Aproximación genealógica a las tecnologías del yo de Foucault
Erika Acosta. 200093010
Según el diccionario Oxford Languages, la tecnología es un “Conjunto de conocimiento
propios de una técnica”. Desde esta definición básica es posible comprender la intención del autor al referirse a las “tecnologías del yo” como las técnicas usadas sobre el “yo” de cada persona que permite que se efectúen, ya sea por cuanta propia o con la ayuda de otros, ciertas operaciones sobre el alma y el cuerpo, obteniendo una trasformación de sí mismos con el objetivo de alcanzar cierto estado de felicidad, sabiduría, pureza o inmortalidad. Foucault parte de dos contextos diferentes para desarrollar la evolución de esta teoría. Uno es desde la filosofía grecorromana, en los dos primeros siglos a.C., cuyo concepto clave es la leyenda délfica “Conócete a ti mismo”, aunque, como aclara Foucault, antes de esta premisa quien tenía prevalencia era el precepto de “el cuidado de sí”, que fue olvidado por el énfasis prevalente que se le dio al principio délfico. Sin embargo, fue la necesidad de preocuparse de sí la que provocó que el conocerse a sí mismo se pusiera en práctica. Platón enseñaba a cuidar de sí porque de esta manera enseñaba a ocuparse de sí mismo con la ciudad. Por otra parte, este cuidado de sí, según el ascetismo cristiano de Gregorio Niceno en su tratado Sobre la virginidad, exhortaba a cuidar de sí y buscar en cada esquina del alma, con el fin de recobrar la eficacia que Dios ha grabado en el alma. Aquí se puede observar que la obligación de conocerse a sí mismo es uno de los elementos de su preocupación central. De esta forma, conocerse a sí mismo se ha convertido por la tradición de la moralidad cristiana, paradójicamente, en la manera de renunciar a sí mismo. Foucault habla de cuatro técnicas estoicas del yo. A saber, primero las cartas a los amigos y la revelación del yo, en donde se escribe cada una de las acciones del día, dando lugar a un conocimiento del yo desde las acciones. Segundo, Examen de sí y de conciencia, incluyendo un recuerdo de lo que se ha hecho, de lo que tendría que haber sido hecho, y de la comparación de los dos al final del día. Y tercero, la askesis, en donde el individuo se pone a sí mismo en una situación determinada en la que pueda verificar si es capaz de afrontar acontecimientos y utilizar los discursos de los que dispone; esto tanto desde el ámbito del pensamiento, a través de la melete (meditación), imaginando el futuro de la manera más pesimista posible, como desde la gymnasia, entrenándose en una situación real, aunque esta haya sido inducida artificialmente, en situaciones de abstinencia sexual, privación física, entre otros. Y, por último, la interpretación de los sueños propios, que se consideraban como consejos de los dioses sobre los remedios para las enfermedades. En cuanto al esquema de las técnicas del yo durante el cristianismo primitivo, Foucault resalta el elemento de la verbalización. Por una parte, una de las dos formas principales de revelación del yo se caracteriza por la palabra exomologesis o “reconocimiento del hecho”, sobre todo desde su sentido penitenciario, que consistía en un ritual de reconocimiento de sí mismo como pecador y penitente. No era una forma para que el pecador explicara sus pecados, sino para presentarse a sí mismo como pecador. A diferencia con el estoicismo, el pecador alcanza la verdad sobre sí por medio de una ruptura y una disociación violenta, de manera simbólica, ritual y teatral, mientras que, en la tradición estoica, el examen de sí, el juicio y la disciplina muestran el camino al conocimiento de sí a través de la sobreimposición de la verdad de cada uno a través de la memorización de las reglas. Aproximación genealógica a las tecnologías del yo de Foucault Erika Acosta. 200093010
La segunda forma de revelación del yo es la exagouresis, que se trata de una analítica y
continua verbalización de los pensamientos, dentro de un contexto de obediencia hacia otro, que se configura por la renuncia al propio deseo y a su propio yo. El principal ejemplo utilizado es en el cristianismo monástico, en el cual el monje debe tener permiso de su director para hacer cualquier cosa, incluso morir, puesto que todo lo que hace sin permiso es robar. Así, se hace necesario un alto nivel de verbalización para mantener el espíritu de obediencia y darle el control completo de su conducta al maestro. De la misma manera, el monje también debe dedicarse a la contemplación, es decir, a dirigir sus pensamientos únicamente a Dios, sin que haya distracción sobre esta tarea. Para verificar la calidad de los pensamientos, solamente hay una vía, y es contar todos los pensamientos al director, obedecerlo en todo, y comprometerse a una verbalización permanente de todos los pensamientos. La confesión asume un papel hermenéutico porque este permite al maestro aconsejar mejor gracias a su experiencia y sabiduría, e incluso si no dice nada, el hecho de haber expresado su pensamiento tendrá un efecto discriminatorio. Finalmente, al estudiar el exomologesis, y la exagouresis, Foucault concluye que la verbalización se vuelve la más importante, puesto que las técnicas de verbalización han sido reinsertadas en un contexto diferente por las ciencias humanas para utilizarlas sin que haya renuncia al yo, pero constituyendo un nuevo yo. De esta forma, el discurso de las tecnologías del yo se delimita según la época y la filosofía que se utilice para llegar al conocimiento de sí mismo, ya sea desde las distintas aproximaciones de las filosofías grecorromanas, o desde las aproximaciones del cristianismo primitivo. La verdad será concebida como el cumplimiento de las reglas externas, o será hallada dentro de sí mismo desde el conocimiento de sí. Y el propósito será buscar la salvación desde la renuncia al yo, o buscar la verdad que se encuentra en la memoria del alma.
Irresponsables: El autor defiende que la irresponsabilidad se extiende a diferentes marcos geográficos, políticos e institucionales, pero también a algunos modos de proceder de la ciudadanía.