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VIA CRUCIS

Pedro Trigo sj

PRIMERA ESTACION: JESUS ES CONDENADO A MUERTE

Jesús condenado a muerte. En esta tierra, Señor


El juez delito no halló tú seguirás condenado
pero a tortura mandó mientras siga abandonado
al Nazareno inocente el profeta luchador.
porque era gente pudiente Hoy el falso acusador
quien acusó al carpintero. por nuestra gran cobardía
El profeta verdadero vence al justo en la porfía.
porque al pueblo defendió Fuimos cómplices, Jesús,
como el Padre le mandó Te pedimos por tu cruz
fue colgado en un madero honradez y valentía

Este juicio no ha acabado.


En nuestra tierra encadenan
con calumnias y condenan
al que en pos del Crucificado
se haga del pueblo abogado.
Nadie escapa de este juicio:
o para encubrir su vicio
acusa al justo a traición
o peca por omisión
o mudo va al sacrificio

Jesús, los tribunales te condenaron sin justicia. Tú eres el hombre


más justo que ha pisado esta tierra. Nosotros, Señor, estamos orgullosos de ti. Sabemos que no fue una confusión. Condenaron tu
camino porque no quisieron entrar por él. Pero al condenarte, los jueces se condenaron a sí mismos. Y el proceso continúa. Hoy
siguen condenando a tu cuerpo histórico. Por eso ante ti, Jesús reo, nos preguntamos dónde estamos nosotros, te preguntamos a ti
dónde estamos. ¡Háblanos, Señor! ¡Desnuda nuestro corazón para que veamos en él nuestra verdad!
Jesús, condenado por la justicia del mundo, venimos hoy ante ti
nosotros, tu pueblo oprimido y creyente. Somos los condenados de la tierra. Nos condenan al hambre, al desempleo, a la falta de
servicios, al desprecio, al desamparo y a la represión. Y a veces también nosotros condenamos a nuestros vecinos, compañeros o
familiares al abandono y al desprecio; a veces condenamos sin justicia para encubrir un pecado o por despecho o por rencor.
Señor Jesús, justo y condenado, te pedimos la gracia de mantener la fe en ti y en nosotros porque tú no nos condenas sino que nos
perdonas; y te pedimos también que juzguemos a los demás como tú nos juzgas a nosotros.

SEGUNDA ESTACION: JESUS CARGA CON LA CRUZ

Jesús con la cruz a cuestas Cruces cargan los patrones


una cruz inmerecida de trabajos y desprecios
pero suya por querida bajos sueldos y altos precios
pues tomó todas las muestras. sobre el hombro de los peones.
Estas fueron grandes muestras Cruces cargan los varones
de su amor tan verdadero al hombro de las mujeres
pues cuando vio el paradero cuando prometen quereres
de sus palabras y acciones les dan hijos y abandonan.
no mudó resoluciones A Cristo no lo perdona
y cargó con el madero. quien no cumple sus deberes.

El pecado siempre tiene


dolorosas consecuencias
esas son sus penitencias.
Cargar con ellas conviene
así el orden se mantiene
y la falta se repara.
Pero el pecador se ampara
en la fuerza y la insolencia
para oprimir la inocencia
y al que es débil desampara.

Jesús, te vemos cargado con la cruz: es la consecuencia de tu opción


por nosotros. Por eso la llevas con ganas: es un orgullo para ti ser perseguido por causa de la justicia. Eres bienaventurado por tu
fidelidad al camino solidario que tu Padre te marcó. Vas a la tortura y te obligan a cargar con el instrumento de tormento hasta
llegar al lugar. Muchos se avergonzaron de ti; pero para ti no es una afrenta. Y, ahí vas, resuelto.
Jesús Nazareno, Maestro y Compañero, tú pediste que vinieran a ti
todos los que se sienten rendidos y abrumados. Aquí nos tienes, Señor, con nuestra cruz a cuestas. Tú sabes, Señor, cuánto nos
cuesta llevarla. A veces es una cruz merecida: es la paga de nuestro pecado. A veces, Señor, es esta cruz de la vida que nos la
cargan encima sin justicia, como a ti. En este Vía crucis inmenso no estás solo, Nazareno. Danos, Señor, el alivio de sentirte a
nuestro lado. Y que, al caminar contigo, caminemos como tú: con tus mismos sentimientos y en tu misma dirección.

TERCERA ESTACION: JESUS CAE POR PRIMERA VEZ

Débil por tanta tortura


y con el peso excesivo
de la cruz y el abandono
Jesús cayó contra el piso.
Allí sufrió con dolor
las patadas y los gritos
foetazos y maldiciones
que le dieron los esbirros.
Como pudo se paró
haciendo un gran sacrificio
y humildemente siguió
con dignidad su camino.

El se tuvo que caer


eso estaba sentenciado.
¿Como soportar él solo
el peso de los pecados?
El Cristo se derrumbó
por no brindarle una mano
y eso que eran nuestras culpas
las que cargó nuestro hermano.
Jesús se sigue cayendo
en tanto desamparado
y en quien se metió a ayudar
y luego fue abandonado.

Señor Jesús, estabas tan sobrecargado que no pudiste con tanto peso
y caíste aplastado. Al verte derribado por tierra, te pedimos, Jesús, que no carguemos a nadie con las cargas que debemos llevar
nosotros. Te pedimos que reconozcamos nuestras responsabilidades y carguemos con ellas. A ti, hermano Jesús, te dejamos solo,
cargando con el peso de todos. Nos duele verte triturado por nuestras cargas. Por eso te pedimos que no dejemos solos a los que
asumen responsabilidades en su hogar, en el vecindario, en el trabajo, en la escuela, en la vida pública. Te pedimos que nos des
fuerzas para que asumamos cada quien nuestra parte de responsabilidad para que nadie caiga. Te prometemos hermanarnos con
los que van demasiado cargados. Te lo prometemos a ti, Jesús caído, nuestro Señor.

CUARTA ESTACION: JESUS ENCUENTRA A SU MADRE

Jesús sintió su mirada.


Entre tanta indiferencia
desprecio y malevolencia
sintió el alma confortada
al ver a su madre amada.
Pero también tuvo pena
al ver a aquella azucena
tinta en sangre de dolor.
Pero sintiendo su amor
tuvo paz en su condena.

Tuvo paz en su condena


y eso que era inmerecida
pero yo por mi caída
de amargura el alma llena
preso arrastro mi cadena.
Cómo quisiera, Señora,
madre fiel, consoladora,
sentir tus ojos piadosos
me lavarán poderosos
de la maldad que en mí mora.

Sentiste el dolor de tu madre. Pero ¡cómo te confortó sentirla tan


cerca, tan firme, tan digna! Ya sabías que no tenías nada de que avergonzarte; pero te confirmó y animó ver cómo ella daba la
cara. Con los ojos te dijo que estaba orgullosa de ti, que ella no te veía derrotado sino fiel. Y ese diálogo mudo borró traiciones,
abandonos, negaciones y condenas. Te mandan seguir. Y ella camina en pos de ti a la muerte, a la victoria.
Te pedimos, Jesús, hijo de María, que nosotros también podamos
sentir la mirada de María. Tú nos la diste por madre. Que la miremos para que ella nos ayude a portarnos como hermanos tuyos.
Que recibamos de sus ojos su perdón cuando somos tus enemigos. Que sintamos el bálsamo de su consuelo. Y que, fortalecidos
con su mirada, podamos con ella acompañarte a ti; seguirte en el camino de la vida.

QUINTA ESTACION: UN HOMBRE DEL PUEBLO, CIRENEO,


AYUDA A JESUS A LLEVAR SU CRUZ

Nacido había en Cirene, Mascullaba con razón


Simón era un campesino, todo esto el Cireneo.
venía de su conuco Pero también le admiraba
pasaba por el camino la dignidad de ese reo,
oyó tremendo alboroto era extraña la paciencia
y entró curioso al gentío. impresionaba el silencio
Se abrió paso hasta la calle descubrió la majestad
Cuando miraba aturdido de ese pobre carpintero.
arrastrarse a un condenado Por eso cuando Jesús
por la guardia escarnecido volvió el rostro casi yerto
lo señaló el oficial y la vista en él clavó
lo reclutaron ahí mismo con gran agradecimiento
sintió Simón que su vida
Simón maldijo la suerte tomaba otro rumbo nuevo.
de haber nacido en el campo. El que empezara obligado
Simón le gritaba a Dios a seguir al Nazareno
al sentir el desamparo se convirtió en su discípulo
¿qué se le había perdido al sentir que era hombre bueno.
en asunto tan ingrato? Por eso al llegar al Gólgota
¡Tanto ocioso en la ciudad! no quiso irse ligero.
¡El andaba en su trabajo! A acompañar a su amigo
¿Por qué a él esta deshonra se quedó Simón resuelto
el abuso y el maltrato? y cuando murió, a María
Para el pobre no hay derechos le presentó sus respetos
sólo deberes y palos.

Jesús, te ganaste al Cireneo. El fue empujado, obligado, y tú, con tu


verdad de hombre entero, lo llamaste. El respondió y acabó de discípulo. En medio de tu dolor supiste apreciar la ayuda de este
hombre. No caminabas encerrado en tu tormento, sino, como siempre, abierto a los encuentros, buscando convertirlos en
salvación. Y el Cireneo tampoco se bloqueó al ser reclutado. También él dio lugar a que el acontecimiento en que
involuntariamente se vio envuelto revelara su verdad. Y tomó partido por ti. En tu camino de dolor y muerte ¡qué alivio te dio este
hombre! El tremendo alivio físico de ayudarte a cargar la cruz y el alivio aún mayor de su compañía humana, de su solidaridad.
Jesús, tú eres nuestro Cireneo. Tú no faltas en nuestras cruces,
siempre echando una manito y llevándonos más allá. Y no sólo eso: Tú has sembrado de Cireneos este camino de lágrimas, de
resistencia y de lucha. Te queremos agradecer tantas manos amigas, tantas manos tenaces, leales y fuertes. Te agradecemos
porque tú estas en ellas. También te queremos pedir perdón por las veces en que nos hemos burlado de los Cireneos, por las veces
en que los hemos juzgado como pura pérdida. Y sobre todo te queremos prometer que, en la medida de nuestras fuerzas y de las
que tú nos das, también nosotros vamos a ser Cireneos de nuestros hermanos que cargan la cruz.

SEXTA ESTACION: UNA MUJER COMPASIVA LIMPIA EL ROSTRO DE JESUS

Dónde estaba tanta gente No supo qué hacer la guardia;


a quien Jesús ayudó, los contuvo la sorpresa,
dónde los que lo aclamaron el cortejo se detuvo
al entrar en procesión, y ella con delicadeza
dónde quienes lo escuchaban con sus manos dibujó
con agrado y devoción, el rostro del gran profeta.
dónde los muchos sanados Repuestos ya de la audacia
del cuerpo y del corazón. le gritaron que se fuera,
Algunos no se enteraron: ella los miró a la cara
Jesús fue preso a traición, y se retiró serena.
otros presenciaban mudos Quedó en el paño la faz
el espectáculo atroz, de Jesús muy bien impresa.
qué podían hacer ellos De su acto de valor
cuando el torturador fue el recuerdo y recompensa.
era el ejército armado Pero un tesoro mayor
orden del gobernador. la Verónica conserva:
Entre el miedo y la impotencia el rostro le dio de Cristo
sufrían un cruel dolor. el don de las manos nuevas
Una mujer dio la cara, manos que a Jesús tocaron
sólo ella tuvo valor, colmáronse de obras buenas:
no soportó ver a Cristo manos de salud y vida,
sufriendo y sin valedor manos de lucha y protesta,
y con un paño mojado mano tendida al caído,
alivio a su rostro dio. manos de rezo y de fiesta.

El paño húmedo de Verónica te alivió la cara y la delicadeza de sus


manos te refrescó el corazón. En un momento tan duro ¡cómo te confortó el gesto de esa mujer! ¡Cómo se lo agradeciste, tú,
Jesús, defensor de la mujer en esa sociedad machista! Tú supiste llegar al corazón de tantas mujeres y llevarlas a la autoestima y
al don de sí, las defendiste sin tregua, las curaste de males físicos y anímicos, las perdonaste y las admitiste en tu compañía como
compañeras y discípulas, y en esta hora ingrata, en las manos de Verónica percibiste el don de todas ellas y lo aceptaste. Ahora te
tocaba recibir a ti y recibiste agradecido ese cariño solidario.
En nuestro continente y en nuestro país hoy hay también muchas
Verónicas. Tú conoces, Señor, su íntima debilidad. El secreto de su valor y de su capacidad de ayuda es tu secreto: la
misericordia. Te pedimos, Señor, a ti, que tuviste misericordia de ellas y recibiste su misericordia, que les sigas dando ese don de
la compasión. Sin ella no sería posible la vida en nuestra sociedad. Que no se cansen, Señor, de ser misericordiosas. Y que los
varones aprendan de ellas ese secreto tuyo: la fortaleza que nace de la compasión.

SEPTIMA ESTACION: JESUS CAE POR SEGUNDA VEZ

Jesús estaba agotado,


se derrumbó contra el piso
cayó con todo su cuerpo,
como un árbol abatido;
la policía se teme
que no llegue hasta el suplicio
y un valde de agua le arroja
pa'espabilarlo un esbirro;
el cuerpo le reacciona
y Jesús con sacrificio
logra pararse de nuevo
y prosigue su camino.
Ya no puede más Jesús,
soporta un peso excesivo;
hay cargas tan abultadas
que no las aguanta Cristo,
hay dolores tan acerbos
que hasta derriban al Hijo.
¿Cómo, Señor, prevalece
el mal sobre el hombre digno?
¿Cómo Jesús aplastado
por un poder asesino?
Como pudo él se paró
y siguió hacia su destino

Jesús, tú te nos apareces como un caído, como un derribado, como


una persona aplastada por la vida. Jesús, ayer estabas en la flor de la edad y en la cúspide de la popularidad, y ahora te vemos
mordiendo el polvo, como los vencidos. Pero tú sigues siendo nuestro Señor. Así como te vemos, caído, te proclamamos nuestro
Señor.
Pero entonces, Señor, ¿por qué adoramos a los que tienen éxito, por
qué nos apuntamos al triunfador, por qué damos la razón al que está arriba, por qué damos la espalda al que está por los suelos,
por qué le quitamos la razón? Señor Jesús, ante ti que estás contra el suelo, prometemos no avergonzarnos del caído, no volver la
cara ante el amigo en desgracia. Prometemos no despreciar al "pata en el suelo". Danos verte en ellos, Señor.

OCTAVA ESTACION:
JESUS CONSUELA A LAS MUJERES QUE LLORAN POR EL

Muy lento avanza el cortejo. Jesús apenas tiene habla


Poco a poco se da cuenta su dolor no le da tregua,
la gente fiel, del suceso, pero al oír los lamentos
y acompaña al gran profeta; de esas dignas compañeras
las mujeres, más valientes deja a un lado su dolor
a gritos ya se lamentan y con amor las consuela,
y golpeándose los pechos que sólo quien sufre penas
lanzan al aire sus quejas, sabe aliviar las ajenas.
le piden a Dios perdón Jesús les abre los ojos
y a la justicia condenan les hace ver lo que llega,
y dicen: ¡Ay qué dolor tiempos malos en verdad
qué luto pa'nuestra tierra que exigen mucha entereza.
que al más bueno de los hombres Les dice: no es excepción
lo estamos echando de ella. esto que ustedes contemplan,
Precioso como una orquídea no es una equivocación
erguido como una ceiba sino la ley de esta selva,
dabas más frutos que el mango al que siga mi camino
y te han talado sin pena. este destino le espera.
Tus ojos como un estero No lloren sólo por mí
reflejaban las estrellas, mujeres de nuestra tierra
vimos a Dios al mirarte que a ustedes y a sus hijos
y ahora tu rostro nos velan. les harán mucha más guerra.
Pobre Jesús, tan amado Pero manténganse fieles,
¡cuánto odio cargas a cuestas! pronto acabarán las penas.

Desde la medianoche no oías sino acusaciones, insultos, burlas, el


chasquido del látigo que descargaba sobre tus espaldas y el ruido soez de las bofetadas. Todo era furia y encono. Por eso esas
lágrimas compasivas de las mujeres caen sobre tu pecho como agua mansa, apaciguándolo. Son lágrimas amorosas que restañan
heridas del corazón. Tú te abres a esas lágrimas solidarias y devuelves el don abriéndoles los ojos a lo que viene y preparándolas
para hacerle frente.
Aquí se revela, Señor, esa lógica salvadora: Sólo da cristianamente
compasión quien al darla se abre también a su vez para recibirla del necesitado de compasión. Porque sólo quien necesita
misericordia es capaz de darla. Los misericordiosos son los pobres, los que lloran, los que tienen hambre. Esa es la unidad
profunda de tus bienaventuranzas.
Señor, consolado y consolador, te pedimos la gracia de dar y de
recibir misericordia. De sabernos necesitados de compasión y de abrirnos a tantos otros que la necesitan. Y tú, sigue, Señor,
teniendo misericordia de nosotros.

NOVENA ESTACION: JESUS CAE POR TERCERA VEZ

Por tercera vez cayó


Jesús de puro agotado
está en la flor de la edad
y ya es un hombre acabado.
Una noche de agonía
la traición de un allegado
el abandono de amigos
la condena del Estado
la tortura de la guardia
el látigo de los soldados
el odio de sacerdotes
la indiferencia de tantos
derribaron a Jesús
y en el piso está postrado;
es una masa de sangre
de polvo, sudor y espasmos.
Míralo bien, compañero,
no te avergüence mirarlo,
pídele a Dios comprender
este misterio sagrado
no tiene figura humana
y es un hombre consumado
rechazado por los jefes
y él se empeña en ser su hermano.
Jesús, caído en el piso, ¿tienes fuerzas para levantarte? ¿Te echarás a
morir ahí mismo? ¿No tienes ganas de decir: ¡Basta! ¡No puedo más!? Y es que en verdad no puedes más. Ya no te quedan más
fuerzas. Sí te provoca no moverte, quedarte ahí postrado a esperar tu muerte. Y sin embargo tienes que seguir. Por eso, sacando
fuerzas de flaqueza, te incorporas y , echando el resto, das un paso, te tambaleas; pero sigues tu camino.
Señor Jesús ¡cuántas veces hemos sentido nosotros que no tenemos
remedio, que, para qué levantarnos, si caeremos de nuevo! Señor, nosotros nos hemos resignado a vivir caídos. Pero, al verte
levantándote siempre, reconocemos que nos hemos rendido antes de tiempo. Al verte moribundo y luchando nos sale del fondo
del corazón admirarte y pedirte tu valor. Queremos pedirte, por tu esfuerzo sobrehumano, que nunca nos consideremos un caso
perdido. Y que, al saber que tú te levantaste para que también nosotros nos levantemos, la fe en ti nos dé las fuerzas que nos
faltan. Y que, sabiendo que nos tiendes siempre la mano, no nos falte la esperanza. Te lo pedimos Jesús, caído y levantado,
nuestro Señor.

DECIMA ESTACION: JESUS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Las pertenencias de Cristo Las ropas se las sortean.


son el manto, la correa No se las dan a su madre,
las sandalias y una túnica los dados decidirán
hecha toda de una pieza quién la túnica se guarde.
por su madre con amor. Le han quita'o todo a Jesús
Ni una vara de vera como a tantos miserables,
ni bolsa pa'las vituallas el fuerte se lleva todo
ni tampoco la cartera. el poder todo lo barre.
Jesús sacó libertad Está desnudo Jesús
de su desnuda pobreza. todo cubierto de sangre
Nunca pudo ser comprado destrozado, sin belleza
quien no ambicionó riqueza, pero entero, sin quebrarse.
por eso, su autoridad Cuando Adán y Eva pecaron
su palabra verdadera y oyeron a Dios llamarles
y su gran movilidad sintieron mucha vergüenza
sin casa fija ni hacienda. y corrieron a emboscarse.
Desnudo nació Jesús Este nuevo Adán no tuvo
no en la cuna, en pesebrera, nada de qué avergonzarse,
despojado morirá nos puede mirar de frente
en el monte Calavera. él no tiene que ocultarse
Las ropas empegostadas es el cordero inocente.
en las heridas ya secas Pide a Jesús que su sangre
los soldados las arrancan lave del todo tu mente
y las heridas chorrean. y de la ambición te guarde.

Jesús ¿qué sentiste al ser despojado de tus vestidos? ¿Indignación,


pena, desamparo? Ciertamente tuviste que sentir un gran dolor pues tus ropas estaban pegadas a las carnes con la sangre reseca y
el sudor. También sentirías la paz de la desnudez: Para morir estabas como naciste, desnudo salías del mundo como habías
entrado en él. "Dios te ampare" se dice a veces para desentenderse de alguien. Pero en ese momento era cierto que sólo te cubría
el amor infinito de tu Padre. En esa hora suprema no estabas para vergüenzas sino para la oblación. Te quitaron todo y tú te
entregaste por completo. No sólo dabas a tus enemigos rapaces tus pertenencias. Les diste también el perdón que no te habían
pedido.
Señor despojado ¿no fue suficiente tu despojo? Mira cuántos
despojados, cuántos empobrecidos, cuántos desnudados. Cuántas personas sufren sin consuelo vergüenza y desamparo. Señor,
que al contemplarte a ti como ellos, se sientan acompañados, se sientan cubiertos por tu dignidad. Sientan que no los han
profanado, que no les han quitado el respeto. Que, cubiertos con tu desnudez como un chaleco antibalas, salgan a reconocerse, a
respetarse mutuamente y a hacerse respetar. Así no habrá sido vana tu afrenta.
Te pedimos también la gracia de no despojar a nadie, de no
avergonzar a nadie, de no faltar el respeto.
Te pedimos finalmente que repartamos nuestras propias
pertenencias, que aprendamos a compartir la vida sin despojar a nadie para apropiarnos de lo suyo. Te lo pedimos a ti, Jesús, el
despojado, el que todo lo entregó.
DECIMA PRIMERA ESTACION: JESUS ES CLAVADO EN LA CRUZ

Quien de un madero cuelga Jesús murió torturado.


ese es un hombre maldito No bastaba con matarlo,
así lo dice la Ley, deseaban que sufriera,
eso en la Biblia está escrito quisieron atormentarlo
por eso sus enemigos que se quebrara por dentro
crucificaron a Cristo que no pudiera aguantarlo
para quitarlo del medio que suplicara al verdugo
y de deshonra cubrirlo. o muriera blasfemando.
Muerte de esclavo le dieron Había sido tan digno
de rebelde y de proscrito. tan entero y tan gallardo
Bien merecido lo tuvo que sus ruines enemigos
pues siendo pueblo oprimido necesitan destrozarlo.
se atrevió a vivir muy libre Es la compulsión morbosa
y a liberar al cautivo, del que a la luz se ha cerrado
denunció a la autoridad y se revuelve contra ella
estando el pueblo reunido pa' no verse evidenciado.
y blasfemando insolente Jesús entre tanto reza,
sostuvo que su camino él es libre aunque clavado
sus acciones y palabras y hará de esa muerte atroz
eran las del Padre mismo. su acto más consumado
Por eso falló el senado: y así perdona al verdugo
paganos aborrecidos y da el cielo al condenado
no gente del pueblo fiel entrega su madre a Juan
le aplicarán el castigo. y de Dios se echa en las manos

La cruz, Jesús, para muchos cristianos es un adorno, incluso una joya


que resplandece y que los ladrones codician. Pero tu cruz fue, Señor, una tortura. La tortura de los esclavos y de los rebeldes. Una
tortura espantosa e infamante que acababa en la muerte. Tú eras, Señor, un torturado. Quien resucitó eres tú, el torturado. Tomás
no se fió de la palabra de sus compañeros, pero tenía bien claras tus señas: él sólo reconocería al torturado. Y tú sigues siendo,
Señor, el torturado.
Tu presencia nos resulta revulsiva y por eso te inventamos otras
figuras que podamos mirar sin que nos causen inquietud, sin que nos saquen de quicio. Porque un torturado es para nosotros una
excepción, un caso extremo, y no el que, clavado en medio de la historia, saca a la luz la verdad oculta de nuestros pretendidos
órdenes. Nos resulta intolerable que tú hayas quedado fijado en la historia como torturado. Y sin embargo, Señor, sólo si te
miramos de frente podrá entrar en nuestro corazón la verdad que conduce a la vida, la que nos obliga a golpearnos el pecho y a
cambiar de camino. Por eso te pedimos, Señor, valor para verte en la tortura y para preguntarnos dónde estamos nosotros en este
drama que a todos nos concierne y que no admite espectadores. Señor, que te miremos como te vieron María y Juan y Magdalena.
Que te miremos como te vio el ladrón a quien tú prometiste el Reino. Señor torturado, que no nos escandalicemos de ti.

DECIMA SEGUNDA ESTACION: JESUS MUERE EN LA CRUZ

Jesús no murió de anciano Mas si un abismo de mal


satisfecho y bien querido descubrió la cruz de Cristo,
ni de muerte natural. otro abismo de bondad
Jesús murió escarnecido nos abrió su sacrificio.
y no fue un antisocial, Jesús murió asesinado
ni un terrorista atrevido; oró por sus asesinos.
lo mató la autoridad He aquí el misterio de amor
y no un hombre enloquecido. que nos grita el Crucifijo.
He aquí el misterio del mal: Ni el hijo pidió venganza
sacerdotes y políticos ni el Padre acudió en auxilio.
los ricos y militares Jesús murió perdonando
mataron a Jesucristo a sus crueles enemigos.
para ocultar sus desastres. Como opresores del pueblo
Por no cambiar de camino los había combatido,
los que oprimían al pobre mas como personas que eran
se volvieron asesinos. siempre buscó convertirlos,
El que peca quita vida. ellos cerraron sus almas
Por la cruz hemos sabido: decretaron destruirlo,
quien mata pone la mano él con los brazos abiertos
en la carne de Dios Hijo. murió para recibirlos.
Quien asesina los cuerpos Sangró el Padre de dolor
quien mata honra o cariño al ver rechazado a su Hijo
los que al pueblo sacrifican y aceptando su perdón
verdugos son de Dios mismo. en silencio lo bendijo.

Jesús muerto: No oyes, no ves, no sientes, no estás. Eres un muerto.


Te hemos asesinado. Tu Padre te envió para invitarnos a su banquete. No te mandó a ajustar cuentas sino a perdonar, a comenzar
de nuevo, a hacernos a todos de tu familia. Y tú te hiciste nuestro hermano, con lo que nos hacías hijos de Dios. Y el resultado de
esta proposición es que te quitamos del medio, mejor dicho te exhibimos como el ejemplo de lo que no debe hacerse, te colgamos
en la vía pública para escarmiento de todos. Señor, estamos locos. Perdónanos, Señor, que no sabemos lo que hacemos.
Pero lo más grave, Señor, es que te seguimos matando. Te seguimos
quitando del medio. Lo que hacemos con nuestros hermanos pequeños, contigo lo hacemos. Y matarte a ti, Señor, es matar a la
vida, a nuestra vida. Perdónanos, Señor, que no sabemos lo que hacemos.
Nosotros, Jesús, te matamos. Y tú entregas tu vida. Al matarte
morimos. Pero tu vida entregada nos da nueva vida. Y tu Padre acepta tu entrega, acepta tu perdón y sigue siendo nuestro Padre y
se consuma como Padre nuestro. Ya nada nos separará de tu amor. Por eso te pedimos, Señor, que no caigamos en el único pecado
definitivo: que no cometamos el pecado de no creer en tu amor. ¿Qué más podías hacer tú, qué otra cosa podía hacer tu Padre para
demostrar el amor que ambos nos tienen? Jesús muerto, que creamos en tu amor, que dejemos entrar a tu amor en nuestras vidas y
que tu amor nos dé vida eterna.

DECIMA TERCERA ESTACION: JESUS ES DESCLAVADO,


BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO BRAZOS DE MARIA

¿Cómo a Jesús desclavar Lo vio salir una tarde


sin desgarrar más su cuerpo? a predicar su evangelio
Juan, Nicodemo y José y desde entonces sus vidas
eran amigos del muerto ya no sabe qué se hicieron.
y por eso este trabajo Los paisanos y parientes
hicieron con gran esmero. a Jesús desconocieron.
Lentamente descolgaron Con alegría y cariño
de la cruz el cuerpo yerto lo acogieron los pequeños.
y en los brazos de su madre Lo seguían multitudes
lo pusieron con respeto. él curaba a los enfermos
Traspasada de dolor acariciaba a los niños
María no pudo verlo, y con palabras y gestos
el manantial de sus lágrimas a quien el alma le abría
formaba un tupido velo. él le enseñaba a ser bueno.
Lo vio con el corazón Pero los intelectuales
en Belén desnudo y tierno los poderosos y el clero
sin casa y cuna y con frío le cerraron las entrañas
pero sentía contento y lo colgaron de un leño.
pues ya estaba en este mundo ¿Qué les hizo mi Jesús?
el salvador de su pueblo. llora la madre con duelo
Lo vio con José creciendo ¿Cómo, ciegos, no comprenden
convertido en carpintero que él traía su consuelo?
lo vio llenando la casa Pero aún es tiempo, mis hijos,
de la alegría del cielo. de remediar ese yerro.
María, te vemos sumida en tu dolor, apretando en tu regazo a tu hijo
destrozado. Te vemos llamando al Padre, convertida en pregunta y lamento. Permítenos hablarte porque nosotros no somos ajenos
a este drama. Porque Jesús dio por nosotros su vida. Porque en la cruz él te hizo nuestra madre. Porque fuimos nosotros, unos más
y otros menos, en todo caso fuimos nosotros, los seres humanos, quienes hicimos eso con tu hijo, con nuestro hermano. Ya está
hecho. No vale ninguna excusa. Ya sabemos adónde podemos llegar. Ya sabemos quiénes somos. De nosotros ha salido la muerte.
De ti depende, Madre, que de nosotros salga también la vida. De ti
depende que no vuelva a salir más muerte. De ti depende que nosotros, los hijos que te quedan aquí en esta tierra, renazcamos
semejantes a Jesús. Nosotros reconocemos, como lo reconoció el jefe de la guardia, que nuestra víctima era un hombre justo, que
tu hijo es el Hijo de Dios. Queremos que este reconocimiento parta en dos nuestras vidas, como partió el velo del templo. Pero
nuestro querer vuela más alto que nuestras fuerzas. Tememos, Madre, volver a destrozar a tu hijo, tenemos miedo de seguir
destrozando el cuerpo histórico de Cristo que son nuestros hermanos, sobre todo los más pequeños. Por eso te pedimos por ese
mar sin fronteras de tu dolor que nos ayudes a transformarnos como tu hijo Jesús. Pídeselo, Señora, a su Padre, que él nos dio
como padre nuestro.

DECIMA CUARTA ESTACION: JESUS ES SEPULTADO

Hombre rico y previsor Ansiosos todo observaban


José el de Arimatea los jefes y principales.
tenía la tumba lista Cuando se cerró la tumba
pa'cuando Dios dispusiera. se miraron muy triunfales
Con orgullo cedió a Cristo respiraron aliviados
su lugar bajo la tierra. y se fueron muy compadres
El cortejo de los fieles a celebrar una fiesta
hasta allí con entereza esos hombres criminales.
llevó el cuerpo de su jefe, Podían dormir tranquilos:
luego con delicadeza quien denunciaba sus males
le restañó las heridas quien al pueblo reunía
lo lavó y cubrió con vendas. quien sembraba lealtades
Al dejarlo allá en lo oscuro valor, respeto y conciencia
el corazón de tristeza el que a Dios llamaba Padre
les golpeaba muy duro. yacía bajo la tierra.
Cuando la piedra se cierra Si no acudió a rescatarle
al suelo bajan la vista es que no estaba con él
y la fe se tambalea; no era su representante;
su amor sigue todo entero ellos en cambio sí lo eran
pero ahora ¿qué nos espera? por eso estaban triunfantes.
se preguntan a sí mismos. Ignoraban que la historia
La madre saca las fuerzas de Jesús aquella tarde
de su abismo de dolor se abría a todos los pueblos
y mirando los consuela. traspasaba las edades.

Ha caído la losa. Ya no te vemos. Tus restos están en tierra. Y tú


¿dónde estás? En la tortura gritaste: "Todo está acabado". Nosotros sabemos que eso no fue la confesión de tu derrota
irremediable. No te vemos. Pero tú no eres un caso acabado, ni tu causa está vencida. Por eso no decimos: paz para tus restos; y ni
siquiera: descansa en paz. No te vemos, pero creemos que el Padre, más que la madre tierra, te ha acogido en sus brazos. Moriste
echándote en brazos de Dios y sin sentirlos. Pero ellos estaban esperándote al otro lado. No quisieron pasar a éste para no quebrar
tu obra ni la nuestra. Pero tú no te hundiste en la tiniebla, no caíste al abismo sin fondo de la nada. Pasaste a mejor vida. Te acogió
tu Padre, te inundó su gloria.
Ha caído la losa y tú, de los brazos de tu Padre, proseguiste tu misión: bajaste a los infiernos, a nuestros infiernos privados
y sociales, a aquellas zonas tenebrosas a las que no tenemos acceso, a las que no alcanza ni la luz de la conciencia ni el mando de
la voluntad. Bajaste a coronar en ese reino rebelde y miserable tu obra de liberación. Te acabamos de sacar de esta tierra y tú
sigues dando la batalla por nosotros. No tienes remedio. Realmente que nada es capaz de echarte para atrás en tu designio de
darnos vida. Ya nada podrá separarnos de tu amor. Por eso ante tu sepulcro sellado arde la llama de nuestra esperanza que tú
prendiste en nuestros corazones. Te pedimos que esa sea la luz con la que andemos por la vida y la llama que nos mueva a seguir
tu misión.

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