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SE NOS PERDIÓ EL PANORAMA

Nuestros pueblos han perdido el encanto del pasado reciente, todo aquello que
era artesanal, de diferentes usos, incluyendo los alimentos y golosinas ha sido
absorbido hoy por un mundo materializado, competitivo y consumista. Todos
quieren protegerse contra las adversidades y seguir disfrutando hasta donde les
sea posible, ser y poseer es su principal preocupación. El pregón del tortillero, del
lechero, paletero, verdulero, panadero etc., cosas de todos los días parecen haber
quedado en nuestros recuerdos y en el tiempo de nuestros mayores.
Hoy ante el avance de la competencia monopólica las situaciones imperantes en
el pasado fueron desapareciendo para dar lugar a la tensión y opresión a nuestras
vidas, perdiéndose la calma, la sensatez y el reposo de otrora que hoy los vemos
irrecuperables. ¿Qué nos ha pasado? ¿Acaso hemos perdido esa capacidad
humana de apreciar, disfrutar y degustar esos plácidos momentos de bienestar?
A mi mente vienen aquellos recuerdos cuando joven veíamos llegar a un visitante
a nuestro pueblo, y en la primera oportunidad lo abordábamos empatizando con
él.
Le mostrábamos el mercado, el puesto de licuados el parquecito junto al río, los
hospedajes y el parque central donde por la tarde noche escuchar los motivos que
lo habían traído a nuestro pueblo lo cual disfrutábamos.
Félix, René, Enrique, Miguel etc., todos compartíamos esos momentos. Así llegó
un extranjero con el cual todos queríamos practicar nuestro inglés aprendido en la
secundaria, llegó con su enorme mochila roja a las espaldas y su deseo era
continuar hacia Guatemala, le comentamos ¡somos frontera con Guatemala! Pero
en ese tiempo ni carretera había hacia la Palma o al ejido Corregidora Ortiz, así
que lo llevamos al cuartel militar que se encontraba enfrente del Colegio
Tenosique y el oficial en turno le explicó a detalle los caminos a tomar para llegar
a las ruinas mayas de Piedras Negras, después lo llevamos a la panificadora la
Opinión en donde compró como 30 bolillos o pan francés que guardó en su
mochila, para después encaminarlo a pie hasta adelante de Tutunijá donde inicia
el camino hacia la Sierra.
Otro día llegó un hindú con su túnica y turbante quien se hacía llamar Alí Yaka
mara, pronto lo interceptamos y nos mencionó su vida de faquir, traía consigo un
viejo cartel en blanco y negro donde se apreciaba que tenía ganchos de acero
atravesando su piel y amarrados de estos ganchos cuerdas que daban a la
defensa de un autobús y que él tiraba así del descomunal vehículo. Todos
emocionados ante tal portento de fortaleza y de resistencia al dolor, pronto le
pedimos que hiciera una demostración de sus habilidades en Tenosique, para lo
cual nos solicitó ciertas condiciones para el acto, primero que fuera en un salón,
segundo que lo recaudado en el espectáculo fuera para él, tercero construir en el
salón una especie de andamio donde sería izado y cuarto que los alambres de
acero fueran rayos de rueda de bicicleta nuevos. Así hicimos los preparativos, con
el cartel solicitamos ayuda en los comercios del lugar para preparar el escenario y
fuimos a la radiodifusora para que lo entrevistaran e invitara a la ciudadanía al
acto de faquirismo nunca antes presenciado. Y es así como todo se fue sumando
para presenciar tan descabellado espectáculo, el día de su ejecución Alí Yaka
mara desinfecto con alcohol los rayos de bicicleta nuevos, los tomó con una pinza
en sus manos y procedió a perforarse la piel arriba de sus tetillas en el pecho, unió
las puntas de los rayos en una vuelta que resistieran y fue de ahí amarrado e
izado donde permaneció por un buen tiempo colgado de su piel atravesada por los
rayos de bicicleta.
Eso eran cosas de nuestro panorama, que sumados a nuestra inquietud se hacían
realidad. Por eso digo ahora que teníamos mucho más, ya que aprovechamos el
encanto de nuestros momentos para mirar más allá solo por el gusto
desinteresado de hacernos sentir felices.

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