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Cómo algunos países se convirtieron en el basurero

del mundo y qué soluciones hay para para


cambiarlo
Tim Harford BBC, Serie "50 Things That Made the Modern Economy" /1 junio 2019

Si navegas por el río Pearl desde Hong Kong,


llegarás a la ciudad industrial de Dongguan, donde
encontrarás la que quizás sea la fábrica de papel
más grande del mundo, del tamaño de más de 300
canchas de fútbol.
Es propiedad de Nine Dragons, una empresa de
reciclaje iniciada por Zhang Yin, también conocida
como Cheung Yan, quien una vez fue clasificada
por Forbes como la mujer autodidacta más rica del
mundo. Nine Dragons es, o quizás fue, el mayor
importador por volumen de productos
estadounidenses a China. ¿Qué productos? Papel de desecho, que por lo general llega con un
poco de basura no deseada mezclada.

Tonelada tras tonelada era embalada y luego


apilada en barcos con destino a China, donde los
trabajadores separaban lo útil de lo indeseado
manualmente.

Es un trabajo crucial: si el papel de desecho está


demasiado contaminado, no se puede reciclar. Es
también un trabajo que es difícil de
automatizar. Necesita humanos. Así que los países
ricos comenzaron a enviar sus desechos a países
donde los trabajadores son lo suficientemente
pobres como para clasificarlos por salarios lo suficientemente bajos como para obtener una
ganancia.

Basurero del mundo


Este sistema funcionó sin problemas desde los años 80 hasta hace muy poco. La economía de
rápido crecimiento de China exportaba muchos productos manufacturados y, en lugar de que
los barcos regresaran vacíos, se cargaban con desechos para que China los reciclara. Empresarios
como Yin hicieron una fortuna con ello. Pero China se enriqueció y el gobierno decidió que ya
no quería ser basurero del mundo.
En 2017 anunció su Operación Espada Nacional,
según la cual China solo aceptaría basura bien
ordenada que no contenga más del 0,5% de las
cosas que no deberían estar allí.

Fue un gran cambio: el porcentaje de impurezas


solía ser 40 veces más. La cantidad de residuos
enviados a China se redujo considerablemente, al
tiempo que los gobiernos y las empresas de
reciclaje se vieron obligados a ajustarse.
¿Deberían encontrar otros países lo suficientemente pobres como para aceptar sus desechos
mal ordenados o aumentar los impuestos para pagarle a los empleados salarios más altos para
que los clasificaran mejor o hacer otra cosa?.

Los antepasados

Los ejemplos de reutilización se remontan a más atrás de la invención del papel. La antigua
Grecia nos dio la palabra "palimpsesto", que literalmente significa "raspado limpio para ser
usado de nuevo", refiriéndose al papiro. Los romanos fundían viejas estatuas de bronce para
esculpir otras nuevas y hace 1.000 años en Japón ya tomaban papel usado y lo hacían pulpa para
hacer más papel. Por eso, durante siglos, la gente se ha ganado la vida buscando basura, como
trapos para vender a las fábricas de papel.

Recolectores de trapos fotografiados en París en 1913.

Pero todo eso era impulsado por incentivos del


mercado: las materias primas eran demasiado
valiosas para ser desechadas. La idea de que
debemos reciclar porque es lo correcto es mucho
más reciente.

En 1955, por ejemplo, en un artículo de la


revista Time titulado "Vida desechable"el
adjetivo no era peyorativo, sino festivo. Estaba
ilustrado con una sonriente familia llenando su caneca de basura con platos de papel, cubiertos
de plástico y otros objetos que, según decía el artículo, "tardarían 40 horas en limpiarse, pero
ninguna ama de casa debería molestarse en hacerlo". "Los artículos desechables reducen las
tareas domésticas", subrayaba. ¿Por qué lavar después de cocinar cuando puedes usar bandeja
de aluminio y hasta barbacoa desechables?. Pero con el paso del tiempo, las cosas fueron
cambiando.

El llanto de un indio italiano.

En Estados Unidos una campaña publicitaria


televisiva conocida como The Crying
Indian ("El indio que llora") ayudó a cambiar
la perspectiva.

Apareció por primera vez en 1971,


mostrando a un nativo americano remando
en su canoa por un río contaminado por la
basura y de pie junto a una carretera
mientras un automovilista tira una bolsa de detritus de comida rápida a sus pies. "La gente crea
contaminación", dice una voz. "La gente puede dejar de hacerlo". El indio voltea la cara hacia la
cámara y se ve una lágrima rodando por su mejilla.

El anuncio, sin embargo, no era lo que parecía, y no solo porque el actor resultó ser un
inmigrante italiano de segunda generación. Fue financiado por una organización respaldada
por las principales compañías de bebidas y envases.
En ese entonces, comprabas una bebida gaseosa y
recuperabas algo de dinero cuando devolvías la
botella vacía. Se asumía que proporcionar los
incentivos y la logística para devolver los
residuos era tarea del fabricante.

Pero el indio llorón buscaba plantear una idea


diferente: las personas eran las responsables de
sus propios residuos.

De las compañías al gobierno

Con los años, la logística de reciclaje se convirtió en asunto de los gobiernos locales. Para el
historiador Finis Dunaway convertir "grandes problemas sistémicos en cuestiones de
responsabilidad individual" fue una mala idea.

Hizo que reciclar se convirtiera en algo que podía hacernos sentir bien en vez de ser un asunto
práctico y efectivo. Eso concuerda con los resultados de una investigación realizada por la
Universidad de Boston, que descubrió que las personas que saben que pueden reciclar tienden
a desperdiciar más. Eso no importaría si el reciclaje no tuviera un costo, pero, por supuesto, lo
tiene. .Por otro lado, dejar la eliminación de residuos en manos del libre mercado también es
mala idea, sostiene el economista Michael Munger.

Si le cobras a la gente lo que cuesta deshacerse de la basura de la manera indicada, la tientas a


botarla ilegalmente y eso es mucho peor. Pero si usamos los impuestos para subsidiar la
eliminación de desechos, corremos el riesgo de incentivar el desecho sin pensar pues la
sociedad asume los costos.

¿Cómo lograr que todos reciclemos?

Una solución es la persuasión moral de anuncios como el del indio llorando. Pero eso también
es problemático, dice Munger, en un ensayo para el think tank estadounidense Cato Institute.
Señala que simplemente deberíamos comparar los costos y beneficios del reciclaje de cada tipo
de residuos: botellas de vidrio, latas, tazas de café de plástico, etc., en comparación con otras
opciones.

Gracias a que hoy en día los vertederos son bien


diseñados, se puede aprovechar el metano que la
basura produce para generar electricidad y los
incineradores de residuos modernos pueden ser una
fuente de energía limpia y pura. Si, en cambio,
tratamos el reciclaje como una cuestión moral, ¿hasta
dónde llegamos?.

Una solución ejemplar


Taiwán, una vez apodada "la isla de la basura", ahora tiene una de las tasas de reciclaje más
altas del mundo. ¿Cómo lo logró?
Asegurándose de que la eliminación de desechos "se asiente firmemente en la conciencia
pública", le dijo Ying-Ying Lai, jefe del departamento de gestión de desechos de la
Administración de Protección Ambiental de Taiwán, a la revista Smithsonian. Si Taiwán pudo
hacerlo, ¿por qué no van a poder todos los demás países?
Quizás necesitemos respuestas sistémicas: tal vez los reguladores podrían alentar nuevos
modelos de negocios como los esquemas de depósito de botellas que hacen que los fabricantes
analicen los incentivos y la logística para reciclar sus productos. Muchas de estas discusiones
están ocurriendo bajo la frase de "economía circular", un concepto también citado por Ying-Ying
Lai de Taiwán.

O tal vez la tecnología vendrá al rescate

Una nueva empresa de Reino Unido dice que puede convertir los plásticos mezclados,
notoriamente difíciles de reciclar, en el aceite de donde vinieron. Un centro comercial en
Australia recientemente hizo un debut con un bote de basura con inteligencia artificial que
detecta lo que se pone en él y lo clasifica. Las instalaciones de clasificación de última generación
utilizan robots, láseres, imanes y chorros de aire para separar diferentes objetos reciclables.
Nada de esto puede competir con la escala del trabajo realizado por trabajadores de bajo costo
en China y otros lugares, pero tal vez el cierre de esa opción estimule la innovación.

Tim Harford escribe la columna "Economista clandestino" en el diario británico Financial Times.
Este artículo está basado en la serie 50 Things That Made the Modern Economy del Servicio
Mundial de la BBC.

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