accompli” del poder hegemónico de los Estados Unidos.
El desastre de la guerra civil enseñó algo a los líderes de ambos partidos: A
los conservadores que no se podía mantener a sus oponentes en la exclusión
perpetua, y a los liberales que la lucha armada, además de costosa, resultaba
inútil para la conquista del poder. Sin embargo a estas conclusiones habían
llegado solo las cúpulas partidarias porque las bases siguieron alentando en
la vida local los mismos niveles de enfrentamiento violento anterior y que se
mantendrían entre los dos partidos hasta mediados del s.XX. Pero en 1904,
al menos para las cabezas pensantes, el país era un paria internacional en
enorme desamparo e indefensión. La supervivencia de la Nación exigía un
acercamiento entre los ensañados enemigos de la víspera.
En el terreno económico no hubo vencedores salvo en el muy minorita-
rio sector de la industria. Las actividades agrícolas y ganaderas quedaron
desorganizadas, el café resultó muy afectado por la caída de los precios en
los mercados importadores y la inflación causó la quiebra de numerosas ha-
ciendas. Entretanto el sector secundario avanzaba a buen ritmo apoyado en
la disminución de las importaciones. Las industrias, en las primeras décadas
del S.XX, eran pocas y ocupaban una reducida mano de obra, pero crecían
en porcentajes apreciables. Este crecimiento se mantuvo entre 1905 y 1925
a un ritmo promedio de un 5% anual: cerveza, vidrios, textiles, cementos,
comestibles, cigarrillos, grasas, alguna maquinaria etc… Bogotá y Antioquia
fueron las zonas más beneficiadas por este pequeño florecimiento fabril.
La ruina de muchas haciendas de café consolidó a los pequeños producto-
res, a su vez, las grandes plantaciones que sobrevivieron a la guerra y a la cri-
sis financiera se expandieron en los años siguientes. Dentro de la geografía
cafetera hubo un cambio en las zonas productoras desplazándose éstas hacia
el occidente del país en perjuicio de los Santanderes y de Cundinamarca, re-
giones de tradición liberal que habían sido muy castigadas por el conflicto13.
Para los cambios experimentados en el cultivo del café y las implicaciones sociales y políticas de tales
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cambios ver Marco Palacios: El café en Colombia,1850-1970.Una historia económica, social y política.
Ed. Presencia.,Bogotá,1974
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A partir de 1908 los precios del café crecieron nuevamente lo que per-
mitió la expansión del cultivo. Fueron los beneficios de esta expansión los
que explican el crecimiento económico que dura hasta la Depresión de 1929.
El café, junto a los fondos de indemnización por la pérdida de Panamá, el
ascenso sostenido del banano y el prometedor despegue del petróleo, marca-
ron los cambios en la geografía humana y económica del país: Se reanimaron
los puertos de la costa atlántica por el incremento del comercio exterior, se
consolidó el cinturón cafetero occidental, se inició el despegue económico
del Valle del Cauca y Bogotá se afirmó como capital financiera, económica y
política del país sin discusión.14
El desarrollo económico fue acompañado por una fase de relativa pacifi-
cación.
En el decenio siguiente a la derrota liberal se intentaron dos métodos de
normalización política: El quinquenio autoritario de Reyes y la etapa del re-
publicanismo federalista representada por Carlos Restrepo. Hasta 1930 la
hegemonía política de los conservadores fue completa pero determinados
sectores del liberalismo moderado fueron llamados a colaborar en tareas de
gobierno. Son las décadas doradas del librecambismo y de la influencia cle-
rical en política.
En 1904 asume Rafael Reyes, un personaje atípico entre la clase dirigente
colombiana: Ni hacía versos, afición muy común entre los líderes de los dos
partidos, ni había estudiado leyes (lo que en la práctica significaba no haber
pasado por la Facultad de Derecho de Popayán, vivero de presidentes con-
servadores). Era un empresario, y como tal no estaba muy interesado en las
sutilezas de los debates parlamentarios. En su primer gabinete incluyó a dos
liberales en las muy importantes carteras de Relaciones Exteriores y Hacien-
da ante el espanto y la desaprobación de los sectores más recalcitrantes del
conservatismo que se preguntaban anonadados para qué se había ganado
una sangrienta guerra que había durado mil días si al final los vencidos en-
traban por la puerta grande a formar parte del gobierno.
Reyes procuró eliminar obstáculos a su política de reformas: Consiguió
que el Congreso ampliara a diez años su mandato cuando constitucionalmen-
te le correspondían cuatro, además se suprimió el cargo de Vicepresidente y
se clausuró el Consejo de Estado. Al mismo tiempo se reconocían derechos a
las minorías consagrándose por vez primera la representación proporcional
en los cuerpos colegiados. Con Reyes se reforman y profesionalizan las Fuer-
zas Armadas (fundación de la Escuela Militar, la Escuela Naval y la Escuela
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Por ejemplo Eduardo Lemaitre: Rafael Reyes, caudillo, aventurero y dictador. Ed.Intermedio, Bogotá,
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Se decía entonces que la única diferencia entre liberales y conservadores era que los primeros tenían como
16
lema “Con los nuestros con razón o sin ella” mientras que para los segundos el lema era “Contra los nues-
tros con razón o sin ella”.Nunca fue más verdad este dicho que en el periodo de Reyes.
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Entre 1891 y 1950, la sede primada de Bogotá solo tuvo 2 Arzobispos (Herrera Restrepo de 1891 a 1928 e
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Ismael Perdomo de 1929 a 1950).El hecho de que mientras se cambiaban periodicamente presidentes, mi-
nistros, nuncios, senadores o diputados el arzobispo bogotano seguía siendo el mismo, le daba una enorme
fuerza pero al mismo tiempo impedía cualquier cambio de posiciones aferrados como estaban a principios
inamovibles que no tenían nada que ver con el dogma y si con los privilegios como el control monopólico de
la enseñanza y su derecho a intervenir en ella tanto si era pública como privada, universitaria o elemental. Ver
Christopher Abel, O. C. en Nota 8.Para el papel de la Iglesia durante la Guerra de los Mil Días: Alvaro Ponce
Muriel: De Clérigos y generales. Ed. Panamericana, Bogotá, 2000. Tambien Ricardo Arias: El episcopado
colombiano. Intransigencia y laicidad (1850-2000). CESO-Uniandes, Bogotá. 2003.
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rante las exequias, se ponga a la vista de todos un cartel grande que diga:
EL LIBERALISMO ES PECADO.18
Cartas Pastorales, Circulares y Otros Escritos del Ilmo. y Rmo. Sr .Dr .Fray Ezequiel Moreno y Díaz.
18
Imprenta de la Hija de Gómez Fuentenebro, Madrid, 1908. Cfr. Marco Palacios: Entre la legitimidad y la
violencia, Colombia,1875-1994. Ed. Norma, Bogotá, 1995.Cosas parecidas había expresado el agustino
recoleto convertido en Obispo en Instrucciones del Ilmo.Sr.Obispo de Pasto al clero de sus diócesis sobre
la conducta que ha de observarse con los liberales en el púlpito y en algunas cuestiones de confesionario.
Imp. de Subirana Hermanos, Barcelona, 1903.
Circular de los Obispos Colombianos, 1902. Obsérvese que este documento se emite el mismo año en que
19
acaba la Guerra de los Mil Días en la que los liberales sufren una gran derrota de la que se esperaba una
conversión de los supervivientes, entre otras razones, para poder seguir sobreviviendo, aunque no sin una
humillación pública ante la Iglesia triunfante aliada con los conservadores. Un siglo después el periódico
EL CATOLICISMO distribuido semanalmente junto al diario bogotano EL TIEMPO, escribía a propósito
del Día Internacional de la Mujer del 2003 el siguiente titular: “Las feministas que son machistas. Beber,
emborracharse, infidelidad, violencia física y verbal hacen parte del libreto contemporáneo de ser mujer”,
8-III-2003.Se puede consultar la página www.elcatolicismo.com.co Como se ve, las cosas no han cambia-
do mucho.
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Sobre la historia del sindicalismo colombiano ver la obra de Ignacio Torres Giraldo Los inconformes.
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Cfr. Jorge Villegas: Petróleo, oligarquía e imperio. Ed.E.S.E. Bogotá, 1969. Tambien Renán Vega Cantor:
21
Gente muy rebelde: Protesta popular y modernización capitalista en Colombia (1909-1929),4 Vol. Ed. del
Pensamiento Crítico, Bogotá,2002. Para los acuerdos diplomáticos que permitieron la explotación nor-
teamericana del petróleo colombiana ver Teresa Morales de Gómez: Historia de un despojo. El Tratado
Urrutia-Thomson, Panamá y el petróleo. Ed. Planeta, Bogotá, 2003, contiene abundante documentación
original.
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
el General Cortés Vargas, provocando una infame masacre que dejó más de
mil muertos en la represión según informes del propio cónsul norteamerica-
no en Santa Marta. La “Matanza de las Bananeras”, magistralmente descrita
por García Márquez en Cien Años de Soledad, conmovió la conciencia política
colombiana y marcó el principio del fin de la hegemonía conservadora. Un
joven abogado liberal, que investigó in situ el alcance de la represión guber-
nativa, Jorge Eliécer Gaitán, sería el principal acusador de la acción guber-
namental y se acabaría convirtiendo en los años siguientes en una de las
figuras más destacadas de la política colombiana llevando al Partido Liberal
a un acercamiento con los sectores del sindicalismo nacional22.
Un tercer frente de lucha obrera fue la zona cafetera. Los trabajadores
de las zonas cafeteras siempre habían tenido tendencia a encontrar refugio
para sus pesares en la religión. Esto comenzó a cambiar con la llegada de
inmigrantes hacia las regiones de cultivo más prósperas. Allí la población
masculina era muy superior a la femenina lo que contribuyó a la extensión
de la prostitución y las enfermedades venéreas23. La multiplicación de las re-
laciones informales y el incremento considerable del número de violaciones
generaba conflictos entre los parientes de las víctimas. Tras estas tensiones
estaba otro factor: La lucha constante por el control de la tierra. La posesión
absoluta de un terreno, cuanto más grande mejor, era el objetivo de todos
los trabajadores. El sueño de pasar de temporero a agricultor. El problema
estaba en que, salvo que mediara compra, lo que era bastante raro por la
carencia de capital, los obreros sin tierra solo podían recurrir a los baldíos
y ahí los latifundistas llevaban ventaja pues en la lucha planteada entre el
hacha que devastaba montes y el papel sellado que concedía la propiedad,
la victoria estaba siempre del lado del papel sellado oficial que beneficiaba
a grandes propietarios, comerciantes y profesionales cultos que dominaban
los entresijos (y las trampas) de la legislación y se hacían dueños de enormes
extensiones.
Sobre la Matanza de las Bananeras ver Judith White: Historia de una ignominia: La United Fruit Company
22
en Colombia. Ed .Presencia, Bogotá, 1978. Sobre el debate parlamentario que siguió a la intervención mi-
litar, Jorge Eliécer Gaitán: La Masacre en las bananeras. Reedición de Ediciones Los Comuneros, Bogotá,
2002
23
La prensa conservadora y clerical pintaba a los obreros como seres abyectos hundidos en la holgazanería,
la embriaguez y en toda clase de pecados. El clero, y especialmente los jesuitas, creían que el progreso
económico solo acarreaba la extensión del vicio. La mujer obrera era sinónimo de perdida porque, como
escribía el periódico católico de Medellín El SOCIAL, “La obrera es una mujer sacada del puesto a que
estaba destinada, y desviada del camino por donde Dios la dirigía. No es la mujer para la fábrica sino para
la casa” Citado por Catalina Reyes Cárdenas: La condición femenina y la prostitución en Medellín durante
la primera mitad del S.XX. En Aída Martínez y Pablo Rodríguez (Ed.): Placer,Dinero y Pecado. Historia
de la prostitución en Colombia. Ed. Aguilar, Bogotá, 2002
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Marco Palacios:O.C. en Nota 13
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Por ejemplo, los sindicalistas que apoyaban a las huelguistas eran conducidos para ser juzgados en jaulas
25
de hierro y varios trabajadores murieron a manos de la policía por defender a las trilladoras.
26
Para los conflictos de los obreros del café es muy útil el trabajo de Charles Bergquist: Los trabajadores
del sector cafetero y la suerte del movimiento obrero en Colombia,1920-1940. En Rafael Pardo (comp.)
El Siglo Pasado. Colombia: Economía, política y sociedad. CEREC, Bogotá, 2001.
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ción que los electores debían saber leer y escribir lo que limitaba mucho su
número. Por último, en Enero de 1930 se comenzaban a percibir los primeros
coletazos de la gran crisis económica mundial que ya venían siendo anuncia-
dos por un ciclo depresivo iniciado en 1927 con la paralización de las obras
públicas y la caída continuada de los precios del café desde ese mismo año.
Los liberales propusieron como candidato al Embajador en Washington
Enrique Olaya Herrera. El diplomático, en un primer momento, rechazó la
candidatura pues, en su opinión, el país no ofrecía condiciones para que
ninguno de los dos partidos gobernara en solitario. Se necesitaba una gran
unión patriótica para encarar los problemas colombianos. La propuesta cua-
jó inmediatamente entre los liberales que aceptaron formar una alianza con
sectores conservadores, la Concentración Nacional, que llevaría a Olaya al
triunfo en las elecciones de Febrero.
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Publicado en la revista QUINCENA POLÍTICA, Vol. I, Nº XX, Bogotá, 15-V-1934.Sobre el tema de la vio-
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lencia en los años 30 se puede ver Daniel Pécaut: Orden y violencia. Evolución socio-política de Colombia
entre 1930 y 1953. Ed. Norma, Bogotá,2001 (la primera edición en francés es de 1987).
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Alfonso López Pumarejo: Mensajes Presidenciales al Congreso 1934-38. Imprenta Nacional, Bogotá, s/f
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Pastoral de los Arzobispos y Obispos de Colombia al pueblo católico. Anales del Senado, 1936
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Téngase en cuenta que los centros de enseñanza secundaria católica permanecían cerrados para mulatos
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y negros y para hijos de uniones libres lo que ponía una barrera a los estudiantes de las zonas cálidas y de
predominio étnico africano como ocurría en la costa donde las parejas no legitimadas eran la regla Los
colegios católicos de secundaria formaban a los sectores de clase media y alta de raza blanca y solo muy
excepcionalmente estaban abiertos a otros grupos étnicos. Esa tónica continuó en los decenios siguientes
como se puede comprobar viendo las fotos de los grupos de bachilleres que se incluían en los anuarios
editados por estos colegios.
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Sobre la política agraria de la primera presidencia López se pueden consultar Pierre Gilhodes: Luchas
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agrarias en Colombia. Ed. El Tigre de Papel, Bogotá, 1971; Salomón Kalmanovitz: El desarrollo de la
agricultura en Colombia. Carlos Valencia Ed.,Bogotá, 1982 y Absalón Machado: El café: De la aparcería
al capitalismo. Ed. Punta de Lanza, Bogotá, 1997.
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a través de diversos formatos. En los años que van de 1945 a 1949 se corres-
ponde con el sectarismo tradicional que enfrentaba a ambos partidos y que
se manifiesta con diversos matices según los escenarios geográficos. En las
regiones con tradición de lucha campesina como el Huila o Tolima, la violen-
cia fue la expresión de la revancha de los latifundistas contra las conquistas
de los campesinos en los años 3037. En los Llanos del Arauca y Casanare, la
guerrilla liberal canalizó las aspiraciones de los campesinos medios y ricos
en demanda de una reforma agraria y una reforma política democrática que
enlazaba con el discurso del gaitanismo38. En las regiones cafeteras la violen-
cia se tradujo en el intenso enfrentamiento entre el campesinado conserva-
dor fanatizado por el clero y el campesinado liberal, ambos con problemas
económicos y sociales comunes39. En el Valle del Cauca, la violencia tuvo
connotaciones de concentración y expansión del capital en el campo y se
extendió tanto al llano como a la montaña cafetera. En todas partes las cédu-
las “falsificadas” de los liberales eran confiscadas, sus dueños muertos, sus
esposas e hijas violadas y sus propiedades arrasadas40.
No se sabe con exactitud el monto de asesinados, desposeídos y exiliados.
Algunos autores hablan de 194.000 muertos para el periodo comprendido
entre 1945 y 1953 afectando a 230 municipios de todo el país41. La opinión
pública en este momento, acostumbrada como estaba a continuas noticias
sobre matanzas en las zonas rurales desde hacía decenios, no veía aún la
Violencia como expresión de una tragedia nacional, sino de una tragedia
campesina. Probablemente el cambio de mentalidad comenzó a darse a par-
tir de la gran Manifestación del Silencio en la que más de 100.000 personas
recorrieron con banderas negras de luto y sin proferir palabras las calles de
Eduardo Francisco Isaza: Las guerrillas del Llano. Librería Mundial, Bogotá, 1959 y Reinaldo Barbosa
38
rrido en el eje cafetero es la de Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna: La Violencia
en Colombia,2 Vol . Ed. Punta de Lanza, Bogotá,1977 (1ª edición de 1962-64)
Fue gravísima, a este respecto, la responsabilidad del líder conservador Laureano Gómez que organizó a
40
través de la prensa adicta una campaña demoledora contra la legalidad de las cédulas electorales. Al parla-
mento y a la prensa llevó la denuncia de que el liberalismo tenía en su poder 1.800.000 cédulas falsas y que
el partido estaba dominado por el comunismo. Lo absurdo de la acusación estribaba en que ese número se
correspondía con el total de cédulas en poder del cuerpo electoral lo que implicaba, entre otras cosas, que
hasta la propia cédula de Gómez era falsa.(Ver Daniel Pécaut:O.C. en Nota 27) La campaña alcanzó ribetes
de absoluta histeria cuando, a pesar de la represión ejercida por alcaldes conservadores y policía en Boyacá
, los Santanderes y Nariño para garantizar la hegemonía de la derecha, los liberales volvieron a ganar en las
elecciones parlamentarias de 1947. A partir de ese momento Gómez defendió públicamente el asesinato de
líderes liberales para evitar un triunfo del “bolchevismo”.
Por ejemplo Paul Oquist: Violencia, conflicto y política en Colombia. I.E.C. Bogotá, 1978.
41
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Carlos Sixirei Paredes
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tras uno de ellos trataba de ponerse en contacto telefónico con la Jefatura encontrándose con la sorpresa de
que nadie atendía el teléfono (para muchos liberales fue este hecho el mejor indicio de que tras el asesinato
estaba el coronel Virgilio Barco, oscuro personaje de tendencias conservadoras, responsable por la policía
política, la llamada POPOL) el otro, de nombre Carlos Alberto Jiménez Díaz, intentó sonsacarle al deteni-
do el nombre de la persona o personas que lo habían enviado. Por toda respuesta el sicario dijo: “Ay, señor,
cosas poderosas que no le puedo decir. Ay, Virgen del Carmen, sálvame”. Proceso Gaitán,Vol.IB,fol.36.
Testimonio de Elías Quesada Anchique, empleado de la droguería.
48
Carlos Sixirei Paredes
Casualmente aquel día Gaitán tenía una entrevista marcada para las tres de
la tarde con un joven cubano, de nombre Fidel Castro, que se encontraba en
Bogotá para asistir a un congreso de estudiantes latinoamericanos y al que
había conocido unos días antes.44
La noticia se extendió rápidamente y de todos los lugares comenzaron a
surgir liberales, en muchos casos armados, mezclados con sectores de la de-
lincuencia local que aprovecharon los tumultos y el desorden que se implan-
tó para lanzarse a saquear comercios, bancos, casas particulares, iglesias etc.
Los momentos más dramáticos de la Historia de Colombia se produjeron
en los días siguientes al magnicidio. Francotiradores parapetados en cam-
panarios y tejados causaron multitud de muertos y solo pudieron ser des-
alojados por el ejército utilizando morteros. Se decretó la Ley Marcial y las
Fuerzas Armadas fueron movilizadas utilizando tanques para restaurar el
orden público lo que originó nuevas masacres. Cientos de presos comunes
huyeron de las cárceles contribuyendo a extender la anarquía. La Radio Na-
cional fue asaltada por jóvenes que instaban a tomar las armas y organizar
juntas populares contra el gobierno mientras circulaban falsas noticias como
la caída del gabinete y el fusilamiento del Presidente y los más odiados diri-
gentes conservadores. Los aterrados diplomáticos presentes en la Conferen-
cia Panamericana debieron ser trasladados con urgencia a un cuartel para
garantizar su seguridad en medio del incendio de docenas de edificios.
El 9 de Abril se abría una nueva y más sangrienta etapa de la Violencia en
Colombia que se prolongaría durante década y media y que causaría dece-
nas de miles de muertos.
Cfr.Arturo Alape: El Bogotazo. Memorias del olvido. Fundación Universitaria Central, Bogotá,1983
44
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El de Santa Rosa de Osos, Miguel Ángel Builes, dos meses después del asesinato de Gaitán, en plena
45
procesión del Sagrado Corazón, incitó a la revuelta y al aniquilamiento de los liberales a los que hizo
responsables de los desmanes del Bogotazo e insistiendo en que no se podía ser al mismo tiempo liberal y
católico. Esta actitud no fue excepcional y en el semanario católico EL DERECHO, el mismo Monseñor,
en vísperas de las elecciones de 1949, publicó un artículo incendiario en primera página titulado: “Con-
servadores de todo el país, a armarse”.Y no de razones, precisamente. Ver Benjamín Haddox: Sociedad y
Religión en Colombia. Ed. Tercer Mundo, Bogotá,1965
Medófilo Medina: El Siglo XX colombiano: Las alternativas de la paz y de la guerra en Manuel Alcántara
46
y Juan Manuel Ibeas (Eds.):Colombia ante los retos del Siglo XXI. Desarrollo, Democracia y Paz. Ed. de
la Universidad de Salamanca, 2001.
50
Carlos Sixirei Paredes
El racismo de las clases dirigentes les llevaba a calificar a Colombia de “país de cafres” en donde era in-
47
viable cualquier política civilista. Obviamente ningún miembro de estas clases estaba dispuesto a asumir
ni en público ni en privado su responsabilidad por lo que estaba ocurriendo. La culpa era de la indiada, de
los comunistas y de los campesinos ignorantes.
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
Entre otros defienden, con matices, esta división Gonzalo Sánchez, Steffen Schmidt y Pierre Gilhodés.
49
Sobre la evolución del PC desde un infatigable pacifismo a la lucha armada ver Medófilo Medina: Historia
50
del Partido Comunista de Colombia. Editoral Suramericana, Bogotá, 1981. Para el caso concreto de las
guerrillas del Tolima: James Henderson: Cuando Colombia se desangró. Historia de la Violencia en el To-
lima . El Ancora Editores, Bogotá, 1984. Sobre los conflictos en Los Llanos la ya citada obra de Eduardo
Francisco Isaza (Nota 38)
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Carlos Sixirei Paredes
favor de una pacificación de la vida política. En esa línea contaba con el apoyo de los titulares de las archi-
diócesis del país (Cali, Medellín, Popayán etc.) y de los jesuitas. El principal escollo estaba en los obispos
de las pequeñas diócesis y en los párrocos rurales que vivían los conflictos interpartidarios con espíritu de
cruzada.
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Pero si lo percibieron los grupos protestantes que vieron frenado su proselitismo y sus actividades públicas
52
y restringidas sus escuelas, además de perseguidos. Ver Silvia Galvis y Alberto Donadio: El Jefe Supremo.
Rojas Pinilla en la Violencia y en el poder, Hombre Nuevo Editores, Medellín,2002. La Iglesia Católica
colombiana venía manteniendo desde hacía muchos años una particular guerra contra las comunidades
protestantes, que apoyaban a los liberales. Un conocido sacerdote bogotano Juan Jaramillo Arango, miem-
bro del Comité Nacional de Defensa de la Fe, escribía en el órgano oficial de la Curia Metropolitana de
Bogotá: “Los católicos que apoyen la libertad de culto son traidores a su fe y a su patria. Los católicos
estamos en la absoluta obligación de luchar contra las sectas protestantes o caerá sobre nosotros el ana-
tema de Cristo” (EL CATOLICISMO, 23-V-1952).Con tales doctrinas no era de extrañar que el clero bajo
se considerara legitimado para organizar actos de violencia contra las instituciones de los protestantes. En
más de una ocasión tuvo que expresar sus quejas el Embajador de Estados Unidos e incluso miembros de
la jerarquía católica norteamericana como el Arzobispo de Washington Patrick O´Boyle exigieron en vano
un cambio de política al Cardenal Crisanto Luque Primado de Colombia. O´Boyle ya se había manifestado
anteriormente contra la inflamada oratoria de algunos obispos colombianos como el de Santa Rosa de Osos,
Miguel Ángel Builes quien invitó en carta pastoral “al exterminio de todos los anticatólicos de Colombia”.
Informe del Embajador de Colombia en Washington, Cipriano Restrepo Jaramillo, al Ministro de Relacio-
nes Exteriores Juan Uribe Holguin, 21-I-1952, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores
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Gabriel García Márquez: Prólogo a Relato de un Náufrago. Ed.La Oveja Negra, Bogotá, 1987.Fue la pu-
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blicación de este trabajo, de la autoría del Premio Nóbel, lo que provocó el cierre del periódico liberal a
petición de la Marina.
Jesús A. Bejarano: La Economía en Jaime Jaramillo Uribe (Dir.): Manual de Historia de Colombia, T. III
55
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
amenaza real para los tradicionales dueños del poder, pero Gómez, que se
creía su propia oratoria y que, por lo tanto, era capaz de creer en la de los
demás, veía en Rojas el fantasma revivido de Gaitán y los liberales temían
las medidas populistas de apoyo a los sectores más desfavorecidos las cua-
les amenazaban con privarles de uno de sus feudos electorales56. Por otra
parte la política de pacificación hacía aguas por todos lados. Gómez había
alentado la resistencia armada de sus fieles a través de bandas armadas con-
servadoras, pero las guerrillas liberales no habían desaparecido del todo por
lo que el gobierno decretó una gigantesca operación militar en la región de
Sumapaz y el Tolima en 1955 dirigida contra los campesinos en armas. La
intervención del Ejército provocó un éxodo masivo que afectó a poblaciones
enteras y la represión incentivó una reunificación de las temidas guerrillas
del Llano, justo en la zona en la que el rojismo había obtenido aparentemente
un mayor éxito en su política de desarme.
El 7 de mayo de 1957 la oposición oligárquica se sintió con fuerzas para de-
safiar al régimen declarando una huelga general que fue más bien un lock-out
empresarial, al que se unieron la Iglesia, la banca, la prensa y los industriales
secundados por los estudiantes, especialmente los de las universidades ca-
tólicas que habían sido movilizados por el clero. La lucha por la “libertad”
unió a los más dispares protagonistas frente a un gobierno que no era ni más
ni menos dictatorial de lo que había pretendido ser Gómez y su proyecto de
Estado Corporativo. En realidad lo que había movido la reacción oligárquica
fue el intento de Rojas de convocar una nueva Asamblea Constituyente que
prorrogara su mandato otros cuatro años lo que llevó a la fracción ospinista
del conservatismo, que hasta entonces había sostenido al Presidente, a rom-
per amarras con el gobierno y entrar en el pacto de Benidorm. Probablemen-
te Rojas hubiera acabado su mandato de no tener la ambición de continuar,
pero ni conservadores ni liberales estaban dispuestos a otro cuatrienio aleja-
dos del poder, ni la Iglesia estaba en disposición de ver como se consolidaban
las bases de apoyo a Rojas, ni los empresarios deseaban el fortalecimiento de
sindicatos no controlados por ellos. Demasiados enemigos para combatir. Y
demasiado poderosos. La cúpula castrense, temiendo una reacción oligár-
Rojas tuvo ínfulas de dictador y en determinados momentos de su gobierno actuó como tal protagonizan-
56
do sangrientas represiones pero también fue un hombre preocupado por mejorar las condiciones de vida
de los ciudadanos lo que se reflejó en sus inversiones en infraestructura social, vivienda popular, salud y
educación, construcción de carreteras y caminos en áreas aisladas o entrega de tierras a los damnificados
por la violencia partidaria. Además concedió a las mujeres el derecho al voto que no se ejercería durante
su mandato al no convocar elecciones. Colombia fue el penúltimo país de Latinoamérica en el que se tomó
tal medida. Con anterioridad ni conservadores ni liberales se preocuparon en exceso por el tema. Estas
disposiciones resultaron importantes pero se manifestaron claramente insuficientes. Sin embargo bastaron
para despertar el temor de sus rivales políticos al surgimiento de apoyo popular al régimen
58
Carlos Sixirei Paredes
Recientemente han aparecido diversos trabajos sobre el Frente Nacional como los de Daniel Pécaut (Vio-
57
lencia y Política en Colombia. Ensayos sobre el conflicto colombiano. Ed. Hombre Nuevo, Medellín,
2003),Arturo Sarabia (Reformas políticas en Colombia, Ed. Norma Bogotá, 2003),José Antonio Ocampo
(Entre las reformas y el conflicto, Ed. Norma Bogotá, 2004), Andrés Dávila (Democracia pactada, Unian-
des Bogotá, 2002) etc., pero la obra clásica para conocer el funcionamiento del sistema sigue siendo la de
Mario Latorre (Elecciones y partidos políticos en Colombia, Uniandes, Bogotá,1974)
59
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pues, previamente, los candidatos oficiales debían pasar el filtro del común
acuerdo de las cúpulas liberal y conservadora. Es decir, ningún candida-
to podía ser considerado hostil por el otro partido. La división interna del
conservatismo llevó a Gómez y a sus seguidores a prorrogar el Acuerdo de
Sitges proponiendo la ampliación del mismo a 16 años en vez de los 12 ini-
ciales (lo que fue aceptado por los liberales) y a adherirse al candidato del
liberalismo para la Presidencia, Alberto Lleras Camargo, buen negociador,
avezado político que mantenía un gran apoyo popular, con notable expe-
riencia en las lides internacionales (había sido Secretario General de la OEA)
y muy bien visto por los norteamericanos. En las elecciones celebradas el 4
de mayo, el candidato frentista venció por 2.482.948 votos frente a los algo
más de 600.000 recibidos por su oponente el candidato conservador antigo-
mecista Jorge Leyva58.
Como era de esperar, el Frente Nacional no colmó las aspiraciones de los
colombianos pero algunos avances se le deben reconocer. La Violencia, tal
como hasta entonces se había concebido, llegó a su fin. Para acabar con las
partidas armadas se utilizó el palo y la zanahoria como en tiempos de Rojas:
Se aplicó una amnistía a los que entregaran las armas y se empleó la fuerza
militar para combatir los grupos más rebeldes. Al mismo tiempo se implicó a
las Fuerzas Armadas en un programa de construcción de carreteras, escuelas
y clínicas atendidas éstas por médicos militares. La pacificación no se consi-
guió de la noche a la mañana pero la tasa de muertos por razones políticas se
redujo muy notablemente y las cifras oficiales de víctimas (nunca superiores
a los 3 dígitos) suministradas bajo el mandato de Lleras se atribuían a ban-
das criminales que, responsables por atroces crímenes en la etapa anterior, se
quedaron de pronto sin padrinos en las altas y medias esferas del poder y, te-
merosos de posibles represalias si se entregaban, prefirieron continuar con su
actividad de matar por matar solo que ahora sin el paraguas de los políticos.
El regreso de la libertad religiosa y la pérdida de influencia de la Iglesia
fue otra de las consecuencias positivas de la restauración democrática. Aun-
que el clero cedió terreno en la educación y se levantaron las restricciones
a los grupos protestantes, los obispos prefirieron no entrar en colisión con
los gobernantes ni oponerse tajantemente en asuntos como la planificación
familiar que tocaba aspectos de la moral católica. Por primera vez desde la
Independencia la cuestión religiosa dejaba de ser motivo de conflicto entre
los colombianos.
Antes de las elecciones hubo un intento de golpe de Estado de inspiración rojista protagonizado por un
58
grupo de oficiales que encabezaba el coronel Hernando Forero, un fanático con pretensiones mesiánicas,
quien, tras su fracaso, acabó refugiado en la Embajada de El Salvador.
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al consumo con lo que fueron los sectores menos privilegiados (la inmensa
mayoría de la población) quienes acabaría por pagar tanto el crecimiento
del presupuesto como los déficits fiscales y la creciente deuda externa a la
que se acudió para llevar a cabo la ambiciosa política de infraestructuras y
creación de empresas públicas. Al final de la década de los sesenta la deu-
da externa acumulada representaba el 30% del PIB, triplicando los ingresos
anuales por exportaciones59. Sin embargo, al depender del crédito externo
(europeo y norteamericano) para financiar obras públicas, éstas, acababan
por licitarse en beneficio de empresas de los países de donde venía el présta-
mo con lo cual las empresas nacionales se beneficiaron poco de la inversión
estatal y cuando la hacían era en posición de subsidiarias. A pesar de lo cual
no hubo una actitud nacionalista por parte del empresariado tal vez porque
era consciente de la necesidad de asociarse con grupos poderosos para ac-
ceder a capital y a tecnología. Atraídos por los bajos costes de la mano de
obra, importantes empresas norteamericanas y europeas se establecieron en
Colombia (más bien como ensambladoras que como fabricantes) para aten-
der tanto a las necesidades de un mercado interno en fase expansiva como
para utilizar el país de plataforma desde donde exportar a los países vecinos.
El FMI presionó a Lleras para realizar una devaluación del peso y así
combatir el déficit comercial bajando la moneda nacional de 6,65/US$ en
1960 a 9/US$ en 1963. Lleras se resistió a las presiones fondomonetaristas,
atado como estaba a las estrechas limitaciones del pacto político bipartidista
que impedían ajustes drásticos de la economía, pero debió devaluar final-
mente en un marco de crisis económica que llevó a una suspensión temporal
de las subvenciones a los productos de primera necesidad y a los transportes
públicos con lo que la inflación se disparó llegando en 1963 al 27,2% (5,2%
en 1960).
En política interna el principal acontecimiento del primer gobierno fren-
tenacionalista fue el juicio político del ex dictador Rojas Pinilla.
En 1958 Rojas regresó del exilio y de inmediato fue convocado por el Se-
nado de la República, como máximo órgano judicial para los ex Presidentes,
acusado de manejos ilícitos durante su administración. La enorme documen-
tación aportada para demostrarlos no consiguió impedir que el general sa-
liera bien librado pues, aunque se le condenó exclusivamente a la pérdida
de sus derechos políticos sin penas de cárcel o de multas pecuniarias, tal
sentencia fue revocada por la Corte Suprema que le devolvió la plenitud de
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En solo ocho años las esperanzas del pueblo colombiano en las posibili-
dades del Frente Nacional se habían disipado casi completamente. La esta-
bilidad institucional no había conseguido compensar, por si sola, la ausencia
de una política de reformas en profundidad que gran parte del país estaba
demandando. Este desencanto se tradujo en la enorme abstención (70%) en
las elecciones presidenciales de 1966 y en la movilización en torno a la ANA-
Survey of the Alliance for Progress. Colombia: A case of Aid. U.S.Government Printing Office, Washing-
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Así lo afirman Gonzalo Sánchez y Donny Meertens en Bandoleros, gamonales y campesinos. El caso de la
61
Violencia en Colombia. El Áncora Editores, Bogotá, 2000 (6ª Edición).Lo mismo había dicho Hobsbawn
en un trabajo titulado The Anatomy of Violence publicado en 1963 en el nº 28 de la revista londinense
NEW SOCIETY
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En realidad Marquetalia no era el nombre oficial de ningún territorio sino el topónimo con que Tirofijo, de-
62
nominó a la zona que controlaba desde 1961. Tirofijo se inició en el grupo guerrillero de Charro Negro de
ideología comunista y a la muerte del jefe en 1960 se convirtió en el líder de la guerrilla que operaba en el
sur del Tolima. Al contrario que Charro Negro, más preocupado por luchar contra las bandas liberales que
por hacer proselitismo, Tirofijo había seguido con atención la experiencia cubana y se había obsesionado
con hacer de su territorio la plataforma que permitiera realizar una revolución a escala nacional. Tirofijo
era asiduo lector de los libros de táctica guerrillera escritos por autores castristas especialmente el Ché.
V. Alonso Moncada Abello: Un aspecto de la Violencia, Promotora Colombiana de Ediciones y Revistas,
Bogotá, 1963
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Para los programa económicos y políticos de las FARC se puede consultar la página web http://burn.
63
Ed.Abejón Mono, Bogotá, 1972. Del mismo autor Cese el fuego. Una historia política de las FARC. Ed.
Oveja Negra, Bogotá, 1985. Arenas, fallecido al parecer de un cáncer en 1990, ha sido uno de los más
importantes ideólogos de este grupo guerrillero
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V.Marta Harnecker: Unidad que multiplica. Quimera Ediciones, Quito, 1988. En este libro se recogen
66
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una “lucha de todos unidos, liberales y conservadores, que éramos hermanos y no podía haber pasiones
políticas pues la lucha era contra los ricos y por la igualdad”. Más que una guerrilla cuyos dirigentes ha-
bían sido formados militar y doctrinalmente en Cuba, parecía un grupo de rebeldes milenaristas. V. Carlos
Medina Gallego: ELN. Una historia de los orígenes. Vol. I Rodríguez Quito Editores, Bogotá, 2001
Jaime Arenas utiliza la frase eufemística “se les dio de baja”, ver O.C. en Nota 65
69
Aunque el ELN, como todo grupo armado, es poco proclive a airear sus controversias internas, de vez en
70
cuando se perciben los ecos del debate en los artículos y editoriales publicados en las páginas web www.
voces.org y www.patrialibre.org
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Ver entrevista al cura Pérez en María López Vigil: Camilo camina en Colombia Ediciones Nuestro Tiempo,
71
México, 1989. Este sacerdote aragonés de Alfamén llegó a Colombia en 1968 procedente de República
Dominicana integrándose al año siguiente en el ELN. Jamás perdió la fe y jamás dejó de creer en la lucha
armada como único camino que conduce a la liberación. La mejor biografía sobre el cura Pérez es la de
Walter Broderick: El guerrillero invisible. Ed. Intermedio, Bogotá, 2000
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EL FUP se ofrecía como una plataforma de acción común para todos los
colombianos, al margen de sus ideas políticas, que estuvieran descontentos
con la situación del país lo que obligaba a unas definiciones muy amplias y
genéricas y, desde luego, nunca se explicaba que medios se iban a utilizar
para conseguir los objetivos propuestos. Por ejemplo, se defendía una refor-
ma agraria integral que entregaría la tierra de los latifundistas a los campe-
sinos sin indemnización alguna a los antiguos propietarios. Si tenemos en
Definición de si mismo jamás aceptada por la jerarquía católica colombiana para quien era un cura comu-
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Para los comunistas colombianos, que no estaban en absoluto interesados en alianzas en las que no fueran
75
la fuerza hegemónica y directriz, Camilo Torres no pasaba de la categoría de compañero de viaje. La “ca-
nonización” vendría después cuando explotar su figura de mártir de la lucha popular resultara muy rentable
para conseguir adeptos y acabara, en el santoral del PC, integrando el panteón de los héroes revolucionarios
junto a Camilo Cienfuegos y el Ché .
Semejante afirmación estaba lejos de entusiasmar al Arzobispo de Bogotá y a una gran parte del clero colom-
76
biano, pero tampoco llenaba de ilusión a la dirigencia del PCC como el propio Eugenio Vieira, Secretario
General del Partido le confesó al autor de este libro en una conversación mantenida en Bogotá y grabada en
Febrero de 1978 y debo añadir que en esta época en el discurso oficial del PCC, Camilo ya estaba glorificado.
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El texto citado se publicó en el editorial del Nº2 de la revista FRENTE UNIDO, septiembre, Bogotá, 1965
La posición del Cardenal Concha, Arzobispo de Bogotá, con respecto a las actividades del cura Torres que-
77
procuró que cayera sobre el la exclusiva responsabilidad de lo ocurrido, incluida su muerte. Lo único que le
faltaba al Cardenal Concha era que la jerarquía colombiana apareciera ante la opinión pública internacional
como incapaz de controlar a sus propios sacerdotes.
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que ejercerían la soberanía sobre las decisiones económicas del país83, Lleras
anunció la ruptura de conversaciones con los acreedores internacionales, la
aplicación de una política proteccionista que imponía drásticos controles a
las importaciones y la eliminación de la tasa de cambio libre para el mercado
de capitales. Todo ello sin recurrir a la devaluación ganándose de este modo
el apoyo de amplios sectores sociales. Estas medidas comenzaron a surtir
efecto en 1968 cuando las nuevas exportaciones de productos industriales
o semielaborados entraron en proceso de franca expansión contribuyendo
al equilibro comercial en un marco de expansión económica de los grandes
mercados consumidores de Europa y Japón quienes disminuyeron conside-
rablemente las trabas arancelarias facilitando la penetración de los produc-
tos colombianos. La propaganda oficial llegó a hablar incluso de “milagro
colombiano” utilizando la terminología del “milagro alemán”. En la econo-
mía interna, el Gobierno consiguió frenar la inflación manteniéndola, duran-
te los años de mandato de Lleras, en torno al 7% gracias, entre otras cosas, a
las buenas cosechas que permitieron contener los precios de los alimentos.
El desarrollismo de los años sesenta tenía su contracara: La progresiva
pérdida de derechos de los trabajadores. El Gobierno hizo aprobar una ley
en el Parlamento por la cual se limitaba la duración de una huelga a 43 días
pasados los cuales el conflicto debía ser resuelto por un tribunal de arbitraje
integrado por un representante de la patronal, otro del gobierno y otro de
los sindicatos y en los cuales lo normal era que los dos primeros integrantes
se aliaran contra el tercero. Otra disposición otorgaba facultades para que el
gabinete declarara de interés público cualquier actividad en la que estallase
una huelga lo que reducía el margen de días para que se reuniera el tribu-
nal arbitral. Por último se negaba el derecho de huelga a los funcionarios
públicos que pasaban a ser de libre nombramiento y remoción con lo cual el
clientelismo se enseñoreó de la administración.
Estas medidas y el desgaste del sistema bipartidista alimentaron la apa-
rición de agrupaciones que representaban lo que hoy llamaríamos la “anti-
política”, es decir, líderes con formaciones al margen de y enfrentadas a los
partidos tradicionales que mantenían discursos bastante incoherentes pero
atractivos por las promesas populistas entre las que no podían faltar la de
regeneración democrática, reformas económicas, nacionalismo y antiimpe-
rialismo. Lo paradójico es que estos líderes surgían de un pasado muy poco
democrático. El caso de Rojas Pinilla fue, en este contexto, el más emblemá-
tico. Y el que mayores expectativas de cambio concitó.
Ver Alberto Musalem: O.C. en Nota 59 y Francisco Azuero: La política monetaria en Colombia 1950-1980.
83
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El juicio político que el Senado había realizado contra Rojas acabó sirvien-
do exactamente para obtener lo contrario de lo que se pretendía: Convertir
al general en un héroe popular. Su imagen de dictador cedió paso a la de
víctima de la oligarquía y cualquier discurso antioligárquico tenía el terreno
abonado en la Colombia de los años sesenta. En 1962 Rojas fundó un partido
político propio, la ANAPO (Alianza Nacional Popular) que empezó a cobrar
fuerza una vez que la Suprema Corte exoneró a Rojas de los cargos por los
que había sido privado de sus derechos políticos. Sin embargo la ANAPO
tenía un discurso muy contradictorio y, en el fondo, se trataba de una fuerza
conservadora. Su definición como fuerza política de base socialista a la co-
lombiana con inspiración cristiana pretendía atraer a gentes por la izquierda
y por la derecha pero donde más éxito tuvo fue entre los inmigrantes a las
ciudades que buscaban su propio patrón, los militares y los párrocos rura-
les. Los cuadros directivos de la ANAPO estaban constituidos, en gran par-
te, por oficiales retirados y en los cuarteles los simpatizantes de la Alianza
abundaban. El clero sentía simpatías por un partido que en el debate natalis-
ta que se desarrollaba en el país, manifestaba sin ambages su alineamiento
con las tesis de la encíclica HUMANAE VITAE de Pablo VI. En cuanto a los
habitantes de las barriadas pobres de las grandes ciudades, las promesas de
atención médico-odontológica y educación gratuitas sonaban a música celes-
tial. A su vez la clase media se vio cortejada con un discurso nacionalista y de
apoyo a la pequeña empresa. Por último otro factor que llevó agua al molino
rojista fue el enfado de los caciques locales con las reformas lleristas de 1968
que acentuaban la centralización del país y el control del Estado sobre los
gobiernos provinciales y municipales.
El coup de force definitivo entre anapistas y frentistas llegó en las elecciones
de 1970.Poco después de cerrarse las urnas las emisoras de radio comenza-
ron a anunciar el triunfo del candidato de la ANAPO. De repente el gobierno
decretó la suspensión de los informativos y prohibió hacer público cualquier
resultado antes de que hubiera un comunicado oficial al respecto. Al día si-
guiente Lleras anunció la victoria del candidato frentista, el conservador Mi-
sael Pastrana Borrero, con el 40.6% de los sufragios emitidos mientras que
Rojas obtenía el 39%, (la diferencia en votos entre uno y otro fue de 63.557)
a continuación, y para evitar posibles disturbios, el Presidente declaraba el
toque de queda en las ciudades donde la ANAPO había ganado sobrada-
mente al candidato del FN. Algunos días después y, pese a las acusaciones
de fraude electoral que se hicieron desde diversos medios, Rojas aceptó el
resultado en privado aunque había recibido apoyos militares para desatar
un golpe contra el gobierno.
80
Carlos Sixirei Paredes
V. Registraduría Nacional del Estado Civil, Organización y Estadística Electoral: Estadísticas Electorales,
84
Bogotá,1970.
Germán Palacio (comp.): La irrupción del paraestado ILSA-Cerec, Bogotá, 1990
85
81
LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
El nombre de marimbero fue utilizado en la costa caribeña para designar a todo aquel involucrado en el co-
86
mercio marihuanero que se identificaba externamente por adoptar un tren de vida ostentoso y derrochador
en el que no faltaba las extravagancias de toda clase (hay hasta una tipología estética del marimbero como
en Galicia la hubo de la primera generación de narcotraficantes). V. Darío Betancourt y Martha García:
Contrabandistas, marimberos y mafiosos. Historia social de la mafia colombiana (1965-1992). Editorial
Tercer Mundo, Bogotá, 1994
82
Carlos Sixirei Paredes
por el desarrollismo, palabra mágica en los años setenta en los países latinoa-
mericanos, llevó a redactar un plan estratégico, cuyo autor fue el economista
Lauchlin Bernard Currie, y que se marcaba cuatro prioridades: Construcción
de viviendas, apoyo a las exportaciones, incremento de la productividad del
sector agrícola y redistribución del ingreso para, al menos, frenar la pobreza.
De estas “Cuatro Estrategias” como se le denominó, la referida a la vivienda
fue la que más inversiones recibió (era, también, la que podía dar mayores
réditos electorales a corto plazo) pues cubría dos frentes: Creaba puestos de
trabajo y daba soluciones a la creciente inmigración urbana procedente de
las áreas rurales. La financiación se consiguió canalizando el ahorro privado
a través de la llamada Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC). El
ahorro privado, que había desertado de los bancos por la alta inflación an-
terior y las tasas bajas de interés, volvió a acudir a ellos debido a la etapa de
crecimiento económico que se vivió en estos años. La construcción repuntó
ligeramente pasando de representar el 3,46% del PIB en 1970 al 3,79% en
1974. El crecimiento, sin embargo, era insuficiente para una actividad consi-
derada puntera, en relación al que experimentaron las exportaciones.
En efecto, éstas atravesaban una fase expansiva y se estaban convirtiendo
en el principal motor de la economía. Estas exportaciones se correspondían,
además, con sectores no tradicionales. Si bien el café duplicó su presencia en
los mercados internacionales (las ventas pasaron de 343,9 millones de US$
en 1969 a 624 millones en 1974), otros productos industriales y agrícolas tu-
vieron un crecimiento mayor superando el valor del café (de 163,6 a 794,6
millones de US$ en el mismo periodo)87 .
Ciertamente este crecimiento no hubiera sido posible sin un aumento de
la demanda externa y la apertura de los mercados de los países industrializa-
dos, pero Colombia no se habría podido aprovechar de la coyuntura si no se
hubiera afianzado un proceso de desarrollo capitalista, una mayor división
del trabajo industrial y agrícola y un aumento de la productividad en las dos
décadas anteriores. La política monetaria que propició un cambio favorable
del peso con respecto al dólar, fortalecido por una permanente devaluación,
convertía, por sus precios, a los productos colombianos en muy competitivos
y además atraía inversiones hacia los sectores de exportación.
Otro cambio radical en la estructura económica del país a lo largo de los
setenta fue la baja de los índices de crecimiento demográfico. Se combinaron
varias circunstancias: Un mayor nivel cultural de la población, la creciente
83
LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
Aún así resultó un gran avance. En la década anterior se duplicaban estos porcentajes. Ver: DANE: Colom-
88
84
Carlos Sixirei Paredes
85
LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
El más importante en este momento era el Grupo Grancolombiano capitaneado por el banquero bogotano
89
Jaime Michelsen
Así la tildaba en un gran titular de primera página el diario EL ESPECTADOR 14-IX-77
90
86
Carlos Sixirei Paredes
87
LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
Hasta los años sesenta la izquierda en Latinoamérica juzgaba a los Libertadores a la luz de lo que sobre al-
91
gunos de ellos había escrito, nada encomiasticamente, Karl Marx quien llamaba a Bolívar “Napoleón de las
retiradas”. V. Bolívar y Ponte publicado en New American Cyclopedia, Vol.3, 1858, artículo reproducido
en Kart Marx y F.Engels:Revolución en España. Ed.Ariel, Barcelona, 1973 (4ª ed.)
De este discurso elaborado a fines de los años sesenta y en consonancia con lo ocurrido en Cuba (el culto a
92
Martí y Calixto García por los revolucionarios) procede una gran parte del que en los años noventa asumi-
ría como propio el venezolano Hugo Chávez.
88
Carlos Sixirei Paredes
Declaración de Alvaro Fayad alias El Turco en Patricia Lara: Siembra vientos y recogerás tempestades. La
93
historia del M19,sus protagonistas y sus destinos. Ed. Planeta, Bogotá, 2002.
Ver O.C. en Nota 65
94
95
Ver O.C. en Nota 64 (1985)
89
LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
que en sus filas confluyan gentes procedentes de todas las guerrillas, cristia-
nos revolucionarios y militantes de los diversos partidos de izquierda.
La estrategia de acciones de gran repercusión continuó en los años siguien-
tes destacando el asesinato del líder sindical José Raquel Mercado (1976)96, el
secuestro del embajador de Nicaragua (1978) y el asalto a la Embajada de la
República Dominicana (1980) mientras se celebraba una recepción diplomá-
tica y que tuvo como resultado la retención de 12 embajadores entre los que
estaba el de Estados Unidos y el Nuncio. Todas estas acciones causaron un
enorme impacto dentro y fuera de Colombia. Al mismo tiempo se realizaban
asaltos a camiones de empresas alimentarias (industrias lácteas y mataderos,
sobre todo) cuyos botines eran luego distribuidos en barrios populares con
lo que el M19 estaba consiguiendo un gran apoyo entre los sectores desfavo-
recidos de las ciudades.
Sin embargo, cuando el M19 se sintió tentado a crear una guerrilla rural
buscando diversificar los frentes de combate, fracasó estrepitosamente. El
discurso de los “doctorcitos” no calaba entre los campesinos. Un propagan-
dista del grupo llego a afirmar años más tarde que, en los encuentros con
la población rural, en vez de soltar soflamas revolucionarias comprensibles
daban lecciones de sociología y de ciencia política.
En las elecciones de 1978 volvieron a triunfar los liberales con su candida-
to Julio César Turbay Ayala, hombre de aparato y que se conocía al dedillo
los entresijos de la vida política y partidaria. Turbay era todo él un anacronis-
mo, lo era en su forma de vestir (lucía una permanente pajarita) y lo era en la
manera de pensar sosteniendo una visión del conflicto civil más próximo a la
de los conservadores de treinta años antes que a lo que exigían los tiempos.
Fue esta actitud la que le llevó a complacer a los militares con el Estatuto de
Seguridad de 1978 que concedía carta blanca a las Fuerzas Armadas para uti-
lizar cualquier método que consideraran adecuado para acabar con las gue-
rrillas. Esto fue meter la mano en el avispero pues en un momento en que,
con la excepción del M19, los demás grupos estaban al borde del colapso, los
abusos cometidos por los militares en la lucha contrainsurgente y la bene-
volencia con que los políticos en el poder aceptaron estos abusos, llevó a un
fortalecimiento de los semimoribundos grupos e incluso alentó la aparición
Esta acción posteriormente fue considerada un grave error. El cartagenero Mercado era el líder de la Con-
96
federación de Trabajadores Colombianos, era el hombre de raza negra que había llegado más arriba en la
Historia del país. El M19 lo consideraba un traidor a la clase trabajadora por sus amistades en el gobierno y
por sus contactos con los norteamericanos. El propio Jaime Bateman, quien se justificaba por este asesinato
con el argumento de que “la oligarquía no había dejado otra salida”, reconocía que “fue un episodio oscuro,
doloroso, lamentable. De él preferimos no hablar” V. O.C. en Nota 93.
90
Carlos Sixirei Paredes
de otros nuevos en la década de los ochenta. Hay que decir que el Estatuto
fue visto también con complacencia por conservadores, altas jerarquías ecle-
siásticas y grandes empresarios. Según el Ministro de Defensa, en el primer
año de aplicación fueron detenidas 60.000 personas. Se suponía que las le-
yes represivas iban también dirigidas contra el narcotráfico pero quien real-
mente sufrió las consecuencias fueron los grupos de izquierda, armada o no,
mientras que los narcotraficantes seguían contando con la benevolencia gu-
bernamental y ésto en un momento en que los marimberos de la marihuana
estaban siendo sustituidos velozmente por la mafia de la cocaína al mismo
tiempo que, como consecuencia de tal cambio, crecía vertiginosamente la
delincuencia urbana en forma de secuestros, asesinatos etc. protagonizada
por bandas de sicarios al servicio de los grandes capos de la coca.
El grado de violencia que parecía contenida en límites tolerables desde
1957, comenzó a desbordar todas las previsiones. Amnesty International de-
nunciaba en su Informe de 1980 al gobierno colombiano, y más concreta-
mente a los militares, de violar los derechos humanos manteniendo centros
secretos de detención en los que se practicaban hasta 50 tipos de tortura. El
M19, a su vez, estaba ganando la batalla propagandística, la opinión pública
veía al gobierno desacreditado y sin capacidad de maniobra y el golpe defi-
nitivo vino cuando el escritor Gabriel García Márquez, con la protección de
diplomáticos mexicanos, abandonaba el país al estar amenazado por grupos
paramilitares de extrema derecha bajo la acusación de presuntas simpatías
con el “M” (nombre popular del M19).
Los jóvenes de las barriadas pobres de las ciudades se sentían atraídos
nuevamente por los grupos guerrilleros, pero también por el sicariato al ser-
vicio de los narcos. En un momento de crisis económica, como la que se vive
en Colombia a comienzos de los ochenta, los grupos armados de uno y otro
signo ofrecían la seguridad de un salario y manutención al mismo tiempo
que ponían en manos de jóvenes, en bastantes casos menores de edad, un
arma de fuego que los hacía sentirse superiores al resto de los demás morta-
les sobre cuya vida o muerte podían disponer a capricho.
En Medellín aparecía el primer grupo “contra” destinado a la lucha anti-
guerrilla en las ciudades, el MAS (Muerte a Secuestradores) a raíz del rapto
del que fue objeto una joven perteneciente a una conocida y poderosa familia
de narcotraficantes y que protagonizó el M19. En medio del fuego cruzado
en campos y ciudades, caían indígenas, campesinos, líderes sindicales, paci-
fistas, defensores de los derechos humanos, periodistas, abogados, policías,
jóvenes delincuentes, soldados, guerrilleros etc. era una guerra de todos con-
tra todos pero en donde los muertos eran bastante más numerosos por la
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
Departamento Nacional de Planeación: Coyuntura económica 1984 y bases del programa macroeconómico
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Carlos Sixirei Paredes
1985-86, Bogotá,1985
O.C. en Nota 14
98
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
oficial Alfonso López Michelsen y el “free lance” Luis Carlos Galán quien
inicia en esta campaña su meteórica carrera hacia la fama y la muerte.
La etapa de Betancur coincide con la aparición de los primeros grupos de
autodefensas, bandas armadas de extrema derecha organizadas, patrocina-
das y financiadas por los narcotraficantes y los hacendados, y con el inicio
de la imparable ascensión del tráfico de cocaína y también con la más espec-
tacular acción de la guerrilla izquierdista, en este caso el M19, que consistió
en la toma del Palacio de Justicia de Bogotá y que acabó en una completa
tragedia.
Betancur era un hombre conservador pero con sensibilidad social en la
línea de la doctrina oficial de la Iglesia. En este sentido impulsó acciones de
gran dimensión como la Universidad a Distancia, para que pudieran estu-
diar las gentes con pocos recursos, la construcción de viviendas que se entre-
gaban sin pago de cuotas iniciales y una activa campaña de alfabetización.
Además inició su mandato con una generosa amnistía que puso en la calle
a 1.000 guerrilleros detenidos, casi todos pertenecientes al M19. Pero el go-
bierno tenía un margen de maniobra reducido debido a la crisis industrial
que se estaba viviendo y al descalabro de las finanzas nacionales. El escán-
dalo del Grupo Grancolombiano culminó a comienzos de su presidencia y el
gobierno se vio obligado a nacionalizar cinco bancos para socializar pérdi-
das mientras que el principal responsable de aquel desastre huía a Panamá
donde fue nombrado asesor financiero del General Noriega. Betancur tuvo
que negociar el primer “ajuste voluntario” que se firmó entre Colombia y el
FMI y que consistió, como cabía esperar y siguiendo la política tradicional
de este organismo, en una drástica reducción del gasto público y en una sus-
tancial devaluación del peso. La primera medida tuvo efectos inmediatos so-
bre los salarios, que fueron congelados, y los programa sociales, que vieron
mermados muy considerablemente sus recursos. La segunda benefició las
exportaciones industriales pero resultó negativa para la gran masa de la po-
blación. La situación empeoró con el terremoto que asoló Popayán en 1983 y
con el agravamiento de la crisis política derivada de las actividades parami-
litares. Según el Procurador General de la República, Carlos Jiménez Gómez,
militares en activo (señaló en su informe con nombre y apellidos a más de 70)
estaban involucrados directamente, bien por participación, bien por facilitar
entrenamiento, en las actividades de los grupos violentos de extrema dere-
cha y en concreto del MAS. El Ministro de Defensa, General Fernando Lan-
dázabal, salió airadamente en defensa de sus subordinados provocando un
conflicto en el seno del gobierno que fue acallado por el propio Presidente,
pero ante la opinión pública se irguió el fantasma de unas Fuerzas Armadas
94
Carlos Sixirei Paredes
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
Turbay aceptó el Tratado de Extradición, literalmente impuesto por Estados Unidos, para lavar su imagen.
99
Cuando se produjo su elección un informe secreto redactado por Peter Bourne, el consejero más importante
del Presidente Carter, lo acusaba de estar involucrado con los narcotraficantes colombianos. El informe fue
filtrado a la prensa y la administración norteamericana tuvo que negar que hubiese pruebas de la vincula-
ción del mandatario colombiano con el negocio de estupefacientes. Ver Bruce Michael Bagley: Colombia
y la guerra contra las drogas en Rafael Pardo (Comp.): El siglo pasado. Colombia: Economía, política y
sociedad. Colpatria-CEREC, Bogotá, 2001.
100
Aunque hace referencia a una época posterior, la película colombiana María llena eres de gracia (2004)
dirigida por Joshua Marston describe perfectamente el sórdido mundo de las “mulas”
96
Carlos Sixirei Paredes
101
Citado por Bruce M. Bagley: Drug Trafficking in the Americas. University of Miami Press 1994
102
Los mejores trabajos que se han hecho sobre esta cuestión son el de G. Daza Sierra: Marihuana, sociedad y
Estado en La Guajira”. Tesis de grado, Departamento de Sociología, Universidad Nacional, Bogotá, 1988,
y el de José Cervantes Angulo: La noche de las Luciérnagas, Ed. Plaza & Janés, Bogotá, 1980. De ellos
proceden los datos que exponemos.
97
LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
103
Entre las muchas historias verídicas que se cuentan sobre estos desmadres podemos poner como ejemplo
la siguiente: “Un famoso cantante de vallenato saludó a un marimbero guajiro en una de las canciones de
su último disco. El hombre, para celebrar la dedicatoria, hizo una fiesta que duró cuatro días. Mandó por
varias cajas de whisky importado y ordenó asar varios chivos. Durante la parranda no pusieron otra cosa
que ese disco y repetían a cada rato la canción dedicada, hasta que uno de los invitados se cansó y gritó
que “quitaran esa mierda que ya estoy mamado” Enojado, el marimbero le hizo el reclamo y el hombre,
sin pensarlo dos veces, lo mató y se fue” Ver Oscar Escamillo: Narcoextravagancia. Historias insólitas del
narcotráfico. Ed. Aguilar, Bogotá, 2002
98
Carlos Sixirei Paredes
El fin del comercio marihuanero fue también el fin del marimbero tradicional que llegó a constituir un
104
tipo de individuo fácilmente identificable por los rasgos externos que asumió: Ropas costosas de moda,
pantalones vaqueros de marca, zapatos de charol, camisas deliberadamente desabrochadas hasta el ombligo
que permitían ver un tórax cubierto de cadenas de oro de las que pendían cruces y amuletos, un Rolex en
la muñeca y varios anillos y pulseras de oro y piedras finas. Completaban la indumentaria un sombrero
tejano, gafas “rayban” y una pistola Magnun puesta en lugar bien visible. Este personaje que casi parece
sacado de una caricatura pero que obedece en su descripción a su aspecto real, se bañaba literalmente en
caros y penetrantes perfumes lo que unido a la música a todo volumen (vallenatos y cumbias) que sonaba
en el radiocassette de su todoterreno (preferentemente de marca norteamericana) anunciaba su presencia a
distancia. Ver G. Daza Sierra: O.C. en Nota 101.
Mario Arango Jaramillo: Impacto del narcotráfico en Antioquia, Editorial J.M., Medellín,1988
105
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
media y alta pero también los había de origen mucho más modesto
como los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, el pri-
mero de los cuales llegaría a ser vicepresidente del First Interame-
rican Bank de Panamá y el segundo propietario del Banco de los
Trabajadores de Cali106.
C) Núcleo central. Tuvo desde el principio una fuerte connotación po-
pular con base en los peones y campesinos minifundistas de los
Departamentos de Boyacá y Cundinamarca que habían abandona-
do su oficio para convertirse en rebuscadores y matones de las mi-
nas de esmeraldas. Con una larga tradición de violencia vinculada
a los conflictos civiles, los miembros de este grupo forjaron su po-
sición literalmente a tiros. Vinculados a la tierra como estaban por
su origen, invirtieron grandes cantidades de dinero en comprar
fincas provocando en la zona una especie de narco-contrarreforma
agraria. La figura más destacada de este grupo fue Gonzalo Rodrí-
guez Gacha, más conocido por el apodo de “El Mexicano” por su
desenfrenada afición a las rancheras. En 1988 la policía colombiana
descubrió una oficina encubierta desde la que se controlaban las
77 empresas de las que era propietario que incluían equipos de
fútbol, empresas agroindustriales, ganaderas y de construcción107.
D) Núcleo Oriental creado en torno al eje contrabandístico Cúcuta
(Colombia)-San Antonio (Venezuela). Se caracteriza por su gran
dinamismo económico y su gran discreción que raya en el secre-
tismo. Está formado por gentes de la clase media de ambos países.
Su crecimiento se vio favorecido por la guerra entre los núcleos de
Cali y Medellín así como por la preferente atención del gobierno
en su lucha contra el narcotráfico a los sectores central y occidental
del país. El dinero negro se ha invertido en enormes centros co-
merciales, polígonos de viviendas de lujo etc.
Bajo el gobierno de Betancur todos estos grupos se afianzan como núcleos
de poder capaces de desafiar al propio Estado y con más capacidad para
generar violencia, como se verá en los años siguientes, que cualquier grupo
guerrillero e incluso, en estos años, que todos juntos. Sin embargo los emba-
tes contra el Estado no vendrán, en este momento, del narcotráfico sino de la
guerrilla y, singularmente, del M19.
Los líderes de esta agrupación habían interpretado como un gran éxito
106
Sobre la saga de los hermanos Orejuela ver Camilo Chaparro: Historia del cártel de Cali. El ajedrecista
mueve sus ficha. Ed. Intermedio, Bogotá, 2005
107
F. Rincón; Leyenda y verdad de El Mexicano. Aquí y Ahora Editores, Bogotá, 1990
100
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108
Recogido por Ricardo Sánchez en: Crítica y alternativa. Las izquierdas en Colombia. Ed. La Rosa Roja,
Bogotá, 2001
109
Aunque no hubiera una relación directa con el grupo de narcos denominado “Los Extraditables” entre los
101
LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
que figuraba Pablo Escobar, hay dos hechos ciertos. El primero fue que el M19 hizo público un comunicado
manifestando su oposición a la extradición a Estados Unidos de los mafiosos colombianos por razones de
alegado patriotismo, y el segundo que el Archivo del Consejo de Estado en el que había documentación
relacionada con el tratado de extradición fue de los primeros que ardió una vez que el M19 entró en la
sede de la Corte Suprema si bien no se ha podido demostrar que fueran los guerrilleros quienes le pusieron
intencionadamente fuego. Por lo demás varios líderes del M19 (Iván Mariano Ospina y Antonio Navarro
entre otros), confesaron que el grupo tenía un pacto de no agresión con Pablo Escobar.
110
Plazas Vega participó muy activamente en la acción del Palacio de Justicia pues fue el comandante de los
vehículos blindados que rodearon y entraron en la sede de la Suprema Corte. Ver de su autoría El Palacio
de Justicia. Documento testimonial. Ed. Carrera 7ª, Bogotá, 2004. Otros trabajos de interés sobre el tema
son: Germán C. Hernández: La Justicia en llamas, Carlos Valencia Ed., Bogotá, 1986, Ana Carrigan: The
Palace of Justice: A Colombian Tragedy, Four Walls Eight Windows Ed. New York, 1993 y Ramón Jimé-
nez: Noche de lobos. Siglo XXI, Bogotá,1989
Declaraciones a Patricia Lara O. C. en Nota 93
111
112
El M19 siempre se declaró una guerrilla “pobre” por lo que había muchas dudas sobre como habían consegui-
do las armas que eran muy modernas (fusiles M16, Fal y Galil). Se ha sugerido que habían sido proporciona-
das por Escobar aunque la versión oficial de los supervivientes del grupo es de que se trataba de un regalo de
la guerrilla salvadoreña.
102
Carlos Sixirei Paredes
En realidad estallaron cuatro incendios en sitios distintos algunos provocados y alguno, al parecer, accidental.
113
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
Humeaban las ruinas del Palacio cuando un volcán, el Nevado del Ruiz,
entraba en erupción provocando 30.000 muertos en la mayor catástrofe natu-
ral de la historia de Colombia. El país entero, salvo los cárteles mafiosos, pa-
recía precipitarse irremediablemente por el abismo de la autodestrucción115.
En las elecciones de 1986 triunfó el liberal Virgilio Barco quien obtuvo
4.214.510 votos, casi el doble que su oponente Álvaro Hurtado. El nuevo ga-
binete quedó integrado exclusivamente por liberales con excepción del mi-
litar nombrado Ministro de Defensa. Era la primera vez, desde 1945 que los
conservadores, en alguna de sus múltiples fracciones, no formaban parte del
gobierno.
La etapa Barco representa un momento culminante de la guerra sucia
protagonizada por los narcotraficantes y los grupos paramilitares de extre-
ma derecha, los primeros con la intención de poner de rodillas al país entero
y convertir al gobierno en un mero organismo ejecutante de sus deseos, los
segundos con el objetivo de arrasar a las organizaciones de izquierda que tu-
vieran alguna posibilidad de ganar unas elecciones. Detrás de esta violencia
indiscriminada que hizo revivir los años más trágicos de la Historia colom-
biana estaba el cártel de Medellín encabezado por Pablo Escobar.
Pablo Emilio Escobar Rivilla nació el 2 de diciembre de 1949116 en la ha-
cienda Fátima, municipio de Rionegro, departamento de Antioquia, de la
que su padre Abel era cuidador. Fue un estudiante mediocre. A los 19 años
inició sus negocios consistentes en robar lápidas funerarias y venderlas a
contrabandistas procedentes de Panamá a cambio de tabaco, electrodomés-
ticos y ropa norteamericana. Pronto montó un negocio de importación ilegal
de repuestos de bicicletas en Medellín. Todo esto suponía transferir mercan-
cía a largas distancias lo que le permitió adquirir desde muy joven una consi-
derable experiencia de cómo movilizar grandes bultos entre zonas alejadas.
A los 22 años participa en el secuestro de un famoso hacendado antioqueño,
que sería asesinado por sus secuestradores. Esta acción, de la que no quedan
huellas de su paso, le dio cancha para codearse con la élite del crimen de
Medellín. En el negocio de la droga entró de lleno en 1975 acumulando rápi-
damente una fortuna que fue invirtiendo en bienes raíces e inmuebles. Es en-
tonces cuando diseña el envío directo de cocaína desde Colombia a Miami,
Nueva York y Los Ángeles en vez de venderla a intermediarios en Bogotá o
Un largo relato de esta tragedia con numerosas fotografías es el libro de Javier Darío Restrepo: Avalancha
115
sobre Armero: Crónicas, reportajes y documentos de una imprevisión trágica. Ed. Ancora, Bogotá, 1986.
Según otros autores nació el 1 de ese mes. Ver Luis Cañón: El Patrón: Vida y muerte de Pablo Escobar. Ed.
116
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Carlos Sixirei Paredes
Solo en Estados Unidos la Home National Inquiry realizada en 1974 reconocía que cinco millones y medio
117
de ciudadanos de ese país afirmaban haber consumido cocaína al menos una vez en su vida.
Además de los colombianos, en Miami estaban en el negocio dominicanos y cubanos, en Nueva York los
118
puertorriqueños y en California los mexicanos y los centroamericanos. Pero también había grupos de otras
procedencias como venezolanos, jamaicanos, bolivianos, peruanos, ecuatorianos, argentinos y paraguayos.
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LA VIOLENCIA EN COLOMBIA (1990-2002) ANTECEDENTES Y DESARROLLO HISTÓRICO
droga iba siendo, en parte, mezclada con otros aditivos119 para incrementar
el volumen hasta el punto que un kilo llegado a Estados Unidos de cocaína
en estado puro se había convertido en dos kilos y medio cuando llegaba a la
calle. El dinero de las transacciones era depositado por Carlos Lehder, quien
actuaba de intermediario financiero además de narcotraficante e intérprete
para otros traficantes, en cuentas abiertas en bancos de las Bahamas. Esco-
bar prefería transferir este dinero a nombre de su mujer y sus hermanos a
cuentas domiciliadas en Panamá. Para controlar la distribución mayorista
de la droga en Estados Unidos, los narcotraficantes colombianos debieron
eliminar competidores. Las llamadas “guerras de la cocaína”, que tuvieron
como marco Miami y alcanzaron su punto álgido en 1981, produjeron, solo
en el sur de Florida, 101 muertos. Las bandas distribuidoras cubano-norte-
americanas fueron exterminadas ocupando su lugar los colombianos quie-
nes, además, se hicieron con los servicios de múltiples informantes cubanos
que tenían lazos con la CIA y la DEA lo que disminuyó considerablemente
los riesgos de ser desmantelados, al menos mientras las agencias norteame-
ricanas no descubrieron a los responsables de las periódicas filtraciones que
se producían en beneficio de los traficantes de Colombia. Todo ello permitió,
según reconocía la DEA, la penetración creciente de cocaína en el mercado
colombiano que pasó de 17 t. en 1976 a 45 en 1982.
En 1979 Escobar participaba en competiciones de automovilismo, a las
que era muy aficionado (especialmente por la ocasión que le daban para con-
ducir autos muy caros de gran cilindrada y marcas exclusivas). Una revista
especializada en el tema lo entrevistó en aquella época. Después de definirse
como hombre afortunado, se declaró defensor de los derechos humanos y
opuesto a cualquier dictadura además de amigo de sus amigos. Faltó por
añadir que también era enemigo de sus enemigos como no tardaría en de-
mostrarse. En efecto, mientras Escobar retomaba sus estudios, sus sicarios
ajustaban cuentas con todos los que podían representar algún obstáculo. En
1981 era asesinado de tres disparos Carlos Gustavo Monroy Arenas, jefe del
DAS de Antioquia y responsable por la detención del narco años antes. Poco
después, y como consecuencia del secuestro por parte del M19 de una her-
mana de los Ochoa, nacía el MAS (Muerte a Secuestradores). Escobar estaba
entre sus fundadores. En breve tiempo aparecían muertos los primeros sos-
pechosos de vínculos con la guerrilla. El grupo de narcotraficantes justifica-
ba, incluso públicamente, sus acciones en base a que se estaba atacando al
sector (ellos) que generaba más riqueza para el país, aunque el país se ente-
raba poco de esta riqueza. El MAS evolucionó muy pronto a peligroso grupo
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La escandalosa colaboración de algunos sacerdotes y jerarcas de la iglesia colombiana con los narcotrafican-
tes (prefiero no hablar de narcotráfico, aunque también se podría) llenó de confusión a buena parte del clero
y produjo en su seno una honda división a la que no fue ajena el propio episcopado. Mientras que el obispo
de Pereira y futuro cardenal Prefecto para la Congregación del Clero, Darío Castrillón, justificaba aceptar
dinero procedente del narcotráfico para sufragar obras de caridad con el argumento de que se dedicaba al
bien común y por lo tanto no debía suscitar problemas de conciencia (declaraciones al diario EL HERALDO,
27-VII-84), el Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, Arzobispo Hernán Rueda, condenaba
tajantemente esta actitud con el argumento de que el fin nunca puede justificar los medios (Declaraciones a
EL COLOMBIANO,28-VII-84). Sobre esta cuestión se puede ver Ricardo Arias: O.C. en Nota 17
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Al parecer Escobar iba como acompañante del político Alberto Santofimio en cuyo grupo militaba después
de haber sido expulsado de la organización que lideraba Galán. Santofimio era amigo del empresario espa-
ñol Sarasola quien, a su vez, lo era de Felipe González.. V.: Luis Cañón: O.C. en Nota 115. Otros contactos
internacionales eran Fidel Castro a través de su hermano Raúl, cuyo hijo viajaba a Medellín con sospechosa
frecuencia, y el General Noriega de Panamá. Cfr.: Alonso Salazar: La parábola de Pablo. Auge y caída de
un gran capo del narcotráfico. Ed.Planeta, Bogotá, 2001.
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O.C. en Nota 115.
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Utilizaba el nombre de Pedro Pablo Caballero Carrera, nacido el 7 de septiembre de 1953 en la provincia
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de Chiriquí.
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Si nos atenemos a los muy variados sectores que se beneficiaban de su dinero, no le faltaba razón.
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El bazuko es una droga que comenzó a fabricarse en 1980 cuando los técnicos que obtenían la cocaína
se dieron cuenta de que los residuos de la cristalización de la coca podían ser utilizados. Desde 1985 este
subproducto, que ya circulaba en el mercado colombiano, se vendía adulterado al añadírsele otras sustan-
cias utilizadas como excipientes y que iban desde jarabes hasta harina o polvo de ladrillo. El bazuko se
fuma y crea dependencia desde la primera toma. Entre sus efectos cabe destacar el estado de ansiedad y
alucinaciones. Este estado recibe, en el argot de las calles de Medellín y Bogotá, el término de “panikeo”.
Se dice que una persona “panikeó” o que se “está panikeando” cuando la consume. El bazuko recibe otros
nombres como zuco, banano o pecoso utilizados en diversos lugares de Colombia.
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V. Alonso Salazar, O.C. en Nota 120
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Michelsen se autodefinió en este proceso como mero buzón de las propuestas de Escobar.V. Alfonso López
Michelsen: Palabras pendientes. Conversaciones con Enrique Santos Calderón. Ed. El Ancora. Bogotá,
2001
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Ninguno de los dos fue extraditado a Estados Unidos por decisión del tribunal que los juzgó. Sus abogados
fueron Joan Garcés, Joaquín Ruiz Giménez y Miguel Bajo Fernández. El prestigio de estos letrados como
defensores creció enormemente entre los mafiosos colombianos.
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No amenazaban en balde.
Ningún juez de Colombia se atrevió a firmar la extradición y Ochoa salió
libre. Entretanto la prensa norteamericana presentaba a Colombia como el
santuario natural del terrorismo, la delincuencia y el narcotráfico. El contra-
ataque de Washington no se hizo esperar. Aprovechando un viejo tratado
internacional firmado, entre otros por Colombia, en 1934, pasó a reclamar a
los Ochoa, a Escobar y a Rodríguez Gacha.
Pero Escobar se estaba ganando peligrosos enemigos en el interior y pro-
cedentes de su propio campo. El cártel de Cali, que se mantenía en un discre-
to segundo plano y no quería involucrarse en los planes belicistas del cártel
de Medellín, organizó un primer atentado contra el Patrón. El 13 de enero
de 1988 un coche bomba explotó ante el Edificio Mónaco de la capital antio-
queña en el que se suponía que estaba Escobar. Salió ileso junto a su familia.
Inicialmente se culpó a la DEA del ataque pero Escobar sabía muy bien que
el cerebro inspirador estaba en otro lado. Sin embargo este aviso no impidió
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El comunicado aparecía el día 23 en toda la prensa colombiana.
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Era el coronel Lino Correal, del Servicio de Inteligencia de la IV Brigada del Ejército.
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Las FARC percibieron 500.000 US$ por la operación. El grupo guerrillero tenía intereses comunes con los
narcos de la zona del Putumayo pues recibían jugosos beneficios por vigilar las plantaciones de coca. Esa
actividad ha llevado a las FARC a enfrentase con las comunidades indígenas opuestas a que en sus territo-
rios se cultivara coca. Varios dirigentes indios han sido asesinados por el grupo guerrillero. En 2004 en la
zona del Chocó obligaron a los indígenas a aceptar, bajo amenazas de muerte, la instalación de laboratorios
volantes que producen una terrible contaminación en los ríos de la vertiente del Pacífico. Además de los
intereses comunes, la liberación de Escobar obligaba al Ejército a emplear nuevos medios en su captura con
lo que disminuía la presión militar contra los frentes guerrilleros. Aún se debe añadir que éstos gozaban y
gozan de una considerable autonomía por lo que en un lugar de Colombia se puede establecer una guerra a
muerte con los narcos y en otro una cordial colaboración.
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En Alonso Salazar: Profeta en el desierto. Vida y muerte de Luis Carlos Galán. Ed. Planeta, Bogotá, 2003
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Una de las cosas que más convencieron a Galán de la inevitabilidad de su muerte a manos de asesinos fue
la escasa solidaridad mostrada por los partidos políticos tradicionales ante los frustrados atentados que se
habían sucedido contra su persona y la despreocupación del propio gobierno.
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El operativo del asesinato fue diseñado por especialistas hasta el más mínimo detalle. En él participaron
tres escuadrones de sicarios muy bien entrenados y divididos en seis comandos de cinco miembros cada
uno. Uno de ellos, con un integrante debajo de la tarima desde la que hablaría Galán, perpetraría el crimen.
El segundo conformaba la retaguardia y debía responder con fuego contra escoltas y policías si éstos re-
accionaban. Al tercero le correspondía vigilar la fuga atacando a quien la obstaculizara. El cuarto coman-
do, mezclado entre los asistentes, dispararía al aire para crear caos. El quinto tenía la misión de matar a
cualquier sicario que fuera detenido por la policía. El último haría salir a los comandos por alguna de las
diversas rutas de escape diseñadas. Toda la operación fue supervisada y aprobada por Escobar y Rodríguez
Gacha. Ver Luis Cañón, O. C. en Nota 115
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La conversación está reproducida en la obra de Alonso Salazar citado en Nota 130. En un momento del
diálogo, cuando Náder le propone a Escobar que le dé un toque al senador Santofimio, su aliado político,
el narco le responde: Yo a los de la Cámara (Alta) los trabajo fácil, hermano”. No mucho después, en otra
conversación con Escobar, Náder calificaría a Galán de “hijueputa” confirmando que los narcos habían
atentado contra el candidato liberal no solo por propia iniciativa sino a petición de determinados sectores
políticos que veían peligrar sus privilegios. El principal inductor fue el ex ministro Alberto Santofimio, exi-
mio representante del liberalismo más corrupto. Al parecer Santofimio abrigaba la esperanza de candida-
tarse a la Presidencia de la República por su partido y Galán representaba un obstáculo insuperable. Según
declaraciones posteriores del jefe de sicarios de Escobar, John Jairo Vázquez, alias Popeye, Santofimio le
dijo en Medellín a Escobar durante uno de sus numerosos encuentros y refiriéndose a Galán: “Pablo, má-
talo” (EL PAÍS, Madrid, 23-XII-05). El hecho sería confirmado por Virginia Vallejo, popular presentadora
de la televisión colombiana y amante sucesiva de Pablo Escobar y de Gilberto Rodríguez Orejuela. Según
la Sra. Vallejo, Santofimio le dijo a Escobar:”Si eliminas a Galán, al otro día tenemos al país de rodillas”
También afirma que le oyó a Santofimio pedir la muerte del ministro Rodrigo Lara Bonilla (EL PAÍS, Ma-
drid, 30-VII-06) Una vez más en Colombia se confirmaba que los asesinatos políticos no se programaban
desde las afueras del poder sino desde dentro del propio poder por aquellos que temían perderlo.
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Escobar actuaba con la doble estrategia del palo y la zanahoria. Al mismo tiempo que muchos diputados
andaban por los pasillos del Congreso con los bolsillos atestados de dólares (en los propios pasillos se en-
tregaban los abultados sobres a la vista de todos), los miembros de las mesas de las Cámaras eran llamados
personalmente por los capos para amenazarles con matar a toda su familia si el artículo no se aprobaba. Un
ministro del gobierno advertía a la bancada liberal de que había indicios de que un coche cargado con 500
kilos de explosivos iba a destrozar el Congreso si no salía adelante el texto de los corruptos.
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Fernando Vallejo: El fuego secreto. Alfaguara, Bogotá, 2004
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