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Millones de habitantes del planeta, en especial los que viven en ciudades, habitan un medio
que ha sido diseñado. Diseñado a distintas escalas, pero diseñado.
Igual que el aire que se respira de manera tan natural, sin verlo ni cuestionarlo, el diseño
también se considera como algo que está allí, y no se cae en cuenta que detrás de casi todo
objeto ha habido una mano, un equipo responsable de idearlo, producirlo y distribuirlo.
Es probable que cada día un despertador nos interrumpa el sueño, aparato diseñado en
cuanto a su forma, funcionamiento y sonido, al igual que era diseñado aquel que hace años
teníamos en casa, con su sonoro tic-tac durante toda la noche y el campanazo que
inevitablemente nos dejaba sentados en la cama, también diseñada. Pasamos luego al baño
donde, casi sin excepción, se utiliza un sanitario, diseñado con precisión por personas que
calculan medidas, definen materiales, y establecen una serie de mecanismos de provisión de
agua y evacuación. En ese baño encontramos otros objetos diseñados: griferías, cepillos
dentales, toallero e incrustaciones, y hasta frascos de lociones.
Al vestirse se entra en contacto con el diseño: la ropa, los zapatos, el reloj, la billetera, los
anteojos; y al desayuno nos sentamos a la mesa en una silla, ambas diseñadas, y nos
encontramos con vajillas, cubiertos, el salero, el paquete de cereal. Tal vez se leerá la
prensa, cuya diagramación y tipos de letra son diseñados. Salimos de la casa o apartamento,
diseñados en ambos casos, a enfrentarnos al mundo, maletín y paraguas (diseñados) en
mano, teniendo cuidado de asegurar la chapa (diseñada) al partir. Sin siquiera haber dejado
la casa y sin notarlo, habremos estado en contacto con el Diseño Industrial, Diseño de
modas, Diseño Arquitectónico y Diseño Gráfico.
El automóvil es otro muestrario de diseño. Desde la marca, que se distingue de otras por
cuanto hay diseñadores encargados de darle identidad a cada una. Un Volkswagen se
distingue de un Toyota o un Ford a simple vista. Luego el timón, el radio, las llantas, varían
según quien las produzca. La silletería surge de cuidadosos estudios ergonómicos, y la tela
que las cubre también obedece a escogencias sometidas a discusión.
El diseño existe casi desde el comienzo mismo de la humanidad. Los más primitivos
diseñaban armas, utensilios básicos, se cubrían con pieles acondicionadas para vestir. Y si
bien la gran mayoría de los objetos eran de carácter utilitario, también hay evidencias de
una dimensión artística, representada en esculturas elementales, figuras antropomorfas,
pinturas en sus cuevas, decoración de objetos.
A través de la historia, cada época y cultura pueden identificarse por su diseño. Pensar en
la cultura griega atrae imágenes como el Partenón, el ágora, las togas, las ánforas; si es
Roma, recordamos la ciudad imperial, el Coliseo, los carruajes, los uniformes de las
legiones. El Renacimiento nos presenta palazzos, esculturas, catedrales, las máquinas de
Leonardo. El Barroco muestra el desenfreno por el diseño inútil, el exceso sin límite, la
ropa incómoda y risible, pero también maravillosos palacios, avenidas, jardines. Época por
época, el diseño la caracteriza, y aún sin ser estudiosos del tema, podemos identificar sus
modas, objetos, elementos y ambientes: la era victoriana, los años 20, las décadas del 50 y
70. El diseño siempre ha existido y no tiene fronteras.
Ahora bien, ¿qué es el 'diseño'? La respuesta varía de un extremo a otro, por cuanto
intervienen demasiados factores, muchos de ellos subjetivos. El diseño puede referirse a un
elemento único o a objetos producidos en forma masiva; puede ser bidimensional,
tridimensional, o hasta extenderse en el tiempo; puede ser algo que se ve, se agarra o se
vive. Puede ser casi cualquier cosa, pero lo importante es que ha resultado de un proceso,
del desarrollo de una idea, de la elaboración de un plan. No se trata de algo improvisado. Si
el resultado del proceso es adecuado, si funciona de manera apropiada, si responde a
prioridades correctamente establecidas, sean de carácter estético, ambiental, económico, o
productivo, es probable que se logró un 'buen diseño'. Por el contrario, si el producto final
es engañoso, si apela y responde a la ignorancia, la ingenuidad o la banalidad del usuario o
consumidor, no hay diseño, o es pésimo.
Volviendo al símil inicial, al igual que preferimos respirar aire puro a consumir aire
contaminado, también podemos aspirar a rodearnos de buen diseño en vez de simples
"cosas", lo que no implica que sea más costoso. Sobran ejemplos de buen diseño. Pueden ir
desde el modesto clip para enganchar papeles (diseñado en 1890), maravilloso invento
indispensable para la humanidad, hasta las Torres del Parque en Bogotá. Es cuestión de
aprender a distinguirlo y disfrutarlo, y dejar de lado el diseño chatarra que por todos lados
nos quiere invadir.