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CELEBRAR LA PASCUA EN FAMILIA

UNA GRAN OPORTUNIDAD: Vivir un encuentro entre padres e hijos en oración entorno a la Palabra de Dios y
compartir el taller de las preguntas de la Pascua de forma dinámica e ilustrativa. Es un espacio para suscitar una
catequesis familiar con los niños, jóvenes y adultos como Iglesia doméstica, el hogar, cuna de la vida y escuela
de la fe y del amor. Es importante preparar bien este momento, trabajar con signos para ampliar la comprensión
del tema. Recordemos que los padres son los primeros educadores y evangelizadores de sus hijos, por ello son
los primeros responsables en transmitir y hacer crecer la fe que les compartieron al bautizarles en Cristo.
Recursos: La Biblia, un cirio encendido, un pan, jugo o vino de uva, la imagen de un cordero, anexo sobre el
sentido de estos símbolos. Preparar el encuentro con oración y estudio para saber guiarlo como líderes de casa,
responder a las inquietudes y así animar el encuentro de oración.

GUÍA PARA LA CELEBRACIÓN ÚNICA DE LA PASCUA FAMILIAR: aproximadamente 50 minutos.


1. Canto de ambientación. Saludo y signación.
2. Invocación al Espíritu Santo.
3. Oración de perdón. – canto.
4. Anuncio del Shemá. (lectura del evangelio de Mc. 12, 18-24 o el canto ya sugerido).
5. Palabra de Dios: lectura orante y espiritual de la Sagrada Escritura. En el intermedio de lecturas un Salmo
(Alabanza, oración, suplica, etc.).
SALMO 15 (14)
¿Quién habitará en tu monte santo?
Señor, ¿quién se hospedará en tu Carpa?,
¿quién habitará en tu santa Montaña?
El que procede rectamente
y practica la justicia;
el que dice la verdad de corazón
y no calumnia con su lengua.
El que no hace mal a su prójimo
ni agravia a su vecino,
el que no estima a quien Dios reprueba
y honra a los que temen al Señor.
El que no se retracta de lo que juró,
aunque salga perjudicado;
el que no presta su dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que procede así, nunca vacilará.
(Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo)

6. Ecos de la Palabra donde se pasa – se comunica la Fe.


7. Oraciones de petición e intercesión.
8. Oración de acción de gracias. – canto.
9. Oración del Padre Nuestro.
10. Gesto de paz.
11. Oración a la Virgen Madre María.
12. Bendición y envió misionero. Compartir como Iglesia doméstica (mesa de la casa) – canto.

TALLER: LAS PREGUNTAS DE LA PASCUA

Diálogo sobre la Primera Pascua EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.


Era lo que los niños israelitas preguntan a sus padres sobre el Seder (orden) de la pascua judía y así se iniciaba
la experiencia de transmitirles la Fe en Dios salvador y liberador. Bases bíblicas:
 Éxodo 12, 1 -14, Narra la Pascua de libertad de Israel (signo del Cordero sacrificado y compartido).
 Deuteronomio 6, 1 - 25 Hacer memoria del éxodo.

1. ¿Por qué es diferente esta noche de las demás noches?


2. Las otras noches comemos jamétz (pan con levadura) o matzá (pan sin levadura), ¿por qué esta noche
solo comemos matzá?
3. Las otras noches comemos cualquier verdura, ¿por qué esta noche comemos solamente hierbas
amargas?
4. Mientras que en todas las noches no tenemos que sazonar (mojar) los alimentos ni tan siquiera una vez,
¿por qué esta noche lo hacemos dos veces?
5. ¿Todas las noches comemos sentados o reclinado s, por qué esta noche todos lo hacemos reclinados?

En el NUEVO TESTAMENTO, estas son las preguntas que los niños cristianos pueden hacer a sus padres sobre
la nueva y definitiva Pascua de Jesús que celebramos. Así se inicia la experiencia de la transmisión de la Fe en la
alianza sellada por Jesús. Se da en un diálogo que recoge el sentido de los días santos, en especial sobre la noche
del sábado Santo de la Vigilia Pascual, la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Bases bíblicas:
 En el Evangelio Jesús retoma el Shemá. Mc. 12, 28 -34
 El apóstol Pablo recuenta nuestro memorial de salvación en la Primera carta a los Corintios 11, 23 – 26.

Ver video: SHEMÁ ISRAEL. “Escucha Israel”. Camino neocatecumenal. Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=coii9xvak44
1. ¿Por qué esta noche es la más importante y diferente de todas
las noches del año y debemos estar despierto hasta tarde?
2. ¿Por qué hemos ayunado esperando esta noche, vigilando en
silencio y oración como en ninguna otra noche del año?
3. ¿Por qué comulgamos con pan ázimo (sin levadura) y vino de
uva en una Eucaristía que empieza a oscuras?
4. ¿Por qué nos vestimos con el mejor traje, y todo está
preparado convenientemente para un gran banquete?
5. ¿Por qué se proclama abundantemente la Palabra de Dios y se
renueva nuestras promesas Bautismales?
6. ¿Por qué hoy todo se prepara con luces en el altar, flores,
colores y cantos alegres para celebrar la Pascua?

Canto de oración elegido según el tema: adoración, acción de


gracias, alabanza, comunidad, sentido de Iglesia y vida cristiana.
Iglesia peregrina, sois la semilla, Iglesia soy, aquí está el
cordero, etc.
Seguir con los otros pasos sugeridos para este encuentro.

EJEMPLO DE EJERCICIO ESPIRITUAL


TRANSMISIÓN DE LA FE PASCUAL EN EL HOGAR.

GUÍA DE CELEBRACIÓN FAMILIAR: aproximadamente 50 minutos.


1. Canto de ambientación. Saludo y signación.
2. Invocación al Espíritu Santo.
3. Oración de perdón. – canto.
4. Anuncio del Shemá. (lectura del evangelio de Mc. 12, 18-24 o el canto ya
sugerido).
5. Palabra de Dios: lectura orante y espiritual de la Sagrada Escritura. En el
intermedio de lecturas el Salmo (Alabanza, oración, suplica, etc.).
6. Ecos de la Palabra donde se pasa – se comunica la Fe.
7. Oraciones de petición e intercesión.
8. Oración de acción de gracias. – canto.
9. Oración del Padre Nuestro.
10. Gesto de paz.
11. Oración a la Virgen Madre María.
12. Bendición y envió misionero. Compartir como Iglesia doméstica (mesa de
la casa) – canto.

A partir de este texto y otros del Antiguo de Testamento nos preguntamos ¿cómo podemos anunciar hoy a
Jesucristo salvador?, pues Él vino a dar plenitud a las esperanzas y promesas del pueblo de Dios.
Hacer la lectura de Génesis 22, 1-18 (sacrificio de Isaac hijo de Abraham) y los otros textos bíblicos que
están en concordancia con los seleccionados del Nuevo Testamento.
1 Después de estos sucesos, Dios puso a prueba a Abrahán.
Y le llamó: — ¡Abrahán! Éste respondió: — Aquí estoy.2
Entonces le dijo: —Toma a tu hijo, a tu único hijo, al que tú
amas, a Isaac, y vete a la región de Moría. Allí lo ofrecerás
en sacrificio, sobre un monte que yo te indicaré.
3 Muy de mañana Abrahán se levantó, ensilló a su asno, se

llevó consigo a dos siervos y a su hijo Isaac, cortó la leña del


sacrificio, se puso en camino y se dirigió al lugar que le había
dicho Dios. 4 Al tercer día, Abrahán alzó la vista y divisó el
lugar a lo lejos. 5 Entonces dijo Abrahán a sus siervos:
—Quédense aquí con el asno mientras el muchacho y yo
vamos hasta allí para adorar a Dios; luego volveremos con
ustedes.
6 Tomó Abrahán la leña del sacrificio y se la cargó a su hijo

Isaac, mientras él llevaba en la mano el fuego y el cuchillo; y


se pusieron en marcha los dos juntos. 7Isaac dijo a su padre
Abrahán: — ¡Padre!
Él respondió: —Sí, hijo mío.
Y el muchacho preguntó: —Aquí está el fuego y la leña, pero
¿dónde está el cordero para el sacrificio?
8 Respondió Abrahán:

—Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.


Caminando juntos 9 llegaron al lugar que Dios le había dicho; construyó allí Abrahán el altar y colocó la leña;
luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar encima de la leña. 10 Abrahán alargó la mano y empuñó el cuchillo
para inmolar a su hijo. 11 Pero entonces el ángel del Señor le llamó desde el cielo: — ¡Abrahán, Abrahán!
Él contestó: —Aquí estoy.
12 Y Dios le dijo:

—No extiendas tu mano hacia el muchacho ni le hagas nada, pues ahora he comprobado que temes a Dios y no
me has negado a tu hijo, a tu único hijo.
13 Abrahán levantó la vista y vio detrás un carnero enredado en la maleza por los cuernos. Fue Abrahán, tomó el

carnero y lo ofreció en sacrificio en vez de su hijo. 14Abrahán llamó a aquel lugar «El Señor provee», tal como se
dice hoy: «en la montaña del Señor provee».
15 El ángel del Señor llamó por segunda vez a

Abrahán desde el cielo 16 y le dijo: —Juro por mí


mismo, oráculo del Señor, que por haber hecho
una cosa así, y no haberme negado a tu hijo, a
tu único hijo, 17 te colmaré de bendiciones y
multiplicaré tu descendencia como las estrellas
del cielo y como la arena de las playas; y tu
descendencia se adueñará de las ciudades de
sus enemigos. 18 En tu descendencia serán
bendecidos todos los pueblos de la tierra porque
has obedecido mi voz. Palabra de Dios.
Isaías 53, 4-5
Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por
azotado, por herido de Dios y afligido. Más Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras
iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados.

Isaías 53, 11
Debido a la angustia de su alma, Él lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo,
justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos.

Ahora después de un silencio, un salmo o canto de


oración hacer las otras lecturas del N. T.

JUAN 19, 17 – 20.


Tomaron, pues, a Jesús, y El salió cargando su cruz al sitio llamado
el Lugar de la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota, donde le
crucificaron, y con El a otros dos, uno a cada lado y Jesús en
medio. Pilato también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y
estaba escrito: JESUS EL NAZARENO, EL REY DE LOS
JUDIOS. Entonces muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el
lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y
estaba escrita en hebreo, en latín y en griego.

Hechos 5, 30
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros habíais matado colgándole en una cruz.

Colosenses 2, 14
habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso,
y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz.

1 PEDRO 2, 23 - 25
“Y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino
que se encomendaba a aquel que juzga con justicia; y El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la
cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados. Pues
vosotros andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas.

A continuación se realizan los ecos de la Palabra


escuchada, es aquí en este diálogo movido por el
Espíritu donde se comunica la experiencia de fe en
Jesús, Dios con nosotros. No se trata de hacer
lecturas teológicas, o de libros (comentarios o los
pie de página de la biblia), sino compartir desde la
sencillez de lo que Dios habla al corazón de cada
persona, se escucha con respeto sin hacer
correcciones a los otros, pues no es el momento (no
es un clase de religión, ni de biblia), lo que se busca
es el iluminar las vivencias de cada día a la luz de la
Palabra de Dios y acoger la experiencia del hermano y la realidad del entorno como nuestra.
Los padres de familia o adultos en la fe, pueden tomar la iniciativa habiendo preparado el
encuentro, aunque también es muy saludable dejar que lo hijos, niños y jóvenes puedan dar
su eco primero y expresar preguntas que les suscita lo escuchado y que confrontan su vida en
el mundo, que luego se puedan responder e iluminar brevemente con la sabiduría que da la
gracia de Dios en su momento. En otro espacio y tiempo se puede aportar más a la formación
sobre las inquietudes de fe que se tienen en un espacio de catequesis familiar.

Después de este compartir de la Palabra, en esta ocasión se puede terminar esta reflexión
meditada con esta hermosa lectura sobre la salvación universal de Cristo.

De una antigua homilía sobre el grande y glorioso Sábado Santo


(Oficio de lectura, Liturgia de las horas).

Descenso del Señor a los infiernos – lugar de los muertos.


“¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio porque el Rey duerme.
«La tierra temió sobrecogida» porque Dios se durmió en la carne y ha despertado a los que dormían desde
antiguo. Dios en la carne ha muerto y el Abismo ha despertado.

Va a buscar a nuestro primer padre como si fuera la oveja perdida. Quiere absolutamente visitar «a los que
viven en tinieblas y en sombra de muerte». El, que es al mismo tiempo Hijo de Dios, hijo de Eva, va a librar de
su prisión y de sus dolores a Adán y a Eva.

El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo nuestro primer
padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: Mi Señor esté con todos. Y
Cristo, respondiendo, dice a Adán: Y con tu espíritu. Y tomándolo por la mano le añade: «Despierta tú que
duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz».

Yo soy tu Dios que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo: tengo el
poder de anunciar a los que están encadenados: Salid; y a los que se encuentran en las tinieblas: iluminaos; y a
los que dormís: levantaos.

A ti te mando: «despierta tú que duermes», pues no te creé para que permanezcas cautivo en el
Abismo; «levántate de entre los muertos», pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos;
levántate, imagen mía, creado a mi semejanza.
Levántate, salgamos de aquí porque tú en mí, y yo
en ti, formamos una sola e indivisible persona.

Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo, tu


Señor, he revestido tu condición servil; por ti yo,
que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he
bajado al Abismo; por ti me he hecho hombre,
«semejante a un inválido que tiene su cama entre
los muertos»; por ti que fuiste expulsado del
huerto he sido entregado a los judíos en el huerto,
y en el huerto he sido crucificado.

Contempla los salivazos de mi cara que he


soportado para devolverte tu primer aliento de
vida; contempla los golpes de mis mejillas que he
soportado para reformar de acuerdo con mi
imagen tu imagen deformada.

Contempla los azotes en mis espaldas que he


aceptado para aliviarte del peso de los pecados
que habían sido cargados sobre tu espalda.
Contempla los clavos que me han sujetado
fuertemente al madero; por ti los he aceptado, que
maliciosamente extendiste una mano al árbol.

Dormí en la cruz y la lanza atravesó mi costado por ti, que en el paraíso dormiste y de tu costado diste origen a
Eva. Mi costado ha curado el dolor del costado. Mi sueño te saca del sueño del Abismo. Mi lanza eliminó
aquella espada que te amenazaba en el paraíso.

Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono
celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era sino imagen del verdadero árbol; yo soy el
verdadero árbol, yo que soy la vida y que estoy unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilará;
ahora te concedo que el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.

El trono de los querubines está preparado, los portadores atentos y preparados, el tálamo construido, los
alimentos prestos, se han embellecido los eternos tabernáculos y las moradas, los tesoros abiertos y el reino
de los cielos que existe antes de los siglos está preparado”.

Oración
Padre Misericordioso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro: te
pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la
vida eterna. Por Cristo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén.
OTROS EJEMPLOS DE EJERCICIOS QUE SE PUEDEN REALIZAR CON LA PALABRA DIOS:
1. Génesis. 6, 9 – 7, 2 (Noé y el arca salvadora) y la primera Carta de San Pedro 3, 18 – 22. (La resurrección
de Cristo y el Bautismo).
2. Números. 21, 4 – 9 y Juan 3, 14 – 16 (como Moisés levantó la serpiente en el desierto).
3. Las diversas palabras en singular en los Evangelios pueden ser temáticas (símbolos) que se pueden
desarrollar a lo largo de toda la Sagrada Escritura (ej: casa, árbol, pan, vida, luz, camino, madero, cordero,
justicia, reino, rebaño, pastor, verdad, alas, entrañas, misericordia, etc.). Una línea guía de temas
también la ofrece un vocabulario bíblico teológico (León de Four), es bueno y fácil de encontrar en PDF
en internet. Sobre este tema realizaremos otro taller más a profundidad.
4. La lectura continua de la Sagrada Escritura según los ciclos litúrgicos de la Iglesia es muy fructífera, en
especial en aquella unidad entre el antiguo y nuevo testamento, aquí se puede desarrollar el estilo
BIBLICO-LITURGICA, LECTURA CREYENTE DE LA HISTORIA, que es una forma de sencilla de Lectio Divina
que se aplica e ilumina la vida cotidiana.
5. Otra ayuda de oración, revisión de vida y estudio del Evangelio está en proponer las preguntas claves
para la aproximación espiritual: ¿qué dice el texto?, ¿qué me dice Jesús? y ¿qué le digo a Jesús? – ¿qué
haría Jesús en mi lugar?

ANEXOS ARTICULOS.
Pascua Judía, Pascua Cristiana.
Hacia finales de marzo, millones de personas de todo el mundo han celebrado la fiesta de la pascua. Para los
judíos y los cristianos se trata de la fiesta religiosa más importante de su calendario litúrgico ya que configura la
vida misma de la fe. En el Antiguo Testamento tenemos los antecedentes más remotos de la pascua judía que
tantas veces celebró el mismo Jesús, mientras que en el Nuevo Testamento está el testimonio de la “nueva”
pascua instaurada por el Señor. Veamos los aspectos centrales de esta importante fiesta en los ámbitos propios
del judaísmo y del cristianismo primitivo.

La pascua judía.
Originalmente la pascua (pésaj) en el antiguo Israel era una fiesta agrícola (o pastoril) que ya existía en época
cananea, celebrada el día 14 del primer mes del año (‘Abib antes del destierro babilónico y Nisán después del
destierro) y que pone fin al tiempo del desierto al comer los frutos de la tierra y ya no el maná bajado del cielo.
Así lo narra el libro de Josué (Josué 5,10-11).
Posteriormente, se vincula esta fiesta con la cena del cordero y con la comida de los panes ázimos,
estableciéndose -estas dos fiestas juntas- como conmemoración del acontecimiento salvífico del paso por el
mar rojo, cuando Dios libera al pueblo de Israel de la esclavitud egipcia y lo conduce al desierto del Sinaí. En los
libros del Éxodo, Números y Deuteronomio tenemos las primeras alusiones a la fiesta (Ex. 12; Nm. 9; Dt. 16,1-
8). En la época de la monarquía hay registros de la celebración de la fiesta realizada por Salomón (1R. 9,25; 2Cr.
8,13) y en tiempo de la reforma de Josías se comienza a transformar en fiesta de peregrinación en Jerusalén
(2R. 23,21-23).
El judaísmo rabínico llegó a establecer normas muy precisas para la celebración de la pascua en el templo de
Jerusalén, enfatizando el sacrificio. Así lo expresa un texto llamado la Misná:
“El cordero pascual era sacrificado por tres grupos, como está escrito: lo inmolará toda asamblea de la
congregación de Israel: asamblea, congregación, Israel. Cuando entraba el primer grupo, se llenaba el atrio.
Cuando se cerraban las puertas del atrio, tocaban el sofar, luego la trompeta clamorosamente y luego de nuevo
el sofar. Los sacerdotes estaban en pie formando dos filas y teniendo en sus manos vasos de plata y de oro. Una
fila tenía todos los vasos de plata y la otra todos de oro. No estaban mezclados. Los vasos no disponían de base
a fin de que no los pudieran posar y se coagulara la sangre. Un israelita lo inmolaba, el sacerdote recibía (la
sangre) y la entregaba a su compañero y éste al suyo, recibía el (vaso) lleno y devolvía el vacío. El sacerdote que
estaba más cercano al altar la vertía de una vez sobre las brasas (del altar)” (Misná Pesahim 5,5-6).
Todo este rito de sangre era parte del sacrificio del cordero realizado por la familia en el templo junto a los
sacerdotes. La segunda parte de la celebración se realizaba en las casas mediante una cena íntima en la que se
comía el cordero sacrificado, los panes ázimos, las hierbas amargas y cuatro copas de vino. Cada elemento de
la cena tenía un significado específico que hacía memoria del gran acontecimiento liberador del éxodo. Este
significado salvífico de la pascua estará siempre presente en el judaísmo, como bien lo indica otro texto rabínico
llamado el Tárgum: “Esta es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche reservada y fijada para la
liberación de todo Israel a lo largo de sus generaciones” (Targum de Éxodo 12, 41-42).

La pascua cristiana.
La fiesta principal de los cristianos es la pascua en la que se celebra el gran acontecimiento de la resurrección
de Jesús, el Señor. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas (Mt. 26,26-29; Mc. 14,22-25; Lc. 22,19-20) nos
relatan la “última cena” celebrada por Jesús junto a sus discípulos como una cena de pascua. Está presente el
pan ázimo, dos copas de vino (en Lc.) y unas bendiciones pero el significado nuevo dado por Jesús a la comida
es el anuncio de su propia muerte, ya no se conmemorará la salida de Egipto, sino la muerte del Señor como
sacrificio pascual. La idea del sacrificio pascual la desarrollará más el evangelio de Juan al mostrar a Jesús como
“el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1,29). El cuarto evangelio hace coincidir la muerte de
Jesús con el sacrificio de los corderos pascuales. Así en Jn. 19,14 al momento de su sentencia a muerte y luego
en Jn 19,36 aplicando a Jesús lo prescrito sobre los corderos en las leyes de Ex. 12,46 y Nm. 9,12. Es decir, Jesús
muere al mismo tiempo en que las familias judías acudían al templo a sacrificar a los corderos para celebrar la
pascua.
Esta teología del cordero pascual del cuarto evangelio marcará profundamente el cristianismo primitivo y san
Pablo en su primera carta a los Corintios la desarrollará diciendo: “eliminad la levadura vieja, para que seáis
masa nueva ya que sois ázimos, porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido sacrificado. De manera que
celebramos la Pascua no con levadura vieja, ni con levadura de perversidad y maldad, sino con ázimos de pureza
y verdad” (1Co. 5,7-8). Así mismo la primera carta de Pedro exhorta diciendo: “Sabiendo que habéis sido
liberados de la conducta estéril heredada por tradición, no con cosas corruptibles -oro o plata- sino con la sangre
preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha” (1P. 1,18-19). Tanto la carta primera a los Corintios
como la primera carta de Pedro insisten en la importancia del sacrificio redentor de Jesús. Su muerte dada
gratuitamente para todo el mundo tiene un valor expiatorio superior a todos los sacrificios y leyes del antiguo
Israel.
Para concluir pensemos que esta pascua que nos regala el Señor es un momento muy importante para la Iglesia
al tener un nuevo Papa. Como una manera de reflexionar la importancia del acontecimiento pascual válido para
nuestro tiempo actual, guardemos estas primeras palabras del santo Padre, llenas de sabiduría, que ponen el
acento en los aspectos centrales de la pascua cristiana, a saber, la entrega de Jesús por amor, la eucaristía como
fuente de unión con él y la alegría de la resurrección como acontecimiento del presente y no del pasado:

“Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer
lugar la del dolor y la muerte, sino la del amor y la de la entrega de sí mismo que da vida” (Francisco, Audiencia
general del 27 de marzo de 2013).
“En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz «para nosotros». El Hijo de Dios se
ofrece a nosotros, ofrece en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros, para
habitar entre nosotros”. (Francisco, Audiencia general del 27 de marzo de 2013).
“Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro -, ahora se transforma en
acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida
de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está muerto,
ha resucitado, es el Viviente.” (Francisco, Homilía vigilia pascual 30 de marzo de 2013).
Recuperado de: https://www.ucsc.cl/blogs-academicos/pascua-judia-pacua-cristiana/
Pablo Uribe Ulloa. Académico Instituto de Teología. Universidad Católica de la Santísima Concepción.
De la Pascua judía a la Pascua cristiana.
La historia del pueblo de Israel es incomprensible sin la experiencia del Éxodo. De la misma forma la Iglesia, la
congregación de los que creen en Jesús, el nuevo Pueblo de Dios, solo tiene sentido a partir de los nuevos
acontecimientos pascuales: la muerte y la resurrección de Jesucristo.
Igual que Israel experimentó la liberación de la opresión de Egipto y se autodescubrió como pueblo, más aún,
como Pueblo de Dios, a partir de este acontecimiento; de igual manera la comunidad cristiana descubre, en
Cristo muerto y resucitado, la liberación definitiva, integral, del ser humano, y su razón de ser como nuevo
Pueblo de Dios: la Iglesia.

Festividad de los orígenes del pueblo de Israel.


La fiesta de Pascua parece que proviene de la fusión de dos celebraciones bien distintas, aunque coincidentes
en el tiempo: la fiesta de «pesah», fiesta de reminiscencias nómadas, con sacrificios de animales (corderos), y
la fiesta del «massot», fiesta de campesinos sedentarios, que celebraban las primeras espigas de la primavera.
El pueblo hebreo unió estas dos celebraciones (pascua y ácimos) en una sola conmemoración: la liberación de
Israel de la esclavitud de Egipto, por la mano de Dios. Y asumiendo elementos de las dos festividades les dio un
sentido nuevo.
Las promesas de Yahveh a los patriarcas, a Abraham, Isaac y Jacob, se materializan en la formación de un pueblo
con identidad propia, el pueblo de Israel, el pueblo de Dios, a partir de la liberación de Egipto.
Israel siente la necesidad de recordar, más aún, de actualizar dicho acontecimiento salvífico. Todo hijo de Israel,
en cada celebración pascual, se siente receptor actual de dicha salvación, protagonista del mismo hecho
salvífico.
En la fiesta de Pascua se entremezclan:
- oración: bendiciones, salmos, etc.
- rito: cada acto de la celebración tiene un significado litúrgico
- catequesis: explicación del rito, preguntas (de los niños) y respuestas sobre lo que se está celebrando
– actualización: todos los presentes se sienten protagonistas e implicados
– renovación dela Alianza: pacto entre Dios y su pueblo
– fiesta y alegría: comer y beber, cantar, jugar…
– atención a todas las edades: mayores y niños.

Festividad de los orígenes cristianos.


La nueva Pascua, la muerte y resurrección de Jesucristo, marca el «paso» definitivo, el hecho fundacional del
nuevo Pueblo de Dios, de la comunidad cristiana, dela Iglesia.
El Concilio Vaticano II, citando a san Agustín, afirma: «Del costado de Cristo dormido en la cruz nació el
sacramento admirable dela Iglesia entera» (SC 5).
El evangelista san Lucas en su doble obra (Lc. y Hch.) coloca a Jesucristo en el centro del tiempo: antes de Cristo,
el AT, la historia del pueblo de Israel; después de su resurrección, el tiempo de la comunidad cristiana.
Una comunidad cristiana que nace con una fuerza inusitada después de los acontecimientos pascuales: la
muerte y resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo.
Una comunidad que siente la necesidad apremiante de predicar la Buena Noticia del Reino, de afirmar que Dios-
Padre resucitando a Jesucristo ha hecho suyos, ha reafirmado los valores del Reino proclamados por Jesús.
«Nueva creación», «paso a una vida nueva».
La fuerza de la resurrección de Cristo se vislumbra en la vida diaria de cada cristiano y cada cristiana: una «vida
nueva» (Rm. 6,4).

Muertos al pecado y vivos para Dios, dirá Pablo:


«Si nos hemos unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección
semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo
de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda liberado del pecado. Y si
hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de
entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al
pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como
muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rm. 6,5-11).
El hombre y la mujer viejos han quedado atrás. La muerte y la resurrección de Cristo han significado una ruptura
con todo lo anterior, una liberación definitiva e integral. Una liberación de cualquier forma de egoísmo, de toda
injusticia, discriminación…
El acontecimiento pascual implica volver a nacer, resucitar a una nueva vida. Una nueva vida que su definitividad
aún no la podemos experimentar totalmente, pero que ya se ha hecho presente en este mundo. No puedo
considerar, en ningún caso, al otro o a la otra como extraños: son mis hermanos/as; Cristo ha muerto y
resucitado también por ellos.

«Liberación».
La muerte y la resurrección de Cristo han inaugurado una liberación en la que queda implicada toda la creación.
El ser humano, el cristiano y la cristiana con más razón, son responsables de que dicha liberación llegue a todos
y a todo.
«Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto,
fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada
de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,20-21).
Cada uno de nosotros y de nosotras, individual y comunitariamente hemos de convertirnos en actores de dicha
liberación; no podemos ser simplemente espectadores o receptores pasivos. Toda la creación, afirma el texto
paulino, está esperando ansiosamente nuestra manifestación, el que nos tomemos en serio que somos los
portadores del mensaje de liberación clavado en la cruz del Gólgota. No podemos continuar muertos: ¡Cristo ha
resucitado!

Una liberación que celebramos semanalmente.


Las primeras comunidades cristianas sentían la necesidad de reunirse para celebrar el «memorial de la Pascua
de Jesús».
La comunidad cristiana se reunía, sobre todo los domingos (día de la resurrección de Jesucristo) para celebrar
el acontecimiento pascual. Para celebrar lo que ellos denominaban «fracción del pan» o «cena del Señor».
Y sigue la escritura:
«Todos eran constantes en escuchar la enseñanza de los Apóstoles y en vivir en comunión fraterna, en la fracción
del pan y en las oraciones» (Hch. 2,42).
«El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía marchar al
día siguiente, conversaba con ellos y alargó la charla hasta la media noche» (Hch. 20,7).
«Ellos (los discípulos de Emaús), por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían
conocido en la fracción del pan» (Lc. 24,35).
«Cuando os reunís, pues, en común, eso ya no es comerla Cena del Señor» (1Cor. 11,20).
La celebración semanal, dominical, del acontecimiento pascual significa actualizar cada semana la muerte y
resurrección de Jesucristo.
La eucaristía dominical implica:
-la enseñanza eclesial,
-la comunión fraterna: no sólo una meta, sino una realidad que se hace presente en cada celebración: el otro es
mi hermano y mi hermana,
-la vida de oración: una relación de intimidad con el Señor,
-la escucha dela Palabra de Dios: un escuchar para acogerla íntimamente y hacerla propia,
-compartir: no puedo estar bien si mi hermano o mi hermana pasan necesidad,
-reconocer al Señor al compartir su Palabra, su Cuerpo y su Sangre,
-actualizar el acontecimiento pascual,
-implicarnos en dicho acontecimiento pascual,
-vivir una alegría rebosante, porque la muerte y resurrección de Cristo han abierto un nuevo horizonte para el
ser humano; no sólo después de la muerte, sino ya, aquí y ahora,
-compromiso para que los frutos de la muerte y resurrección de Cristo lleguen a todos y a todas: implicarnos en
que los valores del Reino no sean una quimera, sino una realidad entre nosotros, una realidad en el mundo en
que vivimos.

Continuidad y discontinuidad entre las pascuas judía y cristiana.


Son muchos los elementos de continuidad entre la Pascua judía y la Pascua cristiana, empezando por un lenguaje
que tiene mucho en común en ambas celebraciones. Pero el acentuar los paralelismos y las analogías, no debe
alejarnos de percibir la novedad de la Pascua cristiana, de la eucaristía, como conmemoración de la donación
del cuerpo y de la sangre de Cristo y de su resurrección.
Los datos cronológicos que nos dan los evangelios sinópticos y el evangelio de Juan sobre la última cena de Jesús
con sus discípulos y el día de su muerte en la cruz no son coincidentes. «El 14 de Nisán, “primer día de los
ácimos”, y víspera de pascua, es para los sinópticos el día de la cena, y además, implícitamente, dan a entender
que fue el jueves. Para Juan ese día 14 de Nisán es precisamente el día de la muerte de Jesús y es viernes. La
pascua –el 15 de Nisán– aquel año caería en sábado, según Juan. Y la cena la tuvo antes de ese viernes, aunque
no dice cuándo. Para los sinópticos el 15 fue cuando murió Jesús, el mismo día de pascua. Para Jn. el 15 fue
sábado, el día siguiente a la muerte de Jesús». En ambos casos, no obstante, la muerte de Jesús está unida
cronológicamente a la celebración de la pascua judía.
Los sinópticos, al hacer coincidir la cena de Jesús con la pascual, parece que quieran acentuar que la eucaristía
cristiana es la nueva cena pascual. Y de la misma forma al situar la muerte de Cristo en el mismo día de la pascua
judía, el 15 de nisán, quieren ver todo el misterio de Cristo a la luz de la pascua. El evangelio de Juan, por su
parte, presenta a Jesús como el nuevo Cordero pascual inmolado, ya que hace coincidir su muerte con la hora
en que eran sacrificados los corderos pascuales en el templo de Jerusalén. Son dos catequesis, diferentes pero
complementarias, sobre la nueva Pascua, inaugurada por la muerte y resurrección del Señor.
Tanto el relato de Ex. 12 como el de la última cena (1Cor. 11,23-25; Mt. 26,26-30; Mc. 14,22-26 y Lc. 22,15-20)
tienen muchos elementos en común, en el trasfondo de una cena. En ambas narraciones se subraya: la
liberación como obra de Dios, la Alianza entre Dios y su pueblo (en el caso de la pascua cristiana: la nueva Alianza
con el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia y, por extensión, toda la Humanidad), el cordero pascual (Jesucristo, en
la pascua cristiana), el sacrificio (el mismo Jesús, en la segunda pascua).
La celebración de ambas pascuas está fundamentada en un hecho histórico fundamental, decisivo. En el caso
de Israel es la liberación de la esclavitud de Egipto y la toma de conciencia de ser el pueblo elegido por Dios; en
la pascua cristiana es la muerte y resurrección de Jesucristo, hecho que inaugura la liberación integral y definitiva
de todo hombre y de toda mujer, y la toma de conciencia de que todos estamos llamados a formar parte del
nuevo pueblo de Dios, a participar de la salvación que nos trae Jesús.
En ambos casos la celebración está unida a una reunión comunitaria, donde se celebra la Palabra, se recitan
bendiciones, se come y se bebe, junto con otros elementos. Y también en las dos celebraciones hay una mirada
hacia el futuro escatológico, con la conciencia de que en dicha momento se está actualizando el hecho salvífico
que se conmemora. Muchas de las diferencias ya han quedado señaladas al enumerar las coincidencias y
matizarlas.
La pascua cristiana aunque se celebra especialmente una vez al año, propiamente se actualiza en cada
eucaristía, fundamentalmente en la eucaristía dominical. Y éste ya es un elemento de discontinuidad con la
pascua judía, cuya celebración comienza la noche del 14 de Nisán.
La muerte y la resurrección de Jesucristo marcan una discontinuidad fundamental con la pascua judía. El pueblo
de Dios ya no es un solo pueblo, sino toda la humanidad. La liberación también, por tanto, es una liberación de
todos los hombres y de todas las mujeres, a través de la donación de Jesús, hecha realidad en su muerte y
culminada con su resurrección.
Y la mirada escatológica tiene una doble vertiente: los valores del Reino, la liberación inaugurada por Jesús es
una realidad que ya está presente y en la que estamos comprometidos todos los que nos consideramos
discípulos de Jesús, aunque conscientes que su plenitud todavía no está conseguida, ni se conseguirá totalmente
en esta vida, lo que no ha de menguar la responsabilidad que cada uno/a tiene en hacerla actual.

Recuperado de: https://es.zenit.org/articles/de-la-pascua-judia-a-la-pascua-cristiana/


Josep Aldazabal, «La Eucaristía», en Dionisio Borobio, La celebración en la Iglesia de los Sacramentos,
Salamanca 1994. Javier Velasco Arias, profesor de Biblia del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de
Barcelona y de la Escuela de Animación Bíblica de Barcelona.

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