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Control de constitucionalidad

El control de constitucionalidad es el conjunto de recursos jurídicos diseñados para


verificar la correspondencia entre los actos emitidos por quienes decretan el poder y la
Constitución, anulándolos cuando aquellos quebranten los principios constitucionales.1
Dicho de otra forma, el control de constitucionalidad es el conjunto de herramientas
jurídicas por el cual, para asegurar el cumplimiento de las normas constitucionales, se
realiza un procedimiento de revisión de los actos de autoridad, incluyendo normas
generales, y en caso de contradicción con la Constitución se procede a la invalidación
de las normas de rango inferior que no hayan sido hechas en conformidad con aquellas.
El fundamento de este control es el mantenimiento del Principio de Supremacía
Constitucional.

Fundamento
El control de constitucionalidad tiene como fundamento el principio de supremacía
constitucional, esto es que la Constitución de un país es la norma de mayor jerarquía a
la cual deben sujetarse las normas de rango inferior, entendiéndose por tales a las leyes
dictadas por el parlamento, los decretos y demás resoluciones dados por el Poder
Ejecutivo o por entidades autárquicas y las sentencias y demás resoluciones de los
jueces, por lo cual las normas que presuntamente no se ajusten al texto o normas
constitucionales serán sometidas a este procedimiento.

La Constitución.

La Constitución es un documento de origen político cuya estructuración y


consecuencias son jurídicas, puesto que la misma, derivado de su naturaleza suprema y
supralegal, genera efectos que irradian en todo el sistema jurídico que, a su vez, es el
resultado de dicho documento supremo.2 Por ejemplo, tenemos que es la Constitución
quien determina el contenido material y formal del orden jurídico que se origina a partir
del sistema jurídico.

La Constitución recoge de manera general las decisiones políticas básicas de una


sociedad, estableciendo el cómo se debe organizar el Estado, quién puede acceder al
poder –contenido formal-, señalando el catálogo de derechos humanos que las
autoridades estarán obligadas a respetar y procurar –contenido material o sustantivo-.3
De este modo, la Constitución determina las reglas formales y materiales a las cuales los
titulares del poder deberán sujetarse, ello mediante cláusulas escritas o positivizadas. Es
a través de estas cláusulas que se deja ver la naturaleza de la Constitución: un pacto
político que tiende a organizar una sociedad, así como las instituciones constituidas
mediante las cuales se ejerce el poder.4 Consecuentemente, las instituciones
determinadas por la Constitución se encontrarán influenciadas a la luz de dos planos,
veamos:5

 Los ejes que configuran la estructura constitucional, y


 Los elementos referentes de ésta.
Una Constitución, para ser considerada como tal, debe reconocer y proteger derechos
públicos subjetivos mínimos, mismos que habrán de ser denominados como derechos
fundamentales. Sucede que la exponenciación de valores como la libertad o la
democracia se logra en la medida en que el Estado se subordina a la protección de los
referidos derechos fundamentales. Aunado a lo anterior, la Constitución también
establece la organización del Estado, creando instituciones, fijándoles competencias y
dotándolas de facultades dentro de las cuales éstas podrán actuar. De esta manera, el
Estado se encuentra limitado y sujeto a lo que el constituyente hubiere determinado en
el texto fundamental.

Así las cosas, tenemos que la Constitución es el origen del sistema jurídico, es la
máxima expresión política de la sociedad. Como consecuencia de ello, en la misma
encontraremos herramientas que garantizan su supremacía con respecto a otros
ordenamientos al organizar el poder político mediante la constitución de la serie de
órganos competentes que hablan y actúan en su nombre, legitimándolo y limitándolo; de
esta forma se dota al poder, mediante esta regulación, de una mayor estabilidad y
regularidad.

Por últmo, sucede que, toda vez que la Constitución es el resultado o reflejo de los
factores reales del poder, la misma puede ser definida como el conjunto de los más
importantes procesos políticos de la sociedad que se desarrollan en las instituciones que
para tal efecto fueron creadas. En esa tesitura, podemos observar que la protección de la
Constitución, entendida ésta como la máxima expresión de la voluntad de una sociedad
y como constituyente de los principios e instituciones fundamentales, adquiere un papel
fundamental en el moderno Estado Constitucional de Derecho, ya que no puede haber
institución sin fundamento en un principio ni principio que no pueda ser materializado y
protegido por una institución o herramienta, según sea el caso. En conclusión, la
Constitución fija las formas de expresión del poder y determina su control,6 siendo un
imperativo que todo acto de autoridad, sea judicial, legislativo o administrativo, se
encuentre ajustado a los principios fundantes básicos, imponiéndosele, en caso de no ser
así, la sanción de nulidad.

Los medios de control.

El control de la regularidad constitucional es un elemento esencial para mantener la


vigencia de la propia Constitución. El cambio de concepción de la Constitución como
documento político a norma jurídica, da como resultado la posibilidad de que ésta
prevea las garantías necesarias para hacerla prevalecer frente a todo aquel acto que la
quebrante.5 De acuerdo a esto, el control de la constitucionalidad de los actos se torna en
un eje de la eficacia constitucional, reforzando el carácter de obligatorio de la propia
Constitución y dotando de equilibrio a los derechos fundamentales y las estructuras
institucionales determinadas por el acuerdo constitucional. Entonces, los medios de
control de la constitucionalidad se identifican como los recursos jurídicos diseñados
para verificar la correspondencia entre los actos emitidos por quienes detentan el poder
y la Constitución, anulándolas cuando aquellas quebranten los principios
constitucionales,1 de esta forma también se desprende la naturaleza correctiva de los
medios de control, por lo que destruyen actos ya emitidos.

Es con motivo de esta característica constitucional por virtud de la cual podemos


afirmar que los derechos y principios contenidos en la Constitución adquieren la
naturaleza de norma jurídica, específicamente de una regla, que puede ser oponible
frente a todos aquellos actos que la reten, adquiriendo firmeza inquebrantable al
invalidar todos aquellos actos que transgredan su esencia. De ser los principios dúctiles
como antes lo mencionábamos, la misma interpretación de ellos y la fijación de sus
alcances, convierte a éstos en reglas, porque, al definirse el alcance de un principio, es
posible conocer con claridad qué actos lo transgreden y, de ser así, determinar su
invalidez. Dicho de otra forma, la ductilidad del principio se convierte en una regla
inquebrantable con motivo de la interpretación que se haga del mismo; esto, sin
privársele al principio interpretado las dimensiones del peso e importancia –
características que no son propias de las reglas- cuando éste colisiona con otro
principio.7

Como consecuencia de esto, a toda autoridad, incluyendo a la legislativa, se le impone


el deber de desarrollar debidamente la justificación de su actuar mediante la
argumentación jurídica adecuada,8 lo cual, a su vez, impone el deber de que el ejercicio
de estos mecanismo de control se encuentre respaldado debidamente por la
argumentación correspondiente. Por virtud de lo anterior, es que los diversos sistemas
reconocen la existencia de distintos mecanismos de control, mismos de los cuales se
distinguen dos corrientes: la americana y la europea, siendo creada la primera con
motivo del desarrollo jurisprudencial de la Corte Suprema de los Estados Unidos de
América, específicamente del caso Marbury v. Madison fallado en 1803, mientras que
la segunda deriva del debate entre Carl Schmitt y Hans Kelsen sobre quién debe ser el
guardián de la Constitución.

Por lo que respecta a la corriente americana, vemos que el judicial review, o el control
judicial de las normas, es la tesis de la inaplicación de la norma inferior que desconoce a
la Constitución. Este sistema es el que hoy en día conocemos como el control difuso de
la constitucionalidad de leyes, toda vez que la facultad de analizar la regularidad
constitucional de las normas generales no recae en un solo órgano, sino en la totalidad
de los tribunales que conforman el poder judicial. De esto obtenemos que dicho sistema
procura un medio de control indirecto, ya que el estudio de verificación al régimen
constitucional se efectúa mediante un acto concreto de aplicación de la norma
correspondiente; sin embargo, este medio de control, al no analizar en abstracto la
norma en cuestión, únicamente tiene el alcance de determinar que la ley no es aplicable
para ese caso en particular, desconociéndole efectos generales. Esto demuestra que esta
clase de herramientas judiciales –como el juicio de amparo- no persiguen la protección
de la totalidad la constitución, sino únicamente de los derechos individuales.1

Por otro lado, tratándose del modelo concentrado, éste se ejerce únicamente por un solo
ente autorizado para ello y que es conocido como Tribunal Constitucional, creándose
para ese efecto una jurisdicción constitucional, misma que contará con diversos medios
de control de la constitucionalidad cuyos efectos dependerán de la naturaleza de los
actos sujetos a control, pero éstos normalmente serán recursos judiciales directos –sin
necesidad de un acto de aplicación-, pudiendo ser los efectos de sus sentencias generales
o particulares, según dependa de la naturaleza del acto impugnado.1

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