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Agradeciéndote tanto por todo lo que haces, has hecho y sigues haciendo
por mí, te pido que no dejes que ninguna enfermad se me acerque, y que,
sin en algún momento se me acerque un problema de salud, me cures con
tu poder inmenso, porque sólo tú puedes decidir quién se cura y quien se
muere. No es que tenga temor a ese momento en que finalmente me
encontraré contigo de la manera más definitiva; sencillamente disfruto la
vida y lo que me permites vivir, y la disfruto contigo, llevándote conmigo
adonde vaya yo. Disfruto estar con los que amo y cuido, y disfruto conocer
y experimentar lo mucho que el mundo tiene para ofrecer.
Por eso te ruego, mi Niña Blanca Querida, que, si me siento mal, ayudes a
sanar mis heridas y a curar cualquier enfermedad que me afecte, porque
quiero en esta vida aprovecharla aún más, precisamente como me enseñas
y me muestras que lo debo hacer, y unirme a ti más tarde, cuando tu
finalmente lo decidas.
Que así sea, con tu bendición. Quédate conmigo y tenme siempre contigo.