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Las palabras contra las bombas.

Encuentro con Harold Pinter.

 Por Bárbara Colio

Ensayo 2001.

 Como escritora residente en Londres, junto con un grupo de veinte dramaturgos


de distintas nacionalidades, realizamos un laboratorio experimental en torno a la
obra Mountain Language de Harold Pinterbajo la guía del director británico Ian
Rickson. Del trabajo dramatúrgico de Pinter, se cita con frecuencia su
extraordinaria habilidad para  usar “la palabra exacta”. Con el fin de explorar que
tan exacta puede ser una palabra dentro de un texto dramático en proporción a su
sonoridad y al ritmo gramático, Rickson nos propuso decir en voz alta cada escena
de dicha obra repetidas veces, pidiéndonos tan sólo que dijéramos las palabras y no
las actuáramos.

 Esto nos resultó particularmente difícil, ya que el inglés no era la lengua materna
de ninguno de nosotros, lo que automáticamente hacía que nuestra voz actuara las
inflexiones de nuestro mejor inglés posible. Después de dos horas de fútiles
intentos, el invitado yugoslavo rompió con el ritual que nos estaba llevando a la
parodia infinita del texto y dijo: “Esa no es la palabra exacta, estoy seguro que fue
la primera que se le ocurrió a Pinter. Y les diré algo, en mi idioma esa no es la
palabra exacta” Dió en el clavo. Una palabra no puede ser la exacta en todos los
idiomas.

 Para poner lo anterior a prueba, decidimos escoger a los decidores del texto
escogiendo la escena tres para tal experimento: “Voces en la oscuridad”. Cada uno
diría el texto en su propio lenguaje. El chico finlandés para la Voz de Hombre, la
holandesa para La Voz de Mujer, y la húngara para hacer el Sargento, la cual dijo
que para ponerla más difícil, hablaría en el lenguaje nativo de su madre (a mí me
daba lo mismo, ya que de por sí el húngaro oficial me es por demás
incomprensible) La escena tres, trata sobre el momento en que la Mujer joven
encuentra a su marido un segundo antes de su ejecución en medio de la oscuridad.
Las únicas indicaciones eran el posicionarse físicamente según las distancias que
marcaba la acotación del texto y como antes, evitar al máximo gestos o
interpretaciones. Sólo decir.

 La escena terminó tras un perturbador silencio. No entendimos ni una palabra.


Escuchamos sonidos extraños, alienígenas, inflexiones de voces desconocidas,
carraspeos -sus voces sonaban muy diferente a cuando hablaban en inglés-. Fue
hasta entonces que nos fue posible desprendernos del fantasma omnipresente de
Pinter, del teatro inglés, y de todo análisis hermenéutico; sólo así, sentimos la
historia. No atinamos a ninguna reflexión inteligente, ocurrió que nos enamoramos
del lenguaje finlandés, nos dolió el holandés y odiamos la lengua húngara, por
nuestro más puro instinto de escuchar, de guiarnos por el sonido de las emociones
disfrazadas de palabras. Bajo la luz (y ecléctica musicalidad) de este hallazgo,
¿podrían entonces considerarse estas palabras, sobreviviendo a cualquier
traducción, exactas?

 La experiencia nos abrió un campo infinito de posibilidades en la indagación


dramatúrgica.

 Peter Brook apuntaba que tras haber trabajado por años con textos de
Shakespeare, se podía comprobar que muchas de las representaciones más
exitosas del autor, han tenido lugar –paradójicamente- allí donde la gente entendía
menos el lenguaje inglés. (Recuerdo que la más conmovedora función de Romeo y
Julieta que he visto, fue en portugués) Esto no significa desconocer el tremendo
poder y riqueza del lenguaje, pero sí sugiere cuantas otras señales se emiten y se
perciben simultáneamente en determinadas circunstancias como producto del
mismo.

 Incluso Brook, dejó Stradford en los setentas y fundó en París el Centro de


Investigación Teatral donde con un grupo de 30 personas y una alfombra, partieron
a África en un viaje experimental y de investigación. Al iniciar su primera función
allá, no tenían la menor idea de que podían comunicar y que no. El idioma era el
obstáculo principal. Incluso la misma compañía utilizaba formas subsidiarias del
lenguaje inglés entre ellos. Pero sabían que tenían que crear algún tipo de relación
con el público de manera tal que lo que se generara, fuera compartido a través de
un lenguaje común. Y lo lograron. Por más de dos décadas.

 Aunque Lenguaje de la montaña pudiera ser considerada como una pieza que
versa únicamente sobre el conflicto que nace de la rivalidad social entre un
lenguaje oficial y otro que no lo es dentro de una misma comunidad, sus alcances –
si nos permitimos encontrarlos- son todavía mayores que esos. En esa prisión
militar donde se desarrolla la acción, las mujeres que tienen más de ocho horas
esperando de pie, bajo la nieve, bajo el acoso de los perros guardianes, tienen
estrictamente -prohibido, prohibido, prohibido- hablar su propio lenguaje con los
prisioneros: sus maridos, sus hijos, sus hombres.

 - El que lo haga, será severamente castigado. Ustedes sólo pueden hablar el
lenguaje de la capital.

 Obviamente el momento en que una de esas mujeres se atreve a hablar, es


altamente crítico. Y llega pronto, en la escena dos, en el cuarto de visita, la Mujer
mayor dice:

  - I have bread.

 Dice en un perfecto y sensato inglés. Se esperaría que hablara distinto, entonces


¿Por qué el autor no utilizó otro léxico que contrastara? O  ¿Por qué no inventó un
gromeló que evidenciara la diferencia entre los idiomas y nos justificara el porqué
de esa prohibición tan extrema en su historia por parte de los militares?

  -I have apples

 Dice la Mujer mayor en su segunda línea y recibe de nuevo un fuerte golpe por su
desobediencia. El Sargento grita entonces:

 -Forbidden! Forbidden forbidden forbiden! Jesús Christ! (to the Prisioner) Does she
understand what I´m saying?

 “No” Contesta el prisionero. ¡Pero todos en el texto hablan el mismo lenguaje! ¿Por
qué no habrían de entenderse? El texto no indica ni siquiera una entonación
distinta, como sucedería con un neoleonés o un veracruzano en el español, o un
madrileño y un andaluz en el castellano, o un sandieguino y un neoyoquino en el
inglés, donde podría existir un margen de incomprensión aun cuando se trata del
mismo idioma.  En un texto de apenas 9 cuartillas, el autor logra de manera
sorprenderte crear ese estatus de conflicto y tensión dramática tan sólo con la
disociación entre lo que se lee y el contexto de lo que se lee. 

 Crear ese rompimiento de toda lógica, entender apenas un cierto orden en la


historia cuando ya existe otro, donde el lector, como el personaje, no tiene el
tiempo suficiente para adaptarse, y recibe “golpes bajos” en sus intentos de
entendimiento del texto y de la acción; nos hace encontrar, en una revaloración de
la historia, que mas allá de un conflicto entre lenguajes, este texto se centra en los
principios básicos de la tortura. Una tortura que sutilmente el autor pasa al lector y
a su ceñir de cejas al no entender del todo lo que se le quiere contar.

 El principio de la tortura, no física, si no la del uso del poder sobre el débil
privándolo de sus más básicas necesidades de expresión. El poder que tiene el que 
altera  constantemente las reglas de la lógica en el juego de la supervivencia, antes
que el débil pueda siquiera adaptarse y sobrevivir a ellas.

 -Every dog has a name! (...) Before they bite, they state their name. It´ s the
formal procedure (...) If you tell me one of our dogs bit this woman without giving
his name I will have that dog shot!

 Si el procedimiento oficial indica que cada perro debe decir su nombre antes de
morder a  cualquier persona, ¿cómo es que puedes exponer una queja si no sabes
el nombre del perro que te mordió? Definitivamente es culpa tuya el no tomar nota
si el dobermann, antes de saltar sobre ti, no dijo su nombre. (¿?)

  Por más absurdo que esto parezca, es una regla lógica –sin fisuras- que funciona
en el universo creado por el que tiene el poder, en este caso, el Militar sobre la
Mujer que silenciosamente se queja de la mordedura de un perro. Los necesitados
en este caso, saben que es inútil la exposición de la lógica y el sentido común,
sencillamente porque el sentido de la vida ahí no es común, sino unilateral al que
posee las armas y las llaves de las celdas. Aun cuando intenten adaptarse a cada
cambio, los cambios son mas rápidos que su entendimiento, y estos siguen hasta
hacerlos reventar y autodestruirse, una tortura que no necesita de golpes ni
mutilaciones, ni siquiera mancharse las manos, sólo, de simples estrategias de
cambio: Por ejemplo, después que el Prisionero ha sido castigado frente a su madre
(la Mujer mayor) dado que ésta habló en su propio lenguaje, los militares cambian
de opinión y la dejan hacerlo. La obligan a hacerlo.

-Dígale que ya puede hablar en su propio lenguaje (...)  hasta nuevo aviso.

Pero ella ha quedado enmudecida ante el terror, no emite sonido alguno, no puede,
el Prisionero intenta hacerla hablar de nuevo, hacerla entender ese nuevo orden
para no recibir otro golpe, pero no lo logra y exhausto, desfallece a sus pies.

-Look at this. You go out of your way to give them a helping hand and they fuck it
up.

            “Mira esto, cambias de parecer para echarles una mano y ellos lo echan a
perder”.


Al poco tiempo tuvimos, en esa misma sala donde las palabras exactas resonaron
en más de cuatro idiomas, al propio Pinter frente a nosotros. Tarde que temprano,
la pregunta inevitable saltó en la charla. ¿A qué se debe que en Lenguaje de
Montaña  utilice el mismo tipo de inglés, a pesar de que se indica una fuerte
diferenciación de lenguaje? Pinter, sin quitarse los lentes oscuros con los que llegó,
dijo:

“Lenguaje de la montaña es una excepción, es algo muy inusual en mi trabajo, de


hecho está inspirada en la situación de los curdos en Turquía. Ellos han sido
perseguidos por el gobierno establecido, el gobierno militar y han sido infelices por
años. Son cientos que no pueden hablar su propio lenguaje ni en sus escuelas, ni
en su trabajo, ni en lugares públicos. Pero eso no es lo más importante. Ellos
quieren hablar su lenguaje con el fin de de mantener su dignidad y la integridad de
su raza. (...) pero yo no busco escribir una obra que hable simplemente de la
situación de los curdos. Tampoco esta es una obra que hable simplemente del
lenguaje o de la represión del diálogo”

Como en sus propios textos, Pinter no nos dio una respuesta definitiva -como buen
mago no cuenta el truco- pero había dicho cosas ciertas. Tampoco supimos
exactamente de que se trataba la obra según su punto de vista, pero nos abrió
nuevas expectativas. No dijo la verdad, pero fue muy sincero.

En México podría contarse lo mismo. Las lenguas indígenas son consideradas


primitivas e innecesarias de comprender aunque existan miles de mexicanos que no
hablan español. Ahí está el caso del indígena asesino confeso, que aceptó haber
matado a su abuelo y por ello ganar la cadena perpetua. Y sin embargo, a tan mal
hombre, todos los días de visita iba un señor algo mayor y muy amable a llevarle
comida caliente. Hablaban entre ellos, en su lengua. Ese señor era su abuelo. El
indígena nunca entendió bien de que se le había acusado, no hablaba español.

Como en Lenguaje de la montaña, existe la imposibilidad de comunicarse con la


oficialidad del lenguaje del gobierno mexicano que a pesar de los años de lucha
sigue imponiendo su poder sobre el lenguaje del derecho indígena. El Congreso
cambia el orden de las cosas cada vez, en cada acuerdo -con la misma táctica que
utilizan los militares del texto de Pinter- entorpeciendo la comunicación.

En septiembre del 2001, en el suplemento Massiosare del periódico La Jornada, se


publicó el texto al que Harold Pinter dio lectura mientras recibía el doctorado
Honoris Causa de la Universidad de Florencia, el 10 de septiembre, un día antes de
los atentados terroristas en E.U. dicho texto era altamente crítico sobre las acciones
de la OTAN en Serbia y otras manifestaciones de la política exterior estadounidense
y en el cual citó para cerrar su discurso:

“Creo que una inspiración central de esta fuerza [la repulsión al capitalismo global]
han sido las acciones y la postura filosófica de los zapatistas en México. Ellos dicen:
“No traten de definirnos. Nosotros nos definimos. No seremos lo que ustedes
quieran que seamos. No aceptaremos el destino que han escogido para nosotros.
No aceptaremos sus términos. No acataremos sus reglas. La única manera de
eliminarnos es destruyéndonos y no nos pueden destruir. Somos libres.”

Después de los atentados en Nueva York y de las duras palabras de Pinter en su


discurso sobre la política estadounidense; Augusto Marinelli, rector de la
Universidad de Florencia se lamentó públicamente, con tintes de arrepentimiento,
de haber homenajeado a Pinter que ante la luz de cuanto había sucedido, su
discurso antes aplaudido dejaba un sabor terrible y grotesco. Curioso, las palabras
exactas dejaron de serlo de un día a otro para el mismo escritor. Ante las
lamentaciones de Marinelli, Pinter sólo respondió, “No estaba aventando bombas,
estaba usando palabras”

   

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