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Y esta unió n de las dos naturalezas que hay en Cristo, la Escritura la trata con tal
veneració n, que a veces comunica a una lo que pertenece a la otra. Es lo que los
antiguos doctores de la Iglesia denominaban "comunicació n de idiomas o de
propiedades"» (II, 14, l)96. En el añ o 1543, Calvino introdujo en la Institución un
fragmento que revela sus verdaderas intenciones en la cuestió n de la relació n de la
humanidad y de la divinidad en la persona de Jesú s. «Hemos de guardarnos del
error de Eutiques, quien queriendo probar la unidad de la persona de Cristo,
destruía ambas naturalezas. Hemos aducido ya tantos testimonios de la Escritura,
en los cuales la divinidad es diferente de la humanidad, que bastan para reducir al
silencio incluso a los má s amigos de discusiones» (II, 14, 4). Algo má s adelante
escribe:
«Jesucristo, ya desde el seno materno, fue adornado con las prerrogativas de ser
Hijo de Dios. Con todo, no hay que imaginarse en la unidad de la persona ninguna
mezcla o confusió n que arrebate a la divinidad aquello que le es propio» (II, 14, 7).
Así, pues, Calvino presenta, sobre todo en algunos textos tardíos, la communicatio
idiomatum con cierta reticencia. «La naturaleza divina conserva sus propiedades, y
má s especialmente la ubicuidad que, contrariamente a Lutero, Calvino se negó a
que la compartiera con la naturaleza humana [...] (Esto significa) que la divinidad
no se encuentra dependiente de la humanidad, por poco que sea»97. En un texto
de la Institución (ed. 1559), su pensamiento respecto a esta cuestió n se muestra
con toda claridad: «Aunque [Cristo] unió su esencia infinita con la naturaleza
humana en una sola persona, con todo no podemos hablar de encierro o de cá rcel,
porque el Hijo de Dios bajó milagrosamente del cielo, sin dejar de estar allí; y
también milagrosamente bajó al seno de María, y vivió en el mundo y fue
crucificado, de tal manera que, entretanto, con su divinidad llenaba, como antes, el
mundo» (II, 13, 4). Con gran insistencia, Calvino puso de relieve que aunque, como
hombre, la carne del hijo del hombre padecía acá abajo en la tierra, con todo, no
dejaba de residir en el cielo (cf. IV, 17, 30). «Aunque el Cristo entero está en todas
partes, a pesar de ello, no todo lo que hay en él está en todas partes» (ibíd). Estas
fó rmulas fueron designadas a partir de 1623 con la expresió n extra calvinisticnm.
El fundamento del extra calvinisticum no puede buscarse en el axioma filosó fico
finitum non capax infiniti, que no se encuentra en los escritos de Calvino. Hay que
entender el extra como expresió n de una dimensió n escatoló gica, que es esencial
en la teología calvinista. La revelació n de Dios no aparecerá en toda su diafanidad
hasta el ú ltimo día, cuando hará su aparició n el Señ or de la gloria. Hasta entonces,
el misterio del señ orío de Cristo nos está oculto etiam extra ecclesiam, el misterio
del don eucarístico etiam extra coenam y el misterio del gobierno del mundo por
parte de Cristo, etiam extra legem9s.