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1 Sobre el conocimiento de las cosas

Objetivo: Examinar cómo podemos estar seguros de la realidad de las cosas y de nuestro
conocimiento sobre ellas, con el fin de comprender si nuestro conocimiento es verdadero o, por
el contrario, carece de validación.

¿Cómo puedo estar seguro de la realidad que concibo?

Jersson F. Villamizar B.
Marzo 2021.

Universidad Industrial de Santander.


Bucaramanga, Santander.
Escritura de textos filosóficos.
ii
Tabla de Contenidos

1. Introducción ……………………………………………………………………………iii
Capítulo 1 Existencia de sí mismo y de Dios......................................................................1
Contexto...........................................................................................................................1
Si dudo, existo……….………………………………………………………………….2
Capítulo 2 Conocimiento de las cosas sensibles…………………………………………..5
Las ideas como objeto de ciencia…………...…………………………………………..5
Referencias……………………………………………………………………………..….8
iii
Introducción

            El conocimiento de las cosas que concebimos ha sido un problema filosófico que tiene

vigencia desde la Edad Antigua, teniendo su auge a finales de la Edad Media y principios de la

Edad Moderna. Dicho problema fue tratado por una gran cantidad de filósofos, como lo son

Platón, Aristóteles, Mateo d'Aquassparta, Guillermo de Ockham y, el fundamental para este

texto, René Descartes. Así pues, recurriré a evocar algunas ideas de los ya mencionados para

tratar de responder a la pregunta que nos concierne en este trabajo. Esta pregunta se ve

necesariamente comprometida con las esencias de las cosas, pues, en pocas palabras, constituye

la naturaleza de las cosas, siendo estas una expresión de aquellas. Debido a esto, será de gran

ayuda este tema para resolver nuestra duda.

            El presente trabajo tiene como objetivo demostrar, primeramente, nuestra propia

existencia, para después explicar la manera en que se nos es posible tener claridad en cuanto a la

existencia de las cosas que nuestros sentidos pueden percibir. Esto es posible al comprender la

filosofía de Descartes, comenzando con la base filosófica que este toma para así abrirse paso en

cada duda que se interponga en su camino de conducir correctamente la razón. De ahí que sea

necesario acudir a las ideas de los demás filósofos ya mencionados para, de esta forma, sustentar

con mayor rigurosidad lo que se tiene previsto comprender. Sin embargo, cabe resaltar que con

este trabajo no tengo interés en exponer el pensamiento completo de estos filósofos, por el

contrario, solo me limitaré a dar unas ideas generales de ellos, las suficientes para abordar dicho

problema. Además, a pesar de que el problema de los universales y el de individuación se ven

seguidos al problema de este trabajo y, por tanto, merodiaremos dicho tema, tampoco se

profundizará en él, pues concierne a un trabajo más extenso.


Capítulo 1

Existencia de sí mismo y de Dios


Contexto

Antes de nada, es necesario aclarar el contexto de la época para entender el por

qué Descartes creyó necesario el planteamiento de un método para conducir la razón y,

de esta forma, abriría paso a la posibilidad de tener claridad de la realidad y estar seguros

de esta. En la Edad Media sólo había tres formas de adquirir conocimiento y razonar

partiendo de este: 1. La revelación divina, lo que Dios dejó al hombre a través de la

biblia; 2. La autoridad papal, pues era la máxima autoridad y todo mandato proveniente

de ella era irrefutable; 3. Aristóteles, todo lo que venía de las obras aristotélicas era

considerado como verdadero. Finalizando la Edad Media y comenzando la Edad

Moderna, es decir, entre los siglos XIV y XVII, se dan ciertos cambios que provocan el

cuestionamiento de los tres referentes intelectuales ya mencionados en cuanto a cómo

otorgaban verdad absoluta al conocimiento que generaban. Aquino había establecido en

el siglo XIII que la fe es necesaria para guiar correctamente la razón, y Ockham, en el

siglo XIV, indica que la fe y la razón son conceptos aparte y deben ser autónomas de sí

mismas. Por otro lado, se da lo que conocemos como "El giro epistemológico de la

filosofía moderna", pues en la Edad Moderna se dejan de preguntar por cuál es la esencia

y estructura de la realidad, como venía haciéndose en la Edad Antigua y Medieval, y

comienzan a preguntarse por cómo puedo estar seguro de que conozco la realidad, siendo

Descartes el primer y mayor exponente de este planteamiento epistemológico (Filosofíes,

2019).

Así pues, el cuarto capítulo del Discurso del Método - lectura en la que se funda

este trabajo -, tiene como objetivo principal comprobar que existe un yo pensante y un
Dios, para después probar que todo lo que no es ni el yo pensante, ni Dios, existe. Es

decir, existe – por así describirlo – un mundo de las ideas como plantea Platón en su mito

la Alegoría de la caverna, porque, además de lo que nosotros podemos percibir y afirmar

materialmente de la realidad, existe un mundo, el cual es algo exterior de nosotros

mismos, y ese algo es lo que se pretende conocer.

Si dudo, existo

En primer lugar, es necesario demostrar de que nosotros existimos para, de esta

forma, demostrar que todo lo que está fuera de nosotros, tanto la realidad que concebimos

como el conocimiento que tenemos sobre ella, existe. Para esto, debemos tener claro que

nuestros sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto; pueden engañarnos, pues

hay una noción de imaginación que está en el pensamiento y todo lo que sea producto de

un sentimiento o imaginación, al surgir de nuestras propias pasiones, es falso. Esto se

debe por la opción de que, si vemos un objeto, puede que, al estar en un sueño, ese objeto

no exista, pero si en nuestro “sueño” pensamos algo que es contrario al objeto que se nos

presenta, significa que estamos dudando de dicho objeto. Aquí es donde entra la

comprobación de que uno – yo – existe, y es que yo dudo de todo aquello que veo, sin

embargo, hay una cosa de la que me es imposible dudar, la cual es que yo dudo, en otras

palabras, no puedo dudar de mí mismo dudando, y si yo estoy dudando, significa que hay

alguien que duda, y ese alguien que duda no puede dudar de su propia duda por la misma

razón de que estaría dudando. De este razonamiento es de donde viene el “Cogito, ergo

sum” o, “yo pienso, luego soy, […]” (Descartes, 2011, p. 123), que descartes describe
“como el primer principio de la filosofía que andaba buscando" (Descartes, 2011, pp.

123-124), razonamiento por el cual obliga la existencia de un sujeto.

Pero, ¿cómo es posible demostrar la existencia de las demás cosas? En este punto

entra la existencia de Dios, siendo este el que nos dará la certeza de que todo lo que

vemos, existe. Todo lo que nosotros pensamos, imaginamos, soñamos, etc. Es gracias a

las ideas que hay en nosotros sobre algo, presentándose como perfecto en nuestras ideas,

pero cuando recurrimos a la realidad de ese algo nos encontramos con que es imperfecto.

Un ejemplo podría ser cuando nos visualizamos una esfera en nuestras ideas, dicha esfera

es perfecta, pero al ser planteada en la realidad podremos notar que aquella esfera deja de

ser perfecta, entonces, dicha esfera perfecta es una esfera ideal y, al ser ideal, no puede

estar en la realidad que concebimos, sino en la realidad ideal. Por otro lado, debemos

tener claro que la perfección proviene del conocimiento y, ya que nosotros dudamos,

puesto que existimos y no tenemos un conocimiento absoluto sobre las cosas, significa

que somos imperfectos, porque, como mencioné anteriormente, la perfección proviene

del conocimiento. Pero, ¿cómo es posible que imaginemos algo perfecto cuando nosotros

somos seres imperfectos? Para esto, Descartes plantea la existencia de un ser superior que

implantó tales ideas en nosotros, "[…]  era absolutamente necesario que hubiese algún

otro ser más perfecto de quien yo dependiese y de quien hubiese adquirido todo cuanto

yo poseía; […]  (Descartes, 2011, p. 125), donde dicho ser perfecto sería Dios, siendo

este una realidad epistemológica. Sin embargo, en esto último Descartes se equivoca al

tratar de explicar a detalle la existencia de Dios y lo que este conoce, pues, a pesar de que

efectivamente Dios existe, no es posible conocer lo que él es partiendo de lo que nosotros


conocemos. Como indica Guillermo de Ockham, esto se debe a que se estaría limitando

su poder, y una de las características principales de Dios es que este debe ser

omnipotente, es decir, su poder es ilimitado y, como nosotros somos seres limitados por

naturaleza, no nos es posible comprender lo ilimitado.

            No obstante, pese a que no nos es posible conocer lo que Dios es, sí nos es posible

afirmar su existencia. Además de que esto permitirá un avance en el problema del que se

ocupa este trabajo. La propuesta de Descartes es similar al de Platón cuando este plantea

la teoría de las ideas, tratada a través de sus obras La República, Fedón y Fedro, en el que

distingue dos modos de realidad una, a la que llama inteligible, y otra a la que llama

sensible. La realidad inteligible, a la que denomina "idea", tiene las características de ser

inmaterial, eterna, constituyendo el modelo o arquetipo de la otra realidad, la sensible,

constituida por lo que llamamos "cosas", en resumen, lo sensible es una copia de la

realidad inteligible. Trayendo este pensamiento al Discurso del Método podemos decir

que la realidad que concebimos es una copia de lo que imaginamos y Dios, al ser una

realidad epistemológica, no es posible dudar de su existencia. Por último, Dios al ser el

único que tiene un conocimiento absoluto sobre las cosas y la perfección sobre las

mismas, es el único del que es posible obtener la verdad y acercándonos a Dios a través

del conocimiento, será posible disminuir lo desconocido del conocimiento absoluto que

existe.
Capítulo 2

Conocimiento de las cosas sensibles

Las ideas como objeto de ciencia

Ya resolvimos lo que concierne a la existencia de sí mismo, lo cual concluyó en que

efectivamente nuestra existencia es real y podemos rectificarlo lógicamente. Ahora bien,

teniendo esto resuelto, se nos hará más sencillo hallar respuesta a la pregunta principal de

este trabajo, que se basa en la verdad que tenemos sobre las cosas sensibles, pues estas en

ningún momento dejan de cambiar, manteniéndose en un cambio constante, como diría

Heráclito "nada es permanente a excepción del cambio" (Combe, 2018). De aquí surge un

problema, pues, como indica Gilson (1981), lo que permanece cambiando no puede ser

percibido, y el hecho de percibir algo es lo que hace a ese algo objeto de ciencia, por

tanto, no es posible tomar como objeto de ciencia algo que permanece cambiando

(p.233). En ese sentido, podemos afirmar que la verdad no puede provenir de la realidad

sensible ya que en esta no se encuentra nada inmutable, pues todo muta; todo cambia y, al

cambiar, no puede ser comprendido por la ciencia. Por tanto, es necesario que la realidad

permanezca inmutable, sin cambio alguno, como indica Espinal (2011), “sólo hay ciencia

de lo que permanece siempre idéntico a sí mismo, esto es, el universal (Idea)” (p.379).

Entonces, si la naturaleza de las cosas es el cambio, y dicho cambio no permite que

la realidad que concebimos sea verdadera, ¿De qué depende nuestro conocimiento?

¿Depende de la realidad o la realidad depende de nuestro conocimiento? Pues es evidente

que tenemos conocimientos ciertos, sabemos que el cabello crece, y que el agua a cierta

temperatura puede evaporarse. Por tanto, debe existir una ciencia, sin embargo, dicha
ciencia no es posible fundarla en las cosas materiales, es, pues, independiente de estas.

Ahora bien, es necesario encontrar respuesta en algo que no se funde en las cosas

materiales ni dependenda de ellas pero que sí repercute en las mismas. Estas cosas son los

universales - del cual hablaremos más adelante - y las esencias. "Así, de la misma manera

que el intelecto puede conocer la esencia de una cosa por su especie inteligible,

existiendo esa cosa, también puede conocerla aún si esa cosa no existe (Gilson, 1981,

p.234). Pues, existiendo un caballo, es posible conocer la idea que tenemos sobre caballo

sin necesidad de que este exista, de la misma manera tenemos la idea de unicornio sin

que haya existido o exista un unicornio. En este orden de ideas, el objeto de ciencia no es

el objeto sensible, sino la esencia de dicho objeto, el cual es independiente de la

existencia del mismo.

Por otro lado, tampoco podemos reducir la existencia de un objeto al concepto de él,

pues, de ser así, el objeto de ciencia no existiría, no tendría contenido, sería vacío. No

obstante, "La verdad de las cosas creadas no es más que una suerte de expresión de la

verdad increada" (Gilson, 1981, p.235). En otras palabras, la existencia de algo es una

expresión de la idea que tenemos sobre un objeto sensible, de esta forma es posible hacer

un estudio sobre dicho objeto. Pues, como señala Gilson en su capitulo sobre Guillermo

de Ockham, "un conocimiento cierto es el que resulta inmediatamente evidente o se

reduce a una evidencia inmediata" (1965, p.594). Antes de seguir, cabe recalcar que sería

un error tratar de hallar conocimientos ciertos en la realidad a través de la experiencia, de

la misma forma que, como mencioné anteriormente, reducir la realidad a simples

conceptos. Siguiendo con lo que nos interesa, Ockham divide la forma de adquirir
conocimiento en dos tipos, [1)] el conocimiento abstracto que se basa en las ideas y las

relaciones que estas tienen, y [2)] el conocimiento intuitivo que "es aquel en virtud del

cual sabemos que una cosa es, cuando es, y que no es, cuando no es" (Gilson, 1965,

p.594). Sin embargo, Okcham se equivocó al decir que la única forma de probar que una

cosa existe es a través de la experiencia, pues, como mencioné en el anterior capítulo de

este trabajo, todo lo que nosotros pensamos es gracias a la idea que tenemos sobre lo que

pensamos. Aunque, debido a que no podemos comprender el lenguaje divino (donde se

encuentra toda perfección y todo conocimiento), tampoco podremos comprender el

conocimiento absoluto sobre un objeto, debemos, entonces, partir de lo que nuestros

sentidos pueden percibir para así lograr encontrar la verdad de la realidad que

concebimos.

Para concluir con este problema, cabe recordar que "las cosas no son la causa

necesaria de nuestro conocimiento" (Gilson, 1981, p.236). Sin embargo, las cosas no se

reducen a simples conceptos, y es necesario partir del objeto para conocer el objeto en la

realidad sensible y hacer un estudio sobre este, pues el objeto en las ideas ya está, y

podemos pensarlo (estudio teórico) pero no examinarlo a profundidad (estudio

experimental). Por consiguiente, logrando un enlace entre lo ontológico y lo

experimental, será posible aumentar el conocimiento sobre el algo que se nos presente,

pues "[...] a mayor grado de cognoscibilidad, mayor grado de ser" (Espinal, 2011, p.379).
Referencias

Descartes, R. (2011). Discurso del método (M. García Morente, Trad). En Descartes
(pp.123-152).

Gilson, E. (1981). El conocimiento de las cosas. El espíritu de la filosofía medieval.


Editorial Gredos. pp.232-245.

Gilson, E. (1965). Guillermo de Ockham. La filosofía de la Edad Media. Desde los


orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV. (2da ed.). Editorial Gredos. pp.591- 607.

[Filosofíes]. (2019, diciembre 12). El contexto del Discurso del Método [Archivo de
video]. Recuperado de https://youtu.be/y-5PRqxyOrU

Platón (2010). Libro VII (G. Quintas Alonso, Trad). En República (pp.338-339).

Espinal, J. (2011). Universales, individuos e individuación en la Edad Media. Escritos,

19 (43), 371-400. https://www.google.com/url?

sa=t&source=web&rct=j&url=http://www.scielo.org.co/pdf/esupb/v19n43/v19n4

3a06.pdf&ved=2ahUKEwiOsILIupPvAhXDqFkKHVRpCoMQFjAAegQIExAD

&usg=AOvVaw0tgt4AmbenSaAySd94SktZ&cshid=1614751964923

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