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F B C
Magíster en derecho privado
Doctora en derecho
Profesora de derecho civil
y derecho privado de los consumidores
Primera lección La relación de consumo1
I. L
II. E
Así, puede ocurrir que uno compre y utilice el bien, pero también
puede suceder que una persona compre y otro u otros utilicen o
disfruten esos bienes o servicios de consumo masivo. En estos
casos, se presentan los consumidores jurídicos y los consumidores
materiales.
Estas personas suelen pedir que les indemnicen los daños causados.
Esta pretensión tendría la naturaleza de extracontractual o contractual,
según la proximidad que tenga al contrato.
3. Las personas naturales o personas jurídicas
Con todo, hay que señalar que los tribunales han sido erráticos,
porque se han detectado fallos que califican como consumidores al
proveedor. Por ejemplo, en Campos con Dell computer de Chile Ltda.
(2012)15 y Campos con Dell computer de Chile Ltda. (2009)16, se
ordenó la entrega de tres computadores adquiridos por medios
electrónicos a empresas, a bajo costo17.
Por otra parte, hay tribunales que han fraccionado la venta del uso y
goce, como cualidades distintas, sin tomar en consideración que estas
últimas constituyen atributos del dominio. Con ello, el que compra
como empresa, pero usa y goza con fines mixtos o privados no sería
proveedor, tal como se falló en Automotora Bilbao con Muñoz
(2013)18. En este caso, se demostró que la demandante compró un
camión nuevo cero kilómetros para transportar bienes (giro comercial).
Así, el tribunal sentenció que "... la utilización del bien constituye un
acto jurídico distinto a la compra del mismo y el desarrollo de una
actividad diversa" (considerando 5º). Para la Corte, el hecho de
comprar el camión dedicado a transportar bienes, en caso alguno lo
transforma en proveedora "... toda vez que ella no se dedica al
arriendo de camiones, ni a otra actividad que tenga relación directa con
la adquisición del vehículo" (énfasis agregado, considerando 5º).
Junto con ello, hay que considerar que los consumidores pueden
estar determinados o indeterminados, unidos por vínculos
jurídicos o relaciones de hecho, como sucede con los intereses de
los consumidores supraindividuales, como se verá a continuación.
Por ejemplo, en Donoso y otro con Mall Plaza Trébol (2013)30, una
persona concurrió al centro comercial Mall Plaza Trébol en el vehículo
de su esposa. El marido se desempeñaba como guardia privado de
seguridad de un Banco ubicado en las dependencias del mall. Y una
vez terminada su jornada laboral, se dio cuenta que el vehículo
motorizado había sido sustraído. Ese mismo día, la cónyuge concurrió
al mall para efectuar algunas compras y juntarse con su marido. En
este caso, se produce una exclusión del ámbito de aplicación de la
LPDC en dos sentidos. Por un lado, una de las víctimas carece de
legitimación activa para obrar como querellante y demandante en la
causa (robo del vehículo), ya que no reviste el carácter de consumidor
(el marido), toda vez que el vehículo fue dejado en el estacionamiento
del centro comercial, para efectos de concurrir a cumplir con su jornada
laboral. Por otro lado, la otra víctima (la mujer), también carece de
legitimidad activa para demandar en este caso, ya que no obstante
haber realizado compras en el centro comercial, funda su acción en la
pérdida del vehículo que estaba aparcado en el estacionamiento por
razones laborales, ajenas al consumo. Quizás, por razones de justicia
material se toleran estos casos.
III. P
B. La habitualidad
C. El precio o tarifa
Como decía, la ley refiere a las tarifas. A falta de una definición legal,
debemos acudir a la RAE, que expresa que la tarifa es una tabla de
precios, derecho o cuotas tributarias; un precio unitario fijado por las
autoridades para los servicios públicos fijados a su cargo; o, un
montante que se paga por un servicio público38.
D. Tipos de proveedores
1. El fabricante
2. El importador
3. El constructor
4. El distribuidor o comercializador
IV. E
V. I LPDC
VI. L LPDC: U
LPDC
3Importadora y exportadora Sha Sha Limitada con Banco Santander Chile (2013):
Corte de Apelaciones de Iquique, 4 de febrero de 2013, rol Nº 70-2012,
CL/JUR/210/2013.
8Cofré y otros con Aguas del Valle S.A. (2008): Corte de Apelaciones de La
Serena, 29 de agosto de 2008, rol Nº 90-2008.
15Campos con Dell computer de Chile Ltda. (2012): Tercera Sala Corte de
Apelaciones de Santiago, 12 de marzo de 2012, rol Nº 8470-2010.
16Campos con Dell computer de Chile Ltda. (2009): Juzgado de Policía Local de
Vitacura, 11 de noviembre de 2009, rol Nº 114876.
23 Asimismo, sentenció que "... la Ley Nº 20.416 ... establece en su artículo 9, una
protección a las micro y pequeñas empresas en su rol de consumidoras, normando
las relaciones entre micro y pequeñas empresas y sus proveedores... pero ello
continúa siendo una situación de excepcionalidad, que se basa en la determinación
de los ingresos anuales por ventas y servicios y otras actividades del giro. Por ende,
en virtud de esta ley, no resulta posible sostener la inclusión de los comerciantes o
empresarios como consumidores, pues han sido excluidos de tal calidad,
impidiéndose estimarlos como tales, a quienes sean considerados proveedores, pues
la Ley Nº 19.496 no protege a las empresas contra otras empresas. En el caso de
autos, no se ha demostrado, conforme a la manera prevista en la Ley Nº 20.416, esto
es, sobre la base de la determinación de los ingresos anuales por ventas y servicios y
otras actividades del giro, que la sociedad querellante y demandante civil tenga la
calidad micro o pequeña empresa, como para llegar a ser considerada consumidora
para los fines señalados en la Ley Nº 19.496. Antes bien, constando que ella es una
sociedad de responsabilidad limitada dedicada al giro de arriendo de vehículos para
transporte, la compra del vehículo y su posterior seguro, bien pueden considerarse
realizadas con vinculados [sic] al giro empresarial de que da cuenta su escritura
social, por lo que no cabe considerarla como consumidora, y por lo mismo que se
trate de una empresa protegida por la Ley sobre protección de los derechos de los
consumidores" (considerando 9º).
29A (2014), p. 14, nota al pie Nº 32. "Creemos que resulta criticable la
exigencia de un vínculo contractual entre el conjunto de consumidores titulares del
interés colectivo y un proveedor, no solo porque la exigencia contraría la naturaleza
esencial del interés colectivo, sino porque restringe marcadamente el campo de
protección jurisdiccional de dichos intereses", A (2006), p. 75.
2. f. Precio unitario fijado por las autoridades para los servicios públicos realizados
a su cargo.
46Servicio Nacional del Consumidor con Farmacias Ahumada S.A. (2016): Corte
Suprema, 7 de marzo de 2016, rol Nº 1540-2015.
57Servicio Nacional del Consumidor con Inmobiliaria Las Encinas (2014): Corte de
Apelaciones de Santiago, 3 de junio de 2014, rol Nº 8281-2013, CL/JUR/2871/2014;
70325.
59M (2017a).
64Fernández con Banmédica S.A. (2010): Corte Suprema, 14 de enero de 2010, rol
Nº 9029-2009.
69Meléndez con Centro Dental Santa Marta (2009): Segundo Juzgado de Policía
Local de Curicó, 24 de agosto de 2009, rol Nº 2311-2008.
71Servicio Nacional del Consumidor con Nestlé Chile (2017): Corte de Apelaciones
de Santiago, 7 de diciembre de 2017, rol Nº 711-2017.
72Servicio Nacional del Consumidor con Nestlé Chile (2017): Corte Suprema, 27 de
diciembre de 2017, rol Nº 45030-2017.
79 Salvo las normas sobre libre competencia y las contempladas en la Ley General
de Urbanismo y Construcción.
Con todo, Marcelo Nasser, al parecer consideraría la existencia de una opción para
el consumidor, para evitar diferencias en el acceso a la justicia creando consumidores
de diversas categorías, N (2013d), p. 266. Y, para Ruperto Pinochet las
relaciones entre estas leyes no son de especialidad o supletoriedad. En su calidad de
abogado integrante, en Espinoza con Compañía de Seguros Renta Nacional de la
Corte de Apelaciones de Talca (2011) (Corte de Apelaciones de Talca, 2 de
noviembre de 2011, rol Nº MJCH_MJJ29914), estimó que no puede decirse que la
Ley de Seguros sea una especial respecto de la Ley de Consumo. Por eso, defiende
la confluencia de ambos estatutos avalando una opción para el consumidor
(considerando 6º voto disidencia).
I. D
Por eso, está regulado como un derecho en el artículo 3º letra b), que
contempla a su vez los principios de veracidad y oportunidad.
Bajo esta regla se sabe que hay que informar "los bienes y servicios
ofrecidos, su precio, condiciones de contratación y otras características
relevantes de los mismos".
Esto implica que hay que informar la existencia del contrato (en
realidad hay que entregar una copia cuando se celebra por escrito,
artículo 17 inciso final), pero también los contenidos más importantes
del mismo. Por ejemplo, en materia de telecomunicaciones serán las
condiciones del plan de compra o venta del equipo telefónico y del
servicio telefónico, internet y demás elementos.
1. La veracidad
2. La oportunidad
Por otra parte, la información tiene que ser oportuna; esto quiere
decir que se entregue en el momento adecuado, cuando el consumidor
la necesita. Esto puede ser antes (la mayoría de los deberes
consagrados en la ley), durante o después de celebrado el
contrato106(v. gr. información de riesgos sobrevinientes no advertidos
con anterioridad a su comercialización, ex artículo 46 LPDC, difusión
adecuada de los resultados de concursos y sorteos, ex artículo 36
LPDC)107.
Por su parte, el inciso final del artículo 1º Nº 3 LPDC señala que "La
información comercial básica deberá ser suministrada al público por
medios que aseguren un acceso claro, expedito y oportuno". Por eso,
además, la oportunidad se complementaría con la expedición, en el
sentido que no solo basta con informar en el momento preciso, sino
que el proveedor debe hacerlo de forma expedita. Esta regla tendrá
especial relevancia en las clases de contratación a distancia, por
medios electrónicos o fuera de los establecimientos comerciales.
Hay reglas especiales respecto del precio, como que debe informarse
en la moneda de curso legal y conforme al sistema general de pesos y
medidas aplicables en el país. Ahora, esta regla ha adquirido especial
importancia por la contratación online o a través de medios
electrónicos, en aquellas plataformas que operan con formas de
economía colaborativas o de empresas cuyo domicilio social no se
encuentra en el país. Hoy constituye un desafío unificar las reglas
internacionales de consumidores para evitar desinformaciones y
frustraciones de expectativas.
II. P
Así las cosas, hay que verificar si las publicidades cumplen con "los
componentes del producto y el porcentaje en que concurren" (artículo
28 letra a), "la idoneidad del bien o servicio para los fines que se
pretende satisfacer y que haya sido atribuida en forma explícita por el
anunciante" (artículo 28 letra b), "características relevantes del
servicio" (artículo 28 letra c), "el precio del bien o la tarifa del servicio,
su forma de pago y el costo del crédito en su caso" (artículo 28 letra d),
"Las condiciones en que opera la garantía" (artículo 28 letra e), "Su
condición de no producir daño al medio ambiente, a la calidad de vida y
de ser reciclable o reutilizable" (artículo 28 letra f).
En tercer lugar, cuando el yerro recae en "el precio del bien o la tarifa
del servicio, su forma de pago y el costo del crédito en su caso"
(artículo 28 letra d), es posible mencionar a Servicio Nacional del
Consumidor con Entel PCS Telecomunicaciones S.A. (2012)138, pero
con la consideración que se estimó la infracción al literal c) del artículo
28, en vez del d); y que más bien parece un problema de modificación
unilateral del precio. Empero, se sentenció "Que [...] Entel PCS
Telecomunicaciones S.A., unilateralmente modificó los términos y
condiciones del plan tarifario de servicio telefónico pre pagado Plan
Comunik2, el que según lo ofertado por esta empresa consistía en
hablar gratis los primeros cinco minutos da cada llamada realizada
entre dos móviles de prepago Entel PCS —el valor del minuto a otros
destinos era de $200— previamente establecidos, gratuidad que tenía
el tope de 1.000 mensuales, por lo que el minuto seis o bien, sobre el
exceso del tope de mil minutos, el minuto entre dichos móviles tenía un
valor de $30. Y contemplaba el plan en cuestión haber recargado al
menos $2.000 en los últimos treinta días y tener un saldo mayor a $0.-
Tales condiciones fueron expresamente impresas por escrito por Entel
PCS Telecomunicaciones S.A., caja del Pack Promocional del Plan
Comunik2, y cobraron valor al ser esas modalidades específicamente
aprobadas por el adherente, pasando tal impreso con anterioridad a la
adhesión a ser parte de cada uno de los contratos consensuales
suscritos con los consumidores" (considerando 1º). En esta sentencia
se condena al proveedor con una multa de 10 UTM por haber incurrido
en la conducta sancionada en el artículo 28 letra c) de la LPDC.
Por eso, hay que analizar "... qué consumidores son los que deben
ser engañados para que la publicidad sea considerada como engañosa
y allí habrá que utilizar la figura del consumidor promedio debidamente
adecuada a las circunstancias del caso"141.
III. E
Por eso, como en otras materias, es necesario acudir a las reglas del
derecho común, que en este caso vienen dadas por las reglas
establecidas en el Código de Comercio, en los artículos 97 a 106. Esas
son las disposiciones generales y supletorias que deben aplicarse a las
relaciones de consumo, siempre y cuando no lesionen o restrinjan los
derechos de los sujetos más débiles.
Para finalizar este tema hay que señalar que, en materia electrónica,
existen reglas especiales consagradas en el artículo 12 A de la LPDC,
que apuntan, más bien, al mecanismo de aceptación del consumidor, el
que debe ser idóneo y antes debe contar con un acceso claro,
comprensible e inequívoco de las condiciones generales. Luego,
vienen las confirmaciones escritas de dichas condiciones y las copias
legibles del contrato, que garanticen el debido y oportuno conocimiento
del consumidor.
IV. O
Por otra parte, el artículo 35 señala que se debe informar las bases
"en toda promoción u oferta" y "no se entenderá cumplida esta
obligación por el solo hecho de haberse depositado las bases en el
oficio de un notario". Esto quiere decir que no solo bastaría informar el
lugar dónde se encuentran depositadas esas bases, sino que las
mismas declaraciones publicitarias deben contener los elementos más
importantes de la contratación. Y para complementar la idea que se
está desarrollando, es posible considerar que se podrán utilizar, por
analogía, los criterios del artículo 17 G que regula la publicidad
financiera. Es decir, podrían emplear una gráfica, extensión, ubicación,
duración, dicción, repeticiones y nivel de audición de un tamaño acorde
con la rebaja del precio. Una regla que aporta es la directriz del
Servicio Nacional del Consumidor que señala "También se deben
evaluar en estos aspectos, aquellos mensajes publicitarios que poseen
un contraste débil referido al trasfondo en el cual se ubica el mensaje
publicitario, lo cual no permite su lectura ni comprensión, haciéndola
totalmente ilegible. Al respecto, el contraste debe ser de tal magnitud
que debe permitir a cualquier consumidor poder realizar la lectura de la
misma"172.
89 Esta lección tiene como base los siguientes textos B (2019), pp. 121-
139; B (2018a), pp. 1001-1018; B (2012), pp. 215-222.
99Servicio Nacional del Consumidor con París Corredores de Seguros Ltda. (2009):
Segundo Juzgado de Policía Local Las Condes, 12 de enero de 2009, rol Nº 47174-
2008.
104Servicio Nacional del Consumidor con Empresas La Polar S.A. (2013): Corte de
Apelaciones de Santiago, 9 de octubre de 2013, rol Nº 134-2013.
115 Son las palabras de Luis Díez-Picazo cuando estudia las primeras directrices
del derecho civil patrimonial, en D -P (2007), p. 59.
118Servicio Nacional del Consumidor con Lourdes Quispe Condori (2012): Corte de
Apelaciones de Arica, de 5 de junio de 2012, rol Nº 19-2012.
121Servicio Nacional del Consumidor con Tarjetas Ripley S.A. (2015): Corte de
Apelaciones de Valdivia, de 11 de mayo de 2015, rol Nº 56-2015.
122Alejandro Martín Lavori con Importadora New Ark Ltda. (2013): Corte de
Apelaciones de Punta Arenas, de 23 de julio de 2013, rol Nº 219-2013 Civil. Por eso,
se condenó a la empresa proveedora con 10 UTM y a) $3.800.000, por concepto de
daño emergente y; b) $500.000, por concepto de daño moral debidamente
reajustadas.
123Figueroa B. Marcelo con Turismo Cono Sur Limitada (2014): Corte de
Apelaciones de Valdivia, de 19 de noviembre de 2014, rol Nº 153-2014.
124Francisca Espinoza López con Despegar. Com Chile S.A. (2014): Corte de
Apelaciones de Santiago, de 17 de noviembre de 2014, rol Nº 482-2014.
125Yerty Pérez Figueroa con Transworld Suplly Ltda. (2016): Corte de Apelaciones
de Punta Arenas, de 20 de septiembre de 2016, rol Nº 205-2016.
134Navarro con Cecinas San Jorge (2013): Primer Juzgado de Policía Local de
Pudahuel, 29 de diciembre de 2013, rol Nº 9712-3.
139 Del mismo modo, en Sernac con Ópticas Gran Visión Chile Limitada (Corte de
Apelaciones de Santiago, 20 de julio de 2016, rol Nº 743-2016) se ha sentenciado: "2º
Que el inserto publicitario descrito en el motivo precedente, contiene información en
formato de letra chica ilegible por tamaño menor a 2,5 milímetros y con mal contraste
y también incluye una frase restrictiva al expresar que la promoción que ofrece tendrá
una duración de agotar stock de 30.000 unidades; 3º Que al utilizar la denunciada un
formato de letra chica ilegible en tamaño y mal contraste, vulnera el derecho que
asiste al consumidor de tener una información veraz y oportuna; más aún, cuando
éstos forman parte de un segmento etario cuya visión normalmente se encuentra
disminuida, lo que obviamente le impide acceder al contenido completo de la
información promocional" (énfasis agregado, considerando segundo). Y la Corte de
Apelaciones de Santiago en Sernac con Cencosud Administradora de Tarjetas S.A.
(Corte de Apelaciones de Santiago, 8 de marzo de 2011, rol Nº 3669-2010) ha
reafirmado dicho criterio sentenciando: "Que en lo dice relación con la dimensión de
la letra utilizada en la publicidad (...), efectivamente la Ley del Consumidor, ha
establecido en 2,5 mm. el porte de ésta para los contratos de adhesión. Sin perjuicio
de ello, nuestra jurisprudencia, lo ha hecho extensivo a la publicidad, a objeto de no
inducir a error a los consumidores" (considerando 7º).
147 Han existido varios casos, como por ejemplo el ocurrido el 24 de marzo de
2008. En dicha fecha, la empresa ofreció por medios electrónicos computadores
portátiles modelo vostro 1500 a $31.000 aproximadamente, que luego se negó a
entregar, alegando que la oferta no fue real o, en subsidio, que se debió a la
existencia de un error en el precio de la compraventa. Por esta razón el "consumidor"
se querelló y demandó a la empresa proveedora exigiendo una indemnización de
perjuicios y el cumplimiento de la oferta promocional (entrega de los 3 notebook
comprados). El demandante fundó su acción en la aceptación de la oferta por medios
electrónicos materializada en una serie de hechos. En efecto, el adquirente siguió
todos los pasos del proceso de compra electrónica, adquirió los tres ordenadores al
precio de $109.853, los que fueron pagados mediante transferencia bancaria, luego
apareció la orden de compra con un número determinado y para finalizar recibió un
correo de confirmación de la empresa que agradecía por la compra. Con base en
estos hechos denunció la infracción al artículo 13 de la de la Ley sobre protección de
los derechos de los consumidores -en adelante LPDC- que prohíbe la negativa
injustificada de la venta por parte de los proveedores en las condiciones ofrecidas.
Por su parte, la Tercera Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago ratificó el fallo
del Juzgado de Policía Local de Vitacura que multó a la empresa con el pago de
$200.000 a beneficio fiscal por infracción al artículo 13 LPDC y ordenó la entrega de
los 3 computadores al confirmar la existencia de una oferta promocional, vinculante
de su parte. Hechos extraídos de B C , Francisca (2012).
"Comentario. Ámbito de aplicación de la Ley Nº 19.496 de 1997. Negativa
injustificada de la venta. Oferta promocional. Formación del consentimiento.
Computadores portátiles a bajo precio. Buena fe del consumidor. Tercera sala Corte
de Apelaciones de Santiago, 12 de marzo de 2012, rol Nº 8470-2010 y Juzgado de
Policía Local de Vitacura, 11 de noviembre de 2009, rol Nº 114.876", en Revista
Chilena de Derecho Privado, Nº 18, p. 215.
148C (2015).
150Servicio Nacional del Consumidor con Peta.cl Spa (2014): Corte de Apelaciones
de San Miguel, 5 de mayo de 2014, rol Nº 286-2014, CL/JUR/1991/2014; 69010.
151Sociedad Administradora de Supermercados Hiper Limitada con Servicio
Nacional del Consumidor (2013): Corte de Apelaciones de Concepción, 13 de
septiembre de 2013, rol Nº 62-2013, CL/JUR/2088/2013.
154 Marcelo Nasser considera que de la regla del artículo 12 LPDC deriva una
especie de intangibilidad de la oferta que opera de forma irrevocable en, N
(2013a), p. 259.
159C (2015).
170Servicio Nacional del Consumidor con Canon Chile S.A. (2016): Corte de
Apelaciones de Santiago, 18 de noviembre de 2016, rol Nº 1231-2016,
CL/JUR/7726/2016; 140192_CL).
I. D
La noción clásica lo concibe como un contrato libremente discutido entre las partes, paradigma de
los códigos decimonónicos. De la lectura de los artículos 1545 y 1438 del CC, se desprendería la necesidad
de recurrir a un consentimiento común de dos o más personas, que legalmente celebrado, obliga a las
partes contratantes con fuerza de ley174.
El contrato libremente discutido se rige por la aplicación del caveat emptor, a veces matizado por las
legislaciones, que significa que cada parte asume su propio riesgo, como ocurre por ejemplo en materia
de vicios redhibitorios del contrato de compraventa en que, si el comprador ignoró el vicio con negligencia
grave de su parte, pierde el derecho a ejercer las acciones edilicias (artículo 1858 Nº 3 CC).
Junto con ello, es posible advertir la fuerte presencia que tiene en la legislación civil el principio del
nemo auditor. Tal como ocurre en materia de nulidad, en que por ejemplo se castiga al que ha ejecutado el
acto o celebrado el contrato sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba (artículo 1683 CC).
De allí que en los contratos libremente discutidos rija con tanto vigor la fuerza vinculante del
contrato, conforme lo dispone el artículo 1545 del CC, que reza que el contrato "es una ley para las
partes"; partes que gozan de un mismo nivel de información y la misma capacidad de negociación.
A partir de la primera Revolución Industrial, la contratación en masa surge como una necesidad de la vida
industrializada175. No hay un punto exacto que reconozca esta forma de contratar, pero a finales del
siglo XIX, Raymond Saleilles176 caracterizó esta figura, y desde ahí en adelante, se habla del contrato por
adhesión.
La LPDC lo define como "Aquel cuyas cláusulas han sido propuestas unilateralmente por el
proveedor sin que el consumidor, para celebrarlo, pueda alterar su contenido" (artículo 1º Nº 6). Lo
que significa que es un contrato predispuesto por el proveedor; lo que a su vez supone ausencia de
negociación entre las partes. Es decir, se reúnen los requisitos de oferta179 e imposición, junto con ello
sería posible agregar la permanencia y minuciosidad180. En estos casos, el proveedor redacta con
anticipación las condiciones generales, y el consumidor simplemente adhiere manifestando su
consentimiento.
En principio, el contrato por adhesión no genera inconvenientes para los contratantes (o para el
consumidor), más bien aprovecha las economías de escala. Su utilidad es ostensible, pues favorece la
producción en masa, desaparecen las negociaciones precontractuales y se generalizan las condiciones
generales de la contratación. Tal como lo sugiere Íñigo de la Maza181 se reducen los costos de la
negociación, disminuyen las contingencias de las empresas y se promueve una administración eficiente.
Con todo, cuando se examina la contratación por adhesión con más detalle, en algunos casos es
posible encontrar la presencia de cláusulas abusivas que lesionan la buena fe del consumidor (o
sinalagma del contrato).
Por eso, en los contratos por adhesión el estudio no se centra en la voluntad, como elemento
preponderante del negocio jurídico, tampoco se examina con especial detención sus requisitos, vicios, o
fórmulas que supongan la formación del consentimiento182. Más bien, se considera el hecho que los
contratantes que no redactan el contrato no leerán sus términos, ni sus condiciones. Y si los leen,
simplemente, no los consideran puesto que no tienen posibilidades de negociar su contenido.
En este sentido, puede decirse que la Ley de Consumo es tutelar, porque parte de la base que hay una
asimetría fáctica que el legislador debe remediar. De allí que el derecho debe intentar equilibrar las
posiciones de las partes, elevando la posición débil del consumidor.
En suma, cede la fuerza vinculante de los contratos celebrados con consumidores, porque no son
contratos libremente discutidos. Lo que, explicado en otras palabras, implica que el contrato de consumo
obliga por razones diferentes que un contrato meramente civil. Para Jorge Baraona183, porque cede la
fuerza obligatoria de los contratos en razón de la asimetría o desequilibrio, por eso se erigen razones de
orden público económico, en virtud de los cuales los consumidores deben contar con la confianza necesaria
para confiar en las ofertas de los proveedores. Así, no solo se exige transparencia en la oferta contractual
sino que, a juicio de este autor, lealtad en el cumplimiento de buenas prácticas comerciales, amparada a
través de la buena fe. En el fondo, surge con fuerza el principio de la transparencia.
Incluso, desde este momento conviene señalar que lo pactado en materia de contratación por
adhesión con consumidores siempre podrá ser objeto de revisión judicial a posteriori, si es que se
detecta la presencia de cláusulas contrarias a la buena fe (sinalagma funcional del contrato) u
omisiones a los controles de forma.
Primero hay que tener presente que en materia de consumo rige la autonomía de la voluntad. En
efecto, en sede de consumo hay espacio para la aplicación del artículo 1545 Código Civil, pero tomando en
consideración que las cláusulas no negociadas podrán ser objeto de revisión judicial a posteriori. Esto
quiere decir, de alguna forma, que rige la fuerza obligatoria del contrato, pero sujeta a revisiones judiciales
ulteriores.
En segundo lugar, se pueden aplicar las reglas de interpretación contractual del CC, siempre y cuando
sean compatibles con una interpretación pro consumidor. Por eso, uno de los métodos más empleados
será el contra proferentem (artículo 1566 CC). Esto quiere decir que en materia de consumo no pueden
aceptarse interpretaciones literales o exegéticas que desmedren los derechos de los consumidores, sino
que solo aquellas que lo beneficien. Lo mismo ocurrirá con el sistema de interpretación consagrado en el
artículo 1562 del CC, que prefiere el sentido que una cláusula tenga efectos a aquel que no se les atribuye,
siempre y cuando no lesione los derechos del consumidor. Además, como en este ámbito existen deberes
de información, publicidades, ofertas, promociones y una serie de deberes tipificados de información, hay
que examinar la cláusula y el contrato en su contexto (artículo 1564 CC). Esto significa darle relevancia a la
interpretación teleológica o finalista del contrato, tomando en consideración su propósito práctico184; y, por
cierto, la aplicación del principio pro consumidor185.
Respecto de este punto, hay que tener presente que el juez debe realizar una serie de interpretaciones y
controles respecto de las condiciones generales y cláusulas predispuestas. Como se verá más adelante,
hay ciertos controles legales que mandatan al sentenciador a dejar sin efecto una cláusula o el contrato
completo. Esos controles son de forma y fondo186.
Entonces, desde un punto de vista cronológico, antes de aplicar estos controles y la consecuente nulidad
o ineficacia de las cláusulas o del contrato en general, el juez debe examinar si dichas prescripciones
pueden ser válidas, aunque ambiguas. Como lo señala Marta Carballo "No obstante el sistema arbitra aún
un expediente orientado a preservar la validez de aquellas [cláusulas] que, incorporadas formalmente al
contrato, presentan una redacción oscura o ambigua que puede ser salvada a través de una interpretación
favorable al consumidor, a quien la falta de transparencia no es imputable"187. Es la interpretación contra
proferentem o más favorable para el consumidor. Y lleva razón la autora cuando expresa que esta
interpretación debe obviarse cuando ya no se trata de salvar una ambigüedad, como cuando la cláusula no
es obscura sino indescifrable188, porque en ese caso deberá ser sancionada como nula por falta de
transparencia189.
Tercero. El sistema de interpretación contractual de los contratos por adhesión celebrados con
consumidores debe medirse conforme al estándar del "consumidor promedio". En palabras simples,
el intérprete debe examinar el contrato como si fuera un consumidor medio, no un experto o profesional. El
fallo BBVA, marcando la asimetría entre las partes, lo denomina consumidor anónimo190.
II. E
Tal como se decía con anterioridad, la Ley define el contrato por adhesión, en el artículo 1º Nº 6 LPDC
como "aquellas que han sido propuestas de forma unilateral sin que el consumidor, para celebrarlo, pueda
alterar su contenido".
De la lectura de esta disposición parece que la definición del legislador se centra en la ausencia de
negociación. Pero en realidad, en esta categoría contractual pueden existir espacios de negociación. Por
eso, en esta parte, se critica la definición legal. En este sentido, algunas sentencias de la Corte Suprema
han reconocido que en el contrato por adhesión se pueden "introducir alteraciones menores" (considerando
9º191).
Desde otra perspectiva, se ha discutido en la praxis judicial si un ticket para entrada a un espectáculo
público, un boleto aéreo o las páginas web, califican como contrato por adhesión. Esto aconteció en
Servicio Nacional del Consumidor con Ticket Fácil (2018)192, en que se declaró "Que es un hecho de
público conocimiento que los contratos de venta de tickets para espectáculos masivos, como los celebrados
por la demandada con los consumidores, se enmarcan precisamente dentro de este transcrito concepto
legal, por lo que se está´ ante un contrato de adhesión, lo que queda corroborado en la especie por las
características de las cláusulas en análisis (pre-redactadas por la demandada, pre-impresas, de aceptación
en bloque por los clientes, etc.), todo lo que conduce a autorizar la revisión de la convención sublite"
(considerando 14º, primera instancia). Lo mismo sucedió No se consigna con Ferrocarriles Suburbanos de
C.S.A. (2011)193, en que los hechos dan cuenta que la denunciante cuestionó el tamaño de la letra del
boleto de ingreso a los trenes. Por eso, la Corte de Concepción estimó que "... El contrato de transporte a
que se refiere esta causa es un contrato de adhesión, pero ello no implica que el boleto constituya el
contrato" (considerando 7º). En la misma línea, antes de la dictación de las nuevas reglas que disciplinan la
responsabilidad por pérdidas de especies dentro de estacionamientos contenidas en los artículos 15 A a 15
C, se intentó invocar la abusividad de las eximentes de responsabilidad que contenían dichos tickets, sin
mucho éxito. En efecto en No se consigna con Sociedad Concesionaria Subterra Dos S.A. (2012)194, el
consumidor denunció y demandó a una concesionaria de estacionamientos, porque tras aparcar su vehículo
en las dependencias de la denunciada, fue víctima de un hurto. El tribunal absolvió a la proveedora al
considerar: "Que si bien es cierto, la denunciada acompaño un ticket, que rola a fojas 56, también lo es que
este corresponde a una tarjeta de ingreso y salida que se entrega a todos los clientes de la denunciada
cuando acceden al estacionamiento. Sin embargo, dicho ticket no constituye ni reemplaza el contrato de
adhesión a que hace referencia la norma legal. La infracción es al contrato de adhesión" (considerando
26º).
En definitiva, los boletos y tickets muestran la existencia de una práctica negocial que ha
fragmentado el contrato y algunas de sus cláusulas. Por la forma en que opera el tráfico, se transcriben
partes de las condiciones generales en folletos, boletos, listas exhibidas en almacenes, páginas webs
(conocidos como términos y condiciones), para ofrecer publicidad o porque la mayoría de estos tipos
contractuales son consensuales o no se documentan por escrito. En el mismo sentido, Ángel Carrasco195
consideró la existencia de las condiciones generales de la contratación más allá de su materialidad. Por
eso, no importa la apariencia externa del convenio celebrado, como ejemplo un ticket de compra. El
boleto o ticket contiene o reitera algunas cláusulas del contrato, o si se prefiere, constituye una parte de la
documentación del mismo. Y, a través de esa forma, puede sujetarse a los controles de forma y fondo
regulados en la ley.
Para avanzar, ahora corresponde examinar una categoría de controles que atiende a diversos momentos,
se trata del control represivo y preventivo de las cláusulas abusivas.
III. C
El primer control es el judicial represivo o a posteriori que, como su nombre lo dice, se le encarga al
juez la declaración de ineficacia de una cláusula.
El segundo, opera como un control extrajudicial preventivo, realizado a través de las potestades
implícitas del Servicio, con las figuras de las mediaciones colectivas (negociación), que ahora pasan a ser
procedimientos voluntarios colectivos196.
En ocasiones anteriores he considerado, siguiendo los pasos de Carlos Pizarro197, que en Chile el
control judicial represivo presenta señales de fracaso198, por las escasas demandas judiciales que se han
fallado, desde un punto de vista cuantitativo (no cualitativo).
De allí que la idea sea abogar por un control mixto; o, al menos, intentar potenciar la existencia de
múltiples controles. María Elisa Morales199ha defendido la idea de instaurar un control fuerte preventivo,
que vendría dado por una negociación extrajudicial que desarrolle el Servicio, a través de regulaciones
administrativas, que incorpore pactos de prohibir incorporar las cláusulas objetadas con posterioridad, en
las cuales comprometan su participación los organismos sectoriales técnicos con una actuación coordinada
con el Sernac, que podrían reforzarse con comunicaciones periódicas y depósitos, por ejemplo.
Más allá de esto, un control equilibrado de las cláusulas abusivas debe operar en diversas áreas y
activarse por diversos actores. Quizás, podríamos avanzar en un control similar al francés200, que
integre a todos los actores de la sociedad, sobre todo la academia, en la lucha contra las cláusulas
abusivas.
IV. E
El nombre de este control nos sitúa y nos permite comprender cuál es el objetivo de este control. Se llama
control de forma porque atiende a las formas, también se conoce como control de incorporación o
inclusión.
Este control intenta resguardar el consentimiento válidamente formulado por parte del consumidor,
por eso se conoce como control de incorporación.
Este es el primer control, el primer filtro. Este control por sí solo es débil, por eso se hace un doble
control.
Tal como se sabe, el artículo 17 de la Ley contiene una serie de elementos que resguardan el
consentimiento de los consumidores. En general, cuando se explica se dice que se compone de tres
reglas: 1) tamaño de la letra, 2) idioma y 3) prevalencia.
En primer lugar, se explica que los contratos de adhesión: "deberán estar escritos de modo claramente
legible, con un tamaño de letra no inferior a 2,5 milímetros" (inciso 1º). El tamaño de la letra tiene por
objeto resguardar la accesibilidad al contrato. Esta la primera y más sencilla forma de protección para
los consumidores.
Sobre el tamaño de la letra, conviene constatar que los tribunales han ampliado esta exigencia a los
casos de publicidad, más allá de las fronteras contractuales. En efecto, una serie de sentencias han
ampliado el ámbito de aplicación de lo que se conoce como "letra chica" de las condiciones generales de la
contratación hasta la publicidad. En Servicio Nacional del Consumidor con "No se consigna" (2011)201, la
Corte de Apelaciones de Santiago señaló: "Que, como se ha dicho, la denunciada no cumple con los
supuestos informacionales obligatorios, pues no entrega información relevante sobre condiciones y
operatoria de la oferta, pero tampoco cumple con la obligación referida a que la publicidad debe estar
escrita de modo legible y con un tamaño de letra no inferior a 2,5 milímetros, lo que representa un
inconveniente o una limitación a la hora de hacer efectivo el derecho irrenunciable otorgado al consumidor
por esta oferta. Consecuentemente, la promesa publicitaria de la denunciada, al utilizar en un tamaño
considerablemente inferior la frase 'Solo consumo familiar, no incluye compras facturas', en definitiva, lo que
hace es desvirtuar y limitar el sentido del ofrecimiento principal e importa falta de información veraz y
oportuna, e induce a engaño al público consumidor" (énfasis agregado, considerando 7º).
Incluso, ciertos deudores han intentado cuestionar, sin éxito, el tamaño de los pagarés que abren la puerta
al cobro ejecutivo de sus obligaciones; pagaré proveniente de un mandato que faculta al acreedor a
rellenarlo sin requerir de pago o mediar notificación alguna al deudor. Hasta donde llegan nuestras noticias,
un fallo ha declarado en carácter de obiter dictum que el pagaré infringía el tamaño de la letra del artículo
17 LPDC. Se trata de Socofin S.A. (Banco de Chile) con VML capacitación SPA (2013)202, que además de
ser una demanda ejecutiva por cobro de pesos emanada de un pagaré, tiene la particularidad que sus
partes son empresarios. En fin, en este juicio se señaló: "Que en lo que se refiere a la segunda alegación
referida al incumplimiento del tamaño mínimo de la letra impresa que exige la Ley del Consumidor, ello
queda desvirtuado íntegramente porque se excede el mínimo de 2,5 milímetros en la totalidad del impreso
del documento en particular en la cláusula de aceleración cuestionada, razón por la cual esta alegación
será´ rechazada" (considerando 8º). A mi juicio, lo relevante es la razón del rechazo de la defensa invocada.
Tal como se lee, en este caso el Juez ejecutivo tuvo que medir de alguna forma la letra del pagaré para
arribar a tal conclusión, de lo contrario no se hubiera expresado en esos términos. Por lo que surge la duda,
qué hubiera sucedido si el pagaré no cumplía con el tamaño de la letra que le exige la Ley de los
Consumidores. De todas formas, hay que señalar que los jueces civiles no aplican el artículo 17 LPDC a los
pagarés.
Para avanzar, se puede decir respecto del tamaño de la letra que, siguiendo los desarrollos foráneos, a
través de esta regla se podría medir el color, el contraste del color, la calidad de la impresión, los
espacios en blanco (ex artículo 16 letra f] LPDC), la calidad de la imagen, la claridad de la imagen;
ideas que apuntan a la legibilidad, en el sentido descrito en la norma en examen.
En definitiva, al tipificar el tamaño de la letra el legislador buscó potenciar la lectura del contrato, idea
que se refuerza con la exigencia de legibilidad que señala la norma en comento y, todo lo anterior, con el fin
de asegurar el consentimiento del consumidor. Con todo, según Alejandro Rosillo: "Lo único que se puede
garantizar con este control es que dé la premisa indispensable para poder consentir: conocer o al menos
haber podido conocer las CGC [condiciones generales de la contratación] con la diligencia razonable"203.
Por esto, el consentimiento del consumidor tiene que ser claro y la información que le entrega el proveedor
debe ser comprensible. Esto lo señala el artículo 32 LPDC expresamente.
Como el objetivo es potenciar la lectura del contrato, el test que valida el cumplimiento de la
legibilidad, más allá de los 2,5 milímetros, es la "simple lectura", "lectura única" o "sin esfuerzos".
Esto implica que un consumidor promedio sea capaz de comprender el clausulado del contrato con una
lectura única, sin esfuerzos. Detrás de estas ideas, se muestra que el contrato, también, cumple una
función de publicidad.
La segunda regla que contiene el artículo 17 es el idioma. La norma expresa que las cláusulas:
"deberán estar escritas en idioma castellano, salvo aquellas palabras de otro idioma que el uso haya
incorporado al léxico" (inciso 1º). Esta segunda garantía también atiende al acceso de los contratos; sin
ellas se dificulta la lectura. El legislador también ha dispuesto que: "tendrán validez los contratos redactados
en idioma distinto del castellano cuando el consumidor lo acepte expresamente, mediante su firma en un
documento escrito en idioma castellano anexo al contrato, y quede en su poder un ejemplar del contrato en
castellano, al que se estará, en caso de dudas, para todos los efectos legales" (inciso 3º).
Respecto de los contratos por escrito, vale la pena preguntarse cómo se modifican estos instrumentos. El
fallo Cencosud explicó que debe cumplirse la misma forma en que se ofreció un contrato para su
modificación, "exigencia que resulta aplicable no sólo a la propuesta que se haga por parte del proveedor,
sino también a la aceptación del cliente" (considerando 7º).
Incluso, gracias a esta regla judicial podríamos preguntarnos si todos los contratos deben constar por
escrito. O dicho de otra forma ¿cuál es el ámbito de aplicación del artículo 17 LPDC? Para Jaime
Lorenzini204 solo los contratos escritos, mientras que para Juan Ignacio Contardo205, el requisito de
escrituración se exige para las condiciones generales (que lo grafica, en términos simples, como documento
entregado al consumidor) no para los contratos.
Y, por último, en tercer lugar, el artículo 17 de la Ley atiende a la prevalencia, conforme a la siguiente
regla: "en los contratos impresos en formularios prevalecerán las cláusulas que se agreguen por sobre las
del formulario cuando sean incompatibles entre sí" (artículo 17 inciso 1º). Respecto de este tema (cláusulas
agregadas a mano) no hay mucho que explicar toda vez que estas cláusulas se enmarcan dentro de la
contratación por adhesión; y, por ende, no es frecuente la aplicación de la prevalencia. Por eso, tampoco se
conocen decisiones judiciales sobre este tema.
En suma, tres son los clásicos controles que se estudian a partir de la inclusión: el tamaño de la letra,
idioma y prevalencia. Destaca en nuestro país la judicialización del tamaño de la letra, ampliándose a
campos que están más allá de las fronteras contractuales, como la publicidad (que puede integrarse a él).
Para seguir, nos resta por estudiar las consecuencias jurídicas que tendría la omisión o falta de
cumplimiento de los elementos que integran este control.
B. Consecuencias jurídicas
La infracción a las materias reguladas en el artículo 17 LPDC da lugar una a sanción de ineficacia. En
efecto, la norma dispone que "Las cláusulas que no cumplan con dichos requisitos no producirán efecto
alguno respecto del consumidor" (énfasis agregado). Y, como se ha expuesto, las cláusulas que
contravengan el tamaño de la letra y la legibilidad, el idioma y la prevalencia, darán lugar a la ineficacia de
la cláusula. Se trata, entonces, de una ineficacia parcial.
Las sentencias de nuestros tribunales y la mayoría de la doctrina sostienen que se trataría de una
nulidad, como Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia206. Juan Ignacio Contardo207considera que la
sanción consagrada en el artículo 17 sería especial porque solo se aplica en favor del consumidor.
Esto significa que seguiría produciendo efectos para el proveedor, tal como sucede a veces en el derecho
del trabajo. Por eso, prefiere hablar de "inexigibilidad para el consumidor" y "exigibilidad para el proveedor".
Y si consideramos lo dispuesto en el fallo Cencosud208, podríamos pensar que sería una inexistencia o
nulidad de pleno derecho. Por mi parte, me quedo con la idea planteada por Jorge Baraona209, de una
nulidad sui generis, porque es parcial y porque no puede regir la presunción de validez, menos que
se sanea por el paso del tiempo o que otros sujetos diversos de los consumidores y sus
representantes puedan solicitarla. Y a diferencia del autor citado210, no creo que habría
inconvenientes para que el Juez, asumiendo su rol de "supervisor"211pueda declarar de oficio la
nulidad del contrato o de algunas de las cláusulas cuando observe el control de fondo.
Pasando a otro tema, resulta interesante preguntarse por la prueba del control de forma. Y es de interés,
precisamente porque este tema se ha discutido en tribunales, lo que se examinará a continuación.
Los elementos que integran el control de forma se pueden probar por todos los medios de prueba
que se conocen, incluso de oficio por el Juez. Así, se aplaude el hecho que no se exige prueba alguna
para demostrar el tamaño de la letra mínima exigida por la ley (2,5 milímetros). En efecto, en Servicio
Nacional del Consumidor con Ticket Fácil (2018)212 en la sentencia de reemplazo se sentenció "Que basta
una simple vista a los tickets acompañados para advertir en él cláusulas cuyo tamaño de la letra es inferior
a 2,5 milímetros..." (énfasis agregado, considerando 3º sentencia de reemplazo Sernac con Ticket fácil); en
Servicio Nacional del Consumidor con Ticketmaster (2018)213 se reitera la misma idea en el sentido que
"Del mero examen de los tickets acompañados al proceso se desprende que contienen cláusulas que no
cumplen con dicha exigencia..." (considerando 17º Sernac con Ticket master).
Quizás en este punto adquieran relevancia las presunciones judiciales. La única consideración es que el
sistema probatorio se rige por las reglas de la sana crítica (artículo 50 C).
No obstante lo anterior, en un caso se dictaminó una forma de probar el tamaño de la letra de una manera
muy estricta. Se trata de Sernac con Ticketmaster. En la primera instancia214se discutía si el ticket podía
contener cláusulas abusivas. Por eso, el tribunal discurría respecto del carácter del contrato por adhesión.
Respecto de la prueba sentenció que "Finalmente, respecto de la supuesta vulneración del art. 17 de la Ley
Nº 19.496, en lo relativo a la obligación de escribir en los tickets de entrada con un tamaño de letra no
inferior a 2,5 milímetros, es propio señalar que dicha circunstancia no pudo ser constatada en autos, por
cuanto la declaración de los testigos [...] tendientes a acreditar dicha circunstancia, resultan del todo
insuficientes por cuanto el medio probatorio idóneo para acreditarlo de manera fehaciente es a través de un
informe pericial, diligencia que no fue solicitada ni rendida en autos, por lo que corresponderá desestimar la
solicitud de nulidad por este concepto" (énfasis agregado, considerando 15º).
Fuera de este ámbito hay jueces civiles que se han declarado incompetentes para conocer una supuesta
infracción al artículo 17, al estimar que el artículo 50 A no les otorga competencia215. Más bien, me parece,
que hay que estarse a la idea de que se trata de tutelas difusas o colectivas; y que de allí, deriva
precisamente su competencia. Mismo argumento que dictaminó la Corte Suprema en la misma sentencia
Servicio Nacional del Consumidor con Ticket Fácil (2015)216, "Que lo expuesto permite concluir que aun
cuando la infracción del artículo 17 de la Ley de Protección a los Derechos de los Consumidores no
aparece mencionada en el artículo 50 A, la acción deducida basada en dicha transgresión puede ser
conocida por el respectivo juzgado civil, en la medida que de la exposición efectuada en la demanda
aparezca que aquella afecta al interés difuso o colectivo de los consumidores" (considerando 6º).
Dicho eso, ahora corresponde examinar un cuarto tipo de control de forma, no examinado por nuestra
doctrina e inadvertido por nuestros tribunales, que puede ser de interés explorar y comenzar a aplicar para
controlar más y mejor la debida comprensión de los contratos por adhesión. Se trata del control por
transparencia.
D. Transparencia
Jorge Baraona217 concibe el "principio de transparencia" como una forma de preservar la confianza de
los consumidores mediante la imposición de deberes precontractuales de información a los proveedores.
A mi juicio, el artículo 17 LPDC constituye la primera y más importante fuente normativa que
permitiría considerar una segunda dimensión de la transparencia, orientada a la comprensión de los
contratos por adhesión celebrados con consumidores, la expresión "claramente legible" ayuda en
eso.
Luego, el artículo 12 A, que regula los contratos electrónicos, asegura que: "el consentimiento no se
entenderá formado si el consumidor no ha tenido previamente un acceso claro, comprensible e inequívoco
de las condiciones generales del mismo" (énfasis agregado). Como se observa, se trata de una regla de
inclusión, pues excluye la formación del contrato si el proveedor no informa las condiciones generales de
forma previa y transparente (claro, comprensible e inequívoco). Sobre este tema, Rodrigo Momberg218,
con razón, describe que los contratos por adhesión tienen un bajo "nivel de calidad" de consentimiento. Por
eso, las partes que no redactan los contratos requieren de mecanismos legales que aseguren no solo la
entrega de información, sino una presentación adecuada de ella, para que puedan comprenderla.
Junto con ello, la expresión "comprensibles" que contiene el artículo 32 LPDC, en materia de
información básica comercial, sintetiza la aplicación del principio de transparencia. No basta solo
con tener acceso (o legibilidad) a la información sobre los bienes y servicios ofrecidos, sino que
toda la información que se entregue debe ser comprensible. Y gran parte de la información se entrega
a través del contrato. Por eso, ellos deben contener cláusulas transparentes.
Por último, dentro del ámbito financiero hay que considerar el artículo 17 B LPDC. Esta norma obliga a
"promover su simplicidad y transparencia" de los contratos financieros.
El principio de transparencia parte de algunas reglas de información, pero es más que eso. Se trata
de un segundo nivel de protección —si se quiere exponer de esa forma— que intenta asegurar no
solo el adecuado suministro de información al consumidor, sino que además comprensión,
concreción y claridad de todas las instituciones relacionadas con el consumo, como ofertas,
promociones, publicidad, contratos por adhesión, entre otras.
Con la transparencia se pretende que cualquier adherente medio no entendido en derecho tenga
las herramientas suficientes para que pueda comprender las condiciones contractuales
predispuestas. O, desde el punto de vista del proveedor, que cumpla con su obligación de redactar
contratos claros, legibles y transparentes.
Por eso, quizás es posible citar esta sentencia que, sin pronunciarse sobre la transparencia habla de ella,
al exigir que sea posible conocer los términos y condiciones de un contrato consignados en un reglamento
oculto para el consumidor. Se trata de Camus con Comercializadora con Aldo Manatagua S.A. (2007)219,
en que se reclamó la falta de entrega del reglamento del plan vacacional protocolizado en una Notaría de
Santiago. En ella, se incluían ciertas cláusulas que permitían cobrar un pago adicional por el uso del
sistema, pactos comisorios, cuotas de mantención de servicios. Sin mayores fundamentos se declararon
abusivos por desequilibrar los derechos de las partes y por estar "casi ocultos" para los consumidores.
De esta forma, los jueces por la vía represiva, y el Servicio Nacional del Consumidor y todos los entes que
participarán en procedimientos voluntarios colectivos, de manera extrajudicial, podrían (y deberían) tutelar
la recta transparencia de los contratos celebrados con consumidores. Con ello, habría que considerar que
este control operaría de forma especial en nuestro país, porque no se trata de abogar por su incorporación
como una regla de interpretación contractual. En realidad, sería algo más que eso, toda vez que la
disposición en estudio expresa que estas cláusulas "no producirán efecto alguno" (artículo 17 inciso 1º).
Así, una vez analizados los cuatro elementos que componen el control de forma (tamaño de la letra,
idioma, prevalencia y transparencia220) corresponde estudiar el segundo control que ordena practicar la
LPDC, el control de fondo o control por abusividad.
V. E
Expone José María Miquel que "Si en los contratos con condiciones generales o cláusulas
predispuestas la libertad contractual no es garante de la justicia contractual, en lo relativo al
contenido predispuesto, porque existe en una medida muy limitada, la igualdad debe ser
restablecida mediante el control de contenido"221.
Esto es, precisamente, lo que se estudiará a continuación, el control por abusividad, como una clase de
control legal, que debe ser interpretado por el juez (control represivo), aunque puede potenciarse el control
preventivo (Sernac), que se compone de un listado de cláusulas grises y listas negras que se verán a
continuación.
A. El listado negro y listado gris de la regulación de las cláusulas abusivas y la regla general de la letra g)
Nuestro legislador, siguiendo los desarrollos comparados, ha decidido crear una lista de
abusividad que contiene 7 tipos o clases de cláusulas abusivas. La reglamentación se encuentra en las
letras a), b), c), d), e), f) y g). Aunque conviene descartar inmediatamente la letra f) como una clase de
abusividad o disposición legal que controla el fondo de los contratos por adhesión, toda vez que los
espacios en blanco y su consecutivo rellenado por parte del proveedor debe redirigirse a las normas que
controlan la forma o inclusión de las condiciones generales de la contratación.
En términos generales, la doctrina suele sistematizar este listado de normas que tipifican las cláusulas
abusivas a través de colores. Así, las cláusulas "negras" serían aquellas que no presentan dudas de
su abusividad; mientras que las "grises" requerirían valoración por parte del intérprete. Las
cláusulas grises a primera vista parecen abusivas, pero después deben ser enjuiciadas en
concreto222. Dicho de otra forma, las cláusulas "grises" no operan como presunciones de
abusividad, sino que el juez debe ponderar todos los elementos de forma heurística para
declararlas223. Por eso, pueden ser grises o blancas224. Y las cláusulas "blancas" son aquellas que no
pueden interpretarse como ilegales o abusivas.
En Chile se considera que el listado contenido en el artículo 16 sería mixto, tendría componentes negros y
grises. Así, por ejemplo, lo sostienen Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia225, antes de la dictación de la
Ley Nº 19.955, e Íñigo de la Maza226. En su concepto letras a), b), c), d) y e) serían negras; mientras la
letra g) sería gris. A mi juicio, habría más cláusulas que serían grises, como la letra a), puesto que requiere
valoración. En realidad, podría haber cláusulas negras que sean sancionadas por lo dispuesto en el artículo
16 letra a), porque su arbitrariedad sería evidente. Y, también, podrían interpretarse como grises algunas
cláusulas, ex artículo 16 letra a). De este modo, hoy en día sería posible cuestionar la vigencia del empleo
de los colores para calificar las cláusulas abusivas. Todos los literales del artículo 16 de la Ley requieren
valoración.
Por otra parte, hay que reconocer que, si todas las cláusulas requieren valoración por parte del
intérprete, la letra g) del artículo 16 se vuelve la regla general de abusividad. Por eso, no comparto la
opinión de Íñigo de la Maza227, que considera que no se exigen los requisitos de la letra g) a los demás
literales de la disposición estudiada, porque se trata de listas negras.
Dicho esto, ahora corresponde examinar una de las cláusulas abusivas más usadas en el tráfico, se trata
de la cláusula de modificación unilateral y arbitraria. Se examinará con exhaustividad, pues ella se
encuentra presente en el ámbito de los canales televisivos, servicios educacionales, servicios de internet,
servicios telefónicos, servicios de salud, tiempos compartidos, entretenimiento, servicios de transporte
aéreo, deportivos, funerarios y financieros.
B. La cláusula abusiva de modificación unilateral y arbitraria
El artículo 16 letra a) de la Ley dispone que: "No producirán efecto alguno en los contratos de adhesión
las cláusulas o estipulaciones que: Otorguen a una de las partes la facultad de dejar sin efecto o modificar a
su solo arbitrio el contrato o de suspender unilateralmente su ejecución, salvo cuando ella se conceda al
comprador en las modalidades de venta por correo, a domicilio, por muestrario, usando medios
audiovisuales, u otras análogas, y sin perjuicio de las excepciones que las leyes contemplen".
Se ha explicado que la estipulación que autoriza el aumento unilateral o arbitrario del proveedor
debería ser considerado abusivo o ilegítimo porque deja a discreción del proveedor cuándo y cómo
ejecutar la prestación. Con ello, el consumidor queda en una situación de incerteza respecto del
cumplimiento cabal de la obligación del proveedor228.
Sin perjuicio de lo anterior, también se considera que la cláusula puede ser lícita si cumple de forma
excepcional ciertos requisitos. En efecto, Rodrigo Momberg229explica que, si la facultad de modificación se
basa en parámetros objetivos y el consumidor queda esencialmente indemne de la variación del contrato,
podría permitirse. En el mismo sentido, consideran esos parámetros objetivos Íñigo de la Maza230, Carlos
Pizarro y Jean Petit231, Francisca Barrientos232, Mauricio Tapia233, Bruno Caprile234y Marco Rozas235.
Entonces, esta norma le entrega al Juez la facultad de decidir la eficacia o ineficacia de una cláusula
predispuesta por el proveedor.
La cláusula abusiva de modificación unilateral arbitraria prohíbe de forma expresa "la interdicción
de la arbitrariedad", en el artículo 16 letra a) LPDC. Este es un principio civil que se manifiesta en que el
redactor no puede dejar a su capricho la facultad de cumplir o no con el contrato. Con ello, se evitaría que el
proveedor decida cuándo se encuentra en condiciones de cumplir con el programa prestacional dispuesto al
tiempo de celebración del contrato. Desde la óptica de las normas de consumo, la arbitrariedad opera como
"... un poder de reescritura de un contrato sobre el cual ya ha existido consentimiento, y de ahí los riesgos
que envuelve y las suspicacias que genera"236; que si se permitiera sería una forma de asignarle los
riesgos al consumidor, sin requerir su consentimiento237. Para Josep Ferrer "...se trata de evitar que el
predisponente de la cláusula pueda, durante la vigencia del contrato, alterar a su discreción,
presumiblemente a la baja, el valor del intercambio para el otro contratante"238. En el fondo, con estas
cláusulas el predisponente modula la configuración de derechos en su favor. Por eso, además, como lo
manifiesta Marta Carballo239, con su establecimiento podrían existir repercusiones con el sistema de
tutelas de consumidor ante el incumplimiento. O se configurarían formas eximentes o atenuantes de
responsabilidad240.
Siguiendo una sistemática que examina las circunstancias típicas según el sector negocial241, como
criterio objetivo242 y aceptado243 de interpretación de los contratos por adhesión, he dividido el estudio de
las sentencias que analizan estas materias por mercado. De modo que se ofrece un estudio de la situación
judicial de las cláusulas insertas en el ámbito de los canales televisivos, servicios educacionales, servicios
de internet, servicios telefónicos, servicios de salud, tiempos compartidos, entretenimiento, servicios de
transporte aéreo, deportivos, funerarios y financieros.
Junto con lo anterior, corresponde señalar que se han categorizado las sentencias que discurren sobre la
modificación predispuesta por el proveedor en dos formas típicas. Primero, la que intenta alterar la
prestación. Segundo, la que intenta alterar el precio por los servicios contratados por el consumidor.
1. Modificación unilateral relacionada con la prestación
Para iniciar el análisis, en este apartado estudiaré (a) las alteraciones parciales y (b) las alteraciones
totales de la prestación.
En este acápite se examinarán los cambios de canales en el ámbito de la televisión por cable y algunas
jornadas de los establecimientos educacionales.
En el ámbito de la televisión por cable se retiró de la grilla programática el canal TYC (Torneos y
Competencia) sustituyéndolo por el canal CDF Básico (Canal del Fútbol), que luego fue incorporado a una
programación especial premium, que se contrataba por separado pagando un precio adicional.
Los hechos descritos fueron conocidos en dos oportunidades, pero los jueces en un caso estimaron que
la modificación era arbitraria, y en el otro, que no. En Lobo, Servicio Nacional del Consumidor con VTR
(2008)244, la Corte Suprema consideró que el arbitrio de la empresa fue manifiesto "... dado que el canal
ha sido excluido del plan contratado sin rebajar el precio de éste, e incorporando luego a otra programación
especial, a la que solo puede accederse por un precio adicional" (considerando 3º de la Corte Suprema y
considerando 4º de la Corte de Apelaciones de Santiago). Y tiene razón, puesto que consta en el proceso
que se le ofreció al consumidor "mantener" el servicio, pero sin considerar una rebaja en el precio,
ofreciéndole un valor extra por el canal extraído. La ratio decidendi del fallo es que no puede cobrarse un
precio extra por algún elemento que forma parte integrante de la prestación (canal que estaba dentro
de la grilla programática). Con anterioridad, en Bezanilla, Servicio Nacional del Consumidor con VTR
(2009)245, por los mismos hechos descritos en la sentencia anterior, se llegó a la conclusión que se trataba
de una cláusula y práctica lícita amparada por la LPDC. En este caso, las ponderaciones judiciales
prefirieron los intereses del proveedor al validar sus justificaciones económicas.
Dicho esto, a continuación corresponde revisar las sentencias que examinan los supuestos de
modificaciones totales de la prestación.
En este grupo de casos la modificación unilateral se califica como absoluta, porque la cláusula se
redactó en un sentido tal que permitía al proveedor realizar cualquier clase de alteración, en
cualquier tiempo y momento. Por eso resulta, evidentemente, arbitraria.
Es el caso Servicio Nacional del Consumidor con Ticket Master (2014)248, en que se discutió la legalidad
de la cláusula que establecía: "Ticketmaster, se reserva el derecho a cambiar estas Condiciones en
cualquier momento, las cuales aplicarán inmediatamente después de que hayan sido publicadas en el
Sitio". Por la redacción de esta cláusula, y quizás por el argumento de la demandada en orden a que no se
aplicaba la Ley del Consumidor, ya que las condiciones de uso de la página web no eran contratos por
adhesión, el tribunal de primera instancia sancionó esta cláusula. Aquí, la arbitrariedad, se verificó por la:
"manifiesta falta de certeza y la situación de incertidumbre en la que se encuentran los consumidores [...] ya
que de acuerdo a su redacción, éstas serían eminentemente transitorias y su contenido y vigencia
dependería de la sola voluntad de la empresa demandada" (considerando 11º). La ratio decidendi del fallo
es que la cláusula que autoriza a cambiar las condiciones en cualquier momento es ilícita.
Junto con ello, se han detectado dos fallos insertos en el ámbito educacional que modifican de forma
absoluta la prestación, al incorporar condiciones especiales que niegan el ingreso al centro educacional.
Así, se ha calificado como abusiva una cláusula que deniega el ingreso a un curso de postgrado de la
Universidad, si es que no se cumple con un número mínimo de matriculados. Se trata de Barrientos con
Universidad de arte y ciencias sociales Arcis (2009)249, que da cuenta que la denunciante fue aceptada en
el curso de magíster, pero como en el contrato existía una cláusula que disponía: "se reserva a modificar
unilateralmente el citado Plan de estudios, cuando existan razones académicas que así lo justifiquen", se
dijo que no se había reunido el cupo mínimo necesario para impartir el curso. Por eso, la Universidad anuló
la matrícula250. En este caso, la Corte de Apelaciones de Santiago consideró que los motivos invocados
por el centro educacional no eran académicos sino que económicos (considerando 10º). Por eso, incluso en
carácter de obiter dictum, sentenció que si fueran razones académicas: "... la cláusula de reserva para
modificar el programa docente contratado al emplear la expresión 'razones académicas', es de tal manera
general y vaga, que prácticamente deja al arbitrio o razonamiento subjetivo [de] una persona al estimar que
existen 'razones académicas'" (considerando 14º). De este modo, la razón que decide el fallo es que la
expresión "razones académicas" es arbitraria por ser general y vaga en el contexto educacional. A
contrario sensu, una cláusula que permita la adaptación unilateral de la prestación no debe ser
general, ni vaga.
El segundo caso detectado en Salas con Universidad Pedro de Valdivia (2008)251, en que se
consideraron lícitas ciertas condiciones predispuestas por el establecimiento educacional. En los hechos, la
alumna se matriculó en Diseño gráfico, carrera que no se impartió por no alcanzar el número de
matriculados. La Corte desestimó la denuncia y demanda civil, por las gestiones que hizo la Universidad
para reubicar a la alumna en otro centro educacional252. El fallo describe el Reglamento de prestación de
servicios. Este documento establecía en la cláusula tercera que la universidad se reservaba el derecho a no
impartir asignaturas correspondientes al primer año, si no se reunían el número mínimo de alumnos
matriculados para tal efecto (considerado 5º). Aquí no aparece mención alguna a razones académicas o
económicas. La Corte de Santiago consideró que dicha situación no generaba ninguna infracción a la
LPDC, porque calificó la cláusula como una condición resolutoria ordinaria lícita, mixta, posible
(considerando 7º sentencia primera instancia). Debo observar la calificación de la condición como mixta, por
el supuesto el acaso que exige su configuración (artículo 1477 CC).
Para avanzar, corresponde decir que en estos casos una cláusula predispuesta por el proveedor
provoca una alteración en el pago de los servicios, siempre al alza. Se trata de un intento de (a)
cobrar más por el mismo servicio, (b) cobrar aunque no se preste el servicio, o (c) aumentar el cobro
de la comisión por los servicios prestados.
Con ello, se produce, en la judicatura, una unión del criterio de la arbitrariedad del artículo 16 a), objeto de
este estudio, con lo dispuesto en el literal b) que proscribe las cláusulas que: "establezcan incrementos de
precio por servicios, accesorios, financiamiento o recargos, salvo que dichos incrementos correspondan a
prestaciones adicionales que sean susceptibles de ser aceptadas o rechazadas en cada caso y estén
consignadas por separado en forma específica".
Bajo este apartado se han sistematizado sentencias que examinan el ámbito de los servicios de internet,
telefonía, prestaciones relacionadas con la salud y tiempos compartidos.
En Álvarez, Servicio Nacional del Consumidor con Terra Networks (2005)253, el Sernac denunció y el
usuario demandó a la empresa la modificación unilateral del precio que sufrió el uso de los servicios de
internet contratados. Por su parte, la defensa del denunciado-demandado se basó en que se trataba de un
aumento por concepto de "reajustes"254. La Corte de Apelaciones de Santiago, con buen juicio, desestimó
esta alegación al constatar que no fue aceptada por el usuario; y que, además, tal modificación no estaba
predispuesta en el contrato por adhesión. Incluso, en carácter de obiter dictum sentenció: "que
evidentemente no se está sosteniendo que al proveedor le está prohibido por siempre reajustar las tarifas,
sino solamente que tal incremento debe hacerse en la oportunidad, con la periodicidad y en la forma y
monto indicados en el contrato de adhesión original. Lo que no es aceptable, como por lo demás lo prohíbe
expresa y perentoriamente la ley, es que ello quede entregado al arbitrio del proveedor" (considerando 10º
sentencia primera instancia). Así, este fallo mostraría que es arbitrario cobrar más por el mismo servicio.
Junto con ello, el alza de precio no es un reajuste255.
En el ámbito telefónico existen una serie de denuncias interpuestas por el Sernac basadas en los mismos
hechos: la empresa Telefónica Móvil intentó subir el precio de los planes. Y al igual que en el caso anterior,
se intentó disfrazar el aumento de precios mediante un supuesto reajuste. En efecto, el año 1998 los
demandantes celebraron un contrato de prestación de servicios telefónicos móvil de 90 minutos por la suma
de $8.500. Luego, el año 2001 recibieron una carta de la empresa que informaba el alza del plan a $12.200.
La empresa ofrecía, además, una alternativa para mantener el valor pagado, a través de otro plan pero con
menos prestaciones. Esta modificación unilateral implicaba un aumento del 44% del valor del precio del
plan contratado. En estos casos, se denunciaron las infracciones a los artículos 16 letras b) y g), 12 y 23 de
la LPDC. La cláusula 4ª del contrato en entredicho establecía que las tarifas y precios podían ser
modificados por la empresa. Esta circunstancia debía ser informada al cliente mediante el documento de
pago inmediatamente anterior a la entregada en vigencia de las nuevas tarifas. Así, en Aravena, Sernac con
Telefónica Móvil (2005)256, se sancionó con una multa de 10 UTM porque se estimó que se trataba de un
alza de precio y no de un reajuste que actualizara el plan (considerando 10º); 5 UTM en Bustamante,
Sernac con Telefónica Móvil (2005)257y en Cuevas, Sernac con Telefónica Móvil (2005)258, se cambió
unilateralmente el monto del plan de $7.000 a $9.000; 15 UTM en Finch, Sernac con Telefónica Móvil
(2005)259; Herrera, Sernac con Telefónica Móvil (2005)260; Canales, Sernac con Telefónica Móvil
(2006)261; Fernández, Sernac con Telefónica Móvil (2006)262; Leñero, Sernac con Telefónica Móvil
(2006)263; Manríquez, Sernac con Telefónica Móvil (2006)264; Molina, Sernac con Telefónica Móvil
(2006)265; Repol, Sernac con Telefónica Móvil (2005)266y Rivera, Sernac con Telefónica Móvil (2005)267.
La ratio decidendi de los fallos es que es arbitrario cobrar más por el mismo servicio. Al igual que el caso
anterior, sorprende que se haya intentado disfrazar un alza de precio mediante un reajuste ficticio.
En el ámbito de salud también se ha encontrado una cláusula abusiva por aumento unilateral del precio, y,
al igual que en el ámbito de los servicios de internet y los servicios telefónicos, se intentaba simular un alza
de precio mediante el establecimiento de un supuesto reajuste. Se trata de Fernández con Banmédica S.A.
(2010)268, en que la Isapre pretendía un aumento del valor del plan bajo la fórmula del "reajuste de la
salud"269. Aquí, se consideró que se trataba de una clase de modificación arbitraria, porque aumentaba en
un 46% el plan de salud (el valor base del plan más el factor etario) disminuyendo los beneficios
contratados a través de menores prestaciones, solo por razones de edad (al cumplir 61 años). Así, se
sentenció que no había "... justificaciones reales, en el sentido que el aumento signifique para él una mejora
en su plan expresado en mejores o mayores beneficios que aquellos de los cuales ya gozaba, no pudiendo
sostenerse que por el simple hecho de cumplir una determinada edad cause a aquella [isapre] mayores
desembolsos los que, a juicio de este Tribunal, la denunciada debió señalar con absoluta precisión, cosa
que no ha hecho durante el juicio; o al menos, presentar al afiliado las condiciones que hacían plausible la
adecuación de su plan de salud para éste, voluntariamente, lo aceptara o rechazara..." (considerando 6º).
Ya situados en el mercado de los tiempos compartidos se encuentra Camus con Comercializadora Aldo
Manatagua S.A. (2007)270. En los hechos, se discutió una cláusula que autorizaba el incremento de precio
por servicios y otra que facultaba a la empresa a modificar el monto de las cuotas a pagar. Así, la Corte de
Apelaciones de Santiago sentenció que todas las cláusulas del contrato debían analizarse según el criterio
general de la buena fe consagrado en el artículo 16 letra g) LPDC, lo que comparto. De este modo,
dictaminó que el criterio integrador de la abusividad eran las "expectativas razonables", lo que en sus
palabras era lo que "razonablemente podría haberse hecho respecto del contrato" (considerando 1º y 14º).
Y por ese motivo rechazó el aumento de precio predispuesto en la cláusula por la empresa de tiempos
compartidos.
Para finalizar el examen del aumento del precio por el mismo servicio, hay que decir que las
modificaciones que tienden al alza del precio haciéndolos pasar por reajustes, deben calificarse de abusivas
por arbitrarias. Según las Cortes no hay razones reales para sustentar la validez de esta estipulación
contractual. También se fundamentan las alzas de precios en la frustración de las expectativas razonables
del consumidor.
Dicho esto, ahora corresponde estudiar la segunda categoría de sentencias relacionada con el precio: el
cobro aunque no se preste el servicio.
Aunque parece curioso, suele suceder que algunas empresas proveedoras intentan seguir cobrando, aun
cuando no prestan el servicio. No me refiero a una hipótesis de suspensión de la prestación por mora o
incumplimiento del consumidor271, sino a supresiones de la prestación que nacen por cláusulas ubicadas
en el ámbito de la educación, servicios de espectáculos públicos, aerolíneas y deportivos.
Ahora bien, en materia de espectáculos públicos se ha pretendido mantener el cargo por servicio, aun
cuando no se realice el evento contratado. Se trata de Villar con Ticketmaster (2009)273, en que se declaró
abusiva una cláusula que negaba la restitución del cargo por servicio, pese a la anulación del espectáculo
público274. No se señala la cláusula en la sentencia comentada, pero sí las alegaciones de la empresa en
orden a que reconoció la negativa a restituir los dineros solicitados porque se trataba de un servicio
prestado "directamente" por Ticketmaster. Entonces, se vuelve a reafirmar que la arbitrariedad se manifiesta
en un desequilibrio de las prestaciones al intentar cobrar el precio sin prestar el servicio.
Por otra parte, en materia aeronáutica, no se ha permitido tomar el tramo de vuelta cuando no se ha
volado en el tramo de ida. En efecto, en Jarpa con Lan (2010)275, se denunció la negativa de la empresa
de permitir que una pasajera (la hija del querellante y demandante civil) arribara al tramo de regreso, porque
no había utilizado el tramo de ida entre la ciudad de Santiago a Concepción276. La defensa de la empresa
invocó la existencia de la siguiente cláusula: "Uso del pasaje: Los vuelos que componen el itinerario
deberán volarse en el orden correlativo indicado. Se negará el embarque a un pasajero que no cumpla con
el orden antes referido o si el pasajero no ha volado alguno de los tramos indicados en su pasaje. Si no
vuela alguno de los tramos indicados en el itinerario, el itinerario se cancelará en su totalidad, no
procediendo ningún tipo de reembolso salvo que las condiciones de la tarifa de su pasaje lo permitan. A
modo de ejemplo, si Ud. no vuela el primer tramo que se especifica en el itinerario (entendiéndose como
ida), no podrá volar ningún otro (entendiéndose como vuelo de escala o de vuelta). El ticket que Ud. ha
comprado es intransferible". La ratio decidendi de esta sentencia es que el empresario no puede limitar los
derechos adquiridos por el consumidor que compra pasajes de ida y de vuelta. Llama la atención que la
sanción no sea la ineficacia de la cláusula, sino que la condena infraccional. En la misma línea, No se
consigna con Latam Airline Group (2017)277, se mal juzgó la misma cláusula declarándola abusiva por
contener una limitación absoluta de responsabilidad (artículo 16 letra e] LPDC) y generar un desequilibrio
importante en las prestaciones del contrato contraviniendo a las exigencias de la buena fe (artículo 16 letra
g] de la ley).
Por otra parte, en el fallo colectivo Servicio Nacional del Consumidor con Gimnasios Pacific Fitness Chile
Ltda. (2015)278, se declararon una serie de cláusulas abusivas por contener estipulaciones que favorecían
la modificación unilateral y arbitraria279. En los hechos, el Sernac recibió múltiples reclamos a causa del
cierre no informado de tres sedes del gimnasio, en circunstancias que siguieron cobrando por el servicio
que no prestaban. La cláusula segunda del contrato estipulaba que: "Las únicas causales que dan derecho
a un socio a reembolsar cantidades que hubiera pagado por planes Trimestrales, Semestrales o Anuales,
excluyendo de todo reembolso la matrícula, son: 2.1 Muerte del socio, debidamente acreditada a través del
certificado de defunción del mismo. 2.2. Incapacidad física de por vida del socio". En este caso, la Corte de
Apelaciones revocó la decisión del a quo, al considerar que, de emplearse el criterio restrictivo de primera
instancia que interpretó en sentido literal y exegético la cláusula, se trataría de una renuncia anticipada de
sus derechos, generando un desequilibrio entre las partes causándole un perjuicio al consumidor
(considerando 4º). De este modo, la cláusula de modificación unilateral será arbitraria cuando suponga una
renuncia de sus derechos.
Para terminar, hay que estudiar la modificación relacionada con el aumento del precio de la comisión por
servicios.
En este grupo de casos resulta interesante mostrar cómo ha operado el aumento de la comisión por
mantención de los servicios.
En Ureta, Sernac y La Administradora del Prado y La Foresta S.A. (2007)280, se denunció a la empresa
el aumento de la comisión por mantención de servicios del contrato de compraventa de derechos de
sepultación. En el contrato y los reglamentos se incorporó una cláusula que fijaba el precio de la comisión
por mantención en 1 UF. Por su parte, la defensa alegó que el valor de la comisión se había "reajustado"
progresivamente hasta llegar a 1,18 UF. Y, una vez más, salta a la vista esta práctica de confundir los
reajustes con el aumento del precio. Como en el contrato y los reglamentos se establecía un monto
determinado, fue fácil para los tribunales constatar el aumento unilateral. Así, la Corte de San Miguel
sentenció que la cláusula que toleraba tal aumento constituía una infracción al artículo 16 letra b), que
proscribe el aumento de precio al consumidor sin obtener mejoras de los servicios. Por eso, revocó la
sentencia de primera instancia y condenó con una multa de 25 UTM.
Ese mismo año, en Peña y otros, Sernac con Cementerio Parque Santiago (El retiro inmobiliaria e
inversiones S.A.) (2007)281, se denunció y algunos demandaron la responsabilidad civil de la empresa por
el aumento unilateral en la comisión de servicios. Así, al igual que en Ureta, se sentenció que el contrato no
podía ser modificado de forma unilateral mediante el establecimiento de cláusulas no especificadas en el
formulario (considerando 9º d). Con ello, se multó a la empresa con 50 UTM y se rechazaron las demandas
indemnizatorias que solicitaban daño moral por falta de prueba. Del mismo modo, años más tarde, en Llefi
Llefi y otros con Administradora de Parques Dobro Ltda. (2012)282, con similares argumentos, la Corte de
Apelaciones de Valdivia confirmó la condena por 30 UTM y sentenció al pago de $250.000 para algunos
demandantes y con $100.000 para otros. Y, una vez más, en todas estas sentencias aparece la noción
del perjuicio económico como el criterio que determina la arbitrariedad. Aquí también se pretende
aumentar el cobro por la comisión por el mismo servicio prestado.
Por otra parte, resulta necesario destacar la existencia de un fallo que muestra la relevancia de la finalidad
de la contratación. Se trata de Livacic con Cementerio Parque de Rengo (2007)283, en que los
consumidores no solo pretendían mantener inalterable el valor de la comisión por servicio, como en los
casos anteriores, sino que además querían dejar sin efecto el cobro de la comisión284. En este caso,
interesa destacar que el tribunal realizó un análisis de la finalidad de la comisión y del contrato celebrado.
Así, explicó que los cementerios parque suponen la creación de un parque que tiene sepulturas. Por ello,
era de la esencia la mantención de áreas verdes que cubren las sepulturas de esos parques, y con ello,
marca una diferencia con los cementerios públicos, en los cuales no existe esta obligación de pago, pues
no rige el principio de igualdad de las personas muertas. En los cementerios públicos, cada deudo
construirá lo que diga su capacidad económica (considerando 16º). De este modo, no resultaría tan extraño
e ilógico, más bien sería —en sus palabras— "coherente y racional", según la finalidad del contrato, que se
prevea en el contrato la regulación de los costos de mantención. Dicho costo asume la naturaleza de un
cargo fijo que se actualiza conforme a la UF (considerandos 19º y 20º). Así, se reafirma un criterio
primordial que justifica la adaptación del contrato: deberían considerarse lícitas (no arbitrarias)
aquellas cláusulas de modificación unilateral que empleen criterios racionales y objetivos que
atiendan a la finalidad del contrato.
En Camus con Comercializadora con Aldo Manatagua S.A. (2007)285, se reclamó la falta de entrega del
reglamento del plan vacacional protocolizado en una notaría de Santiago. En ella, se incluían ciertas
cláusulas que permitían cobrar un pago adicional por el uso del sistema, pactos comisorios, cuotas de
mantención de servicios. Sin mayores fundamentos, se declararon abusivos por desequilibrar los derechos
de las partes y por estar "casi ocultos" para los consumidores. En Fuentes con Thermas Internacional S.A.
(2010)286, se ventiló la misma cuestión, es decir, si la cuota de mantención consignada en un Reglamento
que, además no fue entregado al consumidor, formaba parte del contrato por adhesión. Se consideró que el
cobro de la cuota de mantención, aun cuando liberaba el pago por 10 años, sí era abusiva bajo la regla del
artículo 16 literal b) que prohíbe las estipulaciones que establecen un incremento de precios y la letra g) por
atentar contra la buena fe.
Y, en materia financiera, si una cláusula autoriza a modificar el precio por los servicios mediante la
siguiente redacción "cualquier cambio de las condiciones de uso y privilegios de la tarjeta deberá ser
informado por escrito al usuario...", debería considerarse como abusiva por infracción al artículo 16 a) de la
ley, tal como se sentenció en el famoso Servicio Nacional del Consumidor con Cencosud (2013)287. En
este caso, la cláusula alteraba el precio de algunas comisiones, sin requerir la aceptación del consumidor.
De allí, que la Corte Suprema examinó esta problemática desde la perspectiva del silencio y la
aceptación288. En la actualidad, la misma fórmula fue sancionada en Servicio Nacional del Consumidor con
BBVA (2018)289.
Con estos fallos aparece un criterio accesorio o de forma, si se quiere, que condiciona la ilicitud de las
cláusulas. Es arbitrario ocultar las modificaciones unilaterales predispuestas por el proveedor.
Para cerrar este tema, hay que concluir que se han prestado una serie de casos judiciales que alteran la
prestación, de forma parcial o total junto con la imposición de modificaciones unilaterales que alteran el
precio, en detrimento del consumidor, como el aumento del precio por el mismo servicio, cobro de precio
aunque no se preste el servicio y el aumento de la comisión por mantención de los servicios.
Avanzando, y por la importancia que ha adquirido el caso Cencosud, por la multiplicidad de temas que
involucra especialmente en lo que dice relación con el consentimiento tácito y el silencio, se ha destinado
un acápite especial a examinarlo. Se ha agregado el fallo reciente contra BBVA, por tratar los mismos
temas.
La sentencia del caso Cencosud (2013)290, que condena al demandado con restituciones e
indemnizaciones millonarias, ha generado gran impacto en diversas instituciones de la Ley Nº 19.496.
En este caso, el año 2006 la empresa Cencosud informó a sus clientes que tenían un promedio de
compras inferiores a $50.000 durante los últimos 6 meses, que se incrementaría su comisión por
mantención de $460 a $990 mensuales. O sea, se produciría un incremento de $530 mensual desde esa
fecha en adelante.
Para ello, invocó la cláusula 16ª de los contratos y su Reglamento. Esta decisión fue informada por la
empresa a través de un pequeño recuadro ubicado en los estados de cuentas de los tarjetahabientes, cuya
redacción fue la siguiente: "informamos que a contar del 1 de febrero de 2006, el valor de la comisión
mantención mensual será de $990".
La cláusula en entredicho rezaba lo siguiente: "Cualquier cambio de las condiciones de uso y privilegios
de la tarjeta deberá ser informado por escrito al usuario, entendiéndose que éste acepta si mantiene o
utiliza la tarjeta después de 30 días de expedida la comunicación respectiva. Si el usuario decidiere no
aceptar las variaciones podrá poner término de inmediato al contrato mediante el aviso a la empresa y
haciéndole entrega material de las tarjetas que hubiere recibido" (énfasis agregado).
Dicho eso, cabe preguntarse si la notificación por el medio destinado por el proveedor (cartola del estado
de cuenta) y la consignación efectuada en la cláusula cuestionada (mediante el imperativo "entendiéndose")
constituye una forma de silencio o aceptación tácita.
Se sabe que, al menos, la cláusula en entredicho atribuía valor a la realización de una serie de conductas
que subyacen al mantenimiento y uso de la tarjeta. De hecho, la comisión se paga por estas causas
(mantenimiento y uso).
Si se trata de una simple mantención de la tarjeta sin uso, es posible sostener que estas conductas no
podrían caber dentro de la voluntad tácita, sino que todo indica que, más bien, se trataba de un silencio
perjudicial para el consumidor. El hecho de continuar con ella sin realizar ningún tipo de conducta, por sí
sola no justificaría la validez de la modificación contractual, con o sin la existencia de la cláusula.
Para ello, hay que recordar que la voluntad tácita según Arturo Alessandri y Manuel Somarriva se produce
"... cuando el contenido de nuestro propósito no es revelado explícita y directamente, sino que se deduce
de ciertas circunstancias concurrentes, de la conducta o comportamiento de una persona. Pero el
comportamiento y los hechos de los cuales se deduce la voluntad deben ser concluyentes o unívocos, es
decir, no deben ofrecer la posibilidad de diversas interpretaciones"291. De modo que no puede haber dudas
de la manifestación de voluntad. Se trata de una voluntad consciente, facta concludentia, del declarante.
Luis Claro Solar292 consideró que el consentimiento tácito se confía al "buen sentido", pues hay que confiar
en circunstancias externas para darlo por manifestado. En un sentido similar, ha dicho Luis Díez-Picazo293
que la voluntad tácita tiene lugar cuando un sujeto manifiesta de modo indirecto su voluntad mediante
signos adecuados para ello. Por eso, se presupone tal voluntad y se le atribuyen efectos jurídicos.
Si el consumidor usa la tarjeta ¿debe entenderse que acepta el aumento? Habría que verificar para qué la
usa, podría ser para adquirir puntos, canjes o para comprar a crédito. Bajo estos supuestos el consumidor
ha dejado la pasividad para realizar conductas positivas endientes a comprar o adquirir beneficios a tr