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Las imágenes están bien escogidas, lo que da testimonio de la gran importancia de la Biblia en la teología de
Calvino y al mismo tiempo, indican lo que los cristianos deben buscar y pueden encontrar en las Escrituras
Bíblicas: la Biblia nos proporciona acceso al saludable recinto del Reino de Dios, como la única llave que
posibilita abrir esa puerta. Ella nos facilita el conocimiento de Dios y de nosotros mismos, ciertamente en
forma indirecta mediante los testimonios de los profetas y apóstoles, pero sin embargo, de una manera lo
suficientemente clara, comparable a un espejo. Ésta guía y acompaña a la congregación en su camino a lo largo
del tiempo, señala el rumbo como un cetro real y proporciona protección y guía como el cayado de un pastor.
Calvino comprende la Biblia desde su Autor: como testimonio de la buena voluntad divina no es un conjunto de
leyes a seguir, sino más bien con ella Dios nos “atrae” hacia Él mediante la promesa de su fidelidad paternal
(cfr. Institución de la Religión Cristiana III.2.27).
3. La verdad de la Biblia
¿Pero cómo podemos estar seguros de que la Biblia nos cuenta la verdad sobre Dios y nosotros mismos? En
respuesta a esto Calvino hace referencia a impresionantes fenómenos: a la gran antigüedad de las Escrituras
Bíblicas, a los milagros y profecías que en ella se da testimonio, a su efecto y poder durante siglos que se
testifica por medio de la sangre de muchos mártires. Sin embargo, dichos argumentos nunca son suficientes y
ello se debe a una buena razón: cuando Dios se dirige a nosotros los seres humanos y cuando realmente es
Dios quien habla, entonces también sólo Él puede responder por la veracidad de su palabra: “Así que es
1
Debido a la inexistencia de una versión en español de la Opera Selecta de Calvino, las citas corresponden a una
traducción libre del texto original en alemán.
Para entender a Calvino 500 años
menester que el mismo Espíritu que habló por boca de los profetas, penetre dentro de nuestros corazones y
los toque eficazmente para persuadirles de que los profetas han dicho fielmente lo que les era mandado por el
Espíritu Santo”. (Institución de la Religión Cristiana I.7.4). La convicción sobre la veracidad y fiabilidad de la
Biblia no es otra cosa que la fe en la divina promesa que en ella encontramos: mediante Su Palabra se da a
conocer y por medio de su Espíritu origina la fe y la voluntad de obediencia en los corazones humanos. (cfr.
Institución de la Religión Cristiana I.7.5).
Calvino no esboza una teoría sobre la inspiración de las Escrituras Bíblicas, sino que fomenta su investigación
con los mejores métodos humanistas de su época y al mismo tiempo busca la Palabra del Dios vivo, fijándose
exactamente en los términos en griego y en hebreo del texto.
Porque Cristo es la fuente de toda revelación (cfr. Institución de la Religión Cristiana I.13.7), “la única luz de la
verdad“ (en Is. 29,11-12), Calvino puede señalar que no sólo las escrituras novotestametarias, sino que
también “todas las enseñanzas de Moisés” se enfocan en Cristo en toda su extensión (en Epístola a los
Romanos 10,4).
Puesto que „Dios nunca se manifestó a los hombres sino a través del Hijo. De esta fuente bebieron Adán, Noé,
Abraham, Isaac, Jacob y todos cuantos estuvieron en posesión de la doctrina celestial” (Institución de la
Religión Cristiana IV.8.5). Mientras que el Antiguo Testamento se anticipa de diversas formas al Cristo que está
por llegar, el Nuevo Testamento hace referencia de Él, con lo cual la Biblia en su totalidad es medularmente el
mensaje de Cristo, el mediador y reconciliador.
Esto también rige allí donde percibimos la Biblia como ley y exhortación. Sin Cristo, todas las normas
contenidas en la Biblia son palabras muertas (cfr. 2a Epístola a los Corintios 3,17). No obstante, cuando Cristo,
el alma de la ley, le otorga vida a la ley divina, como un cuerpo sin vida que cobra fuerza y forma a través de un
alma viva, ahí se podrá comprender correctamente las Escrituras, siendo entonces una provechosa orden
divina.
Según Calvino, la Biblia es de diversas formas una „escuela“ en donde se instruye a toda la comunidad cristiana,
que de esta manera permanece unida al Dios misericordioso y su Cristo.