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Limites A La Transferencia O Delegación Del Articulo 150.2 Ce
Limites A La Transferencia O Delegación Del Articulo 150.2 Ce
I. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
(1) LÓPEZ GUERRA: «El modelo autonómico», en Autonomies, 20 [1995], pág. 173.
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Revista Española de Derecho Constitucional
Año 19. Núm. 55. Enero-Abril 1999
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(2) Así, la Ley orgánica 4/1996, de 30 de diciembre, de reforma del Estatuto de Canarias; la
Ley orgánica 5/1996, de 30 de diciembre, de reforma del Estatuto de Aragón; la Ley orgánica
3/1997, de 3 de julio, de reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha; la Ley orgánica 1/1998, de
15 de junio, de reforma del Estatuto de Autonomía de Murcia y la Ley orgánica 5/1998, de 7 de
julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de Madrid. Aún está por ver si la Ley orgánica
16/1995, de 27 de diciembre, de transferencia de competencias a Galicia, acaba determinando
una posterior modificación del Estatuto de Autonomía de Galicia. Y lo mismo puede decirse de la
reciente Ley orgánica 2/1996, de 15 de enero, complementaria de la del Comercio Minorista, en
cuyo artículo 1.° se transfiere a la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares la competencia de
ejecución de la legislación del Estado en materia de comercio interior. En este caso la transferen-
cia es claramente coyuntural, para conseguir una homogeneidad competencial en materia de ho-
rarios comerciales.
(3) Vid. los motivos de cada Ley de transferencia en MONTILLA: «Leyes orgánicas de trans-
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ferencia en el proceso de homogeneización competencial», RAP. 140 (1996), págs. 281 y sigs. En
fase de corrección de pruebas de este trabajo hemos pretendido incorporar la obra posterior de es-
te autor Las leyes orgánicas de transferencia y delegación, Madrid, 1998. En adelante, se citará
el mencionado artículo de la RAP por MONTILLA: Op. cit., y el libro posterior por MONTILLA: Las
leyes orgánicas.
(4) Cfr.: Puesta en práctica de los Acuerdos Autonómicos de 1992 y sus efectos sobre el Es-
tado Autonómico, MAP, Madrid, 1996, en especial, cuadros estadísticos núms. 54 y 55.
(5) Su presentación como alternativa jurídica, en GARCÍA DE ENTERRÍA: La revisión del sis-
tema de Autonomías Territoriales: reforma de los Estatutos, leyes de transferencia y delegación,
federalismo, Madrid, 1988, págs. 43 y sigs.
(6) Similar: MONTILLA: Op. cit.. pág. 311.
(7) Cuestión que ya tiene reflejo en la «Ley orgánica 6/1997, de 15 de diciembre, de trans-
ferencia de competencias ejecutivas en materia de tráfico y circulación de vehículos a motor a la
Comunidad Autónoma de Cataluña». En este caso se ha intentado salvar la obviedad de que el
tráfico es una materia exclusiva del Estado (art. 149.1.21.a) mediante una reconducción del con-
trol sobre el tráfico a la materia «policía de Comunidad Autónoma», donde el artículo 149.1.29.a
CE permite la asunción de competencias por cada Comunidad Autónoma.
(8) Que ha dado lugar a la Ley 62/1997, de 26 de diciembre, que modifica el artículo 10.2
de la Ley de Puertos del Estado y de la Marina Mercante de 1992, para atribuir a las Comunida-
des Autónomas la competencia de designación de los órganos de gobierno de las Autoridades
Portuarias. Con esta «original» fórmula de Administración mixta se ha eludido, provisionalmen-
te, la cuestión de los traslados competcnciales sobre materias (como los puertos de interés gene-
ral) incluidas en el listado del artículo 149.1 CE. Coincidimos con MONTILLA (Las leyes orgáni-
cas, pág. 124) en la opinión de que para atribuir esta facultad a las Comunidades Autónomas
hubiera sido necesario seguir la vía del artículo 150.2 CE.
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tencia, aunque exista tutela jurídica y material» (11). Aquí no hay, propiamen-
te, traslado de la titularidad de la competencia (12); tan sólo, traslado de la fa-
cultad de ejercicio de la competencia (13). Y ese traslado se puede referir a
cualesquiera funciones públicas, como se explicará más adelante.
La caracterización esencial de la transferencia frente a la delegación está
en el nivel de independencia funcional que proporciona la una (la transferen-
cia) frente a la otra (la delegación); o desde el otro lado, en el tipo de tutela que
es esencial a cada acto jurídico de traslado (14). De forma que allí donde el
control (la tutela) sea intensa (así, tutela material o de oportunidad) estaremos
ante una delegación; y donde la tutela sea limitada (así, mera tutela de legali-
dad) estaremos ante una transferencia (15).
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(16) D E Orno: Derecho constitucional. Sistema de fuentes, Barcelona, 1987, pág. 272.
GARCÍA DE ENTERRÍA: La revisión, cit., págs. 74 y sigs. SSTC 23/1993, FJ. 2; 146/1993, FJ. 1.
(17) En detalle, AGUADO RENEDO: El Estatuto de Autonomía y su posición en el Ordena-
miento jurídico, Madrid, 1996, págs. 107 y sigs.
(18) AGUADO RENEDO: Op. cit., págs. 411 y sigs.
(19) Afirmación común en la doctrina; por todos, MONTILLA: Op. cit., pág. 290.
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t o ) GARCÍA DE ENTERRÍA: La revisión, cit., págs. 77-78. Sigue este planteamiento: SOLO-
ZÁBAL: «El marco constitucional del debate sobre el Estado autonómico español», en DA, 232-
233 [1992-1993]: El Estado autonómico hoy, pág. 81.
(21) STC 6/1982, FJ. 7.
(22) JIMÉNEZ ASENSIO: Las competencias autonómicas de ejecución de la legislación del
Estado, Madrid, 1993, pág. 227.
(23) JIMÉNEZ ASENSIO: Op. cit., págs. 227-228; en el mismo sentido, GARCfA LÓPEZ:
Op. cit., pág. 96.
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(24) TOLIVAR: Op. cit., pág. 210; DE OTTO: Op. cit., pág. 210; GARCÍA DE ENTERRÍA: La re-
visión, cit., pág. 67; SANTAMARÍA: Op. cit., pág. 271; el mismo resultado, pero sólo en relación
con la delegación, BASSOLS Y SERRANO: «El artículo 149 de la Constitución en relación con el ar-
ticulo 150.2: Análisis de la delegación en materia de las competencias estatales exclusivas», RAP,
97 [1982], pág. 66.
(25) A la misma conclusión llegan BASSOLS Y SERRANO a partir de la discusión constitu-
yente en el Congreso (op. cit., pág. 49).
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(26) Coincidimos en el resultado con AJA Y TORNOS: «La Ley orgánica de transferencia o
delegación del artículo 150.2 de la CE», Documentación Administrativa, 232-233, pág. 192.
(27) La revisión, cit., pág. 70
(28) Durante la tramitación en el Congreso, las intervenciones de Arzallus y Pérez-Llorca
limitaban el alcance de las posibles transferencias a «servicios administrativos» (cfr. BASSOLS Y
SERRANO: Op. cit., pág. 49).
(29) En contra, GARCIA LÓPEZ: Op. cit., pág. 109; MUÑOZ MACHADO: Op. cit., pág. 460;
AJA Y TORNOS: Op. cit., pág. 192.
(30) BASSOI.S Y SERRANO: Op. cit., pág. 64.
(31) BASSOLS Y SERRANO: Op. cit., pág. 65.
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(32) En este sentido, LEGUINA: Estudios sobre Autonomías Territoriales, Madrid, 1984,
pág. 48, y MUÑOZ MACHADO: Op. cit., pág. 461: si la delegación de facultades legislativas ya es-
tá en el artículo 150.1, ello quiere decir que las facultades delegables ex artículo 150.2 son sólo
ejecutivas.
(33) Resalta la paradoja GARCÍA LÓPEZ: Op. cit., pág. 111.
(34) Coinciden en el resultado, aunque no en la argumentación: AJA y otros: El sistema ju-
rídico de las Comunidades Autónomas, Madrid, 1989, pág. 179.
(35) Una explicación distinta de la diferencia entre Ley marco y Ley de delegación, en
MONTILLA: Op. cit., pág. 282.
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Legislativo) (36); con la peculiaridad, eso sí, de que aquí el órgano delegado lo
es de distinta organización (Asamblea legislativa de una Comunidad Autóno-
ma). De esta forma, es cada Ley de delegación la que determina los «principios,
bases y directrices» en cuyo marco han de ejercitarse las funciones delegadas.
Que la delegación tenga lugar por Ley ordinaria se explica, precisamente, por-
que no es una técnica de distribución territorial de competencias (lo que, en el
sistema de la Constitución exigiría Ley orgánica: artículos 81 y 150.2 CE), sino
de colaboración normativa «ad casum» entre dos órganos, decidida por cada
Ley según criterios de política legislativa en la concreta materia de que se tra-
ta. El marco de la delegación (principios, bases, directrices) se modifica con ca-
da cambio de criterio político del legislador estatal. Al no haber propiamente un
traslado de competencias, el legislador estatal puede, en cada momento político,
redefinir (implícita o expresamente) el espacio de colaboración normativa de
los órganos de las Comunidades Autónomas. A esta colaboración normativa ad
casum corresponde un control sólo por las Cortes Generales (art. 150.1
CE) (37); aparte, claro es, del control de estricta constitucionalidad por el TC
(cuando la delegación se hace en la Asamblea legislativa).
b) En el artículo 150.2, la Constitución regula un acto jurídico (la dele-
gación) ordenador de las competencias entre Estado y Comunidades Autóno-
mas. Acto jurídico con forma de Ley orgánica, por ser éste el tipo de Ley al que
la Constitución ha querido remitir, en principio, el desarrollo de su Título VIII.
A través de la Ley orgánica de delegación se establece un marco fijo de com-
petencias entre Estado y Comunidades Autónomas. Orden de competencias
que no puede ser alterado por el legislador ordinario en cada caso concreto. Por
ello, una vez delegada la competencia legislativa (sobre una materia) en una
Comunidad Autónoma, el legislador ordinario ya no puede alterar la compe-
tencia de la Comunidad Autónoma. Es posible, claro, que la Ley orgánica de
delegación haya establecido instrumentos de dirección de la competencia le-
gislativa de la Comunidad Autónoma; pero incluso esos instrumentos de direc-
ción estarán sometidos al régimen de la delegación establecido por Ley orgáni-
ca. De manera que un acto directivo o de control no concorde con la Ley de la
delegación será inconstitucional (si es por Ley: disconforme con el bloque de
(36) GARRIDO FALLA: «El desarrollo legislativo por las normas básicas y leyes marco estatales
por las Comunidades Autónomas», RAP, 94 [1981], págs. 29-30. Así parece deducirse también de
la tramitación del precepto en el Senado: cfr. AJA y otros: Op. cit., pág. 174 (si bien en esta obra no
se admite la asimilación de la delegación del art. 150.1 CE a la del art. 82 CE: vid. pág. 177).
(37) Es significativo, apoyando lo sostenido en el texto, que el artículo 167 del Reglamen-
to del Congreso, al regular el control de las Cortes Generales sobre la legislación delegada de Co-
munidades Autónomas, remita al artículo del mismo Reglamento, donde se regula el control de
las delegaciones legislativas en el Gobierno de la Nación (del art. 82 CE).
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(38) Cfr. WOLFF, BACHOF y STOBER: Verwaltungsrecht I Munich, 1994, pág. 159.
(39) SCHOLZ: «Verwaltungsverantwortung und Gerichtsbarkeit», en WDStRL, 34 (1976),
págs. 161 y sigs.
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(46) BASSOLS Y SERRANO: Op. cit., pág. 61. En este sentido, también, GARCÍA LÓPEZ:
Op. cit., pág. 96.
(47) En este sentido, MONTILLA: Op. cit., pág. 283. En relación sólo con la delegación:
GARCÍA DE ENTERRÍA y FERNÁNDEZ: Curso de Derecho Administrativo, vol. I, 4. a ed., Madrid,
1988, pág. 332; D E OTTO: Op. cit., pág. 270.
(48) AJA Y TORNOS: Op. cit., págs. 185 y sigs.
(49) AJA Y TORNOS: Op. cit., pág. 189.
(50) AJA Y TORNOS: Op. cit., pág. 190.
(51) Cfr. BASSOLS Y SERRANO: Op. cit., pág. 50.
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una actividad, sino también la dirección de esa misma actividad (56) y verifica-
ción del cumplimiento de las directrices. En este sentido, los controles a que se
refiere el artículo 150.2 CE comprenden, en primer lugar, instrumentos directi-
vos del ejercicio de la competencia trasladada; en segundo lugar, instrumentos de
verificación (de que la Comunidad Autónoma ha ejercido la competencia trasla-
dada de acuerdo con las instrucciones del Estado); y en tercer lugar, técnicas de
corrección, una vez verificado un incumplimiento por parte de una Comunidad
Autónoma. De la intensidad de control que resulte del conjunto de las técnicas
previstas en cada caso dependerá que el traslado competencial deba calificarse
como transferencia (si puede concluirse que la tutela es de mera legalidad) o co-
mo delegación (si más allá de la legalidad también se reserva el Estado el control
de aspectos relativos a la oportunidad en el ejercicio de la competencia).
Como instrumentos directivos del ejercicio de la competencia trasladada se
pueden contar:
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reglas de coordinación o instrucciones del Estado. Así está previsto, para la de-
legación, en la Ley orgánica 5/1987, artículo 16.2: «El Ministerio de Transporte
Turismo y Comunicaciones, a través de los órganos en cada caso competentes,
podrá establecer reglas de coordinación relativas al ejercicio de las funciones
delegadas, por parte de las Comunidades Autónomas, debiendo éstas respetar-
las». Respecto de este poder directivo del delegante ya ha declarado el Tribunal
Constitucional que «forma parte de la potestad de dirección del delegante suje-
tar el ejercicio de las facultades delegadas a los requisitos o criterios que estime
oportunos» (57).
ce) Vinculación al nivel del eficacia de los servicios que se trasladan. Es-
ta técnica de tutela se encuentra en el artículo 21.b) de la Ley orgánica 9/1992:
«Las facultades y servicios transferidos mantendrán, como mínimo, el nivel de
eficacia que tengan en el momento de la transferencia», y lo mismo se reitera en
el artículo 7 B) de la Ley orgánica 16/1995.
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(59) GALLEGO ANABITARTE: Op. cit., págs. 191 y 193. En contra, TOLIVAR: El control...,
cit., pág. 222.
(60) GALLEGO ANABITARTE: Op. cit., pág. 191. En contra (control sólo por el Gobierno),
GARCÍA DE ENTERRÍA: La revisión, cit., pág. 72.
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(68) Sobre la «Wechselwirkungslehre» (teoría del efecto recíproco) en otro ámbito: GALLE-
GO ANABITARTE: Derechos fundamentales y garantías institucionales: análisis doctrinal y juris-
prudencial, Madrid, 1994, págs. 185 (en nota núm. 19), 216, passim.; JARASS y PIEROTH: Grund-
gesetzkommentar, 2." ed., Munich, 1992, artículo 5, párr. 47.
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concreto. No se trata de identificar las señas caracterizadoras del Estado (de to-
do Estado, o de un determinado «tipo» de Estado), para fijar en ellas el límite
al poder de transferencia o delegación. Y menos aún si esas señas caracteriza-
doras del Estado se buscan en los orígenes históricos del Estado moderno. Es
legítimo afirmar que el límite a la delegación o transferencia se encuentra en
el núcleo de la soberanía estatal, siempre que el concepto de soberanía y de
Estado no se definan en abstracto y sí a partir de la Constitución de 1978, en
concreto. De esta forma, carece de base seleccionar a la defensa, relaciones in-
ternacionales y orden público como los ámbitos materiales no susceptibles de
transferencia o delegación. Esos, entre otros, pueden ser los poderes distintivos
del Estado del Renacimiento, pero no necesariamente del Estado español ac-
tual.
El Estado español está definido en la Constitución. Y sólo en esa definición
normativa encuentra límites el poder de delegar y transferir del legislador esta-
tal. Se hace necesario, por tanto, profundizar en esta línea (69). Esto es, en el
modelo de Estado positivado en nuestra Constitución (70). Lo cual no exige
prescindir de categorías abstractas (de «tipos») (71), sino identificar la catego-
ría adecuada a la realidad constitucional y relativizar el valor pretendidamente
universal de cualquier categoría (72). Dos principios normativos del Estado es-
pañol van a ser destacados aquí: la forma unitaria del Estado (frente a la forma
federal), compatible con una fuerte descentralización política (art. 137
CE) (73); y la adjetivación del Estado como social y de Derecho (art. 1.1 CE).
De estos dos principios constitucionales, caracterizadores del Estado español
en lo que hace a la distribución territorial del poder, podemos identificar tres lí-
mites generales a la descentralización o desconcentración por Ley orgánica del
artículo 150.2 CE (74).
(69) Pues como ha dicho GALLEGO ANABITARTE: «El concepto jurídico de un Estado es fun-
damental como criterio o principio heurístico para la labor de interpretación y la determinación de
la solución correcta que permita construir un Derecho público lo más coherente posible» (op. cit.,
pág. 185).
(70) Este planteamiento metodológico, en GÓMEZ FERRER: Op. cit., pág. 172, y DEGEN-
HART: Op. cit, párr. 81, pág. 89.
(71) Contra la formalización de «modelos» de Estados: GONZÁLEZ ENCINAR: El Estado uni-
tario-federal, Madrid, 1985, págs. 26 y sigs.
(72) Lo último, en CANARIS: Función, estructura yfalsación de las teorías jurídicas (tra-
ducción de J. L. de Castro), Madrid, 1995, págs. 37 y sigs.
(73) O «Estado unitario regionalizable»: LEGUINA: Op. cit, pág. 20.
(74) Lo que sigue es un desarrollo respecto de lo que DE OTTO (op. cit, págs. 254-255) ha
denominado «límites de principio» a la autonomía, más allá del listado de materias del artícu-
lo 149.1 CE.
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(75) Este concepto de unidad es el que tiene presente CARL SCHMITT (Teoría de la Consti-
tución, traducción española de la edición alemana de 1928, Madrid, 1992, pág. 46, passim) cuan-
do explica que la unidad política que, a través del titular del poder constituyente, se dota de una
Constitución, existe lógicamente con anterioridad a dicha decisión fundamental. No surge la uni-
dad política por el hecho de darse una Constitución, sino que aquélla precede a ésta.
(76) GONZÁLEZ ENCINAR: Op. cit., pág. 59.
(77) La tipología de formas de Estado que se sigue en el texto se encuentra en GALLEGO
ANABITARTE: Op. cit., págs. 36 y sigs.
(78) GALLEGO ANABITARTE: Op. cit., pág. 37.
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(79) GARCÍA DE ENTERRÍA: La revisión, cit., pág. 36; BAÑO LEÓN: Las Autonomías Territo-
riales y el principio de uniformidad de las condiciones de vida, Madrid, 1988, pág. 154; SOLOZÁ-
BAL: El marco..., cit., pág. 93 (aunque de ello deriva el autor la calificación «autonómica» y no fe-
deral de nuestro Estado: pág. 96).
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B) Principio de igualdad
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a) Igualdad formal
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«derechos sociales» (propios del Estado Social) (100); también crean ámbitos
de libertad del individuo (101) (que es lo propio del Estado de Derecho). Como
se ve, se contiene aquí un amplio listado de derechos que deben disfrutarse en
régimen de sustancial igualdad. Y ello con independencia de a quién corres-
pondan las competencias para su regulación. El constituyente, al formular una
lista de derechos constitucionales, ha declarado titulares de los mismos a todos
los españoles (cuando no a todas las personas). Es claro, en nuestra opinión,
que la atribución de derechos constitucionales no depende del modelo de or-
ganización territorial del poder. La atribución de derechos es inmediata (ex
Constitutione), mientras que la descentralización política (en Comunidades
Autónomas) sólo existe ex lege (Estatuto de Autonomía). Aprobada la Consti-
tución, todos los ciudadanos son titulares de los mismos derechos constitucio-
nales; con independencia de la vecindad de algunos ciudadanos en territorios
concretos de la Nación, aún no articulados (y no necesariamente articulables)
como Comunidades Autónomas. Expresado llanamente: la creación de la Co-
munidad Autónoma de, por ejemplo, Murcia, es una accidente jurídico (en vir-
tud del llamado «principio dispositivo») que, de no haberse producido, no ha-
bría puesto ni quitado nada a los derechos constitucionales de los murcianos.
Distinto de lo dicho respecto a la titularidad de los derechos constitucionales es
lo referente a la competencia para su regulación. La función pública de regula-
ción y promoción de los derechos constitucionales no ha sido reservada en blo-
que al Estado. Pero sobre esta última cuestión volveremos más adelante.
La prohibición de discriminación, ya expuesta, vincula a toda la actuación
estatal de intervención. Y dentro de ella, a la función legislativa del Estado para
la regulación de los derechos y obligaciones de los ciudadanos. Expresamente
lo establece así el artículo 138.2 CE («Las diferencias entre los Estatutos de las
distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privile-
gios económicos o sociales»). Los Estatutos de Autonomía, en tanto Leyes or-
gánicas del Estado, no pueden discriminar (económica o socialmente) a los ciu-
dadanos de la Nación (102). Pero tampoco pueden discriminar otras Leyes del
Estado. Entre ellas, las Leyes orgánicas de transferencia o delegación, del ar-
tículo 150.2 CE. Hay que afirmaren este punto que no hay desigualdad incons-
titucional, por sí, en el traslado de facultades a una Comunidad, y no a otra; o
más a una que a otras. Pues no se puede juzgar ex ante el ejercicio que de la fa-
(100) Así, PÉREZ LUÑO: Los derechos fundamentales, 3.a ed., Madrid, 1988, pág. 196; Cos-
Sfo: Estado social y derechos de prestación, CEC, Madrid, 1989, pág. 46.
(101) CASCAJO: La tutela constitucional de los derechos sociales, CEC, Madrid, 1988,
pág. 72.
(102) Vid. PEMÁN: Op. cit., pdgs. 255-256.
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b) Igualdad real
La igualdad dinámica o real, como valor propio del Estado Social (art. 1.1
CE), exige transformación. Y actuación pública (del Estado y de las Comunidades
Autónomas) como motor de esa transformación (art. 9.2 CE y dimensión objetiva
del art. 14 CE) (104). En palabras del TC: «La sujeción de los poderes públicos a
la Constitución (art. 9.1) se traduce en un deber positivo de dar efectividad a tales
derechos [fundamentales] en cuanto a su vigencia en la vida social» (105). La
transformación va a consistir, fundamentalmente, en dar contenido real a los dere-
chos del Título I CE; los del Capítulo II y los del Capítulo LLI. La función del Es-
tado (y de las Comunidades Autónomas, cada uno dentro de su ámbito competen-
cial) es aquí más intensa que la de mero mantenimiento de la igualdad formal. No
basta con la no discriminación en la regulación de los derechos y deberes. Pues
del mero mantenimiento de la igualdad formal no nace la igualdad real (106). Es
necesaria la creación de condiciones a fin de obtener la llamada «igualdad en el
resultado». Entonces, si la labor de las distintas organizaciones jurídico-públicas
(103) La propuesta del texto sigue el esquema conceptual de la STC 19/1987, sobre la Ley
24/1983 (Haciendas Locales): El artículo 13.1 de esta Ley dejaba libertad a los Ayuntamientos
para fijar el gravamen de Contribución Territorial, ante lo que resuelve el TC (FJ. 3): «[el
art. 13.1] contiene una habilitación o apoderamiento que el legislador realiza en favor de otras
instituciones para que éstas puedan adoptar, con eficacia en sus respectivos ámbitos territoriales,
resoluciones de las que directamente derivará la disparidad. El hecho de que la Ley habilite o per-
mita la diferenciación significa que directa o indirectamente la crea y por ello puede entrar en co-
lisión con el citado [art. 142] precepto constitucional».
(104) Sobre la dimensión objetiva de los derechos fundamentales vid. GALLEGO ANABITAR-
TE: Derechos fundamentales y garantías institucionales, Madrid, 1994, págs. 54, 81 y sigs.
(105) STC 18/1984, FJ. 6.
(106) ARAGÓN: «LOS problemas del Estado social», en Sistema, 118-119 [1994], pág. 32.
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(112) BAÑO: Op. cit., págs. 265-266; PEMÁN: Op. cit., págs. 220, 228 y 235. STC 61/1997,
FJ. l.b).
(113) Esto último es lo propuesto por BARCELÓ: Op. cit., pág. 110. La autora basa su afir-
mación en SSTC 87/1985; 152/1988 y 15/1989. En nuestra opinión, de las citadas SSTC no se de-
duce, al menos con claridad, lo sostenido por la autora. Y en cualquier caso, hoy contamos con la
declaración terminante en contra del TC. En la Sentencia 149/1991 (Costas), FJ. 1 D): «No es ya
la titularidad demanial, sino la competencia que le atribuye el citado artículo 149.1.1, la que fun-
damenta la legitimidad de todas aquellas normas destinadas a garantizar, en condiciones básica-
mente iguales, la utilización pública, libre y gratuita, del demanio para los usos comunes y a esta-
blecer, correlativamente, el régimen jurídico de aquellos usos u ocupaciones que no lo son», y
también en la STC 61/1997 (Suelo), FJ. 7.
(114) BAÑO: Op. cit., pág. 225; SALAS: «Defensa del consumidor y competencias de los
diversos entes territoriales», RAP, 119 [1989], págs. 49 y sigs.; ARAGÓN: Op. cit., pág. 28. Es-
céptico, PEMÁN: Op. cit., pág. 242. Niega el resultado del texto, BARCELÓ: Op. cit., pág. 84. La
tesis de la autora es en este punto, a nuestro juicio, contradictoria (si no formalmente, al menos
sí en los resultados). Pues, por un lado, afirma la autora que los derechos fundamentales no son
(ni siquiera los de la Sección 1) un bloque material atribuido al Estado por el artículo 81 CE., si-
no por los distintos epígrafes del artículo 149.1 CE, a los cuales son reconducibles los distintos
derechos fundamentales. Y claro, hay ciertos derechos fundamentales (como el derecho de reu-
nión) no reconducibles a las materias del artículo 149.1 y sí sólo a la competencia de «regula-
ción de condiciones básicas de ejercicio» del artículo 149.1.1 CE; quizá por ello afirma la auto-
ra (págs. 94-95) que la competencia reguladora del Estado (para derechos fundamentales) está
«genéricamente» en el artículo 149.1.1 CE (lo cual, por lo demás, niega en pág. 112). Pero si,
como parece, no queda más remedio que basar en el artículo 149.1.1 la competencia reguladora
(de derechos fundamentales) del Estado, no se entiende la negativa a reconocer al Estado com-
petencia reguladora de las «condiciones básicas» de igualdad en el disfrute de los derechos
constitucionales del Capítulo III (Título I CE). Porque si la atribución de competencia al Estado
proviene, en todo caso, del artículo 149.1.1 CE (vid. págs. 94-95) no se entiende por qué la au-
tora afirma que en aquellos derechos (los del Capítulo III) el Estado carece de competencia de
regulación básica, por tratarse de materias asumidas en Estatutos de Autonomía (como vivienda
o protección de los consumidores). En nuestra opinión, un criterio de coherencia exige aquí afir-
mar que al Estado corresponde regular las «condiciones básicas» de disfrute de todos los dere-
chos constitucionales (ora por Ley orgánica, ora por Ley ordinaria); y paralelamente, a las Co-
munidades Autónomas corresponde regular el régimen acabado de todos los derechos
constitucionales en sus distintas manifestaciones sectoriales (pues es en relación con materias
concretas en lo que los Estatutos de Autonomía atribuyen competencias). Aparte de la discusión
teórica, la STC 149/1991, FJ. 1 D). ha establecido con claridad la competencia del Estado (ex
art. 149.1.1 CE) para regular las condiciones básicas de ejercicio del derecho a disfrutar de un
medio ambiente adecuado (art. 45.1 CE).
128
LIMITES A LA TRANSFERENCIA O DELEGACIÓN DEL ARTICULO 150.2 CE
En cualquier caso, sea cual fuere el alcance concreto que haya que dar al ar-
tículo 149.1.1 CE, lo cierto es que la importancia de aquella competencia des-
borda el propio marco del artículo 149.1 CE. Lo allí contenido no es sólo una
atribución de competencia, sino el instrumento jurídico a través del que el Esta-
do puede asegurar el principio de igualdad (tanto formal como real) de todos los
españoles. Esto es, la igualdad sustancial en el disfrute del Estado Social y de
Derecho. Como ha dicho Carro: «El sentido primario de la norma contenida en
el artículo 149.1.1 del texto constitucional reside precisamente en ser una ex-
presión más de esa obligación constitucional general de garantía de la igualdad
que la Constitución ha impuesto a todos los poderes públicos (incluidas, por
tanto, las Comunidades Autónomas)». «La inclusión de la norma del artícu-
lo 149.1.1 en el Título VITI de la Constitución como competencia exclusiva del
Estado descubre que su sentido estricto es la de imponer a éste, en cuanto tal, la
obligación constitucional específica (y reforzada) de garantizar ese mínimum de
igualdad formal en el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes
constitucionales... en todos los territorios del Estado...» (115).
Concretando lo ya anunciado en los dos epígrafes anteriores, la especial re-
levancia del artículo 149.1.1 CE respecto del principio constitucional de igual-
dad (116), impide al Estado (como regla general) trasladar sus facultades de
igualación, atribuidas por el mencionado artículo 1'49.1.1 CE. Sobre todo, si
se interpreta el mencionado artículo con el limitado contenido que le atribuye,
últimamente, la STC 61/1997 (en especial, FF.JJ. 7 y 8). Pues lo contrario no
sería un mero traslado de competencias, sino la disposición sobre dos princi-
pios constitucionales: el de Estado de Derecho y el de Estado Social (ambos en
elart. 1.1 CE).
(115) CARRO: «Contenido y alcance de las competencia del Estado definida en el artícu-
lo 149.1.1 de la Constitución», REDC, 1, [1981] pág. 144. Por lo demás, no seguimos en este es-
tudio otras conclusiones competenciales expuestas por CARRO en el mismo trabajo, en concreto el
alcance que da al artículo 139.1 CE.
(116) La STC 61/1997 (Suelo) afirma en su FJ. 7 que «el art. 149.1.1.a CE no viene a ser
trasunto, en el plano competencial, del artículo 14 CE...». Es cieno que el artículo 14 CE se refie-
re a una técnica jurídica peculiar (el derecho subjetivo a no ser discriminado) pero también pen-
samos, frente a la contundencia de la declaración del Tribunal Constitucional, que los artículos 14
y 149.1.1 CE son formulaciones técnicas de un mismo valor y fin constitucional: la igualdad.
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JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ DE SANTIAGO - FRANCISCO VELASCO CABALLERO
VI. CONCLUSIONES
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LIMITES A LA TRANSFERENCIA O DELEGACIÓN DEL ARTICULO 150.2 CE
lo 150.2 CE presentan límites materiales menos intensos que los que son pro-
pios de los Estatutos de Autonomía.
2. Cada transferencia o delegación es de libre configuración por el legis-
lador orgánico. La diferencia entre ambos actos jurídicos de traslado se en-
cuentra en el grado de independencia funcional que adquiere la Comunidad
Autónoma. Habrá transferencia cuando se establezca una relación de descen-
tralización entre Estado y Comunidad Autónomas. Habrá delegación cuando la
relación creada sea de desconcentración.
3. Cada traslado de competencias se define por tres coordenadas: mate-
ria, facultades y controles. Sólo en la intersección de esas coordenadas puede
identificarse el poder concreto que es objeto de traslado. Y es precisamente el
grado de poder (y no la materia o el tipo de facultad) lo que debe se objeto de
enjuiciamiento constitucional.
4. En principio, facultades de cualquier materia de competencia exclusi-
va estatal pueden ser objeto de transferencia o delegación a las Comunidades
Autónomas.
5. Cualquier «facultad» (legislativa o administrativa) puede se objeto de
traslado a las Comunidades Autónomas. Incluso las facultades legislativas son
delegables (y no solamente transfcribles).
6. La «naturaleza» de la facultad (a que se refiere el art. 150.2 CE) no es
propiamente un límite. La «naturaleza» de una «facultad» define la esencia de
una realidad formada por la confluencia de elementos múltiples (materia, fun-
ción, control). Pero no es medida de nada, sino hecho jurídico que necesita ser
medido. Por tanto, en la «naturaleza» de una facultad no podemos encontrar,
con propiedad, límite a su transferencia o delegación. El límite, el parámetro
de validez, ha de ser necesariamente exterior: el modelo de Estado español po-
sitivado en la Constitución.
7. Los principios de Estado unitario (art. 1.1 y 137 CE) y de Estado y So-
cial de Derecho limitan el poder estatal de trasladar competencias a las Comu-
nidades Autónomas.
8. La unicidad (sólo hay un Estado) y la originalidad (sólo el Estado es
poder originario) expresan una comprensión constitucional del Estado como
organización principal (y no residual) de poder. La forma unitaria de Estado
por la que opta nuestra Constitución no se agota en regular el proceso de crea-
ción diferida de Comunidades Autónomas, sino que impone a todos los pode-
res públicos una imagen de Estado cuyo poder no es ilimitadamente trasladable
a las Comunidades Autónomas.
9. La Constitución, como decisión primaria, atribuye la titularidad de to-
dos los derechos constitucionales a todos los españoles. De forma que el Esta-
do, en tanto sometido a la Constitución, no puede disponer de ese estatuto ho-
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